CAMINO REAL DE GUADALUPE (3) CALERA- EL BERCIAL
Desde Calera y Chozas partimos en dirección oeste siguiendo el cordel que va paralelo a la carretera de Talavera a Valdeverdeja, coincidiendo incluso con su trazado en algunos tramos. El paisaje era desolador a la vista de muchos viajeros que pasaban en siglos pasados por estas llanuras limitadas por el valle del Tajo y las rañas que se prolongan desde las sierras jareñas si miramos hacia el sur y por las llanuras y el gran farallón a veces nevado de Gredos que se eleva majestuoso al norte, dominando por su altura el pico Almanzor.
Hoy día se intentan explotar estas tierras para el regadío mediante canalizaciones desde el río Tajo, pero antiguamente viajeros como Antonio Ponz decían: “Causa lástima ver cuán eriales son las tierras desde Calera hasta Puente del Arzobispo; siendo estas de excelente calidad, no se descubre sino tal cual casa de labranza, muy distantes unas de otras”.
Algunas de estas antiguas labranzas construidas con adobes mantienen sus arruinados muros lamidos por las aguas sobre colinas cercanas, pero otra gran parte de este territorio estuvo aprovechado para pastos pues toda la comarca era visitada por los ganados trashumantes que encontraban aquí las hierbas de invierno que las frías tierras de Castilla la Vieja o de León les negaban. Hasta aquí venían por ejemplo las cuarenta mil cabezas de ganado merino que bajaban a extremos desde Burgos enviadas cada otoño por el monasterio de las Huelgas Reales. Cerca del kilómetro veintiséis de la carretera parte hacia la izquierda una pista que nos acercará a un viejo edificio que se divisa al sur, se trata de las casas de El Bercial.
Alfonso VIII donó al Hospital del Rey de Burgos, regentado por el monasterio de las Huelgas Reales de esa misma ciudad, la dehesa que entonces se conocía como “Real Vosque, Villa y Casa de Vercial”. Su tierra se dividía en diez departamentos o millares donde pastaban las ovejas que eran propiedad del monasterio. Como tenía consideración de villa, tenía su rollo y su horca, así como la iglesia parroquial y una casa- palacio, actualmente en pie, donde residía el Caballero-Comendador, delegado de la abadesa del monasterio para administrar la cabaña. La campana del torreón tenía por fin “llamar a los pastores repartidos por la dehesa en el caso de ser acometidos en tal desierto de alguna invasión de gente de mal vivir o de algún incendio”. Contaban también con “fuertes y seguros calabozos con porzión de grillos y cadenas y todo género de prisiones”
Los habitantes de los alrededores se beneficiaban de la finca con la recogida de criadillas de tierra, muy valoradas en toda España, y con la corta de retamas destinadas a los hornos alfareros de Puente del Arzobispo. Esta actividad contribuiría sin duda a la deforestación que actualmente se observa en el paisaje de la zona. En su término se encontraban, sobre la orilla del Tajo, los antiguos molinos de Ciscarros y el puente de Pinos que pertenecía a las monjas de San Clemente de Toledo, señoras del pueblo de Azután.
Hoy día esta finca se denomina El Bercial de San Rafael y pertenece al patronato que financia al hospital de San Rafael de Madrid. Quedan muestras en su entorno de haber sido habitado el territorio desde antiguo, como demuestran los dos curiosos verracos unidos por el costado a modo de siameses y otro más deteriorado, esculturas zoomorfas que nos hablan de las raíces célticas de estas tierras que antes de los romanos estuvieron habitadas por los vetones que las esculpieron. Varios son los hallazgos romanos de los alrededores, como la fuente de La Solana, que cuenta con dos sepulcros antropomorfos por abrevadero, o la fuente de El Arco, en la que se aprecia una piedra de molino romana formando parte de su estructura. Pero sin duda la pieza más valiosa se encuentra encastrada en el muro del hermoso patio del palacio. Se trata de una inscripción sobre mármol que según algunos eruditos se refiere a la muerte de un joven en unas carreras y para otros dice que el individuo en cuestión murió joven, demasiado rápidamente.