Ya he comentado que, a mi entender, la causa de que nuestra ciudad se encuentre en el lugar en el que se halla es que en tiempos prerromanos el Tajo era fácilmente vadeable por aquí. Es de los lugares de su recorrido en los que el cauce es más ancho, con numerosas islas y unos inmensos arenales que se podían atravesar a pie por gentes y ganados desde antiguo, porque hemos de imaginar nuestro río sin la elevación de las aguas que produce la presa de los molinos de Abajo. Y es éste precisamente el vado practicable más cercano al Puerto del Pico, por el que pasaba ese eje norte sur que unía las dos mesetas y que mereció la construcción por los romanos de la mejor calzada conservada en todo el territorio español. Y además, ese eje se cruzaba en Talavera, y junto a ese vado, con el otro eje de comunicaciones con calzadas a ambos lados que discurre de este a oeste por el valle del Tajo, un río que como otros era una de esas autopistas de la prehistoria que servían de primigenias vías de comunicación.
El Puente Viejo es en realidad una más adecuada denominación para nuestro antiguo puente, y de hecho es como siempre ha sido denominado por los talaveranos. Lo de “puente romano” es posterior y se enmarca ese nombre en la frecuente adscripción a la época romana que se ha venido dando a todos los puentes medievales y modernos de pétrea factura como medio popular de otorgarles una mayor antigüedad.
En 1990 se produjo un gran descenso de las aguas del Tajo por obras en el azud de los molinos de Abajo, lo que unido a la sequía estival hizo que afloraran en el fondo del río próximo al puente Viejo unas estructuras que fueron estudiadas oportunamente por Alberto Moraleda y César Pacheco, quienes con la publicación de su trabajo hicieron una importante contribución a la historia del patrimonio local.
Y ¿qué es lo que apareció con la bajada de las aguas? Pues las pilas sobre las que se sustentaba el antiguo puente romano y que salvo en los tres primeros arcos no seguían en su alineamiento la misma dirección que el viejo puente medieval. Es por ello que el puente tiene ese quiebro en su trazado a partir de ese tercer arco, el llamado “arco de las armas”, llamada así porque tiene encastrado un pequeño escudo en piedra blanca. Los tres primeros arcos sin embargo sí se apoyan sobre los antiguos pilares del puente romano, que tienen una planta diferente a los medievales, que se encuentran rematados en redondo aguas arriba, mientras que los pilares romanos tienen planta rematada en tajamar, en triángulo.
Se podían ver ocho de esas pilas y alguna de ellas conserva incluso restos del salmer, el arranque de su arco. Están fabricados con sillares bien labrados y rellenos en su interior con cantos y argamasa, el “opus caementicium” de los romanos. También se deduce de su estructura que los arcos tenían algo más de radio que el actual y que su calzada era más ancha.
La línea que siguen los pilares hace que algunos de ellos estén bajo las arenas de los islotes o en la Isla Grande ocultos por los sedimentos de siglos. Tenemos también que tener en cuenta que en época romana probablemente no existieran los molinos del puente por ser de posible origen musulmán, y por tanto tampoco existiría el brazo del río que hace de canal para llevar el agua a esos molinos, luego central eléctrica. Las razones que podían explicar este cambio de trazado en el puente es una menor resistencia a la corriente, tal vez por los cambios en la dirección de las aguas por la modificación del meandro del río e incluso el deseo de los jerónimos de comunicar mejor el antiguo molino de su propiedad,, pues el monje que hizo de ingeniero en una de las principales restauraciones era de esa orden, fray Pedro de los Molinos. Las grandes crecidas que provocaban las frecuentes inundaciones históricas de Talavera y lo arenoso e inestable del fondo hicieron probablemente que tanto el puente Romano, como el puente viejo fueran dañados y mil veces restaurados, pero curiosamente los tres primeros arcos, que se asientan sobre los viejos pilares romanos son los mejor conservados hoy día. El primero de esos arcos también alojó otros molinos.
Nuevo artículo de la serie «RÍOS DE HISTORIA» sobre la historia de la comarca a través de sus ríos
EL NOMBRE DE TALAVERA Y EL RÍO
No vamos a entrar aquí en profundas disquisiciones sobre los orígenes del nombre de Talavera. Los expertos dicen que nuestra ciudad nunca fue Ébora de la Carpetania, pero sin embargo sí ven posible que fuera Elbura, nombre que estaría relacionado con la abundancia de aguas, como se apunta ya en las relaciones de Felipe II en el siglo XVI:
…porque –el Ber en arábigo significa pozo o ayuntamiento de aguas…y en tiempo de los visigodos dice haberse llamado “aguas” que es el-Ber y el-Bora…
Según el arqueólogo Dionisio Urbina, de Elbora derivaría Albuera que es el nombre de un despoblado Santa María de las Albueras, situado cerca de Pueblanueva , junto a las barrancas del Tajo y en la que se sitúa un mausoleo monumental donde se halló un magnífico sepulcro de mármol tardorromano y paleocristiano que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional, aunque han sido destruidas las cabezas de los apóstoles representados.
Otro paraje aguas abajo de Talavera nos orienta sobre el nombre también acuático de la ciudad. Se trata de Aquis, aguas en latín, y que se ha identificado con un obispado visigodo sufragáneo de Mérida. El paraje se ha identificado como la finca de La Alcoba, en la vega cerca de Talaverilla.
Ya tenemos un lugar aguas arriba, y otro aguas abajo del casco urbano, pero las muy numerosas inscripciones halladas en Talavera, a la altura de grandes núcleos urbanos romanos de Hispania, han llevado a la conclusión de que el nombre más probable es el de Caesaróbriga, que viene a significar “ciudad fortificada de César”. La finca junto al Tajo con restos romanos conocida como La Orbiga puede también derivar para algunos de una lectura deformada de la palabra Caesaróbriga.
Una teoría sugiere que existiría otro topónimo céltico, anterior a los romanos Tala-bara que habría evolucionado comoTalbara-Talbora-Telbora-Elbora-Talalbuera-Talabuera-Talavera. La raíz Tal- también derivaría de del indoeuropeo “ tel” que significa también charco o estanque. Pues bien, es curioso constatar que todos los nombres hipotéticos de nuestra ciudad tienen que ver con el río o con el agua.
Los viejos cronicones cuando hablan de la muralla hacen notar que su parte más antigua, la que pudiera con mayor probabilidad ser romana es la que discurre paralela al río y que hoy se encuentra en gran parte sepultada bajo toneladas de escombros para construir la Ronda Sur. Esas mismas crónicas nos relatan algunos hallazgos arqueológicos que se hicieron junto al Tajo, como es el caso de una cabeza de toro de bronce hallada al hacer los cimientos del monasterio de los jerónimos. También se encontró una escultura romana que fue reconvertida en una imagen de la Santa Catalina, advocación del monasterio. El padre Fita dice que “ El riachuelo occidental, la Portiña, desde que pasa por enfrente de la que fue puerta de Mérida hasta que se echa en el Tajo, va descubriendo conforme lame y roe su orilla derecha, antiguas sepulturas romanas…”
También hay constancia de que el arroyo Papacochinos cerca de la desembocadura habría dejado al descubierto sepulturas romanas. La puerta meridional que daba al puente sobre el Tajo, si como algunos creen ya existía en tiempos romanos, sería la puerta del Río. Cerca de la desembocadura de la calle Cristo de la Guía parece se encontró una estatua que dicen de Catón y que también fue reconvertida en imagen cristiana.
Las excavaciones más modernas documentan desagües y alcantarillas romanas con pozos negros, y también en las inmediaciones ribereñas de los jerónimos se han hallado inscripciones dedicadas a los dioses indígenas vettones Ataecina y Orilouco, además de aras diversas, por lo que esta zona era especialmente rica en hallazgos de índole religiosa que se perpetuaron en el tiempo con mezquitas y templos cristianos como La Colegial, Santa Catalina o San Clemente.
Varias excavaciones nos han revelado la presencia de unas termas donde se aprovechaban las aguas elevadas por maquinaria hidráulica para los baños que luego se mantendrían en época musulmana. Los principales baños romanos encontrados se localizan en el entorno de la zona de San Clemente.
Nuevo capítulo sobre nuestra historia en relación con nuestros ríos. Hoy, ya en la edad del hierro, el pueblo vettón, que ocupó nuestro territorio antes de la llegada de los romanos.
Sobre el sustrato del anterior periodo orientalizante, sobre esas culturas de transición de la Edad del Bronce a la del Hierro que lo conformaron, irán incidiendo corrientes culturales mediterráneas y centroeuropeas que, al mezclarse con las variadas peculiaridades autóctonas, irán conformando la personalidad de los pueblos protohistóricos que van a encontrar los romanos a su llegada a Hispania en general, y a nuestra tierra en particular. Se produce durante este periodo una progresiva «celtización», una mayor influencia centroeuropea, cultural e incluso étnica, sobre unos pueblos que, como hemos visto en el capítulo anterior, ya venían recibiendo desde el suroeste de la península las influencias orientalizantes mediterráneas de pueblos fenicios y de los griegos a través de Tartessos.
Nuestra comarca, también en esta época histórica, se comporta como tierra fronteriza entre diversos pueblos. Los carpetanos, los lusitanos y sobre todo los vettones, ya que es en el ámbito de este mundo vettón, de la llamada cultura de los verracos, donde más cómodamente podemos situar a esta tierra, y así lo apunta Estrabón (III, 3, 1). Los datos de Plinio, los estudios ya clásicos de Boch-Gimpera y Caro Baroja, junto con las aportaciones de investigaciones arqueológicas recientes nos permiten conocer de manera más clara su existencia.
Carpetanos y vettones, podemos considerar que tenían unidades culturales poco diferenciadas, llevaban formas de vida arcaicas, si los comparamos con otros pueblos de la celtiberia, manteniendo elementos culturales de origen precéltico, incluso la lengua. Caro Baroja traza la divisoria entre los carpetanos y los vettones mediante una línea recta que discurriera a mitad de camino entre Toledo y Talavera y creo que es correcta su observación, pues esa línea coincide precisamente con el territorio en el que se han hallado verracos de piedra y así mismo con la línea que los romanos tomaron como frontera de su provincia lusitana.
Trasladando esto a época actual diríamos que en general las tierras de Talavera fueron vettonas y las tierras de Toledo carpetanas.
Se dedicaban estos antepasados vettones a actividades eminentemente ganaderas, en esencia pastoriles y disponían de terrenos comunales claramente diferenciados para cada aldea, donde pastaban sus ganados aprovechando las ricas dehesas. Ésta enraizada dedicación a la actividad pecuaria será característica peculiar de nuestra tierra hasta la actualidad.
Los vettones vivían según Plinio y Estrabón “circa Tagus” y era nuestro río el eje de su territorio, como lo consideran también los arqueólogos que han excavado el yacimiento de La Mesa, junto al embalse de Azután: “Es en este momento cuando se tienen muestras de la auténtica articulación del territorio, teniendo como eje el cauce del río y sus zonas de vadeo”
Sus poblados, casi siempre en lugares altos, estaban fortificados con murallas, a veces, con más de un recinto, separando la parte interior, más elevada y donde se encontraban las viviendas, de la exterior, que a la par de defensa, servía para encerrar y proteger sus ganados en caso de ataque. Sus construcciones no guardaban regularidad y empleaban como elementos fundamentales la piedra en la base del muro sobre la que levantaban el resto de la pared con adobe o tapial. El barro servía como argamasa y los techos eran de madera y escobones o retamas. Se sentaban sobre bancos corridos y en el centro de la vivienda se instalaba el hogar. Esos poblados elevados y fortificados junto a los ríos son los denominados castros, que tanto han marcado la toponimia de nuestras comarcas, en las que por doquier aparecen parajes y pueblos con nombres como castro, castrillo, castrejón y de los que Talavera también pudo ser un ejemplo situado en la confluencia del Tajo y La Portiña, y así lo atestiguaría el verraco embutido en la Torre del Polvorín. Otro castro que está siendo estudiado se sitúa también junto al río cerca de El Bercial, en Alcolea de Tajo, muy cerca del embalse de Azután. Bajo el pantano estaba el antiguo vado de Puente Pinos.
El castro está amurallado, con dos recintos levantados en piedra con taludes que la refuerzan y con torres de diferente planta. En el interior se encuentran varias fases de población iniciándose en la fase orientalizante anterior de la que se han hallado significativos elementos cerámicos. Hay como en otros yacimientos de esta época muestras de haberse desarrollado una industria metalúrgica doméstica en pequeños hornos caseros. También se han hallado cerámicas griegas que subieron hasta aquí con la influencia tartéssica. Se han encontrado numerosos huesos que nos hablan del predominio de la ganadería en la economía vettona.
Otros yacimientos similares son el de arroyo Manzanas, el de Cerro Torrejón en la desembocadura del Cedena en el Tajo, o el del El Raso junto a la garganta de Alardos, por citar algunos cercanos. Sin embargo, el yacimiento que en la Edad del Hierro II tiene una mayor importancia en las tierras de Talavera es el de arroyo Manzanas, cuya importancia supera el interés local porque puede aportar datos que servirían para dilucidar algunos de los problemas planteados por las culturas protohistóricas del occidente peninsular.
Este yacimiento al sudeste de Talavera, en los Cerros de la Raña y dando vista al Tajo, es el asenta-miento vettón más cercano que conocemos. Se sitúa el yacimiento en las elevaciones erosionadas con las típicas cárcavas de las terrazas del río, dominando las fértiles vegas entre Talavera y Las Herencias. Los primeros hallazgos se remontan al año 1924 cuando unos gañanes encontraron cántaros de barro en cuyo interior había restos humanos calcinados. Prospecciones sistemáticas posteriores nos han descubierto poblados instalados en lo alto de tres cerros que están trazados a partir de habitaciones de planta rectangular con gran abundancia de materiales: cerámicos, huesos, fragmentos de metal y escorias, todo ello en fase de estudio. También se ha localizado lo que puede ser una necrópolis de urnas para sus fases de ocupación desde el bronce final hasta que en el siglo II antes de Cristo. Cuando llegan los romanos fuerzan el traslado de los pueblos que ocupan situaciones estratégicas o fortificadas a los valles donde es más difícil su defensa. El propio nombre de Talavera en época romana (Caesaróbriga) nos orienta hacia su origen céltico, debido a la terminación en –briga, que parece significar población fortificada.
Este asentamiento del arroyo Manzanas tiene también el interés de contar con numerosos paralelos culturales con el castro de El Raso en Candeleda, aunque hay así mismo diferencias notables, como por ejemplo el entorno que en el caso abulense es más apropiado para la ganadería mientras que el talaverano estaría más vinculado a actividades agrícolas y mineras, sin descontar la actividad de intercambio por situarse en lugar de obligado paso en las comunicaciones antiguas. La actividad metalúrgica parece estar confirmada por el hallazgo de moldes, crisoles y restos de útiles metálicos; se ha vinculado esta actividad con los yacimientos y antiquísimas extracciones mineras de La Jara.
Otro de estos yacimientos es el del cerro Torrejón de Malpica de Tajo, donde encontramos cerámicas de clara influencia de las culturas de la meseta superior, digamos que más castreña, más céltica, del tipo de las enmarcadas en el ámbito de la llamada cultura de Cogotas II, nombre de un prototípico yacimiento cercano a Ávila.
Pero por otra parte, también se encuentran cerámicas de las llamadas «ibéricas» con referenciasen asentamientos andaluces de adscripción tartéssico-turdetanas.
También las fuentes clásicas hablan de la riqueza en oro de las aguas del Tajo y tampoco debemos olvidar la gran producción de oro de las minas de oro de La Nava de Ricomalillo desde hace siglos, además de las muchas vetas minerales que podían ser explotadas al sur de nuestro río.
Más dudosas son las adscripciones a la Edad del Hierro de otros hallazgos dispersos por la comarca, como por ejemplo las fortificaciones del posible castro situado en las cumbres de la Sierra de la Estrella, o ciertos hallazgos cerámicos de Navalmoralejo, Alcaudete o Belvis.
Clara influencia céltica observamos en su culto a los elementos de la naturaleza, ritos funerarios con incineración de los muertos, exposición a la intemperie de los cadáveres de los guerreros para que los comieran los buitres y desarrollo de la hospitalidad con los extranjeros, considerados como enviados de los dioses.
El grado de riqueza lo medían por el número de cabezas de ganado que cada familia poseía. Recolectaban productos silvestres, y era escasa su dedicación a la agricultura, aunque hacían incursiones belicosas contra los pueblos labradores vecinos para apoderarse de su cereal. Es de destacar el uso sistemático que hacen del hierro, tanto para aperos de trabajo como para las armas, que incluso eran alabadas por los romanos por su dureza y flexibilidad.
De las familias más poderosas salían los personajes más destacados, que gobernaban los poblados, tomando las decisiones a través de asambleas populares.
Parece que pronto estos pueblos del occidente, sobre todo los vettones, con fama de guerreros bravos y fieros, colaboraron con los romanos, viendo la imposibilidad de vencerlos, incluso, integrándose en sus ejércitos: «los vettones, que fueron los primeros que compartieron con los romanos la vida de campamento», que decía Estrabón, romanizándose después de manera paulatina y pacífica. De esta convivencia surge la famosa anécdota que relata Estrabón cuando un grupo de vettones «viendo una vez a ciertos centuriones ir y venir en la guardia, como paseándose, creyeron que se habían vuelto locos y quisieron llevárselos a sus tiendas, pues no concebían otra actitud que la de estar tranquilamente sentados o la de combatir». Hay un mito que aparece en varias fuentes clásicas que nos habla de cómo los vettones y lusitanos eran magníficos jinetes y montaban caballos especialmente rápidos. Los caballos del Tajo, situados para unos autorfes en la desembocadura y para otros en nuestro territorio, eran tan rápidos debido a las magníficas yegüas que parían veloces potros por ser fecundadas a las orillas de nuestro río por el céfiro, el viento del oeste. Recomendamos la visita al castro de La Mesa en El Bercial con su aula de interpretación en el pueblo y la del Castro de El Raso.
Uno de los elementos culturales más característicos del área vettona serán las grandes y toscas esculturas en piedra de animales (jabalíes, osos, cerdos, toros) relacionadas con cultos ganaderos que se ha denominado «cultura de los verracos», de los cuales hablaremos en el próximo capítulo.
A partir de una serie de objetos metálicos singulares, se propuso hace unos años la existencia de una ruta natural en dirección sur-norte que discurría por el occidente de la península ibérica, ruta que sería el precedente de lo que más tarde, ya en época romana, sería la Vía de la Plata.
Desde Huelva y Cádiz, ascendía un trayecto jalonado de hallazgos de braseros y jarros, con ramificaciones por los valles de los grandes ríos hacia el interior. Varios hallazgos en la comarca de Talavera nos indican que al menos hasta aquí llegaba una de esas vías secundarias que nos relacionaban con el mundo de Tartessos.
El llamado «puñal de Ronda» o de El Carpio de Tajo, aunque en realidad se encontró en término de Mesegar, es de una tipología ya enmarcada en la llamada metalurgia del «grupo Ría de Huelva» y se datan en torno al siglo IV a. d. C.
La estela hallada en las Herencias, que pudiera estar relacionada con la necrópolis indígena de un asentamiento cercano del Arroyo Manzanas donde se han encontrado algunas cerámicas contemporáneas, es una estela de las llamadas del tipo II C de Pingel. Este tipo se caracteriza por la presencia de figura humana a la que suelen acompañar una serie de atributos como la espada, lanza, escudo, carro o espejo. En nuestro caso, el personaje aparece tocado con un casco de cimera, una lanza con la hoja hacia abajo, un escudo con escotadura en V, una posible fíbula y tal vez unas tenazas bajo la mano derecha. También se ha datado en el siglo IX a.d. C.
El ajuar funerario de» Las Fraguas» fue dado a conocer por el historiador talaverano Jiménez de la Llave en 1860 y consiste en tres elementos, un jarro y un timiaterio en dos piezas además de la referencia a «trozos muy delgados de cobre que indican haber pertenecido a una caldera u otro cuerpo esférico». El jarro es de los llamados tartéssicos y es un jarro piriforme de boca plana con asa de triple sección que termina junto a la boca en tres cabezas de serpiente y que arranca de una palmeta con dos canalículos rematados en un capullo esquemático.
Entre los paralelos de este jarro había uno que era muy similar y que se encontraba depositado en el Metropolitan Museum de Nueva York; el estudio de M. Fernández Miranda y J. Pereira ha permitido conocer que se trata del mismo, dada la coincidencia con el dibujo de Jiménez de la Llave y su procedencia del comercio de antigüedades.
El jarro, el timiaterio y el posible brasero permiten identificar el conjunto con un ajuar funerario con el que se realizarían rituales-libaciones e incineración de sustancias olorosas; estos rituales serían privativos de los individuos más relevantes del área tartéssica y su zona de influencia. Estas fórmulas funerarias estarían datadas en torno al siglo VII a. de C.
El enterramiento de la casa de El Carpio se sitúa en el actual reculaje del embalse de Azután en la desembocadura del río Jébalo, el embate de las aguas puso al descubierto esta interesante inhumación del momento en que se produce en nuestra comarca la transición de la Edad del Bronce a la de Hierro.
Se trata de una fosa de sección escalonada en la que se practicó la inhumación de, al menos, dos individuos, un adulto femenino y un recién nacido con un ajuar abundante en el que se combinan piezas locales y foráneas. Diversos cuencos a mano con decoración pintada con motivos geométricos que podrían formar parte de un depósito de ofrendas, seis grandes urnas, anillos y brazaletes de bronce, son algunos de de los objetos hallados que podríamos considerar como autóctonos.
Los materiales de inspiración externa serían: una vasija globular cuya forma y decoración tiene paralelos en el horizonte cultural andaluz, dos recipientes de pequeño tamaño y clara adscripción al mundo cultural fenicio, se trata de una ampolla y un alabastrón de cerámica que tenían la función de conservar aceites perfumados.
En cuanto al ajuar metálico, los restos de un caldero de bronce, una vasijita de plata usada para libaciones, y lo más significativo quizás de este hallazgo, dos pequeños fragmentos de hierro, ya que ese metal en un contexto cronológico de transición del bronce al hierro, se consideraría un objeto exótico y muy valorado.Todo este hallazgo se debe considerar formando parte de un ritual autóctono de inhumación y las ofrendas de tipo alimenticio, la distribución de los ajuares y el mismo ajuar son componentes de origen más bien foráneo.
Un último hallazgo, unas fíbulas encontradas en Azután, confirmaría la presencia de tradiciones indígenas asociadas a influencias procedentes del suroeste peninsular, del área de influencia tartéssica y fenicia occidental.
Puede que estos indígenas, enriquecidos por el comercio con esos lugares, se enterraran con los ricos ajuares que hemos visto y que identifican más bien a las clases más poderosas de esas culturas, que habrían conseguido su enriquecimiento a través del comercio de metales, sal etc…
BRONCE FINAL.
Las cerámicas del horizonte Cogotas I aparecen sobre los sustratos del bronce pleno, en algunos de los casos antes referidos, llenándose el vacío que hasta ahora había en la dispersión de estos yacimientos en la meseta sur y así en nuestro ámbito localizamos los dos tipos de asentamiento de este periodo, yacimientos en llano como El Carpio I y el Golín, y el arroyo Manzanas o el cerro Torrejón de Malpica de Tajo, más en la línea de los poblados de altura.
Los primeros suelen tener el patrón de los llamados «fondos de cabaña» como el del Golín a las orillas del Guadyerbas en el pantano de Navalcán hallado por mí, en la retirada de las aguas del mismo, con una vasija de aprovisionamiento, hecha a mano, semiesférica y carenada de gran tamaño y decorada con incisiones en zig-zag, cremallera y dientes de lobo, con tipología encuadrable en el horizonte de Cogotas I .Podían observarse en los alrededores los restos arrasados de algunos silos más, de forma circular.
Parece que la ganadería y la caza estarían relacionadas con este tipo de hábitat y la economía de intercambio y agricultura con los segundos.
Parte nuestra excursión de hoy desde el pequeño pueblo de Berrocalejo, nombre que quiere decir tanto como lugar de berrocales, de paisaje granítico. Se encuentra justo en el lugar donde el Tajo desemboca en el embalse de Valdecañas y para acercarnos a él iremos por la auto vía A-5 para, ya en territorio extremeño, tomar la carretera que va hacia El Gordo y seguir hasta Berrocalejo, que fue lugar del señorío de Miranda, aunque antes llegaron hasta aquí las tierras de Avila, cuyos caballeros repoblaron la zona en la Edad Media. Perteneció a la Puebla de Enaciados, hoy despoblada y de la que hablaremos en otra excursión. Se han encontrado también piedras talladas del paleolítico y un verraco vettón.
Aunque el casco urbano es pequeño, podemos dar un paseo para ver su ermita, su calvario, el lavadero de pilas de piedra de Granadilla y la arquitectura popular de mampostería de granito. También son pintorescas la iglesia y la graciosa ermita porticada de Nuestra Señora de los Remedios
La excursión parte por el cordel que en dirección sur se dirige hacia las riberas del Tajo, cordel que deberemos abandonar como indica el plano para descender por la cuerda que se halla entre el arroyo de Peñaflor y el arroyo del Conde hacia el risco de Peñaflor. No tiene pérdida pues la roca enhiesta de Peñaflor nos orientará. En el descenso hacia ella iremos viendo a un lado y a otro los restos de dos recintos amurallados, sepulcros y sepulturas además de restos de construcciones romanas y medievales que salpican todo el terreno. Antes había incluso algunas aras con inscripciones epigráficas y algún miliario romano que han sido retirados por el expolio al que era sometido el yacimiento. También había una mina al otro lado del arroyo de Peñaflor y la cueva Humá al norte del paraje.
El risco de Peñaflor es uno de esos lugares con restos arqueológicos que han dado lugar a toda clase de leyendas, como la que dice que fue escondido en una cueva de la peña un toro de oro tapándose el hueco con una gran piedra. En un pequeño molino del paraje de la Canaleja también se aparece una moza encantada que sale a peinarse el día de San Juan desprendiendo un agradable olor a tomillo.
Abajo vemos el río modificado por el reculaje del embalse que también oculta el Puente del Conde, justo donde iba el cordel antes mencionado y que fue volado durante la Guerra de la Independencia. Puede que tenga cimientos romanos, pero su obra actual se hizo en el siglo XV por el Conde de Plasencia, don Pedro de Zúñiga, y de ahí su nombre. En la otra orilla se encontraba otra de esas ciudades-fortaleza hispano musulmanas que jalonaban el Tajo y se perciben las arruinadas murallas y el castillo de Alija, que es como se denominaba. En el patio del castillo se ha construido un desafortunado chalet.
Las vistas son magníficas pues el gran embalse de Valdecañas, uno de los mayores de España, se extiende hacia el oeste como un mar interior.
De vuelta a Talavera pararemos en El Gordo para ver la numerosa colonia de cigüeñas de la iglesia de este pueblo de tan curioso nombre, así como la cercana casa de postas que está cerca del puente de la autovía, una de las mejor conservadas y que también cuenta con algunos nidos.
Nuevo capítulo de la serie «Ríos de História» en el que se trata de los yacimientos de la Edad del Bronce en los ríos Cedena, Jébalo, Uso etc
Uno de los yacimientos de la Edad del Bronce se sitúa en la cumbre del Cerro del Oso en la Sierra de San Vicente
Cuando el hombre descubre que mezclando el cobre con el estaño se obtenía el bronce, metal mucho más resistente para la construcción de armas y herramientas nacen nuevas culturas que dejan también en nuestra tierra huellas de su paso.
El mítico reino de Tartessos, con su todavía no localizada capital situada entre Cádiz y Huelva creció y llegó a tener un gran desarrollo económico y cultural cantado entre otros por Homero o Platón. La riqueza de este reino que algunos identifican con la Atlántida era precisamente el comercio con el estaño que traían desde las islas Casitérides, especialmente la costa de Cornualles en Gran Bretaña. Esta vía comercial marítima más tarde se completó con otra terrestre que ascendía por el occidente peninsular, lo que más tarde sería la Vía de la Plata y por donde también ascenderían las influencias culturales hasta nuestro valle del Tajo y sus afluentes.
Materiales cerámicos y una azuela hallados en un yacimiento de la Edad del bronce junto al río Jébalo
Antes de llegar esas influencias, encontramos en los periodos iniciales del bronce yacimientos como el Riscal de Velasco, a las orillas del río Cedena, cuyos restos de muralla no sabemos si pertenecen al calcolítico o ya a la edad del bronce. Otro de estos poblados se situó en el Toril (Alcolea de Tajo) sobre un cerrete que domina la orilla derecha del río. Estos primeros hombres del bronce estaban relacionados culturalmente con otros yacimientos similares de Extremadura, aguas abajo en el valle del Tajo.
Yacimiento castreño de Alcaudete
En cuanto a los enterramientos de estas gentes contamos con los hallados en el Cerro del Obispo en Castillo de Bayuela, necrópolis de inhumación en «pithoi» que se localizan de costado, contorneados por bloques de granito formando una caja exterior y con una torta de cerámica que cubre la totalidad de la estructura. En el ajuar de estas sepulturas encontramos acompañamiento funerario propiamente dicho consistente en objetos del difunto inutilizados (cuchillos de sílex, hachas de piedra pulimentadas, molinos barquiformes, brazales de arquero, ídolos de cuernos, pesas de telar, crisoles, vasos, cazuelas, leznas…). También encontramos ajuar funerario de carácter ritual (cazuelas, vasos y cuencos rituales más pequeños y sin utilizar) además de ofrendas para el sustento de «la otra vida» como son cuartos de cáprido, bóvidos o de ganado lanar que se depositan entre el «pithoi» y las lajas de granito
Yacimientos de la Edad del Bronce en los afluentes al sur del Tajo
En el próximo Cerro del Castillo puede que habitara la población que utilizaba estos ritos de inhumación que tienen cierta correspondencia con prototipos argáricos.
Restos de la muralla del yacimiento del Cerro del Oso en El Real de San Vicente
La cultura material de este tipo de yacimientos es bastante homogénea, cerámicas sin decoración como vasos carenados, cuencos hemiesféricos, botellas, grandes orzas de provisiones etc…La industria lítica de láminas de sílex, dientes de hoz, molinos barquiformes y algún punzón de hueso .
Materiales hallados en el yacimiento de Riscal de Velasco, junto al río Cedena
También en el ámbito de la Sierra de San Vicente otro yacimiento fortificado de la Edad del Bronce se localiza en la cumbre conocida como Cabeza del Oso cerca de El Real de San Vicente, los escasos materiales recogidos nos hacen sospechar de una cronología similar a la del yacimiento anterior. En la cumbre más elevada de esta misma sierra, en el mismo cerro de San Vicente, se hallan fragmentos de cerámicas a mano encuadrables en la edad del Bronce,
Hachas pulimentadas de los yacimientos del río Cedena
En el fondo del embalse de Navalcán se encuentra este dolmen al que faltan los dos ortostatos de la entrada, que tienen grabada una serpiente en su superficie y están hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo
Hacia la segunda mitad del IV milenio a. de C. aparecen en nuestro entorno geográfico nuevos grupos de gentes, neolíticas todavía, cuya característica más sobresaliente es la de la construcción de grandes enterramientos colectivos llamados monumentos megalíticos. En la actualidad, y gracias a las nuevas dataciones de carbono 14, está cada vez más aceptado el hecho de que el megalitismo es un fenómeno occidental, gestado en la fachada atlántica, con una cronología que se remonta hasta el VI milenio a. de C. (Portugal y la Bretaña Francesa).
Para el caso de la península ibérica existen dos focos del fenómeno megalítico con características diferenciadas por un lado el foco del sureste y por otro el foco atlántico, con el que están relacionados los hallazgos en la tierra de Talavera. Como mantiene el arqueólogo Germán Delibes, «la implantación del megalitismo no debió ser únicamente resultado de la adopción del nuevo ritual funerario por parte de la población neolítica indígena; hubo también un aporte demográfico externo, muy probablemente gentes llegadas del oeste». No debemos olvidar que la construcción de este tipo de estructuras de enterramiento implica un gran aporte energético basado en una relativa ocupación del territorio con una sociedad ya perfectamente organizada, por primera vez considerablemente jerarquizada y con una clara división del trabajo.
El fenómeno del megalitismo en la Tierra de Talavera, en palabras de Jiménez de Gregorio, supuso «la más profunda penetración hacia el este de la cultura megalítica portuguesa en la submeseta meridional». La expansión se produjo desde el oeste hacia el cuarto milenio antes de Cristo, y su utilización funeraria llegaría hasta el primero.
De nuevo son los ríos los caminos naturales de penetración hacia el interior, llegando hasta nuestra área a través del valle del Tajo, y desparramándose después por sus afluentes (Ibor, Huso, Guadyerbas y Tiétar). Tenemos muy próximos al Tajo dólmenes como el de Azután, o Guadalperal en Valdecañas y sumergido en el embalse de Guadyerbas el de Navalcán.
Los dólmenes de nuestra comarca corresponden al tipo denominado «sepulcros de corredor», caracterizados por una cámara, que en nuestro caso tiene unos 5 metros en el dolmen de Azután o el de Navalcán. A la cámara se accede mediante un corredor cuya medidas reconocibles oscilan aproximadamente entre los 7 y 10 metros. Rodea todo el conjunto el túmulo, con circunferencias que oscilan entre los 18 y 16 metros.
Dólmen de Azután, en el valle del Tajo
Otro tipo de construcción megalítica son los llamados menhires, de los que al menos conocemos dos, uno cerca de Velada y a la orilla del Guadyerbas cerca de Parrillas. Ignoramos su funcionalidad y el significado de sus grabados y cazoletas, huecos labrados semiesféricos que también aparecen en los dólmenes. Son monumentos de una sola pieza de roca berroqueña, hincados verticalmente, de los que al menos tres cuartas partes sobresalen a modo de lindero, con una altura de entre 1m y 1,70 y una circunferencia de 1,5 metros. Tanto el menhir como el dolmen situados junto all Guadyerbas presentan figuras de serpiente labradas.
Algo que nos ha llamado la atención referente a los menhires y dólmenes, es su ubicación próxima a las cañadas ganaderas. En cuanto a las formas de habitación cabe decir que escasean, aunque es un fenómeno general a todo el ámbito megalítico. Esto viene de nuevo a evidenciar un tipo de hábitat disperso, semisedentario y relacionado con la explotación ganadera, aunque entre la cultura material de los dólmenes aparecen piedras de molino e industria lítica con pátina de cereal, lo que nos indica que practicaban algún tipo de agricultura. Quedan estas grandes construcciones como único testimonio de su pasado, y que según algunos autores muestran la condición itinerante de estos grupos y es el motivo de ella, como símbolo de permanencia y delimitación del territorio del grupo.
Los primeros agricultores del valle del Tajo, el neolítico en nuestra comarca. Dentro de la serie Ríos de Historia
La vega de Talavera fue poblada desde la prehistoria por su fertilidad
El Padre Juan de Mariana, nuestro paisano y “padre de la Historia”, como le llamaba Pérez Galdós, escribe que Talavera “Está sentada en un valle de cuatro mil pasos de anchura… que cortan muchos ríos de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo. Besan hacia el norte las aguas de este río las firmes murallas de aquel antiguo municipio…”.
El Padre Tajo ha sido siempre el principal referente geográfico de Talavera. Primero el vado y más tarde el puente, además de la estratégica confluencia de cañadas y caminos, condicionaron sin duda el nacimiento y crecimiento de nuestra ciudad. Vamos a ver en esta serie de artículos hasta qué punto los ríos forman parte de nuestra historia y nuestra cultura.
Hace siete u ocho mil años, con un clima más suave tras el deshielo de los glaciares y el descenso de los ríos como nuestro Tajo, desaparecen algunas especies de grandes animales y de plantas, y nacen nuevas formas de explotación y de ocupación del territorio y de sus recursos.
Pequeña hacha pulimentada votiva
A nuestra comarca llegó tarde el neolítico, un periodo definido básicamente por el cambio producido en el sistema económico. Los clanes paleolíticos ambulantes cazaban o simplemente recolectaban, sin aportar nada a cambio ni modificar el medio. La domesticación de las plantas y de los animales supuso la posibilidad de obtener alimento con más facilidad, su almacenamiento para los períodos de carencia y la posibilidad de generar un excedente, que «revolucionó» a todos los niveles la sociedad pues dejó más tiempo para el ocio o la artesanía. El desarrollo de la cerámica proporcionó una mejora en la alimentación y la cocción, además de ser un testigo inestimable para la investigación además de utilizarse nuevas técnicas aplicadas a la piedra, el hueso y el asta. La cultura material del neolítico también nos dejó las hachas de piedra pulimentadas y aunque muchas de las halladas pertenecen a culturas posteriores de la edad del cobre o del bronce, son las mismas que en nuestros pueblos denominan “piedras de rayo”, por la creencia popular de que son rayos petrificados que quedan bajo tierra al caer.
Menhir del Guadyerbas, en término de Oropesa hoy desaparecido por sustracción tras caer al suelo cuando fue excavada su base. Tiene una serpiente grabada y se perciben en la foto las «cazoletas»
Así pues decíamos que el proceso de neolitización hasta llegar a nuestra tierra es lento y consecuencia de una irradiación desde los focos meridionales y atlánticos de la península ibérica hacia el interior aprovechando como vías de penetración los cursos de los ríos como el padre Tajo y sus afluentes,
Curiosamente en nuestra zona, las áreas de ocupación donde se han encontrado restos no son las mejores desde el punto de vista agrícola, sino que se instalan en zonas a veces intrincadas y no muy aptas para el cultivo, lo que nos inclina a pensar una preferencia por la actividad ganadera sobre la agricultura, una constante que seguiremos viendo en nuestra historia. Así sería la situación de las cuevas o abrigos en la confluencia del Ibor-Tajo y en zonas ribereñas de Calera en el reculaje de Azután o en las orillas del Tajo, donde el embate de las aguas del embalse de Valdecañas ha descubierto, en el interior de abrigos graníticos, algunas muestras escasas pero bastante significativas de cerámicas, industria lítica y pesas para las redes de pesca que se enmarcan dentro de las tipologías neolíticas tardías que conectarían a esta zona con el mundo del neolítico del occidente peninsular.
Restos de alimentos han aparecido en varios de estos yacimientos mencionados, tales como cebada, trigo, centeno, avena, leguminosas y frutos como castañas, bellotas y aceitunas silvestres. En cuanto a animales están representados el cerdo, oveja, cabra y vaca así como restos de productos de la caza y pesca.
Menhir llamado de Parrillas hoy desaparecido por sustracción. Dibujo del libro de Primitiva Bueno sobre el megalitismo extremeño
Grabado por piqueteado de un ciervo en la estación rupestre del Martinete junto al río Jébalo[
Canto trabajado del paleolítico en las terrazas del Tajo del Cerro Negro
LOS HOMBRES DEL PALEOLÍTICO INFERIOR EN LAS ORILLAS DEL TAJO
Canto trabajado hallado en el Guadyerbas
La mayor parte de los útiles tallados en piedra que se han hallado en nuestra comarca, se han recogido en sedimentos fluviales de las terrazas del Tajo de ambas orillas. En las prospecciones realizadas en el valle del río con motivo de las excavaciones del yacimiento de Pinedo en Toledo, encontraron M. Santonja y Mª Angeles Querol en el kilómetro 33,300 de la carretera de Talavera a los Navalmorales, en el Cerro Negro, en superficie y sobre la terraza de + 140 metros del Tajo, un canto trabajado que se dató en principio con unos 200.000 años de antigüedad. Es la primera huella documentada del hombre en nuestra comarca.
Recreación de un taller del paleolítico en el museíllo de los yacimientos de El Bercial
Desde entonces (1979), se han ido encontrando por diferentes investigadores locales nuevos yacimientos del Pleistoceno en la comarca. La mayoría se han localizado en graveras y fuera del contexto estratigráfico por lo que todavía está por hacer una prospección sistemática de cuenca que parece prometedora por lo numeroso de los posibles asentamientos.
En los casos que vamos a enumerar se han documentado materiales elaborados sobre todo en cuarcita, principalmente cantos trabajados, bifaces y objetos realizados sobre lascas de piedra, todos ellos con paralelos en los periodos denominados Achelense Inferior y Medio.
En la margen derecha, los yacimientos se sitúan en la terraza por donde hoy discurre la autovía de circunvalación, de hecho en su construcción se halló por el servicio de Arqueología de la Diputación Provincial, un yacimiento en el que destaca un bifaz de buena factura en término de Pepino y en la zona del Chaparral. Otros útiles líticos fueron hallados en el arroyo Malojo, cerca de El Casar de Talavera, en el arroyo del Canal y ya dentro del casco urbano de Talavera en las excavaciones realizadas junto a la muralla, el ayuntamiento, y en Cabeza del Moro. En varias graveras de las proximidades del casco urbano también se han localizado estratos con diferentes objetos de piedra retocados por la mano humana.
Excavación del yacimiento de Puente Pinos junto al muro del embalse de Azután
Río abajo también se descubren materiales en las proximidades del embalse de Azután y también en el término de Alcolea de Tajo en el paraje de Vaciatrojes se ha documentado el hallazgo de industria paleolítica entre 1979 y 1980, durante la explotación de una gravera situada al Sur de dicha localidad y abierta en una terraza alta de la margen derecha del Tajo, donde aparecieron cuatro colmillos de elefante antiguo (tres de ejemplar adulto y uno de joven), así como trozos de mandíbulas, dientes y cornamentas de, al menos, un cérvido (Jiménez de Gregorio, 1989). También menciona don Fernando hallazgos de industria y de restos de cérvidos en el arroyo Manzanas (Las Herencias),. Refiere expresamente un fragmento de diente de Cervus elaphus y tres herramientas líticas de cuarcita, entre ellas dos bifaces, que adscribe al Paleolítico Inferior.
Podemos por tanto imaginar un Tajo enorme, desde el Cerro Negro hasta los berrocales de Pepino, Mejorada y Segurilla. Un río que inundaría la práctica totalidad del actual casco talaverano habitado con pequeñas bandas de seres humanos cazando elefantes o los grandes ciervos y bóvidos que pastaban entre las corrientes del deshielo de los glaciares. Aquellos primeros “talaveranos” fabricaron las primeras herramientas toscas de piedra.
Industria lítica hallada en el arroyo Zarzoleja junto a Gamonal
INDUSTRIA LÍTICA DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR
Mención aparte merece la industria del paleolítico que descubrí en otro de nuestros ríos, el Guadyerbas, ya que es en sus orillas donde se encuentra la mayor riqueza y densidad de unos yacimientos que con numerosa industria de sílex es la representación más significativa, hasta el momento, del paleolítico superior de las tierras de Talavera. Llama la atención la gran variedad de materiales, tanto por su forma como por el colorido y diferentes tamaños de los mismos. Las pátinas y el grado de rodamiento también son muy variables, incluso se encuentran algunos objetos en cuarcita que, por su aspecto, bien pudieran pertenecer al paleolítico inferior o al menos a dataciones más antiguas que la generalidad del material. Los núcleos de sílex utilizados para hacer esas herramientas vienen arrastrados por el río desde las zonas calizas de Montesclaros.
Todos estos hallazgos se distribuyen por una gran zona que comprende las riberas de los arroyos del Molinillo, el de Los Huertos, el de Alcañizo y los ríos Guadyerbas y Riolobos. En la desembocadura del Guadyerbas en el Tiétar aparece también industria, aunque no se halla en este último río geológicamente más condicionado por los plegamientos de la Sierra de Gredos. Concretamente en este punto, con motivo de los estudios sobre el impacto del Embalse de Monteagudo, realizaron Fco. Javier Díaz y Ramón Gómez un estudio geológico que nos permite datar la antigüedad de este yacimiento entre los 8000 y los 10000 años. El material está tallado sobre lascas de tamaño medio en general (2-8 cm) y con morfologías muy diversas. Según la especialista en paleolítico Josefa Enamorado «La importancia de estas colecciones radica en que es la primera vez que en el valle medio del Tajo se registran objetos con estas características y cronología”. Es raro además que estos yacimientos se localicen al aire libre ya que lo habitual es que se encuentren en cuevas y abrigos. Estas colecciones ribereñas del Guadyerbas aportarán más luz sobre la vida y comportamientos humanos de los habitantes del interior peninsular ya que, por ahora, solamente existen paralelos a estas culturas en la cornisa cantábrica.
Industria paleolítica del Guadyerbas
Además de los yacimientos del Guadyerbas, también he localizado tres nuevos asentamientos con características diferentes a los anteriores, uno en el arroyo de Malojo pero en zona más alta del arroyo que el otro yacimiento ya enumerado y perteneciente al paleolítico inferior, otro en las orillas del arroyo Zarzueleja cercano a la población de Gamonal y un tercero en el arroyo de la Sal. Todos presentan una industria realizada en sílex de tonalidades mayoritariamente blanquecinas, con retoque menos elaborado que el del Guadyerbas pero que por su situación estratigráfica pertenecen también al paleolítico más reciente o incluso al epipaleolítico. Como vemos son las corrientes de agua las que muestran las huellas de los primeros habitantes de nuestra tierra.
UN VERRACO DOBLE Y OTRAS CURIOSIDADES DE EL BERCIAL
La finca que hoy se denomina El Bercial de San Rafael y que pertenece al patronato que financia el Hospital de San Rafael de Madrid tiene muestras de haber sido habitada desde antiguo. Así lo demuestran los dos curiosos verracos unidos por sus costados, como dos siameses, y otro más deteriorado también hallado en su término. Son muestra del aprovechamiento ganadero de sus pastos desde el tiempo de los vettones. La presencia romana se ha constatado por diferentes hallazgos de la época en su entorno, ya en el siglo XVIII una descripción dice «adviertense algunos vestigios o monumentos de haver habido poblaziones».
La fuente de La Solana tiene dos sepulcros por abrevaderos y en la fuente del Arco se aprecia un molino romano en su estructura. Pero la muestra más hermosa del paso de los romanos por El Bercial se encuentra encastrada en el muro del patio de la casa palacio, es la inscripción que aparece en la imagen que para algunos eruditos habla de la muerte en unas carreras de un joven romano y para otros dice que el individuo en cuestión murió joven, demasiado rápido. El último asentamiento se produce hace unas décadas cuando en parte de la finca expropiada se construye un poblado de colonización que aprovecha las vegas más próximas al embalse de Azután.
Alfonso VIII donó al Hospital del Rey de Burgos, regentado por el Monasterio de las Huelgas Reales de esa misma ciudad , la dehesa que entonces se conocía como «Real Vosque, Villa y Casa de Vercial». Su terreno se dividía en diez departamentos o millares donde pastaba la cabaña ganadera trashumante de ese hospital, una cabaña compuesta por catorce mil cabezas de ganado lanar que bajaba desde Burgos hasta el Bercial todos los inviernos.
En su término se encontraban los molinos de Ciscarros de la orilla norte del Tajo y el puente de Pinos que pertenecía al Convento de San Clemente de Toledo como la villa de Azután. Al ser una villa tenía su rollo y su horca, así como la iglesia parroquial y una casa palacio donde residía el Caballero Comendador que era el delegado de la abadesa del Monasterio de las Huelgas para administrar la cabaña ganadera. La campana del torreón tenía por fin » llamar a los pastores repartidos por la dehesa en el caso de verse acometidos en tal desierto de alguna invasión de gente de mal vivir o de algún incendio» también contaba con «fuertes y seguros calabozos con porzión de grillos y cadenas y todo género de prisiones. Los habitantes de los alrededores se beneficiaban de la finca con la recogida de criadillas de tierra muy valoradas en toda España y la corta de retamas destinadas a los hornos alfareros de Puente del Arzobispo.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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