RUTA DE LOS TRES CASTILLOS

RUTA DE LOS TRES CASTILLOS

Castillo de Villalba en término de cebolla, frente a Malpica
Castillo de Villalba en término de cebolla, frente a Malpica

La comarca de Talavera fue tierra de atalayas y torres defensivas más que de grandes castillos. Era la propia ciudad con sus tres recintos amurallados, la fortaleza principal del alfoz.

Hoy vamos a ir al sector más occidental de esta tierra, a Valdepusa territorio segregado de La Jara, donde conoceremos tres castillos poco conocidos y realizaremos además un agradable  recorrido por las orillas del río que da nombre al señorío.

Esquema del recorrido de la ruta descrita de mi libro Rutas y Senderos de talavera y Comarca. Autor del dibujo de Jose maría Perianes

Esquema del recorrido de la ruta descrita de mi libro Rutas y Senderos de Talavera y Comarcas. Autor del dibujo de Jose maría PerianesPara comenzar esta ruta nos aproximaremos hasta Malpica de Tajo. Justo enfrente de la desviación de la carretera que nos trae desde Talavera podemos subir a observar en un cerro inmediato y rodeado de olivos el castillo de Villalba, edificado en tan estratégico lugar para controlar el paso de viajeros y ganados que durante siglos transitaban por estas cañadas y calzadas romanas.

Castillo de Villalba en Cebolla

Esta fortaleza dicen que estuvo habitada por templarios y está construida en ladrillo y canto rodado con argamasa y en ella se rodaron unas escenas de la película “Con el viento solano” de Mario Camus, premiada en Cannes.

Cruzamos el Tajo hacia Malpica y vale la pena dirigirse al puente de hierro desde donde se contempla una hermosa vista del castillo-palacio en el que residían y aún residen los señores que ostentaron el Señorío de Valdepusa. Nos encontramos ante una construcción residencial que, aunque está estratégicamente defendida por el río, tiene una función más palaciega que defensiva.

Castillo de Malpica de Tajo

En las proximidades de Malpica, podemos visitar, por un camino que parte de la carretera que se dirige a San Martin de Pusa a la izquierda, los restos de la villa romana de las Tamujas que, aunque se encuentra en un estado lamentable, nos da una idea de la planta de las viviendas que disfrutaban los poderosos señores romanos que explotaban las buenas tierras de la vega del Tajo.

Volvemos a Malpica y tomamos la carretera que se dirige al pueblecito de Bernuy y, al llegar al Pusa, nos desviamos por un camino que asciende por sus orillas, al principio entre huertecillos y regadíos y más tarde junto a más o menos degradadas fresnedas, alamedas, y saucedales. Ya más alejados de la orilla son los encinares y tierras de labor las que alegran el recorrido, en las laderas del valle, sobre todo si son muy empinadas, podemos encontrar manchas muy bien conservadas del bosque mediterráneo que originariamente cubría todas las rañas de la Jara y Valdepusa. No os extrañe que puedan saliros al paso varios guardas de caza, la abundancia de perdices y conejos que se cruzarán en el camino harán que os expliquéis tanta vigilancia, y es que esta zona es una de las más ricas en caza menor de la comarca. Los italianos acuden aquí atraídos por la caza del zorzal principalmente ya que los muchos olivos y acebuches que veréis en el trayecto son el habitat ideal para las palomas y zorzales de paso.

Los primeros pobladores medievales de estas tierras fueron ascendiendo río arriba y primero repoblaron la zona del actual San Martin de Pusa. Si subimos por la orilla sur encontraremos unos grandes muros de argamasa arruinados que no son otra cosa que los restos de uno de esos primeros intentos repobladores, Venta de Mozárabes; el nombre no puede ser más sugerente.

Ruinas del castillo de Santisteban en san Martín de Pusa
Ruinas del castillo de Santisteban en san Martín de Pusa

Llegamos al puente de la carretera de Talavera a los Navalmorales, y cerca de la orilla oeste podemos detenernos a observar un horno de tejar, con la boca de carga de fuego, la de carga de ladrillos que se sostienen sobre un entramado de arcos, «el hormiguero», y enfrente la caseta de los tejeros, el pozo del agua, la alberca de amasar el barro, la era donde se secaban los ladrillos antes de cocerse. Podemos detenernos e imaginar los afanes de estos artesanos antes de tomar un cordel a la izquierda que parte de la carretera junto a un caserío que se sitúa unos centenares de metros más arriba en dirección a Talavera. Avanzando unos quinientos metros sobre la primera terraza del río se encuentran los restos del tercer castillo, apenas un par de muros que se mantienen en pie milagrosamente, se trata del castillo de Santisteban, otro despoblado de los que más tarde darían origen a la población de San Martin. Vale la pena encaramarse junto a las ruinas para contemplar una bonita vista panorámica del valle del río Pusa.

Tomamos ahora el cordel que va paralelo al río, pero por la terraza superior, y discurre entre un bosquecillo de chaparros y acebuches que, si tenemos tiempo y ganas, podemos abandonar para descender a las orillas del río y dar un solitario y ameno paseo por el sotobosque.

El Pusa y el puente de Malpasillo cerca de Santa Ana de Pusa
El Pusa y el puente de Malpasillo cerca de Santa Ana de Pusa

Finalmente el cordel se une a la carretera o a un camino asfaltado que se dirige hacia Santa Ana de Pusa, el último de los lugares que se repoblaron en el señorío de Valdepusa. Es un pueblo con un entorno muy agradable, sobre todo el encajonado cauce del Pusa que forma pequeños cañones y tablas muy cerradas entre los batolitos graníticos. Para este paseo se parte desde el cementerio hasta la orilla misma donde se encuentran los restos de un molino de agua, pasamos la zona de Malpasillo lugar llamado así por poderse cruzar el río de un sólo pero peligroso paso, tan delgado es el corte que las aguas han labrado en la roca. Después pasamos junto a un bonito puente del siglo pasado y seguimos andando por la orilla durante unos tres kilómetros hasta llegar a un cañón de mayor altura y similar a los del Jébalo en Alcaudete o el Uso junto a la Ciudad de Vascos, en estos barrancos acabamos nuestro recorrido por el valle bajo del Pusa.

PEQUEÑA CRÓNICA DE UN PASEO A LOS BAÑOS DEL HORCAJO Y DE LA GUARRA

PEQUEÑA CRÓNICA DE UN PASEO A LOS BAÑOS DEL HORCAJO Y DE LA GUARRA

Alcornocales de las dehesas de Velada
Alcornocales de las dehesas de Velada

(Enero  2016)

Para disfrutar de este invierno de almendros en flor, mariposas tempranas y hasta alguna culebra tomando el sol, y para alejarnos de la bulla de corruptos y cantamañanas, mi amigo Rafael, el Archivero, y un servidor hemos decidido recorrer las dehesas inmensas y desconocidas que se extienden entre Velada y Oropesa,

Y como siempre nos ponemos un objetivo en nuestros periplos, decidimos acercarnos hasta los Baños de El Horcajo, uno de esos charcos en los que las gentes de la comarca encontraban alivio a sus males reumáticos o «carranclas», que dicen los pacientes lugareños.

Baños del Horcajo en Alcañizo

Baños de la guarra en Torralba,

 

Vamos viendo rótulos de sonoros topónimos  Cornocosillo, que lleva los alcornoques y las encinas en el nombre; Cerro Dávila apellido de guerrero, repoblador y noble abulense cuya familia dio origen a las casas nobles de Velada y Navamorcuende, dos de los primeros señoríos de Castilla;  Quejigoso otra especie de quercus más querenciosa de humedad que sus hermanos la encina y el alcornoque de estas dehesas; arroyo de Mangas de Cuero de misterioso nombre, como El Arenal del Lobo

Sólo algunos rebaños de ovejas aprovechan  los pastos donde pacen algunas grullas, y nos sorprenden en su cercanía con su enorme tamaño de pajarraco elegante y gritador.

Y cruzamos arroyos arenosos arañuelos con su ribete de fresnos deshojados pero que muestran algunas yemas en esta primavera prematura, y bosquetes de espinos aguardando a blanquear con sus flores estos sotobosques mediterráneos.

Unos guarros negros salen tropezando de una charca con su paso presuroso. Allí gozaban tranquilos hasta que nosotros, tal vez los únicos humanos que han visto en todo el día, les sorprendemos.

Soledad, encinas y más soledad y por fin llegamos a nuestro objetivo.

Charca de los baños de El Horcajo en Alcañizo
Charca de los baños de la Guarra en Torralba

Se trata de un arroyo que se ensancha en un paraje donde afloran algunas peñas de granito y que dada la escasez de la piedra en estos parajes ha sido utilizada como cantera. Y allí está el charco de los baños, pero resulta que estos son otros baños ya en término de Torralba. Lo distinguimos por unas estacas a modo de barandilla para quienes se quieran adentrar en la poza rodeada de juncales. Hay unas construcciones cercanas pero dan la sensación de ser ganaderas, no parece que haya precarias instalaciones balnearias. Sólo parece haber sido un revolcadero como tantos baños de «la guarra» que hay en la comarca, especialmente en La Jara y que tienen similar leyenda de descubrimiento. Una guarra o una jabalina, no sé porqué son siempre hembras, que estando tullidas y enfermas curaron al revolcarse en el charco y eso dio una pista a los humanos para seguir esa línea terapéutica para sus achaques.

Sentados, disfrutamos de un atardecer en que sólo se oye a las grullas volar sobre nosotros con el trompeteo característico, su canto peculiar de tenores llegados de Suecia o Finlandia, en ruta hacia sus dormideros del embalse del Guadyerbas o de Rosarito después de bellotear bajo las copas de las viejas encinas.

En nuestro deambular por estas dehesas podemos encontrarnos con rebaños de venados como estos

Intentamos localizar los baños de El Horcajo, pero parece que queda poco de ellos por la construcción de una presa en el arroyo.

Y recuerdo que, preguntando por ellos, un pastor me dijo en una visita anterior  que su padre vio llegar a una señora montada en una tartana que hubieron de acercar al charco por su imposibilidad para moverse, y que al poco de tomar las aguas salió la señora andando tan campante, que no le hizo falta ayuda ni para subir al carrillo Y además se comió medio queso con pan.

Pero su canto a las virtudes de aquellas aguas me sorprendió todavía más cuando me explicó hecho un Hipócrates, mientras se hurgaba la mellada dentadura con una aguja de espino, que a quien de verdad le sentaban bien aquellos baños era a los veratos. Y quedé pensativo sobre los curiosos mecanismos de la herencia genética y la fisiología que hacían a los habitantes de La Vera  merecedores de los favores de las ninfas y náyades arañuelas que sin duda habitan en el fondo del charco de los baños.

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

Otra causa criminal verdadera de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

1736

Capitel del humilladero de Guadalupe
Capitel del humilladero de Guadalupe

Desde que murió su mujer, todo fue de mal en peor para José Rojo. Siempre había sido cabestrero, pero su mal de ijada le impidió seguir ejerciendo su duro oficio; no sólo por su nueva enfermedad, sino también porque los millares de cuerdas de cáñamo tejidas con sus dedos habían acabado por deformarle las manos.

Puso una taberna y acabó por beber él más que los clientes. Ahora sobrevivía vendiendo prendas en un cuarto alquilado de la calle de los Desamparados de Madrid. El hastío y tal vez una leve esperanza de aliviar sus males le habían empujado a cerrar su miserable establecimiento y encaminarse en peregrinación a Guadalupe. Llegaría justo a la feria del ocho de Septiembre y podría, de paso, comprar algunos calderos para su negocio.

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatos

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatosSalió a pie desde la Villa y Corte pero, al llegar a Calera, no pudo resistir más sus achaques y dolores. Concertó el viaje con unos arrieros que se dirigían a Alía: si le llevaban a lomos de un caballejo albardón que querían vender en la feria, les daría los cuatro reales de plata que tenía.

Hizo el camino desde Alía a pie y, al subir el collado del Madroño, contempló por primera vez la impresionante mole de pizarra del monasterio. Pero José, ante la sorprendente visión de las torres del convento, pensó que este viaje no era más que otra de esas iniciativas absurdas y abocadas irremediablemente al fracaso que había tomado en su vida.

Mientras pasaba entre los tenderetes abarrotados de curiosos y maleantes pensaba en el sustancioso negocio de aquellos comerciantes y en cómo él, tras partirse los dedos durante años, no tenía ni para pagar un techo donde resguardarse de la amenazante tormenta que envolvía con densas nubes negras el pico de Las Villuercas. Decidió dormir en una cuadra de las afueras, entre las caballerías. Se despertó al día siguiente sofocado por el olor a estiércol y el sudor de las bestias, comió con desgana un mendrugo seco y se encaminó a la iglesia.

Entrada sur de la iglesia del monasterio de Guadalupe

No cabía un alfiler. Las gentes rústicas de La Jara se mezclaban con embajadores y peregrinos nobles ataviados con lujosas vestimentas. Oyó la primera misa absorto en sus pensamientos y, más por cansancio que por piedad, se arrodilló. Su aparente devoción llamó por un momento la atención de uno de los dos labradores de Novés  que atendían con fervor a la celebración. Al moverse uno de los hombres José pudo observar desde su posición el cordel de un bolsillo de piel de gato montés que su acomodado vecino de banco tenía en la faltriquera. Ya lo había hecho en otras ocasiones entre el gentío de la Plaza Mayor de Madrid, pero la tosquedad de sus manos embrutecidas consiguió que la víctima se percatara de que estaba siendo desplumado. Su grito quedó abortado por el respeto que instintivamente le impuso el lugar sagrado pero, aún así, todos los peregrinos cercanos pudieron oír claramente al de Novés cuando exclamó:

  • ¡El pícaro me ha quitado el dinero!

Se abalanzaron sobre él y su primer reflejo fue guardar la bolsa entre las piernas pero en el forcejeo cayó al suelo y José decidió que ese era el mejor momento para huir. Empujando a la muchedumbre se apartó al rincón opuesto del templo. Estuvo oculto entre los romeros hasta que, al finalizar la misa y despejarse la nave, observó cómo su víctima le señalaba desde la puerta mientras hablaba con uno de los cuadrilleros de la Santa Hermandad de Talavera.

Interior de ka igkesia de Gyadalupe, donde trascurren los hechos

Al fin y al cabo estaba en sagrado y ya había sido delatado. Decidió que sin dinero no podría huir. Había que encontrar otra víctima y distraerle el gato. Otra vez la misma maniobra y otra vez es descubierto. No sabía si se trataba de su nerviosismo, de su impericia o si, tal vez, la Virgen de Guadalupe le castigaba por robar en su presencia. De nuevo la huida entre el gentío y la espera de una hora hasta que cesara el barullo y se acabara la misa.

Con recelo se asoma a la puerta del monasterio. Dos hombres parecen tratar animadamente de la venta de unas baratijas y los lugareños intentan vender en sus improvisados puestos las mercancías más variadas. No parece que la Santa Hermandad le esté aguardando pero, cuando se ha distanciado siete varas de los muros de la iglesia, uno de los campesinos que vendía castañas se abalanza sobre él mientras los dos hombres que parecían estar de tratos también le agarran diciéndole:

-Date preso en nombre de la Santa Hermandad.

Es llevado a la cárcel pública de la villa de Talavera donde será interrogado en presencia del escribano por el Cuadrillero Mayor. En rueda de reconocimiento es identificado por sus fallidas víctimas y conducido a la cárcel de la Puerta de Zamora en la villa del Tajo.

Se le condena a servir al rey con las armas durante seis años. En cadena de presos, junto a un malencarado personaje que había asaltado al obispo de Ávila en Ramacastañas, es conducido a la Caja de Toledo.

(Causa Criminal de la Santa Hermandad de Talavera sig. 28/16, Archivo Municipal)

LAS BARRANCAS AL SUR DEL TAJO

LAS BARRANCAS AL SUR DEL TAJO

Una de las barrancas del término de Pueblanueva junto a las Vegas de Santa María
Una de las barrancas del término de Pueblanueva junto a las Vegas de Santa María

La gran erosión y las especiales características edafológicas de las barrancas labradas en las terrazas del terciario al sur de Talavera condicionan un paisaje muy peculiar con una vegetación característica.

Las barrancas más conocidas son las de Burujón río arriba de la Puebla de Montalbán, pero las de los términos de Talavera, La Pueblanueva o Las Herencias no tienen nada que envidiarlas en altura y riqueza ecológica.

Talavera a los pies de las elevaciones de las errazas del Tajo

En las laderas con más pendiente predomina el  enebro ( Juníperus Oxicedrus ) que con sus profundas raíces y su predilección por zonas secas y soleadas se llega a criar en barreras casi verticales.

En las zonas más sombrías se ven ejemplares aislados de quejigo ( Quercus Fagínea ) y en los tramos más húmedos puede observarse todavía algún álamo blanco ( Pópulus Alba) resto de los bosques de ribera que antes de su degradación subirían acompañando a los arroyos de las barrancas desde su desembocadura en el Tajo. Por supuesto la encina está también representada aunque en forma de chaparros o de ejemplares de escaso porte en general.

Las barrancas del término de Las Herencias cubiertas de coscoja
Las barrancas del término de Las Herencias cubiertas de coscoja

Pero la mayor superficie de los empinados suelos de las barrancas se hallan ocupados por la coscoja  (Quercus Coccífera), casi siempre en forma de arbusto, se distingue de las pequeñas encinas o chaparros por ser su hoja de un verde más claro y vivo, tener las hojas con pequéñas acículas en sus bordes y por su bellota, más pequeña y con la caperuza espinosa. Un insecto que la coloniza, el Cocus Infectorius, se utilizó para la extracción de tintes color carmesí. Para este mismo fin se utilizó también la  llamada ¿retama de tintoreros?.

Otros arbustos frecuentes en nuestras barrancas son el espino blanco (Crataegus Monogyna)y el espino amarillo, este último menos abundante. Se sitúan en los ribazos de los arroyos junto a las zarzas y juncales

Las plantas aromáticas están representadas por el romero, el tomillo y la mejorana. Algunas rapaces tienen en ellas un hábitat inmejorable

Las barrancas de Talavera y en las de Las Herencias cuentan con tricheras, búnkers y polvorines en cuevas de la Guerra Civil. De hecho su especial geología ha hecho que se aprovechen para hacer enormes túneles para almacenar proyectiles de artillería en el polvorín del Cerro Negro. También es terreno especialmente adecuado para el circuito de motocross que alberga campeonatos mundiales.

RUTA DE LOS DÓLMENES

RUTA DE LOS DÓLMENES

Dolmen de Azután con el corredor en primer plano
Dolmen de Azután con el corredor en primer plano

Nos dirigimos en esta ocasión hacia Puente del Arzobispo, cruzamos el puente, tomamos la carretera de La Estrella e inmediatamente de pasar junto a una gravera se encuentra a la derecha, sobre una pequeña elevación, el dolmen de Azután. Observaremos el conjunto rodeado por un túmulo de tierra y piedras. Orientado a poniente un pequeño pasillo o corredor formado por grandes lajas de granito nos conduce a un recinto circular, también formado por dos hileras concéntricas de  grandes lajas, llamadas ortostatos por los arqueólogos.

Esquema de la Ruta de los Dólmenes dibujada por Jose María Perianes para mi libro agotado Rutas y Senderos de Talavera y Comarcas

Esquema de la Ruta de los Dólmenes dibujada por Jose María Perianes para mi libro agotado Rutas y Senderos de Talavera y ComarcasNos encontramos ante un monumento del conocido como  Megalitismo Extremeño, concretamente un dolmen de corredor de doble cámara. Fue edificado hace más de cuatro mil años por hombres de la Edad del Cobre (Calcolítico), puede incluso que del Neolítico final. Aunque el destino de estas estructuras como enterramiento está comprobada, otras finalidades mágicas, religiosas o de función simbólica de dominio sobre el territorio de un grupo humano, parecen haber condicionado su construcción.

Seguimos nuestro camino hasta llegar al cruce de Navalmoralejo que tomaremos a la derecha para dirigirnos a esta pequeña localidad llamada cariñosamente en la zona “el Cuco”. Al llegar al puente sobre el arroyo Andilucha detendremos el vehículo, subiendo el cauce llegaremos a un cerrete dominante sobre el valle llamado del Castillejo, allí se encuentran los restos de una atalaya musulmana y desde él se contempla una hermosa vista. Es agradable también el paraje que, subiendo por la ribera desde la carretera, se halla junto al antiguo puente del camino viejo que anteriormente conducía al pueblo.

Puente antiguo en el camino viejo de Navalmoralejo
Puente antiguo en el camino viejo de Navalmoralejo

La iglesia del lugar tiene su encanto y es curioso observar que uno de los sillares de la base de la espadaña no es otra cosa que un ara romana con dos rostros ya desgastados por el tiempo grabados en la piedra.

Otro lugar de interés por el matiz de magia que lo envuelve, es la Peña Fariza, a ella se acude en la la fiesta de invierno de San Antonio y por ella resbalan los vecinos y forasteros en un ritual que se repite año tras año.

Salimos de Navalmoralejo por el cordel dirigiéndonos en dirección sur hasta encontrarnos con el camino que desde La Estrella se dirige a Carrascalejo. Allí la cañada se hace impracticable con coche pero podemos seguir andando o en bicicleta hasta la  mina de la Borracha, sus  grandes zanjas y sus galerías  nos recuerdan que la Jara estuvo en la antigüedad horadada por centenares de explotaciones mineras, las primeras fueron explotadas en la época en que se construyeron los dólmenes, cuando el hombre balbuceaba en el dominio de los metales.

Torre musulmana cercana a Navalmoralejo

Volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos, por el camino donde dejamos el coche, en dirección este hacia la Estrella, para desviarnos a continuación por otro  que va en dirección sur hacia la finca de la Aldehuela. Allí deberemos preguntar para visitar el dolmen que lleva su nombre. Este monumento megalítico es similar al de Azután con una mayor utilización de la pizarra y grabados de hombres esquemáticos en alguna de sus piezas, así como “cazoletas, huecos circulares grabados  en los ortostatos y de significación simbólica desconocida.

El otro dolmen importante de la comarca, es el de Navalcán, sumergido en el embalse del Guadyerbas. Tenía grabadas en los dos ortostatos de la entrada sendas figuras de serpiente que hoy pueden observarse en el Museo de Santa Cruz de Toledo.

Salimos a la carretera, junto a Aldeanueva de San Bartolomé, el cerro Castrejón domina el pueblo y si ascendemos a él podemos contemplar los restos de un poblado amurallado de la Edad del Bronce. También se vislumbran restos de los muros de las viviendas y el derrumbe de la muralla, e incluso, si observamos con atención, algún grabado rupestre representando a “homúnculos”,figuras humanas esquemáticas como las de los dólmenes. Con esto habremos finalizado un recorrido que nos lleva 4000 años atrás, con los primeros hombres que cultivaron la tierra y explotaron los afloramientos metalíferos de La Jara.

 

Dolmen de La Estrella
Dolmen de La Estrella

¿Qué había dentro ?

La curiosidad habrá hecho que os preguntéis qué se encontró en las excavaciones de estos dólmenes: huesos con muestras de incineraciones rituales ya que estaban teñidos de pigmentos de color ocre, hachas de piedra pulimentadas, hojitas y puntas de flecha de sílex, cerámica hecha a mano pues el torno no se había inventado todavía, y también algunos fragmentos de cerámica campaniforme. Este tipo de monumentos ha sido violado desde antiguo por lo que las piezas metálicas que se pudieran haber encontrado de bronce o de oro ya habían desaparecido. Es curioso que se encontraran balas soviéticas de la  guerra civil, el dolmen de Azután había alojado un nido de ametralladoras.

LA ERMITA DE CHILLA Y SU LEYENDA

LA ERMITA DE CHILLA Y SU LEYENDA
Erimta de la Virgen de Chilla en Candeleda
Erimta de la Virgen de Chilla en Candeleda
En un espléndido entorno se encuentra la ermita de la Virgen de Chilla, patrona de Candeleda, pero también muy vinculada a lugares tan lejanos como Calera y Chozas o Mejorada. Cuenta la leyenda que un pastor llamado Finardo, natural de Calera, cuidando sus ganados en el entorno de su pueblo, vio como se le aparecía la Virgen en dos lugares distintos del término de esa localidad.

Piedra sobre la que es tradición se le pareció la Virgen de Chilla (o de la Vega) a Finardo en Calera y Chozas

Uno de ellos se encuentra en las inmediaciones de la Vía Verde de la Jara, y en el lugar se ha construido una nueva ermita dedicada a la Virgen, aunque se ha cambiado el nombre de Virgen de Chilla por el Virgen de la Vega.
Aparición de la Virgen de Chilla al pastor Finardo
En la anterior capillita que existía en el lugar se puede ver una piedra con una curiosa inscripción  de difícil interpretación sobre la que es tradición tuvo lugar la aparición. Los caleranos, cuenta la leyenda, que en principio no hicieron caso al pastor, considerando que lo que contaba sólo eran fantasías, pero cuando éste se encontraba con su rebaño en las inmediaciones de la garganta de Chilla, tuvo lugar una nueva aparición en la que la Virgen curó una de sus cabras, lo que en este caso sí fue creído por las gentes de Candeleda porque María le estampó al pastor dos dedos en su rostro, y por ello erigieron una ermita en el lugar.

Azulejos de talavera de la casa del santero de la Virgen de Chilla

Azulejos de talavera de la casa del santero de la Virgen de ChillaEsa ermita de estilo herreriano ha tenido después diferentes reformas, especialmente en el siglo XVIII, que han ido conformando el estado actual del edificio. Junto a él se encuentra también la casa del santero levantada con la pintoresca arquitectura de entramado de la zona y un merendero con un pequeño refugio de peregrinos. Bajo las copas de grandes árboles, con una fuente generosa se encuentra un agradable paraje en el que también se ha instalado un altar donde se dicen las misas en las celebraciones religiosas.

Cuadro de la ermita de Chilla en el que se representa el milagro de la salvación de marinos de mejorada que se encomendaron a ella en una batalla naval.
Cuadro de la ermita de Chilla en el que se representa el milagro de la salvación de marinos de mejorada que se encomendaron a ella en una batalla naval.

Dentro de la ermita se encuentra la imagen de la Virgen y cuadros que refieren algunos milagros, como aquel en el que salvó a una joven de un toro que la atacaba y otro que nos explica la vinculación con el pueblo de Mejorada, pues parece ser que en el siglo XVI, cuando iban en un navío de guerra español un capitán llamado Juan Briceño con soldados de esta población, se encomendaron a la Virgen de Chilla en una situación de enfrentamiento desigual con dos barcos turcos y uno holandés y la Virgen candeledana les favoreció salvándoles de una situación de verdadero riesgo para sus vidas. Las gentes de Mejorada han tenido una gran devoción a la imagen de Chilla y siguen acudiendo en romería todos los años por un camino utilizado para ello desde hace siglos.

Otro de los milagros de la Virgen de Chilla representados en un cuadro de la ermita

MINEROS EN LA JARA, UN RELATO

Explotaciones mineras en el pueblo de Las Minas de Snta Quiteria

MINEROS DE LA JARA, OCTUBRE 1877

Minas junto al río Uso en Sevilleja de la Jara
Minas junto al río Uso en Sevilleja de la Jara

Sentado sobre un montón de escorias, Agapito mira desolado hacia la bocamina. Observa el paisaje impregnado de esa suciedad triste que siempre acompaña a los trabajos mineros. Al fondo, en el nacimiento del río Uso, se oye la berrea de los venados que, con sus escaramuzas de macho en celo, demuestran que el impulso de la vida late todavía con fuerza entre los robledales y los alcornocales de la sierra. Agapito piensa que hasta los ciervos y los jabalíes son más felices que él, que la naturaleza es más generosa con las alimañas que con él mismo, aunque el cura les haya dicho tantas veces en los sermones que Dios hizo al hombre para que fuera el rey de la creación.

Había decidido cerrar su pozo cuando ayer murió su socio Manuel el de Almadén. Todo el mundo le llamaba así en Sevilleja porque, aunque era arriero, había sucumbido a la tentación de robar en los Guadarranques un par de caballerías a la comitiva de una marquesa en peregrinación a Guadalupe. Hirió al ser descubierto a uno de sus mozos y la Santa Hermandad lo hizo preso. La condena a las minas de azogue de Almadén era peor que una condena de muerte. Pero tuvo la suerte de que uno de los encargados fuera familia de su mujer y pudo regresar con vida. Manuel había perdido sus mulas y en el pueblo desconfiaban de él, ya no podría ser arriero. Vino con la salud muy resentida, con la sangre envenenada del mercurio, pero con la seguridad de que si la suerte le había salvado del azogue también le favorecería encontrando una buena veta de oro.

Ruinas de las "minas de Antonio" en Sevilleja
Ruinas de las «minas de Antonio» en Sevilleja

Agapito envolvió el cadáver de su compañero en unos sacos de arpillera y lo echó sobre la borrica. El animal también daba la sensación de estar triste y cansado de aquel lugar donde no se acercaban ni los cabreros. Solamente jarales amarillentos, como queriendo secarse, y esa tierra áspera de pizarras sin hierba que se extendía hasta Anchuras.

Cuánto esfuerzo y cuánta soledad, para que al final la miseria siguiera siendo la compañera de su vida. Miraba a sus albarcas y veía asomar sus pies teñidos del color verdoso del mineral. Había tenido que fabricarse él mismo su calzado con una raíz de fresno y unas lías de esparto, ya no tenían ni para comprar sal. Les quedaba pan de centeno mohoso y algún conejo que Manuel había cogido en los cepos. En primavera colocaba sus cañales sobre las chorreras del río y las anguilas y pececillos que cogía con destreza les ayudaban a matar el hambre. El hambre, siempre amenazante, siempre asomada en la boca del estómago, como advirtiendo de que podría llegar a ser más dolorosa.

Todos los árboles que rodeaban a la mina habían ido secándose cuando la lluvia quemaba las raíces con los venenos de las escorias. Solamente quedaba un fresno junto al arroyo con una rama gruesa y robusta de la que Agapito había pensado colgarse por el cuello en no pocas ocasiones. Ahora la miraba en silencio hasta que una urraca con su graznido le despertó de su ensimismamiento.

Era el cuarto pozo que abría, el cuarto intento de llegar a ser un hombre feliz sin tener que esperar jornales de otros para poder comer. Era tanto el entusiasmo y la esperanza en la fortuna que sintió la primera vez que abrió una galería en la tierra, que la puso por nombre Nueva California. A Agapito le habían contado que en ese lugar lejano se habían hecho ricos muchos como él. Su segundo intento se produjo cuando nació su hija Matildita y así llamó a este nuevo intento que también fracasó. En la tercera obtuvo algún dinerillo al principio de trabajar la veta, pero luego se agotó, acabando con la ilusión que había depositado en su mina Potosí, que hasta hizo que le escribieran el nombre en un tablón y lo clavó a la entrada.

Bocamina de las explotaciones de galenas argentíferas junto al río Uso
Bocamina de las explotaciones de galenas argentíferas junto al río Uso

Al levantarse, notó ese dolor en la espalda que, desde que le cayó encima uno de los encofrados, le mantenía despierto tantas noches. Se acercó al pozo y fue enrollando la escala de palos y cuerda. Mientras, recordaba la primera vez que entró en esta mina y el susto que se llevó cuando en una de las galerías inundadas encontró los huesos de un hombre que alguna guerra olvidada había dejado allí, como ocultándolo a la historia. Según el maestro del pueblo este pozo era obra de los antiguos y esto animó a Agapito a intentar buscar la veta que seguramente ocultaban sus entrañas.

El minero cogió los capachos de esparto remendados con los que había sacado tantas arrobas de escoria y los llenó con sus pobres pertenencias y sus herramientas. Picos, mazos, punteros, cuñas y almadanas colgaban junto al cuerpo de su amigo como si fueran las armas de un caballero. Tomó el camino polvoriento hacia Sevilleja. El polvo había sido el verdadero compañero de su vida. ¡Dios Santo! -pensó- cuánto polvo habré tragado en toda mi vida. Al entrar en el pueblo, los niños se apartaban aterrados al paso de aquel hombre de pelo y rostro sucios y renegridos.

LA LEYENDA DEL PUENTE DEL ARZOBISPO

LA LEYENDA DEL PUENTE DEL ARZOBISPO 

Grabado del siglo XIX que representa el puente idealizado del Arzobispo Tenorio todavía con sus torres
Grabado del siglo XIX que representa el puente idealizado del Arzobispo Tenorio todavía con sus torres

A pesar de todas las circunstancias de índole económica que llevaron a la construcción de esta magnífica obra del siglo XIV, el pueblo tejió sobre la magnífica edificación una bonita leyenda:

En cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras. Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse el prelado en la pértiga del  barquero para no caer al río, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Tan disgustado quedó su eminencia por la pérdida, que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intentaron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Fotografía del puente construido por el Arzobispo Tenorio que muestra los dos pilares que sostenían las torres hoy desaparecidas
Fotografía del puente construido por el Arzobispo Tenorio que muestra los dos pilares que sostenían las torres hoy desaparecidas

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando  ¡A por el anillo del obispo!

Pues escuchad pastores -dijo el arzobispo Tenorio- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

El puente del Arzobispo en azulejería de Puente del Arzobispo

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí. Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el paraje donde había perdido su anillo”.

Los ingresos obtenidos del pontazgo por el paso de millones de ovejas merinas por la cañada leonesa es otra razón, aunque menos poética.

Nidos de Vencejos en el Puente del Arzobispo

 

FOTO DE LA PORTIÑA Y PUENTE MORIS DE RUIZ DE LUNA

FOTO DE LA PORTIÑA Y EL PUENTE MORIS DE RUIZ DE LUNA

Foto del Arroyo de la Portiña y el puente Moris de Ruiz de luna
Foto del Arroyo de la Portiña y el puente Moris de Ruiz de luna

Esta es una de las fotos que el gran ceramista Ruiz de Luna realizó de Talavera. Su afición por la imagen venía de antiguo y llegó en su juventud a tener relación con los Hermanos Lumiére para quedarse en España con la concesión de la película cinematográfica.

En esta fotografía de principios de siglo vemos la zona del Puente Moris sobre el arroyo de la Portiña antes de ser cubierto frente a lo que los talaveranos conocen como «cuesta de la Felipota» y  la entrada de la calle Charcón. Seguir leyendo FOTO DE LA PORTIÑA Y PUENTE MORIS DE RUIZ DE LUNA

LAS ATALAYAS MUSULMANAS

LAS ATALAYAS MUSULMANAS, TORRES DE SEÑALES

Atalaya musulmana de Segurilla
Atalaya musulmana de Segurilla

 A la atalaya de Segurilla  ascenderemos mejor desde el pueblo. Podemos observar esta construcción fortificada y de vigía de origen musulmán, levantada en el siglo X, probablemente por Abderramán III, aunque es posible que fuera reutilizada por los cristianos.

Estas atalayas eran torres que también servían para comunicarse entre ellas y dar la señal de alarma ante la llegada del enemigo mediante el humo que hacían con fogatas, y de hecho, en las crónicas árabes aparecen como “torres de señales”, y es curioso constatar cómo esos lugares estratégicos para las comunicaciones siguen siéndolo hoy día, pues cerca se pueden ver varias torretas y repetidores de telecomunicaciones.

Estaban defendidas por una pequeña guarnición y vemos cómo a ellas se accedía por una puerta elevada sobre el suelo, a la que se ascendía mediante una escalera de madera o de cuerda que podía retirarse ante la llegada de fuerzas del adversario. Desde esta torre podemos observar cómo nos podemos comunicar visualmente con la torre del Cerro San Vicente, la atalayuela de Mejorada y la atalaya de El Casar.

Contemplemos desde la atalaya de Segurilla la hermosa panorámica sobre el embalse de la Portiña y su entorno con el cerro Medellín, escenarios de la famosa Batalla de Talavera, y el valle del Tajo con el cerro Negro y la comarca de La Jara al sur.

Pequeña atalaya de Mejorada, la más desconocida.
Pequeña atalaya de Mejorada, la más desconocida.

A continuación nos podemos dirigir hacia Mejorada por la carretera, con unos dos kilómetros de recorrido. Preguntamos por el camino del castillo y nos dirigimos a él, haciendo un alto en esta pequeña fortaleza que fue residencia de los Señores de Mejorada y que probablemente estuvo previamente habitada por los árabes. Siguiendo el mismo camino hacia el sur, sobre un cerrete que se encuentra al otro lado del castillo, se erige la atalaya de Mejorada, la menos conocida de las que hoy veremos, por ser una pequeña torrecilla de observación de algo más de dos metros de altura.

Atalaya de El Casar de Talavera con la habitual puerta elevada
Atalaya de El Casar de Talavera con la habitual puerta elevada

Desde Mejorada tomamos el camino de Gamonal, y por él continuaremos hasta dar vista a la atalaya que se yergue sobre el cerro Malojo, que es quizá la mejor conservada. Es la que conocemos como atalaya de El Casar y en ella pueden observarse los huecos donde se sostenían las vigas de la escalera y los pisos de madera del edificio. Como en la otra atalaya, la puerta se encuentra elevada. En los alrededores de la torre todavía se pueden ver derrumbes y muros de los edificios donde probablemente habitaba la guarnición.

Torre del castillo de la cumbre del cerro de San Vicente que primitivamente fue atalaya
Torre del castillo de la cumbre del cerro de San Vicente que primitivamente fue atalaya

También parece que la torre del castillo musulmán de la cumbre del Cerro de San Vicente de clara arquitectura califal era también en principio una atalaya a la que luego se añadieron el resto de estructuras. Desde ella serían visibles las señales que se emitieran desde las atalayas anteriores.

Además de esta línea de atalayas de la Sierra de san Vicente y el berrocal hay otras atalayas y torres, torrecillas y torrejones medievales repartidos por la comarca, tanto árabes como cristianas.

Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes

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