JUAN FLORES, JAN FLORIS O HANS DE VRIENDT: PRECURSOR DE LA CERÁMICA RENACENTISTA EN TALAVERA

San Pablo representado en azulejería de la iglesia de Garrovillas (Cáceres) cuyo autor es Juan Flores

A pesar de las especulaciones sobre la estancia del italiano  Niculoso Pisano en Talavera, simplemente por haber realizado una de sus obras en el pueblecito abulense de Flores, relativamente cercano a Talavera,  no es hasta treinta años después, a mediados del siglo XVI, cuando en  la villa del Tajo se comienzan a realizar obras de azulejería que pueden ser efectivamente identificadas como piezas cocidas en sus alfares. Y es especialmente un ceramista que provenía de Flandes  llamado Hans de Vriendt o Jan Floris, más conocido en España como Juan Flores, el primer ceramista puramente renacentista que podemos asegurar que desarrolla su actividad artística en Talavera y su entorno. En sus obras se da por primera vez la unión entre las influencias italianas y las venidas de Flandes sobre la cerámica talaverana renacentista en sus inicios.

Firma de Juan Flores o Jan Floris en los azulejos de Garrovillas
Firma de Juan Fernández en el retablo de la iglesia de Candeleda

Nace Floris en Amberes hacia el año 1520. Se le nombra con sus hermanos en un documento de 1540 y en el año 1550 aparece como maestro en el gremio de pintores de esa ciudad,  asociación llamada Guilda de San Lucas. Parece que en su formación recibe influencias del taller de un ceramista italiano de Casteldurante pero emigrado a Flandes llamado Guido de Savino o Guido Durantino, conocido en Amberes como Guido de Andries o Andreis.

Grabado de Cornelis Floris con sus características «ferroneríes» que serán representados en las obras de Floris y en general de la cerámica talaverana renacentista

Los característicos motivos llamados “ferroneríes”, similares a recortes de cuero para unos o formas y cartelas de forja para otros, se ha creído tradicionalmente que deben a Floris su venida a  Talavera y España . En realidad la autoría inicial de estas ferroneríes proceden de grabadores italianos pero son difundidas en Flandes por Cornelis Bosch, y por Cornelis Floris, arquitecto y escultor que era hermano de nuestro pintor y ceramista Jan Floris.

Grabado con ferroneríes de Cornelis Bos

Algunos autores apuntan también a la posibilidad de que Floris hubiera estado también en Italia aprendiendo las técnicas de la “mayólica”, la cerámica pintada renacentista que tiene su origen en Mallorca y en otros focos españoles como Granada, Málaga y Valencia, pero que es perfeccionada y llevada a su máxima expresión en Italia.

En el año 1551 hay constancia documental de que Juan Flores viaja desde Flandes al extranjero, puede que con destino a España, dejando su tierra natal donde ya para entonces es considerado por su biógrafo Karl van Mander como el mejor ceramista de los Países Bajos.

Panel que representa a Santiago «Matamoros» en el pórtico de la basílica del Prado con decoración de ferroneríes

Según Ceán Bermúdez desde 1560 hasta junio de 1562 trabaja y vive en Plasencia, aunque obras como la de Garrovillas se dantan en 1558.  Dos documentos de 1561 dan algunas pistas sobre la actividad de Floris como pintor. Según el primero de ellos, Jan habría acabado  un retablo que el maestro flamenco Jorge de la Rua había iniciado en la capilla de Hernando de Loaysa, Marqués de Santa Cruz, en la iglesia de San Nicolás de Plasencia y que firma con las iniciales IF, de forma muy similar a como firma su obra de la iglesia de Garrovillas, descartando así el ceramólogo Alfonso Pleguezuelo que fuera su autor el famoso alfarero de Talavera Juan Fernández. El especialista García Mogollón aporta otra prueba en el sentido de que Juan Fernández firma su trabajo en Candeleda como Jv FRS y no IF, como ya hemos visto lo hace el maestro flamenco . Todo ello se confirma si observamos la gran diferencia de estilo de las obras confirmadas de Floris con el retablo de Juan Fernández en la localidad abulense, obra de este talaverano que tantos azulejos fabricaría para Felipe II.  También figura la firma 156I F en el cuadro de la Asunción de Plasencia, también obra del ceramista flamenco.

Pintura de la iglesia de San Nicolás en Plasencia que fue finalizada por Floris

El segundo documento en el que aparece Floris en la ciudad del Jerte es un contrato de 1561 para tomar como aprendiz a un tal Juan de Flandes durante cuatro años.

Parece que ya hacia 1558 Floris trabajaba en Plasencia, donde realiza trabajos identificados como suyos en la propia ciudad y en pueblos de su entorno más o menos próximos. Es el caso de su trabajo en la iglesia de Garrovillas, datado en 1559 y en el que se pueden ver los restos recolocados de dos altares con dos magníficas imágenes de San Andrés y San Pedro que dejan apreciar la gran calidad artística del trazo. El color dominante es azul oscuro con amarillo y algo de verde, tonalidades que no encontramos en la azulejería talaverana, aunque las iniciales del autor I F sí aparecen en dos de los azulejos, como ya hemos comentado.

OTRAS CASONAS

OTRAS CASONAS

Casa del Arciprestazgo en la esquina de calle del Perdón con la Corredera
Casa del Arciprestazgo en la esquina de calle del Perdón con la Corredera

Haciendo esquina entre la calle del Perdón y la Corredera se encuentra la Casa del Arcipreste o Casa de la Vicaría que es uno de los escasos ejemplos de las en otro tiempo numerosas casas de Talavera levantadas íntegramente en el aparejo llamado toledano con predominio del ladrillo y que, como casi todos los ejemplos que hemos visto, se distribuye en función de un patio interior, siendo una muestra más de esa tipología tan talaverana de la casa-patio. El zócalo es de sillería y tiene sobria balconada en planta alta con algunos de los huecos hoy cegados.

La llamada Casa de la panadería, hoy juzgado de los social.
La llamada Casa de la panadería, hoy juzgado de los social.

 

De tipología similar, solo que con la puerta de entrada rematada con arco de medio punto, es la llamada Casa de la Panadería, situada junto a la Puerta de Mérida. La balconada es más modesta así como el patio interior en torno al cual también se articula.

Casona llamada de los Pizarro en la calle Delgadillo
Casona llamada de los Pizarro en la calle Delgadillo

En la calle Delgadillo se puede todavía contemplar una hermosa casa- palacio del barroco tardío aunque con modificaciones posteriores. Edificada en aparejo toledano con paños de mampuesto y rejería del siglo XVIII, alero de canes de madera y canalón de plomo. Portal recercado de piedra y ventanas con recercados cerámicos. El patio está decorado también con cerámica.

Portada de una casa patio del siglo XVI en la calle San Sebastián
Portada de una casa patio del siglo XVI en la calle San Sebastián

En la calle de San Sebastián se conservan una casa-patio, las columnas son de orden dórico y con galería. La puerta de acceso tiene un arco de medio punto moldurado sobre pilastras nervadas en piedra y balconada sobre la clave.

Blasón del palacio de la calle San sebastián
Blasón del palacio de la calle San sebastián

También en esta calle, y probablemente relacionada con el hospital del mismo nombre, se encuentra una hermosa casa solariega barroca articulada en torno a un patio de planta rectangular y columnas de orden dórico con galería superior y pozo, aunque se ha derrumbado el interior en los últimos años. Se accedía por un zaguán y la fábrica es de aparejo toledano con un hermoso escudo nobiliario sobre la fachada

DOS HISTORIAS DE AMOR EN EL PALACIO DE VELADA

UN BORBÓN DE LUNA DE MIEL EN VELADA

La familia del infante Don Luis, retratada por Goya, que residió en el palacio de Velada La familia del infante Don Luis, retratada por Goya, que residió en el palacio de Velada

Don Luis de Borbón fue hijo de Felipe V y hermano de Carlos III. Debido a las presiones de la madre de ambos, Isabel de Farnesio, fue destinado a ser arzobispo de Toledo y Sevilla y cardenal, cargos para los que no tenía vocación y que le llevaban a insistir ante su hermano el rey en su intención de casarse, renunciando finalmente a los arzobispados. Pero Carlos III temía que los descendientes de Luis, que era en realidad el verdadero heredero de la corona, pudieran quitársela a sus hijos que, al ser nacidos en Nápoles, no podían por tanto ser herederos legítimos a causa de la Ley Sálica. Pero Carlos III consigue que se nombre como heredero a su hijo Carlos IV y es entonces cuando, más tranquilo, consiente el matrimonio de su hermano, un hombre por otra parte débil de espíritu y un tanto obsesionado con la experiencia sexual.

El rey permite al fin que don Luis contraiga matrimonio a los cincuenta y un años con Mª Teresa de Ballabriga, joven de diecisiete que no es de sangre real. A este matrimonio pone Carlos III duras y humillantes condiciones que entre otras cosas suponen un destierro encubierto, pues nunca podrá estar su residencia cercana a la corte. Se casó el infante en 1776 en el palacio que en Olías del Rey tenían sus amigos los marqueses de Villafranca y la luna de miel la pasaron en Velada.

Entrada al palacio de los marqueses de Velada en dibujo de Enrique ReañoLa "velaína Condesa de Chinchón retratada por Goya La «velaína Condesa de Chinchón retratada por Goya

Los condes de Chichón, único título que permitieron conservar a don Luis tuvieron un hijo, también llamado Luis, que así mismo sería cardenal de Toledo. Primero fue el matrimonio a vivir a Cadalso de los Vidrios donde su casa fue apedreada por la turba viniendo la atribulada pareja a parar a Arenas de San Pedro. Allí fijaron su residencia en el palacio que aún se puede visitar aunque quedó inacabado. Toda la familia pasaba largas temporadas en Velada, donde nacieron y fueron bautizadas sus dos hijas quedando como recuerdo de aquel hecho unas crismeras que don Luis regaló a la iglesia de la villa. Una de esas reales “velaínas”, doña Teresa, condesa de Chinchón, fue mujer de Manuel Godoy, Príncipe de la Paz y favorito de la reina. Fue pintada por Goya en un magnífico retrato, así como don Luis y su familia en otra pintura famosa, probablemente ejecutada por el genial pintor entre los palacios de Arenas y de Velada.

Sala cubierta completamente por azulejos del siglo XVII del palacio de Velada, hoy en el museo Ruiz de Luna Sala cubierta completamente por azulejos del siglo XVII del palacio de Velada, hoy en el museo Ruiz de Luna

OTRA HISTORIA DE AMOR

 El palacio de los marqueses de Velada fue escenario de la historia de amor de don Luis de Borbón. Pero además, una de las últimas habitantes del convento me refirió otra historia que sucedió cuando ya habitaba el palacio un nuevo dueño acaudalado que lo había adquirido y que no sé cuanto tendrá de leyenda y de verdad. Parece que su joven esposa, recién casada, entabló amistad con el médico del pueblo, amistad que acabó en amor apasionado que llevó a la fuga de Velada a los dos amantes. Pasada la primera fogosidad ambos se separaron, el médico no volvió al pueblo pero ella pidió perdón a su marido, que la dejó regresar a su lado y vivir en el palacio pero con la condición de que no saliera jamás y de que no hablara con ningún hombre salvo el confesor. Como el cornúpeta ya no se fiaba de nadie, solamente dejaba entrar al cura, pero debía confesar a su mujer en la salita recubierta de cerámica del siglo XVII de la que ya hablamos y que por su buena sonoridad permitía a ambos hablar en voz baja pero sin tener contacto físico. Se hizo precavido el astado.

Crismeras con las que bautizaron a la condesa de Chinchón y su hermana en Velada, obsequio a la parroquia de don Luis de Borbón

PALACIOS Y CASONAS (II)

PALACIOS Y CASONAS (II)

Palacio de los Girón y antiguo ayuntamiento
Palacio de los Girón y antiguo ayuntamiento

En torno a la plaza del Pan se distribuyen una serie de edificaciones palaciegas, el antiguo ayuntamiento, hoy sede de la delegación de la Junta de Comunidades, fue palacio de la familia Girón cuyo blasón ostenta sobre el balcón. Uno de sus miembros más conocidos se dedicó al servicio de las armas, el capitán Salcedo.

Este antiguo ayuntamiento acogió entre sus muros al autor de La Celestina, Fernando de Rojas cuando fue alcalde talaverano y es tradición que por la puerta que da a la plaza del  Arzobispo Tenorio accedía al edificio. Son de destacar la clavazón de la puerta, los llamadores en forma de toro, la portada con la balconada superior y la escalera interior. Seguir leyendo PALACIOS Y CASONAS (II)

PALACIOS Y CASONAS (I)

Zaguán del palacio de Villatoya

Palacio de Villatoya o de los Duque de Estrada Palacio de Villatoya o de los Duque de Estrada

Gonzalo Céspedes de Meneses fue un escritor de origen talaverano del siglo XVII que, en su novela Varia Fortuna del Soldado Píndaro, nos habla de sus paisanos en estos términos: «la gente della es apacible, agradable y en particular, la noble, que es mucha, lucidísima y de las más calificadas casas de España». Esta pequeña nobleza local tuvo su etapa de esplendor  desde finales del siglo XV hasta iniciado el XVII y en sus palacios exhibió la muestra de su poder oligárquico.

Pocos son los edificios que todavía se mantienen en pie, tristes y casi abandonadas muestras del pasado esplendor talaverano y de la permanente desidia de nuestra ciudad con su patrimonio histórico. La mayor densidad de estas casonas blasonadas se localizaba en  la“villa”, el casco antiguo cercado por el primer recinto amurallado. También en los arrabales mayores, más concretamente en la colación de las parroquias de San Miguel y El Salvador se concentraron algunas de estas nobles construcciones palaciegas.

villatoyadetPALACIO DE VILLATOYA

Dentro de la “villa”, se sitúa en la plazuela a la que da nombre el antiguo palacio gótico de los Marqueses de Villatoya. El Conde de Cedillo lo data en el siglo XV y lo enmarca dentro del arte gótico con «La portada que muestra un arco rebajado con exorno de bolas y dos pinaculillos. El portal, el más característico de Talavera en su género, tiene dos robustos arcos retorcidos y rebajados también con el adorno de bolas…Esta casa ha pertenecido sucesivamente a la familia talaverana Duque de Estrada y a los marqueses de Lanzarote, Villatoya y Jura Real. En ella se hospedó el Rey Felipe V durante su estancia en Talavera, entre el 8 y el 12 de Marzo de 1704». La fábrica es de sillería y junto al alero tiene, a modo de remate, toda una tira con decoración de bolas y tres canes, sobre ella, una cornisa moldurada. La fachada sur es posterior y reformada. Antes de su abandono definitivo, alojó el colegio Electrón.

Detalle de la fachada del palacio de Villatoya

Detalle de la fachada del palacio de Villatoya

En realidad debería llamarse palacio Duque de Estrada, ya que fue esta familia burgalesa, que se asienta en Talavera desde los primeros tiempos de la reconquista de la ciudad, la que lo construyó. Puede que Diego Duque o su hijo Fernando Duque, diplomático y hombre de confianza de los Reyes Católicos, iniciaran la edificación del palacio según podemos deducir por la cronología de su estilo. Entre los hechos históricos en los que se vio mezclado Fernando Duque destaca su periodo como embajador en Francia, la negociación de la boda de la princesa Catalina con el rey Enrique VIII de Inglaterra o su etapa como mayordomo de Juana la Loca. Francisco y Manuel Duque de Estrada sirvieron con las armas a Felipe IV y Felipe V respectiva- mente, interviniendo el primero en la toma de Lérida con una compañía de nobles talaveranos. Ildefonso Fernández identifica el palacio de los Duque con el edificio en el que tenía su sede el casino de Talavera en su época.

Palacio de los Condes de la Oliva hace unos años, cuando un fotomatón y demás "adornos" hicieron que Julio caro baroja lo sacara en un artículo de EL PAÍS como modelo de poca consideración con el patrimonio Palacio de los Condes de la Oliva hace unos años, cuando un fotomatón y demás «adornos» hicieron que Julio Caro Baroja lo sacara en un artículo de EL PAÍS como modelo de poca consideración con el patrimonio

PALACIO DE LOS CONDES DE LA OLIVA

Siguiendo la misma calle, frente al teatro Victoria, se encuentra ocupado por una juguetería el que fue palacio de los Condes de la Oliva. Hace unos años Julio Caro Baroja ilustraba un artículo sobre el deterioro del patrimonio en España con una foto de la fachada de este palacio recientemente adecentada. Edificado mayoritariamente en ladrillo, todavía conserva en su interior un bonito patio porticado con galerías en dos niveles.

Palacio de los conde de la Oliva en una foto antigua

El Conde de Cedillo refiere la existencia en ese mismo patio de dos lápidas romanas con sendas inscripciones, una de ellas se encuentra encastrada en el muro trasero de la Basílica del Prado.

Una de las lápidas romanas que se hallaban en el palacio de los condes de la Oliva Una de las lápidas romanas que se hallaban en el palacio de los condes de la Oliva

RUTA ENTRE ENEBROS

ENTRE ENEBROS

Esquema de la ruta "Entre enebros" Esquema de la ruta «Entre enebros

El recorrido de hoy nos permite conocer la vegetación y el paisaje característico de las zonas menos elevadas de las laderas de la sierra de San Vicente.

Junto a esta fuente comienza nuestra ruta de hoy Junto a esta fuente comienza nuestra ruta de hoy

Iniciamos el viaje en la pequeña localidad de San Román de los Montes. Podemos dar un paseo por sus calles y nos detendremos en la plaza para observar el rollo. El escudo de los Dávila nos recuerda que esta villa formó parte del señorío de Velada, y curiosamente el rollo de la cabeza de este marquesado se restauró a imagen de éste de San Román, mejor conservado que el de la propia Velada. Podemos ver una curiosa fachada decorada con pinturas del tipo de arte pastoril con el que se decoraban en nuestra comarca cuernos de beber , o tarras y especieros tallados en madera

Decoración con motivos similares a los de arte pastoril en San RománDecoración con motivos similares a los de arte pastoril en San Román

Visitaremos también la iglesia donde en el exterior, en su parte trasera, se conserva un sepulcro antropomorfo medieval, aunque otros lo remontan a época romana. La antigua casona fuerte del marqués se halla actualmente restaurada aunque con almenas simuladas poco afortunadas. A la entrada del pueblo, junto al arroyo, se ha restaurado también un lavadero tradicional y en el centro un antiguo potro de herrar, así como una fuente al inicio de nuestro camino. Al norte del casco urbano, en el arroyo, se haya un antiguo molino de agua de construcción granítica. La parte ribereña del término y sus urbanizaciones están a orillas del embalse de Cazalegas, y hay también una zona de pequeñas barrancas con una hermosa dehesa que llega hasta el río.

Enebral en la sierra de San Vicente Enebral en la sierra de San Vicente

El camino comienza como hemos dicho en una fuente con pilón situada frente a una ermita de reciente construcción. Se dirige en dirección oeste con un primer tramo coincidente con el cordel de merinas que viene desde Castillo de Bayuela. Lo abandonaremos al llegar al arroyo del Cercao, como a un kilómetro y medio, para continuar en dirección noroeste hasta llegar al pueblo de Marrupe. Durante todo el trayecto vamos contemplando, a la izquierda, un enebral que, por encontrarse en la umbría y en un vallecillo cerrado, conserva ejemplares de un porte considerable

En Marrupe visitaremos su iglesia, porticada y con un calvario junto a la entrada.Algunas calles guardan  sabor en su arquitectura popular granítica.

Preguntaremos por el camino que, en dirección este, va por la falda del monte de Cabeza Bermeja hasta Hinojosa de San Vicente.

Ameal en Marrupe Ameal en Marrupe

El trayecto discurre entre encinares con algún alcornoque, enebros, acebuches y jarales ,todo ello salpicado de los típicos prados cercados con vallados de piedra y algún ameal (acumulación cónica de  heno con un palo como eje, rodeada de una cerca que lo protege de los animales).Algún higueral y unos pocos olivares matizan el paisaje de la sierra baja.

Llegamos a Hinojosa de SanVicente, uno de los pueblos con más elementos conservados de arquitectura popular de la Sierra, sobre todo en el extrarradio del lugar, donde cuadras y cochineras conservan el ambiente de lo que eran estos pueblos hace cuarenta años.

No debemos dejar de visitar las dos ermitas, la de San Sebastián, con un calvario junto a ella, y la de San Roque, con una curiosa decoración popular en la hornacina del santo a base de trazos que parecen simular cerámica.

La plaza conserva todavía las agujas de piedra que en casi todos los pueblos de la sierra servían para cerrar los festejos taurinos. Descendemos de Hinojosa en dirección sudeste, hacia el arroyo Guadmora que baja desde el cerro de San Vicente, rodeado de prados ,encinas cornicabras moreras y enebros en un paseo agradable que hizo exclamar a un viajero del siglo XVIII que la hermosura de los campos de Hinojosa era similar a la de los de la ciudad italiana de Mantua. Aunque solamente queden algunas pitarrillas como muestra, el vino de Hinojosa tuvo una fama que sobrepasó en tiempos el ámbito comarcal. Fue pueblo que en sus trojes cultivó el gusano de seda hasta los años 60.

Chozo en término de Marrupe

Terminamos nuestro recorrido descendiendo el Guadmora hasta que junto a dos antiguos molinos ya documentados en el siglo XV, volvemos a recorrer el cordel hasta llegar nuevamente a San Román de los Montes.

Dice el Libro I de Dioscórides : “…el enebro provoca y calienta la orina, y, perfumado, hace huir las serpientes. Su fruto calienta y restriñe mediocremente y es amigo del estómago. Bebido vale contra las pasiones del pecho, contra la tose, contra las ventosidades, contra los tortijones de vientre y contra las mordeduras de animales emponzoñados. Es útil en los espasmos de nervios y en la sufocación de la madre”.

EL GUERRILLERO DE LA JARA

EL GUERRILLERO DE LA JARA

1946

Guerrilleros antifranquistas durante una acción Guerrilleros antifranquistas durante una acción

Los guardias civiles arrastran pesadamente sus capotes entre el monte bajo. Van despacio, los fríos bajan la savia de la jara y sus tallos se hacen quebradizos. Cualquier mal paso puede ser escuchado por los maquis y echar a perder toda la operación. Más de doscientos hombres entre guardias y falangistas se despliegan en silencio por las barreras del cerro de Ballesteros, cerca de Navalvillar de Ibor. Un grito del comandante hace que dé comienzo el ataque sorpresa contra la partida de “Quincoces”. El campamento debía ser sorprendido pero el grupo de “Jabato” da la voz de alarma y comienza el enfrentamiento con los guardias que les desbordan en número. Muere el mismo “Jabato”, el “Jopo” y “Sergio”. La desbandada es general y cinco guerrilleros más son detenidos.

Entre los brezos, el “Mejicano” se aplasta en el suelo junto a “Daniela” mujer del “Madroño” que ha sido hecho preso. Los dos observan aterrados cómo un guardia va recogiendo las municiones y la máquina de escribir que han dejado los guerrilleros en la huida se acerca a un canasto de esparto y se agacha al oír el llanto de un niño de pecho. Toma al niño y avisa al cabo que le ordena que se lo lleve. El “Mejicano” tiene que sujetar a la mujer que intenta saltar sobre el guardia para recuperar a su hijo, pero sabe que si lo hace es casi seguro que acabará acribillada a balazos y mordiéndose los puños  se traga las lágrimas contra el barro.

Los supervivientes corren como animales perseguidos por una reala y cruzan el Gualija resbalando con los cantos del río y calándose hasta los huesos un frío treinta de Diciembre. Las cuevas de la sierra o los doblaos de las labranzas y los molinos serán el escondite donde se oculten como alimañas maldurmiendo su pavor. Pronto será fácil encontrar una justificación ante ellos mismos que les lleve a abandonar la lucha armada y, resbalando por la cuesta del miedo, del acoso y de las palizas a sus familiares, es posible que pronto lleguen incluso a la delación. Otros, más fuertes o más convencidos, continuarán en la sierra. Entre ellos, el jefe de la catorce división, Jesús Gómez Recio, el tratante de “Aldeanovita” conocido como “Quincoces”, la leyenda guerillera de la Sierra de Altamira.

Jesús Gómez Recio, "Quincoces" el maqui de Aldeanovita en una fotografía durante el servicio militar Jesús Gómez Recio, «Quincoces» el maqui de Aldeanovita en una fotografía durante el servicio militar

Escondido entre las risqueras de la cumbre Jesús puede contemplar las llanuras pardas de su tierra, La Jara se extiende a sus pies y enfrente asoma la sierra de La Estrella como un volcán. Mientras esperan la hora de encontrarse con el “Manco”, su enlace de Valdelacasa, “Quincoces” piensa en lo precario de su situación. Desde lo de cerro Ballesteros todo ha ido de mal en peor. En Sevilleja han desertado “Cartón” y “Pepillo”, en los enfrentamientos de Los Alares y Piedraescrita han muerto “Salamanca”, “Acero” y “Compadre” y, después, todo ha sido un goteo de muertes y deserciones en cadena. Jesús es un hombre serio pero ya es también un hombre triste. Están lejos los tiempos en que tenían en jaque a los guardias e incluso se reunían en Talavera con los compañeros de Gredos y los de “Chaquetalarga” para coordinar ofensivas finales que nunca llegaron. Recuerda cuando tomaron el pueblo de Higuera de Albalat y, aunque temerosa, la población cantó con ellos la Internacional mientras él les arengaba desde el balcón del ayuntamiento. Todavía entonces pensaban que los ingleses y los franceses harían caer la dictadura de Franco. Jesús es guerrillero, ir rateando por las labranzas y majadas para comer o haciendo secuestros para sobrevivir no es la idea que “Quincoces” tiene de la lucha revolucionaria y, aunque ha habido algunos golpes afortunados como el de la central eléctrica de Belvis de Monroy, su lucha es ya sólo una pelea por la supervivencia. Lo mejor será huir a Portugal o a Francia, pero antes van a contactar con el “Manco” en la Gargantilla Ciega de Valdelacasa, es necesario conseguir munición y documentación.

A su lado fuma un cigarro “Lenín”, hermano del “Manco” mientras esperan a que anochezca. Jesús observa un grupo de buitres sobrevolando el valle del Gualija y recuerda sus días felices en Aldeanueva, con sus cinco hijos y una inquietud por mejorar la miserable vida de sus paisanos que le comía las tripas. Hasta llegó a ser alcalde por más que su mujer Isabel, conociendo su genio, quisiera alejarle de la política. Por eso consiguió que se trasladaran al Pantano de Cijara para comenzar una nueva vida que rompió el alzamiento fascista. El miedo a los culatazos nocturnos en la puerta y a las palizas hacen que Jesús se escape de la cárcel de su pueblo y nazca el mito de “Quincoces”.

Guerrilleros de la zona centro detenidos Guerrilleros de la zona centro detenidos

Abajo humean las casas de la labranza de Marcos y entre la penumbra se van perdiendo de vista los muros de un viejo castillo donde, como Jesús, unos hombres se defendían de otros hombres por estas sierras en las que, desde siempre, se echaron al monte gentes perseguidas.

Ha llegado la hora, los dos hombres van descendiendo hacia las casillas del valle donde, por las señales convenidas que ha dejado el “Manco”, saben que no hay peligro de emboscada. Pero no saben que el de Valdelacasa ha sido detenido hace unos días y con los expeditivos métodos de cuartelillo ha revelado el lugar donde ha de encontrarse con su hermano y su jefe. Él mismo sale a recibirlos por el camino y el grupo desciende sierra abajo. Los dos hermanos se adelantan charlando y “Quincoces” queda algo retrasado cuando se escucha el primer tiro que viene de entre las jaras. El fuego cruzado de los guardias civiles acaba con la vida de los tres hombres.

En Gargantilla Ciega todavía puede verse un montón de piedras, el majano que señala el lugar donde cayó Jesús Gómez Recio, el guerrillero de La Jara.

RUTA A LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

RUTA A  LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

Croquis de la ruta, en mi libro "Rutas y Senderos de Talavera y comarcas" Croquis de la ruta, en mi libro «Rutas y Senderos de Talavera y comarcas»[/caption]

Alcaudete es hoy nuestro punto de partida. Se trata de uno de los primeros núcleos de población de la Jara que probablemente ya estaba habitado en época musulmana. La pionera repoblación cristiana de estas tierras en época medieval es recordada por un

La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete

monumento a la entrada del pueblo que nos recuerda a aquellos primeros colmeneros y ballesteros que se asentaron a las orillas del Jébalo. Ya que nos encontramos en Alcaudete, es obligado visitar su iglesia, una gran mole de mampostería y sillería granítica recientemente restaurada en la que debemos detenernos en su portada esculpida y en la cerámica del interior.

En las proximidades del templo se encuentra la llamada Torre del Cura, atalaya urbana que nos recuerda la inseguridad medieval de estas tierras. La arquitectura popular no es tan llamativa como la construida en pizarra en otras zonas de la Jara, pero conserva algunos ejemplares de casas señoriales que merecen un paseo por el centro del pueblo.

Preguntamos por el camino de Las Peralosillas que asciende hasta las rañas situadas al sur del pueblo y discurre paralelo al cauce del Jébalo. En todo este trayecto podemos descender los dos kilómetros que nos separan del río y encontrarnos con parajes de gran belleza en los barrancos que el agua ha labrado en la plataforma granítica. La riqueza en anidaciones de diferentes aves y el baño en las pozas enmarcadas por precipicios y roquedales merecen una parada.

Pozas del Jébalo. Esta es la de malpasillo poruqe se puede cruzar el río de un sakto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta 5 metros de profundidad. Pozas del Jébalo. Esta es la de Malpasillo porque se puede cruzar el río de un salto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta cinco metros de profundidad.

Pero nuestro trayecto continúa hasta el camino que desciende hacia la zona conocida como de Los Villarejos y el muro del embalse del Jébalo por cuyas riberas es agradable pasear o pescar. En la bajada de este camino es digno de ver el vallecito que queda a la derecha con un impenetrable bosque mediterráneo y la  panorámica sobre el valle medio del Jébalo horadando las rañas jareñas.

El camino sigue hasta el entrañable pueblecito de La Fresneda, pero nosotros deberemos tomar el camino que va por la ribera del pantano en dirección sur hasta el reculaje. Donde ya discurre el río en un cauce pizarroso que deja bonitas tablas transparentes donde bañarse o pescar los ricos cachuelos del Jébalo. Además hay que resaltar que en el trayecto hasta el caserío de Paniagua iremos viendo algunos ejemplares representativos de labranzas y casillas típicas de la arquitectura popular de La Jara.

La aldeílla o labranza de Paniagua La aldeílla o labranza de Paniagua

Llegamos así a la labranza de Paniagua que en realidad era una pequeña aldea en torno a una era empedrada. Desde aquí tomamos el camino que en dirección oeste nos lleva subiendo la berrera hasta la raña de Paniagua. Las rañas son las llanuras rojizas de esta comarca, perfiladas por la erosión de los valles de los ríos y arroyuelos que bajan de la sierra. El camino pasa junto a una de las dos lagunillas que dada la sequía actual permanecen casi todo el año sin agua, pero es llamativo, cuando se llenan de agua, observar las aves migratorias que paran en ellas y el contraste con el duro paisaje jareño de estos pequeños humedales.

Junto a las lagunas discurre una pista por la que ascenderemos en dirección sur hasta unos pinares cercanos salpicados de algunos alcornoques y quejigos, podemos desde allí observar la sierra del Aljibe y de la Picaza, con un manto vegetal bien conservado y donde es posible ver algún ejemplar de venado, corzo o jabalí si nos adentramos por los bosquecillos. El aficionado a los níscalos puede también recogerlos en los pinares, y los madroños son abundantes para el que guste de su fruto.

Es interesante ascender hasta la cumbre por el camino y detenerse allí a contemplar  una vista impresionante de las redondeadas cumbres de la Jara Alta.

Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo

Damos la vuelta y por la misma pista que hemos venido, volvemos hacia el norte pero sin dejarla hasta llegar a Belvis de la Jara.  En las «barreras» como se llaman aquí las laderas que descienden desde la raña, miles de olivos contrastan su verde plateado con el rojo de la tierra. Desde Belvis tomamos la carretera hacia Alcaudete y, pasados unos tres kilómetros, cruzamos un arroyo en cuyas orillas, tres kilómetros más arriba, se sitúa un curioso balneario popular, los baños del Vivaque donde se aliviaban sus reumas los jareños. Tanto en Belvís como en Alcaudete hay restaurantes de carretera donde comer.

Las huertas de Alcaudete en invierno forman un paisaje digno de verse por el verdor de sus afamadas lechugas,no hay que pasar sin llevarse alguna ,también hay buenos embutidos. En Belvis se puede adquirir un vino de la tierra de buena calidad y tampoco debemos olvidar el magnífico aceite de las cooperativas de la zona, uno de los mejores del mundo, y a buen precio.

EL TAJO QUE YO CONOCÍ

EL TAJO QUE YO CONOCÍ

El merendero de El Paredón ya abandonado en el año 1974 El merendero de El Paredón ya abandonado en el año 1974

Cuando se hizo el 20-J de 2009 la multitudinaria manifestación en defensa del Tajo en Talavera, llamó la atención de los medios nacionales la presencia de algunos ciudadanos que portaban sencillas pancartas en las que,  sobre un cartón, pegaban fotografías de los momentos felices que pasaron en el  río antes de que nos lo usurpara el trasvase. Hay muchas razones  económicas, medioambientales e incluso de defensa de la propia dignidad para reivindicar nuestro río, pero lo que hoy  quiero contarles solo va de su aspecto más entrañable, humano y cultural.

La playa de Los Arenales con sus merenderos

Nuestro Tajo antes del trasvase  olía a río, un olor que ha quedado en el recuerdo y que no tiene nada que ver con el olor a cloaca y albañal que tiene hoy día. No era ya el río trasparente y de oro que describía Cervantes,  pero tenía el color de la vida, de verde o de tierra pero vivo. Hasta los cienos eran cienos que no olían a corrupción y a extraños componentes químicos. Aguas putrefactas  que llegan desde una ciudad de seis millones de habitantes y que producen extrañas espumas e irisaciones que hicieron en 2006 que muchos regantes se negaran a utilizarlas para sus cultivos.

Bañistas en la playa de Los Arenales en Talavera. Al fondo el casco antiguo y en primer plano uno de los frecuentados merenderos Bañistas en la playa de Los Arenales en Talavera. Al fondo el casco antiguo y en primer plano uno de los frecuentados merenderos

Siendo chavales íbamos con la familia a los merenderos del río. El conejo, la ensalada, el pollo, la tortilla o los filetes empanados que después del baño  devorábamos, acompañando la comida con el vino y la gaseosa, y por las noches a veces hasta se arrancaba alguien a tocar la guitarra. Había chiringuitos en Los Arenales, la Presilla, o el Paredón, aunque el recuerdo más entrañable que conservo es el del quiosco Miralrío, que se encontraba donde ahora está el colegio Madre de la Esperanza. La alberca con las carpas a las que echábamos migas de pan, con el chorro que salía del pozo y que, al intentar beber,  siempre daba calambre. La sombra deliciosa bajo los árboles con el sonido del agua corriendo por las acequias que también  con su chisporroteo llenaba de frescura los atardeceres de verano.

Recuerdo el paseo hacia los Arenales con las sombrillas y las familias talaveranas confluyendo hacia un puente de madera sobre el arroyo Berrenchín. La playa de arena finísima con islotes más elevados de álamos y tarayes,  y el baño en un río limpio con las gentes todavía con flotadores hechos de corchos o cámaras de neumático, incluso de tractor, las que provocaban más  envidia a los críos que nos lanzábamos desde un trampolín rústico hecho de tablas. Cruzar a nado a la isla del Chamelo, donde cogíamos paloduz nos provocaba la emoción de la aventura,  y también  ver a Telesforo con su barca y la noticia que nos sobrecogía de algún ahogado cuyo cuerpo había ido a recuperar.

Bañistas en la Playa de Los Arenales antes del nefasto trasvase Bañistas en la Playa de Los Arenales antes del nefasto trasvase

Pero el mejor de mis recuerdos es  el momento en que cogíamos un viejo saco mi hermano y yo, y arrimándole contra la orilla y alborotando entre los juncales,  lo sacábamos  rápidamente y dejaba en su fondo un verdadero tesoro de vida. Ahí aparecían carpillas, bogas, gambusias, barbetes, extraños insectos,  trasparentes camarones, o lampreas. Metíamos aquellas joyas en cubos de playa  junto a los mejillones fluviales, y se los enseñábamos a todos los críos, y a los mayores, a quienes  distraíamos en la sobremesa de café de termo y copa de soberano.

En Toledo con su playa de Safont, en Malpica, o en Puente habrá sin duda mucha gente que recuerda también todo aquello que nos robaron el día que se decidió que nuestro río fuera a enriquecer otras tierras, con la complicidad de quienes, habiendo sido elegidos para ser nuestros representantes,  sólo defendieron y defienden los intereses de su secta.

Las aguas limpias del Tajo en una postal de los años 60

GASTRONOMÍA DE LOS CABREROS DE GREDOS

GASTRONOMÍA DE LOS CABREROS DE GREDOS

Último artículo de los cuatro de la serie «Los pastores del Alto Gredos»

Haciendo quesos en el chozo Haciendo quesos en el chozo

Describíamos la pasada semana una jornada en la vida de los pastores del alto Gredos. Conocíamos su producción más rentable, el queso que también les servía de alimento. Hoy vamos a conocer algunos de los platos con los que se alimentaban los cabreros en su economía de absoluto aprovechamiento de los recursos. Era típico el desayuno con “sopas canas” que se hacían en un caldero de leche hirviendo al que se añadía un “resqueme” o refrito de aceite, pimentón, agua y coscurros de pan frito.

Un plato característico de los cabreros serranos eran las “patatas con caldo”. Generalmente as pataas procedían de la vertiente norte de Gredos, como por ejemplo as patatas coloradas de Navalonguilla que tenían fama de buena calidad. Se cocían con aceite, pimentón verato, sal y algún tropezón de carne si lo había. A veces se cambiaba el aceite por sebo de cabra pero el sabor parece que era demasiado “aspero”. Otro plato típico de la zona y común con las zonas más bajas de la sierra son las patatas “revolconas” elaboradas con el magnífico pimentón de la Vera en puré al que se añade algún tropezón de torreznos e incluso un huevo frito si se disponía de él. Seguir leyendo GASTRONOMÍA DE LOS CABREROS DE GREDOS