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DOS ROLLOS AL SUR DEL TAJO: ESPINOSO DEL REY Y LOS NAVALMORALES

Salvo Espinoso del Rey, que compró su privilegio de villazgo a Felipe II , todos los pueblos de La Jara pertenecieron al alfoz de Talavera hasta su «independencia» en el siglo XIX, y de ahí la excepcionalidad del rollo de Espinoso en territorio jareño.

Solamente Azután, pueblecito que perteneció a las monjas del Convento de San Clemente de Toledo fue excepción a esta situación en el territorio jareño al sur del Tajo. Otro caso diferente por pertenecer a un señor feudal es el de Los Navalmorales.

El rollo de Espinoso del Rey, único en La Jara

Rollo de Espinoso del Rey
Rollo de Espinoso del Rey

Pero en 1579, necesitado Felipe II de fondos para sus empresas bélicas, decide vender a los lugares de su reino el derecho a convertirse en villas independientes de sus señoríos. El primero en separarse de Talavera, y por tanto del señorío arzobispal, fue el lugar de Espinoso pasando a estar bajo la jurisdicción real directa, de ahí el apellido “del Rey” que lleva nuestro pueblo.

Como símbolo de la nueva condición de villa que toma se erige el rollo jurisdiccional. Los vecinos deciden comprar su independencia  al monarca alarmados porque un aventurero flamenco llamado Comelín intenta comprar el lugar para vendérselo a un noble talaverano. Con todo ceremonial se hace el amojonamiento del término que, por su aislada situación y cercanía a las sierras jareñas, siempre estuvo muy relacionado con los cuadrilleros de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que lo defendían de los bandoleros.

Detalle del rollo de Espinoso mostrando los garfios y argollas de hierro

En el siglo XVI adquiere Espinoso su privilegio de villazgo y, como símbolo de la independencia judicial y administrativa que esto supone para el lugar, se erige el rollo en la plaza a la que da nombre. Está fabricado en granito con cuatro escalones en los que se asienta una basa y, sobre ella, un fuste de dos piezas rematado con moldura convexa y un pináculo bajo el que se insertan tres sencillos garfios de hierro con argollas en lugar de los habituales canecillos de piedra. Otra argolla se sitúa en la zona medial del fuste, lo que nos induce a pensar que servía para amarrar a los reos que se exponían en vergüenza pública por sus delitos.

Rollo reconstruido de Los Navalmorales

El rollo de Los Navalmorales:

El Señorío de Valdepusa es un territorio que fue desgajado de La Jara, tierra histórica de Talavera,  para formar un señorío Feudal. Una de aquellas aldeas que lo conformaron era Navalmoral de Pusa que junto a su gemelo Navalmoral de Toledo, otro pueblo separado solamente por un arroyo, formaron lo que hoy es el municipio de Los Navalmorales.

Fotografía antigua en la que aparece el rollo de Los Navalmorales

Recientemente se ha reconstruido en la plaza del ayuntamiento el antiguo rollo del que apenas nos quedan imágenes y que simbolizó la independencia de la villa desde el punto de vista jurisdiccional. Los Navalmorales se hizo villa durante el reinado de Felipe IV  y se ha reproducido en la plaza del ayuntamiento el rollo que lo simbolizaba.

Se trata de un rollo granítico sobre cuatro gradas con un largo fuste y remate en un pináculo sobre semiesfera agallonada.

Fotografía de 1910 del rollo de Los Navalmorales realizada por el conde de Cedillo

Así es descrito en el libro de fotografías comentadas de Los Navalmorales que lleva por título » Los Navalmorales, perfiles de un ayer» de Jose A. del Pino Ruiz

El rollo en principio se levantó de madera, con horca, tres garfios y cuchillo en las eras del Espartal, después se construyó uno de granito, que es el que vemos en la fotografía, cuya base son unas gradas de cinco escalones y columna toscana que suavemente iba disminuyendo de diámetro, teniendo al final un par de garfios de hierro que terminaba en una cabeza de ave y, como colofón, un capitel sobre el que descansaba un cuerpo curvilíneo estriado con aditamento labrado, rematando la obra una pequeña cruz.
Se comenzó a construir el 2 de Julio de 1655 y en 1659 ya estaba terminado e instalado en la plaza; más tarde se trasladó a la huerta, hoy parque, del convento de Capuchinos, luego se desmontó, Se deshizo y fue aprovechado para diversas construcciones, bancos, etc.

EL PUSA POR LOS NAVALMORALES

EL PUSA POR LOS NAVALMORALES

Rebaño de cabras bebiendo en el Pusa

Nuestro río recorre ahora el término de Los Navalmorales, localidad de la que hablamos más abajo

Bajamos el río Pusa desde el puente de la carretera de Los Navalmorales a Espinoso, en cuyo entorno conocimos ya el molino de Bodegas y sabemos que discurría una calzada romana de la que quedan algunos tramos. Como romanos son los restos encontrados en el término de Los Navalmorales por Palomeque Torres.

Molino de Valgrande en el río Pusa

Sigue el cauce en término de Los Navalucillos hasta el molino de Valgrande y discurre brevemente por término de Los Navalmorales hasta el molino y labranza de Colado. El valle va haciéndose más ancho con algunos labrados y barechos y alguna zona de regadío y pastos que a veces de regaban con los canales de los molnos. Fresnedas y algunas choperas pespuntean el cauce y de las barreras ya menos pendientes hay manchas de bosque mediterráneo y algún olivar.  Por encima se extiende las grandes llanuras de las rañas jareñas.

Perspectiva de Los Navalmorales con su iglesia parroquial

El pueblo de Los Navalmorales es llamado así por estar antiguamente dividido en dos: Navalmoral de Pusa población del señorío de Valdepusa y Navalmoral de Toledo, aldea del alfoz de la Imperial Ciudad. Navalmoal de Pusa fue la última de las aldeas del señorío de Valdepusa y durante mucho tiempo fue aldea de San Martín de Pusa.

Navalmoral de Toledo estaba incluida en la comarca histórica de los Montes de Toledo. Dependía de la cuadrilla de Santa maría de la Herrera, donde había minas y ferrerías y su repoblación comenzó con dos vecinos de La Puebla de Montalbán.

Los dos pueblos, separados por el arroyo, al fusionarse en el siglo pasado formaron la actual localidad, que es centro de comunicaciones y  capital económica actual de la comarca de Valdepusa.  Se hizo villa durante el reinado de Felipe IV  y se ha reproducido en la plaza del ayuntamiento el rollo de 1655 que lo simbolizaba.

Rollo reproducido de Los Navalmorales frente al ayuntamiento

Podemos ascender a la ermita del Cristo que, aunque es edificio sin interés, se levanta en la cumbre de la sierrecilla cercana, y es ideal para contemplar las tierras rojas de las rañas, los barbechos y los extensos olivares con su recomendable puesta de sol al atardecer.

Vista de las rañas y olivares de Los navalmorales desde la ermita de San Sebastián

Tiene Los Navalmorales otras dos ermitas construidas en ladrillo, una de ellas junto al cementerio y otra que en realidad fue la iglesia de Navalmoral de Toledo. La iglesia parroquial es una buena construcción dieciochesca en ladrillo y sillería con buena rejería en el ábside y una estilizada torre.

Detalle de una reja en la iglesia de Los Navalmorales

Otros parajes dignos de una visita eran los antiguos baños medicinales, de ellos parte un arroyo rodeado de huertecillos y agradable para el paseo.

El río Cedena también pasa al este del puebloy quedan en él restosde molinos y de una presa para dar luz eléctrica que solamente duró un día al parecer, rompiéndose la primera noche en que se llenó, pero de ello hablaremos otro día. El arroyo Navajata tiene también parajes pintorescos y algunos molinejos de arroyo y su paseo también es agradable.

Arquitectura popular de Los Navalmorales

También son curiosos los estos de las instalaciones de las antiguas minas de La Herrera, situados junto a la carretera que conduce a Navahermosa y que abastecieron de mineral a las ferrerías del Mazo en Los Navalucillos.

También hubo un convento del que hoy quedan pocos restos, aunque es curioso todavía ver la inscripción de VIVA UGT, SALUD en un escudo de los frailes como recuerdo de haber sido también la Casa del Pueblo en tiempos de guerra.

Escudo del convento con la inscripción de UGT

En Los Navalmorales, podemos comer platos caseros y caza en varios establecimientos y a precios muy asequibles. También se celebra una feria anual de artesanía y productos autóctonos de interés.

No debemos marcharnos sin adquirir aceite de oliva virgen de la mayor calidad y de menor coste que los embotellados. Hay dos cooperativas en Los Navalmorales y otra en San Martin donde comprarlo y reponerse del viaje con una rebanada de pan de pueblo con aceite y azúcar.

Capillita del cristo con cerámica de Talavera en Los Navalmorales

En San Martin y en Los Navalmorales se fabrica un mazapán exquisito. Almendra y azúcar como únicos componentes y horno tradicional con leña de retama, tienen el secreto, aunque sus habitantes son llamados cariñosamente en la comarca chocolateros, tal vez por las fábricas de chocolate que hubo en el siglo XIX. Otra actividad muy característica del pueblo la herrería pues de sus fraguas salieron herraduras y otros objetos que dieron trabajo a muchos de sus habitantes.

Restos de las instalaciones de La Herrera

LA MINERÍA DE LA JARA II: MAZOS, MARTINETES Y FERRERÍAS

Edificio de El Mazo en Los Navalucillos

LA MINERÍA DE LA JARAII:

MAZOS, MARTINETES Y FERRERÍAS

En este segundo capítulo de La Minería en La Jara comentamos los artificios hidráulicos que procesaban el mineral y el metal de las minas y ferrerías jareñas

Edificio del mazo de las ferrerías de Safont en Los Navalucillos
Edificio del mazo de las ferrerías de Safont en Los Navalucillos

La actividad minera ha dejado en el paisaje diferentes topónimos como impronta de aquellos afanes y así, encontramos términos como “Casa de la Mina”, “Camino de la Mina” o “Camino de los Plateros”, este último es el caso de una senda que daba servicio a una mina de plata en San Martín de Pusa, Los Navalucillos y Los Navalmorales  disputaron desde antiguo  su jurisdicción sobre Herrera, lugar con nombre minero ya documentado en el siglo XII, y con explotaciones de sus pozos hasta mediados del siglo pasado. Tuvo fama en toda la comarca la ermita de Nuestra Señora de la Herrera; a ella concurrían en su fiesta gran cantidad de comerciantes entre los que destacaban por su número los plateros y fabricantes de utillaje de labor, tal vez residuo esta feria de la antigua actividad metalúrgica del lugar. Las herraduras fabricadas en Los Navalmorales fueron también famosas, y llegaron a exportarse incluso fuera de nuestras fronteras, dando sustento a muchas familias de este pueblo.

Ruinas de los edificios de La Herrera convertidos en granja
Ruinas de los edificios de La Herrera convertidos en granja

Estos caminos mineros a los que nos hemos referido sirvieron para el trasiego incesante de material hacia los puntos de transformación como es el caso de la ferrería de San José, en el paraje de El Mazo, junto al río Pusa en los Navalucillos, donde para el transporte desde la Herrera y otros puntos de extracción en las sierras colindantes, se llegaron a emplear basta trescientas mulas.

El Mazo es otro topónimo de interés que indica la existencia de un gran martillo movido por energía hidráulica para la trituración del material, y sobre todo, para el forjado del hierro ya extraído. Además del ya aludido Mazo del Pusa, existe otros topónimos como “mazuelo”, en las cercanías del cruce del Jébalo con la carretera de Espinoso a Buenasbodas.

El Martinete que da nombre al paraje del río Jébalo. A la derecha el edificio del martinete y a la izquierda el muro sobre el que se apoyaba el eje de la rueda vertical
El Martinete que da nombre al paraje del río Jébalo. A la derecha el edificio del martinete y a la izquierda el muro sobre el que se apoyaba el eje de la rueda vertical

También, rio abajo, se encuentra el lugar que se conoce con el nombre de “El Martinete”, seudónimo de mazo, y que consiste en un artilugio que, como muestra el dibujo tomado de un martinete aún en buen estado en Navafría), acciona mediante el caudal derivado por el canal (C), al abrir la trampilla (T), una rueda vertical (R), que hace girar su eje. Dentro ya del edificio, el eje o árbol A tiene encajados cinco dientes o levas (L) que con el giro del mismo van golpeando sobre el mango del mazo propiamente dicho (M).

Edificio de ElMartinete sobre el Jébalo, antes de su destrucción

El mazo metálico podía pesar entre doscientos y mil kilos, y golpear con una frecuencia de 120 a 180 martillazos por minuto, con lo que podemos hacemos una idea de lo que estos artificios hidráulicos suponían en ahorro de trabajo físico a los procesos metalúrgicos. El martinete del Jébalo conserva todavía el canal y los muros del edificio, junto a otra dependencia en forma de torre, que correspondería al horno, también adosado al canal, lo cual nos hace pensar en que el agua accionaría un barquín, que no es otra cosa que un artilugio soplante, el cual, mediante otro eje, en este caso con solamente dos levas, movilizaría mediante un sistema de palanca dos grandes fuelles que avivarían el fuego de la fragua.

Esquema que representa el funcionamiento de un martinete
Esquema que representa el funcionamiento de un martinete

Otro topónimo que nos trae reminiscencias mineras es el de Robledo del Mazo. En las Relaciones de Felipe ll, los encuestados del agreste pueblo serrano dan como explicación al nombre del lugar que este dicho lugar antiguamente era posada de colmenas y siendo posada como dicho tienen, andaban en ellas ciertos osos que son muy perjudiciales para las colmenas, los cuales se las comían, y para evitar el dicho daño, hicieron en el arroyo que llaman de los Regatos del Mazo, un argumento de la misma agua del arroyo a un mazo que le pusieron hechizo, daba grandes golpes de noche y de día para con ellos espantara los tales osos que hacían daño, y por esta razón se vino a llamar Robledo del Mazo.

En el siglo XVI vemos como estos sencillos jareños llamaban a esta incipiente tecnología “hechizo”; por sus palabras parece que no llegaron a conocer el artilugio y es más probable a mi parecer que se tratara de un mazo minero reutilizado quizás para espantar a los golosos plantígrados, ya que no es poco el esfuerzo que requiere hacer la presa, el canal y el propio artificio para Iuego darle solamente esa utilidad. En las inmediaciones del cruce de la carretera de Anchuras con el río Fresnedoso podemos, todavía hoy, contemplarlas ruinas de una ferrería del siglo pasado, un gran cubo se mantiene en pie; con el agua en el contenida se movilizó una rueda probablemente horizontal, que a su vez accionaría la maquinaria, martinetes y barquines necesarios para la actividad metalúrgica.

Un mazo en el siglo XVIII. La rueda movida por el agua hace girar el eje que con sus dientes acciona el mazo y los fuelles de la fragua
Un mazo en el siglo XVIII. La rueda movida por el agua hace girar el eje que con sus dientes acciona el mazo y los fuelles de la fragua

Pero las instalaciones de mayor entidad fueron las ya referidas de las ferrerías de San José del Mazo. En 1844, don José Safont, rico hacendado catalán, especulador que había hecho su fortuna adquiriendo bienes desamortizados, compró un molino en las orillas del Pusa y construyó todo un complejo metalúrgico movido por energía hidráulica que se abastecía de una presa sobre el río, y para el que fue necesario construir un canal de gran longitud con acueductos para salvar arroyos y perforaciones costosas en el terreno pizarroso de las orillas. Lo construyó el ingeniero francés Elías Michelin (hay quien dice que era hermano del descubridor del neumático), que se encuentra enterrado en Los Navalucillos. Esta industria llegó a emplear a trescientos hombres, y supuso un gran impulso demográfico para la población de Los Navalucillos, ya que mantuvo su actividad fabril hasta principios de siglo.

Hoy en día estas ferrerías y martinetes no son más que ruinas, que antes de su completa destrucción deberían ser catalogadas, estudiadas y, en la medida de lo posible, restauradas por la administración pues son de un gran interés por su interés para la arqueología industrial y el patrimonio cultural de La Jara.

RUTA DESDE PUSA A CEDENA

RUTAS Y SENDEROS  13

DESDE PUSA A CEDENApusacedenaruta

Hoy nuestro paseo discurre por la parte más oriental de nuestra comarca, iniciamos nuestro recorrido en San Martin de Pusa. Vale la pena dar un paseo por el pueblo y observar algunos ejemplares de la arquitectura popular típica de la zona, es una arquitectura del llamado aparejo mudejarista o toledano, con fachadas con machones e hiladas de ladrillo que enmarcan paños de tapial o de mampostería. El palacio de los señores de Valdepusa que se encuentra en la plaza, es buena muestra de esta forma de construir, en el interior del palacio se esconde un verraco de piedra que formaba parte de la cimentación del edificio.

Iglesia de San martín de Pusa y delante la que fue casa del administrador de los marqueses de Valdepusa y lugar donde la tradición local asegura que durmió Santa Teresa
Iglesia de San martín de Pusa y delante la que fue casa del administrador de los marqueses de Valdepusa y lugar donde la tradición local asegura que durmió Santa Teresa

Desde la plaza nos dirigimos a la iglesia, una gran mole de ladrillo no exenta de gracia, en su interior podemos contemplar un magnífico sagrario de plata y ébano,  obsequio a la parroquia en el siglo XVII de los señores feudales.

En una casa cercana a la puerta oeste de la iglesia parece que pernoctó Santa Teresa en su andariego trajinar cuando volvía de Guadalupe vía Espinoso y se dirigía a ver a su sobrina en la Puebla de Montalbán.

Fuente de la plaza y detrás el palacio de los marqueses de Valdepusa
Fuente de la plaza y detrás el palacio de los marqueses de Valdepusa

No debemos marcharnos de San Martin sin conocer la Ermita del Cristo de Valdelpozo,también de aparejo mudejarista y bien conservado artesonado. En la casa aneja del santero ,en mitad de una habitación se encuentra el pozo donde fue arrojado el Cristo para preservarlo de la destrucción en tiempos tumultuosos.

Junto a la Iglesia discurre la carretera que nos llevará a Villarejo de Montalbán. Este pequeño pueblecito merece una parada para ver el puente romano que se encuentra aguas abajo del caserío. La iglesia también tiene cierto encanto, la escalera de caracol de la torre es de buena sillería de granito como el resto de la obra, y podemos observar en el coro algunos canecillos de madera bellamente labrados.

Seguimos por un camino paralelo al Cedena que asciende río arriba hasta encontrarnos con una elevación formada por grandes batolitos de piedra, es el conocido como Riscal de Velasco, y vale la pena ascender a la cumbre de este estratégico cerrete que albergó desde un yacimiento amurallado de la Edad del Bronce, hasta partidas de carlistas, pasando por un poblado romano y otro medieval. La vista sobre el valle del Cedena es muy hermosa.

Puente sobre el río Cedena junto al molino campanero
Puente sobre el río Cedena junto al molino campanero

Continuamos sin dejar el camino y los conejos y perdices se  cruzan con frecuencia, ya que es ésta una zona de gran abundancia cinegética. Llegamos a un caserío desde donde descendemos hasta el río, allí en un lugar donde la tranquilidad y soledad están aseguradas, encontramos un paraje de lo más ameno formado por el Molino Campanero del sigloXVII, un puentecillo que daba acceso a él y las praderas y arboledas cercanas al Cedena.

Vista desde la ermita de San Sebastián en Los navalmorales, con las rañas, olivares y sierras jareñas al fondo
Vista desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales, con las rañas, olivares y sierras jareñas al fondo

Desde el Cortijo de los Pobres, que es el caserío antes aludido, parte un camino que nos conduce directamente a los Navalmorales. Otra alternativa es volver a Villarejo y tomar un camino asfaltado que nos lleva también  a este  pueblo, llamado así por estar antiguamente dividido en dos, Navalmoral de Pusa y Navalmoral de Toledo, que al fusionarse en el siglo pasado formaron la actual localidad, centro de comunicaciones y pequeña capital económica de la subcomarca de Valdepusa. Es de destacar la iglesia parroquial en piedra y ladrillo con una torre esbelta y con una curiosa reja adornando la ventana de una capilla.

Capilla de Los navalmorales con imagen del Cristo y azulejería talaverana de repetición con un original motivo,
Capilla de Los navalmorales con imagen del Cristo y azulejería talaverana de repetición con un original motivo,

Es de interés el ascenso a la ermita del Cristo que se levanta en la cumbre de la sierrecilla cercana, para contemplar desde ella las tierras rojas y los olivares, recomendable al atardecer.

Otros parajes dignos de una visita son los baños medicinales, de ellos parte un arroyo rodeado de huertecillos y agradable para el paseo. También son curiosos los pozos de las antiguas minas de La Herrera, situados junto a la carretera que conduce a Navahermosa y que abastecieron de mineral a las ferrerías del Mazo en Los Navalucillos.

Tanto en San Martin como en los Navalmorales podemos comer  platos caseros y caza en varios establecimientos y a precios muy asequibles.

Aceite y mazapán

No debemos marcharnos sin adquirir aceite de oliva virgen de la mayor calidad y de menor coste que los embotellados. Hay una cooperativa en Los Navalmorales y otra en San Martin donde comprarlo y reponerse del viaje con una rebanada de pan de pueblo con aceite y azúcar.

Tanto en San Martin como en Los Navalmorales se fabrica un mazapán exquisito, almendra y azúcar como únicos componentes y horno tradicional con leña de retama, tienen el secreto.

En término de los pueblos de Valdepusa se sitúan las bodegas de Griñón, Osborne y Capilla del Fraile que han dado realce al vino que desde hace mucho tiempo era ya considerado en la comarca pero sin el prestigio de las marcas señaladas.