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EMBOSCADA Y MUERTE DE JEFES MAQUIS EN TALAVERA

Los cadáveres de “Carlos” y “Lyón” después de suicidarse
Los cadáveres de “Carlos” y “Lyón” después de suicidarse
entre los maizales ante el acoso de la policía.

Corría el año 1946, cuando dos pagadores que llevaban el salario de los trabajadores que construían en Madrid el estadio de Chamartín para la empresa Huarte y Compañía fueron atracados por hombres armados. Al intentar huir, los dos empleados mueren tiroteados y se desencadena una persecución de los militantes comunistas a quienes la policía achaca la acción. En las investigaciones se interroga a la madre de uno de ellos, Jose Antonio Llerandi alias “Julián” y se le encuentra una carta de su hijo en la que se dice que ha de reunirse con unos compañeros activistas en la huerta del “tío Matapulgas” en Talavera.

El movimiento guerrillero de resistencia antifranquista se halla en ese momento en franca decadencia. Cunde la desmoralización entre “los de la sierra” porque el final de la Guerra Mundial no ha hecho que las potencias extranjeras derriben el régimen de Franco.

Guerrilleros antifranquistas se despliegan en tierras extremeñas
Guerrilleros antifranquistas se despliegan en tierras extremeñas

 

Nuestra ciudad se haya enclavada en un lugar estratégico donde acuden a contactar los grupos de hombres armados que, como las partidas de los famosos Quincoces, vecino de Aldeanovita y Chaquetalarga, de Fuenlabrada de los Montes, mantienen su lucha en la zona de La Jara y Las Villuercas, o los grupos de guerrilleros de la sierra de Gredos.

La unión de todas estas partidas se llamaba en conjunto Ejército Guerrillero del Centro y Extremadura.

La policía de Madrid, al conocer la existencia de esta reunión y ante las posibilidades de dar un golpe mortal a la resistencia armada antifranquista, decide desplazarse a Talavera para practicar las detenciones pertinentes, pero quieren llevarse sólo ellos el mérito del operativo e imprudentemente vienen sólo cuatro agentes sin avisar del operativo a las fuerzas de Talavera.

Los guerrilleros «Carlos» y «Lyón» fotografiados en vida

La huerta del “tío Matapulgas” se encuentra junto a la estación de ferrocarril, donde los maquis tienen un fácil acceso cuando viajan entre Madrid y Talavera, ya que el guerrillero conocido como “El Maquinista”, por ser conductor de la línea entre la capital y Lisboa, transporta en el ténder a los guerrilleros y al armamento destinados a la lucha en la sierra, aunque a veces también los llevaba hasta Navalmoral de la Mata, donde “Colorín” el kioskero de la estación, les servía de enlace. Cuando Llega la policía a la huerta de Matapulgas no se encuentran allí a los protagonistas de la reunión, pero tras un duro interrogatorio a la hija del “tío Matapulgas”, confiesa a los agentes de la Brigada Central de Información que los maquis se encuentran escondidos en otra huerta cercana conocida como el establo de los Gregorio. Cuando los agentes se dirigen hacia allí e intentan detenerlos se entabla un tiroteo y se dan cuenta de que los guerrilleros antifranquistas se les pueden escapar, por lo que dan aviso a la Guardia Civil y a la policía local de Talavera, que acuden en su ayuda tan apresuradamente que uno de los guardias va con el mono de trabajo y casi es abatido por los propios guardias al confundirlo con uno de los guerrilleros.

Una de las labranzas donde en su huida se refugiaron los guerrilleros

Dos de los maquis siguen en la refriega hasta que se dan cuenta de que es inútil su resistencia y, para no sufrir nuevas torturas ni interrogatorios que les hagan delatar a sus compañeros, deciden suicidarse de un tiro en la sien, y no caen, como dicen entonces las autoridades, bajo los disparos de la Guardia Civil sino bajo los de sus propias pistolas. según investigación de Benito Díaz.

Mapa de la Agrupación del Centro de la resistencia antifranquista
Mapa de la Agrupación del Centro de la resistencia antifranquista con sus tres zonas

Uno de los fallecidos es Jesús Bayón González alias “Carlos”, asturiano huido de un campo de concentración en el que esperaba que se ejecutara su sentencia de muerte y a quien se encomendó por el PCE la misión de aglutinar a los guerrilleros de la zona centro y Extremadura, venciendo la resistencia de los activistas socialistas y anarquistas, más reacios a dejarse manipular por el Partido Comunista. Precisamente en esa reunión iba a ser destituido “Carlos” de su cargo de jefe guerrillero para ser sustituido por “Lyon”, apodo de Manuel Tabernero Antón, también conocido como el “Practicante” o “Robert”, y que al parecer era médico y natural de Béjar. Un tercer guerrillero llamado

El guerrillero «Julián» fusilado tras ser detenido en Talavera

“Julián”,precisamente del que la policía obtuvo las pistas para la operación, es arrestado en la casa del “tío Matapulgas” donde se refugia del tiroteo, y más tarde es fusilado tras un consejo de guerra. El cuarto guerrillero que acudía a la reunión era conocido como “José” y era hermano de “El Maquinista”. Huye a pie siguiendo la vía y consigue escapar cogiendo un tren hacia Madrid en el apeadero que había junto al puente de la vía sobre el río Alberche.

Se producen con estos hechos varias caídas en cadena de otros miembros significados del Partido Comunista, entre ellos la de estudiantes universitarios y el impresor de “La Estrella Roja”. Cae también casi toda la organización de Talavera que se reunían en la Taberna de “Patro”, en la Portiña de San Miguel, y en otra taberna de la calle Delgadillo. También se desactiva la célula que imprimía propaganda en la casa de “tío Quintín” en la finca de La Calera, cerca de Montesclaros, lugar desde donde los cuatro maquis habían llegado a Talavera a lomos de caballerías sin saber que iban a tener tan funesto encuentro.

CUATRO MAQUIS EN LA HUERTA DE MATAPULGAS: RELATO

CUATRO MAQUIS  EN LA HUERTA DE  MATAPULGAS

(Septiembre de 1946)

"Carlos " y "Lyón" los dos guerrilleros protagonistas del relato.
«Carlos » y «Lyón» los dos guerrilleros protagonistas del relato.

Nunca había creído en eso de que poco antes de morir te pasa por la cabeza la película de tu vida. Siempre pensó que eran cosas de curas para llamar al arrepentimiento a los más descreídos. Pero lo cierto es que, caído entre los surcos del maizal, mientras notaba que la sangre empapaba su chaqueta, le venían a la memoria fragmentos desordenados de su vida.

No sabía porqué, pero se acordaba de escenas que creía olvidadas en las que aparecía de niño corriendo por los prados de Asturias. No podía olvidar sus penalidades en el campo de concentración, su condena a muerte y el día que escapó del campo de concentración de los vencedores. Recordaba como si fuera ayer el momento en que el partido le encomendó la tarea de aglutinar a los elementos dispersos que luchaban en las sierras de la zona centro y Extremadura para formar la primera agrupación de guerrilleros antifranquistas. No había sido fácil, entre los hombres huidos de la represión en la Guerra Civil y los que, más tarde, habían decidido tomar las armas contra el régimen había militantes anarquistas y socialistas que desconfiaban de los manejos del partido. Otros, sin embargo, no querían perder su protagonismo personal y seguían una estrategia individual que rayaba a veces en el bandolerismo de supervivencia.

Mientras notaba un agudo dolor en el costado recordaba el aspecto serio, de hombre duro y curtido que tenía Quincoces, el guerrillero de Aldeanovita que tanto luchó por las sierras de La Jara. Qué diferente de Reguilón, el maestro nacional que se echó al monte y regó de propaganda todo el valle del Tiétar. Era un luchador del fusil y de la pedagogía que incluso consiguió organizar un pequeño taller de impresión en la casa del tío Quintín, guarda de La Calera, junto a Montesclaros. Le vino a la mente la figura alargada de Chaquetalarga, el guerrillero al que más querían y apoyaban las mujeres. O el Francés, que tanto dio que hablar por las sierras extremeñas hasta que cayó en una emboscada allá, cerca de Monfragüe. Hombres recelosos porque habían sido perseguidos como alimañas y a los que él mismo había conseguido hilvanar en una incipiente y frágil organización guerrillera que esperaba la victoria de los aliados para  ayudar desde el monte en la caída del  franquismo que creían inminente.

Talavera había sido la ciudad elegida como centro de operaciones. Cuantas veces había tenido que viajar con el Maquinista, ferroviario que conducía el expreso Madrid-Cáceres y que transportaba en el ténder de su locomotora hombres y armamento. También se acordó de Colorín el kioskero de Navalmoral de la Mata que les servía eficazmente de estafeta.

En el entorno de estos establos en el camino de Los Caños, se produjeron parte de los hechos narrados

Cuántas reuniones clandestinas en la taberna de la tía Patro, en esta ciudad de Talavera que al final iba a ser su tumba sin que nadie, ni siquiera el partido, se lo agradeciera. Qué paradoja, qué absurdo, el día que Lyon, ese médico o practicante , nadie lo sabía, metido a maquis, traía las órdenes de destituirle, ambos morirían junto a la huerta donde el tío Matapulgas tantas veces le había acogido cuando viajaba de un lado a otro del Tajo para enlazar las partidas de guerrilleros de una y otra sierra. No comprendía cómo pero había caído en desgracia ante el Comité Central. Tal vez la ruptura total de Reguilón con el partido y la caída del Francés tuvieran que ver con ello; la mala suerte hizo que en la garganta de Alardos muriera Tito, su sustituto en una refriega con la guardia civil. El hecho cierto es que Lyón, Julián, el comunista cubano que había venido a España a luchar contra Franco, y José, el hermano del Maquinista, habían sido encontrados por la brigada de información de Madrid.

La vista se le nublaba, quería huir pero no podía, le habían dado y también a Lyón, que durante unos segundos había gemido cerca de él. Entre las mazorcas de maíz que, en el septiembre caluroso de la ciudad del Tajo, esperaban a ser recolectadas vio aparecer un tricornio de los guardias civiles de Talavera que ayudaban a la policía política de Madrid en la cacería. Antes de morir escuchó el tableteo de una ametralladora y se preguntó si habrían cogido también a Julián y a José, mientras veía junto a su cabeza uno de esos zapatos viejos pero bien lustrados con betún que llevaba la polícia y que tantas veces había mirado mientras le golpeaban en los interrogatorios.

Jesús Bayón González alias Carlos, que fuera jefe de la agrupación de guerrillas Extremadura-Centro y Manuel Tabernero Antonio, alias Lyón y Robert, jefe de la 12  División Gredos murieron cerca de la estación de ferrocarril de Talavera de la Reina, en la llamada huerta de Machuca o del tío Matapulgas. Unas semanas antes habían sido atracados y muertos los pagadores de la empresa Huarte que en Madrid construía el estadio de Chamartín.

Jose Antonio Llerandi, alias Julián. La carta hallada a su madre llevó al final de Carlos y Lyón
Jose Antonio Llerandi, alias Julián. La carta hallada a su madre llevó al final de Carlos y Lyón

Las indagaciones realizadas llevaron al registro del domicilio en Ávila de la madre de Jose Antonio Llerandi alias Julián, donde se encontró una carta en la que indicaba la dirección a la que debía serle enviado el correo en la huerta de Talavera. La policía interroga a la hija del tío Matapulgas que descubre el escondite de los guerrilleros en la troje de otra huerta cercana. La Brigada de Información Central  pide ayuda a la guardia civil de Talavera y los rodean, Carlos y Lyón mueren  entre los maizales y Julián vuelve a la huerta de Matapulgas donde es arrestado y tras consejo de guerra es más tarde fusilado. José consigue llegar hasta un apeadero cercano al río Alberche y toma el tren hasta Madrid consiguiendo escapar.

Otros dijeron que solo escucharon los tiros, dos, el que dirigieron los dos maquis a sus cabezas antes de que les apresaran y les obligaran a delatar a sus compañeros.

Se produce con este hecho una caída en cadena de otros miembros del P.C.E. y de diferentes organizaciones vinculadas al partido comunista en Madrid, entre ellas la de los estudiantes universitarios y el impresor de La Estrella Roja. Para algunos, estos hechos fueron importantes en el cambio de estrategia que supondría el principio del fin de la resistencia armada organizada frente al franquismo en España, aunque incluso hasta finales de la década de los cincuenta quedarían partidas residuales como la de Veneno que continuarían actuando en el monte.