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CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (4): LAS HERENCIAS-ALDEANUEVA

LAS HERENCIAS-ALDEANUEVA

Bunker sobre el reculaje del Tajo en la desembocadura deel Jébalo

Abandonamos Las Herencias tomando el camino de Belvís que asciende desde la parte oriental del casco urbano. No debemos confundirlo con el de Alcaudete, que sale del mismo punto pero más hacia la izquierda. Después de un empinado ascenso llegamos a las elevaciones donde nace la impresionante barranca de Valdecasillas. Limita por el oeste con los cortados de Los Castillos.

El valle bajo de El Jébalo desde el camino que vamos recorriendo

El camino discurre paralelo a las cumbres y permite una magnífica vista, hacia el sur contemplamos el valle bajo del Jébalo con las riberas pobladas de frenos y choperas de repoblación y, al norte, el Tajo con las tablillas de Azután. Río abajo, se sitúa el paraje de Canturias identificado por el padre Fita como el “Castellum Ciselli”, que se desplomó sobre las aguas debido al desgaste de las riberas por la corriente y en cuyo entorno se encontró además una lápida funeraria visigoda. En el caserío de la finca actual se ha establecido un complejo de turismo rural que dejaremos a la derecha de nuestro recorrido.

Puente sobre el río Jébalo en nuestro recorrido

La ruta discurre entre chaparros, retamas y algunas coscojas, especie esta última característica de las terrazas altas del Tajo más adaptada a la condición más caliza del terreno. Comenzamos a descender hacia el valle del Jébalo después de haber andado unos cuatro kilómetros desde Las Herencias. Quinientos metros antes del río el camino se bifurca en dos, uno de ellos seguirá hasta Belvís y atravesará por un hermoso puente de ladrillo situado en un ameno paraje.

Torre medieval de la dehesa de castellanos sobre el valle del Jébalo

Tomando a la izquierda otro camino que parte río arriba pero, antes de cruzar el puente, podemos acercarnos a la Torre de Castellanos. Esta construcción medieval es una de tantas que servían de observatorio y refugio en los inseguros tiempos medievales en que las acometidas de los cristianos y las razzias de los árabes batían las tierras fronterizas del Tajo. La torre está muy deteriorada por las malas actuaciones que se han realizado sobre ella para utilizarla en funciones agrícolas y ganaderas, pero desde su altura domina esta antigua Dehesa de Castellanos propiedad en el siglo XIV de Juan Ortiz Calderón, un caballero de vida poco edificante que poseía una gran fortuna. Al parecer mató a un alcalde de Talavera y desterrado en Portugal conoció al obispo de Coimbra que en aquel entonces era don Pedro Tenorio al cual nombró albacea testamentario. Su última voluntad era que en estas fértiles vegas se fundara un monasterio jerónimo, pero la insuficiente dote y lo insalubre del terreno llevaron al ya por entonces arzobispo de Toledo a destinar tanto esta propiedad como la de Pompajuela al nuevo convento jerónimo que se establecería en Talavera, el monasterio de Santa Catalina.

Volvemos sobre nuestros pasos y cruzamos el puente. Recorremos un kilómetro hasta la carretera y seguimos por ella hasta otro puente que cruza el sobre el Jébalo, también a un kilómetro aproximadamente. Poco antes de este puente sale a la izquierda el camino de Aldeanueva a Talavera por el que continuaremos nuestro periplo jareño.

Objetos de plata hallados en la tumba principesca de transición de la edad del Hierro a la del Bronce halla en la orilla del embalse

Nos encontramos en otro paraje natural de gran belleza. El Tajo, debido al reculaje del embalse de Azután, sube e inunda el valle del Jébalo sobre su antigua desembocadura y aquí, al igual que en las tablillas de Azután, la riqueza de avifauna es considerable. Anátidas y garzas reales abundan entre las espadañas o se posan en los troncos secos de los árboles muertos por la inundación. El paisaje al atardecer es digno de disfrutarse armados de unos prismáticos que nos permitan observar las aves. El camino continúa bordeando la margen izquierda del pantano atravesando unos parajes que también son muy ricos en yacimientos arqueológicos. En la finca de La Golilleja se encontró una de las primeras muestras de la cerámica llamada campaniforme.

Vasijas de cerámica Campaniforme de la Edad del Cobre halladas en La Golilleja, cerca de la desembocadura del Tajo

En la orilla norte, dentro de la finca de El Carpio, que conserva todavía los grandes edificios de su labranza, se encontró una tumba principesca de la transición de la Edad de Bronce a la del Hierro con interesantes cerámicas y un puñal de este metal, novedad tecnológica para la época. También son estos restos, como los ya reseñados de Las Herencias, de tendencia orientalizante y vinculan a esta comarca con el sureste español y el mundo tartésico. Esta tumba fue descubierta por las aguas, al igual que una villa romana cuyas piedras hizo también aparecer el embate de las olas del embalse.

Fresnedas en el Jébalo bajo

Seguimos el viaje hasta una casa casi inundada por las aguas desde la que el camino asciende separándonos del río. Atravesamos junto a las típicas casillas de piedra de las fincas de almendros antes de llegar al arroyo Tamujoso. En este mismo lugar se produjo en los años cuarenta un asalto de los maquis a los vecinos de Aldeanueva que volvían de las ferias de Talavera.

Desde estas lomas podemos ver a la derecha el viaducto o puente de Amador, una impresionante obra que se construyó para el paso de la “Vía del Hambre”. Cruzamos el arroyo y subimos hacia el antiguo solar que ocupaba Corralrrubio, un pueblo hoy desaparecido del que solamente queda una fuente y los vallados de las antiguas propiedades. Proseguimos nuestro viaje y llegamos a Aldeanueva de Barbarroya

HISTORIA DE LOS MOLINOS DE LA JARA Y VALDEPUSA 1

HISTORIA DE LOS MOLINOS DE LA JARA Y VALDEPUSA 1

Este viejo molino bastardo del río Uso puede ser el referido en el Libro de la Montería del siglo XIV

El suelo de La Jara es, en la mayor parte de su extensión, un terreno muy pobre que sólo en las rañas se puede considerar algo más fértil. Este es el principal motivo por el que, en conjunto, fue la suya una economía agrícola casi de subsistencia con escasos excedentes cerealísticos. Paradójicamente es, sin embargo, una de las comarcas que cuenta con un mayor número de pequeños molinos de arroyo situados en corrientes que todavía al recorrerlas hoy, incluso durante épocas lluviosas, nos preguntamos cómo pudieron llegar a mover las piedras de molino con tan escaso caudal.

Molino del Estanco de Riofrío en su desembocadura en el Uso. Uno de los molinos de Riofrío cuenta con referencias en el siglo XV

En la existencia de este gran número de explotaciones molineras pudo influir la condición quebrada de la topografía jareña que permitía los desniveles necesarios para la instalación de molinos. Otro factor a tener en cuenta es el de la escasez de comunicaciones, principalmente en las zonas serranas donde la tradicional inseguridad y aislamiento hizo necesaria la creación de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera. Todo esto, unido a las grandes distancias que había que salvar, hacía poco rentable el transporte del cereal hasta las grandes aceñas del Tajo e incitaba a la construcción de molinos más cercanos a las tierras de labor.

La Jara fue señorío de Talavera, ciudad que intentó restringir la exportación y molienda del grano fuera de la ciudad. Así consta en diversa normativa y en pleitos que se conservan en el Archivo Municipal desde el siglo XV[1]. Aun así, los modestos “molinos bastardos” fueron poco a poco extendiéndose por todo el territorio jareño.

Molino en el Andilucha, uno de los arroyocon referencias más antiguas de molinos de agua «bastardos»

Hacia 1340, en el libro de la Montería de Alfonso XI, entre los muchos parajes citados aparecen los molinos de Jujo, el actual río Uso.[2] En las sentencias que sobre deslindes emite el Arzobispado, señor de Talavera, en 1418 hay alusiones a “el molino de Riofrío”, único artificio movido en aquella época por ese riachuelo que con el tiempo llegaría a contar con nada menos que veintidós ejemplares[3], constituyendo la mayor concentración molinera de la provincia.

Estas escasas referencias a los molinos de la Jara aumentan en el siglo XVI, cuando se consolida la repoblación del territorio. Así, aparecen en las Relaciones de Felipe II nada menos que siete molinos en Alcaudete, tres pertenecientes a hidalgos talaveranos, uno a las monjas de San Benito de Talavera y otros dos a particulares. En el río Tamujoso todavía no se había instalado ninguno de los tres que molieron más tarde, ya que todavía los habitantes de Belvis,pueblo ribereño del Tamujoso, iban a moler al Tajo y a Alcaudete.

Restos de un molino con su cárcavo en el río Cubilar

Por las noticias de La Estrella y de Aldeanueva de Barbarroya que aparecen en sus relaciones respectivas, debieron existir varios molinos sobre el río Uso. Eran probablemente los más cercanos a la desembocadura pues desde Campillo y otras localidades situadas río arriba se iba a moler a arroyos más lejanos como el Riofrío o el Cubilar. También se acudía a moler en estos dos ríos desde La Estrella, aunque esta población ya cuenta con dos pequeños molinos cercanos en el arroyo “Candeluga”, actual Andilucha[4].

[1] SUÁREZ ÁLVAREZ, Mª. J.: Opus cit  p. 334.

[2] ALFONSO XI.: El Libro de la Montería. opus cit. p. 564.

[3] SUÁREZ ÁLVAREZ, Mº.J.: Opus cit. p. 303.

[4] VIÑAS,C.  y PAZ, R.: Opus cit ver “Alcaudete” y “Belvis” “Campillo” y “La Estrella”.

EL JÉBALO (6), ACABAMOS DE CONOCER ALCAUDETE

EL JÉBALO (6), ACABAMOS DE CONOCER ALCAUDETE

Portada plateresca de la iglesia de Alcaudete

En la entrada anterior sobre el río Jébalo habíamos conocido la historia y la arquitectura de Alcaudete, hoy vamos a acabar de conocer este pueblo jareño, antes de continuar hacia la desembocadura.

IGLESIA

bóvedas de crucería en la iglesia de Alcaudete

 

En 1534 un párroco murciano llamado Juan de Algarra dejó al morir todos sus bienes para financiar la construcción del que tal vez sea el templo más monumental de La Jara que, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, domina hoy el paisaje urbano de Alcaudete. Los dos curas que siguieron a don Juan fueron sobrinos suyos y se llamaron ambos Cristóbal de Bustamante, continuando la obra de su tío y haciéndose enterrar los tres bajo sendas losas de pizarra en la capilla mayor.

El edificio es de grandes proporciones y está edificado en mampostería con sillería en los ángulos. Tiene una sola nave dividida en tres tramos y la capilla mayor con cinco paramentos es algo más baja. Las cuatro bóvedas respectivas son de crucería ojival y en sus claves aparecen esculpidos el blasón del fundador, el jarrón de azucenas símbolo de la advocación y otros motivos. Se trata de una iglesia de estilo ojival con detalles del renacimiento, como la define el Conde de Cedillo. Desde antiguo era conocida la riqueza de la parroquia de Alcaudete de la que dependían las iglesias de varios pueblos cercanos, hasta el punto de que se ha conservado el dicho: “ Cura de Alcaudete, obispillo sin roquete ”.

No debemos dejar de observar la portada plateresca de la fachada sur del templo, formada por un arco semicircular entre columnas sobre pedestales y un ancho friso con salientes de exornos, además de un entablamento con otro friso adornado con águilas en sus lados. Entre los motivos decorativos podemos observar los blasones de los párrocos benefactores de la obra y dos leones. La torre, de construcción posterior, es de estilo herreriano.

Azulejos talaveranos en los arrimaderos de la capilla mayor de la iglesia de Alcaudete

OTROS LUGARES DE INTERÉS

A la entrada del pueblo se puede ver una pequeña fábrica de orujo. Se sitúa a la izquierda de la carretera de Los Navalmorales y tiene interés por su sencilla y peculiar arquitectura industrial. Desde hace siglos han molido seis o siete molinos maquileros en el río y algunos de ellos se conservan en buen estado, representando unas buena muestra de estos venerables ingenios.

Una muestra de la arquitectura industrial rural, esta fábrica de orujo de Alcaudete

Aunque hay datos que sugieren la existencia de un puente antiguo, durante toda su historia estuvo Alcaudete anhelando la construcción de uno que ayudara a cruzar el Jébalo, y tanto el concejo talaverano como la Mesta hicieron diferentes proyectos que no se sustanciaron hasta el siglo XVIII. Hoy día el llamado Puente Viejo está arruinado por las inundaciones de posguerra pero, río abajo, queda todavía en pie el llamado Puente Cacharro.

Puente Viejo de Alcaudete restaurado

FIESTAS

Aunque ha perdido gran parte de sus antiguos ritos, Alcaudete cuenta entre sus fiestas tradicionales con una celebración de gran interés pero que ha decaído en los últimos años. Se trata de la soldadesca que el dos de Febrero, día de la Candelaria, salía por las calles del pueblo formada por un grupo de hombres adornados con cintas de colores según el cargo que ocuparan en la comitiva: general, coronel, teniente coronel, tambores, dos banderas, pinche y alabarderos. Acompañaban a la procesión en la que, como es creencia, las gentes esperaban ver a la vuelta la vela de la Virgen apagada o encendida para saber si se prolongarían los rigores del invierno. Después de estar presente en la misa, el grupo recorría las calles con el redoble de los tambores. Llegados a la plaza formaban círculo, bailaban las banderas y el pinche, que llevaba una especie de cetro adornado con cintas, también danzaba saludando por orden a las diferentes jerarquías del grupo. Esta soldadesca participaba también en la cuestación para las “ánimas benditas” y en el entierro de la sardina.

La Inmaculada, patrona de Alcaudete, aparece representada en varios paneles de las viviendas de Alcaudete

El día ocho de diciembre se celebra la Inmaculada Concepción como advocación del templo que es y patrona del pueblo. Hay misa solemne, procesión, novillada curiosamente invernal, bailes y pólvora.

GASTRONOMÍA

En cuanto a la restauración, debemos señalar que en torno a la carretera se han instalado varios establecimientos siguiendo la tradición de los viejos mesones. En ellos se puede degustar la cocina de la zona. Tradicionalmente ha tenido fama el cordero preparado en diferentes guisos y el cochinillo, pero hoy existen industrias chacineras donde se venden al público buenos embutidos y derivados del cerdo. Aunque tal vez, el producto autóctono característico de Alcaudete sea su sabrosa y tierna lechuga, además de otros productos de su feraz huerta.

 

EL JÉBALO (5) POR EL CAÑÓN HASTA ALCAUDETE

EL JÉBALO (5) POR EL CAÑÓN HASTA ALCAUDETE

Valle medio del Jébalo y al fondo la sierra de La Estrella

Todos los ríos jareños tienen una zona de pequeños cañones graníticos cuando al salir hacia el valle del Tajo rompen el batolito granítico y así tenemos la zona del Pusa en Santa Ana, del Cedena en Villarejo de Montalbán, el Uso frente a La Estrella o el Jébalo junto a Alcaudete, inculo el Sangrera frente a Retamoso nos muestran barancos berroqueños que suelen tener una gran belleza.

Desde el muro del embalse del Jébalo hasta Alcaudete el paisaje tiene estas características y cuenta con pozas y chorreras entre grandes bloques graníticos. Son varios los yacimientos de l la Edad del Cobre o medievales que custodiaban la entrada del valle del Jébalo, alguno de ellos amurallado con grandes bloques de piedra. También contaba este tramo con algunos molinos de agua pero el último de ellos, ya a la salida del cañón ha sido muy desafortunadamente restaurado y luego abandonado.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0021.jpg

El Jébalo sale del cañón y riega la huerta de Alcaudete, donde se cultivan sus famosas lechugas. Ya hemos hablado en anteriores capítulos de la prehistoria en el valle: los grabados del Martinete, la inscripción ibérica de Los Maíllos, los yacimientos romanos de Los Villarejos etc, y ahora vamos conocer el pueblo de Alcaudete

La llamada Torre del Cura y la iglesia parroquial de Alcaudete

Alcaudete es palabra de origen árabe que habría derivado del latín africano “caput aqua” o “cabeza del agua”, es decir “manantial”. Según Jiménez de Gregorio la terminación “ete” sería una huella mozárabe que habría permanecido en el nombre de nuestro pueblo. No es extraño que los musulmanes aprovecharan estas huertas construyendo para su protección las dos torres que hoy podemos encontrar en su término. Por un lado la conocida como “El Torreón” o como “La Torre del Cura y la torre que se encuentra en la dehesa de Castellanos, que es de mayores dimensiones y está reformada con desafortunado gusto. En su interior está cubierta por una bóveda de arista en el primer piso.

Explicación en el moumento al primer repoblador de Alcaudete

A los pioneros cristianos que repoblaron estos inseguros territorios está dedicado el monumento que se sitúa a la entrada del pueblo En él se representa, en escultura de hierro sobre pedestal de ladrillo mudejarista, a uno de aquellos primeros jareños  de pie junto a la simbólica torre de Alcaudete y armado con la ballesta, que a su vez es símbolo de la actividad cinegética del primer repoblador de Alcaudete que, complementada por la explotación de las posadas de colmenas, la ganadería y los huertecillos habría constituido el modo de vida de los protagonistas de las primeras incursiones en el nuevo territorio conquistado.

Monumento a los repobladores jareños en Alcaudete

En el siglo XIII,  Fernando III el Santo dona a Talavera para su repoblación la dehesa de Los Xebalillos, en la que está incluido gran parte del actual término de Alcaudete. La noble familia talaverana de los Duque de Estrada tuvieron vinculación con estas tierras, como se deduce de que el “Torreón” perteneciera a Hernán Duque de Estrada durante el siglo XVI, aunque ya en el siglo XIV otro noble llamado Juan Ortiz Calderón, arrepentido de sus faltas, entre las que destacaba haber asesinado a un alcalde de Talavera, deja en herencia al arzobispo Pedro Tenorio Duque de Estrada la dehesa de Castellanos con su torre para que allí se funde un monasterio que, finalmente, acabaría radicándose en Talavera como monasterio jerónimo de Santa Catalina.

Aparejo de un muro de Alcaudete de tapial y canto rodado

CONJUNTO URBANO

Este pueblo de la Jara Baja se caracteriza por una arquitectura de ladrillo y, sobre todo, de adobe y tapial, generalmente enjalbegados y casi siempre levantando una sola planta. Sin embargo, en la zona central del caserío se conservan media docena de casonas de interés donde el granito y la rejería nos orientan a la existencia de cierta clase acomodada poco frecuente en el resto de la comarca. La zona de la plaza fue reconstruida por el organismo Regiones Devastadas debido las inundaciones que asolaron el pueblo, manteniendo un conjunto no desafortunado dentro de las típicas formas constructivas que se utilizaron en la época franquista, tanto en estas rehabilitaciones de zonas destruidas como en los llamados pueblos nuevos de colonización.

Alcaudete es de los pocos pueblos jareños que cuentan con alguna casona menos modesta que lo que es habitual encontrar en La Jara

Además de estos edificios urbanos, encontramos repartidas por su extenso término algunas viviendas rústicas en pizarra y granito, sobre todo al sur, además de las grandes labranzas del valle bajo del río en el norte, en torno a la Dehesa de Castellanos, con mayores dependencias y la entrada situada casi siempre bajo un palomar. Otros edificios peculiares son los de las huertas y molinos cercanos al casco urbano.

En el próximo capítulo acabaremos de conocer Alcaudete y llegaremos hasta la desembocadura del Jébalo en el Tajo.

EL RÍO JÉBALO (4) POR LA FRESNEDA

EL RÍO JÉBALO (4) POR LA FRESNEDA

Arquitectura popular en La Fresneda

Hoy vamos a conocer el siguiente tramo del río Jébalo y para ello vamos a realizar una excursión acercándonos al pueblecito jareño de La Fresneda, desde donde es más fácil el acceso a esta parte del río.

Aunque existen referencias del siglo XVIII a una labranza de Torrecilla “con cuatro casas con sus habitadores, los dos vecinos de Espinoso, y los otros dos, vecinos del lugar de Sevilleja”, el comienzo de la andadura del pueblo como tal se produce a mediados del siglo XIX, pues es conocido que La Fresneda fue fundada por un labrador llamado “el abuelo Lorenzo” al que se reproduce en un panel de cerámica de los que adornan la pequeña plaza local. Todavía se conoce cuál fue su casa y cómo se extendieron las edificaciones según crecía el vecindario descendiente de aquella primera familia pionera, con algunos vecinos más originarios de Buenasbodas. A lo largo del arroyo Valbellido se distribuye el caserío que conserva algunas construcciones y rincones de sabor jareño con sus muros de pizarra o blanqueados. Cerca del cementerio existe un calero, un horno para cocer la cal con la que antiguamente enjalbegaban las casas o fabricaban la argamasa para las construcciones.

Horno de cal cercano a La Fresneda

La iglesia se inauguró en 1944. Construida sobre un solar donado por una vecina, no desentona con la arquitectura tradicional local. Fue erigida con la financiación que proporcionó don Anastasio Granados, sacerdote que fue obispo auxiliar de Toledo pero que cuando era cura en pueblos cercanos durante la Guerra Civil hubo de huir y fue recogido y ocultado por los “fresneanos” durante la contienda.

Pero el mayor encanto de La Fresneda, además de sus gentes, es su entorno y aislamiento.

Labranza junto al embalse del Jébalo

Muy cerca del pueblo, aunque en término de Alcaudete, se encuentra el embalse del río Jébalo. Un paraje de gran belleza , con las aguas represadas entre encinares y olivares, y en cuyas orillas se asientan varias labranzas antiguas de bonita arquitectura tradicional, entre las que destacan la de Paniagua, que llegó a ser una verdadera aldea, o la de Los Villarejos, adquirida por los fresnedanos en parcelas y cuyo caserío domina la presa. En sus inmediaciones se han hallado restos romanos y una necrópolis de la Edad del Hierro que demuestran que no fue el abuelo Lorenzo el primero en asentarse en estos territorios. Si subimos el río unos dos kilómetros podremos bañarnos en pozas solitarias de aguas limpias entre fresnos y riscos de pizarra.

Sepultura tardorromana violada en el Prado de la Moneda antes de su inundación

Nos acercaremos desde el pueblo a la presa, desde el muro comenzamos el paseo y tomamos el camino que en dirección sur nos lleva por la orilla izquierda del río.

Podemos subir por la labranza conocida como Los Villarejos, desde la que hay una magnífica vista sobre el embalse y todo el valle del Jébalo, con sus encinares y olivares que han conquistado las pendientes de las empinadas barreras. El nombre de Los Villarejos, topónimo muy asociado siempre a antiguos poblamientos, nos indica que esta zona es rica en huellas arqueológicas de romanos y visigodos, pues se han hallado restos y sepulturas como la del cercano prado de la Moneda, de nombre también tan sugerente.

Horno de los Villarejos con gallinero bajo él y zahurdas a su lado

Seguimos el recorrido por el camino de circunvalación del embalse y vamos viendo algunas viviendas de pizarra y adobe típicas de La Jara.

A unos tres kilómetros, se encuentra el antiguo poblado de Paniagua, con una era central y algunas viviendas y cuadras que conservan el viejo sabor de las construcciones rurales de la comarca.

Uno de los edificios de labranza de Paniagua de arquitectura popular en pizarra

Por debajo de la aldea de Paniagua hay un puente por el que luego cruzaremos ya de regreso. Río arriba de este puente se suceden varias pozas muy hermosas entre pizarras, con la ribera festoneada de fresnos y acebuches. Malpasillo y Malpasillón son los nombres de dos de ellas que nos sugieren la facilidad para pasar el río de un salto debido a la cercanía de las rocas de ambas orillas.

Poza de Malpasillo en Jébalo juntoa la labranza de Paniagua

Desde aquí también puede ascenderse el río, si tenemos tiempo, hasta llegar a los parajes del poblado de Portezuelo y el de El Martinete, del que hablaremos en otra ruta por situarse en él unos grabados y pinturas rupestres.

Volvemos después de regreso y cruzamos por el puente peatonal mencionado, siguiendo la otra orilla del embalse hasta regresar de nuevo a La Fresneda.

Puente peatonal junto a la labranza de Paniagua

SIGUIENDO EL JÉBALO POR EL VALLE DE ROBLEDO DEL MAZO

NUESTROS RÍOS, EL JÉBALO 2

SIGUIENDO EL JÉBALO POR EL VALLE DE ROBLEDO DEL MAZO

El río Jébalo a su paso por el valle de Robledo del Mazo

Vamos a conocer ahora el resto del hermoso valle de Robledo del Mazo, formado por este pueblo jareño y sus cuatro aldeas situadas en torno a la cabecera del río Jébalo que nace cerca de Piedraescrita como ya sabemos.

Ya cerca de Navaltoril, otra de las aldeas del valle del   se encuentra el lugar donde las gentes de Espinoso y Piedraescrita desarrolan un curioso ritual sobre el río pasando la imagen de un pueblo al otro.

Cada siete años, durante los meses de Mayo a Septiembre, o bien por necesidad causada por plagas o sequía, y también con una duración de cuatro meses, tienen derecho los espinoseños a tener en su poder la venerada y antigua imagen. El traslado a Espinoso es todo un acontecimiento para el pueblo y la imagen es acompañada por los agrestes parajes serranos que deben atravesarse rezando y cantando coplillas  a la Virgen.

Romería de Piedraescritade 2016 en el momento de cruzar el Jébalo con la imagen FOTO DE LA VOZ DEL TAJO

Primero se lleva la imagen a la vecina aldea de Navaltoril, también situada en el valle de Robledo. Allí se celebra una multitudinaria misa de campaña que preside también la imagen de la Inmaculada de Navaltoril con asistencia de gentes de todos los pueblos de los alrededores. Después se conduce la imagen hasta el paraje conocido como “El Agua de las Juntas” donde, en el mismo lecho del río Jébalo, entregan la imagen las autoridades del valle a las de Espinoso. El camino es largo y para el recorrido se despoja a la Virgen de su corona y se la pone un manto para que no se moje, pues es mucha la fe en su intercesión para traer la lluvia en tiempos de sequía. Es recibida con las calles engalanadas con arcos florales y hierbas aromáticas alfombrando el suelo, entre la emoción de todo el vecindario que la espera en el paraje conocido como el “Plaerón

Iglesia de Navaltoril

Navaltoril es otra de las aldeas de Robledo del Mazo que todavía conserva una arquitectura popular con sabor serrano en un entorno muy agradable, ya que el pueblo se sitúa desde el siglo XV en un antiguo postuero de ganados entre los prados de una nava. Cuenta con dos molinos arruinados cercanos en las riberas del Jébalo. Uno de ellos se encuentra cerca del pueblo y junto a él podemos ver un rústico.

Puente sobre el Jébalo cerca de navaltoril. Ingeniería popular en un puente de roncos jara y tierra apisonada

El otro molino está frente al cruce de la carretera que nos subirá hasta la pequeña aldea de Robledillo, cuyo caserío se sitúa en la cota más alta en la comarca y también está rodeado de un marco natural privilegiado. Es una labranza de Robledo que comienza su andadura en el siglo XVIII conociéndose el nombre de su fundador como “el abuelo Cirilo Galán”.  Cuenta el pueblo con una piscina natural y si continuamos por la misma carretera en dirección a Espinoso podemos disfrutar de la zona de recreo que se ha preparado en torno al ameno paraje de la fuente de La Teja. Otra bonita excursión desde Robledillo es la que nos acerca dirigiéndonos hacia el oeste por una senda hasta el paraje de Vallesú donde mana una caudalosa fuente.

Plaza de Robledillo

Desde Robledillo volvemos a descender hasta el valle de Robledo y continuamos la carretera en dirección oeste pasando por el lugar de Las Humfrías que, como las otras aldeas del municipio, conserva algunas muestras de la arquitectura tradicional y las ruinas de varios molinos en el cercano arroyo de Las Lanchas, pintoresco por sus cascadas.

El caserío de las Humfrías y al fondo el monte conservado con el original bosque mediterráneo en su aspecto original con los canchales típicos de las sierras jareñas

ROBLEDO DEL MAZO

Historia

El pueblo de Robledo del Mazo se fundó a mediados del siglo XV, según se deduce del testimonio de uno de los vecinos que declaran en las Relaciones de Felipe II. Refiere que uno de los fundadores fue su padre, quien con otros cuatro colmeneros se asentó en el valle para explotar una posada de colmenas. El mismo testigo asegura que el nombre del lugar deriva de que los osos que por entonces andaban por aquellas sierras jareñas causaban daños a las colmenas buscando la miel. Para espantarlos, los primeros pobladores de aquellos robledales instalaron en un arroyo un artificio al que “ pusieron hechizo” para que, movido por las aguas, diera sonoros martillazos que ahuyentaran a los animales.

Cascadas del arroyo de Las Lanchas cerca de Las Humfrías

Un testimonio del siglo XVIII asegura que “un incendio redujo a cenizas toda la población y aún los vestidos de la imagen titular, De suerte que habiendo quedado Diego García único vecino y alcalde, entregó en el ayuntamiento de la villa de Talavera su vara y jurisdicción, que con dicho motivo se agregó a la del lugar de Sevilleja. Mas, habiéndose reunido de su calamidad los vecinos dispersos, lograron reintegrarse el dominio privativo del egido y solar del pueblo”. 

CONJUNTO URBANO

Arquitectura popular jareña en el valle de Robledo

El núcleo urbano de Robledo se reparte por la ladera de su asentamiento, con las casas siguiendo calles empinadas y formando grupos bastante homogéneos de viviendas de pizarra enjalbegadas. Las construcciones son de una tipología característica en la Jara serrana, de finalidad totalmente utilitaria, y forman un conjunto curioso que conserva todavía algunos rincones con agradable sabor rural.

IGLESIA

El templo de Robledo  es muy sencillo y también sufrió los avatares bélicos. Estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora del Robledo durante el siglo XVI para, más tarde, ser Nuestra Señora de la Encarnación su patrona. La iglesia se independizó de la de Piedraescrita en 1.676 .

 

NUESTROS RÍOS; El JÉBALO (1) PIEDRAESCRITA

NUESTROS RÍOS

El JÉBALO (1) PIEDRAESCRITA

El tejado de la iglesia de Piedraescrita vierte sus aguas a dos cuencas, la del Tajo la del Guadiana

Vamos a ir recorriendo nuestros ríos y aprovecharemos para conocer los atractivos de sus valles y de los pueblos por los que van atravesando. El río Jébalo podemos considerar que nace en Piedraescrita, aunque con las aportaciones en su nacimiento de la garganta de las Puentecillas

Iniciamos el recorrido del río Jébalo, y lo escribo con «J» porque como defiende Jiménez de Gregorio aparece escrito como Xébalo en los documentos antiguos. Río de jabalíes es una de las propuestas que nos quieren solucionar el significado de su nombre.

Piedraescrita desde la ladera del risco de Las Moradas

Nace como hemos dicho cerca del pueblecito jareño de Piedraescrita, cuya ermita se sitúa en la misma divisoria de aguas del Tajo y el Guadiana por lo que las precipitaciones  de su tejado en el lado norte caerían al Jébalo.

Un camino va paralelo al cauce y se dirige en dirección norte discurriendo junto a un pequeño altarcillo que nos recuerda que allí se apareció  la imagen. Siguiendo ese camino llegamos al río cerca del paraje donde se pasa la imagen de la Virgen en un ritual curioso entre los pueblos de Espinoso y Piedraescrita, y del que hablaremos en el próximo capítulo de esta serie.

Arquitectura popular de Piedraescrita

Pero antes visitaremos primero este agradable pueblecito del que existen antiguas referencias a su iglesia como un lugar que servía de refugio a los peregrinos de Guadalupe que se aventuraban por estas sierras.

Las gentes de la comarca siempre se han encomendadoa la Virgen de Piedraescrita en tiempos de sequía.

LA IGLESIA: Cuenta la leyenda que en tiempos medievales, “poco después de la expulsión de los sarracenos”, un vaquero de Espinoso aprovechaba con los  ganados propiedad de su amo talaverano las hierbas frescas del entorno y se le apareció la Virgen en un lugar cercano al pueblo, sobre una roca conocida como “El Canto de la Virgen”, donde hace unos años se ha erigido un sencillo monumento conmemorativo.

Cuenta la leyenda que la Virgen encomendó al vaquero la construcción de una ermita y los lugareños se empeñaban en erigirla en otro lugar diferente al que hoy le sirve de solar, sucediendo que los muros levantados por el día aparecían derruidos a la mañana siguiente, hasta que por fin el templo fue construido donde actualmente se ubica, justo en la divisoria entre las aguas del Guadiana y el Tajo.

Está documentado históricamente que en 1188 el obispo Gonzalo Pérez otorga licencia para la construcción de una iglesia a un tal Nuño Nuñez y a su mujer Aderazo Gómez que aportaban la dote necesaria para su mantenimiento.

Pantocrator románico mudéjar de la iglesia de Piedraescrita

El templo es una edificación sencilla con un ábside que fue octogonal y, según parece, formaba únicamente la sencilla construcción primitiva, más tarde modificada añadiéndose la nave principal. El edificio tiene a los pies un campanario de tres huecos que fue construido en el siglo XVIII. Se accede a la iglesia por un pórtico descendiendo cuatro escalones, ya que el piso del templo se encuentra por debajo del nivel actual del suelo y hay constancia de la existencia de una antigua fuente dentro de la ermita que, como hemos dicho, es una iglesia en realidad. Los muros están fabricados en mampostería de lajas de pizarra con revoco exterior enjalbegado.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es P3201098.jpg

Pero lo realmente interesante desde el punto de vista artístico es el interior de este monumento. Sus paredes  están en gran parte recubiertas de valiosa azulejería talaverana del siglo XVI y XVII con escenas del Nuevo Testamento. En el lado de la epístola destaca un San Cristóbal de grandes dimensiones frente al que se sitúa un panel con una fila de arcabuceros similar al que se encuentra en la ermita de la Virgen del Prado de Talavera, aunque no es esta la única similitud en los motivos dibujados en Piedraescrita. Otros paneles representan a diferentes santos y en el testero se aparece un juicio final con la resurrección de los hombres que son extraídos de las tumbas por ángeles y demonios. Un azulejo parece representar al autor de parte de los paneles cerámicos. Considero esta iglesia de Piedraescrita uno de los santuarios de la cerámica talaverana cuyo contenido ampliaremos en otra ocasión

En el cuarto de esfera que cubre la capilla podemos contemplar la pintura al fresco de un Pantocrátor con estrellas y una luna con cara femenina. Esta es la pintura románica más meridional del territorio nacional. Son también de interés un magnífico Cristo crucificado del siglo XVII, la pila bautismal y una escultura de la Virgen en cerámica talaverana.

El «gusano» de Piedraescrita, rastro de un trilobites en la cumbre de Las Moradas

Justo por encima del pueblo domina el paisaje la cumbre de Las Moradas, el pico más elevado de La Jara en el que persisten restos de amurallamientos donde se habrían refugiado los primeros pobladores cristianos huyendo de las razzias musulmanas. En un risco de cuarcita que mira desde la cumbre hacia el caserío se percibe un fósil que es el rastro de un trilobites de más de 7 metros de longitud,  y no conozco ejemplar de cruciana, que así se llaman estas huellas fosilizadas, con un mayor tamaño. También hay referencias al hallazgo de otras inscripciones hoy desaparecidas en el entorno de la iglesia que habrían justificado el nombre de “Piedra-escrita”.

Camino de Piedraescrita con la piedra que señala el lugar de la aparición. paralelo al camino va el Jébalo naciente

LOS GRABADOS DEL MARTINETE EN EL JÉBALO, Patrimonio comarcal en peligro 12

LOS GRABADOS DEL MARTINETE EN EL JÉBALO,

Patrimonio comarcal en peligro 12

Bajo el enebro que cuelga a la derecha de la imagen se encuentran los grabados y pinturas

FICHA DE BIEN EN PELIGRO

Denominación.-

Grabados y pinturas rupestres de El Martinete

 Término Municipal.-

Alcaudete de la Jara

 Situación.-

En la orilla oeste del Jébalo sobre una gran roca lucida por la erosión del agua.

 Categoría.-

Pinturas y grabados de arte esquemático 

Cérvido de gran cornamenta en la estación de arte rupestre de El Martinete

Descripción del Bien.-

En el curso medio del río Jébalo  se observan, en el paraje conocido como El Martinete, unos curiosísimos grabados y pinturas rupestres que corresponden al llamado Arte Esquemático de la Edad del Bronce, aunque es probable una mayor antigüedad en su ejecución pues algunos especialistas retrasan su datación hasta la Edad del Cobre o Calcolítico, con más de 4500 años, e incluso otros llegan hasta el epipaleolítico añadiendo un par de milenios más.

La mayor parte de los grabados están realizados con técnica de piqueteado sobre unas superficies rocosas lamidas por el Jébalo en sus crecidas y situadas en un lugar intrincado y de entorno agreste. El lugar tiene aspecto de «capilla» o de recogido paraje religioso. Muchos de los motivos son homúnculos, es decir, hombrecillos esquemáticos en diferentes actitudes, como uno de ellos, por ejemplo, que parece representar un arquero caído.

También aparece la imagen de la cabeza de un cérvido y lo que da la sensación de ser una escena de lucha entre otro animal astado y un hombre. Además, se percibe un carro o una vivienda esquemática y otros signos y dibujos muy sencillos pero de difícil interpretación. Las figuras se distribuyen sobre un panel principal y otro secundario más elevado y situado más hacia el norte.

Detrás de los grabados se observan también pinturas en tonos rojizos muy desvaídos en los que se distinguen dos imágenes formadas por círculos concéntricos con el típico aspecto de los ojos esquemáticos que caracterizan a muchos idolillos hallados en los dólmenes y en otras estaciones de arte esquemático.

 

Grabado del martinete que parece representar un arquero caído

Cronología principal.-

Segundo Milenio a. de C.

 Protección legal.-

Las Genéricas de protección autonómica y estatal

 Propietario.-

Dominio fluvial del río, Público

Calco de un cérvido representado en los grabados de El Martinete

 Valoración del Bien.-

  • Valor histórico
  • Valor arqueológico
  • Valor artístico

Principales riesgos apreciados.-

  • Riesgo de deterioro por vandalismo, graffitis o repiqueteado

    Pinturas de la estación de El Martinete que parece representar ojos o soles con círculos concéntricos

Bibliografía de referencia.-

-Jiménez de Gregorio, F., Grabados y Pinturas Rupestres de El Martinete, Alcaudete de la Jara, Toledo. Pyrenae nº 9

-Portela Hernando, D., Los grabados Rupestres Postpaleolíticos de «El Martinete». Alcaudete de La Jara. Congreso de Arte Rupestre Esquemático de la Península Ibérica. Los Vélez

Uno de los paneles de arte rupestre obra de Domingo Portela

LA FRESNEDA DE LA JARA

LA FRESNEDA DE LA JARA

Arquitectura popular de La Fresneda
Arquitectura popular de La Fresneda

Si tomamos una carretera que se dirige en dirección oeste desde la parte alta del casco urbano de Torrecilla llegaremos primero al ameno paraje donde se sitúa la ermita de la Virgen del Valle junto al río Fresnedoso. Aguas abajo se levanta el cerro de los Moros, donde se localiza la necrópolis visigoda ya aludida. Seguimos la carretera pasando arroyos y rañas elevadas desde las que tenemos hacia el sur hermosas vistas de la Jara Alta y llegamos al entrañable pueblecito de La Fresneda, un lugar donde, sin caer en el tópico, encontraremos a gentes realmente acogedoras.

Horno de cal en La Fresneda
Horno de cal en La Fresneda

Aunque existen referencias del siglo XVIII a una labranza de Torrecilla “con cuatro casas con sus habitadores, los dos vecinos de Espinoso, y los otros dos, vecinos del lugar de Sevilleja”, el comienzo de la andadura del pueblo como tal se produce a mediados del siglo XIX, pues es conocido que La Fresneda fue fundada por un labrador llamado “el abuelo Lorenzo” al que se reproduce en un panel de cerámica de los que adornan la pequeña plaza local. Todavía se conoce cual fue su casa y cómo se extendieron las edificaciones según crecía el vecindario descendiente de aquella primera familia pionera. A lo largo del arroyo Valbellido se distribuye el caserío que conserva algunas casas y rincones de sabor jareño con los muros de pizarra o blanqueados. Cerca del cementerio existe un calero, un horno para cocer la cal con la que antiguamente  enjalbegaban las casas o fabricaban la argamasa para las construcciones.

Horno de pan adosado a una vivienda con zahurda bajo el propio horno en el valle del Jébalo
Horno de pan adosado a una vivienda con zahurda bajo el propio horno en el valle del Jébalo

La iglesia se inauguró en 1944. Construida sobre un solar donado por una vecina, no desentona con la arquitectura tradicional. Fue erigida con la financiación que proporcionó don Anastasio Granados, sacerdote que fue obispo auxiliar de Toledo pero que cuando era cura durante la Guerra Civil en pueblos cercanos hubo de huir y fue recogido y ocultado por los “fresneanos” durante la contienda.

Labranza a las orillas del embalse del río Jébalo
Labranza a las orillas del embalse del río Jébalo

Pero el mayor encanto de La Fresneda además de sus gentes es su entorno y aislamiento. Muy cerca del pueblo, aunque en término de Alcaudete, se encuentra el embalse del río Jébalo. Un paraje de gran belleza con las aguas represadas entre encinares y olivares y en cuyas orillas se asientan varias labranzas antiguas de bonita arquitectura tradicional, entre las que destacan la de Paniagua, que llegó a ser una verdadera aldea, o la de Los Villarejos, adquirida por los fresnedanos en parcelas y cuyo caserío domina la presa. En sus inmediaciones se han hallado restos romanos y una necrópolis de la Edad del Hierro que demuestran que no fue el abuelo Lorenzo el primero en asentarse en estos territorios. Si subimos el río unos dos kilómetros podremos bañarnos en pozas solitarias de aguas limpias entre fresnos y riscos de pizarra.

El valle del Jébalo en la zona de Los Villarejos
El valle del Jébalo en la zona de Los Villarejos

UN RELATO SOBRE EL JÉBALO HACE 3500 AÑOS

TRIGO Y BRONCE

(Río Jébalo, 1523 a.C.)

Relato sobre la vida de los hombres de la Edad del Bronce en los poblados a orillas del río Jébalo

Grabado de la Edad del Bronce. Arte esquemático. Representa un arquero caído Grabado de la Edad del Bronce. Arte esquemático. Representa un arquero caído.

Sobre la cumbre del cerro humean las fogatas. Las techumbres de las chozas se dejan ver entre los grandes troncos afilados de la empalizada que se levantan amenazantes sobre la muralla de piedras y tierra.

Se escucha llorar a un niño y el sonido agudo de dos piedras que chocan entre sí. Es Atra, el mejor fabricante de lascas del poblado. Bajo la sombra de un acebuche, machaca sin cesar los cantos rodados que ha subido desde el río en su esportillo de esparto. Cuando acaba de golpear las esquirlas de piedra selecciona algunas de ellas, las que son más delgadas y tienen mejor corte, y va embutiéndolas en un palo curvo para formar una hoz que regalará a su amigo Soltru, el minero.

Atra se levanta, toma una torta del fuego, ante las protestas de las mujeres que se afanan a su alrededor, y se dirige río arriba. Allí, otros guerreros de su clan intentan sacar la piedra verde de la tierra. Cuando se encuentra próximo a la orilla escucha el canto monótono de dos hombres y, al acercarse, comprueba que son los dos sacerdotes de la tribu que pintan sobre la pared del risco sagrado. Atra se detiene y en cuclillas observa como uno de ellos, sin dejar de cantar, mezcla en unos cuencos una de tierra colorada con unas plantas que previamente ha machacado en su mortero. El otro dibuja con ese pigmento unos grandes ojos sobre la piedra junto a otros trazos que representan ciervos y hombrecillos. Sin hacer ruido se retira del lugar reculando, sin hacer ruido.

En el camino comprueba si en alguna de sus trampas ha capturado una presa y una sonrisa apenas perceptible entre la suciedad y la barba de su rostro indica que ha habido suerte. Se acerca a unas zarzas donde un conejo intenta zafarse del lazo que dos días antes había situado en un pequeño sendero marcado por el paso de los roedores. De un golpe certero acaba con los sufrimientos del animal guardándolo en la bolsa de piel de ciervo que lleva colgada del hombro.

Grabado de un ciervo en la estación rupestre de El Martinete

Según avanza va escuchando más claramente las risas de las mujeres que siegan las espigas de trigo de los campos de la tribu. Atra es recibido con bromas y enseguida le son requeridas las hoces de palo que necesitan para seguir con su tarea. Se siente satisfecho porque su trabajo es valorado, nadie sabe trabajar el sílex como él, nadie sabe encontrar las piedras que guardan en su interior los cuchillos más cortantes y, aunque los mineros con sus fraguas fabrican las hachas y las flechas de la piedra verde, sabe que su labor todavía es necesaria. Antes de seguir su camino se detiene con los dos guerreros que vigilan los campos día y noche para evitar las rapiñas de las tribus vecinas. Uno de ellos está inquieto, dice haber oído ruidos extraños durante la madrugada.

Mina de cobre, la "piedra verde" del relato de La Borracha
Mina de cobre, la «piedra verde» del relato de La Borracha

Atra continúa su camino y llega junto a la mina. Varios hombres se afanan sacando espuertas de tierra y piedra verdosa de una estrecha grieta abierta en un talud. Otros se dedican a traer leña y reavivar los hornos donde se obtiene el metal. Atra se acerca a su amigo Soltru que, en esos momentos, se dispone a verter el líquido incandescente sobre un molde de piedra donde ha vaciado un hueco con forma de punta de flecha. Luego enfría con agua el preciado objeto de bronce y se lo ofrece a su amigo. Éste le responde entregándole la hoz de palo que ha fabricado con especial cuidado esa mañana. Ambos se preguntan por sus familias mientras beben cerveza de un pellejo de cabra entre risotadas.

Pero bruscamente, al mirar río abajo, Soltru grita:

-¡Fuego en el poblado!

Los mineros toman sus armas y corriendo se dirigen hacia donde se eleva la columna de humo. La distancia es larga y cuando llegan la imagen es desoladora. Tres ancianos que habían intentado repeler la agresión yacen en el suelo con los cráneos destrozados por las hachas de sus enemigos. La empalizada todavía arde, mientras que un grupo de mujeres y niños aterrorizados y heridos salen del bosque donde corrieron a refugiarse al darse cuenta de lo que se les venía encima. Los silos excavados en el suelo están vacíos. Los asaltantes Han saqueado todo el grano y se han llevado las cabras. Los hombres se revuelcan en el polvo mientras aúllan gritos de guerra y de venganza.

Pozas de Malpasillo en el río Jébalo junto al paraje de Paniagua

Atra sabía que algo así podía suceder, el poblado vecino había perdido todos sus alimentos, la sequía del año anterior había esquilmado sus reservas y un rayo había incendiado la cosecha de esta primavera. El ataque sólo era cuestión de tiempo y Atra creía que el jefe debía haber tomado más precauciones. El cerro donde se sitúa el poblado está defendido por grandes paredes de piedra pero la noche anterior sus vecinos, que antes habían formado parte del mismo pueblo se ocultaron de noche en las junqueras del río a la espera de que los hombres salieran del recinto.

Ahora a la tribu de Atra sólo le quedaba vagar en busca de bayas y animalejos por los bosques, el hambre y la muerte  o, lo más probable, otra nueva guerra en el valle.