La Jara Occidental desde el mirador de La Estrella
Otoño de 2017. No creo que haya en todo el territorio nacional una comarca menos conocida, aun teniendo grandes atractivos, que La Jara. Pero no les voy a hablar de la ciudad de Vascos, ni de los caminos de Guadalupe, de la Vía Verde o de sus cañadas.
En el día de la hoy diluida y denostada Hispanidad he ido a uno de sus pueblos, da igual cual sea. En el camino me pregunto cómo se habrá perdido por aquí una turista extranjera que caballera de su bicicleta se va poniendo como un tomate con este sol otoñal que le da a La Jara cierto tono africano, con la paja pisoteada por las ovejas de tanto rebuscar algo que llevarse a la boca, los almendros resistiendo a duras penas el calor con las hojas pardas, y las jaras ya amarillentas y pringosas intentando retener las últimas moléculas de agua. Sin embargo, su olor y el de los cantuesos se hace más intenso con este calor tardío.
Patio jareño
Quería hacer unas fotos de esos pozos, zahurdas y chozos que se encuentra más frecuentemente en el entorno inmediato de los pueblos. Lugares de cuadras y muladares que, aunque afeados por las naves de construcción más reciente y las escombreras, siguen teniendo cierto aspecto de aduar marroquí.
Y paseo viendo caídas las alambradas que intentaban marcar una propiedad que ya a nadie interesa, y los últimos intentos de los años sesenta y setenta por hacer el campo productivo, con sus uralitas y sus ladrillos de gafa, e imagino la ilusión del campesino que no se resignó y que cavó un pozo con su alberquilla como último intento de volver fértil el escaso suelo aprovechable sobre las pizarras, con un motor de gasoil de dos tiempos que se oxida, al igual que una vieja furgoneta en la cerca de al lado, de esas que se ponían a modo de chozo improvisado, otro ejemplo de ese arte kitsch rural de somieres utilizados de portera y de bañeras de desecho recicladas como abrevaderos.
Pozo jareño cubierto
Recorro el pueblo con la cámara y sé, porque me lo han preguntado muchas veces, que las escasas vecinas, que hablan con fruición de médicos y enfermedades asomándose recelosas al ver pasar al forastero, piensan que soy del catastro o de la empresa de electricidad, y me miran con desconfianza, porque a los pueblos casi nunca ha venido nadie a darles nada, solo a estrujarles.
Como es puente, han llegado al pueblo algunas familias urbanas de hijos del pueblo, y veo en un patio a tres chicas mirando sus móviles sin hablarse entre ellas, devorando una bolsa de pringosos aperitivos refritos en saludable aceite de palma. Y pienso que ninguna sabrá distinguir un gorrión de un jilguero y que para ellas esto de venir al pueblo a ver a la abuela, sin wi-fi, solo es un coñazo que esperan pasar lo antes posible.
Colemas de La Jara fabricadas con corcho
Y me acerco a un bar pensando observar y escuchar a gentes del país, y solo encuentro una joven pareja de Madrid que chulea de su viaje de novios a Cancún ante un vecino de mono y gorra de la Caja Rural. Entro y me atiende un hombre con tatuajes que da la sensación de ser uno de esos urbanos que ha venido al pueblo huyendo románticamente de la ciudad y que no durará mucho aquí, como tantos otros. Un enorme cartel del grupo de rock duro alemán Rammstein preside el bareto, aunque por lo menos me ponen unos torreznillos y no unas gambas que ya degustó Viriato, como me pusieron en el pueblo anterior, o cazón en adobo como si esto fuera la plaza de las Flores de Cádiz.
Tal vez no valga ya la pena guardar toda la cultura rural de nuestros pueblos que a nadie interesa y que los políticos desprecian absolutamente en su absoluta ignorancia. Quizá esto que hace uno no tenga ya ningún sentido y este polvo y las pajillas que levanta el aire solano, y que impregnan a la extranjera de la bici untada de crema, acabe también cubriendo las aldeas jareñas como acabó cubriendo las chozas de los hombres que hace cuatro mil años llevaron los pedruscos para levantar el dolmen de Azután, junto al que paso en ese momento, y que ni siquiera tiene un cartel que nos indique su presencia.
LA VÍA VERDE DE LA JARA: OTRO RECURSO TURÍSTICO DESAPROVECHADO
El viaducto sobre el Tajo conocido como Puente de Amador
Lleva uno tanto tiempo predicando la riqueza del patrimonio comarcal de cara a su aprovechamiento turístico, que ya me duele la boca de proclamarlo, pero como dice una vecina mía con respecto al cuidado de las flores y los tiestos: Es «Tiempo perdío»·.
Hace ya casi 30 años que hice los primeros artículos sobre la Vía Verde de La Jara o la Vía del Hambre, nombre por el que se la conocía en la zona y que para mí tiene mucho más gancho, pero a los políticos, que se la cogen con papel de fumar en esto de lo políticamente correcto, no les gustaba la alusión famélica y pusieron el otro nombre mucho más insulso.
Cuando hice aquellos primeros artículos todavía los derrumbes hacían difícil el paso por ella y nada se había hecho para potenciarla, luego se arregló el piso y poco más, porque las estaciones perecen poco a poco, arruinándose víctimas de la incuria, cuando podrían haberse restaurado y utilizado como albergues y zonas de servicio para los viajeros que deambularan o pernoctaran por la zona. El ejemplo más lamentable es el de la estación de Aldeanueva de Barbarroya.
Estación de Aldeanueva de Barbarroya que en la actualidad se halla más deteriorada que en la foto
Me dirán los políticos que se organiza el encuentro de ciclistas de Talajara al que acuden miles de personas,pero se van igual que vinieron, sin conocer ni un sólo pueblo de La Jara, sin conocer nada del patrimonio cercano a la Vía y sin gastarse un duro en la comarca, en productos de la zona o en restauración, porque sencillamente hacen una carrera de las que ahora son tan frecuentes, más destinadas a vigoréxicos que a tranquilos viajeros, de la que volverán a sus casas con una nueva marca en el cronómetro, con algún minuto por debajo de carreras anteriores y alguna foto en su teléfono.
Más tarde publiqué la Guía de la Vía Verde donde desgranaba el patrimonio que se encuentra en sus cercanías y cómo se podía visitar, pero fue también «tiempo perdío», no han puesto ni un solo indicador que nos oriente sobre cómo visitar elementos de interés histórico o etnográfico como los lavaderos de Aldeanueva, el Canto del Perdón, los grabados de la Nava de Ricomalillo etc, etc y mucho menos los atractivos que se encuentran en el término de los pueblos por donde discurre y que servirían de excusa para la visita a los mismos y me refiero, por ejemplo, a las minas de oro de La Nava, los molinos de Riofrío etc .Gran parte de este patrimonio se está dejando perder cuando podría ser un gran atractivo para los viajeros, y como ejemplo más evidente citaré los Baños de la Retortilla.
El río Tajo es atravesado por la vía verde, al fondo
Compartiendo con Calera el protagonismo como inicio de la Vía se podría conectar desde Talavera por el camino del Barro o por otros que nos enseñen los interesantes parajes naturales del Tajo y las llamadas tablillas del reculaje de Azután frente a Las Herencias y Canturias.
Algo que sería absolutamente necesario es habilitar una zona de baño dado que los estíos jareños son muy calurosos. Hay diferentes lugares con el agua necesaria como por ejemplo el entorno del arroyo de San Vicente y su embalse..
También sería de gran interés situar junto a la vía un centro de interpretación de La Jara, esta maravillosa comarca que rezuma épica y estética
Chozo junto a la Vía Verde
Solamente en Campillo se han tomado algunas iniciativas para aprovechar la vía, pero han sido ideas de francotirador, sin que haya un proyecto integrador que realmente ponga en valor este recurso.
La Vía debería además estar integrada con los otros grandes recursos turísticos de La Jara como son la Ciudad de Vascos, a la que se podría acceder por un puentecillo sobre el Huso, los caminos de Guadalupe o la Cañada Leonesa, y así se podría potenciar realmente el turismo rural para que se ayude a sobrevivir a esta comarca en franco proceso de despoblamiento.
Pero todo eso es hacer política de verdad, eso que a nuestros representantes les importa un bledo, insistir en que espabilen, que trabajen y se pongan al servicio de los ciudadanos es una vez más «tiempo perdío».
Curioso mapa de los caciques españoles por provincias en el siglo XIX
Cuando Moisés bajo con las Tablas de la Ley del monte Sinaí lo que iba escrito en ellas no eran los diez mandamientos, sino la división provincial que Javier de Burgos hizo en 1833, porque esta división es tratada por políticos e intelectuales como si fuera una verdad revelada, como una distribución territorial sin posible contestación ni cuestionamiento.
Y cuídense de cuestionarla aquellos que no la consideren adecuada porque rápidamente sufrirán el anatema de todos aquellos que jamás han estudiado historia ni geografía, sufriendo improperios del tipo de paleto, o provinciano, que es curioso calificativo para aquellos que no están a favor de la división provincial.
Esta división se hizo al estilo de las divisiones coloniales africanas trazando líneas y fronteras muchas veces caprichosas o directamente derivadas de los intereses caciquiles de espadones y magnates de entonces. Es una división territorial que ha acabado machacando a la comarca de Talavera .
Distribución del territorio de 1813 anterior a las provincias en la que Talavera y su tierra esan diferenciadas
Unos años antes de esa división caprichosa y muchas veces absurda los franceses habían percibido la unidad geográfica y cultural de las tierras de Talavera y habían decidido delimitar la subprefectura de Campo Arañuelo con capital en nuestra ciudad. En el siglo XVIII se le propuso a Juan Ruliêre, director de las Reales Fábricas de Sedas que se hiciera cargo de una·»provincia» que abarcaría los territorios en los que la producción del gusano estaba bajo su jurisdicción y que coincidía con la comarca natural y económica de Talavera incluyendo el valle del Tiétar y la Vera alta, aunque el pobre don Juan se negó porque bastante tenía con organizar las Reales Fábricas.
Mapa de España de la la época de Carlos IV en el que Talavera también forma una unidad del territorio
También a principios del siglo XIX organizaron los liberales una distribución territorial en la que Arenas se llamó Arenas de Talavera o Higuera de las Dueñas se denominó Higuera de Talavera, pero llegó la división provincial que fragmentó las Tierras de Talavera entre varias provincias, hasta el punto de que, por ejemplo, su histórica tierra de repoblación que es La Jara se dividió de forma un tanto pintoresca entre la provincia de Cáceres (Alía, Castañar de Ibor, Navalvillar, el despoblado de La Avellaneda, Villar, Navatrasierra, Carrascalejo, Valdelacasa, Garvín, Peraleda, y Guadalupe), la provincia de Badajoz (Castilblanco y
Valdecaballeros), Ciudad Real (Anchuras) y Toledo.
Una tierra que quedó absolutamente descuartizada por la división provincial, y que ya acabaron de fastidiar con la división autonómica, que nos separó definitivamente de esos territorios a los que durante siglos habíamos estado unidos desde todos los puntos de vista, aunque también podríamos remontarnos a intentos aún más lejanos de hacer de nuestro territorio algo unido, como el que se acometió durante el reinado de Carlos V al querer hacer un obispado en Talavera, que por supuesto no pudo vencer la férrea oposición de Toledo que frustró el intento.
Talavera en la prefectura de Cáceres era la subprefectura de Campo Arañuelo durante la ocupación francesa
Y en época más reciente, los factores económicos hicieron que, por ejemplo, para dar servicio a su amplísima comarca económica se hiciera en Talavera una delegación del Banco de España que muestra en su zaguán (no me gusta lo de «hall») un curioso mapa en azulejos de Ruiz de Luna con todos esos territorios desgajados.
Cuestionar esa división provincial que tanto nos ha maltratado parece a los ojos de algunos un delito equiparable al de los asesinos múltiples o los traficantes de armas, y no señores, todo es cuestionable en democracia (si es que esto es una democracia, que lo dudo) y hay comunidades autónomas en las que se ha reconocido un estatus especial a territorios diferenciados como es el caso de Ponferrada y el Bierzo en Castilla y León, comarca que cuenta con un estatuto especial dentro de su comunidad autónoma. También hay autonomías como Galicia o Cataluña que han comarcalizado la administración y nadie se ha rasgado las vestiduras.
Allá por los años de la Santa Transición, cuando los que no gustaban mucho de él decían que el estado autonómico supondría un aumento poco eficiente del gasto, como así fue, los defensores del mismo argumentaban que eso era algo absolutamente equivocado porque en el nuevo estado democrático se eliminarían las diputaciones provinciales, pero ahí las tenemos, pues han resultado ser un nicho de empleo importante para los partidos y sus pesebreros, y oiga, con las cosas de comer no se juega, y por tanto seguirán haciéndonos creer que la división provincial es palabra de Dios.
Plano de la comarca económica de Talavera de Ruiz de Luna en el antiguo Banco de España
Un viaje con humor a los espacios de Gabriel y Galán
Pasamos por Guijuelo jamonil secadero universal
Partimos hacia Guijuelo y al llegar, Ángel, relamiéndose al presentir el aroma del guarril elemento muestra a su compañero casi con entusiasmo los cientos de secaderos de jamones que se reparten hasta por cocheras, pisos y toda clase de dependencias: en cada rincón cuelga un jamón. Aquí estuvo destinado el poeta como maestro pero nada parece quedar como recuerdo de su presencia en este pueblo donde penden los perniles como guirnaldas. Delata la presencia de esos secaderos en los edificios un a modo de pasillo extensible para que, aculando los camiones, tan preciada mercancía no sufra la contaminación del medio ambiente, y dan la sensación de ser una de esas consecuencias de las medidas que las administraciones ponen como condición sine qua non para cualquier actividad industrial y que son exigidas con puntual severidad por inspectores circunspectos, aunque las cosas verdaderamente importantes en esta como en otras actividades se hagan de forma menos imperiosa y la pringue impregne puertas suelos cercanos a los cargaderos.
Busto de Gabriel y Galán en su pueblo natal
Los viajeros van justos de tiempo y no se acercan al pueblo de Granadilla, donde una placa recuerda a la que fue vivienda de la familia de la mujer del poeta. Las fincas que recorría el vate escribiendo sus poemas y vigilando a los trabajadores de su suegro se hallan en gran medida bajo el embalse de Gabriel y Galán que rodea la península en la que se sitúa el viejo y abandonado caserío con muralla y torre defensiva que se está restaurando por una escuela taller.
Desde allí parten los viajeros en busca de la casa natal del poeta en Frades de la Sierra pueblecito al llegar y encuentra la casa con su portalillo previo no muy bien reconstruido según se ven otras casillas humildes que todavía permanecen desde tiempos gabrielgalánicos.
Casa natal de gabriel y Galán en Frades
Pero al salir de la rústica vivienda que contiene una exposición sobre el hijo ilustre quedan los viajeros espantados por la esperpéntica arquitectura, prodigio de mal gusto que se levanta ante el que fue solar del poeta, dorados en rejas y ventanas maniquíes metálicos, dos edificios de la misma propiedad exponentes supremos de lo hortera y de la absoluta falta de sentido estético. Se trata de una tienda de pieles que se intitula ….que se culmina con un enorme globo terráqueo que emerge en medio de la estepa y en el otro, un secadero de jamones de puertas pringosas por el trasiego de tan prosaica mercancía, se culmina tan magna obra de colorines con nada más y nada menos que un caballero medieval dorado de gran tamaño armado, pásmese el lector, de un ebúrneo jamón.
Cababallero del jamón frente al casa natal de Gabriel y Galán
Esa es la España que tenemos con autonomías, diputaciones y ayuntamientos llenos de asesores, políticos y funcionarios de los que ni uno solo se ha dignado manifestar su oposición a que a unos metros de la casa de uno de los escritores que mejor expresó la armonía entre el medio rural y el ser humano se encuentren tan altas y esperpénticas construcciones coronadas por el caballero de la pata de guarro.
Los viajeros se preguntan por lo que opinaría el bueno de don José María que a la ciudad la llamaba despectivamente “modernópolis” y parece que esa cutremodernez hortera ha llegado hasta los más apartados rincones.
Esperpéntico edificio entre encinares y barbechos del pueblo de Gabriel y Galán
Cruzan los viajeros en su recorrido el Puente del Congosto y descienden del vehículo para pasear puente medieval, o romano, que nunca se acaba de saber esto en tantos y tantos puentes, y pasan por él sobre el Tormes para dar una vuelta al castillo, también de los Alba, y visitar la iglesia donde un batallón de mujeres y el curilla joven adecentan el interior para una boda. Como en tantas de las iglesias visitadas una de las señoras hace encomiable descripción del templo resaltando sus atractivos y poniéndolo a la altura de las más afamadas catedrales.
Berlanguiano rótulo de Sheriff aficionado al jamón
Volvemos por Piedrahita y visitamos el edificio en el que durante otros cinco años ejerció su magisterio desasnando a los niños que corretearían por su plaza pintoresca donde las señoras juegan al cinquillo. Algunos comercios tienen el decadente y encantador aspecto de los comercios rurales que existieron hasta que en los años sesenta comenzaron todos a querer parecerse a las ciudades. Estas vetustas mercerías y guarnicionerías tienen todo el aspecto de haber sido conocidos por el maestrillo poeta. De refilón vemos el dieciochesco palacio de los Alba, ilustrado edificio que se intentó erigir entre sierras, vacas, chorizos y morcillas de calabaza, de las que compramos buena muestra. Lo cortés no quita lo valiente.
Gabriel y Galán con sus alumnos de Piedrahita
Los viajeros se detienen a yantar donde la guía de la casa natal del poeta les recomienda y allí sobre un trozo de mantel de papel, después de engullir el suculento menú que, aunque barato, ofrece las magníficas carnes del terreno, ya un tanto avinados en la sobremesa, los viajeros se acuerdan de una tarea encomendada y sobre un trozo de mantel con manchas de grasa y tinto escriben el texto de una placa de cerámica que se va a colocar en Talavera para gloria y recuerdo de Gabriel Alonso de Herrera, paisano precursor de las ciencias agronómicas europeas pero como tantos hombres ilustres, olvidado hasta en la tierra que le vio nacer y ejercer de cura beneficiado de la iglesia de San Miguel.
No hay ningún responsable político que tenga la sensibilidad suficiente para conservar la casa de postas que abre la puerta de Extremadura y para aprovechar uno de los pocos edificios que causaban la admiración de aquellos curiosos ingleses del siglo XIX con su trasiego de arrieros, putas y bandoleros, si no hay nadie que adecente la sepultura y lleve unas flores al poeta que tiene una calle dedicada en cada pueblo de Extremadura, si no hay ayuntamiento ni diputación que conserve el entorno de la casa natal del autor que mejor ha trasmitido el amor por la naturaleza, no habrá ninguna posibilidad de atraer realmente al turista que no encontrará playas ni paseos marítimos en esta tierra, pero sí podrá hallar una rica cultura y un hermoso patrimonio que disfrutar.
BUSCANDO AL POETA ENTRE ENCINAS Y JAMONES (1 de 2)
Un viaje con humor a los espacios de Gabriel y Galán
Nos encaminamos hacia Guijo de Granadilla
Los viajeros han salido de madrugada para venir a parar por vez primera en la jornada donde desde la vetusta Vía de la Plata convertida en autovía se toma la desviación hacia el pueblo donde murió don José María Gabriel y Galán. Desde la terraza y mojando un donut en el café equivalente yanqui de nuestras autóctonas rosquillas pero de más escaso fundamento, vemos viejas construcciones que en su tiempo fueron ventas y mesones que alojaron trashumantes y trajinantes y que tuvieron su último pálpito vital vendiendo mimbres y otros objetos artesanales elaborados en material tan poco lusitano como el bambú.
Junto a la mesa una máquina expendedora expone a la solanera unos sándwich que en formación exhiben sus salsas y mahonesas para una mejor reproducción de salmonellas y estafilococos. Los viajeros ríen con el rótulo que anuncia tan sufridos alimentos: “Pica-pica” se intitula el invento y pensamos que el título está bien traído por el prurito que producirán en los esfínteres del sufrido usuario cuando deba aligerarse tirando de pantalón en próximas cunetas salvadoras.
Ven los exploradores de literarios solares cómo se anuncia la ciudad romana de Cáparra con su arco famoso pero es largo el recorrido y además es lunes, día maldito de la semana para los curiosos de museos y pedruscos en general. Van los viajeros comentando la belleza de los sanos encinares que asombran los buenos pastos que las lluvias abundantes han dejado este año y aparecen las primeras vacas coloradas y cochinos retozones.
Rótulo en la ermita del Cristu Benditu, motivo de uno de los poemas más conocidos de Gabriel y Galán. A la entrada de Guijo de Granadilla
Llegamos a Guijo de Granadilla pueblo donde vivió sus últimos años don Jose María y justo a la entrada del caserío se levanta la ermita que aloja la imagen del Cristu Benditu al que dedicó uno de sus más conocidos poemas. Recuerdan los visitantes cómo estas terminaciones en u de la alta Extremadura nos hablan de la repoblación leonesa, en definitiva de un asturianu mal hablau. La ermita ha perdido parte del sabor rústico, pues ya no tiene el pórtico pintoresco que han visto en viejas fotografías.
Recorren el casco y disfrutan de algunos rincones y construcciones que vieron pasar al maestro que casó con la hija de los terratenientes. Muchas de las casas están adornadas con una parra que recorre la fachada. La iglesia donde el pío vate escucharía tantas veces la misa está cerrada. Muestra en puertas y sillares la cruz de San Andrés que nos habla de su advocación. Es construcción berroqueña de cierto empaque en la que curiosean los viajeros y descubren una gárgola con aspecto de ángel feo y cabezón.
Siempre llama en los pueblos poco turísticos la atención de los vecinos la presencia de forasteros a los que muchas veces confunden con cobradores de la luz que miran los contadores o con alguien que viene desde la capital para tocar los cojones, porque en general es a eso a lo que van los enviados de la administración a los pequeños lugares.
Vivienda de Guijo de Granadilla donde vivió Gabriel y Galán, hoy casa museo
Una señora setentona, como ve a los viajeros hacer fotografías de la iglesia, deja de desconfiar de ellos y les dice que tiene una medicina que es gratis, andar, se toca las chocolatinas chuleando de abdominales planos y cuenta que no solo echar un pie detrás de otro la mantiene en forma, que en la cama flexiona las piernas y otras gimnasias y que por ello no está como otras más jóvenes que ella “que se mean encima y ni se menean”.
Callejeando llegan a la plaza, presidida por un busto del poeta. Mira hacia el ayuntamiento adornado con el mismo balcón desde el que con motivo de hacerle hijo adoptivo recitó un largo poema el nuevo “hijo del Guijo”. Se trata de solo para mi aldea y los viajeros, que han hecho no pocos pregones en octosílabos para las fiestas de los pueblos de su tierra, observan cómo se trata de una composición sencilla destinada a gentes sencillas, que incluso puede parecer algo ramplona. Tampoco tiene ni una sola alusión al lugar en sí o a sus gentes, vamos que lo mismo se podía haber escrito para el Guijo de Granadilla que para San Feliú de Guixols.
Dominando la plaza sobre un plinto sobreelevado está la casa museo del poeta, donde murió joven y comenzando su carrera literaria. Es casa que se nota caciquil y un tanto pretenciosa adornada de alta reja y una terracita con balaustre. Hoy día solamente la mitad de ella es visitable pues la casona sufrió las particiones familiares. Observan los viajeros que se encuentra abierta en edificio anejo la biblioteca municipal y entran por si aun siendo lunes suena la flauta y les enseña el museo un alma caritativa.
Juanjo es el bibiotecario, hombre grande que custodia también la casa del poeta y nos recibe en plena canícula extremeña. Con entusiasmo se ofrece a enseñárnosla. Comentamos a la entrada uno de los documentos enmarcados en el que aparece un extracto del registro con el certificado de defunción del poeta. Siempre se dijo que falleció de una pulmonía por la tupina de agua que se pegó un día frío en el que hubo de cabalgar para asistir a un sepelio, pero parece que ya antes andaba mantujo el vate y en el certificado dice algo así como fiebre nerviosa gástrica que algunos médicos, entre ellos un nieto suyo también facultativo piensan que se trató en realidad de una apendicitis con peritonitis lo que le llevó a la tumba.
Certificado de defunción de Gabriel y Galán
Todavía conservan algunas de las habitaciones las pinturas un tanto pretenciosas, imitación de papel pintado de principios de siglo, la casa del terrateniente, aunque no está mal la cocina con útiles etnográficos entre los que se encuentra algo que llama la atención de los visitantes, unos rústicos zancos para andar por los prados encharcados del pueblo como si de algún pueblo gallego se tratara. Deben ser cosas del cambio climático.
Conmueve la mesa auténtica con tablero de pizarra donde escribió el poeta y las alcobas con elementos originales, hasta un reclinatorio, que no es extraño por la profunda religiosidad del vate, un punto beatorra. Viejas fotografías, algunas interesantes y pintorescas, como la de don José María vestido de charro o la de su madre, “el ama” de su poema. Carteles y paneles de exposiciones de cuando había “conquibus” para eventos culturales completan la exposición.
En el umbral preguntan al guía por la consideración general que ha quedado en el alma popular de El Guijo con respecto a su ciudadano más famoso y responde Juanjo con una frase terminante, “un santo, la gente le consideraba un santo”. Sorprende a los viajeros la respuesta y piensan que para que la opinión general respecto a Gabriel y Galán fuera esa, siendo el personaje el yerno del cacique, es que realmente debería ser buena gente.
Escalera de la casa de Gabriel y Galán en Guijo de Granadilla
Antes de marchar los viajeros se toman unos botellines con el custodio del solar del poeta, la tapa es guarro, cortezas que rezuman apetitoso colesterol y choricillos con gran cantidad de deliciosos triglicéridos reconfortantes. Lo engullen los viajeros aún jugándose la vida, pero como no somos nadie y si no que se lo digan al poeta que murió en primera versión de una tupina de agua y un “constipao mal curao”, que es diagnóstico frecuente entre españoles.
Aprovechando el calor del Mahou, nuestro guía aprovecha para trincar a los viajeros para unas jornadas culturales. Anda la cosa de la cultura a la cuarta pregunta pues en España siempre se ha considerado algo superfluo y así nos va. Pero en el medio rural ya es indigencia y no tienen los ayuntamientos ni para las medallas de bakelita de las carreras de sacos y los partidos de solteros contra casados, que es la mayor manifestación cultural que va quedando en las cada vez más decadentes aldeas.
Juanjo endilga a los forasteros hacia el cementerio y allá se dirigen, aparcan bajo frondosas encinas y comentan el curioso rótulo de la entrada del camposanto que prohíbe “la circulación en el recinto”, suponen los curiosos viajeros que será el tráfago de las ánimas benditas.
Sepultura de Gabriel y Galán en Guijo de Granadilla
El cementerio mantiene todavía una zona sin nichos, esos nuevos pudrideros que a Miguel le dan un poco de grima. No puede en estos terrenos de clima extremo y extremeño haber césped como en los cementerios europeos pero pequeños cardos verdean el suelo. Tardan en encontrar el enterramiento de GyG pero al final damos con ella. Jaramagos y hierbajos adornan la abandonada tumba del hombre más sensible que pisó estas tierras. Leen los viajeros uno de sus poemas y vuelven a lamentarse una vez más del desierto cultural patrio origen de todos nuestros males y no hablan de flores naturales y rituales decimonónicos sino de respeto y cariño por lo nuestro.
ARTÍCULO PUBLICADO EN LA VOZ DE TALAVERA EL 27-4-2017 PERO QUE SIGUE DE RABIOSA ACTUALIDAD, NUNCA MEJOR DICHO
Estación en una vieja postal de Ruiz de Luna. El servicio ferroviario no han avanzado mucho desde entonces en Talavera
El único tren que va a pasar por Talavera es un largo convoy de esos kilométricos que salen en las películas americanas, pero lleno de contenedores con todas las mentiras, trolas, embustes y patrañas con las que tanto el PP como el PSOE han venido engañando miserablemente a los talaveranos durante décadas.
Imagínense ustedes que durante los años más duros de la crisis se hubieran soterrado las vías a su paso por Talavera o simplemente se hubieran hecho las obras necesarias a su paso por nuestra ciudad. Hubiera sido una ayudita considerable para llevar mejor la situación de ruina que asola nuestra economía.
Pero no, era mejor hacer enormes puentes, túneles y viaductos en zonas de escasa población en Extremadura, allá por los perdederos de Garrovillas. Y ¿por qué? se preguntarán ustedes, pues porque nunca han tenido la más mínima intención de que el AVE o un tren de altas prestaciones pase por Talavera.
Han invertido todo el presupuesto en hacer un AVE extremeño que una sus cuatro ciudades para después enlazarlas con el eje Lisboa-Badajoz-Ciudad Real, que es el que siempre le ha interesado a la Junta de Castilla-La Mancha especialmente para trasportar las mercancías. Pero es que también el Estado, accediendo a los deseos de Portugal, prefiere la unión de Madrid con Lisboa a través de Oporto, por lo que el AVE acabará yendo por encima de Gredos, a través de Castilla y León para bifurcarse hacia Oporto y después bajar también hacia Lisboa por la línea extremeña de AVE que ya tiene hasta las vías puestas.
El tren de Extremadura visto como un tormento ya en 1919
Y ese es el verdadero motivo por el que no se ha impulsado la línea entre Madrid y Plasencia pasando por Talavera, y cuentan esas milongas de obras para seguridad, estudios y más estudios, o un tren cafetera no electrificado que va a coger los 150 km por hora, cuestión que los propios ferroviarios aseguran que es imposible.
No tienen la más mínima intención de que Talavera tenga un trasporte ferroviario digno y harán venir a ministros y jerifaltes para contarnos otros embustes que les hagan llegar como sea hasta las próximas elecciones para ver si les vuelven a mantener en sus sillones los votantes zombis de Talavera.
Prepárense para nuevos teatrillos. La bellaquería de nuestros políticos no tiene límites e intentarán hacernos creer lo increíble para salvar sus poltronas, y los ciudadanos de Talavera seguirán girando en las vagonetas desportilladas del tren de la bruja que nos tienen preparado. Las brujas políticas del PP y PSOE vistiendo aquellas batas andrajosas y pringosas de felonía que llevaban en la feria, darán a los talaveranos en la cabeza con sus escobones de mentiras mientras entran y salen de ese túnel oscuro en el que nos han metido.
Barracas de la estación de la Bazagona entre Talavera y Plasencia
Eso sí, a los toledanos les hicieron un AVE para ellos solitos, o tienen la desfachatez de decir que en el muy improbable caso de que los astros se alinearan y finalmente se hiciera un tren más o menos decente para Talavera, por supuesto tendría que pasar antes por la Ciudad Imperial, faltaría más, aunque ese tren tardara en llegar a Talavera más que una diligencia.
A nosotros lo único que nos queda es ese tren de la risa en el que nuestros próceres de un lado y otro se descojonan de los que les han votado, y volverán a votarles.
Como dijo el gran escritor extremeño Luis Landero, cosa de «canallas»
Uno de los verracos hallados en el término de El Villar
La absurda división provincial del siglo XIX despojó a nuestra tierra de la parte más occidental de sus territorios históricos. Me refiero a la zona de La Jara incluida hoy en las provincias de Cáceres y Badajoz que, por arte de birlibirloque, quedó convertida en tierra extremeña sin serlo, ya que desde Talavera se repoblaron sus pueblos y con Talavera tuvieron siempre una vinculación geográfica, humana y económica imborrable, por más que la también absurda división autonómica intente alejar a sus gentes de nuestra ciudad.
Ahora que explota la naturaleza jareña les invito a conocer esta tierra talaverana llena de historia y paisaje. Comenzamos nuestro periplo cruzando ese puente del Arzobispo Tenorio que desde el siglo XIV mejoró las comunicaciones de esta zona, facilitando el paso de los ganados trashumantes y de los peregrinos que acudían a Guadalupe.
Ese camino de peregrinación es la espina dorsal de esta Jara Occidental y en torno a él crecieron pueblos como Villar del Pedroso, primer lugar en el que nos detendremos y donde todavía permanecen las huellas de ese deambular de gentes humildes pero también de reyes y personajes como Cervantes que acudían al santuario de las Villuercas cuando allá por el siglo XVI y XVII tenía, como destino de peregrinación tanta importancia como Santiago de Compostela. Villar del Pedroso deja ver estas huellas peregrinas en el antiguo Hospital que todavía en pie es ahora casa particular pero que conserva su portada gótica y la lápida que habla de su fundación por el canónigo talaverano Hernando de Alonso. En él se alojaban los peregrinos que enfermaban en el camino y los que ya enfermos acudían a Guadalupe en busca de remedio. Enfrente se encuentra la antigua hospedería, hoy «casa del cura», donde se alojaban los peregrinos sanos con más posibles. Es esta una calle ancha que deja ver como el pueblo fue acercándose al camino real al calor de la peregrinación, bordeándolo con sus mejores casas, alguna de ellas blasonada.
Castillo árabe de Epejel en término de Valdelacasa y a la orilla del Tajo
Pero Villar tiene también historia más antigua que salpica sus muros en forma de lápidas y aras de antiguos romanos que lo poblaron después de los vettones, pueblo que dejó cuatro o cinco verracos en el mismo casco urbano y en los alrededores como muestra del paso de esta cultura ganadera, de los primeros trashumantes de esta tierra nuestra de cañadas y cordeles. La iglesia granítica es hermosa y hermosos son su retablo y su espadaña que como en otras iglesias de esta parte de La Jara dejan ver dibujadas en el muro otras espadañas primitivas del tiempo de los primeros pobladores medievales que luego, tal vez en las épocas de esplendor del camino de Guadalupe, se levantaron más orgullosas. Esta iglesia es prota-gonista en invierno de unas magníficas fiestas decarnaval llenas de colorido y ritos antiguos. Salimos de Villar por alguno de esos caminos que están todos ellos marcados con cruces antiguas que delimitan el caserío y marcan el territorio urbano cuando sus gentes dicen «de cruces adentro» o de «cruces afuera».
Nos dirigimos hasta Carrascalejo que nos deja ver un caserío donde todavía se conservan rincones con el sabor de la arquitectura rural jareña, especialmente hermosa en esta zona con sus muros que combinan las lanchas de oscura pizarra con los bloques de un pálido granito que dan un vistoso aspecto a los muros. Son miles los chozos, los “mochanos” y las cochineras que con labranzas, casillas y palomares se reparten por sus campos, ribeteando el paseo del curioso con estas pintorescas construcciones.
Navatrasierra y el valle del Gualija formaron parte de las Tierras de talavera
Dejaremos Navatrasierra, agreste pueblecito serrano anejo de Villar, para otro día que sigamos el viejo camino de peregrinos y volveremos sobre nuestros pasos para, desde El Villar, tomar otra carretera que nos lleva a Valdelacasa, pero a mitad de camino deberemos detenernos para ver la capilla de la Virgen de Burguilla que se encuentra a la derecha en una casona que fue de los jerónimos, tan poderosos en todas estas tierras de Talavera.
Valdelacasa tiene apellido, de Tajo. Los riberos del río, festoneados de olivares sobre los que vuelan águilas, buitres y cigüeñas negras, fueron frontera entre moros y cristianos y todavía quedan restos de antiguas fortalezas como la de Castros en término de El Villar, la de Espejel, con sus molinos que también pertenecieron a los jerónimos, o la de Alija, que nos ofrece una vista panorámica impresionante sobre el embalse de Valdecañas. Y es que la Jara Occidental, que no extremeña, se divide entre el río que la limita al norte y la sierra que la bordea al sur. «Los dela sierra» era la forma precavida de denominar en estos pueblos a los guerrilleros antifranquistas, a los maquis que hicieron de sus fragosidades refugio y resistencia. Precisamente a quien la falda de los montes de Valdelacasa se tendió una emboscada a «Quincoces» el tratante guerrillero de Aldeanovita, y aquí murió con sus compañeros quedando como mudo testigo de su lucha un montón de piedras, “un majano”, como modesto monumento jareño a las luchas imposibles del que también fue conocido en la tierra como “Lamío».
Foto de Quincocesl Guerrillero antifranquista de Aldeanovita cuando hacía el servicio militar
Valdelacasa tiene, como casi todos estos pueblos, una soberbia iglesia con un pie en el gótico y otro en el renacimiento, y la arquitectura popular bien merece dar una vuelta por el caserío. Para los que estén bien calzados y no les asuste dar un paseíto por las ásperas sierras jareñas, podemos recomendarles que, siguiendo el antiguo camino que desde Valdelacasa iba, como no, a Guadalupe, suban hasta los restos de la fortaleza de Marcos que más que bastión medieval le parece al que escribe fortificación prehistórica, probablemente de la Edad del Hierro.
Escudo de Valdecaballeros con el de Talavera, dr cuyo alfoz formó parte
Seguimos hasta Garvín que ahora es modesto lugarcillo pero que fue pequeña capital de esta Jara Occidental, por supuesto tiene buena iglesia con retablo de 1620 despojado en la guerra, buena cubierta de arista gótica y hasta una lápida del siglo XIV que a lo mejor habla de los Duque de Estrada, nobles talaveranos relacionados con estos parajes y probablemente dueño de su torre fortificada. La coqueta espadaña con la decoración de «bolas» del siglo XV nos despide cuando nos encaminamos a Peraleda de San Román, pueblo apellidado así llamado así por tener despoblado y luego ermita de la que sólo queda modesto paredón a las orillas del Gualija, donde el río salta de molino en molino y pasa debajo de «la puente» que no es el puente, del Buho, donde los hermanos Cuesta se enfrentaron a los gabachos. Desde la ermita de San Román se ven edificios arruinados, casas de minas que perforaron estas tierras minerales de La Jara, de donde brotan aguas rojas que curaban «las reumas».
Dejaremos para otro día los pueblos talaveranos de Castrejón de Ibor, Navalvillar de Ibor y el despoblado de la Avellaneda, la misma Guadalupe y los pueblos hoy en la provincia de Badajoz de Castilblanco y Valdecaballeros sindo por cierto este último el único que en su heráldica muestra el escudo de Talavera como recuerdo de esa pertenencia a las tierras jareñas.
Primero se fue el veterinario, ya no quedaban en el pueblo animales de tiro y las pocas cabras y ovejas eran careadas por viejos pastores que se iban muriendo. Ni siquiera vivía ya el herrador, esa especie de ATS de los albéitares.
Los maestros venían en un coche desde la pequeña ciudad y cuando se acababa la jornada se volvían a marchar sin saber casi como se llamaba el pueblo, ya nadie se acordaba de aquellos viejos profesores, de aquellas maestras que organizaban teatros o acompañaban a los chavales por el campo a enseñarles cosas de la naturaleza, la historia o la literatura. Las cuatro reglas, pero bien enseñadas.
Cuando hicieron el centro de salud en el pueblo de al lado las pobres gentes creían que allí les “echarían los rayos” y se podrían hacer el «analís», pero solo consiguieron quedarse sin el médico o el enfermero que antes vivían en el pueblo y sabían casi a qué hora se levantaba cada vecino. Muchos echaron de menos aquel decimonónico sistema de las igualas que compensaba a los sanitarios por permanecer en el pueblo «de contino». Pronto los guardias civiles hicieron lo mismo y ya ponían también un cartelito en la puerta del vacío cuartelillo con un teléfono al que dar los avisos.
El secretario también vivía en la pequeña ciudad y solo venía de vez en cuando. Uno de esos secretarios con tanto poder en otras épocas, pero que conocían bien los entresijos de la modesta administración de los pequeños pueblos. El alguacil se cambió por un policía local sin corneta pero con un uniforme muy bonito, aunque tampoco se quedaba a dormir en el pequeño lugar. Y el cura sudamericano tenía un montón de pueblos a su cargo y apenas conocía a sus feligreses.
Las gentes con posibles y algunos abuelos compraron con sus ahorros un piso en la pequeña ciudad donde tal vez sus hijos y nietos vivirían un día para encontrar trabajo más fácilmente que en aquellos páramos despoblados. Y ya, desde las últimas elecciones, hasta el alcalde y los de otros pueblos cercanos ni siquiera vivían allí. Iban y venían a los plenos desde la cercana ciudad donde residían en un bonito adosado.
Si había que recoger la aceituna lo hacían casi siempre los rumanos y en las labranzas ya solo se hacían cargo del ganado inmigrantes marroquíes. Apenas quedaban en el pueblo algún que otro tractorista y los guardas de la caza de esas fincazas tan bonitas que se habían comprado y acondicionado “a tó confor” los empresarios del ladrillo, cortando los caminos públicos con total impunidad.
Solo las asociaciones de mujeres organizaban actividades para intentar conservar la cultura de sus mayores, aunque ya casi todas se dedicaban a sus labores o a coser manteles de Lagartera, porque habían cerrado los dos pequeños talleres de confección. Los pocos jóvenes se sentaban junto a la iglesia sin otra cosa que hacer que mirar sus aparatitos cibernéticos, pero sin saber siquiera distinguir una encina de un alcornoque. El bar ya solo se veía animado cuando después de una jornada de caza se daban las judías a los italianos que venían a disparar como posesos contra los zorzales.
Este año no se ven apenas gorriones y ni siquiera han anidado los vencejos bajo el puente de un río que ya no lleva agua. Y mientras, los que se fueron del pueblo, deambulan fantasmales entre las tiendas y las escaleras mecánicas de las grandes superficies comerciales de la ciudad sin un duro en el bolsillo.
Si el AVE o el tren de altas prestaciones se hiciera realidad en Talavera, la ciudad que tendríamos que vender para aprovechar el tirón no sería la ciudad del sky line y el “cortinglés”, sino la ciudad tranquila y acogedora con un patrimonio importante que ofrece calidad de vida, servicios y que está rodeada de una naturaleza envidiable a muy pocos minutos de ella.
La variedad de ecosistemas y paisaje que tiene nuestra tierra se encuentra difícilmente en otros lugares de la península, paisajes que aunque, como me decía Wioming, “no son de postal”, están llenos de encanto por su riqueza natural y por su soledad.
El Guadyerbas en su nacimiento en la Sierra de San Vicente
La Sierra de San Vicente es un cogollito de naturaleza, pequeño pero que está a nuestra disposición en quince minutos de coche. Castañares, robledales y espesos enebrales se reparten por esta sierrecilla llena de senderos que a su vez cuenta con un patrimonio considerable etnográfico e histórico. Molinos, pozos de nieve, iglesias berroqueñas, verracos, castros, fiestas, baños etc. pueden sin lugar a dudas complementar a su naturaleza privilegiada. La Ruta de Viriato, bien estructurada y señalizada es uno de los ejes para su conocimiento y disfrute.
Son muchos los árboles monumentales de la comarc como esta encina de doña Germana en término de Pepino, pueblo de El Berrocal
Una prolongación de la Sierra de San Vicente es El Berrocal, comarca inmediata a Talavera formada por los pueblos situados al norte de la misma. Mejorada, Segurilla, Pepino, Montesclaros, Cervera con su arquitectura, que debe ser protegida por los ayuntamientos, sus atalayas, sus caleros etc.
Embalse de La Portiña en pleno Berrocal
Cuenta con una preciosa red de estrechos caminos y callejas que nos conducen entre sus dehesas graníticas por parajes pintorescos y amenos. Estos caminos deben conservar su empedrado y vallados de piedra aunque sean restaurados, pues son unas magníficas vías para practicar el cicloturismo o la hípica. Estamos hablando de lugares que conectan con la zona de La Portiña que, a su vez, sería un atractivo más a añadir a esta comarca del Berrocal donde no sería disparatado preparar un aula de interpretación de la Batalla de Talavera.
Alcornocales de Velada
Desde El Berrocal hasta el embalse de Rosarito hay una enorme extensión de terreno adehesado atravesado por cañadas y caminos donde es fácil perderse entre encinas y alcornoques bajo los que corren los venados e invernan las grullas, con árboles de gran porte en las dehesas de Oropesa y Velada. Esta zona cuenta además con el recientemente declarado Parque Fluvial del Guadyerbas y Los Baldíos de Velada- deben haberse conjuntado todos los astros para que la Junta repare en el interés de algo situado en nuestra comarca- que cuenta con parajes llenos de encanto en los bosques de ribera que acompañan al río y en la peculiar geología de los arenales de los llanos “velaínos”. Estas grandes dehesas de la zona occidental de la comarca se alternan con las llanuras deforestadas del Campo Arañuelo que sobrevuelan las rapaces con Gredos al fondo.
Barrancos de Los Castillos en el reculaje de Azután en Las Herencias
El propio valle del Tajo cuenta en su curso con una gran variedad de paisajes y aunque los embalses de Azután y Valdecañas nos dejaron sin la belleza del Tajo corriente y moliente, han generado enormes extensiones de agua con zonas encharcadas como las Tablillas de Azután que cuentan con una gran riqueza en avifauna. A esas grandes tablas se unen los parajes en los que el Tajo sigue encajonado en riberas solitarias de gran atractivo paisajístico jalonadas por viejas aceñas y molinos, como los riberos de Aldeanueva-Calera y Alcolea o los de Puente-Valdeverdeja, sobre los que dominan las fostalezas musulmanas de Vascos, Castros, Espejel o Alija. Tramos estos del río llenos de sorpresas y absolutamente desconocidos y desaprovechados para el turismo en piragua.
De La Jara ya hemos tratado en un artículo anterior pero tenemos que recordar la Jara Alta con sus ásperas sierras repletas de fauna y monte impenetrable con algunos castañares y buenos rebollares entre canchales y bosque mediterráneo virginal. Las rañas de la Jara Baja son atravesadas por la Vía Verde y los ríos que descienden desde los Montes de Talavera, que así se llamaban desde la Edad Media y así deberíamos acostumbrarnos a llamarlos ahora. Ríos que discurren entre olivares, áridos pizarrales y cañones graníticos de belleza espectacular como el del Uso, el Pusa, el Jébalo o el Sangrera. Cerca ya de Talavera las rañas se deshacen en barrancas de una gran peculiaridad ecológica, donde los enebrales y coscojares salpicados de cornicabras e higueras locas hacen equilibrios para sobrevivir. Barrancas de la Media Luna, del Águila, de Aguaplata o Maricantarillo que todavía esperan un verdadero plan que las proteja.
Pozas en la garganta Blanca de Gredos
Todo ello es necesario cuidarlo, señalizarlo y vigilar con mano de hierro que ese patrimonio público que son los caminos vecinales, los cordeles y las cañadas no sean usurpados por la prepotencia de unos pocos para impedir el disfrute de la mayoría.
Lo que hemos descrito someramente se refiere al primer círculo de influencia talaverana, pero nuestra ciudad es un nudo estratégico desde donde se puede disfrutar del valle del Tiétar, de la sierra de Gredos y la Vera Alta, o de las sierras de Altamira y las Villuercas, todo ello a poco más de media hora de aquí. La promoción de esa comarca verde es la promoción de la Talavera donde muchos urbanitas cansados de la gran ciudad pueden acudir desde Madrid para instalarse o visitarnos cuando el AVE o lo que sea se convierta en una realidad, si es que sucede en el próximo milenio, pero para eso es necesario trabajar y creer en una verdadera comarca verde.
Vaya por delante que el que esto escribe no es antitaurino, más bien gusto de ver ritual tan magnífico, arcaico y colorido como es la Fiesta, pero también me sucede como a los japoneses que llevan a Las Ventas, que solo vemos un toro, ellos por necesidades de su intensa agenda turística y yo porque me canso.
Esto viene a cuento porque he encontrado a un curioso y olvidado escritor llamado Eugenio Noel que es un verdadero quijote del apostolado antitaurino. Resulta que a principios del siglo pasado inició un periplo por toda nuestra geografía para intentar convencer a nuestros compatriotas de que los toros eran una fiesta bárbara, pero no contento con esto decidió predicar también contra el flamenco, pues consideraba el “flamenquismo” algo así como una degradación de nuestra cultura. Fue recorriendo España con su aspecto ya un poco bohemio y demodé para la época a base de melena y bigotón a lo Balzac, recogiendo datos y costumbres que le dieran argumentos en su apostolado imposible.
Dos de los relatos recogidos en su libro “Los nervios de España” se localizan en nuestra región. El primero de ellos habla de su pernoctación en una venta manchega que a la entrada tenía un rótulo: “Aquí durmió El Quijote”, con esa eterna confusión nacional entre la realidad y la ficción. Como otros de sus escritos, está lleno de datos costumbristas y etnográficos, manejando además un riquísimo vocabulario de términos populares que a veces incluso hace difícil seguir sus textos.
Plaza de Segurilla, donde se desarrollan los acontecimientos del relato de Eugenio Noel
El segundo artículo relata su asistencia a una capea en Segurilla, pueblo cercano a Talavera, donde un mozo se apuesta con otros que hace llorar a un toro, y para ello acaba clavándole al pobre animal una navaja de siete muelles en un ojo.
De paso por Talavera habla de la Fiesta de Toros, Las Mondas, y se maravilla de la azulejería de la ermita de la Virgen del Prado, pero le espanta que tenga adosada lo que él considera una horrorosa verruga, que no es otra que la plaza de toros de Talavera, que cuatro años después se convertiría en santuario del toreo por la muerte de Joselito. El viajero activista se ha documentado sobre Las Mondas, fiesta en honor de la diosa Ceres y luego de la Virgen del Prado, donde se llegaban a lidiar hasta veinte morlacos. Le sorprende que hasta hubiera un canónigo torero que organizaba los festejos con el regidor torero y también le escandaliza que el predicador de Segurilla no se pronuncie contra fiesta para él tan sanguinaria. La iglesia y otros estamentos se mostraron en contra del toreo e incluso hubo papas y prelados que la prohibieron, pero estos intentos fueron tan estériles como los de otros que quisieron prohibir la prostitución, y así no pocos curas se remangaban las sotanas para dar unos pases o correr delante de los astados.
Retrato del escritor antitaurino Eugenio Noel
Comete Noel el mismo error de muchos otros antitaurinos que es confundir el toreo reglado en sus suertes con los vesánicos y despreciables desahogos vestidos más o menos de antiguo ritual que a veces se desarrollan en nuestros pueblos.
Eugenio Noel murió, como buen intelectual español, de hambre y en un camastro alquilado de un hospital en abril de 1936, tres meses antes de otra gran escabechina nacional sin toros de por medio.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR