¿MORIRÁN EN MURCIA POR DO MÁS PECADO HABÍAN?

Foto de la contaminación del Mar Menor. Foto Rosillo-EL PAÏS

MORIRÁN POR DO MÁS PECADO HABÍAN

He viajado hace poco a Murcia, la rica región que se desarrolla con los recursos naturales que a nosotros se nos expolian, y además de la indignación natural que te subleva cuando ves que quien dice no tener agua cuenta con decenas de campos de golf y continuos aterrazamientos para nuevos regadíos con un agua que no tienen, he experimentado visitando estas tierras cierta sensación de que se está produciendo una especie de justicia poética natural que vengará los abusos que está generando una escala social de valores que tiene únicamente como regla de oro la codicia.

Cuando llegaba al cabo de Palos contemplé el primer horror, lo que debería ser un paraíso, era solamente una sucesión de horribles mamotretos que cercan el Mar Menor en la pequeña franja de tierra que era un cordón de dunas a lo largo de casi treinta kilómetros. Salvo Benidorm no he visto un atentado mayor urbanístico en la ya de por sí destrozada costa mediterránea.

Y ese que hubiera sido un hermoso lago marino lleno de vida además se está pudriendo con sus aguas pestilentes debido precisamente a los abonos y pesticidas de la agricultura intensiva que se hace con el agua del trasvase Tajo-Segura en el campo de Cartagena, y que va a parar finalmente al Mar Menor. La gente que habita esos altos y espeluznantes edificios tiene ya que ir a bañarse a otros lugares porque su agua va dando un poco de asquito.

También fue cuestión de codicia que por crear unos pocos puestos de trabajo se llenara de lodos venenosos donde no crece una brizna de hierba la cercana bahía de Portmán, un paraje de gran belleza donde hasta se acabó con su puertecito a base de echar 70 millones de toneladas de lodos mineros saturados de metales pesados y otros residuos insalubres sin cumplir una sola medida preventiva de las que se les exigían. Ahora vienen los llantos y las lamentaciones y el ¡Cómo dejaríamos que hicieran aquello! Pero el desastre ya se ha consumado con esa debilidad que muestran con estas cosas los jueces españoles, siempre presionados por la opinión que genera el dinero, la demagogia y la baja política que nos abruma.

Pocos territorios naturales protegidos había en Murcia, pero la depredación no tiene límites y lugares maravillosos como Cabo Cope se desprotegieron. La mayoría de su extensión se llenó de cultivos y sus plásticos rompen sus ecosistemas y contaminan las que deberían ser playas paradisíacas. Incluso, para comunicar hipotéticas urbanizaciones que iban a alzarse allí pero que la crisis frenó, se hizo una autopista por la que no pasa nadie pero que todos pagaremos.

Quizá nosotros muramos en Talavera de pobreza y despoblamiento pero hay otros que morirán “por do más pecado habían”: por su codicia y la depredación sin límites de su medio natural, y el de los demás.

Morirán por «do más pecado habían» como cuenta la leyenda que exclamó el último rey godo don Rodrigo cuando, enterrado con serpientes comenzaron devorarle sus partes pudendas por ser su deseo sexual el que le había hecho perder España ante los musulmanes: «Ya me comen, ya me comen por do más pecado había».

LOS PUENTES DE ALMENDRAL DE LA CAÑADA O TAMBIÉN LAS OBRAS PÚBLICAS SON PATRIMONIO

Los amigos de Almendral de la Cañada me transmiten que andan preocupados. Indudablemente el arreglo de la carretera CM-5005 va a mejorar sus comunicaciones con Pelahustán, el Real de San Vicente y, en general, con el resto de la Sierra de San Vicente y comarcas adyacentes, lo que supone un motivo de alegría porque supondrá disminuir en algo el aislamiento del pueblo, pero no quieren que por las obras de ensanche y acondicionamiento se pierdan la docena de puentes sobre los que discurre la vieja carretera.

Se trata de magníficas obras de sillería elaboradas con granito de calidad perfectamente labradas y que tienen miedo de perder si las obras tiran por el camino de enmedio soterrándolas o destruyéndolas para dar paso a la nueva vía.
Las obras públicas, aunque tengan menos de un siglo de antigüedad también forman parte del patrimonio cultural y las autoridades deberían buscar la forma de preservarlas y en este caso conservar al menos los puentes más significativos poniéndolos en valor, y la mejor manera de hacerlo es, por ejemplo,  adaptándolos como áreas de descanso que ayuden a disfrutar de la riqueza natural de la cara norte de la sierra de san Vicente e instalando paneles de información sobre su patrimonio y naturaleza que animen al viajero a conocer los encantadores pueblos de la Sierra y, dada su cercanía, ya que en parte esa carretera discurre por ella, de la Cañada Leonesa Oriental, un recurso turístico de primer orden que debería ser potenciado.
Esperemos que no suceda lo que desgraciadamente estamos acostumbrados a sufrir, una absoluta insensibilidad de la administración con la conservación del patrimonio, que en nuestra región solamente se cuida en  grecos y quijotes.