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ASALTO EN LOS GUADARRANQUES PERSEGUIDO POR LA SANTA HERMANDAD DE TALAVERA

Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera
Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera

ASALTO EN LOS GUADARRANQUES

1788

D.Josef Pérez salió de Pueblanueva con su criado Manuel Durán. Sus obligaciones, como agente del mayordomo del Arzobispo de Toledo, le obligaban a realizar largos viajes por las tierras de La Jara para cobrar las rentas que el arzobispado tenía en toda la tierra de Talavera.

Primero se dirigieron a Talavera la Vieja donde recibieron del escribano quinientos tres reales y medio. Mientras el cobrador contaba las monedas una a una el criado miraba con curiosidad un edificio con grandes columnas que, según decía su señor, habían construido los antiguos romanos. Desde allí se dirigieron por el Camino Real hasta El Castañar donde pagaron una deuda a una vecina del lugar. Al día siguiente continuaron su camino entre castaños y alcornoques para descansar en Guadalupe. En otra jornada pasaron por Alía y Valdecaballeros para cobrar otras rentas terminando su periplo recaudador en Castilblanco.

Puente de los Guadarranques en torno del cual se produce el asalto que relatamos

Se levantaron de madrugada, el criado preparó las caballerías y después acudió a oír misa con D.Josef. Querían salir pronto hacia Talavera, pues era sabido que en el lugar de los Guadarranques abundaban las gentes de mal vivir y los contrabandistas que, ocultos en las cuevas y la fragosidad del terreno, no dudaban en asaltar a los viajeros que se aventuraban a pasar por lugar tan solitario. Había que andar rápido para que al menos no les sorprendiera la noche allí.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Cuerda de presos de la Santa Hermandad

Era una mañana soleada de Junio y a las diez de la mañana ya amenazaba con ser un día caluroso. El temor por lo intrincado del monte y lo angosto del paraje hacían sudar al cobrador más que la elevada temperatura. Los buitres sobrevolaban el lugar en el momento en que cuatro hombres armados salieron al camino dando el alto a los viajeros.

Uno de ellos, moreno y velludo, caripintado de viruelas, grueso y como de dos varas de alto parecía el jefe. Mirando a las víctimas, con la seguridad que le daba su cinturón de grandes hebillas doradas repleto de pistolas y cuchillos, gritó:

– Apearos y sacad inmediatamente todo el dinero que traigáis.

– Aquí  está el dinero- dijo el cobrador- pero no nos molesten ni a mi criado ni a mí.

Otro de los hombres, delgado descolorido y con los dientes negros respondió:

– No tenéis que temer, pues sólo queremos el dinero. Alguien tiene que pagar el tabaco que nos han quitado.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Por estas palabras dedujeron las dos víctimas que los cuatro asaltantes eran contrabandistas de tabaco. Desmontaron tres de ellos y comenzaron registrar los fardos que llevaban a lomos de las caballerías hasta encontrar un talego con dos mil reales en plata. El otro hombre, recio, caricolorado y pecoso de viruelas, permanecía subido aún en el caballo y observando a uno y otro lado.

– Usted trae más dinero- dijo el jefe.

El agente del Arzobispo señaló un fardo con papeles y, sacando un gran cuchillo de triple filo que produjo un escalofrío a las víctimas, el cuarto bandido, también picado de viruelas, muy negro de tez y con el pelo largo, cortó la cuerda del paquete apareciendo entre los legajos un paquete en cuyo interior estaba escondido el oro.

-¡Venga!, saca lo que tengas en la faltriquera.

Mientras don Josef mostraba unos cuartos en la palma de la mano, el jefe de los bandoleros dijo que podía quedarse con algún dinero para las necesidades del viaje. El hombre de los dientes negros protestó argumentando que bastante dinero le quedaba en casa, que no debían dejarle nada. Sin embargo, el del pelo largo le alargó una de las monedas de oro.

El jefe cogió también la escopeta que llevaban los dos temblorosos viajeros y montando en su magnífico caballo castaño sonrió diciendo:

– Dios le dé a usted salud para juntar más dinero y que otros grandísimos pícaros como nosotros se lo quiten.

Dando grandes risotadas los cuatro hombres vestidos con sus botines de becerrillo blanco, sus chambergos, la chupa de cabrón y el chaleco de estameña se marcharon galopando río abajo y agitando sus sombreros y con siete mil reales en las alforjas.

A la una y media llegaron los infortunados a Mohedas y a las diez de la mañana del día siguiente estaban en el mesón de Belvís de la Jara contando sus desdichas al mesonero. La Santa Hermandad de Talavera tomaría rápido cartas en el asunto pero, probablemente, ya era demasiado tarde.

 

EL BANDIDO MORALEDA, PERSONAJE LEGENDARIO (1)

EL BANDIDO MORALEDA, UN PERSONAJE LEGENDARIO

El Bandido Moraleda
Bernardo Moraleda en foto de la revista Estampa de 1936

El siglo XIX fue el del bandolerismo más típico y tópico que dejó personajes que todavía se mueven entre la historia y la leyenda y que el pueblo ha ido magnificando, idealizando y fantaseando sobre los hechos reales o imaginarios de sus vidas. Hoy conoceremos a uno de ellos y mañana veremos diferentes aspectos de la vinculación del Bandido Moraledacon nuestra comarca y sus aspectos legendarios.

Bernardo Moraleda Ruiz parece que nació en Navas de Estena a mitad de la centuria, aunque se trasladó a Fuente del Fresno, localidad también ciudadrealeña que contaba con varios de sus vecinos dedicados al bandolerismo formando partidas tan famosas como las de dos parejas de hermanos, los “Purgaciones” y los “Juanillones”.

Muchos de estos bandoleros están a caballo entre las partidas carlistas con cierta ideología y el estricto bandidaje. Algunas fuentes los sitúan en las partidas carlistas del apodado “Merendón” y otras aseguran que Moraleda cabalgó junto al párroco de Alcabón, Lucio Dueñas, uno de aquellos curas trabucaires ultraconservadores que asolaron con sus partidas el territorio de La Mancha, los Montes de Toledo, La Jara y Extremadura, justo el mismo ámbito que antes había sido el refugio de los golfines provocando la formación de la Santa Hermandad de Toledo, la de Talavera y la de Ciudad Real, y también la misma zona que tras la Guerra Civil sería refugio de los maquis o guerrilleros antifranquistas.

Frecuentemente el oficio primero que tuvieron fue el de cabrero como es el caso de los “Juanillones” y del propio Moraleda, aunque parece que de niño fue recadero. Con ellos se echa al monte tras la segunda guerra carlista y a partir de 1873 son famosas sus correrías por los Montes de Toledo y la zona de La Jara más próxima a Navalucillos y Robledo del Mazo.

No se sabe a ciencia cierta cuál fue la causa por la que Moraleda comenzó su carrera delictiva. Para algunos fue una discusión con derramamiento de sangre con el patrón y dueño de las cabras que pastoreaba, aunque otros hablan de que mató a su mujer a los cuatro días de casarse o que fue desertor del ejército justo antes de partir con las tropas españolas hacia Filipinas. También se le acusa de haber asesinado a un pastor que lo había denunciado y a un capitán de voluntarios que lo perseguía con inquina.

El hecho de ser cabrero hace que se adapte perfectamente al terreno y que les sea a guardias civiles y otras fuerzas de la época muy difícil capturarle. En una ocasión en que se encuentra rodeado desarma a un guarda y disfrazado con su traje de escopetero consigue burlar el cerco lo que incrementa su leyenda.

También sabe comprar silencios y voluntades con sus monedas de cinco duros, de las que dicen tiene guardado un tesoro en un lugar de los montes de Retuerta del Bullaque, junto con un catalejo y sus armas, aunque cuando años más tarde, al salir de presidio, quiso recuperarlo  no lo encontró, o alguien lo había hallado antes.

Los delitos que las crónicas de la época nos relatan son el despojo de recuas de arrieros, atracos de recaudadores o secuestros y robos a propietarios o al alcalde de Fuente del Fresno, pueblo que llegan a asaltar cometiendo varios atracos. Se les acusó también de algunos asesinatos de civiles como el de un carretero, o de guardias y escopeteros, aunque forman también parte de la leyenda algunos comportamientos algo más cercanos al concepto romántico de bandido generoso. El más conocido de estos episodios tiene relación con uno de los personajes más importantes de la época, el general Prim.

Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque
Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque

Parece que en una de esas cacerías que daba el héroe de la batalla de Castillejos en su finca de los montes de Toledo con políticos y autoridades de la época, el hijo del general se perdió entre los jarales y dio la casualidad que cuando pedía auxilio se encontró con Moraleda que, llevándolo incluso a hombros por estar desfallecido, lo dejó junto al castillo de Prim, una casona almenada de su propiedad. Cuando el muchacho lo invitó a entrar para que su padre le recompensara, su salvador le dijo que era Moraleda, que estaba huido de la justicia y que por tanto no podía acompañarle al castillo.

Después de numerosos delitos las autoridades les siguen de cerca y les tienden una emboscada cuando se disponen a asaltar el tren en Villacañas, que pretendían previamente hacer descarrilar. Antes habían tenido éxito soltando el último vagón para desvalijarlo en Venta de Cárdenas secuestrando antes al jefe de estación y a otros ferroviarios.

De resultas de estas detenciones en Villacañas los dos “purgaciones” y un “juanillón” son detenidos, juzgados y ejecutados en Toledo en 1882 pero Moraleda huye saltando por una ventana en compañía del otro “juanillón” hasta Portugal. Parece que escapan por la Senda de los Contrabandistas que discurre a lo largo de las cumbres de las sierras oretanas sin tocar pueblo alguno entre Lisboa y Valencia.

Con el fruto de los robos se establecen cerca de la frontera poniendo un comercio de ultramarinos, pero son tantas las cartas que el compañero de Moraleda envía imprudentemente a su mujer que son descubiertos y detenidos. Son extraditados por el país vecino con la condición de que no sean ejecutados aunque se les achacan veintidós asesinatos, treinta tantos robos y tres secuestros.

Son condenados sin embargo a largas penas de presidio, casi ciento quince años, y enviados a Ceuta, donde el Juanillón muere por un proceso respiratorio. Bernardo Moraleda pasa muchos años todavía allí pasando penalidades y con los grilletes puestos lo que le ocasiona úlceras infectadas.  Su encarcelamiento sucede en 1882 y permanece allí hasta 1911, año en que es trasladado a Santoña para ser liberado en 1923 con 71 años.

Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda
Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda, El de la izquierda fue ejecutado y el de la derecha murió cuando estaba con Moraleda en el penal de Ceuta.

Como un mendigo camina hasta Retuerta de Bullaque donde intenta encontrar su botín escondido de cinco mil duros sin conseguirlo. Aunque al pueblo le atemorizaba su presencia, hasta el punto de que un antiguo delator abandonó el lugar, ya solo era un anciano artrítico y sin fuerzas.

Fue a pedir auxilio a la finca de Prim donde el administrador le puso al cargo de la bodega, pues no se olvidaba en la casa cómo había salvado al marqués de Castillejos, hijo del general. Muere en 1936 en el asilo de Ciudad Real, poco antes de que otra guerra civil eche al monte a otros españoles.