La Cañada Leonesa Oriental a su paso por Aldeanovita
Todavía a principios de los años 80 se podía transitar por la mayoría de los caminos públicos sin que candados y porteras cerradas a cal y canto impidieran el paso a los que querían disfrutar de la naturaleza.
Poco a poco la situación se ha ido deteriorando hasta el punto de que son centenares los caminos que desde hace siglos servían para unir pueblos y parajes recónditos y ahora han sido usurpados por propietarios que hacen de su capa un sayo sin que haya nadie que recupere lo que es propiedad de todos. Utilizan para ello métodos tan mezquinos como meter el arado al camino antiguo haciéndolo intransitable, y trazar otro paralelo pero ya dentro de su finca para así impedir el paso, poner carteles falsos de “finca privada, prohibido el paso”, encharcarlos, y otros arteros procedimientos.
Camino empedrado cerca de Belvís de la Jara
No tengo nada contra la actividad cinegética si se desarrolla en el marco de las leyes, pero la principal causa de este problema es sin duda la caza, todas esas fincas que los nuevos ricos del ladrillo, entre otros, adquirieron con su dinero fresco, y algo pestilente en muchos casos, para dar tono a su ascenso en la categoría social, y así, la caza, como el golf, se convirtieron en signo de riqueza y status. Esas propiedades fueron rápidamente cercadas con altos vallados, muchas veces ilegales, y en su interior se criaron venados como si fueran borregos para cazarlos como en caseta de feria o vendérselos a los italianos como si fueran salvajes criaturas, cuando en realidad estaban casi estabulados y comiendo pienso. Además, se hicieron tremendos casoplones que enseñar a socios y amistades en una perpetua y berlanguiana escopeta nacional. Y para mantener sus mansos venados sin que los furtivos pudieran cazarlos a cantazos cerraron los caminos públicos con la arrogancia que les daba su influencia de señorito sobre el alcalde de turno que, salvo honrosas excepciones, no se atrevía a denunciar la usurpación y molestar con ello al influyente propietario. La Guardia Civil, que antiguamente vigilaba realmente el patrimonio caminero, ahora solamente suele tomar medidas si hay una denuncia previa.
Puente, camino y lavadero en La Estrella
De esta forma, poco a poco se va expoliando nuestro patrimonio viario, que además es un recurso de primer orden para el turismo rural. Y tanto es así, que cualquier persona que deambule por el campo sin otra intención que disfrutar de la naturaleza es considerada como sospechosa que se va a llevar los conejos en el bolsillo y es interpelado por guardas y encargados, que les someten a un tercer grado sobre cuáles son sus inconfesables intenciones en el campo.
Realmente han conseguido con todo esto poner puertas al campo, aunque hay comunidades autónomas, como Extremadura, donde la normativa establece que aquel propietario que cierra un camino es quien tiene que probar que es privado, mientras que en otras regiones como la nuestra, primero se cierran y luego vete tú a un proceso judicial y tengas pleitos y los ganes.
Un camino empedrado con granito cerca de Segurilla, actualmente cubierto de zahorra
Es necesario que los ayuntamientos hagan un inventario exhaustivo de los caminos y que luego se amojonen. Es el instrumento necesario para que no se produzcan las expropiaciones forzosas que se vienen haciendo de facto y que, además de vulnerar la legalidad por apropiarse de lo ajeno, vulneran derechos fundamentales cuando los guardas de las fincas te salen al paso como si fueras un delincuente, interrogándote e incluso tomándose atribuciones policiales, pidiéndote la documentación e intentando a veces hasta registrar tu vehículo, todo ello adobado con malos modos.
Las vías pecuarias principales sí que se van amojonando por la administración, aunque no obligan a retranquearse al que se ha venido fuera de la linde apropiándose de parte de la cañada, pero al menos es una buena iniciativa que debe continuar, como también debe cambiar la normativa y se debe dar al SEPRONA y a la guardería medioambiental atribuciones más ejecutivas sobre nuestros caminos para así impedir este expolio permanente.
Una venta trashumante, El Venturro, junto a la cañada leonesa occidental
Caricatura que muestra a Isabel II practicando su deporte favorito
De la tierra de l´amour, Emmanuelle, El Último Tango y el Marqués de Sade pasando por Perpignán nos vino la dinastía reinante hoy en España. Y llegaron el primer año del siglo de las luces, que llevaría a finales de la centuria a la explosión de la liberté, del placer y del rodar cabezas.
Y Felipe V, primer Borbón, parece que mezcló una parte de la psicalipsis de su patria de origen con la pasión exacerbada de los súbditos que le tocaba gobernar, y así llegó a permanecer días y noches en el real catre retozando con la reina y cayendo alternativamente en el más profundo arrepentimiento y la lascivia más patológica, que le hacía pasar de la oración al ardor pudendo sin cesar, del flagelo al zurriago sin parar.
Algunos de los borbones a los que alude el texto
Abdicó Felipe en su hijo Luis I, aunque la corte seguía en La Granja en manos de su madrastra la reina Isabel de Farnesio. Luisito sólo tiene quince años cuando le casan y su mujer Luisa Isabel de Orleáns es caprichosa, sucia y extravagante, hasta el punto de jugar desnuda por los jardines de palacio, por lo que el joven rey, que también padece de “melancolía” como su padre, se dedica a sus fiestas y correrías nocturnas por Madrid, aunque poco puede divertirse, pues muere de viruelas a los ocho meses de reinado.
Fernando VI también tiene una obsesión enfermiza con su mujer Bárbara de Braganza, portuguesa poco agraciada y bien entrada en carnes pero que al rey le ponía cantidad. Y quiere yacer con ella sin cesar, hasta el punto de que cuando ella está ya agonizante, no se resiste a entrar con ella en la cama por el mucho apetito sexual que le despierta su real persona. Cuando muere la reina y no puede “hacer uso del matrimonio”, Fernando VI se vuelve loco y acaba encerrado en el caserón de Villaviciosa de Odón lanzando sus propios excrementos a ministros, cortesanos y prelados que acuden a visitarle.
Carlos III es rey más cazador que fornicador, las dos pasiones dinásticas, prefiriendo cobrar conejos en el monte y no en la corte, aunque llega a ser rey por los apaños de Isabel de Farnesio, que tiene una buena excusa para relegar al que habría tenido en realidad mayor derecho a reinar, el infante Luis de Borbón. La excusa es que don Luis no piensa en otra cosa que en el sexo y tanto es así que para evitar escándalos le casan con una mujer casi plebeya, para que calme así su fogosidad. Con esa excusa se le destierra de la corte y viene a Velada, al palacio del marqués, con su corte, acompañado de Goya y Bocherini entre otros artistas, mientras le construyen el palacio de Arenas.
El tontaina de Carlos IV ve como la reina más fea que vieron los siglos bebe los vientos por Godoy. Fernando VII, aparte de su conocida bajeza moral, padecía macrosomía genital y hasta tal punto eran grandes sus atributos sexuales que le tuvieron que fabricar una almohadilla en forma de donut para yacer con su señora sin dañarla al hacer uso del matrimonio. Su viuda Maria Cristina, que decía que su marido el Rey yacía con ella con “lujuria de animal”, tuvo al enviudar varios hijos con un guardia de corps de nombre Muñoz.
Del amor de Isabel II por los militares de todo el escalafón, desde sargentos hasta el “general bonito”, mucho se ha escrito, mientras que de su marido Francisco de Asís de Borbón, que paseó sus cuernos con gran dignidad, dijo ella que qué se podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más puntillas y encajes que ella misma.
Alfonso XII gustaba de las actrices y Alfonso XIII también, aunque a este último le valía cualquier cosa, sin ser nada selectivo en sus fornicios. Y para qué seguir con monarcas más actuales si los medios nos informan a diario.
El merendero de El Paredón ya abandonado en el año 1974
Cuando se hizo el 20-J de 2009 la multitudinaria manifestación en defensa del Tajo en Talavera, llamó la atención de los medios nacionales la presencia de algunos ciudadanos que portaban sencillas pancartas en las que, sobre un cartón, pegaban fotografías de los momentos felices que pasaron en el río antes de que nos lo usurpara el trasvase. Hay muchas razones económicas, medioambientales e incluso de defensa de la propia dignidad para reivindicar nuestro río, pero lo que hoy quiero contarles solo va de su aspecto más entrañable, humano y cultural.
La playa de Los Arenales con sus merenderos
Nuestro Tajo antes del trasvase olía a río, un olor que ha quedado en el recuerdo y que no tiene nada que ver con el olor a cloaca y albañal que tiene hoy día. No era ya el río trasparente y de oro que describía Cervantes, pero tenía el color de la vida, de verde o de tierra pero vivo. Hasta los cienos eran cienos que no olían a corrupción y a extraños componentes químicos. Aguas putrefactas que llegan desde una ciudad de seis millones de habitantes y que producen extrañas espumas e irisaciones que hicieron en 2006 que muchos regantes se negaran a utilizarlas para sus cultivos.
Bañistas en la playa de Los Arenales en Talavera. Al fondo el casco antiguo y en primer plano uno de los frecuentados merenderos
Siendo chavales íbamos con la familia a los merenderos del río. El conejo, la ensalada, el pollo, la tortilla o los filetes empanados que después del baño devorábamos, acompañando la comida con el vino y la gaseosa, y por las noches a veces hasta se arrancaba alguien a tocar la guitarra. Había chiringuitos en Los Arenales, la Presilla, o el Paredón, aunque el recuerdo más entrañable que conservo es el del quiosco Miralrío, que se encontraba donde ahora está el colegio Madre de la Esperanza. La alberca con las carpas a las que echábamos migas de pan, con el chorro que salía del pozo y que, al intentar beber, siempre daba calambre. La sombra deliciosa bajo los árboles con el sonido del agua corriendo por las acequias que también con su chisporroteo llenaba de frescura los atardeceres de verano.
Recuerdo el paseo hacia los Arenales con las sombrillas y las familias talaveranas confluyendo hacia un puente de madera sobre el arroyo Berrenchín. La playa de arena finísima con islotes más elevados de álamos y tarayes, y el baño en un río limpio con las gentes todavía con flotadores hechos de corchos o cámaras de neumático, incluso de tractor, las que provocaban más envidia a los críos que nos lanzábamos desde un trampolín rústico hecho de tablas. Cruzar a nado a la isla del Chamelo, donde cogíamos paloduz nos provocaba la emoción de la aventura, y también ver a Telesforo con su barca y la noticia que nos sobrecogía de algún ahogado cuyo cuerpo había ido a recuperar.
Bañistas en la Playa de Los Arenales antes del nefasto trasvase
Pero el mejor de mis recuerdos es el momento en que cogíamos un viejo saco mi hermano y yo, y arrimándole contra la orilla y alborotando entre los juncales, lo sacábamos rápidamente y dejaba en su fondo un verdadero tesoro de vida. Ahí aparecían carpillas, bogas, gambusias, barbetes, extraños insectos, trasparentes camarones, o lampreas. Metíamos aquellas joyas en cubos de playa junto a los mejillones fluviales, y se los enseñábamos a todos los críos, y a los mayores, a quienes distraíamos en la sobremesa de café de termo y copa de soberano.
En Toledo con su playa de Safont, en Malpica, o en Puente habrá sin duda mucha gente que recuerda también todo aquello que nos robaron el día que se decidió que nuestro río fuera a enriquecer otras tierras, con la complicidad de quienes, habiendo sido elegidos para ser nuestros representantes, sólo defendieron y defienden los intereses de su secta.
Las aguas limpias del Tajo en una postal de los años 60
Talavera fue percibida desde hace siglos como una ciudad con futuro y así decía Pons en el siglo XVIII
“El territorio hasta Talavera es de más de una legua; y siendo vega muy llana, se podría regar parte de ella con las aguas del Alberche, que me parece vienen someras. Esto, me dijeron, se ha pensado varias veces, pero no se ha hecho. Logra esta villa …una situación tan ventajosa como ninguna otra de cuantas he visto. Está fundada en medio de la referida vega. Baña el Tajo sus murallas por el lado del mediodía, y en la situación es muy parecida a la ciudad de Córdoba.”
También Laborde a principios del XIX vislumbra las posibilidades de nuestra ciudad
“llanura descubierta, muy fértil, hermosa y alegre, y bajo un cielo bellísimo”
“Desde ella se distingue ya a Talavera en toda su extensión, formando con sus grandes edificios, torres y chapiteles, un grupo de diversas pirámides, cuyo golpe de vista agradable, da una idea de la opulencia de esta ciudad.»
“Su vega amena y deliciosa produce mucho trigo, vino, aceite, seda, hortalizas y legumbres, los pastos de sus dehesas mantienen mucho ganado lanar, vacuno y de cerda”.
Y hasta se felicita por el clima.
“El de Talavera es bellísimo, su cielo puro y sereno, los inviernos templados, las aguas muy buenas y los alimentos de sabrosa calidad; pero el verano es muy cálido
Y algunos como Barreiros comienzan a describir una Talavera ya pujante en 1548
“La tierra es buena comarca de pan, vino, miel, frutas y ganado. En ella hay mucha gente noble y rica, eclesiástica como secular y muchos hidalgos honrados…”
O cuando A. Jouvin en 1672 dice que es:
“un terreno semejante al paraíso terrenal…y la venta y el puente del Alberche, que se pasa sobre un puente de madera, un río grueso…, que desagua allí cerca en el Tajo, que sigue por un llano el más fértil de España, donde está Talavera de la Reina”
Aunque la descripción de una Talavera más importante es la que hace de la Tababyra musulmana Al-Idrisi hace mil años
“Talavera es una gran villa construida en la orilla del Tajo; el castillo está perfectamente fortificado y la villa es notable por su belleza, su extensión y la variedad de sus producciones. Los bazares son dignos de verse y las casas están agradablemente dispuestas; un gran número de molinos se elevan sobre las aguas del río. Capital de una provincia importante, Talavera está rodeada de campos fértiles. Sus barrios son hermosos y antiguos y se encuentran allí monumentos de remota antigüedad. Está situada a 70 millas de Toledo. La villa de Toledo, al oriente de Talavera, es una capital no menos importante”.
Nuestro novelista Céspedes y Meneses vive en esa otra Talavera rica del siglo XVI
“Gente apacible agradable y cortesana, y en particular la noble, que es mucha, lucidísima y de las más calificadas casas de España”.
“una de las más amenas, alegres, abundantes y deleitosas poblaciones” donde la nobleza se entretiene en “caballos, toros, máscaras, sortijas, torneos y otros pasatiempos”.
Y a estas talaveras boyantes podemos añadir esos años llenos de vida de finales de los 60 y principios de los 70 que la consagraron como la segunda ciudad de esta región en la que nos metieron con calzador, para luego olvidarse de nuestra existencia.
Pero también hubo tiempos peores, como la Talavera de después del destrozo de los franceses que hicieron correr el vino y el aceite por las calles o dinamitaron centenares de casas especialmente en el barrio de San Andrés. Talavera vio reducida en casi dos tercios su población, y además había visto poco antes como se cerraban las Reales Fábricas de Seda que daban empleo a tres mil personas en la comarca.
O la Talavera fea y pobre que ve Gerald Brenan cuando se tiene que quedar aquí en los años de la posguerra civil por una avería del tren (¿les suena?)
Lo que sí es cierto es que con la ayuda o sin la ayuda (que es lo habitual) de las administraciones y a pesar de la absoluta incapacidad de nuestros políticos volveremos a salir adelante. Seguro.
TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (6)
LA «REGIÓN TALAVERANA» Y SUS CÍRCULOS DE INFLUENCIA
Podemos en definitiva asegurar que, con grandes dificultades sobrevenidas de la marginación histórica de la ciudad, de la anacrónica división provincial y la caprichosa y perjudicial estructura autonómica condicionada por sus fronteras antinaturales, las Tierras de Talavera vienen manteniendo una unidad geográfica en la que se pueden apreciar varios círculos de influencia de intensidad decreciente según nos alejamos de la propia ciudad.
El primer círculo estaría compuesto por la parte de las antiguas tierras que actualmente se incluyen en el territorio de Castilla-La Mancha. Estarían aquí incluidas por tanto las comarcas de La Jara, salvo la parte extremeña, la Sierra de San Vicente, El Berrocal, El Alcor, la Campana de Oropesa y las cuatro Villas ribereñas del Tajo (Alcolea, Puente del Arzobispo, Valdeverdeja, El Torrico). Por el este, el Horcajo de Santa María, Valdepusa, que fue segregada en el siglo XIV de La Jara, y otras localidades históricamente no vinculadas a Talavera como Santa Olalla o El Casar de Escalona, Carriches, Erustes o Mesegar, entre otros, que por su proximidad están dentro del área más cercana.
Esta unión de las poblaciones del primer círculo con su cabecera es muy fuerte con una actividad comercial y administrativa intensa que se aprecia en los dos sentidos, además de una vinculación humana que hace raro que cualquier habitante de la zona no tenga familiares o propiedades en Talavera. Incluso se está produciendo el hecho de que por la carestía de la vivienda muchos talaveranos están comenzando a desplazarse a los pueblos más cercanos para domiciliarse en ellos.
El segundo círculo de influencia abarca zonas que, aunque históricamente han estado unidas a otras provincias, sus condicionantes geográficos son tan significativos que por fuerza las relaciones con Talavera han de ser intensas, a pesar de que administrativamente no estén incluidas en la misma provincia ni en la misma comunidad autónoma. Me refiero concretamente a las poblaciones del Valle del Tiétar que para acudir a Ávila precisan pasar dos puertos muchas veces nevados y con carreteras de montaña. Sus habitantes acuden con muchísima frecuencia al hospital de Talavera o a la medicina privada de la ciudad de forma que las autoridades sanitarias de las dos castillas se han visto obligadas a firmar un acuerdo para que los vecinos del valle del Tiétar sean atendidos en Talavera no sólo en las urgencias. Pocos son los que van a Ávila para adquirir equipamientos, tanto por las dificultades de comunicación como por la mayor oferta de nuestra ciudad. Otro vínculo importante es el que en dirección contraria se produce cuando los talaveranos adquieren su vivienda de recreo en la sierra de Gredos o simplemente utilizan sus bosques y gargantas como lugares para disfrutar el tiempo libre durante los fines de semana.
También podemos incluir en este segundo círculo de influencia a los pueblos de la Vera Alta, es decir Madrigal, Villanueva y Valverde de la Vera, que por su proximidad geográfica tienen similares circunstancias que los pueblos del valle del Tiétar abulense. Además, muchos de sus habitantes formaron parte de los colonos que vinieron a las vegas talaveranas para cultivar sus regadíos y es raro el “verato” que no tiene algún familiar en nuestra ciudad.
Por otra parte, las localidades jareñas que fueron incluidas arbitrariamente en la provincia de Cáceres, habiendo pertenecido geográfica e históricamente a Talavera, siguen manteniendo fuertes lazos de unión con Talavera. Me refiero a Villar del Pedroso, Valdelacasa, Peraleda de San Román, Garvín, Navatrasierra o Alía, que siguen abasteciéndose comercialmente de Talavera y mantienen estrechos vínculos humanos con sus habitantes. El pueblo jareño de Anchuras de los Montes, aunque esté actualmente en la provincia de Ciudad Real, debemos incluirle en el primer círculo de influencia simplemente por cuestiones geográficas evidentes.
El tercer círculo de influencia comprende a localidades más distantes, pero que en realidad también se encuentran muy alejadas de otras ciudades de referencia, o éstas son pequeñas poblaciones con pocos servicios y escaso potencial comercial. Me refiero por ejemplo a los pueblos de Campo Arañuelo que, aunque tienen por capital comarcal a Navalmoral de la Mata, se desplazan a Talavera para muchas de sus transacciones, al igual que sucede con las poblaciones del valle del Río Ibor incluyendo a Guadalupe. Parecida circunstancia se da en los pueblos del señorío de La Puebla de Alcocer y Herrera del Duque, con los antiguos pueblos jareños de Castilblanco y Valdecaballeros, además de muchas localidades de la llamada Siberia Extremeña. La Vera Baja ya se encuentra más unida a Plasencia y a Navalmoral, pero mantiene una relación comercial muy fuerte con Talavera.
Como dice Jiménez de Gregorio, el territorio de nuestra ciudad es por tanto una región, en el sentido geográfico estricto del término, ya que está formada por diferentes comarcas y subcomarcas que, aunque tienen sus pequeñas capitales de referencia como Arenas de San Pedro, Belvís de la Jara, Los Navalmorales, Castillo de Bayuela, Oropesa etc… mantienen una inequívoca unión con esa ciudad a la que ellos mismos llaman “el pozo” por considerar irónicamente que es el lugar donde van a parar los frutos económicos de todas ellas.
Talavera necesita a su comarca y los pueblos necesitan a esa ciudad cuyas calles conocen como si fueran las suyas y por eso, el día de Mondas, cuando el alcalde de Talavera se intercambia en la basílica del Prado el bastón de mando con los alcaldes de los pueblos de las Tierras de Talavera es un día sumamente simbólico, en el cual se representa la unión de todos los habitantes de la que Cervantes denominó “la mejor tierra de castilla”.
TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (5)
HACIA LA TORMENTA PERFECTA
Con el régimen democrático llegó la España de las comunidades autónomas. Talavera quedó incluida en la Comunidad de Castilla.-La Mancha pero estas nuevas fronteras artificiales vinieron a perjudicar gravemente los intereses de nuestra ciudad que, aunque era la segunda de la región en número de habitantes, no recibió desde el principio las fuertes inversiones que se inyectaron en otras ciudades que, tal vez por ser capitales de provincia, vieron como se asentaba en ellas la Universidad regional, en el caso de Ciudad Real, los tribunales de justicia en el caso de Albacete o los organismos oficiales que requería la capitalidad en el caso de Toledo.Por otra parte, muchos otros aspectos, desde el patrimonial hasta el deportivo o el cultural eran ampliamente respaldados por las autoridades regionales en esas ciudades con la creación de infraestructuras, mientras que la nuestra y su comarca quedaba siempre en segundo plano y marginada en todos los aspectos. Incluso, las actividades más indeseables se proyectaba establecerlas en la ciudad, ante el silencio cómplice de diferentes corporaciones que asumían con fruición todo aquello, por perjudicial que fuera, que se ordenara desde el partido en Toledo.
Y así, casi de forma simultánea, se proyectaron el parque de tiro de Anchuras, una planta de incineración de residuos en Cazalegas, un cementerio nuclear en Nombela y hasta se planteó la posibilidad de llevarse el agua del embalse de Azután hasta el Levante, sin que a los políticos se les moviera un pelo para impedirlo. Tuvo que ser el propio pueblo talaverano organizado en el colectivo “Nosotros Talavera” el que pusiera el grito en el cielo por las agresiones y la marginación de Talavera de la Reina que incluso veía como se quedaba sin campus universitario. Un campus que se hizo a regañadientes y que luego, a pesar de las escasas titulaciones ofrecidas mantiene una demanda muy superior a la de otros situados en capitales de provincia. Muchachos de toda la comarca natural de Talavera llegan a la ciudad a formarse ignorando las ridículas fronteras artificiales establecidas por las autonomías. Esas mismas fronteras que condicionan las comunicaciones de forma antinatural y así, conservamos carreteras tercermundistas para unirnos con La Vera, con la Jara “extremeña”, con el valle del Tiétar y la Sierra de San Vicente etc, porque la política de las diferentes autonomías es centrípeta en cuestión de comunicaciones. De forma que se mejoran las carreteras hacia el interior y las capitales de la comunidad autónoma, mientras instituciones regionales ignoran las vías que deberían comunicar las comarcas adyacentes de comunidades diferente.
Algo parecido sucede con el ferrocarril pues, aunque se hizo haciendo una autovía de los viñedos para comunicarnos con Tomelloso ¡¡? ?, los talaveranos deben utilizar líneas ferroviarias tercermundistas para llegar a Madrid, ciudad con la que Talavera se encuentra mucho más relacionada que con Toledo en todos los aspectos no burocráticos. También para este tema hubo de formarse una Plataforma del Ferrocarril ante la pasividad de las autoridades, locales, provinciales y regionales siempre atentas a las órdenes que venían de Toledo.
Don Fernando Jiménez de Gregorio dice que la geografía manda y la historia obedece y así quieren las gentes de la comarca que siga siendo, a pesar de los políticos. Gentes como aquel alcalde de Poyales del Hoyo que, ante la dificultad de acudir al hospital de Ávila atravesando los puertos, sugería poder utilizar el de nuestra ciudad diciendo: “Hagamos la provincia de Talavera y luego veremos en que autonomía nos metemos”, o la significativa actitud de los vecinos de la Vera Alta que, con la intención de presionar a las autoridades castellano-manchegas para mejorar sus comunicaciones, amenazaban con no comprar nada durante todo un mes en Talavera.
El tiempo ha demostrado la necesaria vinculación sanitaria del Valle del Tiétar o de Anchuras y actualmente son asistidos por el área de Talavera del SESCAM.
No contentos con ser cómplices de la marginación de Talavera, nuestros políticos locales y regionales han permitido también que nuestros ríos sean expoliados. El PP ha sido el gran felón del Tajo con el Memorandum aprobado por los populares en el senado y el Psoe quien permitió que se llevaran el Alberche a Madrid por un pacto de Barreda con Cristina Narbona a cambio de la tubería de la Mancha. También tuvieron que ser los propios ciudadanos los que se levantaran contra esta ignominia mediante la Plataforma en Defensa de los Ríos Tajo y Alberche.
Manifestación dela Plataforma en Defensa Tel tajo y el Alberche en 2009
Los políticos siempre descalifican y despachan con desprecio interesado cualquier protesta sobre la marginación de la ciudad o cualquier iniciativa para mejorar las relaciones con las localidades vecinas de otras comunidades mediante la acusación de “abertzalismo” o de actitudes provincianas, cuando precisamente lo que más ha perjudicado a Talavera de la Reina ha sido precisamente la creación de las provincias en 1833.
Esas provincias que en comunidades como Galicia o Cataluña ya han desaparecido prácticamente ante la comarcalización del territorio que allí se ha acometido, mientras que en Castilla-La Mancha seguimos erre que erre con la decimonónica y arbitraria división provincial.
TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (4) DEL DESASTRE PROVINCIAL AL DESASTRE AUTONÓMICO
Y es en esos mismos años en los que Talavera sufre una de sus más agudas crisis económicas y demográficas de su historia cuando se acomete la división del territorio nacional en las actuales provincias. Nos encontramos en 1833 y éste es uno de los hechos más desafortunados de la historia de nuestra ciudad, pues se incluye a la misma en la provincia de Toledo, partiendo su territorio histórico entre varias otras provincias. La Jara no se conserva como unidad geográfica y parte de ella se incluye en la provincia de Cáceres, con localidades como Valdelacasa, Garvín, Peraleda de San Román, Alía, Villar del Pedroso o Guadalupe; otra parte se incluye en la provincia de Badajoz, concretamente los pueblos de Castilblanco y Valdecaballeros, y, por último, la población de Anchuras, que a su vez había sido aldea de Sevilleja de la Jara es incluida de una manera absurda en la provincia de Ciudad Real. Seguir leyendo TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (4) DEL DESASTRE PROVINCIAL AL DESASTRE AUTONÓMICO→
No hay nada tan ansiolítico como un paseo por La Jara y sus campos, cada día más despoblados pero llenos de lugares atractivos que te hacen reencontrarte con esas pequeñas cosas realmente importantes.
Salgo a recorrer con unos amigos las riberas del Riofrío, entre La Nava de Ricomalillo y Sevilleja, en el cogollo de La Jara. Bajamos desde el puente de la carretera en este año tan seco, sin esperar ver ni verdes orillas ni charcas trasparentes. Vamos recorriendo uno de los canales que, desviados por pequeñas presas ya colmatadas de tierra por los años trascurridos, llevaban el agua a los molinos para ahorrar así tiempo y esfuerzo al ser humano que habitaba estos jarales rozados para el cultivo con tanto trabajo. E imaginamos el día en el que uno de aquellos modestos paisanos de la Tierra de Talavera decidió mejorar su bienestar y el de su familia construyendo uno de estos artificios. Y se puso manos a la obra sin topógrafos ni asesores de empresa, construyendo la presa que seguro derrumbaron una y otra vez las crecidas, aunque tuvo que comprar la cal para hacer la argamasa que le diera fuerza al muro. Y ahí se fueron gran parte de sus ahorros, porque la pizarra, el barro y el sudor con el que hacer el resto de la obra sólo requirieron el trabajo duro del pico, el azadón y las cuñas que abrían los lanchones para ir dejando paso al agua.
Cuánto trabajo, cuántas ilusiones yacen ahora abandonadas con las vigas pudriéndose y los tejados caídos ante la desidia culpable de los que deberían velar por conservar estos elementos tan venerables de la historia de la pequeña “gente”, a la que algunos dicen defender, pero que en realidad desprecian olímpicamente.
Porque para mí eso es amar a España, no el patrioterismo de unos ni el odio a tu propia patria de otros. El patriotismo es el amor a tu cultura en el más amplio sentido de la palabra, el acervo tuyo y de los que te rodean, y la forma en que han sabido estar en el mundo, su mundo, el mundo de los que nos precedieron y los que nos seguirán, y que no significa en absoluto el desprecio a los otros sino una forma de mirarles desde lo nuestro, desde lo que hemos mamado.
Y en nuestro periplo jareño vamos viendo las huertas y los chozos abandonados que daban más vida a estas riberas, e imaginamos el ambiente de arrieros, molineros, cabreros, cazadores, colmeneros, maquis, y hasta civiles o agentes de Fiscalía, y tantas otras gentes que entonces daban vida a los campos hoy abandonados y de los que nada saben esos jóvenes a los que nadie enseña humanidades y que, eso sí, desarrollan hoy los dos pulgares que a tremenda velocidad pulsan las letras de los teclados de sus smartphones, igual que aquellos homínidos abuelos nuestros desarrollaron el pulgar para que nuestras manos fueran más útiles al ser prensiles.
Y pasamos junto a una gran lancha de piedra en la que se mezclan grabados de pastores aburridos de hace unos años con grabados rupestres de la Edad del Bronce, y comentamos la pulsión del hombre a pintar monos más o menos simbólicos en cualquier superficie, desde Altamira a los maníacos del spray grafitero actual.
En realidad, qué poco cambian las cosas, qué relativo es todo, incluso la pobreza. Y comento a mis compañeros cómo estos recursos de supervivencia que hoy vemos arruinados, o los barbechos y dehesas abandonados, serían hoy un verdadero paraíso para una tribu de somalíes o de algún pueblo del Sahel con sus cabras comiendo las púas de sus escasos arbustos, y ellos muriendo de hambre y sed en su tierra.
Aunque es fácil decirlo delante de unas buenas migas con esos botellines tan fresquitos, casi hielo, que dan en La Jara.
TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (2)
de Caesaróbriga a la Talavera Medieval
Continuamos una serie de artículos sobre cómo la comarca natural de Talavera ha constituido una unidad cultural y geográfica a lo largo de la historia
Los romanos distribuyen las tierras hispanas en las tres provincias, la Bética, la Tarraconense y la Lusitana. Observan que nuestra tierra está poblada por los vettones, pueblo de la misma etnia que los lusitanos y que por tanto son encuadrados por el Imperio en esta misma demarcación territorial, que tiene como frontera oriental una línea que discurre aproximadamente a la altura de la localidad de Santa Olalla, claramente coincidente con el límite geográfico queaún hoy mantiene nuestra comarca natural. Son varios los autores que consideran que ya en tiempos romanos Talavera era una especie de capital administrativa de un gran territorio rural en el que se distribuían numerosas villas dispersas y donde parece haber tenido importancia económica la minería de numerosas explotaciones de La Jara, la trashumancia y el asentamiento de las legiones romanas. Talavera fue sin duda una importante ciudad romana, capital de un extenso territorio en la que había lujosos templos y edificios y donde no se descarta que hubiera edificio públicos como circo o teatro, aunque todavía no se hayan encontrado por los numerosos arrasamientos de la época medieval.
De cualquier forma, la gran cantidad de inscripciones romanas localizadas en nuestra ciudad, de las que entre otras cosas se ha deducido la denominación de Talavera como Caesarobriga, nos hablan de una población de importancia, como se deduce por tener uno de los corpus epigráficos más ricos de la península.
En la época más tardía se produce una crisis generalizada que conlleva una dispersión rural de la población, como demuestran los numerosos yacimientos tardorromanos y las villas que se hallan esparcidas por la tierra de Talavera. Algunas de esas grandes villas romanas presentan plantas basilicales que demuestran la cristianización en la época de las gentes que habitaban la comarca, cuyo ejemplo más representativo es la villa romana de Saucedo en Talavera la Nueva. Estos asentamientos parece que también estaban vinculados a explotaciones metalúrgicas y, de la misma manera que en otras épocas históricas, los arqueólogos han observado en los materiales hallados un gran paralelismo con los de yacimientos localizados en Extremadura. Nuevamente volvemos a percibir esa mayor vinculación cultural de nuestra ciudad con el occidente peninsular que con la zona central, como algo constante en el devenir histórico de esta tierra.
En época visigoda los nuevos pobladores no arrasan la ciudad, pero sí que dan una nueva orientación urbanística a la misma. La distribución del territorio estaba entonces muy unida a la demarcación eclesiástica y en Talavera parece que se localizaba la sede episcopal de Elbora, sufragánea de la de Mérida. En Aquis, núcleo de población identificado con Talavera o con la cercana finca de La Alcoba, se crea un obispado en relación con la devoción que atrae a numerosos fieles al sepulcro de San Pimenio, pero el metropolitano de Mérida se queja al rey Wamba por la existencia de esta diócesis, por lo que Talavera se mantiene vinculada a la Lusitania hasta la llegada de la invasión musulmana.
Durante la época musulmana son diferentes los viajeros e historiadores que califican a Talabayra como una gran ciudad de la que depende “una provincia importante”.Esta provincia o korá es repoblada en gran parte por aguerridas tribus bereberes que, acostumbradas a batallar, son mantenidas aquí para controlar a la levantisca Toledo con la que mantienen no pocos enfrentamientos, pues Talavera, esa ciudad “más al norte de Al-Andalus, en la frontera con los politeístas”, está destinada a servir de bastión ante los cristianos y ante las fuerzas toledanas rebeldes al califato de Córdoba. La ciudad sufre después los enfrentamientos entre el taifa de Toledo y el taifa extremeño de Badajoz, entre los cuales se encuentra geográficamente. Las tierras de Talavera a raíz de la reconquista por Alfonso VI corresponden según J.Gómez Menor con ese territorio o iqlim de la Talabayra musulmana que “no estaba sujeta a Toledo sino que su iqlim formaba una pequeña provincia independiente integrada dentro de la Marca fronteriza Media. Su independencia administrativa está atestiguada: tenía un gobernador, y un cadí o autoridad judicial, y las crónicas árabes nos han conservado el nombre de algunos”.
Alfonso VI conquista Talavera y la repuebla con castellanos y francos, que en principio ocupan los arrabales, aunque persiste una numerosa población mozárabe que se asienta en la villa, dentro del caserío que dejaron las clases dominantes árabes. También los moriscos constituyen un núcleo de población importante que se acrecienta durante siglos posteriores, así como la aljama judía, que es de una importancia numérica media-alta entre las comunidades hebreas de Castilla. Más al oeste, la repoblación leonesa es más importante y ya desde la Campana de Oropesa hacia poniente pueden observarse algunos aspectos etnográficos y linguísticos que así parecen confirmarlo claramente.
Alfonso VII participa personalmente en el amojonamiento del término que sería el embrión de las futuras Tierras de Talavera, pasando numerosas temporadas cazando en nuestra ciudad. Fernando III el Santo aumenta la extensión de los territorios talaveranos con la cesión para su repoblación de las Siete Heredades del Pedroso, que formaban parte de La Jara y que actualmente se encuentran comprendidas en Extremadura, desde la división provincial de 1833, como también lo están las dehesas de Ivan Román y Castrejón de Ibor, lo que más tarde sería territorio de Guadalupe y del valle del río Ibor con núcleos de población como Castañar, Navalvillar o el despoblado de la Avellaneda.
Hacia el sur, las tierras talaveranas se van repoblando hasta el Guadiana debido a la seguridad militar que se produce en el territorio después del avance de las tropas cristianas tras la batalla de Las Navas de Tolosa. El señorío de La Puebla de Alcocer tendrá no pocos problemas fronterizos con Talavera, principalmente ocasionados por las disputas sobre los pastos y las barcas del río. También son numerosas las luchas de las gentes de Talavera con los caballeros abuleses que abusan de su prepotencia militar y que hace necesario que nuestra villa firme una alianza con Plasencia para intentar afrontar la situación.
Es curioso constatar cómo en la repoblación medieval la cabeza del alfoz se encuentra al norte de la ciudad de cabecera y sus tierras se extienden hacia el sur, tanto en el caso de Talavera que llega hasta el Guadiana como en el caso de Ávila, ciudad cuya jurisdicción comprendía localidades tan cercanas a talavera como Velada, todos los pueblos de la Sierra de San Vicente e incluso la Campana de Oropesa, aunque evidentemente todas esas poblaciones se encuentran desde siempre en el ámbito geográfico y económico de Talavera.
La repoblación de ese enorme territorio desierto por las razzias permanentes de uno y otro bando a lo largo de la Edad Media hace que sea necesaria la formación de una fuerza armada que defienda a colmeneros y ganaderos del bandidaje que en la fragosidad de los montes de La Jara impide por su inseguridad que se asienten poblaciones estables. Nace así una de las instituciones más antiguas de policía rural y uno de los símbolos de nuestra ciudad durante siglos. Se trata de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que junto a la de Toledo y la de Ciudad Real son el antecedente y modelo de la Hermandad Nueva que impulsarán los Reyes Católicos, y de la misma Guardia Civil, que con sus uniformes verdes recuerdan a la vieja institución hermandina. Durante siglos, los nobles se disputaban los cargos de la misma por ser signo de poder en la villa. La Santa Hermandad también protegía de alguna forma los intereses pecuarios, camineros e incluso “ecológicos” de nuestra tierra. Su pendón era colocado simbólicamente a la entrada de la Puebla de Guadalupe en recuerdo de la dependencia de aquellas tierras de Talavera y también perseguía los delitos perpetrados o a delincuentes huidos en la comarca natural de Talavera, en territorios muy lejos ya de los límites históricos de su alfoz.
Doña María de Portugal recibe de su esposo Alfonso XI la villa de Talavera como regalo de bodas, por lo que, al ser señorío de realengo, nuestra ciudad mantiene cierta independencia relativa comparada con las poblaciones que sufren un señorío feudal, siempre más presionadas desde el punto de vista impositivo o político.
El cambio de Talavera por la villa de Alcaraz con los arzobispos toledanos hace que nuestra ciudad caiga en señorío eclesiástico, aunque los datos apuntan a que históricamente los arzobispos no presionaron en exceso al concejo talaverano, que mantuvo hasta la eliminación de los señoríos en el siglo XIX una considerable independencia de la mitra toledana. Esto permitía, sin embargo, que la nobleza y los ricohombres de la villa fueran quienes realmente detentaran el poder efectivo.
TIERRAS DE TALAVERA, HISTORIA DE UNA IDENTIDAD (1)
Prehistoria
Iniciamos hoy una serie de artículos sobre cómo la comarca natural de Talavera ha constituido una unidad cultural y geográfica a lo largo de la historia
Los condicionantes naturales han hecho desde tiempos prehistóricos que las Tierras de Talavera constituyan una unidad geográfica, humana y cultural en la que se ha determinado una identidad específica y bien diferenciada de los territorios adyacentes.
Vamos a remontarnos nada menos que 5500 años, hasta la época en que los primeros agricultores del Eneolítico y la Edad del Cobre poblaban nuestros campos y dejaban como muestra de su paso dólmenes como los de Navalcán, La Estrella o Azután.
Estos monumentos megalíticos se enmarcan en el conocido como Megalitismo Extremeño, por tener características similares tanto en su estructura como en el arte esquemático, y en el ajuar en ellos depositado a los megalitos hallados en Extremadura y Portugal, que a su vez se enmarcan en la denominada cultura Alentejana. Es ésta la primera muestra de la vinculación de nuestra comarca con las culturas del occidente peninsular.
Los menhires de la Laguna del Conejo, cerca de Velada, o el conocido como menhir de Parrillas son también manifestaciones de esta cultura que curiosamente se hallan, al igual que los dólmenes, en las inmediaciones de la Cañada Leonesa Oriental, constituyendo este hecho una primera muestra de esa constante vinculación de las gentes que habitaron nuestras tierras con la actividad de la ganadería.
Ya en la Edad del Bronce se reparten por nuestra geografía varias estelas de guerrero que nos vinculan también con las culturas orientalizantes provenientes del mundo protofenicio de la costa mediterránea de Asia que, después de colonizar la zona de las actuales provincias de Cádiz y Huelva, hicieron sentir su influencia en un recorrido ascendente siguiendo el eje de la Vía de la Plata hasta Talavera y su entorno, localizándose así nuestra tierra en el límite noreste de la referida influencia cultural del oriente mediterráneo.
En la transición de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro sucedió algo similar, como nos indican los materiales del ajuar encontrado en una tumba de características “principescas” que fue hallada en El Carpio, finca situada en el término de Belvís de la Jara.
Las influencias del mundo tartésico se siguen produciendo durante la Edad del Hierro y son significativos los hallazgos de una vasija piriforme, que se encuentra actualmente en el Museo Metropolitano de Nueva York, y un timaterio o braserillo ritual, como objetos que tienen también características de clara influencia orientalizante, así como un puñal hallado en término de Mesegar datado en torno al siglo IX a.C. o unas fíbulas localizadas en Azután. Todos estos son hallazgos que, en general, coinciden con la llegada a la península de las primeras colonias fenicias.
Los pueblos que se asentaban en Talavera antes de la llegada de los romanos eran pueblos célticos con esas evidentes influencias culturales del suroeste peninsular, que a su vez estaba influido por las culturas orientales llegadas a la península. Los vettones son un pueblo celta que ocupa la comarca de Talavera, Ávila y gran parte de las actuales provincias de Salamanca y Cáceres. Distribución que coincide claramente con el que más tarde llamarían los romanos Conventus Emeritensis. Son más de medio centenar los verracos de piedra que se encuentran distribuidos a lo largo y ancho de nuestra comarca y en el mismo término de Talavera. Estos pueblos celtas están también vinculados a la ganadería y se piensa que hacían desplazamientos con sus ganados, siguiendo probablemente muchos de aquellos viejos caminos y cañadas pecuarias. Esta vinculación con la ganadería como principal forma de vida es, como vamos anotando, una constante de las tierras talaveranas.
Ese sustrato céltico se observa, por ejemplo, en el primer nombre conocido de nuestra ciudad: Caesaróbriga, que quiere decir algo así como “población fortificada de César”. Los vettones, aunque eran bravos guerreros y se enfrentaron duramente a los romanos, se integraron después en sus ejércitos con relativa facilidad como fuerzas indígenas. Antes de ello, en coaliciones con los lusitanos o con los carpetanos, lucharon contra las legiones y, aunque es difícil de comprobar la veracidad histórica de la cuestión, autores como Schulten han asegurado la presencia de Viriato en la zona, concretamente en el Monte de Venus, al cual identifica el famoso historiador con el cerro de San Vicente. En este mismo sentido, también se ha querido localizar la batalla de Quinto Fulvio Flaco contra una coalición carpetovetona en las llanadas del actual polígono industrial de Torrehierro donde, por cierto, existen los restos de una posible tumba turriforme conmemorativa.
Vemos por tanto que nuestra ciudad se encuentra en el centro peninsular, pero claramente vinculada a los pueblos occidentales de ascendencia céltica, al contrario que la vecina Toledo y el resto de Castilla-La Mancha, cuyos territorios se hallan enmarcados más bien dentro del mundo cultural ibérico.
Continuará
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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