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ARQUITECTURA POPULAR PUEBLO A PUEBLO, BELVÍS DE LA JARA ( y 2)

Reja en una vivienda de elvís

Seguimos de la mano de don Fernando, belviseño ilustre, conociendo la arquitectura tradicional de su pueblo y, ya en el siglo XVIII,  se deduce del Catastro de Ensenada que en en el registro de casas, aparecen las palabras baja y baja con troje, indicando con ellas si estas viviendas tienen una o dos plantas. Siempre se vive en la baja, Entre dieciséis casas escogidas aleatoriamente sólo la mitad poseen troje.

Portalón enmarcado en ladrillo de tradición mudejarista

Por lo que se ve en las descripciones de los edificios con fines de catastro, las casas no son excesivamente amplias, porque en los fondos se incluyen grandes vacíos no edificados, como los corrales.

Todo lo que venimos anotando muestra aproximadamente lo que fueron las casas de Belvis en este tiempo: bajas y relativamente pequeñas para la época. aunque perfectamente documentadas hay solamente dos casas: una que ostenta en su dintel de piedra el año 1775, pero que ha sufrido después importantes modificaciones, y la que construyó Gabriel de Cáceres. La construcción se caracteriza

Fachada con ventana y balcón de típica arquitectura jareñacon vanos enmarcados en blanco, enfoscado de cal arena y rejas típicas de la zona. Dinteles en arco muy rebajado

Aunque en el siglo XIX persisten los elementos mudejaristas, que son comunes a toda la comarca, y las formas de construcción más primitivas que ya describimos en el capítulo anterior, las viviendas comienzan a mejorar con mayores dimensiones y más modernas técnicas constructivas con el enfoscado de los muros, rejería, aunque modesta, huecos mayores en puertas y ventanas, estructuras más sólidas con techumbres de mayores vanos por las vigas de madera de pino traídas de Gredos.

Curioso edificio con características tradicionales jareñas y toques modernistas de principios del siglo XX

A mediados del siglo XX Jiménez de gregorio nos define así la vivienda belviseña:

«es generalmente de cimientos de canto y barro, sobre los que carga el tapial de tierra y la cubierta de madera. En el mejor de los casos, cimientos de mampuesto o ladrillo con mortero de cal. Siendo un pueblo de labriegos, las viviendas responden a esa función: gran portal, cuadras, amplios corrales, pajares y trojes. La cocina  con el hogar en el suelo y cubierto de gran campana y culminada por gigantesca chimenea.

Típica casa jareña de dos plantas con portalón para el carro

Enjalbegadas por dentro y la mayor parte de las veces por fuera. Aquí se vive sin excepción en la planta baja, aunque a pesar de ello la mayor parte de las casas tienen dos plantas y solo unas pocas tres. Ventanas de labrada rejería y abundante balconaje completan la casa belviseña, muchas revocadas y pintadas en tonos suaves.

Casa construida en 1923 con portada de granito y decoración pintada

ARQUITECTURA POPULAR PUEBLO A PUEBLO, BELVÍS DE LA JARA (1)

«las casas eran de barro y canto»

Vamos a acercarnos a la arquitectura popular de Belvís de la Jara de la mano de un ilustre Belviseño, don Fernando Jiménez de Gregorio maestro de los historiadores de la comarca.

En su libro de 1953 “Historia de Belvís” deduce de las relaciones de Felipe II de su pueblo y de otros cercanos, además de otros censos y documentos, lo que él imagina que era la vivienda de este pueblo jareño que contaba en aquellos años del siglo XVI con unas ochenta casas.

Muy parecidas a estas son las casas que describe Jiménez de Gregorio en el siglo XVI en Belvís

Su caserío “se presentaba modestísimo, de casas de barro y canto, con cubierta de madera del país. roble o madroña generalmente, con el techo de leña (retama, jara), que en el país llaman ripia. El tejado, pocas veces de teja, las más de barro

Es un conjunto pequeño, mezquino, de viviendas achatadas, de un solo piso. El suelo, terrizo las más de las veces, o a lo sumo empedrado, en excepcionales ocasiones estaría cubierto con baldosa o lancha de pizarra. Sus paredes. encaladas. Daban una sensación monacal. Y al paisaje una nota de blancura entre el gris verdoso de la vegetación de sus montes. Puertas pequeñas, con umbral de lancha pizarrosa, y el dintel de madera con un rebaje en el centro a manera de grosero arco

Antigua reja castellana en Belvís

 A través de un patio o estrecho pasillo se llega a la verdadera vivienda, que está toda en el interior, como huyendo de la calle, por lo que no es extraño que apenas se adviertan en la pequeña fachada ventanas, porque todas dan al corral y al patio. Esto es una muestra de aislamiento e individualismo en todos los pueblos de La Jara. En donde se repiten estas Formas de construir al interior.

Tirarador de una puerta decorado en Belvís

Sus escasos huecos son muchas veces verdaderos agujeros, defendidos algunos con unas maderas en forma de cruz que sirve de reja. Sobre los achaparrados tejadillos, se alzan las chimeneas pesadas y monumentales, la parte sin duda más noble del edificio. De la época fundacional quedaban en este siglo XVI algunas casas habitables; otras en ruinas o abandonadas.

En sus casas vivían 105 campesinos, integrando la hermandad que origina el común oficio, las idénticas privaciones y trabajos y la escasa o nula diferencia social.”

Las casas humildes de Belvís eran en siglos pasados de canto y barro, enjalbegadas y de un piso o un piso y troje como las de la fotografía

El aceite de La Jara

EL ACEITE DE LA JARA

Olivares de La Jara y Valdepusa desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales
Olivares de La Jara y Valdepusa desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales

En el siglo XVI, Gabriel Alonso de Herrera, autor del primer tratado español de agricultura, decía sobre el olivo que “son tantas las excelencias deste árbol que antes es cierto que para las poder decir bien y declarar me faltarán más palabras que materia. ¿Qué provisión o despensa es buena sin aceite?, tanto que en el Psalmo es puesto por una de las tres principales que son pan, vino y aceite; otras provisiones son para abundancia, pero el aceite es de necesidad”.

El que esto aseguraba era un sabio clérigo de una ciudad castellana, Talavera de la Reina. Desde ella se repobló después de la reconquista un enorme territorio antes desierto por las continuas escaramuzas de moros y cristianos que por hallarse despoblado se llamó La Jara.

Cuando hace cuatro mil años, los primeros agricultores jareños construían monumentos megalíticos como el dólmen de Azután, a miles de kilómetros, en el oriente medio se comenzaba a injertar el olivo silvestre para conseguir su mejor aprovechamiento en la obtención del aceite.

Ese olivo silvestre se conoce como acebuche,  nombre que procede de la lengua berebere que los habitantes del norte de África trajeron hasta la Jara cuando los árabes la habitaron sirviéndose de esos bravos guerreros magrebíes que fundaron lugares como la misteriosa Ciudad de Vascos, cuyos alrededores, como tantos otros lugares de La Jara, están  repletos de los acebuches que nacen espontáneamente en esta tierra donde, como dice también Alonso de Herrera, “este árbol es de mucha vida, que cuasi es sempiterno, y aunque muchos años le dexen sin labrar no peresce…y en retornando sobre él, él retorna sobre sí, y de viejo se hace nuevo, de enfermo sano, de estéril frutífero, de seco verde”.

Casilla de olivar en Belvís

Justifica también este primer ingeniero agrónomo español, autor de cabecera de muchos agricultores biológicos, la bondad de estas tierras para el cultivo de olivares porque “quieren tierras algo airosas” como las rañas y barreras de La Jara. Asegura también que nuestro venerable árbol precisa de “aires templados, que en lo muy caliente en demasía no se hacen, ni tampoco en lo muy frío  mas, con todo, más sufren algo de calor que de frío”.

Nos aconseja además Alonso de Herrera que la buena tierra para el olivar sea la de “guija y barro” que no es otra cosa que el suelo de rojas arcillas y abundantes cuarcitas terciarias de estas tierras jareñas que son ideales como vemos por su clima y edafología para el cultivo del olivar  y así “ muy presto se hagan aquí las olivas y muy presto hagan el más singular aceite que nunca vi”

Rulos y maquinaria de una almazara en un monumento de Belvís de La Jara
Rulos y maquinaria de una almazara en un monumento de Belvís de La Jara

Un cultivo que nos vino por el mediterráneo y que es componente fundamental de la más saludable dieta del mundo, la dieta mediterránea, que no es cuestión de modas pues el autor que nos va guiando decía ya en tiempos del Renacimiento castellano que “ el aceite es ponzoña contra las ponzoña, tanto las comidas como las exteriores”. ¿Intuiría ya con estas palabras nuestro estudioso autor los benéficos efectos del aceite de oliva sobre el metabolismo de los lípidos ?  Se referiría intuitivamente al colesterol como ponzoña, como veneno que tantas riesgos acarrea para las enfermedades cardiovasculares?

El aceite de La Jara nace de un limpio entorno natural ideal para su producción. Pero además es mimado en cada uno de los procesos que lo llevará  desde el árbol a la mesa. El olivo es la principal fuente de riqueza de estas gentes jareñas, sobrias pero acogedoras, que miman el árbol desde que con ilusión plantan la estaca, abonan y preparan esos suelos tan duros de trabajar, talan y limpian sus troncos de los chupones con esmero, casi con cariño,  vareando con sistemas tradicionales las olivas, ya que al ser muchas plantaciones de difícil acceso no admiten el empleo de medios mecánicos. Llevan sus aceitunas a las modernas instalaciones de las cooperativas que han sustituido a las almazaras tradicionales de rulo y viga que sirvieron para exprimir la aceituna desde hace siglos. Obtienen así un producto elaborado con la calidad humana de las gentes de la Jara que llevará a su mesa el sabor y la calidad de vida de un producto natural, saludable y exquisito.

Olivo en La Jara

Pero habremos de detenernos en nuestro viaje jareño para llenar la andorga, para saborear los platos, los muchos guisos y asados que tienen en el aceite de oliva el ingrediente fundamental para una cocina sana pero sabrosa.

Siempre fueron los clérigos amantes de la buena mesa y pues con uno comenzamos, con otro terminaremos, el párroco de Mohedas de la Jara que a finales del siglo XVIII le informaba a su Obispo de que: “ Según de los nuevos plantíos que se van haciendo y se hallan nuevamente hechos, cuidándolos y reservándolos…fuera este terreno abundantísimo de estos  frutos, pues crían las olivas que aquí hay un aceite especialísimo, claro como agua y bello sabor, lo comparo al aceite de almendras dulces”.

Un aceite pues, éste de La Jara que constituye un producto con historia,  natural y de gran de calidad.

Chozo de olivar en Mohedas de La Jara

POR LAS RAÑAS Y LAGUNAS DE BELVÍS

Construcciones tradicionales en las rañas de Belvís

Desde Belvís vamos a tomar el camino que en dirección sur nos lleva hasta la raña de Montarco y luego a la de Paniagua. Las rañas son las llanuras rojizas de esta comarca, limitadas por los valles que ha modelado la erosión de los ríos y arroyuelos que bajan de la sierra. En las laderas de esos valles, o «barreras» como se llaman aquí, miles de olivos contrastan su verde plateado con el rojo de la tierra.

Lagunas de Paniagua y al fondo la sierra de La Higueruela

La vista hacia el norte al coronar sobre la raña es impresionante por los geométricos olivares, pero el paisaje cambia al llegar a la raña o llanura donde las salpicadas encinas nos hacen tener el espejismo de encontrarnos en la sabana africana.

En el camino hemos ido viendo algunas construcciones típicas de la Jara Baja con las pequeñas huertas y las casillas de olivar en cuarcita, pizarra y adobe. Pasamos incluso junto a algunas en la raña con sus pozos y revestidas por el revoco de barro rojizo y paja.

Otra vista de las lagunas de Paniagua

La pista pasa junto a las dos lagunas que todavía aumentan esa sensación de paisaje africano, reflejando las elevaciones de la Jara Alta.

Las dos lagunas, dada la sequía actual, varían mucho su superficie según la pluviosidad, pero es llamativo, cuando se llenan, observar las aves migratorias que paran en ellas y el contraste de estos pequeños humedales con el duro paisaje jareño.

Mar de montes de la Jara Alta

Junto a ellas discurre una pista por la que ascenderemos en dirección sur hasta unos pinares cercanos salpicados de algunos alcornoques y quejigos, podemos desde allí observar la sierra del Algibe y de la Picaza, con un manto vegetal bien conservadoy donde es posible ver algún ejemplar de venado ,corzo o jabalí si nos adentramos por los bosquecillos. El aficionado a los níscalos puede también recogerlos en los pinares, y los madroños son abundantes para el que guste de su fruto.

Horno de cal en nuestro camino de vuelta

Es interesante ascender hasta la cumbre por el camino y detenerse allí a contemplar una vista que impresiona de toda la Jara Alta .

Si no deseamos ascender hasta el collado y observar sus magnífica panorámica, volveremos por el camino que nos lleva a la finca Rosalejo, junto a la que hay dos hornos de cal o caleros, uno a trescientos metros de otro, y en el más cercano a la casa una casilla destechada por el estallido accidental de unos barrenos de los utilizados para extraer la piedra caliza. También hay una fuente y una gran labranza. Seguimos este solitario y agradable camino hasta llegar de nuevo a Belvís de la Jara.

Otra de las lagunas de Belvís al oeste del casco urbano

DAMOS UNA VUELTA POR BELVÍS DE LA JARA

EL CONJUNTO URBANO
La decadencia del medio rural
 La plaza, con los soportales del ayuntamiento y algunos de los edificios que la conforman, conserva cierto sabor. Es interesante recorrer la Calle Real en la que se puede observar un conjunto de viviendas construidas con la arquitectura tradicional de La Jara Baja, entre las que destacan algunas edificaciones de calidad de finales del siglo XIX e inicios del XX. Son típicos los arcos rebajados con rejería en las ventanas de planta baja y los balconajes de hierro en el primer piso. Las fachadas están enfoscadas y el recercado de los huecos se pinta en color diferente al de los muros. Frente a la almazara donde se prensa el fruto de los magníficos y extensos olivares de Belvís se ha levantado un monumento con los rulos de un antiguo lagar de aceite.
Reja antigua en Belvís de la Jara
IGLESIA
Junto a la plaza se encuentra la iglesia que es un templo modesto pero que conserva algunos de sus elementos mudéjares de interés, seguramente procedentes de la segunda y tercera reconstrucciones que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XVI. Es un edificio de tres naves con ábside plano y torre a los pies. La capilla mayor está cubierta con bóveda de medio cañón y se separa del crucero por arco triunfal de medio punto.
Visión nocturna de la torre de la iglesia de Belvís
El crucero está cubierto con artesa cuadrada de par y nudillo con limas mohamares y buena ornamentación de lacería mudéjar tardía. La nave central es de mayor anchura y está separada de las dos laterales por arcos de medio punto de ladrillo apoyados sobre machones ochavados del mismo material. La torre se levantó en 1857 y las vidrieras son sencillas y modernas pero tienen su encanto.
Vidriera de la iglesia de Belvís de la Jara
FIESTAS: En Belvís se celebran las fiestas de San Sebastián protagonizadas por una antigua hermandad que organiza la procesión y las pujas. Los quintos queman el Judas el Domingo de Resurrección formando corro en torno al fuego que encienden con grandes haces de jara traídos del monte
Tirador de herrería en una puerta de Belvís
ARTESANÍA y GASTRONOMÍA: Antes de marcharnos de Belvís se puede adquirir alguna de las labores tradicionales elaboradas por sus mujeres  con motivos lagarteranos que nada tienen que envidiar a los del pueblo arañuelo. Entre los productos autóctonos debemos destacar el delicioso aceite jareño. El preciado líquido se puede adquirir en la cooperativa olivarera del pueblo, aunque no debemos tampoco despreciar el recio vino que se corre en las pitarras locales y que se vende en sus bodegas. Para los abstemios recomendaremos las aguas minerales que se embotellan en una planta local. Tampoco nos olvidamos de las almendras especialmente ricas en Belvís y conocidas como almendras de “desmayo”.
Una de las vivirndas de principios de siglo XX en Belvís
Este es un pueblo en el que tuvieron fama sus guisanderas. Tal vez el cochifrito sea el plato más característico, pero citaremos otros como la cachuela, el ajocano, el gazpacho o el caldo “breve”. Los dulces domésticos como las cañas, los buñuelos de miel, las rosquillas de bola, las tortas de chicharrones, los bollos de leche o la torta sobada pueden servirnos de postre.
Arquitectura popular en Belvís

BELVÍS DE LA JARA, UN POCO DE HISTORIA

Paisaje de La Jara Baja cerca de Belvís

Nuestra excursión de hoy comienza en Belvís de la Jara, el pueblo de mayor número de habitantes de la Jara Baja en cuyo término abundan los yacimientos arqueológicos que nos indican la presencia del hombre desde el paleolítico, como nos demuestra el hallazgo de útiles de piedra tallada en la zona del Viñazo. También se ha encontrado industria pulimentada datada en el neolítico y el calcolítico, época a la que pertenecen unos de los primeros vasos documentados en España pertenecientes a la cultura Campaniforme.

Cerámica de la Edad del Bronce en la tumba excavada de El Carpio

Damos un salto en el tiempo de un par de milenios y tenemos que referirnos a la tumba hallada en la labranza de “El Carpio”. Un enterramiento de características principescas, como se deduce de la calidad de los objetos metálicos de hierro y plata y el ajuar cerámico de tipo orientalizante aparecidos en su excavación y que nos hablan de una influencia del mundo tartésico en las culturas de la zona, allá por el siglo VII antes de Cristo.

Inscripción ibérica de Los Maíllos

En el paraje conocido como Los Maíllos encontró don Fernando Jiménez de Gregorio, belviseño ilustre e historiador de estas tierras, una curiosa inscripción ibérica grabada sobre un gran fragmento de cuarcita. Son varios los asentamientos romanos documentados en el término y el Padre Fita asegura que el “Castellun Ciselli” se hallaba en el paraje del Tajo conocido como Canturias que, erosionada la ribera por el río, acabó desplomándose sobre sus aguas. En el desaparecido lugar de Aguilera parece que existió un convento femenino en época visigoda o paleocristiana.

Sepultura romana descubierta por las aguas en la desembocadura de el Jébalo

También en esta zona cercana a la desembocadura del Jébalo en el Tajo se encontraron al bajar las aguas del embalse de Azután restos de una de las muchas atalayas medievales de observación y refugio que defendían estas tierras fronterizas.

Cruz a la entrada de Velvís de la Jara

En 1081, pocos años antes de conquistar la Talabaira musulmana, Alfonso VI recibe la fortaleza de Canturias del rey de la taifa toledana a cambio de ayudarle en su defensa contra el reyezuelo de Badajoz. Una vez conquistada la villa de Talavera, comienza la repoblación de estos territorios. Con ella se puebla el lugar cercano de “Pajares” y a principios del siglo XV Talavera concede permiso para establecerse en el actual Belvís a un tal Juan Ladurda y otros compañeros. Como casi todos los pueblos jareños también éste permaneció unido a Talavera, capital del alfoz, hasta que a mediados del siglo XIX se abolieron los señoríos.

Olivares, almendros y casillas en Belvís

Antes de ello, había sufrido Belvís los avatares de la Guerra de la Independencia con las idas y venidas de las tropas españolas y francesas. También anduvieron por aquí algunas partidas carlistas como la del famoso “Palillos” o la del violento “Jara. El general Prim y sus tropas se alojaron en Belvís durante su recorrido por estos montes mientras huían hacia Portugal.

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (4): LAS HERENCIAS-ALDEANUEVA

LAS HERENCIAS-ALDEANUEVA

Bunker sobre el reculaje del Tajo en la desembocadura deel Jébalo

Abandonamos Las Herencias tomando el camino de Belvís que asciende desde la parte oriental del casco urbano. No debemos confundirlo con el de Alcaudete, que sale del mismo punto pero más hacia la izquierda. Después de un empinado ascenso llegamos a las elevaciones donde nace la impresionante barranca de Valdecasillas. Limita por el oeste con los cortados de Los Castillos.

El valle bajo de El Jébalo desde el camino que vamos recorriendo

El camino discurre paralelo a las cumbres y permite una magnífica vista, hacia el sur contemplamos el valle bajo del Jébalo con las riberas pobladas de frenos y choperas de repoblación y, al norte, el Tajo con las tablillas de Azután. Río abajo, se sitúa el paraje de Canturias identificado por el padre Fita como el “Castellum Ciselli”, que se desplomó sobre las aguas debido al desgaste de las riberas por la corriente y en cuyo entorno se encontró además una lápida funeraria visigoda. En el caserío de la finca actual se ha establecido un complejo de turismo rural que dejaremos a la derecha de nuestro recorrido.

Puente sobre el río Jébalo en nuestro recorrido

La ruta discurre entre chaparros, retamas y algunas coscojas, especie esta última característica de las terrazas altas del Tajo más adaptada a la condición más caliza del terreno. Comenzamos a descender hacia el valle del Jébalo después de haber andado unos cuatro kilómetros desde Las Herencias. Quinientos metros antes del río el camino se bifurca en dos, uno de ellos seguirá hasta Belvís y atravesará por un hermoso puente de ladrillo situado en un ameno paraje.

Torre medieval de la dehesa de castellanos sobre el valle del Jébalo

Tomando a la izquierda otro camino que parte río arriba pero, antes de cruzar el puente, podemos acercarnos a la Torre de Castellanos. Esta construcción medieval es una de tantas que servían de observatorio y refugio en los inseguros tiempos medievales en que las acometidas de los cristianos y las razzias de los árabes batían las tierras fronterizas del Tajo. La torre está muy deteriorada por las malas actuaciones que se han realizado sobre ella para utilizarla en funciones agrícolas y ganaderas, pero desde su altura domina esta antigua Dehesa de Castellanos propiedad en el siglo XIV de Juan Ortiz Calderón, un caballero de vida poco edificante que poseía una gran fortuna. Al parecer mató a un alcalde de Talavera y desterrado en Portugal conoció al obispo de Coimbra que en aquel entonces era don Pedro Tenorio al cual nombró albacea testamentario. Su última voluntad era que en estas fértiles vegas se fundara un monasterio jerónimo, pero la insuficiente dote y lo insalubre del terreno llevaron al ya por entonces arzobispo de Toledo a destinar tanto esta propiedad como la de Pompajuela al nuevo convento jerónimo que se establecería en Talavera, el monasterio de Santa Catalina.

Volvemos sobre nuestros pasos y cruzamos el puente. Recorremos un kilómetro hasta la carretera y seguimos por ella hasta otro puente que cruza el sobre el Jébalo, también a un kilómetro aproximadamente. Poco antes de este puente sale a la izquierda el camino de Aldeanueva a Talavera por el que continuaremos nuestro periplo jareño.

Objetos de plata hallados en la tumba principesca de transición de la edad del Hierro a la del Bronce halla en la orilla del embalse

Nos encontramos en otro paraje natural de gran belleza. El Tajo, debido al reculaje del embalse de Azután, sube e inunda el valle del Jébalo sobre su antigua desembocadura y aquí, al igual que en las tablillas de Azután, la riqueza de avifauna es considerable. Anátidas y garzas reales abundan entre las espadañas o se posan en los troncos secos de los árboles muertos por la inundación. El paisaje al atardecer es digno de disfrutarse armados de unos prismáticos que nos permitan observar las aves. El camino continúa bordeando la margen izquierda del pantano atravesando unos parajes que también son muy ricos en yacimientos arqueológicos. En la finca de La Golilleja se encontró una de las primeras muestras de la cerámica llamada campaniforme.

Vasijas de cerámica Campaniforme de la Edad del Cobre halladas en La Golilleja, cerca de la desembocadura del Tajo

En la orilla norte, dentro de la finca de El Carpio, que conserva todavía los grandes edificios de su labranza, se encontró una tumba principesca de la transición de la Edad de Bronce a la del Hierro con interesantes cerámicas y un puñal de este metal, novedad tecnológica para la época. También son estos restos, como los ya reseñados de Las Herencias, de tendencia orientalizante y vinculan a esta comarca con el sureste español y el mundo tartésico. Esta tumba fue descubierta por las aguas, al igual que una villa romana cuyas piedras hizo también aparecer el embate de las olas del embalse.

Fresnedas en el Jébalo bajo

Seguimos el viaje hasta una casa casi inundada por las aguas desde la que el camino asciende separándonos del río. Atravesamos junto a las típicas casillas de piedra de las fincas de almendros antes de llegar al arroyo Tamujoso. En este mismo lugar se produjo en los años cuarenta un asalto de los maquis a los vecinos de Aldeanueva que volvían de las ferias de Talavera.

Desde estas lomas podemos ver a la derecha el viaducto o puente de Amador, una impresionante obra que se construyó para el paso de la “Vía del Hambre”. Cruzamos el arroyo y subimos hacia el antiguo solar que ocupaba Corralrrubio, un pueblo hoy desaparecido del que solamente queda una fuente y los vallados de las antiguas propiedades. Proseguimos nuestro viaje y llegamos a Aldeanueva de Barbarroya

LA INSCRIPCIÓN «IBÉRICA» DE LOS MAÍLLOS EN BELVÍS

LA INSCRIPCIÓN IBÉRICA DE LOS MAÍLLOS EN BELVÍS

Fernando Jiménez de Gregorio junto al bloque en que se halló la nscripción

Don Fernando Jiménez de Gregorio, entrañable maestro que tanto estudió nuestra tierra, fue quien primero describió esta inscripción rupestre hallada sobre un gran bloque de cuarcita en el vallejuelo de Los Maíllos en el alto Jébalo y en término de Belvís de la Jara. El bloque fue llevado al domicilio de don Fernando y allí ha sido estudiado por varios especialistas.

Inscripción ibérica de Los Maíllos

Se trata de un bloque de piedra dividido en dos fragmentos que se encontraba formando parte de un vallado y tiene unas dimensiones de 90 por 50 cm. Los signos, unos 40 identificables según Alberto Porlan, se distribuyen a lo largo de dos renglones paralelos al modo de las cartillas escolares y al menos seis de los signos son claramente ibéricos.

Otra vista de la inscripción ibérica

Se trata de lo que parece ser un lenguaje levantino del que nunca se ha hallado más al occidente de Valencia y por tanto tiene una gran importancia por hallarse en territorio céltico vettón,cuyos pueblos hablaban lenguas indoeuropeas y no ibéricas, lo que plantea interrogantes sobre la distribución de estas lenguas paleohispánicas. Las inscripciones similares más cercanas son dos de badajoz pero son del tipo de escritura del sudoeste y no levantino.

Lectura de los signos según Eigenio Ramón Luján Martínez

La inscripción principal ocupa dos líneas paralelas, como vemos en los dibujos, aunque parece haber signos sueltos y otros más pequeños ilegibles.Es un lenguaje llamado semisilabario que se lee de izquierda a derecha.

Paraje de El Portezuelo, junto al arroyo de Los Maíllos

Eugenio Ramón Luján quiere ver en la inscripción dos nombres, uno masculino y otro femenino, lo que le induce a pensar que es una inscripción funeraria probablemente dedicada por el marido a su esposa.

Lectura de los signos según Alberto Porlan

ÚLTIMA CAUSA DE LA SANTA HERMANDAD REAL Y VIEJA DE TALAVERA

ÚLTIMA CAUSA DE LA SANTA HERMANDAD REAL Y VIEJA DE TALAVERA

Puerta de Zamora y a la izquierda las columnas de la portada de la Santa Hermandad
Puerta de Zamora y a la izquierda las columnas de la portada de la Santa Hermandad

Nos encontramos a primeros de junio de 1833 en Mohedas de la Jara. Hasta aquí se ha desplazado el hermano y comandante de la fuerza de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera para investigar el asalto sufrido por Juan Oliva, vecino de este lugar, que se dirigía hacia Puente del Arzobispo en compañía de un criado.

Según  declara la víctima, había sido asaltado por un hombre que por las señas que tenía y le havían referido, hera uno de Carrascalejo[i] que se havía dado al robo, quitando al testigo ochenta y un reales en metálico,  en veinte pesetas, y lo demás calderilla, dos panes y un poco de cecina de fiambre… que ni al que declara ni al criado molestó el malhechor, pero sí amenazó con un arma de fuego que tenía puesta en el brazo.Tanto Juan Oliva como su criado reconocen al asaltante cuando se lo muestran a través de la ventana de la cárcel de Mohedas.

Vista de Mohedas de la Jara desde El Castrejón
Vista de Mohedas de la Jara desde El Castrejón

Con el celo sistemático que ha caracterizado a la Santa Hermandad durante toda su existencia se continúan las pesquisas y para ello se traslada la comitiva con el preso a Campillo de la Jara. Allí se toma declaración a un vecino del lugar afectado también por las fechorías de Juan Gómez El Boyero.

Se trata de Andrés López que se dirigía de La Estrella a Villar del Pedroso[ii] montado en su jaca y buscando su trabajo de cedacero[iii], y al pasar por el Cordel de las Merinas[iv] , como un tiro de vala, le sorprendió un hombre que salió de entre unas peñas, y le dijo que se apease y se echase boca abajo apuntándole con una escopeta corta. El ladrón tomó su dinero y quiso también robarle la capa pero la víctima le rogó que se la dejase pues que todos heran amigos y combecinos,a lo que respondió el bandido:

No digas nunca que conoces a nadie, que me dan intenciones de abrasarte!.

También es reconocido El Boyero por su víctima de El Campillo.

Prosigue el periplo indagatorio hermandino y llegan ahora a La Nava de Ricomalillo en busca de pruebas contra el preso. Como en otras ocasiones, se requiere al alcalde de la localidad para que ponga a disposición de la Santa Hermandad a los testigos que puedan aportar algún dato. Comparece Manuel Muñoz que relata como pasando el declarante a la villa de Castilblanco a marquear[v] tierras, y al caer del lado allá del cerro que llaman Atrabesado, en el sitio de los Guarranques, salió de entre una madroña un hombre con una escopeta corta y una especie de lanza o chuzo atado a la boca de ella, y apuntándole al testigo, le dijo en voz alta:

– ¡ Paisano abajo ! ¡ El dinero!, ¡Pronto!

Manuel se ve obligado a entregar la peseta que llevaba para el viaje, además de una bota de vino y la merienda para el camino. El ladrón le permite el paso pero cuando se halla ya a cierta distancia le vuelve a llamar a voces, y le dice:

¡ Poco a poco! , que todavía llevas más dinero…

Asustado se registra la faldriquera y le entrega unas monedas balbuceando :

– Aquí tengo otros cinco cuartos que me han quedado… haga vuestra merced lo que quiera.

– ¡Tráigalos vuestra merced! Que vuestra merced no los necesita para llegar al pueblo. Y cuidado con decir algo, porque si lo vuelvo a coger lo pagará todo –responde el salteador-.

Chozo en mohedas de la jara con hombre esquemático hecho con mampostería de cuarzo en sus muros
Chozo en mohedas de la jara con hombre esquemático hecho con mampostería de cuarzo en sus muros

Este mismo testigo añade que un hortelano, al que comentó su desgracia al llegar a las huertas de Alía, le dijo que un religioso jerónimo de Talavera, también había sido asaltado en los Guadarranques.

La siguiente jornada de las investigaciones se desarrolla en Belvís de la Jara. Aprovechando la estancia en este pueblo,  es interrogado el propio acusado sobre los hechos que se le imputan.

Conocemos así que nuestro protagonista tiene treinta y tres años, es casado y trabajador del campo. Acosado de la persecución que se le hacía y deseoso de mudar de vida, se presentó voluntariamente al comandante de la fuerza de la Santa Hermandad cuando éste requirió su presencia en Carrascalejo.

El primer delito en el que se ve implicado es la ejecución de un robo de bastantes intereses en la casa de un hacendado  de Alcaudete de la Jara. Pero al salir de la vivienda con sus cómplices, Ajofrín  y Montanera, son perseguidos por los vecinos del pueblo capturándole solamente a él y escapando sus compinches.

Prisionero en la cárcel de esa localidad, declara donde esconde el botín bajo promesa de perdón y libertad. Aunque descubre el escondite la justicia no cumple la promesa y El Boyero decide fugarse por una gatera del calabozo, después de haberse quitado los grillos, aprovechando el bullicio de la noche  de las vísperas de La Candelaria. Huye a la sierra de Carrascalejo siendo desde entonces su ocupación la de hurtar lo que ha podido, viéndose perdido y sin tener otro recurso para vivir.

Arquitectura popular de La Jara
Arquitectura popular de La Jara

Se conocen de esta manera nuevos detalles sobre sus robos, así como otras fechorías. Al jerónimo de Talavera le había  asaltado en Navatrasierra[vi] y  robado trescientos cuarenta reales, aunque no le hizo mal alguno, ni siquiera desmontarle de la mula, aún cuando conoció que llevaba más dinero.Y dándole una peseta que le pidió.

También robó en el sitio de la Oliva cuarenta reales a un jabonero y en el mismo lugar asaltó al herrador de Valdelacasa quitándole una peseta y dejándole con otra, pues no llevaba más que dos.

La Hermandad intenta obtener datos sobre otros delicuentes y delitos y le preguntan sobre un famoso Antolín Martin, y sobre el robo que se hizo a unos vecinos de la Mina y de Helechosa en el que se derramaron los santos óleos que se llevaban a este último pueblo. El Boyero niega toda relación con tan horroroso atentado.Igualmente aclara que la escopeta y el polvorín que utilizaba en sus atracos, se los robó a un cabrero de El Castañar de Ibor[vii].

Al llegar a Talavera se encierra al reo en la cárcel de la Santa Hermandad y se depositan sus armas en su tribunal. Sin embargo, no se inicia el proceso judicial porque se intenta pasar la causa a la jurisdicción ordinaria. Para ello se remite un oficio al Corregidor que no acepta en principio este caso porque se han desarrollado los hechos en despoblado. Después de varias idas y venidas el corregidor asume el proceso porque el primer delito había sido cometido en  una casa de Alcaudete y no en despoblado.

Los valles de Gualija y Guadarranques, cerca de Navatrasierra son agrestes parajes con muchos asaltos en su historia
Los valles de Gualija y Guadarranques, cerca de Navatrasierra son agrestes parajes con muchos asaltos en su historia

Lejos están ya los tiempos en que la Santa Hermandad intentaba abarcar una mayor jurisdicción y no  como en estos años finales de la institución que intenta sacudirse su responsabilidad. Dos años más tarde, en 1835, es abolida la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera.

[i] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres.

[ii] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres

[iii] Se trata del oficio artesanal por el que se fabrican  y venden  los cedazos.  Son intrumentos de criba formados por una armadura de madera sobre la que se ajusta otra del mismo material que sujeta la tela o la piel con los orificios más o menos gruesos según el material que se quiera cribar. En nuestra comarca solían utilizarse las pieles  de perro. Los cedaceros ambulantes se llevaban los animales vivos que les facilitaban los clientes y en el siguiente viaje traían el cedazo ya fabricado

[iv] Vía pecuaria de ganados trashumantes.

[v] Marcar, delimitar, deslindar y medir tierras. Oficio equivalente al de los antiguos agrimensores o los actuales topógrafos.

[vi] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres.

[vii] Lugar que hoy se incluye en  la comarca extremeña de Los Ibores pero que perteneció a la Tierra de Talavera.

RUTA A LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

RUTA A  LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

Croquis de la ruta, en mi libro "Rutas y Senderos de Talavera y comarcas" Croquis de la ruta, en mi libro «Rutas y Senderos de Talavera y comarcas»[/caption]

Alcaudete es hoy nuestro punto de partida. Se trata de uno de los primeros núcleos de población de la Jara que probablemente ya estaba habitado en época musulmana. La pionera repoblación cristiana de estas tierras en época medieval es recordada por un

La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete

monumento a la entrada del pueblo que nos recuerda a aquellos primeros colmeneros y ballesteros que se asentaron a las orillas del Jébalo. Ya que nos encontramos en Alcaudete, es obligado visitar su iglesia, una gran mole de mampostería y sillería granítica recientemente restaurada en la que debemos detenernos en su portada esculpida y en la cerámica del interior.

En las proximidades del templo se encuentra la llamada Torre del Cura, atalaya urbana que nos recuerda la inseguridad medieval de estas tierras. La arquitectura popular no es tan llamativa como la construida en pizarra en otras zonas de la Jara, pero conserva algunos ejemplares de casas señoriales que merecen un paseo por el centro del pueblo.

Preguntamos por el camino de Las Peralosillas que asciende hasta las rañas situadas al sur del pueblo y discurre paralelo al cauce del Jébalo. En todo este trayecto podemos descender los dos kilómetros que nos separan del río y encontrarnos con parajes de gran belleza en los barrancos que el agua ha labrado en la plataforma granítica. La riqueza en anidaciones de diferentes aves y el baño en las pozas enmarcadas por precipicios y roquedales merecen una parada.

Pozas del Jébalo. Esta es la de malpasillo poruqe se puede cruzar el río de un sakto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta 5 metros de profundidad. Pozas del Jébalo. Esta es la de Malpasillo porque se puede cruzar el río de un salto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta cinco metros de profundidad.

Pero nuestro trayecto continúa hasta el camino que desciende hacia la zona conocida como de Los Villarejos y el muro del embalse del Jébalo por cuyas riberas es agradable pasear o pescar. En la bajada de este camino es digno de ver el vallecito que queda a la derecha con un impenetrable bosque mediterráneo y la  panorámica sobre el valle medio del Jébalo horadando las rañas jareñas.

El camino sigue hasta el entrañable pueblecito de La Fresneda, pero nosotros deberemos tomar el camino que va por la ribera del pantano en dirección sur hasta el reculaje. Donde ya discurre el río en un cauce pizarroso que deja bonitas tablas transparentes donde bañarse o pescar los ricos cachuelos del Jébalo. Además hay que resaltar que en el trayecto hasta el caserío de Paniagua iremos viendo algunos ejemplares representativos de labranzas y casillas típicas de la arquitectura popular de La Jara.

La aldeílla o labranza de Paniagua La aldeílla o labranza de Paniagua

Llegamos así a la labranza de Paniagua que en realidad era una pequeña aldea en torno a una era empedrada. Desde aquí tomamos el camino que en dirección oeste nos lleva subiendo la berrera hasta la raña de Paniagua. Las rañas son las llanuras rojizas de esta comarca, perfiladas por la erosión de los valles de los ríos y arroyuelos que bajan de la sierra. El camino pasa junto a una de las dos lagunillas que dada la sequía actual permanecen casi todo el año sin agua, pero es llamativo, cuando se llenan de agua, observar las aves migratorias que paran en ellas y el contraste con el duro paisaje jareño de estos pequeños humedales.

Junto a las lagunas discurre una pista por la que ascenderemos en dirección sur hasta unos pinares cercanos salpicados de algunos alcornoques y quejigos, podemos desde allí observar la sierra del Aljibe y de la Picaza, con un manto vegetal bien conservado y donde es posible ver algún ejemplar de venado, corzo o jabalí si nos adentramos por los bosquecillos. El aficionado a los níscalos puede también recogerlos en los pinares, y los madroños son abundantes para el que guste de su fruto.

Es interesante ascender hasta la cumbre por el camino y detenerse allí a contemplar  una vista impresionante de las redondeadas cumbres de la Jara Alta.

Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo

Damos la vuelta y por la misma pista que hemos venido, volvemos hacia el norte pero sin dejarla hasta llegar a Belvis de la Jara.  En las «barreras» como se llaman aquí las laderas que descienden desde la raña, miles de olivos contrastan su verde plateado con el rojo de la tierra. Desde Belvis tomamos la carretera hacia Alcaudete y, pasados unos tres kilómetros, cruzamos un arroyo en cuyas orillas, tres kilómetros más arriba, se sitúa un curioso balneario popular, los baños del Vivaque donde se aliviaban sus reumas los jareños. Tanto en Belvís como en Alcaudete hay restaurantes de carretera donde comer.

Las huertas de Alcaudete en invierno forman un paisaje digno de verse por el verdor de sus afamadas lechugas,no hay que pasar sin llevarse alguna ,también hay buenos embutidos. En Belvis se puede adquirir un vino de la tierra de buena calidad y tampoco debemos olvidar el magnífico aceite de las cooperativas de la zona, uno de los mejores del mundo, y a buen precio.