Archivo de la categoría: Historia, leyendas

LA NATURALEZA Y LA HISTORIA (1)

LA NATURALEZA Y LA HISTORIA (1)

Primero de los cuatro artículos que por los que el autor de este blog recibió el Premio Cabañeros de Periodismo de la Junta de Comunidades de Castilla- La Mancha 

Dolmen de Azután
Dolmen de Azután

En el calderoniano «gran teatro del mundo» hay un teatrito pequeño y provinciano que se llama Talavera. Ese escenario natural era descrito por uno de sus hijos, padre de la ciencia histórica en España, como: “un valle de cuatro mil pasos de anchura que cortan ríos de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus brillantes arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo”.

El Padre Juan de Mariana, autor del texto, nos da la primera constante, la referencia permanente en la naturaleza de Talavera y sus Antiguas Tierras, el río Tajo. A sus orillas dejó el hombre las primeras huellas de su existencia, cantos trabajados en las terrazas que un río cuaternario y descomunal fue labrando en el curso de milenios y deshielos fantásticos.

Bifaces del paleolítico inferior hallados en las terrazas del Tajo

También allí quedó la primera huella agresiva del hombre hacia el medio natural, osamentas de grandes mamíferos despedazados por toscas herramientas fabricadas por toscos homínidos. Pero estos seres tan frágiles y poco numerosos, apenas un habitante por kilómetro cuadrado en las zonas más pobladas, eran sólo partículas insignificantes en aquella naturaleza virgen y exultante.

Con el neolítico viene la agricultura y el pastoreo, pero a estas tierras interiores llega ya muy tarde, muy crecido, en forma de calcolítico, las excelentes tierras de las vegas talaveranas comenzaron en esta época a sufrir las primeras talas, las primeras rozas que despejaban el sin duda impenetrable bosque de ribera que abrazaba al Tajo en todo su recorrido, en esas vegas construyeron esos grupos ya jerarquizados sus dólmenes, como el de Azután en el Tajo o el de Navalcán en el Guadyerbas, son hitos que parecen decir : Este pedazo de naturaleza dominada es nuestra, de nuestro grupo. Aunque son símbolo de una nueva sociedad jerarquizada que obtiene de su trabajo excedentes de alimentos que debe defender.

Estas gentes ya conocen el fuego y también su poder destructivo que les ayudará con las quemas y rozas para conseguir nuevas tierras y pastos, pero también para manipular los metales y así, aparecen infinidad de pequeños yacimientos sobre los cerros elevados del curso de los ríos que se adentran en los montes de La Jara y que intentan aprovechar las afloraciones superficiales de cobre, las primeras heridas que el ser humano araña en la corteza de estas tierras.

Ciervo con su cornamenta de los grabados rupestres de El Martinete
Ciervo con su cornamenta de los grabados rupestres de El Martinete

Pero este hombre de hace cuatro o cinco milenios, aunque iba aprendiendo a dominar los recursos naturales, seguía cazando, pescando y recolectando, conocía los lugares donde la abundancia de caza era mayor y aunque entonces salvajes y casi inaccesibles llegaba a ellos por el cauce de los ríos, primeras autopistas humanas, y allí, en los santuarios de la caza, dibujó y grabó ciervos y arqueros como los del Martinete, en la cabecera del río Jébalo, en un lugar que todavía hoy sobrecoge en su agreste soledad sólo turbada por la berrea de los venados, descendientes afortunados de aquellos que cazaban los jareños de la Edad del Bronce.

Verraco de Torralba de Oropesa
Verraco de Torralba de Oropesa

Fuera de las vegas del Tajo, los suelos de La Jara al sur, y la Sierra de San Vicente y el Berrocal al norte, nunca fueron fértiles, sus bosques fueron adehesados o talados y convertidos en prados y cercados de una antiquísima tradición ganadera unida a esa red de cañadas y cordeles que algunos remontan a tiempos prerromanos, así lo atestiguan los muchos verracos, toros y cerdos de piedra esculpidos por el pueblo vettón hace más de dos mil años.

Pero yo voy más lejos, curiosamente los monumentos megalíticos de la comarca jalonan la Cañada Leonesa, y esta disposición nos orientaría hacia la posible existencia de estas vías de comunicación desde hace quizá cincuenta siglos. El hombre ya sale de su limitado entorno y percibe pastos cálidos al sur y pastos frescos al norte, y emprende el camino, tal vez siguiendo antiguas sendas por donde discurrían los animales salvajes desde tiempos prehistóricos. Y por ello nuestra red transhumante es patrimonio histórico y natural de todos, patrimonio vivo milenario.

Plano de monumentos megalíticos de la comarca talaverana
Plano de monumentos megalíticos (dólmenes y menhires) de la comarca talaverana y su relación con las dos cañadas leonesas

Cuando llegan los romanos, desde la fragosidad de la sierra de San Vicente son atacados por aquellos pueblos lusitanos y vettones coaligados bajo el mando de Viriato que hostigan a los legionarios forrajeros,  buscadores de pastos. Mas al imperio, una vez dominadas las belicosas tribus locales pastoriles, le interesan más las ricas tierras de la vega del Tajo y allí asientan sus villae continuándose la antropización de este valle que comienza así a perder sus alamedas, fresnedas y taraieras, y de esta última palabra, que hace referencia a los bosques de atarfas o tarais, hay quien hace derivar el primitivo nombre de Talavera.

EL BANDIDO MORALEDA, PERSONAJE LEGENDARIO (1)

EL BANDIDO MORALEDA, UN PERSONAJE LEGENDARIO

El Bandido Moraleda
Bernardo Moraleda en foto de la revista Estampa de 1936

El siglo XIX fue el del bandolerismo más típico y tópico que dejó personajes que todavía se mueven entre la historia y la leyenda y que el pueblo ha ido magnificando, idealizando y fantaseando sobre los hechos reales o imaginarios de sus vidas. Hoy conoceremos a uno de ellos y mañana veremos diferentes aspectos de la vinculación del Bandido Moraledacon nuestra comarca y sus aspectos legendarios.

Bernardo Moraleda Ruiz parece que nació en Navas de Estena a mitad de la centuria, aunque se trasladó a Fuente del Fresno, localidad también ciudadrealeña que contaba con varios de sus vecinos dedicados al bandolerismo formando partidas tan famosas como las de dos parejas de hermanos, los “Purgaciones” y los “Juanillones”.

Muchos de estos bandoleros están a caballo entre las partidas carlistas con cierta ideología y el estricto bandidaje. Algunas fuentes los sitúan en las partidas carlistas del apodado “Merendón” y otras aseguran que Moraleda cabalgó junto al párroco de Alcabón, Lucio Dueñas, uno de aquellos curas trabucaires ultraconservadores que asolaron con sus partidas el territorio de La Mancha, los Montes de Toledo, La Jara y Extremadura, justo el mismo ámbito que antes había sido el refugio de los golfines provocando la formación de la Santa Hermandad de Toledo, la de Talavera y la de Ciudad Real, y también la misma zona que tras la Guerra Civil sería refugio de los maquis o guerrilleros antifranquistas.

Frecuentemente el oficio primero que tuvieron fue el de cabrero como es el caso de los “Juanillones” y del propio Moraleda, aunque parece que de niño fue recadero. Con ellos se echa al monte tras la segunda guerra carlista y a partir de 1873 son famosas sus correrías por los Montes de Toledo y la zona de La Jara más próxima a Navalucillos y Robledo del Mazo.

No se sabe a ciencia cierta cuál fue la causa por la que Moraleda comenzó su carrera delictiva. Para algunos fue una discusión con derramamiento de sangre con el patrón y dueño de las cabras que pastoreaba, aunque otros hablan de que mató a su mujer a los cuatro días de casarse o que fue desertor del ejército justo antes de partir con las tropas españolas hacia Filipinas. También se le acusa de haber asesinado a un pastor que lo había denunciado y a un capitán de voluntarios que lo perseguía con inquina.

El hecho de ser cabrero hace que se adapte perfectamente al terreno y que les sea a guardias civiles y otras fuerzas de la época muy difícil capturarle. En una ocasión en que se encuentra rodeado desarma a un guarda y disfrazado con su traje de escopetero consigue burlar el cerco lo que incrementa su leyenda.

También sabe comprar silencios y voluntades con sus monedas de cinco duros, de las que dicen tiene guardado un tesoro en un lugar de los montes de Retuerta del Bullaque, junto con un catalejo y sus armas, aunque cuando años más tarde, al salir de presidio, quiso recuperarlo  no lo encontró, o alguien lo había hallado antes.

Los delitos que las crónicas de la época nos relatan son el despojo de recuas de arrieros, atracos de recaudadores o secuestros y robos a propietarios o al alcalde de Fuente del Fresno, pueblo que llegan a asaltar cometiendo varios atracos. Se les acusó también de algunos asesinatos de civiles como el de un carretero, o de guardias y escopeteros, aunque forman también parte de la leyenda algunos comportamientos algo más cercanos al concepto romántico de bandido generoso. El más conocido de estos episodios tiene relación con uno de los personajes más importantes de la época, el general Prim.

Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque
Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque

Parece que en una de esas cacerías que daba el héroe de la batalla de Castillejos en su finca de los montes de Toledo con políticos y autoridades de la época, el hijo del general se perdió entre los jarales y dio la casualidad que cuando pedía auxilio se encontró con Moraleda que, llevándolo incluso a hombros por estar desfallecido, lo dejó junto al castillo de Prim, una casona almenada de su propiedad. Cuando el muchacho lo invitó a entrar para que su padre le recompensara, su salvador le dijo que era Moraleda, que estaba huido de la justicia y que por tanto no podía acompañarle al castillo.

Después de numerosos delitos las autoridades les siguen de cerca y les tienden una emboscada cuando se disponen a asaltar el tren en Villacañas, que pretendían previamente hacer descarrilar. Antes habían tenido éxito soltando el último vagón para desvalijarlo en Venta de Cárdenas secuestrando antes al jefe de estación y a otros ferroviarios.

De resultas de estas detenciones en Villacañas los dos “purgaciones” y un “juanillón” son detenidos, juzgados y ejecutados en Toledo en 1882 pero Moraleda huye saltando por una ventana en compañía del otro “juanillón” hasta Portugal. Parece que escapan por la Senda de los Contrabandistas que discurre a lo largo de las cumbres de las sierras oretanas sin tocar pueblo alguno entre Lisboa y Valencia.

Con el fruto de los robos se establecen cerca de la frontera poniendo un comercio de ultramarinos, pero son tantas las cartas que el compañero de Moraleda envía imprudentemente a su mujer que son descubiertos y detenidos. Son extraditados por el país vecino con la condición de que no sean ejecutados aunque se les achacan veintidós asesinatos, treinta tantos robos y tres secuestros.

Son condenados sin embargo a largas penas de presidio, casi ciento quince años, y enviados a Ceuta, donde el Juanillón muere por un proceso respiratorio. Bernardo Moraleda pasa muchos años todavía allí pasando penalidades y con los grilletes puestos lo que le ocasiona úlceras infectadas.  Su encarcelamiento sucede en 1882 y permanece allí hasta 1911, año en que es trasladado a Santoña para ser liberado en 1923 con 71 años.

Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda
Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda, El de la izquierda fue ejecutado y el de la derecha murió cuando estaba con Moraleda en el penal de Ceuta.

Como un mendigo camina hasta Retuerta de Bullaque donde intenta encontrar su botín escondido de cinco mil duros sin conseguirlo. Aunque al pueblo le atemorizaba su presencia, hasta el punto de que un antiguo delator abandonó el lugar, ya solo era un anciano artrítico y sin fuerzas.

Fue a pedir auxilio a la finca de Prim donde el administrador le puso al cargo de la bodega, pues no se olvidaba en la casa cómo había salvado al marqués de Castillejos, hijo del general. Muere en 1936 en el asilo de Ciudad Real, poco antes de que otra guerra civil eche al monte a otros españoles.

EMBOSCADA Y MUERTE DE JEFES MAQUIS EN TALAVERA

Los cadáveres de “Carlos” y “Lyón” después de suicidarse
Los cadáveres de “Carlos” y “Lyón” después de suicidarse
entre los maizales ante el acoso de la policía.

Corría el año 1946, cuando dos pagadores que llevaban el salario de los trabajadores que construían en Madrid el estadio de Chamartín para la empresa Huarte y Compañía fueron atracados por hombres armados. Al intentar huir, los dos empleados mueren tiroteados y se desencadena una persecución de los militantes comunistas a quienes la policía achaca la acción. En las investigaciones se interroga a la madre de uno de ellos, Jose Antonio Llerandi alias “Julián” y se le encuentra una carta de su hijo en la que se dice que ha de reunirse con unos compañeros activistas en la huerta del “tío Matapulgas” en Talavera.

El movimiento guerrillero de resistencia antifranquista se halla en ese momento en franca decadencia. Cunde la desmoralización entre “los de la sierra” porque el final de la Guerra Mundial no ha hecho que las potencias extranjeras derriben el régimen de Franco.

Guerrilleros antifranquistas se despliegan en tierras extremeñas
Guerrilleros antifranquistas se despliegan en tierras extremeñas

 

Nuestra ciudad se haya enclavada en un lugar estratégico donde acuden a contactar los grupos de hombres armados que, como las partidas de los famosos Quincoces, vecino de Aldeanovita y Chaquetalarga, de Fuenlabrada de los Montes, mantienen su lucha en la zona de La Jara y Las Villuercas, o los grupos de guerrilleros de la sierra de Gredos.

La unión de todas estas partidas se llamaba en conjunto Ejército Guerrillero del Centro y Extremadura.

La policía de Madrid, al conocer la existencia de esta reunión y ante las posibilidades de dar un golpe mortal a la resistencia armada antifranquista, decide desplazarse a Talavera para practicar las detenciones pertinentes, pero quieren llevarse sólo ellos el mérito del operativo e imprudentemente vienen sólo cuatro agentes sin avisar del operativo a las fuerzas de Talavera.

Los guerrilleros «Carlos» y «Lyón» fotografiados en vida

La huerta del “tío Matapulgas” se encuentra junto a la estación de ferrocarril, donde los maquis tienen un fácil acceso cuando viajan entre Madrid y Talavera, ya que el guerrillero conocido como “El Maquinista”, por ser conductor de la línea entre la capital y Lisboa, transporta en el ténder a los guerrilleros y al armamento destinados a la lucha en la sierra, aunque a veces también los llevaba hasta Navalmoral de la Mata, donde “Colorín” el kioskero de la estación, les servía de enlace. Cuando Llega la policía a la huerta de Matapulgas no se encuentran allí a los protagonistas de la reunión, pero tras un duro interrogatorio a la hija del “tío Matapulgas”, confiesa a los agentes de la Brigada Central de Información que los maquis se encuentran escondidos en otra huerta cercana conocida como el establo de los Gregorio. Cuando los agentes se dirigen hacia allí e intentan detenerlos se entabla un tiroteo y se dan cuenta de que los guerrilleros antifranquistas se les pueden escapar, por lo que dan aviso a la Guardia Civil y a la policía local de Talavera, que acuden en su ayuda tan apresuradamente que uno de los guardias va con el mono de trabajo y casi es abatido por los propios guardias al confundirlo con uno de los guerrilleros.

Una de las labranzas donde en su huida se refugiaron los guerrilleros

Dos de los maquis siguen en la refriega hasta que se dan cuenta de que es inútil su resistencia y, para no sufrir nuevas torturas ni interrogatorios que les hagan delatar a sus compañeros, deciden suicidarse de un tiro en la sien, y no caen, como dicen entonces las autoridades, bajo los disparos de la Guardia Civil sino bajo los de sus propias pistolas. según investigación de Benito Díaz.

Mapa de la Agrupación del Centro de la resistencia antifranquista
Mapa de la Agrupación del Centro de la resistencia antifranquista con sus tres zonas

Uno de los fallecidos es Jesús Bayón González alias “Carlos”, asturiano huido de un campo de concentración en el que esperaba que se ejecutara su sentencia de muerte y a quien se encomendó por el PCE la misión de aglutinar a los guerrilleros de la zona centro y Extremadura, venciendo la resistencia de los activistas socialistas y anarquistas, más reacios a dejarse manipular por el Partido Comunista. Precisamente en esa reunión iba a ser destituido “Carlos” de su cargo de jefe guerrillero para ser sustituido por “Lyon”, apodo de Manuel Tabernero Antón, también conocido como el “Practicante” o “Robert”, y que al parecer era médico y natural de Béjar. Un tercer guerrillero llamado

El guerrillero «Julián» fusilado tras ser detenido en Talavera

“Julián”,precisamente del que la policía obtuvo las pistas para la operación, es arrestado en la casa del “tío Matapulgas” donde se refugia del tiroteo, y más tarde es fusilado tras un consejo de guerra. El cuarto guerrillero que acudía a la reunión era conocido como “José” y era hermano de “El Maquinista”. Huye a pie siguiendo la vía y consigue escapar cogiendo un tren hacia Madrid en el apeadero que había junto al puente de la vía sobre el río Alberche.

Se producen con estos hechos varias caídas en cadena de otros miembros significados del Partido Comunista, entre ellos la de estudiantes universitarios y el impresor de “La Estrella Roja”. Cae también casi toda la organización de Talavera que se reunían en la Taberna de “Patro”, en la Portiña de San Miguel, y en otra taberna de la calle Delgadillo. También se desactiva la célula que imprimía propaganda en la casa de “tío Quintín” en la finca de La Calera, cerca de Montesclaros, lugar desde donde los cuatro maquis habían llegado a Talavera a lomos de caballerías sin saber que iban a tener tan funesto encuentro.

RELATO SOBRE CAÑADAS Y TRASHUMANTES

CAÑADAS Y CORDELES:

Puente medieval construido entre La Mesta y el Concejo de Talavera para el paso de un cordel trashumante
Puente medieval construido entre La Mesta y el Concejo de Talavera para el paso de un cordel trashumante

Marzo de 1557

Esa mañana el movimiento era febril en la venta. El olor del pan recién cocido daba al amanecer un aroma de placidez. Los rabadanes daban órdenes a los zagales que  intentaban agrupar a sus hatos con los mastines, separando las ovejas extraviadas de rebaños ajenos entre el ir y venir de las carretas de la Real Cabaña. Los bueyes venían tirando desde la Mancha de largas hileras de carros con la leña que habían cargado en los montes de Toledo y que después venderían a los alfareros talaveranos. En la villa cargarían tejas vidriadas y cacharros para llevarlos hasta Sevilla y embarcarlos con destino a las Indias.

Tenían que darse prisa. Allí mismo iba a tener lugar una vista del Alcalde Entregador de la Mesta a causa de la denuncia de los pastores. Tenía que juzgar el rompimiento de la cañada por unos vecinos que habían cultivado unas viñas en ella.

Los hateros estaban acabando de cargar el pan, la ropa y los utensilios en sus caballos. De uno de ellos colgaban las pieles de dos lobos que los perros habían matado poco antes de cruzar el puerto del Pico. Un comerciante vendía a los trashumantes la sal que portaba en sus borricos. En unos minutos, los cientos de ovejas despejaron el lugar para ir a beber a la fuente de un descansadero cercano, donde permanecerían mientras los ganaderos curioseaban como espectadores en el juicio que iba a tener lugar.

Rebaño por la cañada leonesa a través del Baldío de Velada

El concejo de la villa había sido reunido a campana tañida. Los alcaldes, regidores y hombres buenos llegaron todos juntos al lugar. Una polvareda a lo lejos indicaba que la comitiva del Honrado Alcalde y Entregador Mayor de las mestas y cañadas de Su Majestad estaba próxima. Más de doscientas personas entre escribanos, criados, secretarios y gente armada formaban su séquito. Los ganaderos se descubrían a su paso y, montado en su caballo engalanado para la ocasión, avanzaba el hombre que tenía la capacidad de juzgar todos los hechos acaecidos en las cañadas, cordeles y veredas, o que tuvieran relación con los hombres y ganados de la Mesta que transitaban por ellos. Iban llegando más curiosos hasta que una multitud se reunió en torno al estrado que los hombres del Entregador habían montado el día anterior bajo un toldo.

Fuente en la Cañada Leonesa Oriental a la altura de Almendral de la Cañada

Con gran ceremonia, el juez de las cañadas tomó asiento y ante él compareció el  procurador del Honrado Concejo de la Mesta. Con un largo discurso acusó a algunos vecinos de la villa de haber plantado panes y viñas en la cañada y de hacer a los rabadanes y pastores diferentes injurias, quebrantándoles sus hatos y llevándoles sus ganados. Pidió que la cañada fuese abierta de nuevo arrancando las cepas que en ella se habían plantado y quitando los cercados. También solicitaba una compensación de diez mil maravedíes para los ganaderos afectados directamente. El concejo de la villa protestó por las numerosas ocasiones en que los ganados habían invadido al atravesar su término las cinco cosas vedadas: panes, dehesas, viñas, huertas y prados de guadaña. Además, era sabido que los serranos habían intentado eludir el pago de la la asadura a la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera cuando cruzaban el puerto de Berrocalejo, y como el Entregador sabía, los cuadrilleros hermandinos debían cobrar esa renta, pues con ella se protegían las cañadas y despoblados de los bandidos y los ladrones de ganado.

El «Venturro» de Ventas de San Julián en la Cañada Leonesa Occidental

El Entregador respondió que eso, aunque fuera cierto, no les excusaba de los rompimientos de cañadas y era su obligación hacer cumplir las cartas y privilegios que los reyes habían otorgado al Honrado Concejo, siempre que los testigos confirmaran las acusaciones. Para ello ordenó al concejo de la villa que designara seis hombres buenos para que con el Alcalde Entregador andaran y apearan la cañada usurpada, lo que les mandó que cumplieran si no querían incurrir en las penas contenidas en las cartas y privilegios del Rey.

Un relato breve: COLMENEROS, 1486

Colmenas de corcho en La Jara
Colmenas de corcho en La Jara

COLMENEROS, 1486

Marcela se acercó hasta la entrada del muro de piedra que circundaba la posada de colmenas y permaneció allí, quieta. Con un movimiento de cabeza llamó a su hijo Bartolomé. Ella sabía bien que una mujer mientras estuviera con su flor no debía acercarse a las abejas. Ni siquiera cuando hubiera comido ajos o cebollas, pues eran animalias muy delicadas a las que también molestaban los malos olores.

El muchacho se acercó a ella y tomó la cantarilla de vino, la hogaza y el pedazo de queso  que les había traído para el almuerzo. Su marido dejó de encalar el poyete de pizarra cogida con barro que acababa de levantar para dar asiento a las colmenas.

Imagen medieval que representa un huerto con colmenas

Imagen medieval que representa un huerto con colmenasDespues de comer se lavó cuidadosamente las manos en el arroyo del Endrino. Sabía que las abejas debían ser tratadas con mucha limpieza y que un colmenero no podía jamás ser sucio ni borracho. Así se lo enseñó en cierta ocasión el beneficiado de la parroquia de San Miguel, don Gabriel Alonso de Herrera. Incluso le dijo que debía ser casto, pues ya los antiguos aseguraban que la diosa de la castidad tenía a su cargo las abejas. Además, si ellas son castas y limpias, es razón que las trate persona casta y limpia.

Pasó aquel día un buen rato con don Gabriel, respondiendo a las muchas preguntas que el cura le hizo sobre la granjería de la miel. Se hizo su amigo y siempre que iba por la villa le llevaba un cirio de la cera de sus abejas para alumbrar a la Quinta Angustia.

El olor de la jara, tan dulce que a veces podía casi paladearse, lo invadía todo. Bartolomé se acercó a orinar a unas junqueras y, de pronto, se agachó, levantando orgulloso una gran culebra a la que desnucó con un brusco movimiento de muñeca. Bien sabía por las enseñanzas de su padre que los lagartos, las culebras y escuerzos sólo hacían daño en la posada. El padre se levantó y fue cojeando otra vez hacia el caldero de la cal para acabar su tarea.

Colmeneros en el pueblo jareño de Carrascalejo

A veces, cuando Bartolomé veía a su padre renqueando, sentía un escalofrío y, al mismo tiempo, una extraña sensación de orgullo. Recordaba cómo siendo niño acompañaba una mañana a su padre a visitar las colmenas más lejanas de su casa, en la sierra del Atalayón.

Tal vez por el ruido del río que venía crecido o debido al fuerte viento en contra, se dieron de bruces con un oso al entrar en el colmenar. Andaba golosineando con los panales. Los había sacado de los corchos que habían rodado de un zarpazo despedazados por el suelo. Con un salto de sus patas traseras el enorme animal se abalanzó sobre el colmenero, mientras su hijo se ocultaba llorando detrás de la pared. No pudo Bartolomé ver la pelea de la bestia con su padre hasta que, herido, se acercó hasta él arrastrándose y gimiendo. El animal, antes de morir de una certera cuchillada en el cuello, le había desgarrado la pantorrilla de un zarpazo.

Paisaje jareño típico. Los colmeneros fueron los primeros en repoblarlo

Costó curar la herida, pero su vecino el hortelano, que había ido a vender unos canastos de priscos a Talavera, llevó la cabeza y las garras del oso hasta la cárcel de la Santa Hermandad cobrando la recompensa. La Santa Hermandad se fundó para vigilar los yermos y despoblados y defender de bandidos a los colmeneros. Ellos premiaban a los que acababan con sus enemigos y uno muy importante era el oso.

Y cuando más tarde fue toda la familia a la feria, todavía estaban clavados los despojos en la puerta y, debajo, un pliego con el nombre de su padre que los viandantes miraban con curiosidad. Desde entonces, Bartolomé decidió que él también sería colmenero algún día.

La estancia donde iban a ser instaladas las colmenas ya estaba preparada, el muro tenía más de dos varas de alto para dificultar el paso a los osos. El viento del norte no dañaría a las colmenas pues se había instalado en una buena solana.

El agua limpia del arroyo corría muy cerca y el suelo estaba bien saneado. La pizarra afloraba inclinada como dientes de perro y el agua de la lluvia correría sin pudrir los corchos. Bartolomé recibió la orden de limpiar el monte cercano. Su padre no quería que volviera a suceder como cuando, dos años antes, el fuego que prendieron unos pastores para aumentar el pasto quemó sus dos mejores posadas.

Símbolos de de la Santa Hermandad entre los que se encuentra una colmena en recuerdo de que la institución comenzó siendo una hermandad de colmeneros. También aparece un jabalí y el yugo y las flechas de los Reyes Católicos, por ser hermandad real-

Todo estaba preparado. Hasta habían guiado dos acebuches junto a la pared para que así anidaran en ellos los enjambres que se salieran de los corchos. Pero había que atraer a las abejas, y Bartolomé ya sabía que debería untar las ramas de los árboles con un poco de aguamiel.

Las colmenas habían sido fabricadas en las largas noches de invierno, a la luz de las velas que ellos mismos hacían con la cera más sucia de sus panales, que las buenas ya las teníanapalabradas en Guadalupe. Habían escogido las mejores cañas de corcho del alcornocal del Puerto, que no tuvieran hendiduras ni resquebrajamientos, y las habían clavado con virus de jara afilados y endurecidos al fuego. En Piedraescrita  consiguieron una carga de estiercol de becerro que, mezclado con barro, sellaría las colmenas salvándolas del frío y de las sabandijas.Con unos palos de encina atados en forma de portera cerraron en la corraliza los corchos que esperaban sus enjambres.

Bartolomé pensó que, al fin y al cabo, este no era un mal oficio. Solamente el silencio del monte, con el aullido del lobo acompañándole muchas noches, le producía cierto sobresalto. Pero no era el miedo lo que le más le angustiaba. Solamente le turbaba la posibilidad de que a Blanca, la muchacha que le estuvo mirando en la fiesta del pueblo, no le gustara vivir en la soledad de la alquería.

Aunque, cuando contempló que la temprana primavera ya teñía los cerros de enfrente con sus cantuesos de color morado, y que la jara, el cantueso, el tomillo y el romero llenaban de olores el aire pensó que la cosecha sería buena. Podría comprarle a Blanca ese pañuelo que miraba con tanta atención cuando se lo ofreció el buhonero después de la romería.

LA GUERRA CARLISTA COMENZÓ EN TALAVERA

Foto de la plaza del Reloj a principios de siglo. Con un aspecto no muy diferente del que tendría durante el pronunciamiento carlista
Foto de la plaza del Reloj de Talavera de la Reina a principios del siglo 20. Con un aspecto no muy diferente del que tendría durante el pronunciamiento carlista del siglo XIX

UNA GUERRA CIVIL COMIENZA EN TALAVERA

1833. Cuatro hombres se abrazan y sonríen mientras los soldados cierran los portones de la prisión madrileña. Los barrotes, la humedad, el frío y los gritos de los carceleros no han conseguido que se movieran ni una pulgada de sus convicciones. Manuel María González, el jefe de correos de Talavera, se apoya en el hombro de sus compañeros y, mirándoles con fiereza, besa un enorme escapulario que cuelga de su pecho y dice: Dios, la Patria y el Rey legítimo de España premiarán y reconocerán nuestra lucha. ¡Viva el rey Carlos!. Dos de sus compañeros del batallón de Reales Voluntarios Realistas de Talavera, hoy destituidos por el gobierno liberal, han llevado caballos frescos a su comandante y todos juntos toman el camino de Extremadura.

Semanas más tarde, ya en Talavera, se empiezan a agrupar algunos jinetes en la plaza del reloj que acaba de dar ocho campanadas, Bajo sus capotes, apenas disimulan las armas. Los mercaderes de la plaza Real ya han recogido los géneros de los soportales y van cerrando sus tenderetes. Los caballistas, con las bestias tan nerviosas como ellos y armados hasta los dientes, se concentran en el lugar mientras que algunos de ellos, obedeciendo la voz de su jefe, se dirigen a cada una de las puertas de la muralla de la ciudad cerrando el paso.

Escena costumbrista en la Plaza del Reloj recreada por Enrique Reaño sobre una foto antigua
Escena costumbrista en la Plaza del Reloj recreada por Enrique Reaño sobre una foto antigua

Un zapatero comenta con su vecino el espartero que el hombre que parece mandar la tropa es comandante de los Voluntarios Realistas Manuel María González quien, en ese momento, saca un pliego de una de sus cartucheras y comienza a leerlo en voz alta ante la sorpresa de los vecinos. El caballo gira haciendo que salten chispas del empedrado sin que deje de leer su manifiesto. Los vecinos escuchan estupefactos que Manuel María, el manchego que dirigía correos, está proclamando rey de España al infante don Carlos María Isidro, exigiendo volver al orden tradicional y a la sucesión masculina al trono. Los talaveranos, que son llamados a unirse a la sublevación, comienzan a darse cuenta de la gravedad de los hechos que están presenciando y se encierran en sus casas. La plaza queda desierta.

Placa de una asociación carlista en la Plaza del Reloj de Talavera

Pasa el tiempo y los rebeldes comprueban que nadie se une a ellos, ni siquiera los correligionarios que daban por seguro que iban a sumarse al pronunciamiento. Irritados, se dirigen al ayuntamiento y retienen al alcalde y a algunos concejales. Dos de los carlistas se dirigen al domicilio del general Antonio María de Rojas y le conducen a la plaza del Pan arrestándole junto a la corporación. El cabecilla decide reponer a los regidores de 1832 y destituir a estos que él denomina hatajo de liberales y traidores. Pero los antiguos concejales se niegan a salir de sus casas y los sublevados se ven obligados golpear a alguno de ellos mientras otros son llevados de la pechera hasta el ayuntamiento. Nadie quiere implicarse en una causa que nunca tuvo arraigo en la ciudad y que de antemano se da por perdida.

Exaltados y nerviosos, los revolucionarios encierran a sus rehenes en el claustro de los jerónimos. Mientras pasan la noche en vela, se engañan a sí mismos pensando que a la mañana siguiente una multitud se unirá a su causa. Pero, sin embargo, varios vecinos liberales se apostan en las calles cercanas y se oyen algunos disparos contra los sublevados.

Soldados carlistas

Manuel María no sale de su asombro, es hombre de convicciones profundas y había pensado muchas veces en cómo, al llegar este momento, sus paisanos se revelarían contra el sindiós en que se estaba convirtiendo España. Se da cuenta de que mantenerse en Talavera es encerrarse en una ratonera. No se resigna y vuelve a intentarlo con otra proclama a la mañana siguiente. Únicamente obtiene el silencio sepulcral de la ciudad roto tan solo por algunos adversarios que comienzan a sacar sus caballos y a situarse en las calles vecinas. Una masacre o un enfrentamiento no conducirían a nada y Manuel María, que es al fin y al cabo un hombre religioso, decide retirarse hacia Calera.

Requisan todos los caballos que pueden y se apoderan de los fondos públicos, ciento veinte mil reales. Disparando al aire, el grupo sale a galope por la puerta de Mérida y se dirige hacia el oeste. Hay que acercarse a Portugal, allí se han refugiado don Carlos y los suyos. Las sierras de Guadalupe les darán el amparo que siempre ofrecieron a los que se echaron al monte por estas tierras. Llegan a Calera y en la plaza otra vez proclaman a su rey, y otra vez predican en el desierto, sólo silencio.

Desde Talavera una fuerza armada ha partido ya en su persecución y va pisándoles los talones. Al llegar a Puente del Arzobispo están esperándoles sus habitantes armados y comienza el tiroteo. Seis hombres se entregan y salvarán así sus vidas pero otros seis son apresados. Entre ellos se encuentra un hijo de Manuel María que, como sus compañeros, es fusilado en Talavera, junto al Calvario, y enterrado en el cementerio de Santa Leocadia.

Torre de la iglesia de Santa Leocadia donde fueron enterrados los rebeldes carlistas tras su ejecución

A finales de Octubre el resto de la partida es apresada en Villanueva de la Serena y sus miembros son fusilados .

Los pronunciamientos salpican todo el territorio nacional. Acaba de comenzar otra guerra entre españoles.

 

LA LEYENDA DE NALVILLOS, EL CABALLERO CORNUDO

 

Postal de los años 70 donde aparecen los restos de la alcazaba, escenario de parte de la leyenda de Nalvillos
Postal de los años 70 donde aparecen los restos de la alcazaba, escenario de parte de la leyenda de Nalvillos

Vamos a conocer una leyenda que se basa en hechos históricos y que tiene como escenario la alcazaba de Talavera, situada antiguamente en lo que hoy conocemos como Huerto de San Agustín. Se trata de la Leyenda de Nalvillos, el caballero cornudo.

Nos encontramos a comienzos del siglo XI. Ximén Blazquez es uno de los caballeros cristianos con mayor protagonismo en la reconquista y repoblación de las tierras de la ciudad de Ávila, cuyo territorio limitaba por su extremo sur con la entonces musulmana ciudad de Talavera con la que guerreaban continuamente.

De la estirpe de este noble saldría la familia de los Dávila, con viejas ramas nobiliarias como el marquesado de Velada y el condado de Navamorcuende, territorios cercanos a Talavera que les fueron concedidos a nobles abulenses precisamente por intervenir en la conquista de los mismos a los árabes. Un hijo de Ximén Blazquez se llamaba Nalvillos y su mujer fue raptada en las cercanías de la ciudad del Adaja cuando iba de romería el día de San Lorenzo, durante una algarada que los moros talaveranos.

El joven marido, considerado también un valiente caballero famoso por sus hechos de guerra, ante el agravio infligido por los moros solicitó del concejo abulense que fuesen con él en cabalgada contra Talavera. Así lo hicieron, dejando que cincuenta caballeros acompañaran a Nalvillos y, como dice la crónica, «Quando llegaron a las atalayas çerca de Talavera, metió los cavalleros todos en una çelada, e rogoles e mandóles que no saliesen de allí mientras que no le oyesen a él tañer su bocina».

Una vez dejó a sus compañeros de armas ocultos probablemete junto a la que hoy conocemos como atalaya de Segurilla, Nalvillos se cambió de ropa, cortó hierba, entró en la villa simulando querer venderla y llegó hasta la alcazaba donde su mujer permanecía después de haberla tomado el gobernador militar árabe como esposa. Estando asomada a una ventana, la mujer le reconoció e hizo que pasara al interior, donde le advirtió del peligro de muerte que corría si era descubierto. Pero el joven caballero le insistió en el gran amor que la profesaba y penetró en el interior del palacio.

Pero estando en éstas, «entrava el moro por el alcaçar e mandol ella a Nalvillos esconderse en cavo del palacio. E el moro echose en la cama con ella. E faziendo sus deportes olvidó el amor del Enalviello».

y Nalvillo fue apresado….

Curiosa manera ésta del deporte para llamar en la Edad Media a las actividades eróticas que tan bien debía ejercitar el jefe árabe, a quien ella, arrobada de placer, le preguntó después de yacer juntos sobre el premio que daría a la persona que le entregase a Nalvillos, su mayor enemigo cristiano en el campo de batalla. A lo que el gobernador contestó que le otorgaría la mitad de las tierras y riquezas de su señorío.

Atraída por la oferta y tal vez por los “deportes” que practicaba con el moro, la cristiana traicionó a su marido y lo entregó. Una vez apresado, el gobernador preguntó a Nalvillos qué tipo de muerte daría a su mayor enemigo si, como era el caso, le tuviese en su poder, y el caballero de Ávila respondió que lo quemaría en el lugar más elevado de la ciudad con la concurrencia de todo el mundo después de pregonarlo.

“…y llevaron preso a Nalvillos para ejecu-tarlo en el lugar más alto cercano a la villa…”

Esto mismo ordenó hacer el gobernador árabe. Llevaron leña a Las Atalayuelas, paraje que como ya hemos dicho pudiera tratarse de la atalaya de Segurilla, como lugar de mayor altitud, o bien del primitivo despoblado de Velada conocido como Las Atalayuelas en la finca El Barrero. Cuando le ofrecieron a Nalvillos pedir un último deseo antes de morir, El valiente caballero manifestó que quería tocar la bocina mientras era ejecutado. Pero al hacerlo aparecieron los cristianos abulenses que se encontraban emboscados y causaron gran mortandad entre los desprevenidos musulmanes, quemando vivo al gobernador en la misma pira que tenía preparada para Nalvillos. Entraron después los caballeros de Ávila en Talavera por sorpresa, matando y cautivando a cuantos encontraron y llevándose un gran botín. La mujer de Nalvillos no tuvo mejor suerte que su amante el gobernador, ya que fue también quemada por los cristianos en un paraje que en la crónica se denomina La Alvacoba, lugar que pudiera tratarse del antiguo asentamiento vettón, romano y luego granja de los jerónimos de La Alcoba, cerca de “Talaverilla”.

Antes de embarcarse en esta aventura Nalvillos consultó los augurios de las aves, pues al parecer era un gran escrutador del destino mediante la observación de las vísceras de los animales o el vuelo de los pájaros, por lo que una vez seguro de su éxito se decidió a emprender camino a Talavera con sus huestes para tomar v

DOS ROLLOS AL SUR DEL TAJO: ESPINOSO DEL REY Y LOS NAVALMORALES

Salvo Espinoso del Rey, que compró su privilegio de villazgo a Felipe II , todos los pueblos de La Jara pertenecieron al alfoz de Talavera hasta su «independencia» en el siglo XIX, y de ahí la excepcionalidad del rollo de Espinoso en territorio jareño.

Solamente Azután, pueblecito que perteneció a las monjas del Convento de San Clemente de Toledo fue excepción a esta situación en el territorio jareño al sur del Tajo. Otro caso diferente por pertenecer a un señor feudal es el de Los Navalmorales.

El rollo de Espinoso del Rey, único en La Jara

Rollo de Espinoso del Rey
Rollo de Espinoso del Rey

Pero en 1579, necesitado Felipe II de fondos para sus empresas bélicas, decide vender a los lugares de su reino el derecho a convertirse en villas independientes de sus señoríos. El primero en separarse de Talavera, y por tanto del señorío arzobispal, fue el lugar de Espinoso pasando a estar bajo la jurisdicción real directa, de ahí el apellido “del Rey” que lleva nuestro pueblo.

Como símbolo de la nueva condición de villa que toma se erige el rollo jurisdiccional. Los vecinos deciden comprar su independencia  al monarca alarmados porque un aventurero flamenco llamado Comelín intenta comprar el lugar para vendérselo a un noble talaverano. Con todo ceremonial se hace el amojonamiento del término que, por su aislada situación y cercanía a las sierras jareñas, siempre estuvo muy relacionado con los cuadrilleros de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que lo defendían de los bandoleros.

Detalle del rollo de Espinoso mostrando los garfios y argollas de hierro

En el siglo XVI adquiere Espinoso su privilegio de villazgo y, como símbolo de la independencia judicial y administrativa que esto supone para el lugar, se erige el rollo en la plaza a la que da nombre. Está fabricado en granito con cuatro escalones en los que se asienta una basa y, sobre ella, un fuste de dos piezas rematado con moldura convexa y un pináculo bajo el que se insertan tres sencillos garfios de hierro con argollas en lugar de los habituales canecillos de piedra. Otra argolla se sitúa en la zona medial del fuste, lo que nos induce a pensar que servía para amarrar a los reos que se exponían en vergüenza pública por sus delitos.

Rollo reconstruido de Los Navalmorales

El rollo de Los Navalmorales:

El Señorío de Valdepusa es un territorio que fue desgajado de La Jara, tierra histórica de Talavera,  para formar un señorío Feudal. Una de aquellas aldeas que lo conformaron era Navalmoral de Pusa que junto a su gemelo Navalmoral de Toledo, otro pueblo separado solamente por un arroyo, formaron lo que hoy es el municipio de Los Navalmorales.

Fotografía antigua en la que aparece el rollo de Los Navalmorales

Recientemente se ha reconstruido en la plaza del ayuntamiento el antiguo rollo del que apenas nos quedan imágenes y que simbolizó la independencia de la villa desde el punto de vista jurisdiccional. Los Navalmorales se hizo villa durante el reinado de Felipe IV  y se ha reproducido en la plaza del ayuntamiento el rollo que lo simbolizaba.

Se trata de un rollo granítico sobre cuatro gradas con un largo fuste y remate en un pináculo sobre semiesfera agallonada.

Fotografía de 1910 del rollo de Los Navalmorales realizada por el conde de Cedillo

Así es descrito en el libro de fotografías comentadas de Los Navalmorales que lleva por título » Los Navalmorales, perfiles de un ayer» de Jose A. del Pino Ruiz

El rollo en principio se levantó de madera, con horca, tres garfios y cuchillo en las eras del Espartal, después se construyó uno de granito, que es el que vemos en la fotografía, cuya base son unas gradas de cinco escalones y columna toscana que suavemente iba disminuyendo de diámetro, teniendo al final un par de garfios de hierro que terminaba en una cabeza de ave y, como colofón, un capitel sobre el que descansaba un cuerpo curvilíneo estriado con aditamento labrado, rematando la obra una pequeña cruz.
Se comenzó a construir el 2 de Julio de 1655 y en 1659 ya estaba terminado e instalado en la plaza; más tarde se trasladó a la huerta, hoy parque, del convento de Capuchinos, luego se desmontó, Se deshizo y fue aprovechado para diversas construcciones, bancos, etc.

ASALTO EN LOS GUADARRANQUES PERSEGUIDO POR LA SANTA HERMANDAD DE TALAVERA

Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera
Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera

ASALTO EN LOS GUADARRANQUES

1788

D.Josef Pérez salió de Pueblanueva con su criado Manuel Durán. Sus obligaciones, como agente del mayordomo del Arzobispo de Toledo, le obligaban a realizar largos viajes por las tierras de La Jara para cobrar las rentas que el arzobispado tenía en toda la tierra de Talavera.

Primero se dirigieron a Talavera la Vieja donde recibieron del escribano quinientos tres reales y medio. Mientras el cobrador contaba las monedas una a una el criado miraba con curiosidad un edificio con grandes columnas que, según decía su señor, habían construido los antiguos romanos. Desde allí se dirigieron por el Camino Real hasta El Castañar donde pagaron una deuda a una vecina del lugar. Al día siguiente continuaron su camino entre castaños y alcornoques para descansar en Guadalupe. En otra jornada pasaron por Alía y Valdecaballeros para cobrar otras rentas terminando su periplo recaudador en Castilblanco.

Puente de los Guadarranques en torno del cual se produce el asalto que relatamos

Se levantaron de madrugada, el criado preparó las caballerías y después acudió a oír misa con D.Josef. Querían salir pronto hacia Talavera, pues era sabido que en el lugar de los Guadarranques abundaban las gentes de mal vivir y los contrabandistas que, ocultos en las cuevas y la fragosidad del terreno, no dudaban en asaltar a los viajeros que se aventuraban a pasar por lugar tan solitario. Había que andar rápido para que al menos no les sorprendiera la noche allí.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Cuerda de presos de la Santa Hermandad

Era una mañana soleada de Junio y a las diez de la mañana ya amenazaba con ser un día caluroso. El temor por lo intrincado del monte y lo angosto del paraje hacían sudar al cobrador más que la elevada temperatura. Los buitres sobrevolaban el lugar en el momento en que cuatro hombres armados salieron al camino dando el alto a los viajeros.

Uno de ellos, moreno y velludo, caripintado de viruelas, grueso y como de dos varas de alto parecía el jefe. Mirando a las víctimas, con la seguridad que le daba su cinturón de grandes hebillas doradas repleto de pistolas y cuchillos, gritó:

– Apearos y sacad inmediatamente todo el dinero que traigáis.

– Aquí  está el dinero- dijo el cobrador- pero no nos molesten ni a mi criado ni a mí.

Otro de los hombres, delgado descolorido y con los dientes negros respondió:

– No tenéis que temer, pues sólo queremos el dinero. Alguien tiene que pagar el tabaco que nos han quitado.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Por estas palabras dedujeron las dos víctimas que los cuatro asaltantes eran contrabandistas de tabaco. Desmontaron tres de ellos y comenzaron registrar los fardos que llevaban a lomos de las caballerías hasta encontrar un talego con dos mil reales en plata. El otro hombre, recio, caricolorado y pecoso de viruelas, permanecía subido aún en el caballo y observando a uno y otro lado.

– Usted trae más dinero- dijo el jefe.

El agente del Arzobispo señaló un fardo con papeles y, sacando un gran cuchillo de triple filo que produjo un escalofrío a las víctimas, el cuarto bandido, también picado de viruelas, muy negro de tez y con el pelo largo, cortó la cuerda del paquete apareciendo entre los legajos un paquete en cuyo interior estaba escondido el oro.

-¡Venga!, saca lo que tengas en la faltriquera.

Mientras don Josef mostraba unos cuartos en la palma de la mano, el jefe de los bandoleros dijo que podía quedarse con algún dinero para las necesidades del viaje. El hombre de los dientes negros protestó argumentando que bastante dinero le quedaba en casa, que no debían dejarle nada. Sin embargo, el del pelo largo le alargó una de las monedas de oro.

El jefe cogió también la escopeta que llevaban los dos temblorosos viajeros y montando en su magnífico caballo castaño sonrió diciendo:

– Dios le dé a usted salud para juntar más dinero y que otros grandísimos pícaros como nosotros se lo quiten.

Dando grandes risotadas los cuatro hombres vestidos con sus botines de becerrillo blanco, sus chambergos, la chupa de cabrón y el chaleco de estameña se marcharon galopando río abajo y agitando sus sombreros y con siete mil reales en las alforjas.

A la una y media llegaron los infortunados a Mohedas y a las diez de la mañana del día siguiente estaban en el mesón de Belvís de la Jara contando sus desdichas al mesonero. La Santa Hermandad de Talavera tomaría rápido cartas en el asunto pero, probablemente, ya era demasiado tarde.

 

EL PRIMER PROYECTO DE NAVEGACIÓN DEL TAJO A SU PASO POR TALAVERA

 

Detalle del plano del proyecto de navegación del Tajo de Carduchi del siglo XVII
Detalle del plano del proyecto de navegación del Tajo de Carduchi del siglo XVII

EL PRIMER PROYECTO DE NAVEGACIÓN DEL TAJO

En el siglo XVI hay un hecho que debemos reseñar en primer lugar en la historia de nuestro río,

Y es el primer plan de navegación del mismo. Se debe al ingeniero Juan Bautista Antonelli, italiano para unos y rumano para otros, la propuesta y elaboración del primer proyecto de navegación del Tajo. Había trabajado anteriormente para Felipe II en diversas obras de fortificación y pensando tanto en el provecho que podría suponer para la corona la comunicación fluvial entre Madrid y Lisboa -las dos principales capitales de su imperio por la unión de los dos reinos por herencia- como en el interés estratégico de la navegación para el transporte de tropas ante los previsibles levantamientos de los portugueses, el rey Prudente apoyó con entusiasmo este primer intento de hacer navegable el río con mayor longitud de la península ibérica.

La empresa se desarrolló durante los años 1581 a 1588 y no ha quedado documentación alguna de los planos y proyectos propiamente dichos, aunque sí sabemos que su financiación siempre se vio aquejada de cierta precariedad económica. En el repartimiento destinado a obtener fondos entre las ciudades ribereñas correspondió a Talavera la cantidad de 170.000 maravedíes mientras que Toledo debía pagar 1.300.000. Los gastos para hacer navegable el tramo comprendido entre Talavera la Vieja y Toledo supusieron un total de 433.000 reales y se llevaron a cabo entre los años 1586 y 1588.

Entre las obras acometidas se sabe que se pagaron por rotura y acondicionamiento de las presas de Cabañuelas y El Tejar, cerca de Talavera, 1.156 y 13.305 reales respectivamente. Conocemos también que en Talavera se realizaron embarques por lo que es posible deducir la existencia de algún muelle aunque fuera sencillo en su construcción. Una estructura de obra hoy cubierta por el terraplén de la orilla, aguas abajo del puente viejo, pudo haber correspondido a ese embarcadero pero también pudo haber sido parte de los edificios de los molinos que se situaban aprovechando el primer ojo del puente.

Detalle del plano del proyecto de navegación del Tajo del siglo XVII de Carduchi
Detalle del plano del proyecto de navegación del Tajo del siglo XVII de Carduchi

En carta a Felipe II describía así Antonelli su paso por nuestra comarca:

            Seguí mi camino y, pasado dos leguas encima de la dicha Puente ( del Arzobispo), hallé mejor tabla de río, y mejores orillas y mejor navegación hasta Talavera y Toledo; tanto que si no fuera los sotos que embarazaban la girga con estas crecientes que cubrían las presas, era tan buena la navegación como la del Po; y por la benignidad del cielo y fertilidad de la tierra, paréceme que se puede hacer otra Lombardía, aderezándose la navegación para de invierno y verano, como se puede con cuya comodidad y despacho, convidará a plantar viñas, olivares y frutales, y se llevarán aquí, a Madrid, y a una parte y a otra, harto barato, y será de mucho provecho y comodidad, Talavera y todos los pueblos comarcanos a Tajo…

           

Azután con su desparecida torre musulmana y los molinos

Condiciones y Obstáculos para la navegabilidad

Para que una corriente sea navegable en primer lugar es preciso que tenga una anchura suficiente de cauce, cuestión que en el Tajo no suele ser problemática.

La segunda condición es que la dirección de la corriente no sufra cambios bruscos de velocidad como los producidos por los remolinos que aparecen en los planes de navegación como “regolfos” y  “ollas”, aunque esta última palabra tiene más bien un sentido de poza o zona de aguas profundas. Estos obstáculos podían salvarse mediante canales realizados de piedra o de empalizadas y señalados en algunos mapas como “carreras” Uno de ellos es señalado en las inmediaciones de los molinos de Ciscarros frente a Aldeanueva de Barbarroya como “Carrera del Rey” en un proyecto posterior.

Los islotes deben también tenerse en cuenta por las maniobras bruscas que pueden obligar a realizar a las embarcaciones. Además deben reflejarse los afluentes que en sus desembocaduras llegan causar dificultades para los navíos debido a los remolinos, los cambios repentinos de dirección de la corriente y los bancos de arena que suelen originar.

En los planes de navegación se señalan los obstáculos como las chorreras de éste

En tercer lugar debía haber una profundidad o calado suficiente que variaba con el plan de navegación por el tipo de embarcación a utilizar en su época pero, en general, se consideraba necesario que no fuera menor de medio metro. Los obstáculos aparecen en los planos como bajos de arena, cascajares o riberas bajas e islas de cantos rodados o grava. También se detallan los fondos rocosos y los peñascos que emerjan de las aguas o se encuentren a baja profundidad.

Las presas son obstáculos que deben salvarse mediante la rotura de las mismas o con la construcción de esclusas y compuertas. Este segundo sistema mantendría el nivel de las aguas para así reducir los perjuicios de molineros y otros usuarios ribereños mientras que, al mismo tiempo, elevaría los niveles de la corriente aguas arriba facilitando la navegación.

Otra condición necesaria para la navegación es que la velocidad no exceda de determinados límites. Es lo que se señala en los planos como “rápidos”, que si se acompañan de fondos pedregosos y superficiales aparecen como “chorreras” o cuando la velocidad es muy elevada como “chorreras furiosas”. Entre la desembocadura del Jébalo y el Puente del Conde, bajo el embalse de Valdecañas, aparecen numerosas zonas de rápidos y chorreras furiosas que se intentaron eludir por Carducci como luego veremos con la excavación de un canal.

Puerta del Río y Molinos del primer ojo del puente

Para el estudio de todas estas condiciones de navegabilidad era necesario que en los planos se vieran reflejados las distancias, la anchura del cauce, los fondos verificados mediante sondeos, los márgenes, las chorreras, las pendientes y los afluentes.

La navegación contra corriente plantea el problema de la tracción necesaria, sobre todo en tramos de corriente rápida y en el paso de presas y esclusas. Los primeros caminos de sirga se abrieron en época de Antonelli y en las obras realizadas con motivo de los planes de navegación del siglo XIX para que por ellos, mediante tracción humana o animal, se “halara” a los barcos río arriba. Estos caminos eran muy costosos debido a lo escarpado de las orillas de nuestro río y a causa de esto se añadían a veces a su pavimento pequeñas lanchas de piedra o pizarra clavadas transversalmente para que sirvieran de punto de apoyo a los hombre o animales que tiraban de la embarcación. En otras ocasiones se colocaban anillas que facilitaran el efecto de polea del sistema de tracción  utilizado.

El Tajo está en todo su segundo tramo muy despoblado en sus orillas. No tiene pueblos ribereños, ni posadas ni refugios que sirvan para realizar paradas de reparación o avituallamiento y por ello en algunos proyectos se contemplaba la edificación de ventas y mesones. También debían construirse embarcaderos que dieran servicio a las comarcas ribereñas además de acondicionarse los caminos de acceso a las orillas que casi siempre se encontraban en mal estado para la circulación de carretas debido, sobre todo, a las grandes pendientes de las riberas del Tajo.

Los molinosde Abajo en Talavera y otros muchos con sus presas fueron obstáculo para la navegación

A todos estos obstáculos se unía la resistencia de los dueños de presas y artificios a las expropiaciones y roturas,  más teniendo en cuenta que en muchas ocasiones la propiedad de molinos o batanes estaba en mano de poderosas e influyentes instituciones religiosas o de señoríos laicos.

En la época de Felipe II descendieron desde Toledo y sobre todo desde Alcántara algunas barcazas con tropas, pertrechos de guerra y productos necesarios para el mantenimiento de esas fuerzas como eran principalmente las cargas de trigo. También bajaron algunas embarcaciones con hasta ciento diez forzados a galeras.

Múltiples fueron los problemas y deficiencias estructurales y presupuestarias que impidieron el que, al menos en el tramo bajo de su recorrido, se mantuviera como una realidad rentable la navegación del Tajo. Entre otros habría que citar la falta de marineros con experiencia en una navegación fluvial, no exenta por otra parte de obstáculos. Sabemos que cuatro de los marineros de una de las expediciones eran originarios del ribereño pueblo de Serradilla y conocemos un naufragio en Garrovillas, un choque contra el puente de Talavera y algunos embarrancamientos como ejemplos de los frecuentes accidentes acaecidos. A esto se añadía la ausencia de pueblos y caseríos en las escarpadas y muchas veces mal comunicadas orillas del río, dificultándose así la reparación y el servicio de las embarcaciones y de sus viajeros y tripulantes. Otras vías alternativas de comunicación ofrecían más rapidez y seguridad, sobre todo durante el pasado siglo. El contrabando era un fenómeno crónico en la zona que competía en desigual superioridad con tan dificultosa navegación. Los intereses de propietarios y molineros que restauraban las presas en cuanto disminuía el tráfico se unía a la precariedad financiera crónica de todos los proyectos y a hechos bélicos contemporáneos con las iniciativas de navegación fluvial como fue, por ejemplo, la financiación de la Armada Invencible en tiempos del proyecto de Antonelli.

En otros capítulos me referiré a otros planes de navegación posteriores.