Portada sur de la iglesia de Cardiel de los Montes
Muy cerca del reculaje del embalse de Cazalegas se encuentra la pequeña localidad de Cardiel de los Montes, cuyo nombre han relacionado unos eruditos con los cardos y otros con los jilgueros (“carduelis” en latín). Es uno de los pueblos más antiguos de la zona y se dice que el paraje llamado de «Sacanovias» tiene su origen en el hecho de que pasaban por allí los novios de otras aldeas cercanas para casarse en la iglesia de Cardiel, pues era la más antigua de la zona.
Perteneció el lugar al marqués de Navamorcuende hasta que se independizó judicialmente con el privilegio de villazgo que es simbolizado por el magnífico rollo erigido en la plaza del mismo nombre, aunque antes se situaba en la de la iglesia. Construido en granito se sitúa sobre tres gradas con un fuste muy estilizado rematado con pieza circular de la que parten tres canes zoomorfos. Pináculo decorado con escamas y escudo de la casa Dávila con seis roeles .
Es un territorio donde se encuentran restos arqueológicos, paleolíticos, de la Edad del Bronce, romanos y medievales.
Artesonado de la iglesia de Cardiel
Es lugar que se sitúa junto a un antiguo vado del Alberche al que protegía la atalaya que da nombre a una urbanización cercana. En esta zona el río se remansa y es agradable navegar en piragua entre sus saucedas y carrizos.
Detalle del rollo jurisdiccional de Cardiel de los Montes con el escudo de los Dávila, marqueses de Navamorcuende
En las relaciones de Felipe II se dice que los vecinos consideraba a Cardiel el pueblo más antiguo de la zona y que había un despoblado con ruinas de una iglesia en el lugar llamado Casas del Bispo. En ese mismo documento se describe así nuestro río: “Que cerca de dicha villa pasa un río que tiene por nombre Alberche, el cual de invierno es muy caudaloso y de verano tiene poco agua, el cual no tiene frutales en las riberas, ni árboles algunos, ni otro aprovechamiento que el abrevadero de ganados, porque la dicha ribera son grandes barrancos. El río por la parte de la villa no tiene puente ninguno sino una barca que es del señor don Enrique, en el que llaman puerto de Atacón. En dicho río se crían bogas, y barbos y peces más pequeños que se pescan con mangas y cestos y, en tiempos de desovadero, con atarrayas para la rexaca”.
Llanura entre Cardiel y la Sierra de San Vicente
En el lugar ribereño de El Rincón hay un paraje en el que las praderas llegan hasta el río y las gentes acuden a disfrutar de un buen día en el campo. También hay en el pueblo dos viejas fuentes, la del Arco y la Fuentona.
Una de las fuentes de Cardiel: La Fuentona
La iglesia se construye en varias fases que comienzan en el siglo XIV y conserva tallas de antiguas como las de Santa Brígida, San Gregorio o San Benito. Es de interés su artesonado, la pila bautismal, su portada meridional y su graciosa espadaña.
Quedan pocas muestras de arquitectura popular aunque quedan un par de casonas de cierta entidad.
Vamos a describir aquí los puntos de interés de Hinojosa de San Vicente dejando para otras entradas los incluidos en otras entradas por situarse en el Piélago o en la cumbre del Cerro de San Vicente, el que ya conocemos como Monte de Venus, como la Ermita de los Santos Mártires, el castillo, la ermita de la Virgen de los Ángeles, el monasterio o uno de los pozos de nieve, por ejemplo.
Calvario de Hinojosa junto a la ermita de San Sebastián
Hinojosa, fundada en 1506, era una aldea de Castillo de Bayuela hasta que se hizo villa en 1632.
Paseamos por el casco urbano de Hinojosa, uno de los pueblos con más elementos conservados de arquitectura popular de la Sierra, sobre todo en el extrarradio del lugar, donde cuadras y cochineras conservan el ambiente de lo que eran estos pueblos hace cuarenta años.
Arquitectura popular de Hinojosa
No debemos dejar de visitar las tres ermitas: la de Santiago, a poniente del caserío. la de San Sebastián, con un calvario junto a ella, y la de San Roque, con una curiosa decoración popular en la hornacina del santo a base de trazos que parecen simular cerámica.
Una de las fuentes de Hinojosa
La plaza conserva todavía las agujas de piedra que en casi todos los pueblos de la sierra servían para cerrar los festejos taurinos y una casa balconada dieciochesca. Descendemos de Hinojosa en dirección sudeste, hacia el arroyo Guadmora que baja desde el cerro de San Vicente, rodeado de prados ,encinas cornicabras moreras y enebros en un paseo agradable que hizo exclamar a un viajero del siglo XVIII que la hermosura de los campos de Hinojosa era similar a la de los de la ciudad italiana de Mantua.
Iglesia parroquial de Hinojosa.
La iglesia parroquial es un templo del siglo XVI en sillería y mampostería granítica con portadas al sur, rodeada de un atrio, y otra en el norte con un panel de azulejos talaveranos. Tiene el aspecto habitual de los templos de la sierra de clara influencia abulense.
Aunque solamente queden algunas pitarrillas como muestra, el vino de Hinojosa tuvo una fama que sobrepasó en tiempos el ámbito comarcal. Fue pueblo que en sus trojes cultivó el gusano de seda hasta los años 60. Sus fiestas de interés en invierno como el Carnaval o la Cencerrá y de primavera como la Enramá.
Panel de azulejos del siglo XVI en el pórtico norte de la iglesia de Hinojosa
La iglesia es un templo de mampostería y sillería granítica similar a otros de la sierra y de la diócesis de Ávila a la que pertenecieron estos pueblos de la sierra.
Ermita de San Roque
Terminamos nuestro recorrido descendiendo el Guadmora hasta que junto a dos antiguos molinos ya documentados en el siglo XV.
El Real de San Vicente debe su nombre a que en el siglo XIII, el rey Alfonso VII asentó sus “reales” con su campamento de tropas en el solar que luego ocuparía este pueblo. El apellido de San Vicente se debe obviamente a la tradición de la estancia de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta en la cumbre del cerro del mismo nombre que en la excursión visitaremos.
Restos de la muralla del castro vettón de cerro del Oso
El Real mantiene todavía en pie algunos rincones de arquitectura popular con sabor serrano , especialmente en la parte alta del pueblo.
Arquitectura popular de El Real de San Vicente
Es de interés su iglesia parroquial que tiene la estructura habitual de las iglesias de esta sierra vinculadas al obispado de Ávila hasta los años cincuenta, levantadas todas ellas en mampostería y sillería graníticas.
Carnaval en el Real de San Vicente
Son de destacar sus carnavales y las fiestas de verano que como tantos pueblos del entorno celebran corridas de toros en sus plazas.
En sus alrededores debemos destacar los hermosos castañares dignos de visitar en otoño por su colorido impresionante. Por otra parte, cualquiera de las sendas caminos y callejas del entorno del pueblo que pueden hacernos disfrutar de paisajes amenos entre encinares, prados y enebrales.
Castañares en El Real de San Vicente
El cerro del Oso, sobre el que se encuentra un antiguo castro vettón con restos de murallas y viviendas y con algunos grabados rupestres aislados de la Edad del Bronce. Se accede por un camino que sale frente a la gasolinera y después podemos subir por la loma norte de este cerro que domina sobre el caserío y desde donde podemos disfrutar de unas vistas magníficas.
Fuente en el entorno de El Real de San Vicente
En la Garganta Tejea, a la que se llega también por un camino que sale junto a la gasolinera, se encuentra la garganta Tejea, donde se encuentran varios molinos de agua con un peculiar receptor de tubo. Otros molinos están en el propio casco urbano. También se ha restaurado un lavadero y hay algunas fuentes pintorescas, además de los Baños de la Pólvora, un balneario popular donde los vecinos iban a quitarse sus dolores y reumas.
Fachada occidental de la iglesia de El Real de San Vicente
El patrimonio de El Piélago lo describiremos en otra ruta.
Vamos a conocer hoy la pequeña localidad de San Román de los Montes, en las estribaciones de la Sierra de San Vicente. Podemos dar antes un paseo por sus calles y nos detendremos en la plaza para observar el rollo, cuyo escudo de los Dávila nos recuerda que esta villa formó parte del señorío de Velada, cabeza del marquesado, cuyo rollo curiosamente se restauró a imagen de éste de San Román, mejor conservado que el del propio Velada.
Enebrales de San Román
Fue en 1291 cuando Alfonso VIII otorgó los mayorazgos de Velada y San Román a Fernán Gil Dávila creándose uno de los primeros señoríos medievales. La antigua casona fuerte del marqués se halla actualmente restaurada aunque con almenas simuladas no muy afortunadas.
Casa fuerte de los señores de Velada y San Román restauradaAgujas para el cerramiento de las plazas para las corridas de toros
San Román es como todos los pueblos de estas sierras un lugar con gran afición a los toros y, como muchos de ellos, conservan las agujas de piedra que servían para cerrar las plazas durante los festejos taurinos. A la entrada del pueblo, junto al arroyo, se ha restaurado un lavadero tradicional y en el centro un antiguo potro de herrar.
Sarcófago omano tardío junto a la iglesia de San Román
Visitaremos además la iglesia, construcción cuyos elementos más antiguos son del siglo XV, y en el exterior, en su parte trasera, se conserva un sepulcro antropomorfo tardorromano- visigodo, aunque otros lo remontan a época romana. También se han hallado fustes de columna y cerámicas que confirman esa presencia y otro segundo sepulcro medieval También se han hallado restos de la Edad del Bronce y del Cobre.
Pared decorada con motivos de tipo pastoril en una vivienda de San Román
Muy cerca, al norte del casco urbano y junto al arroyo, se halla un antiguo molino de agua de construcción granítica.
Canal del molino de agua de San Román en el arroyo de las Tenebreras
La parte ribereña del término está a orillas del embalse de Cazalegas con sus urbanizaciones, aunque hay también una zona interesante de pequeñas barrancas junto a la ribera del Alberche con hermosas dehesas entre el pueblo y el río.
Nuestra excursión comienza hoy en el pequeño pueblo serrano de Garciotúm. El nombre de esta localidad, así como el de las otras dos que vamos a visitar, procede del nombre de los respectivos caballeros abulenses que repoblaron sus términos en la Edad Media, allá por el siglo XI y XII: García Fortún, Nuño Gómez, o un tal Pelayo, en el caso de Pelahustán, que fueron premiados por sus hazañas en la reconquista con el territorio sobre el que luego se asentarían estos tres pueblos de la Sierra de San Vicente. También un paraje con el nombre de “la ermita caída” pudiera sugerirnos en Garciotúm un poblamiento antiguo.
Piedra labrada de origen desconocido que puede para algunos tratarse de una ventana visigoda
Garciotúm fue aldea de Castillo de Bayuela, capital del señorío de Montesclaros, hasta hacerse villa en el año 1670. Antes de hacer la ruta visitaremos la ermita, la pintoresca placita de la iglesia, que es construcción del siglo XV, y un llamativo y original monumento megalítico moderno que se halla junto a la carretera. También daremos una vuelta por sus calles observando su arquitectura popular de mampostería granítica. Siempre tuvo una población reducida pero su entorno está adornado de un encanto natural especial.
Monumento granítico en Garciotún
Sí que existe, sin embargo, una referencia literaria a Garciotún, nada menos que de Benito Pérez Galdós que, en su novela “Angel Guerra”, hace una alusión a «los mármoles de Garciotún», aunque también hay constancia de la utilización de esta piedra en la Colegial talaverana o en la Basílica del Prado de la misma ciudad.
Su término se compone de prados y monte más o menos adehesado cruzando por él la cañada ganadera que desde Pelahustán se dirige hasta Talavera pasando por Castillo de Bayuela. Estas circunstancias han hecho que la actividad económica se halla centrado desde siempre en la ganadería y en la explotación de pequeños huertecillos, algunos frutales y cultivos hoy desaparecidos como los linares y el capullo de seda.
Iglesia parroquial de Garciotún
En el siglo pasado ocurrió una anécdota curiosa cuando un indiano escribió al ayuntamiento contando como él mismo había visto esconder un valioso tesoro en el llamado Cancho Amarillo, paraje curioso y digno de visitar, lleno de abrigos y cuevecillas. Durante una temporada, se despertó la fiebre de los buscatesoros, que acudían armados de pico y pala, incluso de noche en el caso de los vecinos de pueblos cercanos, que intentaban así eludir la vigilancia de los lugareños, celosos guardianes de un tesoro que jamás apareció. El Cancho Amarillo se encuentra próximo al llamado Puente de los Pilones, magnífico ejemplo de ingeniería popular construido con grandes bloques graníticos.
Ermita de la Purísima de Garciotún
Aguas abajo del puente podemos descender a parajes solitarios en una zona de pequeñas cascadas. También son dignos de visitar los molinos del arroyo Saucedoso, que se hallan en un bonito lugar donde también podemos observar el llamado» Puente Romano» de Castillo de Bayuela datado en el siglo XVII. Funcionó también en Garciotúm un horno de cal todavía conservado en el paraje de El Calerón, en cuyas proximidades se hallan magníficos ejemplares de enebro. Antes de partir de Garciotúm visitaremos un curioso y espectacular monumento de granito con inscripciones grabadas y hecho por un particular junto a la carretera. También podemos callejear observando su arquitectura popular serrana.
En próximos capítulos hablaremos de la curiosa fiesta de «la Malena»
Cuando nos dirigimos desde Talavera a Mijares y Gavilanes en el valle del Tiétar pasaremos por Buenaventura, pueblecito de la Sierra de San Vicente ribereño del Tiétar. Es una de las antiguas aldeasdel Señorío de los Dávila en Navamorcuende cuya historia ya comentamos cuando hablamos de este pueblo.
Un paseo por el caserío nos mostrará algunas viviendas pintorescas en mampostería con los balconcillos típicos del valle del Tiétar.Seguir leyendo NOS ACERCAMOS A BUENAVENTURA→
Son varios los edificios relacionados con los Santos Mártires que se sitúan en el Piélago y la cumbre de la Sierra de San Vicente.
Restos de los muos de la antigua abadía de San Vicente
LA ABADÍA DE SAN VICENTE DE LA SIERRA
En primer lugar tenemos que hablar de la llamada Abadía de San Vicente que a mediados del siglo XII se fundó en estas alturas por monjes de la orden regular de San Rufo que venían de Aviñón. Fueron enviados aquí por el Papa Adriano IV que solicitó la fundación a el rey Alfonso VII. Una de las causas de estas fundaciones era la repoblación de los territorios recién reconquistados a los musulmanes.
El castillo árabe de la cumbre parece que formó parte de sus dependencias y el abad tenía encomendadas las llaves del mismo. Fue la primera fundación de canónigos regulares dependientes de la diócesis de Toledo, aunque se encuentre en territorio del obispado de Ávila. Tuvo gran influencia en la comarca de Talavera.
Pero los restos que quedan del mismo son apenas unos muros de anchura considerable que se encuentran en el collado inmediato al castillo en su lado oriental.
Ermita de la Virgen del Espino o de los Ángeles en fotografía del libro de Esteban y Jesús Sánchez sobre Hinojosa
LA ERMITA DEL PIÉLAGO
No debemos confundirla con el eremitorio de la cueva de los Santos Mártires pues era una ermita que primero estuvo bajo la advocación de la Virgen del Espino más tarde del Piélago y porteriormente Nuestra Señora de los Ángeles, advocación muy frecuente de las ermitas de y conventos de los carmelitas pues fue esta orden la que se estableció en el convento del Piélago junto al que se sitúan las ruinas de la ermita ocultos por las hiedras y las zarzas.
La imagen era venerada en toda la comarca y se hacían numerosas procesiones y rogativas demandando lluvias o salud ante las epidemias.
Virgen del Espino, hoy en la iglesia de Hinojosa, en foto del libro de Esteban y Jesús SanChez
EL CONVENTO CARMELITA DEL PIÉLAGO
Fachada del convento del Piélago
El ermitaño Francisco de Raudona, del que hablamos en el capítulo de la cueva de los Santos Mártires y cuyo enlace adjuntamos más abajo, en el año 1683 pide al provincial de la orden carmelitana fundar un convento junto a la ermita de la virgen del Piélago donde se fue con sus anacoretas bajo la regla de los carmelitas calzados con permiso de los concejos de Hinojosa y Castillo de Bayuela.
Fuente del convento del Piélago
También el Real de San Vicente cedió terreno y un pozo de nieve. Hubo cierta oposición del obispo de Ávila hasta que finalmente llegaron los frailes el 16 de agosto de 1687 desde Torrijos, donde se reunieron procedentes de Madrid, Alcalá de Henares, Valdemoro y Toledo. La ermita de la cueva también quedó en propiedad del monasterio.Su economía mejoró con muchas donaciones y compras de terrenos.
Con su iglesia hoy en ruinas y las dependencias conventuales no muy afortunadamente restauradas sirve hoy como campamento de verano del arzobispado.
Escudo real en la fachada del convento
Se fundó junto a una de las fuentes que dan origen al río Guadyerbas y está construido en sillería de granito y mampostería del mismo material aunque la iglesia presenta algunas zonas aparejo de ladrillo.
Hornacina y escudo de los carmelitas en el convento del Piélago
Las bóvedas del templo se hallan derrumbadas aunque quedan restos reconocibles de algunas capillas. Muchos elementos nobles de la arquitectura del convento han sido pasto del robo y la destrucción.
Interior del convento del Piélago
Los frailes se financiaban especialmente con los pozos de nieve, los molinos y las recuas de mulas que poseían y que alquilaban para hacer portes.
Parte trasera de las dependencias restauradas del monasterio
La legislación de los franceses durante su invasión las sucesivas desamortizaciones y regulaciones contra los monasterios en el siglo XIX llevaron a que en 1835 solamente quedaran 5 monjes y el cenobio fue disuelto pasando a manos particulares hasta que los dueños lo donaron al arzobispado en 1956.
Los que también queráis saber algo más sobre la cueva de los Santos Mártires que dio origen al convento podéis ver el enlace adjunto publicado también en este blog
El río Guadyerbas nace en El Piélago en un paraje lleno de magia y elementos históricos y arqueológicos enmarcados por una hermosa naturaleza. En esta excursión vamos a intentar conocerlo
Robledales y castañares de El Piélago
Podemos acceder al Piélago desde el Real de San Vicente o desde Navamorcuende, con una distancia desde Talavera de algo más de treinta kilómetros. En el primer caso subiremos entre castañares y en el segundo atravesaremos un hermoso rebollar. También se puede acceder por un bonito camino asfaltado con una hermosa vegetación y un paisaje impresionante desde Hinojosa de San Vicente.
El punto de partida del sendero se sitúa junto a un pinar, justo en el lugar donde la carretera deja de ascender e inicia el descenso en uno u otro sentido. Desde allí recorreremos unos trescientos metros en dirección Navamorcuende hasta un camino que parte desde una curva hacia el repetidor que se sitúa en la cumbre del Cerro Cruces. Cuando hemos avanzado unos cien metros observamos unos muros derruidos a la izquierda, nos acercaremos a ellos y observaremos que se trata de uno de los pozos de nieve donde los frailes del convento cercano acumulaban apisonada la nieve en capas que alternaban con paja. Luego la trasportaban en caballerías hasta Talavera en recipientes de corcho y durante la noche, para tener así menos pérdidas, constituyendo una de las mayores fuentes de ingresos para los frailes. Fue la única forma de refrigeración hasta finales del siglo pasado y de ahí su interés económico. Con ella se hacían también medicamentos pues se creía en su poder curativo, además de los primeros helados ya documentados desde el siglo XVII.
Pozo de nieve de El Piélago
Seguimos por la ladera del Cerro Pelados y atravesamos un pinar contemplando a la izquierda la cuenca formada entre las elevaciones de Cruces, Pelados y San Vicente, que conocemos como El Piélago, lugar llamado así por tener hasta las cien fuentes que se contaban en el siglo XVIII. Llegamos junto a la base del cerro de Las Cruces y tomamos el camino que por su loma nos lleva entre robles y rebollos hasta los repetidores de televisión, desde donde podemos disfrutar de una vista incomparable sobre la Sierra de Gredos y sus pueblos, además de las localidades de la cara norte de la Sierra de San Vicente, como Almendral o La Iglesuela.
Una vez disfrutemos del paisaje, descendemos por el camino que bajaba paralelo a una antigua línea eléctrica hasta llegar a la carretera, que pasa entre un conjunto de tres molinos de agua de los que uno de ellos es casi monumental pues tiene todo el edificio y el cubo fabricados en buena sillería.
Seguimos la carretera y cruzamos el río Guadyerbas en su nacimiento, y si es época lluviosa podemos dar un breve paseo por sus orillas viendo cómo desciende con bonitas chorreras y pequeñas cascadas. Volvemos a la carretera y seguimos hasta llegar a la zona de esparcimiento y un campamento.
El Guadyerbas al salir de los robledales de El Piélago
Allí podremos descansar, para a continuación seguir de nuevo por la carretera hasta el convento, construcción en ruinas del siglo XVII y XVIII que tiene su encanto típicamente romántico, con su hiedra y su aspecto sombrío. Poco antes del convento, parte de la carretera un camino hacia la derecha, hasta él retrocederemos, y tras recorrer unos trescientos metros veremos a la izquierda, entre los pinos, las ruinas del edificio de otro pozo de nieve.
Fachada del convento de el Piélago
Desde aquí mismo, o mejor desde el punto inicial de partida, ascenderemos por la linde de los pinos, hasta la cumbre del cerro de San Vicente y allí, junto al vértice geodésico, se encuentra la cueva de los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta, y sobre ella los restos de la ermita que erigió Francisco de Raudona, un hombre casado con una viuda del pueblo de San Román que andando por estos parajes creyó durante una experiencia mística ver en la cueva las marcas sobre la roca de las espaldas de los mártires patrones de Talavera, escondidos aquí cuando huían de las persecuciones del emperador Diocleciano. Sobre la pared de la izquierda se observa una pililla y una cruz labradas en la piedra.
Cueva de los Santos Mártires en el Cerro de San Vicente
A quinientos metros al sur de la cueva está el castillo. Parece que fue musulmán en su origen, y así lo confirman dos enormes cimitarras grabadas sobre la cara sur de la roca que lo sostiene, aunque una de ellas está parcialmente destruida por haberse fragmentado el batolito de granito. La parte más antigua es una torre que se encuentra a saliente y que es de estilo y época califal. La vista panorámica es desde aquí impresionante: los valles del Alberche y el Tajo, Talavera al fondo a la derecha, al sur los Montes de Toledo y La Jara, más al oeste el Campo Arañuelo y las Sierras de Guadalupe, y debajo Hinojosa, El Real o Garciotún, casi como si fuéramos a caernos sobre ellos.
Castillo musulmán de la Sierra de San vicente
HISTORIA Y MAGIA: Pocos lugares tienen como éste una carga histórica y mágica tan acusada. Dice la tradición y la hipótesis histórica del historiador y arqueólogo alemán Schulten, que desde esta sierra atacaba el caudillo lusitano Viriato a las huestes romanas, y que sería el cerro de San Vicente el que los romanos conocieron como Monte de Venus, que tuvo para ellos unas connotaciones mágicas y religiosas. En él se encontraron sepulturas romanas y una dedicatoria a un dios celta prerromano llamado Togote. También los mártires Vicente sabina y Cristeta, los templarios, que algunos defienden que estuvieron por estos pagos, además de los ermitaños, hacen del Cerro de San Vicente un lugar ideal para los amantes de lo esotérico.
Se puede comer en Navamorcuende y en el Real en varios restaurantes donde son de destacar las carnes a buenos precios.
Recorrido aproximado 10 kilómetros, 2 horas y media, aunque si lo deseamos podemos seguir el Guadyerbas en su descenso hasta el embalse y volver en otra hora larga.
Esá situado en la cumbre del Cerro de San Vicente, en una de las dos elevaciones que la forma. En la otra, más al norte, se encuentra el vértice geodésico y la antigua ermita de la cueva de los Santos Mártires. Este es el que Schulten consideraba el Monte de Venus en el que se refugiaba Viriato tras sus correrías contra los romanos.
La vista panorámica es desde aquí impresionante: los valles del Alberche y el embalse de Cazalegas y el Tajo, Talavera al fondo a la derecha, al sur los Montes de Toledo y La Jara, más al oeste el Campo Arañuelo y las Sierras de Guadalupe, y debajo Hinojosa, El Real o Garciotún, casi como si fuéramos a caernos sobre ellos.
Torre califal del castillo de San Vicente, construcción probablemente anterior al propio castillo
Aunque hay referencias de restos romanos y prerromanos en el cerro, las primeras referencias que tenemos de él aparecen en las relaciones de Felipe II de Bayuela, en las que se dice que es de origen templario, no sabemos si por confusión con el hecho de que en esta sierra se encontraba una abadía de canónigos regulares procedentes de San Rufo en Avignon, que incluso tenía silla en el cabildo de la catedral de Toledo y a quien pudo habérselo donado Alfonso VII Aunque es más que dudoso que los templarios estuvieran por aquí por cuestiones cronológicas, también el padre Mariana hace alusión a la orden templaria como primera pobladora del castillo, pero en todo caso sería posterior a la ocupación musulmana que al menos la torre oriental fueron quienes la construyeron, una torre emiral en torno a la que se construiría el castillo en época califal. El aparejo de los muros de la torre también sugeriría esa cronología.
Ventana en la torre occidental del castillo de la sierra de San Vicente
Aparte de los numerosos muros derruidos de y los restos de las torres se puede ver una estructura cuadrada en la vahuada anterior al castillo de la que solamente se ven sus gruesos muros que no sabemos si pertenece a esa época o a otra. También se puede ver dos enormes cimitarras grabadas sobre la cara sur de la roca que lo sostiene, aunque una de ellas está parcialmente destruida por haberse fragmentado el batolito de granito.
El mango de una de las cimitarras, símbolo del Islam grabadas en la roca sobre la que se asienta el castillo.
HISTORIA Y MAGIA: Pocos lugares tienen como éste una carga histórica y mágica tan acusada. Dice la tradición y la hipótesis histórica del historiador y arqueólogo alemán Schulten, que desde esta sierra atacaba el caudillo lusitano Viriato a las huestes romanas, y que sería el cerro de San Vicente el que los romanos conocieron como Monte de Venus, que tuvo para ellos unas connotaciones mágicas y religiosas. En él se encontraron sepulturas romanas y una dedicatoria a un dios celta prerromano llamado Togote. También los mártires Vicente sabina y Cristeta, los templarios, que algunos defienden que estuvieron por estos pagos, además de los ermitaños, hacen del Cerro de San Vicente un lugar ideal para los amantes de lo esotérico.
HISTORIA DE LOS MOLINOS EN EL VALLE DEL ALBERCHE Y SIERRA DE SAN VICENTE
Cárcavo con su rodezno en un molino de la Sierra de San Vicente
Antes de dar unos apuntes sobre los molinos ya descritos de la Sierra de San Vicente y Valle del Alberche vamos a conocer algunos que todavía no hemos descrito.
En Nombela existen referencias históricas de hasta seis molinos. Tres de ellos permanecen todavía en pie con su llamativa arquitectura popular en mampostería de granito (Pa 1), (PA 2) y (Pa 3). El segundo no tiene presa pero consigue desviar el agua mediante el curioso sistema de haberse labrado una acanaladura en la roca de una chorrera. En las proximidades del pueblo hay noticias de la existencia de otros tres molinillos pero los restos son prácticamente irreconocibles.
Sobre el arroyo Pedroso de Aldeancabo de Escalona queda un cubillo de menos de un metro de diámetro, tal vez el menor de la provincia, y sobre el arroyo de Pedrillán funcionaron cuatro artificios (Pe 1), (Pe 2) (Foto 38), (Pe 3) y (Pe 4). Sus ruinas nos permiten constatar que el primero movía su rodezno mediante un cubo de grandes proporciones, el segundo era de doble rampa con dos piedras, el tercero era muy similar al anterior y el último tenía por receptor un doble cubo muy arruinado en la actualidad.
Molino en el arroyo Pedrillán de Nombela
En Almorox quedan restos de tres molinos, dos de ellos en el arroyo de Tabalón, uno muy modificado como segunda vivienda (Tr 1) y otro con un cubo de planta cuadrada (Tr 2). El tercero, ya sobre el arroyo Tordillos, tiene una gran rampa que daba movimiento a dos piedras (Tr3).
En Escalona, la capital del señorío, hubo en el siglo XVII un molino harinero de dos piedras que funcionaba ocho meses al año, podemos por ello presumir que molía con las aguas del río Alberche pues resulta ser el único río de la zona con caudal suficiente durante tan largo periodo tiempo. Actualmente no he hallado resto alguno de este ingenio.
Cubo de un molino junto al castillo de San Silvestre, cerca de Maqueda
Historia
No es mucha la documentación molinera histórica sobre esta comarca. En las Relaciones de Felipe II referentes al pueblo de Los Cerralbos se dice que cuando el río Tajo iba crecido se molía en la sierra de Castillo de Bayuela. Ya hemos visto que en la zona de Puente y Valdeverdeja sí se dotó a sus grandes artificios de molinos de creciente o de invierno, pero no he hallado otros casos similares en el resto de la provincia. Esta carencia llevaba a los habitantes de sus comarcas a buscar alternativas en caso de inundación. En las respuestas de San Román aparecen ya los molinos de Guadamora y, en cuanto a la zona oriental de la Sierra de San Vicente, sí que se alude a los molinos del arroyo de La Parra en Nombela y al hecho de que los vecinos de Santa Cruz de Retamar iban a moler su grano al arroyo Tordillos de Almorox.
En el siglo XVIII el Catastro de Ensenada nos aporta una interesante serie de referencias a los molinos serranos. Un primer vistazo sobre el número y la dispersión de los artificios nos lleva a pensar que la práctica totalidad de ellos son los que hoy, más o menos arruinados o reformados, hemos podido estudiar. Así, en Almendral molía uno sobre el arroyo de Las Anchuelas, en Almorox ya funcionaban los tres del Tordillos que, según el diccionario de Madoz, también lo hacían en 1845. En Buenaventura sucedía lo mismo con su único ejemplar.
En Castillo de Bayuela seguían moliendo los vetustos artificios de Guadmora y El Batán, el ya referido afluente del Saucedoso. En el mismo Saucedoso ya molían los cinco ejemplares de los que pueden verse restos en la actualidad. Esta coincidencia se produce también con los ejemplares únicos de Sotillo de las Palomas, Sartajada y San Román, o con los tres ejemplares de La Iglesuela o de Pelahustán. Sin embargo, en otras villas como Nuño Gómez o Marrupe, localizamos hoy incluso un molino más. En Nombela y El Real de San Vicente son dos más los ingenios actuales y cuatro, aunque estén en ruinas, en Navamorcuende. Probablemente, la mayoría de estos nuevos molinos se construyeron en esa segunda edad de oro de la edificación molinera que fue el final del pasado siglo y el comienzo del actual.
Molino de San Román de los Montes en el arroyo de Las Tenebreras
Hay otros dos molinos que no aparecen en las referencias históricas publicadas y son los dos que, sobre el arroyo Guadmora, se encuentran próximos a Hinojosa (Gu 1) y (Gu 2), mientras que los otros dos ejemplares que se situaban aguas abajo de ese mismo arroyo sí son conocidos al menos desde el siglo XVI[1].
Durante el siglo XVIII, la propiedad molinera se encuentra mayoritariamente en manos de particulares salvo un molino propio del señor de Navamorcuende y cuatro de propiedad religiosa: dos de los carmelitas también en Navamorcuende y otros dos que eran patrimonio de capellanías, uno en Pelahustán y otro en Garciotún.
El tiempo durante el que podía trabajar un molino dependían fundamentalmente del caudal del arroyo que lo alimentaba. Encontramos en los catastros del siglo XVIII que los molinos del Tiétar muelen hasta ocho meses, los del río Guadyerbas seis, y los demás, que se sitúan sobre arroyuelos de escasa entidad, oscilan entre uno y tres meses de operatividad. Incluso, en el caso de algunos ejemplares, se habla solamente de semanas de funcionamiento. Por ejemplo, en un arroyo molinero como es el Marrupejo, sólo se molía entre uno y dos meses.[2]
Todavía en los años cincuenta de este siglo las aguas movían las piedras de algunos de los molinos de La Iglesuela, Almendral, Garciotún y Navamorcuende, aunque la mayoría ya habían sido sustituidos por fábricas eléctricas de harina o molinos adaptados a gas-oil[3].
En la vertiente sur del valle del Alberche solamente había un arroyo molinero, se trataba del arroyo de San Silvestre en Maqueda. Encontramos referencias en el siglo XVI a dos molinos del Duque de Maqueda en los actuales despoblados de Belvis y San Silvestre (SS 1). Durante la Edad Media perteneció este molino a la orden de Calatrava pero su funcionamiento era controlado por el alcalde y el almotacén según el “fuero de la tierra”. Uno de los molinos de Maqueda fue donado por Alfonso VII a un caballero llamado García García[4]. En la capital del señorío se responde sin embargo que se va a moler al Tajo lo que nos indica la escasa entidad de los molinillos de Maqueda..
Durante el siglo XVIII son ocho los molinejos que funcionan en este arroyo, uno de ellos es propiedad de las religiosas de la Concepción Franciscana. Hoy en día se encuentran en el despoblado de San Silvestre los únicos restos reconocibles de un molino de cubo octogonal de gran diámetro, con sus ocho metros podemos considerar a éste receptor como una balsa más que como un cubo. Recientemente se destruyeron los restos de otro de estos molinos en término de Santa Olalla.
En tiempos de Felipe II hubo piedras movidas por el Alberche en Méntrida y La Torre de Esteban Hambrán. En este último pueblo molían dos artificios en el siglo XVIII.
Cuando se agotaba el agua en todos los molinos señalados en este capítulo, los habitantes de la Sierra de San Vicente y del valle del Alberche iban a moler a las aceñas siempre “corrientes y molientes” que se situaban en el tramo del Tajo comprendido entre Talavera y La Puebla de Montalbán.
[1] VIÑAS,C. y PAZ, R.: Opus cit, “Castillo de Bayuela”.
[2] AHPT, Catastro de Ensenada, libros maestros de Navalcán, Velada y Parrillas.
[3] MORENO NIETO, L.: Opus cit, pp. 64, 234, 268 y 422.
[4] RODRÍGUEZ -PICAVEA MATILLA, E.: La Villa de Maqueda y su Tierra en la Edad Media. I.P.I.E.T-Diputación Provincial de Toledo, Toledo 1996, pp. 136.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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