Ayer en nuestra sección del Museo de los Horrores veímos el esperpento causado por las obras de remodelación de la Plaza del Reloj y hoy traemos algunas fotos de cómo era la plaza antes de que varias generaciones de talaveranos hicieran de las suyas con este lugar emblemático de la ciudad.
Hoy traemos una serie de fotografías y postales que nos muestran el lado norte de la plaza y en próxima entrada veremos otras perspectivas.
Vista de la plaza del Reloj. El edificio que aparece junto a la escalera es la actual cafetería Nueva España
Esta primera fotografía nos muestra la zona noreste de la Plaza, Al fondo, tras una escalera de mano se puede ver la vivienda de tres pisos que ocupa actualmente la cafetería Nueva España, fundada en los años cuarenta como su nombre hace sospechar. Edificio de Vargas todavía está porticado como en toda buena plaza castellana y un grupo de guardias civiles hablan junto a él con paisanos. Aparece el rótulo de Ferretería Carrasco» y da la sensación de haberse celebrado un acto público antes de tomarse la instantánea
El comienzo de la Corredera en la plaza del Reloj mostraba estos magnífcos pórticos que se han querido recrear con el adefesio del post de esta web «Un ovni en la plaza del Reloj»
Como vemos en esta otra fotografía, la Corredera y la plaza del Reloj mostraban a principios de siglo unos magníficos soportales con columnas de granito decorados con capiteles que en algunos casos parecen antiguos. En una talavera rural como aquella las caballerías pasaban por la plaza y vemos que todos los tipos salvo el del fondo parecen tipos dedicados a las labores agrícolas. También adornan las fachadas balcones como los que recuerda Rafael Morales en sus poemas.
Visión de la plaza del reloj desde la librería Camino aproximadamente
Bonitas viviendas de tres alturas en los edificios que albergarían a «Vargas» y «Mazuecos», aunque este último establecimiento es posible que ya sea uno de los comercios por la edad de la foto. Si pincháis la foto veréis como todo el rincón inferior derecho está retocado por posible deterioro de la plaza, aunque se aprecia el rótulo «Almacén de Hierros» «Ferretería y quincalla» también se ve la base de la antigua torre del Reloj de la que hablaremos otro día. Se ven carros tirados por caballerías. En la foto anterior el edificio está porticado.
Al fondo se ve un edificio que en la última altura tiene las típicas ventanas rematadas en arco de medio punto de las que apenas quedan muestras pero que eran muy frecuentes desde el siglo XVI en los edificios talaveranos, como se observa en el dibujo de Van der Wingaerde.
Es una fotografía más antigua que la anterior que ya muestra en este solar otro edificio sin el corral delantero. A su izquierda lo que hoy es el bar Nueva España y luego un edificio con una relojería en su bajo donde comienza la calle de Mesones.
Dibujo de Enrique Reaño sobre una fotografía antigua de la plaza del Reloj.
Esta escena costumbrista con tipos rústicos en la plaza del Reloj nos da algunos datos sobre las forma de vestir a principios de siglo en nuestro medio rural, los sempiternos pañuelos y largos guardapiés para ellas y la faja, los pantalones de pana, el blusón y la montera del personaje del borrico. vemos también enfrente la ferretería Carrasco en el edificio de «Vargas» y es foto coetánea con la primera por estar todavía los edificios porticados.
Fachadas del lado norte de la Plaza del Reloj
Es frecuente ver vehículos detenidos en la plaza por ser lugar habitual de la parada de los primeros coches de línea y coches de alquiler que operaban en la ciudad,
Otra vista de la misma línea de fachadas de época muy próxima.
Vemos en las dos fotografías las casas porticadas y las casas con comercios, una arquitectura castellana desgraciadamente desaparecida salvo las casas porticadas situadas frente al Cristo de los Mercaderes.
La corte de Abderramán III gran impulsor de Talavera y sus fortificaciones
TALABAYRA
Recién iniciadas las campañas de conquista de los musulmanes en la península, aparece Talavera en las crónicas como el lugar donde Muza, gobernador del Magreb, se encuentra con su lugarteniente Tarik que, con su expedición relámpago, había conseguido el dominio de la hispania visigoda venciendo al rey Rodrigo. Este hecho un tanto legendario y que diferentes autores localizan en diferentes lugares parece que tuvo lugar en Talabayra en el año 713 y el liberto bereber Tarik, para suavizar el enfado de su superior que venía a su encuentro desde Mérida, trajo inmensas riquezas como presente desde Toledo, ciudad en la que se encontraba cuando fue requerido por su superior. Los cronistas destacan entre esos regalos la llamada mesa de Salomón fabricada en metales y piedras preciosas, además de las coronas de los reyes godos, pero cuentan que no fueron suficientes para aplacar las iras de Muza por la desobediencia del general, humillándole de palabra e incluso abofeteándole.
Talavera y su entorno fueron ocupadas y repobladas por aguerridos pueblos beréberes que defendieron la zona fronteriza entre los reinos cristianos y musulmanes convirtiéndose la ciudad en una de las llaves estratégicas entre ambos territorios. En ocasiones, tribus beréberes que se habían sublevado en otros lugares y ciudades del territorio de Al-Andalus acudieron a refugiarse a Talavera en la que los repobladores eran mayoritariamente de esa etnia, como lo eran los habitantes de la próxima ciudad de Nafza, que parece se corresponde con Ciudad de Vascos.
Arco de herradura en el castillo árabe de Marco en Villar del Pedroso
Dado que muchas de las sublevaciones internas contra el poder árabe estaban protagonizadas por estos pueblos norteafricanos, la frontera norte de Al-Andalus se convirtió, sobre todo en el valle del Duero, en una zona sumamente insegura que aprovechó el rey asturiano Alfonso I para ampliar su dominio territorial hacia el sur. Este hecho obligó a los árabes a crear una línea de fortalezas con el Tajo como eje que servirían para frenar el avance cristiano. En nuestra comarca, la propia Talavera, Canturias, Nafza, Castros, Espejel o Alija fueron algunas de esas fortalezas, todas ellas situadas a las orillas de nuestro río.
En el año 788 muere Abderramán I dejando su reino al tercero de sus hijos, Hixem. Sus dos hermanos, Suleiman y Abdalah no lo aceptan y se hacen fuertes en Toledo sitiándolos Hixem. A duras penas se mantiene la paz hasta su muerte en 796. Nombra heredero a su hijo Al-Hakam, que ordenó mejorar las fortificaciones de Talavera, pero sus tíos Abdalah y Soleimán vuelven a reclamar su derecho dinástico y se sublevan nombrando a Ubayd Allah Humayd como autoridad suya en Toledo.
Los bereberes de Talavera, al mando del renegado Amrús, permanecen fieles al emir de Córdoba que le ordena sofocar la rebelión de los toledanos. Consigue el jefe de la guarnición talaverana que, a cambio de dinero y riquezas, le entreguen la cabeza del general rebelde de Toledo. Los emisarios que traen la cabeza a nuestra ciudad son bereberes toledanos, los Banú-Majsi, que tenían cuentas pendientes con el clan de los bereberes talaveranos y al anochecer, aunque habían depuesto sus armas contra el emir son asesinados por venganza. Amrús deja en Toledo a su hijo Yusuf como jefe de la guarnición.
Placa fundacional de la muralla y la alcazaba levantadas por Abderramán III
Pero no es este el único suceso sangriento en que se ve envuelto el jefe militar musulmán de Talavera, ya que en el 805 los toledanos, ayudados por soldados francos, vuelven a sublevarse y Yusuf es tomado preso. Amrús vuelve a vencer, se inician conversaciones y se restablece la paz simulando Amrús haber perdonado a los insumisos e invitándoles a una fiesta en la que, durante la conocida como “Jornada del Foso”, asesina y decapita a cuatrocientos notables árabes toledanos y expone sus cabezas en público. Cuentan las crónicas que este hecho fue presenciado por un adolescente, el futuro Abderramán II, que quedaría afectado toda su vida por un tic nervioso originado por la impresión que le causó la masacre.
Estas y otras sublevaciones de los toledanos explican la importante fortificación de Talavera pues, como vemos, su importancia estratégica no estaba sólo condicionada por ser un bastión ante el avance cristiano sino también como punto de control sobre los insumisos toledanos, junto a otras ciudades como Madrid, Zorita y Calatrava que con ese fin fueron fortificadas por Muhamad I que, en el caso de esta última fortaleza manchega, refuerza su guarnición en el año 855 con gentes de Talavera, conocidas en la época por su ímpetu y preparación militar.
Pero los enfrentamientos entre Toledo y nuestra ciudad no cesarían y así, en el año 857, las tropas bereberes toledanas atacan Talavera, sufren una emboscada y son setecientas las cabezas de los vencidos atacantes que son enviadas a Córdoba.
Ahmed ben Muhawiya, un cordobés apodado Ibn al Quitt, “el hijo del Gato” se hace pasar por mahdí, jefe religioso miembro de la familia de Mahoma que debía venir a destruir la fe corrompida y restablecer la verdadera fe del Islam en todo el universo. Este visionario predica la guerra santa a los bereberes de las fronteras inferior y media prometiéndoles conquistar la ciudad de Zamora. Las gentes berberiscas de Talavera y su alfoz se unen masivamente a la iniciativa y Al-Quitt reúne un ejército de 60.000 hombres. Le ayuda el jefe de Nafza y en esta ciudad musulmana se establece el cuartel general. Cercada Zamora en el año 901, Al -Quitt es derrotado y su cabeza colgada como trofeo en una de las puertas de la ciudad.
A medida que se fortalecen los reinos del norte, comienza Talavera a sufrir las incursiones de los monarcas cristianos como es el caso de Alfonso III, rey de León que, en una expedición contra el reino de Toledo, ataca Talavera y vuelve a Zamora con un rico botín a comienzos del siglo X. Otras incursiones de D. García, Ordoño II, Ramiro II y Ordoño III afectan a la Talabayra musulmana de este siglo ocasionándola en mayor o menor medida daños en sus murallas, despoblación, destrucción de cosechas y pérdida de ganados y otros bienes. En el año 936, Abderramán III construye la alcazaba talaverana dejando en la torre sureste la placa fundacional que hoy se halla en el Museo Arqueológico Nacional.
En otras ocasiones Talavera servía de campamento base para las razzias de los musulmanes contra los reinos cristianos de Galicia o León. El mismo Almanzor pernocta en la alcazaba talaverana en una de sus aceifas contra los cristianos.
Tinaja musulmana con inscripción en árabe hallada en Talavera al hacer obras en el arco de San Pedro, una de las puerta musulmanas de la muralla
Todos estos hechos bélicos en torno a la ciudad condicionaron no sólo la ya comentada fortaleza de sus murallas, sino la abundancia de atalayas y torres de observación en su entorno y en toda la comarca, es el caso de las atalayas de Segurilla, El Casar y Mejorada, o de castillos como el del Cerro de San Vicente, toda una línea de observación y avanzadilla situada en las elevaciones de El Berrocal, para que Talavera no fuera sorprendida ni por los ataques cristianos ni por los reinos taifas vecinos en los últimos años de la dominación árabe. Parece que desde las atalayas se avisaba a la población con señales de humo. Tenían una puerta elevada sobre el suelo con una escala que se podía retirar en caso de peligro y varios pisos sin apenas huecos de ventana y almenadas en su borde superior. La de El Casar se observan algunas estructuras de habitación en su entorno.
Talavera contaba con un sistema de inundación del foso que discurría entre la muralla y otro muro externo de menor envergadura. Este sistema se alimentaba de las aguas del Tajo que inundaban el foso cerrando las presas y aliviaderos de los molinos y aceñas del Tajo pero en algún asedio se invalidó su misión defensiva derribando simplemente la presa de los molinos de Abajo.
Dividido Al-Andalus en reinos taifas, Talavera queda incluida en el reino de Toledo y uno de sus reyes, Al Mamum tiene que huir a Talavera tras su derrota a manos del reino taifa de Zaragoza que había conquistado parte de sus territorios de Guadalajara. Desde nuestra ciudad pide ayuda al rey de Pamplona enviándole dinero y regalos.
Atalaya de El Casar de Talavera
El sucesor de Al-Mamum fue el último rey árabe de Toledo, Al- Qadir. Su debilidad, las revueltas internas y la injerencia de taifas vecinos como el de Badajoz o el de Zaragoza, obligaron a Al Qadir a pedir ayuda a Alfonso VI que se la concedió en varias ocasiones, pero imponiéndole cada vez condiciones más duras, incluso la concesión de la fortaleza musulmana más cercana a Talavera, Canturias, en el Tajo, frente a la actual población de Calera.
Alfonso VI había sido acogido por Al- Mamum en Toledo hasta la muerte de su hermano y enemigo Sancho IV. Aunque Alfonso VI, mientras vivió su anfitrión, respetó la integridad del reino de Toledo, pero la precariedad de la situación de Al-Qadir llevó a la postre a la capitulación de la ciudad de Toledo en 1085. Dos años antes, en 1083, Talavera y otras plazas cercanas, ya estaban en manos cristianas.
Hoy traemos al Museo de los Horrores el estafermo que permanece en pie en la plaza de El Salvador.
Los vecinos, con muy buen criterio, han calificado al invento de «gasolinera» por ser una estructura de hierro con azulejería más digna de un anuncio de Nitrato de Chile que de la tradicional cerámica renacentista del Imperio Español, aunque lo que aquí impera es el más gusto y el sin sentido.
Una plaza es por definición un lugar de encuentro, un lugar abierto donde sobran paredones, hierros y escalinatas, y que tal vez en otro lugar fuera aceptable, de mucha modernidad e ingenioso efecto, pero no aquí.
Fotografía de los restos de Fernando de Rojas en el momento de su descubrimiento
Otra visión del petardo con la iglesia de El Salvador al fondo
En esta plaza se encuentra uno de los cuatro monumentos del mudéjar de Talavera, la iglesia de El Salvador, que como todo el mundo sabe es lo que mejor combina con la estética Campsa del petardo que nos endilgó el anterior ayuntamiento.
La plaza de El Salvador en los años 70 antes del desaguisado
En la parte posterior de la fotografía se observa el escaparate de algo muy bien traído al caso, una carnicería. Pues bien, el solar de ese edificio ocupa el del antiguo convento de la Madre de Dios donde fue enterrado Fernando de Rojas, alcalde de Talavera y autor de la segunda obra más universal de la literatura española, «La Celestina».
Fachada del desaparecido convento de la Madre de Dios, donde fue enterrado Fernando de Rojas
Pero en eso no han caído, tal vez porque ni lo sepan, y por ello ni un monumento, ni una referencia, ni una humilde placa al inmortal autor que debería ser orgullo de la ciudad. Eso sí, los alcaldes de Talavera se ponen calles y placas unos a otros al acabar sus mandatos, merecidamente por supuesto, pues todos conocemos el estado calamitoso en el que han dejado unos y otros a su ciudad.
Grabado en una de las primeras ediciones de La Celestina
A comienzos del siglo V llegan las primeras oleadas de pueblos bárbaros a nuestra tierra. Los hispano-romanos que, en plena decadencia del imperio, habían sufrido un proceso de ruralización ven llegar en primer lugar a los alanos que permanecen aquí hasta el año 409.
No sabemos si la actual Talavera se correspondía con la Caesaróbriga romana o coincidía más bien con la que los visigodos llamarían Aquis y que fue sede episcopal, o la Elbora que además fue ceca en la que se acuñaron monedas, y era identificada con Talavera por Lucas de Tuy. Lo cierto es que nuestra ciudad se encontraba tanto en lo político como en lo eclesiástico en el ámbito de la Lusitania, provincia de la que, ya desde los tiempos romanos, había sido límite occidental. Los suevos ocupan la comarca en la tercera década del siglo V y permanecen en ella hasta el año 456, cuando a su vez son desplazados por los visigodos que, tras algunos años de inseguridad y luchas con los suevos de gran crueldad y destrucción, se asientan aquí definitivamente con Eurico en el año 468.
Las dos terceras partes de las muchas villae que sin duda se repartían por las vegas talaveranas caen en manos godas, permaneciendo el resto en propiedad de los hispanorromanos. Puede que Aquis fuera una de esas villae que con la cristianización se convirtieron en basílicas, como la de las Tamujas en Malpica o la de Saucedo en Talavera la Nueva.
El rey Wamba convierte a Elbora en sede episcopal presionando al metropolitano de Mérida, de nuestro obispado fugaz se conocen los nombres de dos obispos Leovigildo y Marino. También en ese monasterio se encontraba el sepulcro de San Pimenio que se traslada a Aquis en tiempo de Ervigio, año 681. Los suevos continúan atacado la lusitania por lo que no cesa el proceso de ruralización al que también contribuye la endémica lucha interna de las facciones visigodas, Witiza parece que destruyó las murallas de la ciudad en su política de destruir las defensas de las ciudades no adeptas a él.
Otro rey godo, Liuva, hijo de Recaredo, fue, según se cuenta en los cronicones en 1079 el párroco de Santa Justa de Toledo, quien en el año 601 “con celo cristiano mandó quitar los ídolos (Ceres, Palas y Júpiter) y derribar el templo, fabricó nueva y suntuosa ermita y en ella colocó la imagen de Nuestra Señora de la Madre de Dios del Prado” También San Ildefonso, tomó a la ermita bajo su protección, según los antiguos historiadores talaveranos, aunque con poco fundamento. En la iconografía de su cerámica aparece este obispo toledano que vivió en el siglo VII, cuando le es impuesta la casulla por la Virgen.
Capitel visigodo en Mohedas de La Jara
Entre los hallazgos arqueológicos de la época podemos enumerar algunos fragmentos de elementos arquitectónicos como fustes de columna, un cimacio de tipología emeritense del siglo VII, pedazos de celosías y varias fíbulas entre las que resalta una aquiliforme del Museo Arqueológico Nacional. La pilastra del museo Ruiz de Luna es de los elementos más significativos entre los de antiguas construcciones visigodas que se han hallado en la ciudad
Tapa de la sepultura de Litorio hallada en La Trinidad y que hoy se encuentra en la Basílica del Prado
Pero la pieza más interesante de la arqueología talaverana de este periodo, es la lápida sepulcral de Litorio, aunque está datada en época visigoda, pertenece a un hispanorromano, Litorio. Se encontró en 1512 cuando un hombre cavaba un pozo junto al que fue monasterio de La Trinidad, al comienzo de la calle que hoy lleva ese nombre. Se trataba de un sepulcro de mármol blanco, aunque la tapa de pizarra negra es la que se conserva con una inscripción que dice: LITORIUS FAMULUS DEY VIXIT ANNOS PLUS MINUS LXXV. REQUIVIT IN PAZE DIE VIII KLS JULIOS ERA DXXXXVIII (Litorio, siervo de Dios, vivió años setenta y cinco, poco más o menos: reposó en paz a 23 de Junio, era de 548). Una cruz y un crismón con su alfa y omega se hallan también grabados en la lápida. Según Ildefonso Fernández, puede que este Litorio fuera hijo de otro del mismo nombre, general en Roma que fue apresado por los godos y que tuvo un vástago que vivió y murió en Ebura de la Carpetania.
Cuenco visigodo hallado en Valdepusa
En el yacimiento romano de Saucedo se ha constatado también la transformación de la gran sala de la villae en una basílica paleocristiana, en el lado sudoeste se ha encontrado una piscina bautismal de inmersión con escalera de ascenso y descenso, una plaqueta decorada de mármol servía de sumidero y se dibuja en ella una roseta hexapétala, también se halló un altar paleocristiano con un crismón grabado. La planta es rectangular con ábside cuadrado. En los mosaicos destaca un neptuno que entre los primeros cristianos tuvo el significado simbólico de la salvación, otro de los motivos es el delfín que como el pez simbolizó al Salvador, una crátera es también motivo paleocristiano. Otros mosaicos tienen motivos geométricos o una mujer con una cornucopia. Las monedas que se han documentado en el yacimiento nos hablan de una ocupación continuada desde el siglo II al VIII.
Jarrito hallado en Los Navalmorales. Como éste son los que se encuentran en muchas de las tumbas visigodas.
Las piezas cerámicas tal vez más representativas so los jarritos y botellas que aparecen con mucha frecuencia en los enterramientos visigodos. Es el caso de la necrópolis del Cerro de los Moros en Torrecilla de la Jara, donde aparecieron en las tumbas estas vasijas junto a la cabeza de los difuntos, de considerable altura, por cierto. No se sabe si formaba parte de rituales para que el muerto tuviera alimentos en su paso al más allá o simplemente contenían perfumes.
En cuanto a las vajillas de uso doméstico es difícil a veces diferenciarlas de las cerámicas de uso común tardorromanas porque las tipologías permanecen en el tiempo dada la romanización de estos pueblos germánicos recién llegados. Suelen estar hechas a torno lento con cocción oxidante y a veces algo alisadas las superficies.
La mayor parte son vasijas algo toscas y con escasa decoración, solamente algún zig-zag o algunas incisiones de repetición. Se han hallado ollas, jarras, jarritos y pucheros de pequeño tamaño tal vez de uso individual, botellas con pitorro o botijitas, cuencos, tazas etc…
Breve introducción al conocimiento de esta institución que es el antecedente directo de la Guardia Civil con atribuciones de vigilancia de la naturaleza, el primer Seprona
Cuadrillero de la Santa Hermandad en el siglo XVIII, ballestero.
Cuenta la leyenda que cuando Fernando III el Santo cruzaba los Montes de Toledo fue asaltado por una partida de bandidos y, aunque él no sufrió daños, llegaron a robar el ajuar al propio Rey. Fue entonces cuando éste cayó en la cuenta de la gravedad de las denuncias de inseguridad que los repobladores de los Montes de Toledo y de La Jara le hacían desde hacía tiempo sobre que toda esa tierra de nadie que había quedado desierta tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 estaba infectada de bandoleros y soldados de fortuna licenciados y sin oficio, además de otros bandidos, que asaltaban a los ganaderos, labriegos y sobre todo a los colmeneros. Estos últimos habían decidido defenderse contra esos malhechores que asustaban a los repobladores por la rapiña que ejercían sobre el territorio casi desierto entonces de La Jara.
Fragosas sierras de La Jara, despobladas con su bosque mediterráneo impoluto entre casqueras, refugio ideal para partidas de bandoleros
Muchas de esos grupos pertenecían a los famosos golfines, salteadores que con el tiempo se hicieron nobles e incluso construyeron palacios que se mantienen todavía en pie en la ciudad de Cáceres.
Aunque esta es una versión legendaria de la fundación de las hermandades, lo cierto es que a partir del siglo XIV se fundan estas instituciones que son unas de las primeras policías rurales que se establecen en Europa y el precedente directo de la Guardia Civil. También son precursoras del ejército, ya que son las primeras fuerzas armadas que se mantienen de forma permanente, siendo requeridas con frecuencia por los monarcas para ayudarles en los enfrentamientos bélicos de la Edad Media. Es por ello que todos los reyes les dan numerosos privilegios fiscales y de otro tipo, pues les son de gran utilidad. Los Reyes Católicos crean las hermandades nuevas, basándose en la Hermandad Real y Vieja de Talavera, Toledo y Ciudad Real.
Monumento a los repobladores de La Jara en Alcaudete
Las hermandades aparecen en numerosas alusiones de la literatura del Siglo de Oro por sus temidos cuadrilleros, e incluso en dichos populares como ese que dice “A buenas horas mangas verdes” para referirse a alguien que llega tarde a solucionar un problema. Los cuadrilleros de la Santa Hermandad vestían de verde y como iban a caballo o a pie y tenían que cubrir grandes distancias, a veces era poca su efectividad real en la persecución de los delincuentes. Este color verde lo tomó después la Guardia Civil, como sucesora que fue de la hermandad en la vigilancia del medio rural.
La Santa Hermandad estaba perfectamente organizada con una jerarquía compuesta por dos alcaldes, dos regidores, un Cuadrillero Mayor, jefe directo de la fuerza armada, un carcelero y los escribanos. Los alcaldes eran al mismo tiempo jueces, por lo que su poder era simultáneamente ejecutivo y judicial y de hecho, en los primeros tiempos de la Hermandad se asaeteaba a los delincuentes atados a un árbol cuando se les capturaba in fraganti después de un delito. Aunque en general se hacían juicios con todas las garantías habituales en la época, con su defensor e incluso sus pruebas periciales. Como por ejemplo, cuando después de un robo de trigo se midió el grosor y la densidad del grano para comprobar que era el mismo cereal que el hallado a los ladrones. También se realizaban reconocimientos forenses por el médico, el cirujano o la comadrona en caso de violaciones, asesinatos, lesiones etc. Cuando se iniciaba un proceso lo primero que se le hacía al acusado era embargarle todos sus bienes para pagar así las costas del proceso y, en general, era difícil que se los devolvieran aunque luego resultara inocente.
También se les podía aplicar tormento a los reos para que declararan y en el Archivo Municipal de Talavera se guardan algunas actas de estas torturas con todo lujo de detalles escabrosos sobre, por ejemplo, la aplicación del potro a algún acusado. En la cárcel se les daba poca alimentación y en general los presos comían lo que les llevaban sus familias o algunas instituciones caritativas. Las penas eran muy variadas, desde la cárcel a las galeras, los trabajos forzados, el destierro de la comarca etc. La pena de vergüenza pública se hacía recorriendo siempre un trazado concreto del callejero talaverano, arrastrando al culpable en un serón de esparto con el sambenito puesto y pregonando sus delitos, salvo en el trayecto de la calle de El Perdón, llamada así por este motivo. La pena de muerte no era muy frecuente, pero sí la de trabajos forzados en las minas de azogue de Almadén, que equivalía a una muerte casi segura debida a la intoxicación por mercurio.
Tenía la hermandad una serie de normativas que podíamos considerar “ecológicas”, que derivaba de la original protección que se quería dar a los colmeneros al comienzo de la historia de la institución. Esas normas impedían perjudicar a la apicultura por los incendios, las talas abusivas de arbolado, las quemas de monte bajo, o el descorche de los alcornoques, pues los corchos servían para hacer las colmenas. Incluso se premiaba en metálico a aquellos que trajeran a la sede de la hermandad en la puerta de Zamora las garras y la cabeza de un oso, e incluso se pagaba más cantidad si era una hembra o un osezno.
En la Santa Hermandad estaba por cuestiones de prestigio la mayor parte de la nobleza talaverana, pero también por cuestiones de exención fiscal, ya que desde la Edad Media no estaban obligados a pagar ciertos impuestos sus componentes. El impuesto que principalmente financiaba a la entidad era la asadura, que correspondía a una cabeza de ganado por un determinado número de reses que cruzara las tierras talaveranas.
Las hermandades de Toledo, Talavera y Ciudad Real se juntaban en las Llegas, que eran reuniones en lugares más o menos equidistantes de las tres ciudades como el pueblo de Navas de Estena o El Molinillo. Establecían sus tiendas y pendones en señal de su poder y hacían en determinadas ocasiones desfiles muy vistosos haciendo alarde de su armamento y sus trajes.
Su sede y cárcel estaba en la Puerta de Zamora, donde se guardaban sus documentos y privilegios en su capilla de la Virgen de Rocamador, patrona hermandina Edificios todos prácticamente desaparecidos por la desafortunada remodelación de la plaza, incluido un magnífico artesonado decorado con pinturas mudéjares. En el Archivo Municipal de Talavera se guardan casi mil causas criminales donde se pueden extraer argumentos para mil novelas.
Cascadas en el arroyo de Las Lanchas en Las Hunfrías
Hace más de 20 años publiqué en mi libro «Rutas y Senderos de Talavera y Comarcas» esta ruta que ha adquirido con la pandemia una gran afluencia de visitantes.
El punto de partida y de llegada se sitúa hoy en Espinoso del Rey, la “Ispinum” de los romanos donde nos detendremos unos momentos para visitar el rollo que simboliza el privilegio real de villazgo de este pueblo que se independizaba así de su villa madre, Talavera. A la entrada del pueblo hay una ermita desde donde se observa una bonita vista de las rañas rojizas de la Jara Oriental y podemos dar una vuelta observando la peculiar arquitectura popular mudejarista de ladrillo y mampostería de cuarcita.
Robledales, pinares y castaños en el arroyo de Las Lanchas
Iniciamos el recorrido en dirección oeste por la carretera que se dirige hacia Guadalupe y, a unos dos kilómetros, encontramos antes del puente sobre el río Fresnedoso una pista que parte en dirección sur paralela al cauce. Cuando comienza a ascender vemos a la derecha entre chopos un bonito molinillo de agua que por su vista pintoresca merece una parada.
Seguimos el valle del Fresnedoso y comenzamos a subir por la umbría de la sierra, pasando por un bosque de robles y rebollos con una zona de esparcimiento preparada por la Consejería de Agricultura junto a una fuente.
Al coronar el collado la vista sobre el valle de Robledo del Mazo es encantadora y al poco tiempo llegamos a la bonita aldea de Robledillo que con su puñado de habitantes es el lugar situado en una cota más alta de toda nuestra comarca.
Descendemos hacia el valle por la carretera, llegamos a un cruce y seguimos en dirección oeste paralelamente al río Jébalo, que en esta parte más alta de su cauce discurre entre fresnedas y choperas, dejando pequeñas pozas donde podemos bañarnos o intentar capturar bogas y cachuelos, lo que se llama en la zona «peces de bocao», por ser de fino paladar y pequeño tamaño.
Pasamos el pueblecito de Las Hunfrías y a unos 300 metros encontramos a la izquierda los muros del cementerio y una explanada desde donde parte la ruta a pie.
Después de un breve recorrido bien indicado llegamos a una zona muy agradable de pozas y pequeñas cascadas y chorreras rodeada de rebollares y algún ejemplar de tejo y de loro, el llamado árbol de las nieblas, porque conduce el agua de las mismas que se condensa en sus hojas hacia la base del tallo para así “autoregarse” .Descansamos y nos refrescamos disfrutando del paraje.
Podemos volver por donde hemos venido o descender durante unos tres kilómetros por el propio cauce del arroyo entre huertecillos abandonados y castaños, pasando junto a tres molinillos, el primero de los cuales tiene un cubo que sorprende por su gran altura.
Dibujo que representa la ruta de las cascadas de el arroyo de Las Lanchas
Nuevamente en la carretera seguiremos hacia el oeste hasta encontrarnos con la población de Robledo del Mazo, capital de este hermoso valle.
Se llama Robledo, por la abundancia de esta especie arbórea en los tiempos en que los bosques de La Jara estaban menos degradados, y “del Mazo” porque, según las relaciones de Felipe II, existió aquí un ingenio hidráulico en la época de la repoblación medieval que, movido por el agua de un arroyo, hacía que un mazo de madera martilleara incesantemente para espantar a los osos que destrozaban golosos las colmenas de los primeros habitantes que se aventuraban a poblar las alquerías serranas.
Vale la pena un paseo por el pueblo observando su arquitectura popular típicamente jareña y también podemos pinchar algo si el hambre no nos deja llegar a Espinoso.
Partimos de nuevo, preguntando por la pista de Vallesú y como a un kilómetro, cruzamos el Jébalo de nuevo.
Podemos dar una vuelta río abajo por sus orillas hasta donde se estrecha el cauce en forma de cañón y corren las aguas por un paraje realmente agreste donde no será extraño que nos tropecemos con venados o corzos. Las pozas invitan al baño y puede que veamos alguna nutria.
La pista sube entre pinares y pasamos cerca de la fuente de Vallesú muy caudalosa y situada en un paraje muy ameno.
Seguimos entre pinares con manchas de madroñeras y brezales, con bosquecillos de roble y algunos quejigos. La vista panorámica alegra el recorrido y, si tenemos tiempo y ha sido buena la otoñada, podemos llevar a casa una bolsita de níscalos que abundan en el suelo de los pinares. De nuevo en la carretera, vamos en dirección este y llegamos a Espinoso finalizando la ruta.
El Níscalo
El nombre científico, que hace honor a su sabor, es Lactarius Deliciosus . Es muy abundante en las zonas de coníferas cuando el otoño ha sido húmedo y suave. Es de color rojo anaranjado y se distingue fácilmente por segregar un líquido naranja al partirse. El contacto con el aire hace que algunas zonas tomen color verdoso que si se extiende mucho indica casi con toda probabilidad que la pieza estará agusanada por lo que se deben desechar
Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe
El criado acababa de levantarse y se dirigía hacia las cuadras para ordeñar el ganado. Observó con las primeras luces del día cómo los castaños y los robles de la sierra habían comenzado a perder sus hojas. Su señor no estaba en Carrascalejo y el ama, acompañada de sus dos hijas, se disponía a desayunar pan ensopado en el café que contenían grandes tazones de Puente.
Se oyeron dos golpes en la puerta del corral y al abrir vio el sirviente a cinco hombres con sus caballerías. No le gustó su aspecto, llevaban tiznada la cara y un pañuelo atado cubría sus cabezas debajo de las monteras. De las cabalgaduras colgaban escopetas y ellos mismos sostenían otras armas terciadas debajo del brazo. Observó como uno de los extraños, el que llevaba del ramal un caballo cojo, se quedaba fuera al cuidado de los animales, otro permanecía junto al portalón de entrada, mientras que los dos últimos le decían en tono poco amable:
Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII-Queremos que nos vendas un poco de cebada para los caballos.
-Sólo tenemos para darles como fanega y media. El amo ha ido fuera precisamente a comprarla.
Cuando dijo estas palabras, el criado comprendió que había metido la pata. Los hombres armados ya sabían que el amo no estaba en casa y que en el interior de la vivienda se encontrarían las mujeres solas. Miraba de reojo a los extraños mientras llenaba los costales. Cuando terminó, se confirmaron sus sospechas. Levantando la escopeta, el pelirrojo de la cicatriz en la cara le ordenó que entrara en el cuerpo de la casa. Los otros dos preguntaron al ama disimulando que si había visto a don Matías. Mientras ella respondía, penetraron en la sala de un empujón y, apuntando a las tres, gritaron:
-¡Las llaves de las arcas!
La Jara Occidental desde el puerto de Arrebatacapas en pleno camino de Guadalupe
Se las entregaron temblorosas y los ladrones comenzaron a revolverlo todo. Sonrieron al sacar una bolsa que contenía seis doblones de a ocho y ciento cincuenta pesos duros. Tomaron también tres rollos de lienzo y, envueltos en un paño, encontraron seis tenedores y seis cucharas de plata. La mujer estaba a punto de derrumbarse presa de la angustia y el miedo, pero al ver que cogían también la vieja cuchara de plata que le había dejado su madre, prorrumpió en tan grandes alaridos que los asaltantes, tomando su botín cogieron los caballos y salieron al galope por el camino de Mohedas, pues aunque la casa estaba a las afueras del pueblo, las gentes ya empezaban a salir al campo y podían escuchar los gritos del ama y sus hijas.
El criado no dejaba de observar al hombre que le vigilaba. Su cara le era familiar y, aunque tenía la cara ennegrecida por un corcho quemado e intentaba ocultar su rostro bajando el ala de su montera granadina, sus piernas torcidas eran inconfundibles. Se trataba de Melgarejo, el tendero de Castañar de Ibor, al que había comprado unos quesos el año pasado.
Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos
Mientras dos de los cinco bandoleros cubrían la retirada de sus compañeros quedándose a las afueras de Mohedas, los otros tres fueron al banco del herrador para herrar sus caballerías. Siguieron su camino hacia Puerto de San Vicente y en la posada robaron tres mulas a un serrano que bajaba hacia los pastos de invierno de Extremadura. Entre chirigotas dejaron al ganadero el caballo cojo que traían. Aunque, desde Mohedas, enviaron un propio al alcalde de Puerto dándole cuenta de la catadura de los desconocidos, cinco hombres armados y a caballo eran una fuerza imposible de reducir con los escasos medios de la aldea. Los bandoleros tomaron camino hacia los aislados y agrestes parajes de Los Guadarranques donde se sentían más seguros.
Tardó dos días en llegar la noticia a la Santa Hermandad de Talavera que, inmediatamente, envió a su Cuadrillero Mayor acompañado de cinco soldados y otros cuadrilleros de la Hermandad. En Puente del Arzobispo interrogaron a un pobre hombre que había sido asaltado también en el camino. En el sitio de la Ventilla un joven le había salido al camino y le había preguntado que “qué avío llevaba”. Después de responderle que había ido con su borrico a conducir a un peregrino a Guadalupe, el hombre le echó mano a la faltriquera y le sacó los ocho reales que llevaba envueltos en el pañuelo. Después revolvió y zarandeó los aparejos y la albarda buscando algo más de botín pero tuvo que conformarse con el escaso jornal del arriero.
Paisaje en el entorno de carrascalejo, donde se desarrollan parte de los hechos.
La descripción no coincidía con la de los asaltantes de las casas de Carrascalejo pero, como casi siempre, los caminos de Guadalupe eran inseguros. Debido a que otro testigo aseguraba haber visto gentes de mal vivir en la dehesa de El Villar, el Cuadrillero Mayor envió a un hermano para indagar en el Hospital del Obispo sobre la presencia de sospechosos. Los servidores del hospital confirmaron la presencia de los hombres armados, pero parecía que andaban ahora haciendo fechorías por las inmediaciones de Berrocalejo y Talavera la Vieja. Hacia allí se dirigió la Santa Hermandad. Tal vez no pudieran atraparlos pero sabían de la identidad de uno de ellos y tarde o temprano caería en sus manos.
Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera. Sig. 43/9. Archivo Municipal.
Este curioso azulejo talaverano se encontraba sobre la entrada de una vivienda del pueblo de Las Herencias, en La Jara.
Azulejo de Cerámica talaverana con referencia a la epidemia de cólera del siglo XIX
Es curiosa la referencia a «los azarosos tiempos del cólera» a mediados del siglo XIX, 100 años antes de que escribiera algo similar el gran García Márquez.
En realidad se trata de dos azulejos. En el primero se representa a la Inmaculada Concepción en la ya decadente cerámica talaverana de la época, aunque el dibujo no deja de tener su encanto popular. La decoración de las cenefas son flores y motivos que nada tienen que ver con los de la azulejería renacentista.
En el azulejo de abajo se nombra a los dueños de la vivienda y al albañil que la construyó. Es cierto que el cólera produjo estragos horrorosos por ser una enfermedad que produce intensas diarreas muy violentas y deshidratación que en aquella época eran difíciles de tratar al no contar con los antibióticos ni los medios adecuados. Se trasmite por aguas con contaminación fecal y en aquella época sin saneamientos ni tratamiento de las aguas potables la infección se extendía rápidamente. La epidemia fue catastrófica y causó miles de muertos dejando algunas localidades prácticamente despoblados.
La iglesia de San Pedro en una postal de principios de siglo. Detrás la antigua torre del Reloj
La flecha señala la torre de San Pedro en un dibujo de 1768 de la Biblioteca Regional
Ya conocimos en otra entrada la historia y la descripción de la iglesia de San Pedro, hoy conoceremos otras curiosidades
FIESTAS, COFRADÍAS Y CURIOSIDADES
En esta iglesia se produjo una junta de los vecinos que decidió que Talavera no se uniera a los comuneros sublevados contra Carlos V.
Especial realce daban a esta parroquia las cofradías en ella radicadas. La cofradía de La Minerva a la que el Papa Pablo III concedió «las indulgencias de Santa María de la Minerva de Roma …y por particular privilegio concedió bula para que cualquier sacerdote que diga misa en el altar mayor de esta iglesia, saque un ánima del purgatorio».
Fragmento de fotografía aérea de 1931 de la iglesia de San Pedro donde se observa el ábside redondo
El Corpus se celebraba antes en esta iglesia que en el resto de los templos de la ciudad y «el día de las fiestas del Sacramento había grandes riquezas en los altares y calles por donde andaba la procesión e invenciones de pólvora y de animales hechos de yerbas y autos y danzas y se daban premios a los que hiciesen sonetos y coplas en honor del santísimo». El día de Jueves Santo «se traen doce pobres y después de haberles lavado los pies se les da a cada uno una camisa nueva». Se conocía esta cofradía como la del Mandato.
La calle Arco de San Pedro y la iglesia de San Pedro al fondo, todavía aparece el rótulo de «Administración de Consumos»
Una curiosa institución fue la Cofradía de los Treinta Hidalgos. No se sabe si su origen estaba en una asociación de mutua defensa de la baja nobleza tras la represión que Sancho IV ejerció contra ella y que llevó al descuartizamiento de muchos de sus miembros, o si se fundó para intentar evitar los agravios de Pero Suárez de Toledo que, en tiempos de Juan II, parece que abusaba de las vidas y haciendas de los talaveranos, obligándoles incluso en materia de casamientos. Esta hermandad exigía de los hidalgos que quisieran pertenecer a ella rigurosas informaciones de la nobleza de sus componentes y cuando alguno de ellos moría era acompañado en su entierro por el resto con hachas blancas de cera.
Por último, también radicó en esta iglesia una cofradía de los Sastres de San Antonio.
Cuenta Ildefonso Fernández que en cierta ocasión fue enterrada en la capilla mayor una señora que resultó estar todavía con vida.
Pocos testimonios gráficos nos quedan de San Pedro, las antiguas fotografías, los esquemáticos dibujos del sigo XVI y XVII y algunas vistas lejanas de la torre en viejas postales e instantáneas.
SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA DE LA MOLINERÍA DE MI LIBRO AGOTADO «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo»
Autor: Miguel Méndez-Cabeza
Ruinas del cárcavo de un molino en el Tiétar
Mediante los molinos de sangre, dos hombres o un asno molturaban en la antigüedad unos cinco kilogramos en el mismo tiempo que un molino de agua de potencia media (5-10 Cv) conseguía moler 180 kilogramos de cereales. Este hecho y la gran difusión que durante el siglo XII alcanza este ingenio, han llevado a que en la historia de la tecnología algunos autores hallan considerado esta centuria como el verdadero inicio de la revolución industrial. Esta afirmación puede parecer exagerada, pero si tenemos en cuenta que en el siglo XIX toda una serie de industrias son movidas por turbina hidráulica -que no es sino una adaptación del modesto rodezno del molino harinero- y que esta turbina (fig. 3) se adaptará posteriormente a la producción de energía eléctrica por la aplicación en 1855 de los principios de Faraday, podemos convenir al menos en otorgar al venerable molino de agua el título de abuelo del proceso industrial.
También a comienzos del segundo milenio son los árabes quienes consiguen aumentar la potencia de las ruedas verticales al hacer incidir sobre la parte superior de las mismas la corriente de un canal [1](fig. 24). Antes de esta innovación -mediante la cual la gravedad aumenta la fuerza que antes solamente proporcionaba la corriente o “fuerza viva” del agua- la parte inferior de las ruedas se introducía directamente en el curso del río. Otra aportación de los árabes es el arubah, precursor del molino de cubo (fig. 16) y que consiste en una construcción cúbica o cilíndrica donde se acumula el agua antes de mover el rodezno. Se conseguía así otro aumento de energía por aprovechamiento de la fuerza gravitatoria[2] en corrientes de caudal escaso.
Molino en ruinas en el arroyo Marrupejo, término de Cervera
Desde la Edad Media se comienzan a disponer las palas del rodezno en sentido helicoidal. Si además de esto, se introduce la rueda en una cuba cilíndrica en la que el agua discurre desde arriba hacia abajo y en sentido rotatorio, nos encontraremos entonces ante el precursor del molino de regolfo[3] (fig. 18).
Este tipo de ingenio fue descrito en el siglo XVI por Francisco de Lobato, probable introductor del mismo en España. En un interesante manuscrito de este autor estudiado por Francisco García Tapia, se describe este artefacto y otras muchas innovaciones tecnológicas de la molinería[4]. El aragonés Lastanosa hizo en este mismo siglo una pormenorizada descripción de diferentes tipos de molinos con la que se adelantó en mucho a los conocimientos de su tiempo[5]. Realizó además una intuitiva pero muy aguda aplicación de otros principios físicos de hidráulica.
El Libro Once de Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Turriano está también dedicado integramente a la tecnología molinera, lo que unido a la atención que, entre otros, prestan los dos anteriores autores a la molinería, nos sugiere la inquietud que estos ingenios despertaban en la época de Felipe II[6].
La Ilustración no podía dejar de interesarse por estos temas y ya en la Enciclopedia de Diderot se describe minuciosamente un molino y su funcionamiento[7].
Cárcavo de un molino de agua con su cárcavo
Al molino de regolfo, que dibuja Lobato en su manuscrito, solamente le faltaría cerrar herméticamente la cámara cilíndrica donde giran el agua y la rueda, para que nos encontráramos ante lo que más tarde se conocerá como turbina de reacción. En el siglo XVIII el francés Bellidor estudió estos molinos y sus escritos inspirarían a Fourneyron que en el año 1832 inventa e instala en París la primera turbina que llevará su nombre[8].
Las turbinas fueron la evolución natural de los molinos de regolfo como explica el texto
Las turbinas denominadas “de acción”, cuya mejor representación es la de Pelton (fig. 3), tienen su antecedente en lo que Lastanosa llamó “molinos de bomba”. En ellos una corriente vertical incide sobre la parte lateral de una rueda vertical. Este sistema ha tenido poca aplicación práctica en molinería. En el año 1849, Francis fabricó la primera turbina de admisión exterior. En ella el agua entraba radialmente y salía en dirección próxima al eje. Aún hoy se emplean y podemos reconocerlas en antiguas centrales eléctricas por su forma exterior similar a la espiral de una concha de caracol. Fourneyron añadió a la turbina un mecanismo fijo que distribuía el agua en filetes líquidos dirigidos de forma que movilizaran un rodete exterior en este caso. Se conseguía así una pérdida mínima de energía por la entrada de agua sin choque y la salida casi sin velocidad. Estas turbinas se denominan centrífugas, a diferencia de otras que cuentan con distribuidor exterior y rodete interior y se conocen como centrípetas. Pelton consigue, sin embargo, disminuir la pérdida de energía por el choque del agua cuando, al partir en dos las cucharas del rodete mediante una arista medial, divide el chorro en dos mitades suavizando el impacto[9].
Hemos hecho esta breve descripción de las principales turbinas porque, aunque estos artificios se salen del ámbito de la etnografía para entrar en el de la arqueología industrial, su nacimiento y evolución apoyan la idea del molino de agua como origen de la tecnología industrial.
Sala del molino de Los Rebollos en Valdeverdeja
Las correas de transmisión supusieron otro avance importante por cuanto se conseguía con ellas impulsar toda la maquinaria complementaria de la molinería (dechinadoras, limpiadoras, cernedores y humedecedores) al transmitir el movimiento rotatorio del eje del rodezno a otros ejes que las movilizaban. Los tornillos de Arquímedes y los rosarios de cangilones facilitaron por su parte el transporte en sentido vertical y horizontal del grano y de la harina. Todos los elementos anteriores fueron ingeniosamente combinados en diferentes planos de un edificio por Oliver Evans en 1783, año en el que diseñó y construyó la que podíamos considerar como primera fábrica de harina[10].
Sulzberger empleó por primera vez cilindros de hierro en lugar de las tradicionales piedras de molino y Weymann en el año 1874 utiliza cilindros de porcelana.[11].
A comienzos de este siglo, cuando se utilizan la electricidad o los motores diesel como fuerza motriz para estas fábricas de harina, comenzará un lento pero inexorable declive de los molinos de agua que solamente continuarán funcionando hasta nuestros días en contadas ocasiones y casi siempre para moler pienso.
En España, las fábricas de harina movidas por turbina hidráulica comienzan a distribuirse por todo el territorio nacional en las últimas décadas del pasado siglo. Es característica en ésta, como en otras instalaciones industriales, la influencia tecnológica francesa, aunque a principios del siglo XX se percibe la entrada de maquinaria y la utilización de tecnología austro-húngara.[12]
[1] MOPU-CEHOPU : “La obra pública en España, patrimonio cultural” ,Catálogo exposición, Madrid, 1986.
[4] NICOLÁS GARCÍA TAPIA, Los molinos en el manuscrito de Francisco Lobato (Siglo XVI), Los Molinos, Cultura y Tecnología, Sorzano( la Rioja) - Madrid, 1989, Centro de Investigación y Animación Etnográfica, pp. 151-173.
[5] GARCÍA, N. y CARRICAZO, C. : Opus cit. pp.67-81.
[6] LOS VEINTIÚN LIBROS DE LOS INGENIOS Y MÁQUINAS DE JUANELO TURRIANO, Fundación Juanelo Turriano, Edic. Doce Calles y Biblioteca Nacional, Madrid 1996. Vol II, pp. 323-388.
[7] STRANDH, S.: Historia de las máquinas. Madrid, Ed Raíces, 1984, pp. 115.
[8] GARCÍA, N y CARRICAZO, C.: Opus cit. pp. 93-96
[9] De IGUAL, J.: Máquinas e instalaciones hidráulicas. Ed. Soler, Barcelona, 1922, p. 122.
[10] ESPASA- CALPE, Enciclopedia, Primera Edición, ver Molinería, pp. 1474-1571.
[12] ILLA, A.: El Libro del Molinero, Tratado práctico de la fabricación de harinas.Murcia, Tipográficas de Anselmo Arqués, 1883, pp I-IX de la introducción.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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