Se han indicado por el ayuntamiento varias rutas por las inmediaciones de Valdeverdeja. En el paseo que sugerimos hoy recorreremos en realidad dos de ellas. Y para ello primero nos dirigiremos a la llamada fábrica de la luz. Tomaremos el camino que discurre junto al cementerio viejo. Justo después de pasarlo se bifurca el camino y tomaremos el de la derecha y más tarde otro que sale hacia a la izquierda.
Vemos un risco que domina el paisaje y a él nos subiremos. Primero por tener desde su cumbre unas vistas impresionantes sobre el Tajo, que en estos parajes hace honor a su nombre, y después porque es interesante curiosear los restos arqueológicos que en él se asientan, pues allí se hallan los restos de un antiguo poblado de la Edad de Hierro sobre una elevación coronada por dos cerretes, en uno de los cuales se ha labrado en la roca viva un curioso aljibe para almacenar el agua y resistir así los asedios de otros grupos humanos enemigos en aquella época. También se encuentran restos de cerámicas a hechas a mano y otras sigillatas de origen romano, además de algunas piedras trabajadas de poblamientos anteriores con algunos restos de murallas.
Bajaremos después siguiendo el arroyo y pasando por los restos de un viejo puente hasta la central eléctrica de los años treinta que se asienta sobre las ruinas de los molinos de Los Sacristanes y unas aceñas anteriores, en un paraje escarpado realmente hermoso. En la orilla de enfrente se ve el molino de Tani.
Volveremos después sobre nuestros pasos hasta la primera bifurcación del viejo cementerio y seguiremos el otro camino que también va hacia el Tajo. Bajamos hacia el río por una colada que discurre paralela a una granja al final del camino, hasta el arroyo del Pueblo o de Malezo. El arroyo se despeña después de un primer molinejo precedido de una presa por pequeñas cascadas y luego junto a otro molinillo de arroyo en ruinas. Llegamos así siguiendo un camino molinero a la ribera del Tajo, que aquí presenta una vista espectacular, y visitamos el gran molino de los Capitanes, que nos impresiona por su sólida estructura y sus bóvedas y regolfos. Desde él parte otra senda que nos lleva aguas abajo hasta el molino Nuevo, en ocasiones semisumergido por el reculaje del embalse de Valdecañas y que, como su nombre indica, es más moderno, con restos de ejes y ruedas que movían lo que más bien era ya una pequeña fábrica de harinas movida por energía hidráulica.
Pero no acaban aquí los lugares de interés de Valdeverdeja. Junto a las escuelas del pueblo sale también una pista que nos lleva al lugar de La Facciosa, donde se ha adecentado la ribera con una zona verde y un restaurante. Es un lugar que se puede tomar como punto de partida para preciosas excursiones en piragua. Una de ellas puede consistir simplemente en cruzar el río para curiosear en el castillo de Espejel, fortaleza musulmana que se sitúa justo enfrente, en término ya de Valdelacasa de Tajo. Los molinos de Espejel, río arriba, se mantienen bajo el agua y solamente puede verse la casa de los molineros y de los frailes, ya que pertenecieron durante años al monasterio de Guadalupe.
En otras entradas conoceremos otras rutas molineras de este tramo del río Tajo.
Si algún rito festivo es especialmente frecuente en los pueblos de la comarca de Talavera ese es el de las soldadescas, lleven o no ese nombre. Se trata de celebraciones de origen pagano muy vinculadas a las fiestas invernales y que en muchos casos fueron asumidas por cofradías de ánimas.
En Valdeverdeja podemos ver a los jóvenes de ambos sexos vestidos con los trajes tradicionales, en la mujer en sus dos versiones de novia y de labradora. Cuando el Domingo de Carnaval o Domingo del Gallo acaba la misa,los animeros y animeras suben en grupo hacia la plaza seguidos de las autoridades locales y otros asistentes. Evolucionan luego en desfile multicolor frente al ayuntamiento con sus albardas adornadas con cintas multicolores y después el abanderado baila la bandera al ritmo del tamborilero en una vistosa ceremonia que se completará por la tarde con el ofertorio en el que por parejas se hacen sus donativos y las señoras de la Asociación de Nuestra Señora de los Desamparados organizan un convite.
En Semana Santa se celebraba con gran devoción la Procesión del Encuentro. Las fiestas patronales son el tres de Febrero en honor de San Blas, aunque para celebrar una fiesta veraniega se instituyó hace unos años la fiesta de la Confraternidad o “fiesta de verano” simplemente. La romería a la ermita de la Virgen de los Desamparados se hace el primer fin de semana de mayo y con ese motivo se celebra un certamen de bailes regionales.
PUEBLO ARTESANO
Valdeverdeja fue siempre pueblo de artesanos, aunque la emigración y el abandono de las labores agrícolas ha hecho desaparecer la mayor parte de ellos. Ya no quedan ceramistas de basto, telares, hojalateros, espartero o albarderos, solamente se siguen realizando labores y bordados aunque también trabaja algún herrero y los verdejos han sido siempre excelentes canteros y molineros.
GASTRONOMÍA
Estamos en tierras casi extremeñas y la cultura del cerdo debe notarse en la gastronomía con platos tan matanceros como la cachuela o la chanfaina. El mundo pastoril se refleja en las migas o en las sopas canas. Para postre, los dulces tradicionales como las floretas, las roscas y mangas de las bodas, las perrunillas y los mantecados. Un plato tradicional, dada la vinculación de Valdeverdeja con el río y los molinos con sus cañales de pesca, era, por ejemplo, las anguilas fritas o en salsa.
Vamos hoy a comenzar otro recorrido en el que conoceremos parajes de gran belleza en las riberas del Tajo, donde se encuentran numerosas y antiguas instalaciones molineras así como otros elementos etnográficos y paisajísticos de interés. Esta ruta discurre por los términos de El Torrico y Valdeverdeja, pueblo este último donde comenzaremos nuestro trayecto, a la entrada del caserío, donde se marca el inicio de la Ruta de los Pozos.
Seguimos el camino señalado hasta llegar a una explanada donde acaba el camino carretero. Continuamos por la senda bajando hacia el valle y comenzamos a transitar por un curioso paraje donde a un lado y otro del arroyo vamos observando la existencia de numerosos pozos con el brocal de granito. Algunos de ellos tienen en la tapa de hierro o en sus pilas las iniciales grabadas de sus dueños. Junto a las pilas algunas presentan unas pequeñas mesitas de piedra donde se tendía y golpeaba la ropa. Varios de estos pozos tienen incluso una pequeña casa de mampostería. Hay también un huerto con una fuente cubierta y, más arriba, un pozo de mayores dimensiones obra del ayuntamiento y de uso común. Este paraje del arroyo de los “Pozos Nuevos” tiene un gran interés etnográfico.
Pasamos también en el recorrido por la confluencia con el arroyo del Cubo, llamado así por tener el cubo de uno de los dos molinos que hay en sus orillas. Seguimos por el camino molinero que gira con el arroyo de La Pradera hacia el sur pasando junto a pequeños molinillos, hermanos pequeños de los grandes molinos del Tajo. Uno de ellos conserva su vieja presa atravesada sobre el cauce con una inscripción en las piedras del muro que lo data en el siglo XVIII. Desemboca finalmente junto al molino de los Rebollos. que no tienen nada que envidiar en lo pintoresco del paraje y del edificio a las aceñas del Conde que veremos después, con su molino de invierno y de verano, su sala abovedada con todas las piedras en su sitio y la chimenea que calentaba a molineros y clientes. También es un buen lugar para echar las cañas de pescar y sacar alguna carpa o algún barbo.
Cruzamos a la otra orilla del arroyo de la Pradera en su desembocadura y, subiendo a media ladera, avanzamos por una senda que discurre río Tajo arriba hasta las Aceñas del Conde. El camino baja luego en dirección a esta histórica instalación molinera que recibe su nombre por haber pertenecido a los condes de Oropesa, cuyo escudo se ve labrado sobre uno de los sillares del pasadizo de las compuertas. Una aceña es un molino cuyas piedras giraban mediante el impulso de una rueda vertical. En este caso eran dos las ruedas y se situaban en la parte del edificio situada más en el interior del cauce. La segunda parte de la construcción albergaba piedras movidas con una especie de turbina primitiva de rueda horizontal llamada regolfo, y la tercera, situada ya en la orilla y a un nivel superior, es el molino de invierno, con el que se molía cuando las aguas venían muy crecidas. Curioseemos bajo sus compactas bóvedas que tantas avenidas resistieron e imaginemos el ambiente con el ruido de todas las piedras “corrientes y molientes” en medio del trasiego de gentes llegadas desde toda la comarca con sus caballerías.
La casa del molinero se distingue un poco más elevada en la ribera con las zahúrdas, cuadras y otras dependencias anejas. Subamos ahora por el camino y gocemos al llegar arriba de la hermosa vista panorámica del valle del Tajo. Se perciben hacia el este los pilares de un viejo puente medieval custodiado por la fortaleza hispanomusulmana de Castros, que se divisa en lo más alto de la escarpada orilla sur, abajo, a la derecha, el gran edificio de las aceñas del Conde varado en el río con su presa o azud rota por la corriente, y al fondo Puente del Arzobispo.
Si seguimos el arroyo del Pilón arriba daremos un bonito paseo y encontraremos las ruinas de cinco vetustos molinillos de agua que por lo pintoresco de su arquitectura popular merecen alguna fotografía. Los dos primeros se sitúan haciendo verdaderos equilibrios junto a unas cascadas. Justo allí tenemos dos opciones, o continuar el cauce del arroyo hasta la carretera, encontrando antes un pequeño puente de aspecto medieval, o seguir por el camino hasta la carretera en la zona de la casa de la Dehesa Boyal.
Subimos ahora por la carretera en dirección a El Torrico y, junto al cruce, observamos a la derecha una pequeña elevación donde podemos subir para disfrutar de la vista panorámica y ver un horno de cal que servía para explotar las afloraciones calizas de ese mismo cerro. Seguimos hacia el pueblo y encontramos una ermita de nueva construcción en un paraje con buena panorámica. Poco después llegamos al pueblo de El Torrico.Volveremos a Valdeverdeja por la pista indicada después de visitarlo.
Bajo la advocación de San Blas, es un edificio de magníficas proporciones, pues no debemos olvidar que Valdeverdeja llegó a ser uno de los lugares más poblados de la comarca con casi seis mil habitantes. Se comenzó a construir en el siglo XVI y hubo de ser ampliado en el XVIII, cebándose en ella los avatares bélicos de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Civil. Tiene planta de cruz latina con una gran nave central cubierta con bóveda de cañón con lunetos y dos naves laterales de escasa profundidad que alojan diferentes capillas cubiertas mediante cúpula de media naranja, al igual que la del crucero que se encuentra decorada con pinturas que representan a los evangelistas en las pechinas, además de otros motivos geométricos.
También está decorada con molduras de motivos vegetales y geométricos la bóveda de la nave central y son además de destacar en el interior el bello púlpito granítico, el coro sobre arco rebajado y el enlosado con sepulturas. El acceso a la iglesia se realiza por la fachada sur mediante una portada de finales del siglo XIX con una inscripción alusiva que está precedida por un espacio porticado sobre columnas de granito. En la fachada norte se encuentra la puerta más antigua con arco de medio punto. Todo el templo está rodeado de una cerca de piedra que deja un espacioso atrio enlosado. El mobiliario y la imaginería son modernos, pues tanto el retablo como las tallas fueron destruidos durante la contienda del 36.
LA ERMITA: La ermita de Nuestra Señora de los Desamparados se sitúa en un cerrete al sudoeste de la población disfrutándose desde allí de una hermosa vista panorámica del caserío y del entorno verdejo. Se construyó a finales del siglo XVII y se amplió derribando la primitiva capilla mayor y prolongando el edificio a mediados del XVIII. Sirvió de parroquia en las ocasiones en que por diferentes motivos la iglesia de San Blas hubo de ser reformada.
Se trata de una construcción en mampostería con sillares en las esquinas que cuenta con una sola nave, cabecera plana y presbiterio cubierto por bóveda semiesférica sobre pechinas rematada en linterna. Se accede a la ermita por un pórtico con tejadillo a los pies que protege una puerta adintelada. Sobre este acceso se levanta la espadaña de un solo hueco.
Para llegar a la ermita se asciende desde el pueblo por una pintoresca calzada de losas graníticas adornada con árboles y un bonito Viacrucis que, aunque fue levantado en el siglo XVIII, fue destruido en la pasada Guerra Civil volviendo a tallarse sus cruces de fuste ochavado en 1937.
EL AYUNTAMIENTO: Otro edificio de interés es el ayuntamiento que ocupa la fachada oeste de la Plaza Mayor. Es construcción de mampostería con sillares en las esquinas que como elemento más característico cuenta en la planta baja con soportales sobre columnas graníticas. Fue construido a principios del siglo XVIII pero un incendio y diferentes reformas le han dado el aspecto que hoy presenta, al que se añade la torre del reloj que se edificó sobre otra anterior afectada por un rayo en 1926. Ésta es de ladrillo visto y se remata con una de esas típicas estructuras de hierro con templete que en aquella época se construyeron en muchas casas consistoriales de la zona. Enfrente del ayuntamiento se puede observar una de las fachadas de la casa curato.
En Valdeverdeja se conserva una antigua y curiosa farmacia de estilo mudejarista y, además de la arquitectura urbana de la que ya hemos hablado, se conservan en el entorno numerosas construcciones comochozos, fuentes o zahurdas de pintoresca construcción en granito. Capítulo aparte merecen los molinos del Tajo y de sus arroyos, la vieja central eléctrica o fábrica de la luz y el arroyo de los pozos nueos de los que hablamos en otras entradas.
El pueblo es uno de esos lugares que vale la pena recorrer con detenimiento para observar los muchos rincones que guarda de sobria pero pintoresca arquitectura popular. La vivienda verdeja es una de las que más conserva su estructura tradicional, manteniendo todavía el encanto de lo rústico.
La mayor parte de los edificios son de mampostería de granito aunque algunos cuentan con ripio de pizarra y algunos fragmentos de cuarcita que dan gran vistosidad a sus muros. Las puertas, ventanas, esquinazos y marcos de las puertas carreteras son de sillería, que en este último caso presenta una variada y curiosa tipología en el diseño. El granito también se utiliza para enlosar los patios y zaguanes y para labrar los brocales de los pozos que habitualmente se abren en sus patios. Para chimeneas, pilares, columnas y otros elementos decorativos también se trabaja la piedra cuidadosamente. En el piso superior de las trojes se emplea el adobe en muchas ocasiones. Las cubiertas son, como en toda la zona, de teja árabe y a veces se adornan con algún remate de cerámica en los aguilones.
A la casa verdeja se entra por una zona cubierta pero abierta llamada portalejo, de ahí se pasa un patio casi siempre enlosado o engorronado desde el que se accede al portal, primera habitación de recibimiento donde suelen localizarse una alacena para conservar los alimentos y las cantareras de obra. Desde el portal se pasa a la sala, dependencia de respeto para recibir a las visitas que sirve además de distribuidor para el resto de habitaciones, generalmente dormitorios. La cocina es el lugar donde se “hace la vida” diaria en torno a la chimenea, amueblada con algún escaño y los vasares donde se coloca la vajilla.
En el segundo piso de la casa se sitúan las trojes divididas por semitabiques llamados cencíos en departamentos donde se almacenan los diferentes tipos de grano. También en este piso encontramos unas galerías abiertas sobre pies de madera llamadas “solaneros”. A ambas dependencias se accede mediante el escalerón. Otras piezas accesorias complementan la vivienda verdeja. Las zahurdas y gallineros, las enramadas o “ramás” que son cobertizos abiertos destinados al ganado vacuno, así como las cuadras lo están a las caballerías. Muchos de los elementos mobiliarios para alimentar o dar de beber a los animales como pesebreras o dornajos eran de madera, aunque en Valdeverdeja también es el granito la materia prima de muchas pilas y pesebres.
Sería largo hablar de otras peculiaridades de la casa verdeja, como los esgrafiados que decoran algunas fachadas revocadas, la rejería castellana de sus ventanas o los herrajes y cerraduras de sus puertas y para ello remitimos al interesante trabajo de Esperanza Martín Montes sobre la arquitectura popular de este pueblo lleno de atractivos.
Aunque el entorno de Valdeverdeja es de gran belleza y está lleno de sugerencias paisajísticas y etnográficas, el caserío no se queda atrás, pues conserva uno de los patrimonios de arquitectura popular más ricos de la comarca.
Los restos de poblamiento humano en la zona comienzan en el paleolítico con el hallazgo de útiles tallados en cantos rodados que se distribuyen sobre todo por la zona de los riberos. Son conocidos los hallazgos de pequeñas hachas votivas de piedra pulimentadas, las conocidas en la zona como “piedras de rayo”. La mayoría procede de poblaciones del calcolítico o de la Edad del Bronce, épocas de las que también han quedado restos cerámicos en algunas elevaciones graníticas del entorno verdejo.
De la Edad del Hierro y de época romana también quedan restos como el yacimiento de Los Castrejones, al que nos acercaremos en la excursión.
Otro de los recuerdos de aquella época es un verraco, escultura de piedra que en este caso presentaba aspecto de jabalí, según las apreciaciones del Conde de Cedillo. Otro de estos verracos se puede ver en la finca de Bercenuño.
También los romanos dejaron varias pruebas de su paso por aquí. Se describieron ya en el siglo XIX varias inscripciones epigráficas entre las que destacamos un cipo o columna funeraria con inscripciones por la que un tal Aurelio Coscosianus lo hace tallar en memoria de su hermana Julia Vital. Otras dos inscripciones proceden de la finca de Bercenuño y todavía se pueden ver junto al caserío. Una de ellas es una estela que se encontró arando junto a una villa romana cercana conocida como El Bañuelo, donde también aparecieron canalizaciones romanas con tubos de cerámica. Muestra restos de haber tenido labrada una cara y está dedicada a Cassia y a Durio por Ceresiano y Flacco. En parecidas circunstancias apareció otra inscripción que en este caso es una dedicatoria entre esclavos. Ambas fueron labradas en torno al siglo II después de Cristo.
Para algunos autores existía una calzada romana que iría desde Talavera al Puente del Conde a través de Valdeverdeja y el cercano yacimiento arqueológico de Peñaflor, donde se han encontrado también numerosos restos del paso de los romanos.
Los visigodos dejaron algunas sepulturas y en el paraje de La Camorza se descubrió una sepultura medieval hecha de lajas de piedra con cuatro individuos en su interior. El poblamiento musulmán está confirmado por la presencia del castillo de Espejel al otro lado del río.
Ya hemos visto además como unos renegados mahometanos fundaron La Puebla de Naciados de la que dependerían más tarde varias aldeas entre las que figuraba Valdeverdeja. La zona había sido entregada por Alfonso VIII a la Orden de Santiago para su defensa, allá por los inseguros años de finales del siglo XII, ya que era lugar estratégico y, de hecho, también se llamó por ello Puebla de Santiago del Campo Arañuelo. Toda la comarca cayó en el ámbito repoblador de la ciudad de Ávila, a cuyo obispado perteneció hasta 1955. Una tradición legendaria achaca a una plaga hormigas la despoblación de La Puebla de Enaciados y la consiguiente fundación por sus habitantes de otras aldeas como Valdeverdeja. Ya hemos sugerido en otro capítulo una excursión hasta este paraje.
En 1423 el rey Juan II concede a Pedro López de Estúñiga, Justicia Mayor del Reino, el señorío sobre lugares hoy desaparecidos como Talavera la Vieja, el castillo y poblado de Alija y la Puebla de Naciados, junto a otros como Candeleda, Berrocalejo, Bohonal, el Gordo y la propia Valdeverdeja. Más tarde se une por matrimonio este señorío con el Condado de Miranda del Castañar, de donde deriva el nombre del Puente del Conde que se encontraba bajo su jurisdicción y que tenía gran importancia para el paso de ganados trashumantes. Parte de la población de la zona fue judía o morisca y también algunos verdejos partieron a la colonización de América. En 1678 obtiene Valdeverdeja el privilegio de Carlos II por el que se emancipa de La Puebla de Naciados adquiriendo poder jurisdiccional independiente.
Aunque Valdeverdeja sufrió la depredación francesa y el acoso de las partidas carlistas y, a pesar de que sus mejores tierras eran propiedad del Conde de Miranda o de monasterios como los de Guadalupe y Yuste, llegó la villa a contar a mediados del siglo XX con casi seis mil habitantes, la mayor parte de ellos agricultores, pero también con una presencia importante de artesanos y molineros. Aun así, la emigración hizo que este pueblo de los berroqueños riberos del Tajo disminuyera en población hasta llegar a reducirse en más de un ochenta por ciento debido a la emigración.
Al sureste del casco urbano de Valdeverdeja, a menos de dos kilómetros se encuentra un conjunto etnográfico de gran interés. Una senda recorre la mayoría de las decenas de pozos que servían para lavar a los habitantes de Valdeverdeja. También eran utilizados a veces como fuente de agua potable para los verdejos que la trasportaban al pueblo a lomos de caballerías, como también llevaban la ropa que era necesario lavar. Es un territorio de granito degradado en cuyo subsuelo se acumula el agua en no mucha cantidad, pero suficiente para las necesidades de una familia e incluso en alguna ocasión cultivar si había la tierra necesaria algún pequeño huertecillo.
Se trata de un curioso paraje donde a un lado y otro del arroyo vamos observando la existencia de numerosos pozos con el brocal de granito. Algunos de ellos tienen en la tapa de hierro con cerradura y a veces en sus pilas o en la propia tapa las iniciales grabadas de sus dueños. Junto a las pilas algunos de ellos presentan unas a modo de pequeñas mesitas alargadas de piedra donde se tendía y golpeaba la ropa. Varios de estos pozos tienen incluso una pequeña casa de mampostería.
La tipología más frecuente de estos pozos cuenta con el pozo, la pila granítica con una o dos superficies de frotado, la mesa de piedra, un muro de un metro y medio de altura que protege el conjunto y el suelo empedrado al menos en torno del pozo. Otro tipo menos frecuente está cubierto y se accede al brocal por una abertura vertical como se ve en la fotografía.
Por último hay tres o cuatro construcciones techadas en bóveda de unos seis metros cuadrados de planta donde podían hacer noche o guardar los aperos.
Hay también un huerto con una fuente cubierta y, más arriba, un pozo de mayores dimensiones obra del ayuntamiento en el año 1936 y de uso comunitario.
Al final del recorrido el sendero conecta con el camino carretero de los grandes molinos del Tajo llamados de Los Rebollos y también se pasa por varios molinillos de arroyo de diferentes tipologías, pero de eso hablaremos otro día.
Seguimos aguas abajo y el siguiente complejo molinero que encontramos es el de las aceñas del Conde ( fig. 33 ). Conserva, sobre el pasillo que da acceso a las compuertas, el blasón granítico de los señores de Oropesa. El edificio está relativamente bien conservado pero se perciben en sus muros varias reformas y añadidos que a lo largo de los siglos han ido modificando el aspecto exterior de estos molinos. En esquema se diferencian cuatro partes. La primera y la que más se adentra en el río es la más antigua, la que albergaba las viejas aceñas de rueda vertical. El plural de la denominación se basa en la existencia de dos ruedas verticales. La más interior apoyaba su eje por un lado en un edificio con tajamar macizo y por el extremo exterior se apoyaba en una segunda construcción abovedada similar a la de Calatravilla donde se perciben dos huecos en el piso, uno anterior y otro posterior, que alojaron los dos pares de muelas. La piedra que se situaba río abajo, habría apoyado su eje sobre el tercer cuerpo del complejo molinero, hoy modificado por haberse dispuesto para el alojamiento de varios molinos de regolfo, aunque todavía puede observarse sobre el muro el orificio donde giraba el eje y lo que parece una huella de rozamiento de la rueda. También resulta todavía visible el canal y la compuerta que regulaba el caudal (Foto 22).
En ese tercer cuerpo del edificio se albergaban seis cubas de regolfo en sus respectivos cárcavos con las que se movilizaban seis piedras que se encuentran en una sala común. Desde ella se llega a una puerta de acceso a una pasarela de servicio para las compuertas y a una escalerilla de subida al techo abovedado. Otra pasarela de acceso exterior daba paso a las cubas de los regolfos.
Por último, el edificio de todo el conjunto más cercano a la orilla es un molino de invierno o de creciente que funcionaba cuando se inundaban el resto de las piedras. Cuenta con tres cubas que desembocan en un sólo cárcavo de salida sobre el que se accedía al molino. Por delante de estas cubas hay una dependencia cubierta donde probablemente se colocaba la cernedora, ya que un orificio en el muro del molino muestra la marca del roce de la correa que era movilizada por el eje del último regolfo del edificio principal. Sobre la bóveda, un pequeño depósito de obra parece que servía para humedecer o airear el trigo si era necesario para una mejor molienda.
Este importante conjunto molinero se completa con otros edificios como la vivienda del molinero, que ya aparece en el proyecto de navegación de Carducci del siglo XVII situada en el mismo lugar elevado que en la actualidad, unas cochineras de gran capacidad y otras dependencias de habitación, almacenaje y cuadras.
Una red de caminos y senderos une todos los grandes molinos de este tramo del Tajo entre los que se encuentra río abajo el ejemplar siguiente, el molino de los Rebollos (fig. 41). Es también un ejemplar magnífico y de gran antigüedad. Está construido en mampostería de granito empleado incluso en las bóvedas, que presentan un peculiar aspecto cubiertas de lanchones de piedra. Ocho pares de muelas trabajaban en su interior y en la séptima todavía se conserva el orificio de un rodete accesorio que habría movido la maquinaria auxiliar. La sala del molino cuenta con una chimenea curiosamente adaptada al sistema de arcos y bóvedas de su estructura.
También están dotados estos molinos de dos piedras de creciente que se alojan en un edificio exento de más reciente construcción (Foto 23). Una balsa previa está construida por la elevación de un muro junto a la orilla que tiene dos compuertas para represar y conducir el agua hacia los dos regolfos que actuaban como molinos de invierno. En otro nivel todavía más elevado se localizan las viviendas y las cuadras a las que se accede por un sistema de empinadas rampas ( Foto 24). En los planos de navegación aparece como molinos perdidos “del Conde de Oropesa” en 1641 y como “molino de Bravo” en 1820.
El siguiente artificio es conocido como molino de Los Capitanes (fig. 42). Es otro ejemplo de gran molino de regolfo abovedado, edificado con sólida factura y que cuenta con cinco cárcavos donde el agua accionaba cinco piedras. En su arquitectura tiene la peculiaridad de tener como acceso un gran zaguán cubierto y previo a la sala del molino que pudo haber servido como cuadra o cocinilla de “espera” para los clientes. El molinero o los dueños tenían una gran vivienda cercana con dos plantas pero no estaba dotado de molino de invierno para las épocas de crecidas. En 1641 figuran en el plano de Carduchi como molinos de Meneses, familia noble de Talavera, pero ya no aparecen corrientes en 1820. (Foto 25)
Trescientos metros más abajo se sitúa el molino Nuevo (fig. 43) que sí contaba con dos piedras de creciente en un edificio anejo al principal. Se accedía desde la orilla en caso de inundaciones por una pasarela de madera bajo la que discurría el agua. Resulta muy peculiar en su estructura el hecho de que “una” canal lateral movilizaba un rodete que a su vez accionaba mediante correas toda la maquinaria auxiliar. Es éste por tanto un caso de molino de transición con las fábricas de harina hidráulicas. En la parte del edificio situada río adentro se puede ver un canal entre dos espigones que parece haber servido para la instalación de cañales de pesca. Como los demás molinos del Tajo, cuenta con largos espigones que reconducían el agua de los socaces y en el techo tiene las chimeneas y respiraderos que evitan el estallido de las bóvedas en caso de inundaciones, especialmente frecuentes en este trayecto muy encañonado del río (Foto 26).
Sobre las ruinas del molino de los Sacristanes ( fig. 22) se edificó una central eléctrica que daba luz a Valdeverdeja y Valdelacasa, pero los escasos restos todavía existentes nos muestran las ruinas de lo que fue una aceña que, como las del Conde o las de Calatravilla tiene la típica planta en dos niveles para alojar en el inferior el engranaje de linterna. En este caso se observan además los huecos del muro donde se introducían las vigas que sostenían el entarimado de las piedras. Fue molino dotado tradicionalmente de una barca en el reculaje de su presa.
Este molino tiene un gemelo en la orilla cacereña sobre la que también se situaban los molinos de Espejel, en lo que antes fue antigua Tierra de Talavera. Estos últimos molinos se encuentran sumergidos por el embalse de Valdecañas, pertenecieron al monasterio de Guadalupe y se conocen desde el siglo XIV. También tenían barca.
Tampoco he podido estudiar el último molino sobre el Tajo en la provincia de Toledo por encontrarse inundado por el embalse de Valdecañas. Se trata del molino del Barquillo pero por las informaciones de los lugareños se encuadra en la misma tipología que los anteriores.
Toda la molinería del Tajo en su trayecto más occidental de la provincia, sirvió también a la parte de la Jara hoy extremeña y constituyó un importante sector económico para Valdeverdeja que no olvidemos llegó a contar en su término de tierras poco feraces con cerca de seis mil habitantes.
ARQUITECTURA POPULAR DE OROPESA, VALDEVERDEJA, TORRICO Y PUENTE
Oropesa, capital del señorío que empezamos a conocer en el capítulo anterior, es un pueblo relativamente rico monumentalmente hablando pero, en cuanto a la arquitectura tradicional, conserva pocos ejemplares característicos.
Mantiene la técnica general de la subcomarca en la utilización mayoritaria de la piedra y el adobe, quizá con una mayor proporción del enjalbegado y el enfoscado en el remate de las fachadas. Las casas que alojaron a la pequeña nobleza o a las instituciones religiosas muestran el aparejo mudejarista que no es propio de tierras tan occidentales como éstas. La sillería acompaña también a los edificios de más alcurnia.
Hay varios ejemplares de arquitectura cultista de principios de siglo o de finales del anterior, con utilización en fachadas de paneles de azulejería de Talavera.
También de esta época es la torre del reloj de la plaza, sobre un arco neogótico y rematada con una estructura metálica que sostiene la campana. Muchos de nuestros pueblos rematan las torres de los ayuntamientos e incluso las de las iglesias con similares armazones de hierro de la época en que el modernismo y la torre Eiffel provocaban la modesta emulación de nuestros paisanos. Algunas de ellas no carecen de gracia y han sido conservadas en las remodelaciones de las casas consistoriales, como es el caso de Velada, por ejemplo.
Al sur del señorío de Oropesa se encuentran algunas villas con arquitectura popular de características similares, pero también con algunas peculiaridades.
Hemos de referimos en primer lugar a Valdeverdeja, de la que diremos, sin lugar a dudas, que conserva el mayor número de ejemplares de vivienda tradicional de todas las tierras de Talavera. Aparte del cariño que los habitantes parecen tener por sus antiguas casas de piedra, hay otro factor que ha contribuido a su conservación, y es la despoblación masiva que en los años sesenta sufrió esta localidad que pasó de casi seis mil habitantes a los cuatrocientos que tiene en la actualidad.
La casa verdeja está fabricada en mampuesto de granito claro combinado con una menor proporción de pizarra oscura, lo cual da al aparejo un aspecto muy vistoso. El adobe también se utiliza en doblados y dependencias auxiliares, aunque con un color rojizo o pardo, diferente del grisáceo empleado en las demás localidades que ya hemos visitado.
Como en Herreruela, son frecuentes las grandes portadas de sillería qua suelen dar acceso a recogidos patios enlosados con grandes lanchas de granito labrado y con pozo y pila de lavar también de piedra en muchos de ellos. Algunas casas cuentan con balconcillos corridos que dan al interior del patio.
Quedan una docena de viviendas que aún conservan los balcones que en el capítulo anterior habíamos denominado como de “troje descubierta”, solanos o solanas.
Las portadas no son blasonadas, pero muchas de ellas conservan inscrita la fecha de construcción, casi siempre de principios del siglo XX, época que debió coincidir con años de auge económico en el pueblo. Las viviendas modestas cuentan también con su portadita y su patio, aunque de menores dimensiones.
Valdeverdeja se fundó al destruirse las casas de Puebla de Naciados por una plaga de hormiga blanca que causó el derrumbe de sus edificios. Parece, curiosamente, como si el verdejo hubiera construido desde entonces casas fuertes y seguras curándose un poco en salud.
En El Torrico no se conserva tanta arquitectura como en Valdeverdeja pero como peculiaridad se mantienen varios balcones corridos antiguos en algunas fachadas, lo cual es poco frecuente en esta comarca y nos habla de su ya referida repoblación medieval abulense
Alcolea y Puente del Arzobispo utilizan en sus aparejos mayoritariamente el adobe y el tapial, aunque es bastante frecuente que se refuerce en hiladas, en vanos y esquinazos con ladrillo interpuesto que da algo más de consistencia a los muros.
También como influencia de Castilla la Vieja constatamos la presencia de algunos edificios porticados, cuyo mejor ejemplo es el ayuntamiento de Valdeverdeja, aunque en Puente quedan algunos edificios aislados en las proximidades de la plaza, así como otro ejemplar en la plaza del Torrico.
La plaza de Valdeverdeja conserva un hermoso enlosado total de granito que, al parecer, se extendía antiguamente por otras calles.
En la arquitectura rústica de la zona encontramos, aunque en mucha menor densidad que en La Jara en la Sierra de San Vicente algunos ejemplares de chozo techado con falsa cúpula y las típicas parideras y zahurdas también de piedra y techadas con falsa cúpula con capa de compresión de tierra y piedras.
Pero lo más característico es la presencia dc numerosos pozos labrados en piedra repartidos por sus campos y acompañados de pilas de lavar también graníticas con las iniciales grabadas y, en ocasiones una cocinilla para dar servicio a un pequeño huertecillo anejo al lavadero.
Un paraje de gran interés etnográfico y del que hablaremos más detenidamente, con varias docenas de estos pocillos en el valle del arroyo de la Pradera o arroyo de los Pozos.
Merece un capítulo aparte la riqueza molinera del Tajo y los arroyos en esta zona y de ello hablaremos en otra entrada de este blog.
Las ilustraciones proceden del proyecto de Carducci Plan de Navegación del siglo XVII. Los esquemas del Plan de Antonelli no se han encontrado aún.
En el siglo XVI hay un hecho que debemos reseñar en primer lugar en la historia de nuestro río: el primer plan de navegación del Tajo.
Se debe al ingeniero Juan Bautista Antonelli, italiano para unos y rumano para otros, la propuesta y elaboración del primer proyecto de navegación del Tajo. Había trabajado anteriormente para Felipe II en diversas obras de fortificación y pensando tanto en el provecho que podría suponer para la corona la comunicación fluvial entre Madrid y Lisboa -las dos principales capitales de su imperio por la unión de los dos reinos por herencia- como en el interés estratégico de la navegación para el transporte de tropas ante los previsibles levantamientos de los portugueses, el rey Prudente apoyó con entusiasmo este primer intento de hacer navegable el río con mayor longitud de la península ibérica.
La empresa se desarrolló durante los años 1581 a 1588 y no ha quedado documentación alguna de los planos y proyectos propiamente dichos, aunque sí sabemos que su financiación siempre se vio aquejada de cierta precariedad económica. En el repartimiento destinado a obtener fondos entre las ciudades ribereñas correspondió a Talavera la cantidad de 170.000 maravedíes mientras que Toledo debía pagar 1.300.000. Los gastos para hacer navegable el tramo comprendido entre Talavera la Vieja y Toledo supusieron un total de 433.000 reales y se llevaron a cabo entre los años 1586 y 1588.
Entre las obras acometidas se sabe que se pagaron por rotura y acondicionamiento de las presas de Cabañuelas y El Tejar, cerca de Talavera, 1.156 y 13.305 reales respectivamente. Conocemos también que en Talavera se realizaron embarques por lo que es posible deducir la existencia de algún muelle aunque fuera sencillo en su construcción. Una estructura de obra hoy cubierta por el terraplén de la orilla, aguas abajo del puente viejo, pudo haber correspondido a ese embarcadero pero también pudo haber sido parte de los edificios de los molinos que se situaban aprovechando el primer ojo del puente.
En carta a Felipe II describía así Antonelli su paso por nuestra comarca:
Seguí mi camino y, pasado dos leguas encima de la dicha Puente ( del Arzobispo), hallé mejor tabla de río, y mejores orillas y mejor navegación hasta Talavera y Toledo; tanto que si no fuera los sotos que embarazaban la girga con estas crecientes que cubrían las presas, era tan buena la navegación como la del Po; y por la benignidad del cielo y fertilidad de la tierra, paréceme que se puede hacer otra Lombardía, aderezándose la navegación para de invierno y verano, como se puede con cuya comodidad y despacho, convidará a plantar viñas, olivares y frutales, y se llevarán aquí, a Madrid, y a una parte y a otra, harto barato, y será de mucho provecho y comodidad, Talavera y todos los pueblos comarcanos a Tajo…
Condiciones y Obstáculos para la navegabilidad
Para que una corriente sea navegable en primer lugar es preciso que tenga una anchura suficiente de cauce, cuestión que en el Tajo no suele ser problemática.
La segunda condición es que la dirección de la corriente no sufra cambios bruscos de velocidad como los producidos por los remolinos que aparecen en los planes de navegación como “regolfos” y “ollas”, aunque esta última palabra tiene más bien un sentido de poza o zona de aguas profundas. Estos obstáculos podían salvarse mediante canales realizados de piedra o de empalizadas y señalados en algunos mapas como “carreras” Uno de ellos es señalado en las inmediaciones de los molinos de Ciscarros frente a Aldeanueva de Barbarroya como “Carrera del Rey” en un proyecto posterior.
Los islotes deben también tenerse en cuenta por las maniobras bruscas que pueden obligar a realizar a las embarcaciones. Además deben reflejarse los afluentes que en sus desembocaduras llegan causar dificultades para los navíos debido a los remolinos, los cambios repentinos de dirección de la corriente y los bancos de arena que suelen originar.
En tercer lugar debía haber una profundidad o calado suficiente que variaba con el plan de navegación por el tipo de embarcación a utilizar en su época pero, en general, se consideraba necesario que no fuera menor de medio metro. Los obstáculos aparecen en los planos como bajos de arena, cascajares o riberas bajas e islas de cantos rodados o grava. También se detallan los fondos rocosos y los peñascos que emerjan de las aguas o se encuentren a baja profundidad.
Las presas son obstáculos que deben salvarse mediante la rotura de las mismas o con la construcción de esclusas y compuertas. Este segundo sistema mantendría el nivel de las aguas para así reducir los perjuicios de molineros y otros usuarios ribereños mientras que, al mismo tiempo, elevaría los niveles de la corriente aguas arriba facilitando la navegación.
Otra condición necesaria para la navegación es que la velocidad no exceda de determinados límites. Es lo que se señala en los planos como “rápidos”, que si se acompañan de fondos pedregosos y superficiales aparecen como “chorreras” o cuando la velocidad es muy elevada como “chorreras furiosas”. Entre la desembocadura del Jébalo y el Puente del Conde, bajo el embalse de Valdecañas, aparecen numerosas zonas de rápidos y chorreras furiosas que se intentaron eludir por Carducci como luego veremos con la excavación de un canal.
Para el estudio de todas estas condiciones de navegabilidad era necesario que en los planos se vieran reflejados las distancias, la anchura del cauce, los fondos verificados mediante sondeos, los márgenes, las chorreras, las pendientes y los afluentes.
La navegación contra corriente plantea el problema de la tracción necesaria, sobre todo en tramos de corriente rápida y en el paso de presas y esclusas. Los primeros caminos de sirga se abrieron en época de Antonelli y en las obras realizadas con motivo de los planes de navegación del siglo XIX para que por ellos, mediante tracción humana o animal, se “halara” a los barcos río arriba. Estos caminos eran muy costosos debido a lo escarpado de las orillas de nuestro río y a causa de esto se añadían a veces a su pavimento pequeñas lanchas de piedra o pizarra clavadas transversalmente para que sirvieran de punto de apoyo a los hombre o animales que tiraban de la embarcación. En otras ocasiones se colocaban anillas que facilitaran el efecto de polea del sistema de tracción utilizado.
El Tajo está en todo su segundo tramo muy despoblado en sus orillas. No tiene pueblos ribereños, ni posadas ni refugios que sirvan para realizar paradas de reparación o avituallamiento y por ello en algunos proyectos se contemplaba la edificación de ventas y mesones. También debían construirse embarcaderos que dieran servicio a las comarcas ribereñas además de acondicionarse los caminos de acceso a las orillas que casi siempre se encontraban en mal estado para la circulación de carretas debido, sobre todo, a las grandes pendientes de las riberas del Tajo.
A todos estos obstáculos se unía la resistencia de los dueños de presas y artificios a las expropiaciones y roturas, más teniendo en cuenta que en muchas ocasiones la propiedad de molinos o batanes estaba en mano de poderosas e influyentes instituciones religiosas o de señoríos laicos.
En la época de Felipe II descendieron desde Toledo y sobre todo desde Alcántara algunas barcazas con tropas, pertrechos de guerra y productos necesarios para el mantenimiento de esas fuerzas como eran principalmente las cargas de trigo. También bajaron algunas embarcaciones con hasta ciento diez forzados a galeras.
Múltiples fueron los problemas y deficiencias estructurales y presupuestarias que impidieron el que, al menos en el tramo bajo de su recorrido, se mantuviera como una realidad rentable la navegación del Tajo. Entre otros habría que citar la falta de marineros con experiencia en una navegación fluvial, no exenta por otra parte de obstáculos. Sabemos que cuatro de los marineros de una de las expediciones eran originarios del ribereño pueblo de Serradilla y conocemos un naufragio en Garrovillas, un choque contra el puente de Talavera y algunos embarrancamientos como ejemplos de los frecuentes accidentes acaecidos. A esto se añadía la ausencia de pueblos y caseríos en las escarpadas y muchas veces mal comunicadas orillas del río, dificultándose así la reparación y el servicio de las embarcaciones y de sus viajeros y tripulantes. Otras vías alternativas de comunicación ofrecían más rapidez y seguridad, sobre todo durante el pasado siglo. El contrabando era un fenómeno crónico en la zona que competía en desigual superioridad con tan dificultosa navegación. Los intereses de propietarios y molineros que restauraban las presas en cuanto disminuía el tráfico se unía a la precariedad financiera crónica de todos los proyectos y a hechos bélicos contemporáneos con las iniciativas de navegación fluvial como fue, por ejemplo, la financiación de la Armada Invencible en tiempos del proyecto de Antonelli.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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