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DOS HISTORIAS PARALELAS

DOS HISTORIAS PARALELAS

El mudéjar de Guadalupe guarda grandes similitudes con la arquitectura de la Colegial de Talavera El mudéjar de Guadalupe guarda grandes similitudes con la arquitectura de la Colegial de Talavera

1154 (Río Guadalupejo)

Un hombre jadeante se inclina para beber en las orillas del río Guadalupejo. Sus cuatro compañeros aguardan inquietos, ocultos entre los alisos. Miran en todas las direcciones, como esperando una desgracia que puede sobrevenir en cualquier momento.

Uno de ellos observa cómo el borrico que les acompaña levanta dolido la pata por la caída que ha sufrido en plena huida. Los fugitivos presentan un aspecto poco adecuado para andar por estas sierras, con sus túnicas de seda llenas de arabescos y desgarradas por las zarzas. El que va armado toma el asno del ramal y se dirige hacia la espesura donde, después de descargar un fardo con sumo cuidado, se santigua y asesta una certera puñalada en el cuello al animal que cae desangrándose dando espasmódicas coces de agonía. Con el mismo cuchillo descoyunta una de las patas del pollino que se echa al hombro. Se acerca al resto del grupo y en voz baja le dice al más anciano:

-¡Vamos! Ese no volverá a delatarnos con sus rebuznos. Deprisa, que nos van pisando los talones.

El grupo asciende la empinada cuesta de la ribera entre los robles, han conseguido su objetivo. Los perseguidores han dejado en paz al grueso del grupo que se separó al cruzar el Guadiana dirigiéndose hacia La Xara. Pero, aunque los despistaron, ahora casi oyen la respiración de los soldados de la media luna.

-Debemos esconderla antes de que nos cojan – dice el anciano señalando el fardo.

Junto a una fuente se levantan algunas pizarras que intentan formar una balsa para que beba el ganado. Los hombres sacan sus cuchillos y excavan con ellos la tierra. Ponen una de esas lanchas en el fondo del agujero y otras en los lados formando una caja. Introducen el paquete en su interior. Mientras, el anciano escribe sobre un pergamino que deposita también en el nicho antes de taparlo con piedras y tierra. A continuación,  los cinco hombres desaparecen entre los castaños.

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Año de 1155 (Talavera)

Junto a la torre de la Colegial esperan los vecinos la llegada del cabildo. Los regidores y hombres buenos van apareciendo por la plaza del Pan y se sientan en la escalinata que, desde tiempo inmemorial, ha servido para las reuniones públicas de la villa. Al final hacen acto de presencia los canónigos el arcediano y otros clérigos de la villa.

Bruscamente cesan el bullicio y los comentarios de la gente cuando ven aparecer, ataviados con vestidos a la morisca, a unas decenas de personas que a primera vista parecerían mendigos, sino fuera por que sus rostros y los nobles pero destrozados harapos que les adornan indican una crianza acomodada.

Imagen de la virgen de Guadalupe en cerámica

A la cabeza va un hombre de edad vestido con sus atributos de obispo que en voz alta se dirige al concejo diciendo:

– Cuando Ab al Mumerr y sus fieras almohades comenzaron a matar a los nuestros en Sevilla, cuando la desgracia llegó a nuestras casas y fueron quemadas nuestras iglesias. Dejamos nuestra tierra, en la que antes nos permitieron vivir los hijos de Mahoma y tuvimos que huir hacia el norte. Llegamos a vuestra villa donde fuimos acogidos y alimentados como hermanos. Hoy, mis amados hijos quieren apelar nuevamente a vuestra caridad para poder ganar el pan que hasta ahora vuestra beneficencia nos ha otorgado. Por esta razón, pedimos a la villa tenga a bien otorgarnos, dentro de los límites de su alfoz, la tierra donde poder construir nuestras casas, aprovechar nuestras granjerías y labrar nuestra propia tierra

Un rincón de Gargantilla, anejo Sevilleja de La Jara, que antes se llamó Cordobilla por ser repoblada por mozárabes huidos de Córdoba

-Los regidores han deliberado y, animados por vuestros hermanos mozárabes que habitan en esta villa, hemos decidido concederos para poblar las tierras que junto a la sierra del Puerto Viejo se hallan incultas y despobladas, para vosotros y vuestros hijos.

-Dios premiará en el cielo lo que hacéis con estos cristianos desdichados que, en recuerdo de la ciudad donde nacieron, llamarán Sevilleja a su nueva patria – respondió el obispo Clemente.

Imagen que muestra la aparición de la Virgen a Gil Cordero indicándole donde se halla la imagen de Guadalupe Imagen que muestra la aparición de la Virgen a Gil Cordero indicándole donde se halla la imagen de Guadalupe

 1274 (  Río Guadalupejo )

Dos hombres se afanan en cargar una mula con anchos caños de corcho recién pelado. Emprenden el camino dejando atrás los rojizos troncos desnudos de los alcornoques.

-Vamos Damián – dice uno de ellos- hay que cubrir la santa imagen antes de que empiecen las lluvias

-Pero decidme ¿Cómo fue hallada la Virgen?. Sabéis que soy nuevo en Alía y no conozco la historia.

-Pues resulta que se hallaba un pastor llamado Gil Cordero por estas sierras y perdió una de sus vacas. La encontró muerta cerca del río y, cuando iba a hacer la cruz sobre ella para desollarla, la vaca se levantó viva apareciéndose la Virgen María en ese momento. Le dijo que fuera a su tierra y avisara a los clérigos y a las gentes para que buscasen en el lugar donde estaba la vaca muerta, porque allí se hallaba una imagen suya. No creyeron al pastor pero, cuando un hijo de él sanó milagrosamente de una mala enfermedad, decidieron cavar y hallaron la imagen con una campanilla y un pergamino. Ya sabéis que con estos corchos haremos el tejado de la capilla que la guardará.

LA BANDA DEL TENDERO, CAUSA CRIMINAL DE LA SANTA HERMANDAD

LA BANDA DEL TENDERO (1787)

Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe
Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe

El criado acababa de levantarse y se dirigía hacia las cuadras para ordeñar el ganado. Observó con las primeras luces del día cómo los castaños y los robles de la sierra habían comenzado a perder sus hojas. Su señor no estaba en Carrascalejo y el ama, acompañada de sus dos hijas, se disponía a desayunar pan ensopado en el café que contenían grandes tazones de Puente.

Se oyeron dos golpes en la puerta del corral y al abrir vio el sirviente a cinco hombres con sus caballerías. No le gustó su aspecto, llevaban tiznada la cara y un pañuelo atado cubría sus cabezas debajo de las monteras. De las cabalgaduras colgaban  escopetas y ellos mismos sostenían otras armas terciadas debajo del brazo. Observó como uno de los extraños, el que llevaba del ramal un caballo cojo, se quedaba fuera al cuidado de los animales, otro  permanecía junto al portalón de entrada, mientras que los dos últimos le decían en tono poco amable:

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII-Queremos que nos vendas un poco de cebada para los caballos.

-Sólo tenemos para darles como fanega y media. El amo ha ido fuera precisamente a comprarla.

Cuando dijo estas palabras, el criado comprendió que había metido la pata. Los hombres armados ya sabían que el amo no estaba en casa y que en el interior de la vivienda se encontrarían las mujeres solas. Miraba de reojo a los extraños mientras llenaba los costales. Cuando terminó, se confirmaron sus sospechas. Levantando la escopeta, el pelirrojo de la cicatriz en la cara le ordenó que entrara en el cuerpo de la casa. Los otros dos preguntaron al ama disimulando que si había visto a don Matías. Mientras ella respondía, penetraron en la sala de un empujón y, apuntando a las tres, gritaron:

-¡Las llaves de las arcas!

La Jara Occidental desde el puerto de Arrebatacapas en pleno camino de Guadalupe

Se las entregaron temblorosas y los ladrones comenzaron a revolverlo todo. Sonrieron al sacar una bolsa que contenía seis doblones de a ocho y ciento cincuenta pesos duros. Tomaron también tres rollos de lienzo y, envueltos en un paño, encontraron seis tenedores y seis cucharas de plata. La mujer estaba a punto de derrumbarse presa de la angustia y el miedo, pero al ver que cogían también la vieja cuchara de plata que le había dejado su madre, prorrumpió en tan grandes alaridos que los asaltantes, tomando su botín cogieron los caballos y salieron al galope por el camino de Mohedas, pues aunque la casa estaba a las afueras del pueblo, las gentes ya empezaban a salir al campo y podían escuchar los gritos del ama y sus hijas.

El criado no dejaba de observar al hombre que le vigilaba. Su cara le era familiar y, aunque tenía la cara ennegrecida por un corcho quemado e intentaba ocultar su rostro bajando el ala de su montera granadina, sus piernas torcidas eran inconfundibles. Se trataba de Melgarejo, el tendero de Castañar de Ibor, al que había comprado unos quesos el año pasado.

Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos
Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos

Mientras dos de los cinco bandoleros cubrían la retirada de sus compañeros quedándose a las afueras de Mohedas, los otros tres fueron al banco del herrador para herrar sus caballerías. Siguieron su camino hacia Puerto de San Vicente y en la posada robaron tres mulas a un serrano que bajaba hacia los pastos de invierno de Extremadura. Entre chirigotas dejaron al ganadero el caballo cojo que traían. Aunque, desde Mohedas, enviaron un propio al alcalde de Puerto dándole cuenta de la catadura de los desconocidos, cinco hombres armados y a caballo eran una fuerza imposible de reducir con los escasos medios de la aldea. Los bandoleros tomaron camino hacia los aislados y agrestes parajes de Los Guadarranques donde se sentían más seguros.

Tardó dos días en llegar la noticia a la Santa Hermandad de Talavera que, inmediatamente, envió a su Cuadrillero Mayor acompañado de cinco soldados y otros cuadrilleros de la Hermandad. En Puente del Arzobispo interrogaron a un pobre hombre que había sido asaltado también en el camino. En el sitio de la Ventilla un joven le había salido al camino y le había preguntado que “qué avío llevaba”. Después de responderle que había ido con su borrico a conducir a un peregrino a Guadalupe, el hombre le echó mano a la faltriquera y le sacó los ocho reales que llevaba envueltos en el pañuelo. Después revolvió y zarandeó los aparejos y la albarda buscando algo más de botín pero tuvo que conformarse con el escaso jornal del arriero.

Paisaje en el entorno de carrascalejo, donde se desarrollan parte de los hechos.

La descripción no coincidía con la de los asaltantes de las casas de Carrascalejo pero, como casi siempre, los caminos de Guadalupe eran inseguros. Debido a que otro testigo aseguraba haber visto gentes de mal vivir en la dehesa de El Villar, el Cuadrillero Mayor envió a un hermano para indagar en el Hospital del Obispo sobre la presencia de sospechosos. Los servidores del hospital confirmaron la presencia de los hombres armados, pero parecía que andaban ahora haciendo fechorías por las inmediaciones de Berrocalejo y Talavera la Vieja. Hacia allí se dirigió la Santa Hermandad. Tal vez no pudieran atraparlos pero sabían de la identidad de uno de ellos y tarde o temprano caería en sus manos.

Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera. Sig. 43/9. Archivo Municipal.

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

Otra causa criminal verdadera de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

1736

Capitel del humilladero de Guadalupe
Capitel del humilladero de Guadalupe

Desde que murió su mujer, todo fue de mal en peor para José Rojo. Siempre había sido cabestrero, pero su mal de ijada le impidió seguir ejerciendo su duro oficio; no sólo por su nueva enfermedad, sino también porque los millares de cuerdas de cáñamo tejidas con sus dedos habían acabado por deformarle las manos.

Puso una taberna y acabó por beber él más que los clientes. Ahora sobrevivía vendiendo prendas en un cuarto alquilado de la calle de los Desamparados de Madrid. El hastío y tal vez una leve esperanza de aliviar sus males le habían empujado a cerrar su miserable establecimiento y encaminarse en peregrinación a Guadalupe. Llegaría justo a la feria del ocho de Septiembre y podría, de paso, comprar algunos calderos para su negocio.

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatos

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatosSalió a pie desde la Villa y Corte pero, al llegar a Calera, no pudo resistir más sus achaques y dolores. Concertó el viaje con unos arrieros que se dirigían a Alía: si le llevaban a lomos de un caballejo albardón que querían vender en la feria, les daría los cuatro reales de plata que tenía.

Hizo el camino desde Alía a pie y, al subir el collado del Madroño, contempló por primera vez la impresionante mole de pizarra del monasterio. Pero José, ante la sorprendente visión de las torres del convento, pensó que este viaje no era más que otra de esas iniciativas absurdas y abocadas irremediablemente al fracaso que había tomado en su vida.

Mientras pasaba entre los tenderetes abarrotados de curiosos y maleantes pensaba en el sustancioso negocio de aquellos comerciantes y en cómo él, tras partirse los dedos durante años, no tenía ni para pagar un techo donde resguardarse de la amenazante tormenta que envolvía con densas nubes negras el pico de Las Villuercas. Decidió dormir en una cuadra de las afueras, entre las caballerías. Se despertó al día siguiente sofocado por el olor a estiércol y el sudor de las bestias, comió con desgana un mendrugo seco y se encaminó a la iglesia.

Entrada sur de la iglesia del monasterio de Guadalupe

No cabía un alfiler. Las gentes rústicas de La Jara se mezclaban con embajadores y peregrinos nobles ataviados con lujosas vestimentas. Oyó la primera misa absorto en sus pensamientos y, más por cansancio que por piedad, se arrodilló. Su aparente devoción llamó por un momento la atención de uno de los dos labradores de Novés  que atendían con fervor a la celebración. Al moverse uno de los hombres José pudo observar desde su posición el cordel de un bolsillo de piel de gato montés que su acomodado vecino de banco tenía en la faltriquera. Ya lo había hecho en otras ocasiones entre el gentío de la Plaza Mayor de Madrid, pero la tosquedad de sus manos embrutecidas consiguió que la víctima se percatara de que estaba siendo desplumado. Su grito quedó abortado por el respeto que instintivamente le impuso el lugar sagrado pero, aún así, todos los peregrinos cercanos pudieron oír claramente al de Novés cuando exclamó:

  • ¡El pícaro me ha quitado el dinero!

Se abalanzaron sobre él y su primer reflejo fue guardar la bolsa entre las piernas pero en el forcejeo cayó al suelo y José decidió que ese era el mejor momento para huir. Empujando a la muchedumbre se apartó al rincón opuesto del templo. Estuvo oculto entre los romeros hasta que, al finalizar la misa y despejarse la nave, observó cómo su víctima le señalaba desde la puerta mientras hablaba con uno de los cuadrilleros de la Santa Hermandad de Talavera.

Interior de ka igkesia de Gyadalupe, donde trascurren los hechos

Al fin y al cabo estaba en sagrado y ya había sido delatado. Decidió que sin dinero no podría huir. Había que encontrar otra víctima y distraerle el gato. Otra vez la misma maniobra y otra vez es descubierto. No sabía si se trataba de su nerviosismo, de su impericia o si, tal vez, la Virgen de Guadalupe le castigaba por robar en su presencia. De nuevo la huida entre el gentío y la espera de una hora hasta que cesara el barullo y se acabara la misa.

Con recelo se asoma a la puerta del monasterio. Dos hombres parecen tratar animadamente de la venta de unas baratijas y los lugareños intentan vender en sus improvisados puestos las mercancías más variadas. No parece que la Santa Hermandad le esté aguardando pero, cuando se ha distanciado siete varas de los muros de la iglesia, uno de los campesinos que vendía castañas se abalanza sobre él mientras los dos hombres que parecían estar de tratos también le agarran diciéndole:

-Date preso en nombre de la Santa Hermandad.

Es llevado a la cárcel pública de la villa de Talavera donde será interrogado en presencia del escribano por el Cuadrillero Mayor. En rueda de reconocimiento es identificado por sus fallidas víctimas y conducido a la cárcel de la Puerta de Zamora en la villa del Tajo.

Se le condena a servir al rey con las armas durante seis años. En cadena de presos, junto a un malencarado personaje que había asaltado al obispo de Ávila en Ramacastañas, es conducido a la Caja de Toledo.

(Causa Criminal de la Santa Hermandad de Talavera sig. 28/16, Archivo Municipal)

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE ( y 17) Y LLEGAMOS AL MONASTERIO CON UNA LEYENDA DE MOROS

Claustro del monasterio con su hermoso templete mudéjar

Abandonamos Alía por el viejo camino de Guadalupe que parte desde el sur del casco urbano en dirección oeste. Seguimos su trazado paralelo a la carretera con la que volvemos a encontrarnos después de recorrer unos dos kilómetros y medio. Junto a la carretera se encuentra la capilla de la Virgen de la Concepción a la que nos hemos referido ya cuando hablamos de la ermita de la misma advocación. Después de una curva muy cerrada salimos de la carretera y tomamos nuevamente el camino que asciende hacia el collado del Madroño dejando una zona recreativa con una fuente a la izquierda. Vale la pena detenerse y contemplar el panorama desde el collado, para después descender por la Hoya de las Infantas hasta encontrarnos con el Río Valmorisco.

Vista panorámica de Alía

Puede que vayamos a parar otra vez a la carretera, junto al puente viejo de este río, pero debemos ascender por la ribera doscientos metros para luego tomar de nuevo la ruta a Guadalupe que sale a la izquierda ascendiendo por un camino que pasa junto a una fuente. Más arriba no debemos tomar el camino de la izquierda pues volveríamos a la carretera. Tomaremos el de la derecha que sigue un recorrido muy agradable entre alcornoques y olivares hasta dar vista a Guadalupe de la que ya solamente nos separa el arroyo de Valhondo. Después de atravesar el abandonado ferrocarril Talavera-Villanueva cerca de su estación y viaducto habremos llegado a Guadalupe.

Vista panorámica de Guadalupe. A la derecha el viaducto de la línea Talavera-Villanueva de la Serena, de la que es parte la vía Verde de la Jara
Guerreros musulmanes se dirigen a la batalla

UNA LEYENDA DE MOROS

En término de Alía existe un lugar conocido como el cerro del Moro y cuenta una leyenda recogida en la revista “Guadalupe” en 1913 que el castillo de Alía pertenecía a un moro llamado Abderramán Ben Muza, señor de los contornos.

“Tenía el moro una hija llamada Zulima, esbelta como las palmeras del desierto y bonita como la sonrisa de una madre” y para custodiarla levantó y fortificó su castillo. En una de sus correrías guerreras el moro capturó a veinte prisioneros cristianos y los encerró en sus mazmorras. Marchó más tarde a otra de sus razzias y dejó a Zulima en el castillo. Conmovida por los gritos y gemidos de los cautivos, visitó la morilla los calabozos y allí se fijó en Gonzalo Vargas, uno de los caballeros cristianos allí encerrados.

Por compasión de los prisioneros ordenó que les quitaran grillos y cadenas y que permitieran los centinelas que bajo su vigilancia pasearan por el patio de armas del castillo. Gonzalo y Zulima se enamoraron mientras Abderramán tardaba en volver de sus correrías. Por intercesión de los cautivos llegó Zulima a un acuerdo con los vecinos cristianos de Talavera por el que conservaría sus tierras y castillos si pagaba las parias. Los prisioneros fueron liberados y desde entonces defendieron a la mora y su señorío. Ella se convirtió al cristianismo y se casó con el caballero.

Pero un día llegó Ben Muza tras la derrota de Las Navas de Tolosa enfurecido por las noticias sobre su hija que le habían llegado al campo de batalla. Abrieron los puentes levadizos y el moro entró en el castillo, subió a la estancia de su hija y la encontró con su marido cristiano amamantando a su hijo. Tomó Abderramán al niño y lo arrojó con furia por una ventana. Todos se abalanzaron para asomarse y observaron que una hermosa mujer morena como Zulima sostenía al niño.

El moro se hizo cristiano y con el correr de los años se identificó a esa señora con la Virgen de Guadalupe.

Detalle de las puertas de bronce de la iglesia de Guadalupe

CAMINOS DE GUADALUPE 2, LA LEYENDA DE LA APARICIÓN

CAMINOS DE GUADALUPE 2, LA TRADICIÓN DE LA APARICIÓN

Cuadro que escenifica la aparicion de la virgen de Guadalupe a Gil Cordero

Vamos a conocer ahora la leyenda de la aparición que aparece en los más antiguos códices, con referencias no sólo a la aparición en sí, sino a los orígenes legendarios de la imagen.

En algunos de esos antiguos documentos del siglo XV y XVI se atribuye la autoría de la talla de la imagen al mismo San Lucas, quien habría tenido a la misma Virgen como modelo. Muerto San Lucas en Asia Menor la imagen fue enterrada con él y acompañó al cadáver cuando fue trasladado a Bizancio en el siglo IV, y a ella se encomendaron sus habitantes cuando un terremoto asoló la ciudad del Bósforo.

En el año 581, siendo cardenal el futuro papa Gregorio Magno se encontró allí con San Leandro, arzobispo de Sevilla fraguándose entre ellos una gran amistad. El emperador Tiberio II  regaló a Gregorio la imagen y algunas reliquias y éste cuando accedió al papado llevó a Roma la imagen que con motivo de una epidemia fue sacada en procesión, cesando la peste por los lugares que iba recorriendo la comitiva y apareciéndose un ángel sobre el castillo, que desde entonces se llamaría de Sant Ángelo, limpiando y enfundando la sangre de su espada, símbolo de la pestilencia.

Imagen de la Virgen de Guadalupe

Convocado concilio en Roma, San Leandro envió a su hermano San Isidoro por no poder ausentarse de Sevilla debido a los problemas habidos con los arrianos. Gregorio Magno le dio la imagen y otros objetos para que los llevara a la ciudad del Guadalquivir. En el camino se desató una tempestad y un clérigo sacó la talla de un arca encomendando la suerte de la expedición a la Virgen. Cesó de inmediato la tormenta y el barco pareció iluminado por cientos de cirios.

Cuando en 711 los árabes invaden España huyen las gentes de  Sevilla y unos clérigos toman la imagen y otros objetos sagrados y escapan hacia el norte. Cuando se hayan “fuera de camino” por los valles del Guadalupejo encuentran una ermita con un sepulcro de mármol donde se hallaban los restos de San Fulgencio, lo que se contradice con otra leyenda según la cual son hallados en Berzocana junto a los de Santa Florentina dentro de un sepulcro permaneciendo hoy en su iglesia parroquial. Los clérigos excavan una cueva en la ermita escondiendo la imagen acompañada de una campanilla y una carta y allí permanecen hasta el siglo XIII en que se produce el hallazgo milagroso de la imagen.

La que por tradición se considera casa del Gil Cordero en Guadalupe

Cuando un pastor cacereño llamado Gil Cordero andaba con sus ganados por estos valles se extravió una de sus vacas y después de buscarla varios días la encontró muerta junto a una fuente. No viéndola mordida de lobos u otras alimañas sacó el cuchillo para desollarla, abriéndola como era costumbre por el pecho en forma de cruz. En ese momento se levantó viva la vaca y se apareció la Virgen diciendo al pastor que pusiera la vaca con las otras y fuera a su tierra a buscar a los clérigos para decirles que debían cavar en el lugar de la aparición y que hallarían allí una imagen. Al principio se rieron de él pero debido a la señal que todavía llevaba la vaca en forma de cruz le escucharon. Cuando llegó el pastor a su casa encontró a su hijo muerto y a su mujer llorando. El pastor consoló a su mujer diciéndola que no se preocupara pues Santa María de Guadalupe le devolvería la vida, y así fue, levantándose el muchacho sano y salvo. Los clérigos acabaron así de creerle y acudieron a Guadalupe excavando en la cueva y encontrando la imagen con la carta que describía su periplo y la campanilla.

Pastor y clérigos de Cáceres descubren, junto al río Guadalupe, la Imagen de Guadalupe,obra de Juan de Santa María, siglo XVII.

LOS CAMINOS DE GUADALUPE 1, GUADALUPE TIERRA DE TALAVERA

LOS CAMINOS DE GUADALUPE 1,

GUADALUPE TIERRA DE TALAVERA

Imagen de la Virgen de Guadalupe en el claustro de la hospedería.

EL rey Sancho IV había tomado su venganza contra la hidalguía talaverana por el apoyo que había prestado a su padre Alfonso X durante el conflicto bélico que enfrentó a ambos. Entre la historia y la leyenda podemos considerar la muerte de cuatrocientos caballeros de la villa del Tajo que fueron ajusticiados por Sancho el Bravo. Descuartizados, sus pedazos fueron colgados de la puerta que desde entonces se llamó Puerta de Cuartos.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0025.jpg

Algunos historiadores consideran que el deseo de reconciliarse con Talavera llevó al rey a concederla tres grandes dehesas para repoblarlas al sur de su extenso alfoz. Una de ellas era la dehesa de los Xebalillos, zona de la actual cabecera del río Gébalo. Otra era la dehesa del Castrejón de Ibor, lo que aproximadamente hoy se conoce como comarca de Los Ibores. La tercera era la dehesa del puerto de Juan Román, Ivan Román en grafía medieval, que abarcaba los términos de Valdecaballeros y Castilblanco, actualmente en la provincia de Badajoz, además de Alía y los bosques y montes cercanos al río Guadalupe, más tarde conocidos como dehesa de Los Guadalupes.

Guadalupe en una antigua fotografía

“ Sepan quantos esta carta vieren cómo nos don Sancho…por hacer bien y merçed al conçejo de Talavera, porque han pocos pueblos e no an común ninguno e porque el Rey nuestro padre les tomó el montadgo que solían aver, por la merçed que hizo a los pastores, dámosles tres dehesas en su término que las ayan e se aprovechen dellas para su común y las puedan arrendar y puedan hacer en ellas todas las cosas que en su pro sean…E mandamos que aya estas dehesas para siempre jamás con las aguas e los pastos e con los montes e con las mudas de los açores e de los falcones que en ella son o fueren de aquí en adelante e defendemos firmemente que ninguno sea osado de las entrar en ellas”.

Capiteles del humilladero de Guadalupe

En el territorio de esa dehesa de Ivan Román se localiza según la leyenda la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Esa leyenda no data concretamente el momento en que se produce el hallazgo de la talla pero, por el contenido del relato, sabemos que la talla es escondida por clérigos sevillanos que huyen de la persecución musulmana y es hallada más tarde, cuando ya el territorio ha sido reconquistado por los cristianos.

Por ello, el comienzo de la devoción guadalupana se situaría probablemente en el siglo XIII, como parece indicar el estilo de la escultura y el hecho de que hasta la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 no se puede considerar este territorio poblado por cristianos, debido a la inseguridad producida sobre estos despoblados por las frecuentes razzias árabes.

Vista de la Puebla de Guadalupe

Ya en el siglo XIV se produce la aparición de la imagen de la que hablaremos en el siguiente capítulo y la segregación del territorio por Alfonso XI para levantar el monasterio.

JARA EXTREMEÑA, TIERRA TALAVERANA UN PASEO EN COCHE

JARA EXTREMEÑA, TIERRA TALAVERANA

UN PASEO EN COCHE

Uno de los verracos hallados en el término de El Villar

La absurda división provincial del siglo XIX despojó a nuestra tierra de la parte más occidental de sus territorios históricos. Me refiero a la zona de La Jara incluida hoy en las provincias de Cáceres y Badajoz que, por arte de birlibirloque, quedó convertida en tierra extremeña sin serlo, ya que desde Talavera se repoblaron sus pueblos y con Talavera tuvieron siempre una vinculación geográfica, humana y económica imborrable, por más que la también absurda división autonómica intente alejar a sus gentes de nuestra ciudad.

Ahora que explota la naturaleza jareña les invito a conocer esta tierra talaverana llena de historia y paisaje. Comenzamos nuestro periplo cruzando ese puente del Arzobispo Tenorio que desde el siglo XIV mejoró las comunicaciones de esta zona, facilitando el paso de los ganados trashumantes y de los peregrinos que acudían a Guadalupe.

Ese camino de peregrinación es la espina dorsal de esta Jara Occidental y en torno a él crecieron pueblos como Villar del Pedroso, primer lugar en el que nos detendremos y donde todavía permanecen las huellas de ese deambular de gentes humildes pero también de reyes y personajes como Cervantes que acudían al santuario de las Villuercas cuando allá por el siglo XVI y XVII tenía, como destino de peregrinación tanta importancia como Santiago de Compostela. Villar del Pedroso deja ver estas huellas peregrinas en el antiguo Hospital que todavía en pie es ahora casa particular pero que conserva su portada gótica y la lápida que habla de su fundación por el canónigo talaverano Hernando de Alonso. En él se alojaban los peregrinos que enfermaban en el camino y los que ya enfermos acudían a Guadalupe en busca de remedio. Enfrente se encuentra la antigua hospedería, hoy «casa del cura», donde se alojaban los peregrinos sanos con más posibles. Es esta una calle ancha que deja ver como el pueblo fue acercándose al camino real al calor de la peregrinación, bordeándolo con sus mejores casas, alguna de ellas blasonada.

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Castillo árabe de Epejel en término de Valdelacasa y a la orilla del Tajo

Pero Villar tiene también historia más antigua que salpica sus muros en forma de lápidas y aras de antiguos romanos que lo poblaron después de los vettones, pueblo que dejó cuatro o cinco verracos en el mismo casco urbano y en los alrededores como muestra del paso de esta cultura ganadera, de los primeros trashumantes de esta tierra nuestra de cañadas y cordeles. La iglesia granítica es hermosa y hermosos son su retablo y su espadaña que como en otras iglesias de esta parte de La Jara dejan ver dibujadas en el muro otras espadañas primitivas del tiempo de los primeros pobladores medievales que luego, tal vez en las épocas de esplendor del camino de Guadalupe, se levantaron más orgullosas. Esta iglesia es prota-gonista en invierno de unas magníficas fiestas decarnaval llenas de colorido y ritos antiguos. Salimos de Villar por alguno de esos caminos que están todos ellos marcados con cruces antiguas que delimitan el caserío y marcan el territorio urbano cuando sus gentes dicen «de cruces adentro» o de «cruces afuera».

Nos dirigimos hasta Carrascalejo que nos deja ver un caserío donde todavía se conservan rincones con el sabor de la arquitectura rural jareña, especialmente hermosa en esta zona con sus muros que combinan las lanchas de oscura pizarra con los bloques de un pálido granito que dan un vistoso aspecto a los muros. Son miles los chozos, los “mochanos” y las cochineras que con labranzas, casillas y palomares se reparten por sus campos, ribeteando el paseo del curioso con estas pintorescas construcciones.

Navatrasierra y el valle del Gualija formaron parte de las Tierras de talavera

Dejaremos Navatrasierra, agreste pueblecito serrano anejo de Villar, para otro día que sigamos el viejo camino de peregrinos y volveremos sobre nuestros pasos para, desde El Villar, tomar otra carretera que nos lleva a Valdelacasa, pero a mitad de camino deberemos detenernos para ver la capilla de la Virgen de Burguilla que se encuentra a la derecha en una casona que fue de los jerónimos, tan poderosos en todas estas tierras de Talavera.

Valdelacasa tiene apellido, de Tajo. Los riberos del río, festoneados de olivares sobre los que vuelan águilas, buitres y cigüeñas negras, fueron frontera entre moros y cristianos y todavía quedan restos de antiguas fortalezas como la de Castros en término de El Villar, la de Espejel, con sus molinos que también pertenecieron a los jerónimos, o la de Alija, que nos ofrece una vista panorámica impresionante sobre el embalse de Valdecañas. Y es que la Jara Occidental, que no extremeña, se divide entre el río que la limita al norte y la sierra que la bordea al sur. «Los dela sierra» era la forma precavida de denominar en estos pueblos a los guerrilleros antifranquistas, a los maquis que hicieron de sus fragosidades refugio y resistencia. Precisamente a quien la falda de los montes de Valdelacasa se tendió una emboscada a «Quincoces» el tratante guerrillero de Aldeanovita, y aquí murió con sus compañeros quedando como mudo testigo de su lucha un montón de piedras, “un majano”, como modesto monumento jareño a las luchas imposibles del que también fue conocido en la tierra como “Lamío».

Foto de Quincocesl Guerrillero antifranquista de Aldeanovita cuando hacía el servicio militar

Valdelacasa tiene, como casi todos estos pueblos, una soberbia iglesia con un pie en el gótico y otro en el renacimiento, y la arquitectura popular bien merece dar una vuelta por el caserío. Para los que estén bien calzados y no les asuste dar un paseíto por las ásperas sierras jareñas, podemos recomendarles que, siguiendo el antiguo camino que desde Valdelacasa iba, como no, a Guadalupe, suban hasta los restos de la fortaleza de Marcos que más que bastión medieval le parece al que escribe fortificación prehistórica, probablemente de la Edad del Hierro.

Escudo de Valdecaballeros con el de Talavera, dr cuyo alfoz formó parte

Seguimos hasta Garvín que ahora es modesto lugarcillo pero que fue pequeña capital de esta Jara Occidental, por supuesto tiene buena iglesia con retablo de 1620 despojado en la guerra, buena cubierta de arista gótica y hasta una lápida del siglo XIV que a lo mejor habla de los Duque de Estrada, nobles talaveranos relacionados con estos parajes y probablemente dueño de su torre fortificada. La coqueta espadaña con la decoración de «bolas» del siglo XV nos despide cuando nos encaminamos a Peraleda de San Román, pueblo apellidado así llamado así por tener despoblado y luego ermita de la que sólo queda modesto paredón a las orillas del Gualija, donde el río salta de molino en molino y pasa debajo de «la puente» que no es el puente, del Buho, donde los hermanos Cuesta se enfrentaron a los gabachos. Desde la ermita de San Román se ven edificios arruinados, casas de minas que perforaron estas tierras minerales de La Jara, de donde brotan aguas rojas que curaban «las reumas».

Dejaremos para otro día los pueblos talaveranos de Castrejón de Ibor, Navalvillar de Ibor y el despoblado de la Avellaneda, la misma Guadalupe y los pueblos hoy en la provincia de Badajoz de Castilblanco y Valdecaballeros sindo por cierto este último el único que en su heráldica muestra el escudo de Talavera como recuerdo de esa pertenencia a las tierras jareñas.

APARECE UNA IMAGEN EN TIERRA DE TALAVERA

APARECE UNA IMAGEN EN TIERRA DE TALAVERA
Cuadro que representa la aparición de la Virgen de Guadalupe a Gil Cordero
Cuadro que representa la aparición de la Virgen de Guadalupe a Gil Cordero

 

El rey Sancho IV había tomado su venganza contra la hidalguía talaverana por el apoyo que había prestado a su padre Alfonso X durante el conflicto bélico que los enfrentó. Entre la historia y la leyenda podemos considerar la muerte de cuatrocientos caballeros de la villa que fueron ajusticiados por Sancho el Bravo. Descuartizados, fueron sus pedazos colgados de la puerta que desde entonces se llamó Puerta de Cuartos.

Algunos historiadores consideran que el deseo de reconciliarse con Talavera llevó al rey a concederla tres grandes dehesas para su repoblación al sur de su extenso alfoz. Una de ellas era la dehesa de los Xebalillos, zona de la actual cabecera del río Gébalo. Otra era la dehesa del Castrejón de Ibor, lo que, aproximadamente, hoy se conoce como comarca de Los Ibores. La tercera era la dehesa del puerto de Juan Román, Ivan Román en grafía medieval, que abarcaba los actuales términos de Valdecaballeros y Castilblanco, hoy en la provincia de Badajoz, Alía y los bosques y montes cercanos al río Guadalupe, más tarde conocidos como dehesa de Los Guadalupes.

Imagen de la Virgen de Guadalupe en cerámica talaverana, obra de Ruiz de Luna
Imagen de la Virgen de Guadalupe en cerámica

“ Sepan quantos esta carta vieren cómo nos don Sancho…por hacer bien y merçed al conçejo de Talavera, porque han pocos pueblos e no an común ninguno e porque el Rey nuestro padre les tomó el montadgo que solían aver, por la merçed que hizo a los pastores, dámosles tres dehesas en su término que las ayan e se aprovechen dellas para su común y las puedan arrendar y puedan hacer en ellas todas las cosas que en su pro sean…E mandamos que aya estas dehesas para siempre jamás con las aguas e los pastos e con los montes e con las mudas de los açores e de los falcones que en ella son o fueren de aquí en adelante e defendemos firmemente que ninguno sea osado de las entrar en ellas”.

La leyenda de la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe no data concretamente el momento en que se produce el hallazgo pero, por el contenido del relato, sabemos que la talla es escondida por clérigos sevillanos que huían de la persecución musulmana y es hallada más tarde, cuando el territorio ha sido ya reconquistado por los cristianos. Por ello, el comienzo de la devoción guadalupana se situaría probablemente en el siglo XIII, como parece indicar el estilo de la escultura y el hecho de que hasta la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 no se puede considerar este territorio poblado por cristianos debido a la inseguridad producida sobre estos despoblados de La Jara por las frecuentes razzias árabes.

Los documentos históricos más antiguos en los que aparece mencionada una iglesia y hospital de Guadalupe se remontan a 1327 y 1329 pero en 1339 ya tiene el templo suficientes medios económicos como para adquirir un batán.

Talla de la Virgen de Guadalupe
Talla de la Virgen de Guadalupe

En 1340 el rey Alfonso XI, que ya debería conocer estos parajes por sus correrías cinegéticas, acude a Guadalupe para dar gracias a la Virgen por su victoria en la batalla del Salado, importante estratégicamente porque impedía una nueva invasión musulmana por la secta de los benimerimes aliados con los reyes de Granada, como nos cuenta la “Crónica de Alfonso el Onceno”:

“ E el rey partió luego de Llerena e fue a Santa María de Guadalupe a dar gracias a nuestra Señora, en quien este noble rey Alonso auie gran deboçión e a quien el se auie recomendado cuando yua a pelear con los moros, e por la marauillosa vitoria que Dios por ruego de su madre, le había dado contra los rreyes Alboacén de Marruecos e de Benamarín et de Granada e offresçió muchas cosas; e mandó que se escribiese en Crónica como nuestra Señora auie aparescido en aquel lugar al vaquero e auía hallado allí soterrada su santa ymagen e se auía fecho allí aquella sancta yglesia de Guadalupe donde nuestra Señora hazía tantos milagros y de cómo él auía dado a aquella yglesia el término que tiene de las tierras de Talavera e Trugiello”.

Por un privilegio dado en Sevilla en 1340, Alfonso XI pone bajo su amparo a la iglesia y hospital de Guadalupe con todas sus pertenencias y ganados, a los que autoriza a pasar por todo el reino libremente. En 1341 promueve un patronato real mediante una carta emitida en Cadalso para mejorar la primitiva ermita pues la había encontrado “ asaz  muy pequeña y estaba derribada, e las gentes que i venían a la dicha ermita venían por devoción, non avyan i do estar, nos, por esto tobimos por bién e mandamos fazer esta hermita mucho mayor, de manera que la eglesia es grande, en que puedan caber las gentes que i vienen en romería, e por faser esta eglesia dimos nos el suelo nuestro en que se ficiese, e mandamos labrar las labores de dicha hermita”.

Para mantener al prior y a los clérigos que servirían al santuario y para la financiación del hospital que recibiría a los peregrinos, el rey Alfonso dispuso que se entregaría la martiniega de los nuevos pobladores a la iglesia de Guadalupe. Además dota a la nueva institución del suelo necesario para su manutención y la de sus sirvientes.

TALAVERA NO SE RESIGNÓ

La villa cabeza del alfoz no vio con buenos ojos esta segregación e intenta, tanto a través del concejo y sus agentes como protegiendo a los vecinos que no respetan los privilegios reales de la iglesia de Guadalupe, que prevalezcan sus antiguos derechos sobre el territorio. Los enfrentamientos son constantes y durante todo el siglo XIV los reyes Alfonso XI, doña María, Pedro I, Enrique II y Juan I deben enviar reiteradamente cartas amenazantes a Talavera ordenando que se respete la normativa que protege, por ejemplo, a los ganados de la fundación real y así, recuerda Alfonso XI que deben los talaveranos permitir pastar en sus prados y dehesas a 800 vacas, 50 yeguas, 2000 ovejas y cabras y 500 puercos del futuro monasterio. Tampoco se permite al ganado que transite libremente por las Tierras de Talavera y se aprenden cabezas con frecuencia por los alcaldes y agentes del concejo talaverano, sin ni siquiera permitir que los pastores “tomen corteza de los árboles para hacerse calzado”, lo que nos revela una curiosa utilidad del corcho en la época. También se intenta cobrar por el tránsito y comercio de abastecimientos para Guadalupe, se impide que los bueyes puedan pastar, o que los pobladores de La Puebla instalen colmenas en los términos de Talavera. Los recaudadores del portazgo consideran a los peregrinos como “descaminados” y los toman el vino y las viandas que traen para el camino. La Santa Hermandad de Talavera no se resigna a dejar de cobrar el impuesto de la asadura que servía para mantener a esta institución de policía rural. Los conflictos son permanentes, sobre todo en las zonas fronterizas de Alía y el paraje de la Posada del Rey, cerca del Hospital del Obispo, llegando  incluso a levantarse los mojones de deslinde.

LOS HOSPITALES DEL CAMINO DE GUADALUPE

LOS HOSPITALES DEL CAMINO DE GUADALUPE

Portada de la iglesia del monasterio de Guadalupe
Portada de la iglesia del monasterio de Guadalupe

Tenemos muy cerca el segundo camino histórico de peregrinación de la península, el Camino de Guadalupe.
Todo el territorio por el que discurría pertenecía a las Antiguas Tierras de Talavera. El mismo solar del monasterio y del caserío de la Puebla de Santa María de Guadalupe se encontraba en el alfoz talaverano y el concejo de la entonces villa del Tajo mantuvo numerosos pleitos jurisdiccionales con el poderoso cenobio protegido por los reyes desde su fundación en el siglo XIV por Alfonso el Onceno. La Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera vigilaba los caminos de peregrinación e incluso hasta el siglo pasado, el día ocho de Septiembre, día de la feria de Guadalupe, asentaba esta institución su tienda y su pendón a las afueras de La Puebla para demostrar así la jurisdicción que tenía sobre esas tierras.
En la división provincial del siglo XIX, tan nefasta para los intereses talaveranos, se desgajó de su extenso alfoz la parte de la comarca de La Jara y los lbores donde hoy, paradojas de la historia, se asienta el más paradigmático símbolo de Extremadura, la Virgen de Guadalupe. A través de Talavera discurría el camino por el que viajaban miles de fieles.Desde los más humildes que pretendían la curación de alguna enfermedad, hasta príncipes y prelados que deseaban visitar el monasterio famoso en toda Europa.
Una de las pruebas que aportan los defensores de Talavera como escenario en el que se inspiró Fernando de Rojas para el desarrollo de su tragicomedia de Calixto y Melibea, es la referencia en el texto a una expedición del embajador francés en peregrinación a Guadalupe. Ni Sevilla ni Salamanca, las otras dos ciudades propuestas como escenario para las andanzas de la vieja alcahueta, están situadas en el camino natural de Guadalupe y sin embargo sí está documentado el viaje de dicho embajador y su paso por Talavera a finales del siglo XV. En la Ciudad de la Cerámica existían numerosos hospitales que daban asistencia no solo a los peregrinos sino también a los muchos vagabundos y transeúntes que pasaban por ella, que siempre fue nudo de comunicaciones en el eje Toledo-Mérida y entre las mesetas norte y sur.

Hospital de la Misericordia de Talavera, hoy centro cultural Rafael Morales
Hospital de la Misericordia de Talavera, hoy centro cultural Rafael Morales

El más importante de esos hospitales fue el de la Misericordia fundado en el siglo XV por Hernando de Alonso, visitador del arzobispo Carrillo. La institución,cuyo edificio todavía puede verse en la Plaza del Pan y acoge hoy día el centro cultural Rafael Morales, daba asistencia a todos los pobres que lo solicitarán, los sanos por una sola noche «e otro día que vayan donde Dios los ayudare»; los enfermos, sin embargo, podian permanecer hasta que «sanen o fallescan”.
Las dolencias con las que más frecuentemente se ingresaba eran el paludismo,endémico en Talavera y todo el Campo Arañuelo, las gastroenteritis, cuyos enfermos tenían asignados la ropa y los colchones viejos ya que la diarrea «los pudría”.También ingresaban todas las enfermedades compañeras de la miseria y la inanición como las úlceras de las extremidades, patología respiratoria, parasitosis o alcoholìsmo.
En un plano del siglo XIX, podemos observar que en la planta baja se situaban los dormitorios, comedor y un patio exclusivos para los niños; el depósito de cadáveres,el «depósito de inmundicias” y el almacén de ropas y de camillas. El lavadero y tendedero para la ropa de los enfermos, fregadero de sus utensilios, despensa, cuarto para la bomba de incendios y «cuarto de locos». La vivienda del portero se encontraba en el sótano. En la planta superior estaba la sala de cirugía o de San Miguel,la enfermería de hombres o de los Santos Mártires y la de mujeres o de Nuestra Señora del Prado. Alacenas, cocina, refectorio,cuarto de cofres y la capilla eran, junto a las dependencias de las monjas,otras de las habitaciones de este hospital.

Hospital de Puente del Arzobispo, hoy residencia de ancianos
Hospital de Puente del Arzobispo, hoy residencia de ancianos

Retomamos nuevamente el camino de Guadalupe y llegamos a Puente del Arzobispo. La fundación del pueblo y la construcción de su magnífico puente medieval están indisolublemente unidas a la peregrinación guadalupana.
Cuenta la tradición que viendo los trabajos y peligros que los peregrinos debían acometer para cruzar el Tajo, el arzobispo Tenorio ordenó construir el puente. Otra leyenda nos dice que él mismo sufrió un pequeño accidente al vadearlo en una barca y perdió su anillo, prometiendo que si volvía a su poder edificaría un puente. Ese mismo día, cuando le sirvieron un magnífico barbo para comer halló en su interior el anillo cumpliendo por ello su promesa.
La construcción del puente se vio acompañada de la de un hospital que acogería a todos los pobres y peregrinos de paso para Guadalupe. Se financiaba de las rentas que los ganados trashumantes dejaban al cruzar el puente y de unos molinos de agua propiedad también del arzobispo. El edificio del antiguo hospital se conserva todavía en la plaza del pueblo,es un edificio de aparejo toledano con buena rejería que aloja hoy día una residencia de ancianos. También puede visitarse el curioso edificio de los molinos que financiaban la institución hospitalaria, los mas potentes del río Tajo.
El camino más utilizado durante la edad media continuaba después hasta El Villar del Pedroso. Se mantiene en pie todavía en esta localidad el antiguo hospital en la calle principal, claramente alineada con el camino de Guadalupe. Es un edificio gótico fundado también, como el de la Misericordia de Talavera, por Hernando de Alonso que antes de ser visitador y clérigo en Talavera, fue párroco de esta villa.
Todavía se conserva en su fachada la placa con una inscripción que hace referencia a su fundación. Frente a este edificio se mantiene la hospedería para los peregrinos sanos y destinada a casa parroquial en la actualidad.

Placa fundacional del hospital de Villar del Pedroso
Placa fundacional del hospital de Villar del Pedroso

Desde El Villar del Pedroso subimos el puerto de Arrebatacapas donde debe detenerse el viajero. Todavía hoy, la visión de aquellas soledades es sobrecogedora. Los valles del Gualija y los Guadarranques con su extrema soledad y despoblación fueron desde antiguo lugar frecuentado por bandidos y contrabandistas. No olvidemos que en estos parajes comienzan sus andanzas los golfines, una de las primeras manifestaciones de un fenómeno tan hispano como es el bandolerismo. Lo agreste de la naturaleza de la zona hacía todavía más peligroso deambular por aquellos lugares de monte fragoso que escondían hasta hace poco manadas de lobos y donde, hasta finales del siglo XVIII,estuvo constatada la presencia de osos.

Hospital del Obispo en el camino real de Guadalupe
Hospital del Obispo en el camino real de Guadalupe

Todo ello, unido al peligro de los fríos y las nevadas invernales, movió a Diego Muros, un obispo canario, a dotar de medios a un hospital situado entre los robles de aquellas sierras y que se conoce como el Hospital del Obispo, aprovechando el edificio de un antiguo refugio de caza de Pedro El Cruel. En los años cuarenta se destinó a cuartel de la Guardia Civil para la represión de los maquis, que también escogieron estas sierras para el desarrollo de su guerrilla antifranquista. Actualmente es propiedad privada y se encuentra en restauración aunque pueden observarse la capilla gótica y las dependencias propiamente hospitalarias. Se sitúa en un paraje de gran amenidad donde el peregrino puede refrescar sus pies y su garganta en una fuente de agua fresca.

Uno de los hospitales de Guadalupe se estaba eb parte de las dependencias del actual Parador Nacional
Uno de los hospitales de Guadalupe se estaba eb parte de las dependencias del actual Parador Nacional

El gran numero de visitantes que atraía el Monasterio de la Virgen de Guadalupe hacía necesaria la construcción de hospitales que alojaran,no sólo a los fatigados peregrinos que con mejor o peor salud iban a venerar a la Virgen de las Villuercas sino que,además, debían dar una asistencia sanitaria conforme a los escasos medios de la época a los muchos enfermos que acudían hasta allí con la esperanza de una curación o mejoría milagrosa.
Fueron varios los hospitales de Guadalupe mejor o peor dotados,pero el que dependía directamente del monasterio era el conocido como hospital General o de San Juan Bautista. Ocupaba parte del edificio destinado actualmente a Parador Nacional de Turismo y era el de mayor entidad llegando a alojar hasta ochenta camas. En el siglo XV estaba regido por un fraile a cuyas órdenes trabajaban veinte hombres y veinticinco mujeres con veinticinco camas que se distribuían entre cinco huéspedes, cinco pobres y quince enfermos. El hospitalero debía vigilar que los ingresados tuvieran buena mesa, buena cama y limpieza, buen ministro y servidores caritativos con la orden de que «de mal doliente fagan bueno». El monasterio contrataba un «físico» por quince mil maravedíes al año y dos cirujanos por tres mil, que también deberían ocuparse de la enfermería del monasterio propiamente dicha. Ésta acogía a los monjes enfermos y se situaba en el actual claustro gótico de las dependencias conventuales. Parece seguro que en este hospital se realizaban necropsias y que en él se desarrollaron actividades docentes de medicina. Habría sido por tanto una de las primeras instituciones españolas dedicadas a la formación de facultativos.

Panel de azulejos que conmemora la primera autopsia científica en un hospital de Guadalupe
Panel de azulejos que conmemora la primera autopsia científica en un hospital de Guadalupe

Existía además otro hospital de mujeres que se construyó con los fondos de un rico artesano cordobés, un herrero que al morir su mujer ingresó como fraile en el monasterio jerónimo. También se conoce la existencia de otros hospitales como el de «Pobres», o el de La Pasión, destinado al «mal de bubas“, la sífilis, que dada su gran morbilidad también era tratada en dependencias aisladas del Hospital General.

EL SOLDADO CUATRERO

EL SOLDADO CUATRERO

Causa criminal de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

1711

Desertores de la Guerra de Sucesión por la que se entronizó a Felipe V son los protagonistas de esta causa criminal
Desertores de la Guerra de Sucesión por la que se entronizó a Felipe V son los protagonistas de esta causa criminal

Por el puerto de Plasencia ascienden al atardecer cuatro arrieros con sus fuertes y relucientes caballerías. Algunos otros paisanos se han unido a la comitiva pues no son seguros los caminos en estos días. Los soldados que han luchado en la Guerra de Sucesión deambulan por los caminos de una España agotada de sequías y batallas. Un saco de trigo es un tesoro que despierta la codicia más que una bolsa con mil ducados.

Cuatro hombres vestidos de militar, pero con el desaliño de los desertores y soldados licenciados, saltan al camino y, colocándose delante de los viajeros, gritan:

-¡Hagan alto pícaros y desmonten de las mulas!

Pero justo en ese momento llega otro soldado a caballo. Acercándose dos de los asaltantes a él tiran de las mangas de su guerrera derribándolo al suelo. Las víctimas son maniatadas. Al soldado le despojan de sus botas, la silla y el freno, pero el caballo, que tenía la oreja cortada, se lo dejan.

Al registrar los ladrones a uno de los arrieros encuentran alborozados una bolsa con quinientos reales. El hombre intenta rebelarse contra el atropello pero una lluvia de palos cae sobre sus compañeros mientras que él recibe una cuchillada que le desgarra el coleto que lleva puesto y la sangre brota inmovilizando a víctimas y asaltantes. Los soldados se dan a la fuga corriendo entre los riscos y los alcornoques. Uno de los asaltados se santigua por haber salvado la vida. Como se prometió mientras era maniatado, irá a Guadalupe en peregrinación para agradecérselo a la Virgen, estamos a treinta de Agosto y en ocho días será la feria.

Y entonces salieron varios hombre
» Cuatro hombres vestidos de militar pero con el desaliño de los desertores y soldados licenciados saltan al camino…»

José García, el mesonero de la calle del Chorro ya está harto de los cuatro soldados que se han alojado en su casa. El alboroto es continuo, siempre acuden a su casa acompañados de gentes de mal vivir. Cuando, el día anterior, el escándalo le hizo acudir a su habitación, se encontró con una partida de boliche. Cinco o seis individuos lanzaban las bolitas sobre la pequeña mesa cóncava y gritaban cuando conseguían que se introdujeran en los cañoncillos de madera que la bordeaban. Las apuestas y las broncas eran lo último que podía aguantar de estos individuos que entraban y salían cada minuto y cuchicheaban intentando vender unas mulas. Se dirigió hacia el que parecía el jefe y les recriminó su conducta. Como un resorte Francisco de la Iglesia, el que decía ser vecino de Vallecas, se lanzó sobre él gritando que era un pícaro y que habría de matarlo. Sacó la espada y comenzó a golpearle con ella como un poseso, de forma que si no llegan otros huéspedes y vecinos a socorrerle habría acabado con la vida del posadero.

Cuando la Santa Hermandad de Talavera que, como todos los años, había venido a vigilar la feria de Guadalupe, conoció el asunto, acudió a detener al facineroso. Los cuadrilleros se encontraron con él en la calle del Chorro y su teniente de alcalde, don Pablo de Amescua dijo:

-Dese preso y ríndase a la Santa Hermandad

-No quiero ni me da la gana -respondió el sujeto mientras sacaba la espada.

Hasta tres veces se le conminó a rendirse pero los mandobles que lanzaba a diestro y siniestro mantenía alejados a los cuadrilleros, mientras el escribano de la Hermandad anotaba lo sucedido. En un momento de distracción el propio escribano tiró la pluma y empujó al reo que cayó al suelo perdiendo la espada mientras muchos hermanos y comisarios se abalanzaban sobre él consiguiendo reducirle.

Al pasar por la cárcel pública, el arriero peregrino no podía creer lo que veían sus ojos, su querida mula parda con el hocico blanco estaba allí. Los curiosos miraban por la ventana a unos hombres de mal vivir que habían sido detenidos. Eran dos de los soldados que le asaltaron en el Puerto de Plasencia. Pidió hablar con el alcalde de la Santa Hermandad, quería recuperar su hermosa caballería.

Otro testigo salía de la sala cuando él entraba. Era un vecino de Alameda que conocía a uno de los detenidos. Había estado preso en la cárcel de su pueblo por haber robado un bolsillo a un caballero con otros soldados como él que andaban en gavilla.

Otros testigos completaron la biografía del vallecano. Había estado preso en Madrid por haber dado unas puñaladas a traición, pero se llamó a sagrado cuando se refugió en el convento de los jerónimos donde le devolvieron desde la prisión. Consiguió huir y sentó plaza como soldado en el Regimiento de la Costa de Flandes donde desempeñó  funciones de vivandero, consiguiendo víveres y pertrechos para las tropas. Estuvo en la batalla de Brihuega y, acostumbrado a sangrar al pueblo con la protección que le daba el uniforme, siguió con su mala vida. Estuvo vagabundeando en Badajoz y se le acusaba de haber dado muerte a unos hombres a los que asaltó cerca de Palencia.

Cuando la Santa Hermandad quería proceder a su traslado a Talavera, el Corregimiento de La Puebla de Guadalupe entabló conflicto jurisdiccional. Pero, más tarde o más temprano Francisco Iglesias pasaría unos años en presidio o trabajos forzados.