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CAMINO REAL DE GUADALUPE (18) Y LLEGAMOS CON CERVANTES A GUADALUPE,

Y LLEGAMOS CON CERVANTES A GUADALUPE,

CAMINO REAL DE GUADALUPE (18)

Humilladero de Guadalupe antes de su restauración
Humilladero de Guadalupe ya restaurado

Es obligada la parada en El Humilladero, lugar desde donde los peregrinos daban vista por primera vez al monasterio y agradecían a la Virgen de Guadalupe su protección en el camino. Es el equivalente al Monte do Gozo desde donde los peregrinos ven Santiago de Compostela por primera vez, y se trata de un monumento gótico-mudéjar de gran valor artístico. Se construyó a principios del siglo XV bajo el priorato del padre Yáñez y se restauró en el siglo XVI durante el del padre Siruela, cuando se labraron de cantería las gradas de la cruz y se alzó el techo en forma de pirámide decorada con azulejos.

Detalle del Humilladero de Guadalupe

Es de planta cuadrada abierto por los cuatro lados mediante puerta rematada con arco carpanel sobre el que se levanta un arco apuntado decorado con un rosetón gótico realizado en ladrillo mudéjar. Sobre este cuerpo cuadrado se levantaba un segundo en forma de pirámide cubierta de azulejos. Casi todo el monumento, salvo los contrafuertes de las esquinas, está construido en ladrillo aplantillado que estuvo enyesado y enlucido. Son encantadores los capiteles de granito decorados con rostros típicos de la arquitectura gótico- mudejar de Guadalupe.

Puente sobre el camino de Guadalupe antes de llegar al humilladero

El descenso hasta la Puebla de Santa María de Guadalupe y su monasterio es muy pintoresca por las vistas que sobre la población, el monasterio y el paisaje circundante de bosques de pinos, castaños que podemos disfrutar. En parte discurre paralelo a las antiguas conducciones de agua que abastecían el monasterio y es una senda muy agradable.

Vista de Guadalupe desde el Humilladero

CERVANTES PEREGRINO

Desde este humilladero vieron por primera vez el monasterio muchos peregrinos entre los que se estuvo Miguel de Cervantes. Se sabe que después de su cautiverio en Orán vino, como tantos otros liberados de las prisiones otomanas, a ofrecer sus grilletes a la Virgen de Guadalupe. Eran tan numerosos los grillos y cadenas que colgaban como exvotos de los muros del templo que debían en ocasiones fundirse en los martinetes del monasterio. En su novela póstuma “Los Trabajos de Persiles y Segismunda” describe ese momento en que:

Guadalupe, desde el sendero que desciende desde el humilladero

“Apenas hubieron puesto los pies los devotos peregrinos en una de las dos entradas que guían el valle, que forman y cierran las altísimas sierras de Guadalupe, cuando, con cada paso que daban, nacían en sus corazones nuevas ocasiones de admirarse; pero allí llegó la admiración a su punto cuando vieron el grande y suntuoso monasterio, cuyas murallas encierran la santísima imagen…que es libertad de los cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus pasiones… Entraron en su templo, y, donde pensaron hallar por sus paredes pendientes por adorno las púrpuras de Tiro, los damascos de Siria, los brocados de Milán, hallaron en lugar suyo muletas que dejaron los cojos, ojos de cera que dejaron los ciegos, brazos que colgaron los mancos, mortajas que se desnudaron los muertos”.

Camino de Guadalupe cerca de su final

A Cervantes se le atribuye también una comedia que lleva por título «Comedia de la Soberana Virgen de Guadalupe y sus Milagros y Grandezas de España» que dicen fue escrita durante el cautiverio en Argel para ser representada en los baños. En ella se dice del monasterio de las Villuercas:

Adornan este alcázar soberano

profundos pozos, perenales fuentes

huertos cerrados, cuyo fruto sano

es bendición y gloria de las gentes

cipreses altos, palmas eminentes

altos cedros, clarísimos espejos

que dan lumbre de gracia, cerca y lejos.

El cinamomo, el plátano y la rosa

de Hiericó se halla en sus jardines

con aquella color, y aun más hermosa

de los más abrasados querubines.

Del pecado, la sombra tenebrosa

ni llega ni se acerca a sus confines

todo es luz, es gloria, todo es cielo

este edificio que hoy se muestra al suelo

CAMINO REAL DE GUADALUPE 17: HOSPITAL DEL OBISPO-HUMILLADERO

HOSPITAL DEL OBISPO- GUADALUPE
Hospital del Obispo en elcamino Real de Guadalupe
El lugar es delicioso, situado entre las sombras de los robles y la frescura de los prados se levanta el Hospital del Obispo.El edificio ha sido rehabilitado, principalmente la capilla gótica de esta casa que sirvió de refugio pues “los peregrinos pasan por montañas yermas, sin poblado alguno, y muchos mueren por el campo”, como se recoge en el privilegio que Pedro I el Cruel otorga en Sevilla el doce de octubre de 1360 para que se funde una venta en el puerto de La Cereceda y se ponga a su servicio a dos matrimonios, vecinos de Guadalupe que tendrán viandas francas y libres y estarán bajo la autoridad del prior del monasterio. Parece que el lugar escogido es un antiguo refugio cinegético de Pedro I o de su padre, el rey cazador, don Alfonso el Onceno. Como ya veremos más tarde, el concejo y oficiales de Talavera no se resignaban a la pérdida de Guadalupe como parte de su extenso alfoz y por ello ocasionaban daños a los venteros y molestaban a los romeros, por lo que Enrique II, ante las protestas del prior, confirma los privilegios de la hospedería despachando cédulas para consolidar la posesión y el buen funcionamiento de la venta.
Fuente junto al Hospital del Obispo, donde muchos peregrinos saciaban su sed

A finales del siglo XV, el edificio es ampliado por el canónigo de la catedral de Sigüenza don Diego de Muros, que luego fue obispo de Canarias, circunstancia de la que deriva el nombre de este hospital y de la dehesa que le circunda. Más tarde, el obispo de Cuba, don Juan del Castillo, dota de rentas a este hospital para que a cada peregrino se le socorriese con un pan de libra.

El edificio sigue varias vicisitudes hasta la exclaustración de los frailes e incluso se dedica a Cuartel de la Guardia Civil para vigilar y reprimir a las partidas de guerrilleros antifranquistas que se han refugiado en estas sierras y que durante muchos meses tuvieron un campamento cercano sin que se apercibiera la Benemérita.

Puente de los Álamos en el camino de Guadalupe

Continuamos nuestro camino después de refrescarnos en la fuente que se encuentra junto al hospital y en la que se consolaron del calor del camino miles de viajeros, como Ponz, que en el siglo XVIII describe el recorrido hasta el monasterio diciendo que “Las tres leguas de camino desde el hospital hasta Guadalupe son, como las antecedentes, montuosas, solitarias, tierra fecunda en su naturaleza; pero sin provecho para los hombres”.

Pero, antes de iniciar el descenso desde el collado del Hospital, podemos hacer una pequeña excursión que vale la pena por lo pintoresco de las vistas que nos esperan al final del camino. Tomaremos una pista que sale a la izquierda y asciende casi hasta la cumbre del pico Carbonero de 1428 metros de altura, con un recorrido de unos tres kilómetros. Desde la cumbre, donde hay un puesto de observación de incendios, podemos contemplar los valles del Ibor al oeste y del Gualija y Guadarranque al este con las sierras paralelas típicas de las Villuercas elevándose sobre ellos. En sus cercanías, unos trescientos metros hacia el sur por la cumbre existen restos de lo que parece un castro prehistórico con pequeñas viviendas circulares.

El camino de Guadalupe discurre por el valle del Ibor en su último tramo

Volvamos a la carretera. Si queremos seguir escrupulosamente el viejo camino descenderemos por una senda que parte a la derecha desde el mismo collado durante un kilómetro escaso, para volver otra vez a la carretera por debajo del puerto del Cubero. El camino cruza la carretera y se dirige por Cabeza Rebollosa descendiendo entre robles y pinos de repoblación hasta la zona conocida como Venta Real, dejando la Casa del Cubero a la izquierda. De la venta que da nombre al paraje, no queda nada, aunque sabemos que se situaba en este lugar de confluencia entre este viejo camino de Talavera y el otro camino real que subía paralelo al Ibor desde Navalmoral.

El camino viejo coincide con ella durante un kilómetro para después cruzar el puente de Los Álamos en un paraje muy ameno y seguir ya por la derecha de la carretera hasta el Humilladero. Es un camino agradable que transcurre en gran parte amenizado por la sombra de los pinares y robledales.

Es obligada la parada en El Humilladero,  del que hablaremos en el próximo capítulo en el que llegaremos a Guadalupe de la mano de Cervantes

CAMINO REAL DE GUADALUPE (14) CARRASCALEJO- NAVATRASIERRA

CAMINO REAL DE GUADALUPE (12)

CARRASCALEJO- NAVATRASIERRA

Vista de La Jara desde el puerto de arrebatacapas

Antes de salir de Carrascalejo, pueden los aficionados dirigirse al embalse de Recuerda que abastece al pueblo de agua potable. Se encuentra en un hermoso lugar que se ha convertido en foco de atracción para los muchos pescadores de la zona que acuden a sus orillas para capturar buenos ejemplares de carpa o de black-bass.

Si hemos pernoctado en Carrascalejo, podemos subir hacia el puerto de Arrebatacapas siguiendo la carretera y disfrutando del paisaje y la vegetación de las laderas de la sierra de Altamira, donde el monte agreste se puebla de alcornoques, grandes madroños, castaños, chaparrales, brezo y un sin fin de plantas aromáticas que harán muy agradable el ascenso. La otra opción es intentar subir por el antiguo Camino Real partiendo desde el paraje donde se situaban las antiguas ventas de San Miguel. Ascenderemos siguiendo un trayecto similar al que sigue el cortafuegos que actualmente se puede ver desde abajo cómo sube hasta el mismo puerto. Aunque el antiguo camino tenía un trazado más curvo, está casi perdido en muchas zonas y es más operativo seguir el empinado cortafuegos.

Arquitectura popular en Navatrasierra

La vista panorámica que se observa desde el puerto de Arrebatacapas es impresionante, al norte el valle del Tajo, el Campo Arañuelo y la Sierra de Gredos; al este toda La Jara con la Sierra de La Estrella que destaca sobre la llanura y, más al fondo, la Jara Alta y los Montes de Toledo. Los días más claros pueden llegar a verse los edificios de Talavera al nordeste y podemos jugar a distinguir todos los pueblecitos que se reparten entre las tierras de colores pardo y verde oscuro de La Jara. Al sur se levantan las cresterías de la Sierra de Altamira y al oeste el valle del Gualija que se dirige hacia el Tajo y el de Los Guadarranques que se encamina en dirección opuesta, hacia el Guadiana.

La parada en este bonito collado nos hará recuperar el resuello por las fatigas de la subida. Aquí se ha construido una hornacina para recordarnos que nos encontramos en el camino de Guadalupe, pues en su panel de cerámica de Puente del Arzobispo se representa a la Virgen de las Villuercas y a los dos patrones de los pueblos limítrofes, San Pedro y San Mateo.

Puente de los Horcones en el camino Real antes de subir al Hospital del Obispo

Iniciamos el descenso y, después de recorrer unos setecientos metros, desciende a la derecha, hacia el valle, un camino de fuerte pendiente que nos llevará hasta el puerto de La Venta, hoy desaparecida como tantas otras. La senda sube después sobre la ladera del cerro de enfrente, por encima de un arroyo con una aliseda, para descender más tarde hasta las orillas del río Gualija. Este es el trayecto original del Camino Real o camino viejo, pero también tenemos la posibilidad de acercarnos hasta el pintoresco pueblecito de Navatrasierra, comprendido en el ayuntamiento de Villar del Pedroso. Es el único núcleo habitado de este valle que cuenta con uno de los índices de población por kilómetro cuadrado más bajos de la Península, un lugar ideal para aquellos que quieran perderse en una naturaleza todavía virgen con parajes solitarios de gran riqueza ecológica, como iremos viendo.

Empedrado en la calle Real de Navatrasierra

Este despoblamiento fue una de las causas que llevaron al paulatino abandono de este camino de Guadalupe, el más atractivo y antiguo de todos, pero el más inseguro, pues contemplando su paisaje podemos imaginar a las gentes que desde el siglo XIV se aventuraban por estas sierras, cuando sus montes y bosques estaban habitados por lobos y osos, como demuestra el hecho de que la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera, bajo cuya jurisdicción se hallaban estos despoblados, pagara cantidades de cierta importancia a quienes mataran a los osos y a sus crías, más remuneradas estas últimas, presentando en sus dependencias de Talavera las garras de los animales que eran clavadas con un cartel en la puerta de su cárcel. Y es que esta institución de policía rural de la que hablaremos más tarde nació como una asociación de colmeneros que querían defenderse de los bandoleros y golfines que asolaban La Jara, y, como podemos imaginar, los plantígrados eran especialmente golosos con las colmenas de sus posadas, en las que causaban grandes destrozos.

Los grandes desiertos de los valles serranos del Gualija y el Guadarranque

Podemos imaginar las nieves y las tórridas temperaturas del verano, las alimañas, los bandoleros y los contrabandistas que, unido al cansancio, el hambre y las enfermedades que aquejaban a muchos de los peregrinos nos podrá dar una idea de cómo la muerte tuvo que ser algo muy habitual entre los caminantes que se atrevían a cruzar estos desiertos. Estas circunstancias motivaron la fundación en el siglo XIV del conocido como Hospital del Obispo, a mitad de camino entre Navatrasierra, último pueblo habitado del camino, y la puebla de Guadalupe. Por todo lo reseñado, el camino que discurre por Puerto de San Vicente y Alía fue tomando auge hasta conseguir casi sumergir en el olvido a este otro viejo Camino Real en el que tantos viajeros fueron asaltados o devorados por los lobos.

Otro camino alternativo asciende desde Carrascalejo directamente hasta Navatrasierra mediante una senda muy agradable sin pasar por el Puerto de Arrebatacapas sino por el puerto llamado de Navatrasierra.

En el próximo capítulo hablaremos del relieve apalachense, la geología y los fósiles que se muestran en el museo de Navatrasierra.

CAMINO REAL DE GUADALUPE (14) UN ASESINATO EN UNA VENTA EN EL XVI Y UNA BODA EN CARRASCALEJO EN EL XIX

CAMINO DE GUADALUPE (14)

UN ASESINATO EN UNA VENTA EN EL XVI Y UNA BODA EN CARRASCALEJO EN EL XIX

Detalle de los herrajes de una puerta en Carrascalejo

La artesanía se reducía hasta hace poco a algunos pastores o jubilados que realizan trabajos de arte pastoril en madera, como cucharas o miniaturas de aperos de labranza.

En la gastronomía destacan sus propios habitantes las suculentas migas, podemos probar el cabrito criado en sus montes o la cachuela y las patatas arrebolás. De postre las perrunillas y mantecados tradicionales.

Cuenta Carrascalejo con unos bungalows a la salida del pueblo por la carretera en dirección al puerto y tienen veinticuatro plazas para turismo rural. En cualquiera de sus bares podemos pedir que nos sirvan algún plato de comida casera.

Paisaje de Carrascalejo en la zona de las Ventas de san Miguel

En cuanto a los parajes de interés que podemos visitar en las cercanías debemos señalar la atalaya de La Torrecilla. También son de interés las orillas del arroyo Pizarroso con sus dos vetustos molinos y una alineación de pequeñas elevaciones que se sitúan entre el caserío y la sierra de Altamira, con parajes muy pintorescos en la zona conocida como Las Posadas y en cualquiera de los arroyos que descienden de la sierra.

Esta es la fuente más cercana, de donde proablemente se abastecía la Venta de San Miguel

EL CRIMEN DE LA VENTA DE SAN MIGUEL

Uno de estos parajes,  en el mismo camino de Guadalupe y en el ámbito de Carrascalejo fueron las Ventas de San Miguel, lugar sobre el que en el «El Pelegrino Curioso», escrito en 1576 por Bartolomé Villalba, se  cuenta que sucedió un crimen famoso, aunque se dice en el texto que las venas estaban en el Vecino pueblo de Valdelacasa.

El dueño de la venta era un labrador que casó a su hija con un mozo de familia más pobre y dotó al matrimonio con ciertas propiedades, ovejas y alguna vaca que más tarde reclamó a su suegro, pero lo tomaron como ofensa y cuando un día trabajaba en el campo  la hora de la siesta se echaron sobre el pobre hombre el suegro y el cuñado diciéndole que si un piojoso como él quería hacerse rico a su costa. le agredieron con palos y piedras y salió huyendo para refugiarse en la venta, pero su mujer le cerró la puerta, lanzándole también piedras desde un balcón, hasta que acabaron entre los tres con la vida del recién casado.

Fueron testigos del crimen varios zgales que andaban por allí con sus ganados y acabaron en la cárcel.

UN PERIODISTA CURIOSO

Aunque fueron muchos los viajeros, reyes y embajadores que pasaron por este camino durante siglos, casi todas las crónicas pasan de puntillas sobre estos pueblecitos y, salvo alusiones a lo despoblado y agreste de estas sierras, no se suelen detener en la descripción de los lugares de paso o en sus costumbres.

Una excepción es el periodista del siglo pasado Rafael Monje que, en una crónica del Semanario Pintoresco de 1847, cuenta todos los prolegómenos y ceremonias de una boda en Carrascalejo. Describe desde el cortejo junto al ventanuco con reja de palo que todavía podemos observar en algunas casas, hasta la petición de mano del mozo ofreciendo al padre de la novia “un corpulento cigarro envuelto en papel escrito”. La navaja de dos reales y “la liga con mote y cordón de seda” que se intercambian los novios como regalo.

Casilla de arquitectura popular en Carrascalejo

El nuevo hogar es adecentado blanqueándolo, dorando el suelo con “boñiga de buey desleída en agua limpia y revocando sus paredes con barro».

Es curioso el humilde ajuar de los recién casados: una tarima de palos de roble, una jerga de paja de centeno, un colchón con media arroba de lana, sábanas de estopa, una “serra” de corcho para la sal y el pimentón, un mortero de palo, una mesa de corazón de encina, cuatro sillas, un candil y una vajilla compuesta de tres cántaros de barro encarnado y docena y media de platos de Puente del Arzobispo. Los tostones y el vino son parte fundamental de los convites y el menú consiste en cochifrito, caldereta, carne de cabra, morcilla de cebolla y arroz con leche entre otros manjares.

CAMINO REAL DE GUADALUPE (13) EL VILLAR- CARRASCALEJO

CAMINO REAL DE GUADALUPE (11)

EL VILLAR- CARRASCALEJO

Cruz a la salida de El Villar de camino a Guadalupe

Salimos de El Villar en dirección suroeste por un camino junto al que, a unos cientos de metros, encontramos la Cruz de Guadalupe que, aunque hoy se halla muy erosionada, demuestra ser de época gótica. En realidad, son dos los caminos casi paralelos que confluyen a poco más de un kilómetro del pueblo, éste de la Cruz de Guadalupe que figura en el plano antiguo del Instituto Geográfico Nacional como de Fuentecasillas, y otro, que sale por debajo del bar que se encuentra junto a la carretera y que parte junto a una cruz de hierro sobre fuste de piedra, y que es conocido como camino de Castañar de Ibor. Después de recorrer algo más de dos kilómetros encontramos a la izquierda la laguna de la Dehesilla, junto a la que se halló uno de los verracos de El Villar.

Carrascalejo y La Jara desde la zona de las Ventas de San Miguel

Un kilómetro más abajo, el camino se bifurca y debemos tomar el ramal de la izquierda, pero, a partir de aquí, el camino se pierde en unos tramos y es casi irreconocible en otros. El trayecto primitivo se dirigía hacia las desaparecidas ventas de San Miguel que acogían a los peregrinos antes de subir por la empinada sierra hasta el puerto de Arrebatacapas. Los que no quieran perderse campo a través pueden continuar en la bifurcación antes aludida por el camino que nos llevará hasta Carrascalejo y ascender después por la carretera.

Uno de los muchos chozos de Carrascalejo

CARRASCALEJO

Es una población jareña que, como las demás de esta comarca, fue repoblada tras la marcha de los árabes por gentes de Talavera que asentaron en este paraje cuyo nombre explican sus vecinos en el siglo XVI diciendo que “ se llama ansí porque antes que se fundase era un colmenar…el cual se llamaba Carrascal porque de todas partes estaba cercado de carrascal e monte”. Son numerosos los restos de población y enterramientos de época romana y, al sureste del término, se encuentra el lugar donde se situaba el antiguo despoblado de Torrelamora o Torlamora que como su nombre indica se fundó en torno a una antigua atalaya medieval, como la que se sitúa al extremo opuesto de la demarcación, en lo alto de un cerrete junto al arroyo de La Torrecilla.

Lavadero de Carrascalejo

En su pequeña historia de pueblo labrador y ganadero debemos destacar la conocida como Batalla de Carrascalejo durante la Guerra Civil. El pueblo fue lugar de enfrentamiento de los dos bandos que en varias ocasiones perdieron y recuperaron el pueblo con la consiguiente destrucción y represión ocasionada por el vaivén de las tropas de ambos bandos. Una de las consecuencias de estos hechos fue la destrucción del escaso patrimonio con el que contaba la iglesia que, construida en el siglo XVI, perdió todas sus imágenes salvo la conocida como del Cristo Soberano.

Enebro monumental en Carrascalejo

El caserío cuenta sin embargo con bastantes construcciones y algunos rincones que nos pueden dar una idea de lo pintoresco que debió ser el aspecto de estos pueblos jareños cuando todavía conservaban su bonita arquitectura popular en pizarra y granito.

Entre las fiestas tradicionales de Carrascalejo está San Mateo, que se celebra en septiembre con los toros, el baile y las celebraciones típicas de las fiestas de verano de nuestros pueblos. El tres de febrero es San Blas y la población se dirige a “correr la tortilla” en los campos cercanos disfrutando de un día en plena naturaleza. Por San Antón quedan vestigios de fiestas más arcaicas y paganas en las que los mozos tocaban los cencerros por las calles.

Arquitecturapopular de Carrascalejo

A principios de siglo una gran sequía amenazaba con el hambre a esta población eminentemente agropecuaria. Dicen que se hizo una procesión con la imagen del Cristo Soberano para solicitar la lluvia y, cuando al atardecer volvía la comitiva, comenzó a llover abundantemente. Esto sucedía un nueve de Abril y desde entonces se celebran en esta fecha unas rogativas a las que acuden además de los vecinos del pueblo todos los pastores y agricultores que se encuentran desperdigados por las sierras y dehesas de Carrascalejo.

Cementerio viejo de Carrascalejo

UNA FIESTA SINGULAR EN VILLAR DEL PEDROSO

UNA FIESTA SINGULAR EN VILLAR DEL PEDROSO

CAMINO REAL DE GUADALUPE  (10)

Dos animeras en el carnaval de Villar del Pedroso

Aparte de un considerable patrimonio histórico, cuenta El Villar con unas fiestas de especial interés en las que se mezclan diferentes rituales que permiten percibir las huellas de celebraciones paganas ancestrales mezcladas con una fiesta puramente religiosa. Se trata del Carnaval, que tiene elementos de culto a las ánimas unidos a una típica fiesta de soldadesca y a la pintoresca procesión del “ramo” entre otros. Como tantos festejos de invierno, conserva aspectos muy arcaicos y llenos de colorido que sorprenderán al viajero.

Las fiestas duran más de una semana y tienen la peculiaridad de que en cada uno de los días se visten los participantes de un color diferente: el domingo de piñata se ponen ropas de color de rojo, el lunes de avellana y verde, de gris el miércoles de ceniza, el domingo de carnaval de rojo y amarillo etc.

Desfile de animeras

No voy a describir pormenorizadamente todo su desarrollo pero sí diré que son dignos de presenciar los desfiles de la soldadesca con sus generales, tenientes, alférez y bastoneros armados de las vistosas alabardas y vestidos con sus característicos trajes típicos; o las cuestaciones al son del tambor y las salvas de escopeta, con cestos, cántaros y palos para recoger los donativos mientras se cantan coplas populares, como, por ejemplo, la del domingo de piñata, cuando los varones de la soldadesca van “a por el aguardiente” y recorren el pueblo en jubilosa comitiva.

Autoridades antes de la ofrenda

Las autoridades, simbolizadas por la Guardia Civil, el Juez de Paz o el Alcalde, también participan en varios momentos de la fiesta, como en el ofertorio, que presiden mientras bailan los lugareños y los forasteros son sacados también para que depositen sus ofrendas.

Ramo en el carnaval de ánimas del Villar del Pedroso

En este acto se mezclan las máscaras profanas, con los bailes folklóricos y con la religión en una ceremonia llena de encanto aunque, estéticamente, la procesión del ramo es el acto más colorista de las fiestas. Los hombres van a buscar las ramas de olivo y se hacen las roscas que con las cintas y las banderitas adornarán el ramo. Su ejecución es todo un ritual en el que se utiliza desde tiempo inmemorial la misma sabanilla para cubrir la tarima sobre la que, a las tres de la madrugada, comenzará a decorarse una armadura donde se colocan todos esos elementos. La misa de ánimas se acompaña con redobles de tambor en lugar de la habitual campanilla, se besa la estola y a continuación ofrece el cura uno de los numerosos convites rituales que debe dar a la soldadesca, antes con vino de misa y roscas, y actualmente con auténticas comilonas.

Baile del serengue en la ofrenda

El baile del “serengue”, de nombre y ritmo tan arcaico, es digno de ser presenciado, así como el baile de la bandera, los desfiles de la soldadesca con sus alabardas y bandera desplegada en los que se pueden ver los trajes tradicionales y los originales peinados de las mujeres de El Villar. Todo ello dejará nuestra retina repleta de imágenes sugerentes de que estamos ante un despliegue de verdadera cultura popular.

Desfile en el carnaval de ánimas

COSAS DEL CAMINO REAL DE GUADALUPE EN VILLAR DEL PEDROSO (11)

COSAS DEL CAMINO REAL DE GUADALUPE EN VILLAR DEL PEDROSO  (10)

Hospital de Peregrinos de Villar del Pedroso

También se pueden visitar en el pueblo algunos edificios de interés directamente  relacionados con el Camino de Guadalupe. Es curioso observar como el caserío más antiguo se situaba en torno a la iglesia, pero el trasiego de romeros y todo lo que conllevaba hizo extenderse al pueblo hacia la transitada vía de peregrinación. Hoy día una serie de edificios singulares nos hablan de la vitalidad económica que suponía para cualquier pequeña población ese intenso discurrir de los viajeros.

Placa fundacional del hospital de Peregrinos de Villar del Pedroso

En primer lugar hemos de fijarnos en un gran edificio con portada gótica que albergó en su tiempo al hospital de Villar del Pedroso. Una placa con escritura del siglo XV conmemora su fundación por el canónigo de la Colegial de Talavera don Hernando de Alonso, un personaje que, durante toda su vida y en el legado que dejó a su muerte, dedicó sus afanes a la caridad hospitalaria. En Talavera fundó el Hospital de la Misericordia cuyo edificio se conserva hoy frente a la “Colegial”, dirigió también el hospital de Puente del Arzobispo y fundó éste de Villar del Pedroso, pueblo en el que había vivido como párroco.

Fachada que es tradición fue la hospedería de Villar donde pernoctó Carlos V.

Frente a este edificio se sitúa la actual casa-curato que en sus tiempos fue la hospedería,  lugar donde se alojaban los viajeros sanos, mientras que los peregrinos enfermos eran acogidos en el hospital. A lo largo de la calle se pueden ver todavía algunas casonas entre la que destaca una blasonada también de estilo gótico.

A la salida del pueblo hacia Guadalupe se nos muestran algunas viviendas con escalera de acceso de sabor extremeño. La arquitectura popular del pueblo es muy vistosa por la mezcla en su mampostería del granito de tonos claros y la pizarra más oscura, como sucede en las construcciones tradicionales de otros pueblos de La Jara occidental.

En la calle Real, vía del antiguo camino Real de Guadalupe, se encuentran algunos edificios de mayor empaque de los tiempos del camino más frecuentado en el sigloXVI

En el aspecto etnográfico destacaremos también un bonito y rústico puente medieval sobre el arroyo Morcillo y sobre todo, algo muy peculiar de Villar, las cruces que se conservan a la entrada de todos los caminos del pueblo. Una al norte con un calvario encantador, otra al sur en el camino de la desaparecida ermita de San Blas, la del camino de Guadalupe, la del camino de La Oliva, alguna rematada en cruz de hierro, otras de piedra e incluso una del siglo XV. En el pueblo, para decir que algo está en el casco urbano se suele decir que está “de cruces adentro”. También es curioso el edificio del ayuntamiento, construido en el siglo XVIII.

Una de las cruces que delimitan el casco urbano en las salidas de la población de Villar

El pilón que hay junto al camino de Navalmoralejo es casi monumental, aunque hay otros pozos y fuentes en el pueblo donde podemos también imaginarnos a los peregrinos lavando sus heridas o calmando su sed. En muchos pueblos de los que vamos a visitar se pone en las fuentes una imagen de la Virgen de Guadalupe dibujada en azulejos e incluso representada con una figura de plástico.

Pozo y lavadero en Villar del Pedroso

La artesanía va desapareciendo con las últimas generaciones que mantuvieron el contacto íntimo con la naturaleza, aunque hasta hace poco un anciano fabricaba miniaturas de alabardas y de ramos además de otros elementos de arte pastoril.

En la gastronomía debemos destacar el típico ajocano, las peculiares morcillas mondongueras, hechas de sangre, cebolla y acelgas y, de postre, las típicas rosquillas de pan de El Villar, las floretas o los azucarillos, entre otros dulces tradicionales.

CAMINO DE GUADALUPE (10) VILLAR DEL PEDROSO

Uno de los verracos de Villar del Pedroso

CAMINO DE GUADALUPE (10) VILLAR DEL PEDROSO

UNA VISITA A EL VILLAR DEL PEDROSO

El Villar es un pueblo jareño donde civilizaciones sucesivas han ido dejando su huella. En primer lugar tenemos que resaltar que nos encontramos en la población de la comarca donde se han hallado un mayor número de verracos. Hasta ocho ejemplares diferentes de estas esculturas zoomorfas se han podido localizar en el casco urbano y en diferentes parajes de su entorno. A la entrada de la población se puede ver hoy día una de ellas en una zona ajardinada por el ayuntamiento, otros se localizan en una calle cercana paralela al arroyo Cagancha  y otras halladas en fincas privadas como el toro de La Oliva que también se ha llevado a Villar y está situado en una de las plazas del pueblo.

Ya hemos apuntado que el propio nombre de El Villar nos señala la existencia de poblaciones antiguas asentadas en su solar y así, la presencia de los romanos está documentada por la presencia de algunas lápidas con inscripciones que incluso se pueden ver embutidas en los muros de las viviendas, como es el caso de la que aparece en la fotografía. Otras lápidas han sido encontradas en La Oliva y en la dehesa de La Argamasa, cuyo nombre ya nos indica la presencia de restos de muros romanos en un importante yacimiento que además contaba con una antigua mina en su entorno.

Portada musulmana de la Torrecilla en El Marco

La presencia musulmana está constatada por la fortaleza de Castros que ya conocemos y por la referencia en antiguas relaciones a una cerca de tapial que protegía el caserío de El Villar. En la sierra de El Villar se puede ver una torre de observación o atalaya rodeada por una pequeña muralla. Se accede a ella por una puerta con su arco de herradura y de la torre apenas quedan restos pues según cuentan en el pueblo hace unas décadas se encontraron en su entorno algunas monedas de oro corriéndose el rumor de que había un tesoro escondido por lo que se llegó a derruir la atalaya casi por completo. Se conoce el paraje como La Torrecilla y se sitúa al norte del camino de Guadalupe.

Espadaña de la iglesia de El Villar del Pedroso con otra espadaña mmás antigua encastrada en el muro

En el muro oeste de la parroquia se observa formando parte de la estructura la espadaña de la primitiva iglesia que se erige en el siglo XV, más modesta que la actual y construida en ladrillo, aunque sobre ella se levanta la gran espadaña de sillería de fecha posterior. El edificio mantiene elementos desde finales del siglo XV hasta el XVIII y cuenta en el ábside con buena bóveda de crucería, es de buenas proporciones y se adorna con un pórtico norte y una buena portada al sur. Su interior alberga un patrimonio de interés pues, aunque en la Guerra Civil fueron destruidas veintitrés imágenes, se conservan dos retablos del siglo XVIII, un retablo del XVII con cinco lienzos de la misma época, el retablo mayor del siglo XVI y dos buenas tablas que representan a Santo Tomás y San Pedro.

En sus muros podemos contemplar buena azulejería de Talavera de estas mismas centurias que en uno de sus paneles representa a Santo Domingo. Se reconoce por el perro que sostiene la antorcha y en los trazos de sus azulejos demuestra haber sido pintado por las mismas manos que dibujaron las estilizadas figuras de la ermita de Velada, en la que algunos han querido ver a algún discípulo del Greco como autor.

Inscripción romana funeraria sobre un verraco vettón de Villar

LOS VERRACOS

Antes de llegar los romanos a estas tierras, deambulaba en ellas con sus ganados un pueblo celta conocido como los vetones. En todo su ámbito de influencia, en las provincias de Ávila, Salamanca, Cáceres y la comarca de Talavera, quedaron repartidas cientos de esculturas zoomorfas de machos o sementales que son conocidas como verracos. Algunas de ellas representan a cerdos o jabalíes y otras a toros. Tienen una mayor o menor tosquedad en su factura ya que en algunos se representan detalles como el rabo, los cuernos, los colmillos, la papada, el espinazo o los genitales, mientras que otros son de una sencillez esquemática. Existen ejemplares que cuentan con pedestal y otros que no y también podemos encontrar verracos con profusión de cazoletas, que son unos huecos semiesféricos labrados en la piedra con una significación probablemente religiosa cuya interpretación es desconocida hasta ahora. Se pueden ver también verracos que tienen inscripciones epigráficas.

Toro vettón de La Oliva en El Villar del Pedroso

El significado y función de estas esculturas ha sido muy discutido. Algunas estaban situadas a la entrada de los castros y de las cercas donde encerraban los vetones a sus ganados, tal vez con una simbología mágico-religiosa de protección de los ganados y las personas. Hay autores que van más lejos y los consideran elementos religiosos que podrían representar a una divinidad, mientras que otras teorías proponen a los verracos como indicadores de caminos ganaderos, de pastos, de abrevaderos o de zonas de influencia de una tribu determinada. Algunas de estas esculturas han aparecido asociadas a enterramientos o reutilizadas en ellos como monumentos funerarios.

Testículos marcados en uno de los verracos de El Villar

CAMINO REAL DE GUADALUPE (9) ENTRAMOS EN LA JARA

ENTRAMOS EN LA JARA

Chozo de falsa cúpula en La Jara Occidental

PUENTE DEL ARZOBISPO- VILLAR DEL PEDROSO

Después de conocer un hito del camino de Guadalupe tan significativo como es Puente del Arzobispo, vamos a cruzar el río Tajo y nos adentraremos en la actual provincia de Cáceres, concretamente en la comarca de La Jara que, aunque fue segregada de las Tierras de Talavera por la división provincial del siglo pasado, estuvo desde la Edad Media incluida históricamente en la comarca de influencia de esta ciudad. Una huella de aquella unidad territorial persiste en el hecho de que todavía estas comarcas segregadas administrativamente se mantienen a efectos eclesiásticos en el arzobispado de Toledo.

Colmenas de corcho en La Jara, los colmeneros fueron los primeros pobladores en la Edad Media

La Jara: Esta comarca natural está situada entre el Tajo y el Guadiana y forma un conjunto geográfico muy definido, aunque hoy día su territorio se encuentre dividido entre las provincias de Cáceres (Jara occidental y Los Ibores), Badajoz (Castilblanco y Valdecaballeros) y Ciudad Real (El Rincón de Anchuras).

Debido a su situación fronteriza entre cristianos y musulmanes en el curso de la Edad Media, fue La Jara durante varios siglos tierra casi despoblada que sufría los ataques y razzias de ambos bandos. Poco a poco, los colmeneros, ganaderos y cazadores se atrevieron a adentrase en su territorio y fueron asentándose en estas tierras roturando sus extensas zonas de monte agreste.

Paisaje jareño

Las tierras son generalmente pobres salvo algunos tramos de vega fluvial y las características llanuras elevadas llamadas rañas. Geológicamente hablando, los terrenos son antiquísimos, y todavía podemos observar las numerosas minas que intentaron explotar desde la prehistoria el oro, el hierro, el plomo o la plata de sus entrañas.

Desde un punto de vista paisajístico dividiremos la comarca en Jara Alta y Jara Baja. La naturaleza de La Jara Alta o serrana es mucho más rica debido a la variedad de sus ecosistemas, tanto en las elevaciones de la sierra de Altamira como en las zonas elevadas que son cabecera del río Pusa o el Jébalo, donde podemos contemplar bosques de robles o de rebollos, castaños, alcornocales y sobre todo encinar.

Paisaje de La Jara Alta

La caza es abundantísima ya que los venados, corzos y jabalíes pueblan sus montes. En el llano la caza menor hace las delicias de los aficionados. Son numerosos los cazadores, muchos de ellos italianos, que visitan la comarca para practicar la caza del zorzal; sin olvidar la abundancia en las especies clásicas: conejo, liebre, paloma y perdiz.

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad de Talavera en dibujo del siglo XVII

La carretera que nos lleva a Guadalupe coincide en sus primeros kilómetros con el viejo camino que todavía puede seguirse paralelo a ella durante la mayor parte del trayecto que nos separa del río Pedroso. Concretamente en este tramo el camino no es otra cosa que la Cañada Leonesa Oriental que al llegar frente al río Pedroso sigue recta hacia Navalmoralejo mientras que nosotros deberemos continuar en dirección suroeste, hacia El Villar del Pedroso, bajando hacia el cauce fluvial. Cerca de la carretera vemos aisladas construcciones levantadas en adobe y más tarde en pizarra. Algunas de ellas servían de precarias ventas que daban ocasionalmente paja y refugio a los romeros.

Labranzas, majadas y alguna venta arruinada jalonan el Camino Real de Guadalupe en este tramo

Antes de descender al valle del río Pedroso, la carretera se desvía del viejo camino que discurre durante quinientos metros más a la derecha después de separarse del cordel. Hoy no existe ya el primitivo puente que saltaba este riachuelo y si lleva agua deberemos cruzar por el de la carretera. Para los que quieran ser más escrupulosos en cuanto al seguimiento de la vieja ruta, pueden descender hasta la orilla oeste y subir aguas arriba unas decenas de metros para tomar luego el camino que todavía discurre entre un bosquecillo de chaparros y que volverá a salir a la carretera al cabo de dos kilómetros, pues el antiguo camino viejo de Villar a Puente ha desaparecido en un trecho de un kilómetro aproximadamente. El camino original iba paralelo al arroyo Morcillo y a la carretera, entre medias de ambos, como se observa en el plano del Instituto Geográfico. Lo más sencillo es seguir desde este momento la carretera durante los dos kilómetros que nos quedan hasta llegar a El Villar.

Un puente sobre el arroyo Morcillo junto a Villar del Pedroso

CAMINO DE GUADALUPE (8) UNA EXCURSIÓN A LA FORTALEZA DE CASTROS

UNA EXCURSIÓN A LA FORTALEZA DE CASTROS

Puerta Sur de la fortaleza musulmana de Castros

Ya que estamos en Puente nos acercaremos en un agradable paseo ribereño hasta la fortaleza musulmana de Castros que, aunque se encuentra en término de Villar del Pedroso, es más accesible desde aquí. Los lugareños conocen el paraje como “La Muralla” y para ir hasta allí cruzaremos el puente e inmediatamente tomaremos un camino que sale a la derecha bajando por la ribera del río. Desde esta orilla tenemos una pintoresca vista de la villa con el puente, los molinos y el caserío.

Desembocadura del río Pedroso, donde se desarrolla la leyenda de la mora

Después de andar unos dos kilómetros tropezamos con la desembocadura del río Pedroso que se despeña en cascada sobre el Tajo en un hermoso paraje. Una curiosa leyenda dice que una mora que vivía en el castillo que vamos a visitar, despechada por mal de amores, se arrojó desde estas alturas al río y se la puede ver todavía saltando y escucharse sus lamentos en las noches de luna del día de San Juan.

Justo en el codo que hace el río Pedroso antes de su desembocadura se observan sobre el cauce los restos de un batán con cuyos beneficios dejó también estipulado el arzobispo Tenorio que se financiaran los hospitales de Puente. Siguiendo el cauce del riachuelo nos encontramos con el bonito conjunto que forman un puente y un molino de ribera.

Molino-batán sobre el río Pedroso

En la elevación situada entre los dos ríos se sitúa la fortaleza que formaba, junto a Vascos, Espejel, Alija, Azután, Canturias o Talavera, parte de una línea defensiva  destinada a impedir que los cristianos atravesaran la línea del Tajo en su avance hacia el sur.

Puerta de la torre de la alcazaba de Castros

Se trata de una alcazaba con un poblado alrededor sin contar en este caso con el amurallamiento que rodea al caserío en el caso de la Ciudad de Vascos pero que, como se deduce por sus características constructivas, también se construyó entre los siglos IX y XI por las aguerridas gentes bereberes con las que los árabes repoblaron estas orillas.

Puente y fortaleza de Castros

La vista desde sus murallas es impresionante y vemos al Tajo que discurre por terreno quebrado con su cauce cortado por las azudas o presas que llevaban agua a los molinos, como las aceñas del Conde de Oropesa, un gran edificio que se contempla algo más abajo de Castros.

Aljibe de la fortaleza de Castros

Parece que esta fortaleza tenía también como misión la defensa de un puente que se encuentra a sus pies y del que se mantienen todavía los tajamares. Reconquistada esta tierra por Alfonso VI fue encomendada la defensa de este castillo a los caballeros de Calatrava y de ahí que a unos molinos cercanos, situados río arriba, se les conociera como molinos “de Calatravilla”.

Molino de Calatravilla frente a la fortaleza de Castros