Archivo de la categoría: Etnografía

MOLINOS DE PUENTE DEL ARZOBISPO, Patrimonio en peligro 10

MOLINOS DE PUENTE DEL ARZOBISPO, Patrimonio en peligro 10

Puente del Arzobispo y sus molinos en el plano de navegación del Tajode Carduchi del siglo XVII

FICHA DE BIEN EN PELIGRO

Denominación.-

Molinos de Puente del Arzobispo

 Término Municipal.-

Puente del Arzobispo

 Situación.-

Río Tajo, junto al casco urbano

Molinos de Puente con el caserío al fondo

 Categoría.-

Bien inmueble

Descripción del Bien.-

Comenzaremos por los molinos de Puente del Arzobispo que eran los más concurridos y probablemente los más potentes de la zona, incluso de la provincia, y así en el siglo XVIII se dice de ellos que “no hay en el Tajo otros mejores ni más resistentes”[1]. No sería extraño que ya existieran en época musulmana, el Arzobispo Tenorio los hereda de su madre en el siglo XV, los reforma y revitaliza para ayudar a financiar al Hospital de Santa Catalina que albergaría a pobres, enfermos y transeúntes que pasaban por la villa en su peregrinaje hacia Guadalupe cruzando el puente que él mismo hizo construir.

En los años inmediatos a su fundación se dice de ellos que son “cuatro aceñas con cinco piedras muy veloces”. Durante el siglo XVIII dos de las ruedas se consideraban muy antiguas y una tercera estaba fechada en 1612. Las piedras tienen nombres que han conservado hasta la actualidad como Espolique, Santa Catalina o Pasapanda.

Molins de Puente desde la orilla sur del río

En 1730 entre las cargas del Hospital está el pago de jornales al maestro molinero y al arriero-maquilador, es decir al hombre que transportaba el grano y ayudaba en la molienda. En el Catastro de Ensenada, entre los artesanos del pueblo se nombra a un molinero al que se le regula de beneficio seis reales, cantidad que podemos considerar  cercana a la media de otros artesanos. El beneficio del molino es mucho mayor ya que aparecen estas piedras como las más rentables de la provincia junto a las de Santa Cruz de la Zarza con nada menos que 1000 fanegas de trigo anuales de utilidad.

Jiménez de Gregorio en su historia de Puente, nos facilita unos curiosos datos sobre la reparación de la presa de estos molinos. Se adjudica la dirección de la obra a fray Pedro de Santa María, también conocido como fray Pedro de los Molinos, maestro de “obras y riberas” de los jerónimos de Talavera que como veremos estuvieron muy vinculados a la molinería de la Ciudad de la Cerámica donde llegaron a poseer dos grandes paradas. La obra en cuestión se presupuesta en 40.000 reales y se hace mediante “un encadenado de vigas gruesas con los olambres convenientemente reforzados con cuarterones y rollos, levantando siete pies en cuadro, entablado de cajones interpolados y todo reforzado con viejas piedras”.

Estos molinos presentan en la actualidad un aspecto impresionante con su gran edificio de al menos siete cuerpos con cuatro tajamares y hasta once piedras cada una con su nombre propio ( Rayo, Espolique, Vapor, San Juan, Santa Catalina). Tres de ellas se encuentran en un edificio separado del núcleo principal que se sitúa en un nivel más elevado sobre el cauce. Se trata del “molino de invierno” que se utilizaba cuando las crecidas  inundaban el resto de las piedras.

Otras dependencias se destinaban a cernedero, almacén para los costales e incluso a pecera para mantener fresco el pescado capturado en el cañal del molino. Por encima del edificio molinero propiamente dicho se puede todavía observar otra construcción donde se alojaban una herrería y carretería, las cuadras y los alojamientos. Tiene también estructura acabada en tajamar para soportar las crecidas que pudieran alcanzarla.

La presa, fabricada con bloques graníticos, cuenta hoy con unas dimensiones similares a las descritas por fray Pedro de los Molinos cuando la repara en 1730: 125 pies en la cabecera, 290 en la falda, grueso de cabeza a pies 300 pies, 15 a 18 pies en la profundidad y 9 a 10 en la rasante. Como vemos, esta descripción nos aporta una interesante terminología utilizada para denominar las medidas de una presa molinera.

Otra vista de los molinos de puente

 

Cronología principal.-

Siglos XV-XX

 Protección legal.-

La normativa genérica de protección del patrimonio autonómica y estatal

 Propietario.-

Privado

 Valoración del Bien.-

  • Valor histórico
  •  Valor etnográfico

Principales riesgos apreciados.-

  • Riesgo de desaparición
  • Riesgo erosión y deterioro por la corriente fluvial

 Bibliografía de referencia.-

-Méndez-Cabeza Fuentes, M., Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo, Toledo, 1998

-Jiménez de Gregorio, F., Historia de la Villafranca de la Puente del Arzobispo, Toledo, Toledo, 1990

-Inventario etnográfico de la Campana de Oropesa de la Diputación de Toledo, Toledo 1991

LAS ACEÑAS DEL CONDE en El Torrico, Patrimonio comarcal en peligro 7

FICHA DE BIEN EN PELIGRO

Aceñas del Conde vistas aguas arriba del artificio

Denominación.-

Aceñas del Conde

 Término Municipal.-

El Torrico

 Situación.-

En el Tajo, río abajo de Puente del Arzobispo, en Término de El Torrico

 Categoría.-

Bien inmueble

 Descripción del Bien.-

Aceñas del Conde En El TorricoLas aceñas del Conde conservan, sobre el pasillo que da acceso a las compuertas, el blasón granítico de los señores de Oropesa.

El edificio está relativamente bien conservado pero se perciben en sus muros varias reformas y añadidos que a lo largo de los siglos han ido modificando el aspecto exterior de estos molinos. En esquema se diferencian cuatro partes.

La primera y la que más se adentra en el río es la más antigua, la que albergaba las viejas aceñas de rueda vertical. El plural de la denominación se basa en la existencia de dos ruedas verticales. La más interior apoyaba su eje por un lado en un edificio con tajamar macizo y por el extremo exterior se apoyaba en una segunda construcción abovedada similar a la de Calatravilla donde se perciben dos huecos en el piso, uno anterior y otro posterior, que alojaron los dos pares de muelas. La piedra que se situaba río abajo, habría apoyado su eje sobre el tercer cuerpo del complejo molinero, hoy modificado por haberse dispuesto para el alojamiento de varios molinos de regolfo, aunque todavía puede observarse sobre el muro el orificio donde giraba el eje y lo que parece una huella de rozamiento de la rueda. También resulta todavía visible el canal y la compuerta que regulaba el caudal .En ese tercer cuerpo del edificio se albergaban seis cubas de regolfo en sus respectivos cárcavos con las que se movilizaban seis piedras que se encuentran en una sala común. Desde ella se llega a una puerta de acceso a una pasarela de servicio para las compuertas y a una escalerilla de subida al techo abovedado. Otra pasarela de acceso exterior daba  paso a las cubas de los regolfos.

Aceñas del Conde

Por último, el edificio de todo el conjunto más cercano a la orilla es un molino de invierno o de creciente que funcionaba cuando se inundaban el resto de las piedras. Cuenta con tres cubas que desembocan en un sólo cárcavo de salida sobre el que se accedía al molino. Por delante de estas cubas hay una dependencia cubierta donde probablemente se colocaba la cernedora, ya que un orificio en el muro del molino muestra la marca del roce de la correa que era movilizada por el eje del último regolfo del edificio principal. Sobre la bóveda, un pequeño depósito de obra parece que servía para humedecer o airear el trigo si era necesario para una mejor molienda.

Plan de navegación del Tajo de Carduchi del siglo XVII donde quedan reflejadas las aceñas del Conde

Este importante conjunto molinero se completa con otros edificios como la vivienda del molinero, que ya aparece en el proyecto de navegación de Carducci del siglo XVII situada en el mismo lugar elevado que en la actualidad, unas cochineras de gran capacidad y otras dependencias de habitación, almacenaje y cuadras.

 Cronología principal.-

Siglos XV y probablemente anteriores pues muchas de estas aceñas se asientan sobre antiguos artificios árabes

 Protección legal.-

Las genéricas de la legislación autonómica y estatal de protección del patrimonio

 Propietario.-

Iberdrola?

 Valoración del Bien.-

  • Valor histórico
  • Valor etnográfico

Principales riesgos apreciados.-

  • Deterioro por inundación erosión de la corriente fluvial

 Bibliografía de referencia.-

  • Méndez-Cabeza Fuentes, M., Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo, Toledo 1998
  • Inventario Etnográfico de la Campana de Oropesa de la Excma. Diputación Provincial de Toledo

CONJUNTO DE HORNOS DE CAL DE MONTESCLAROS, Patrimonio comarcal en peligro 4

CONJUNTO DE HORNOS DE CAL DE MONTESCLAROS, Patrimonio comarcal en peligro 4

Horno de cal de Montesclaros y casilla de los caleros

FICHA DE BIEN EN PELIGRO

Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo

Denominación.-

Caleros de Montesclaros

 Término Municipal.-

Montesclaros

 Situación.-

En torno al camino que se dirige hacia el sur desde Montesclaros para darles servicio. Parte de la ermita de San Sebastián

Vetas calizas del terreno cercano a los caleros y piedra caliza extraída para el horno

Categoría.-

Bienes inmuebles de interés etnográfico

 Descripción del Bien.-

Los hornos de cal o caleros tienen la estructura de pozos elevados sobre el terreno de hasta cinco metros de profundidad con una anchura máxima también de unos cinco metros y que se construían con mampostería granítica unida con barro. Por una pequeña abertura inferior, la boca de dar fuego, se cargaba de leña fina de jara o retama, la llamada» hornija“. En la parte inferior del horno, un saliente del muro en forma de repisa servirá para «encañar» la piedra caliza, es decir colocarla en forma más o menos abovedada para que pueda absorber bien el calor de la hornija.

La piedra se obtenía con picos y almadanas de las vetas cercanas, cuya explotación da al entorno un curioso aspecto. La cal cargada en caballerías se llevaba a toda la comarca de Talavera y Gredos para «enjalbegar» o blanquear las paredes, ya sea con finalidad estética, o higiénica pues, por ejemplo, después de la muerte de algún familiar también se blanqueaban al menos las habitaciones que había ocupado,  y además para dar claridad a las pequeñas puertas y ventanas o, por el contrario, para repeler de los muros la fuerte insolación de nuestro clima. También se hacía con ella la argamasa que se utilizaba en la construcción, antes de la generalización del cemento.

Hasta veinte de estos hornos podemos observar en el camino, cada uno con su nombre propio: Carlos Chato, Campana Gorda, Cosa Mala y otros sugerentes apelativos que recuerdan el tiempo en que la actividad de aprovechamiento de la cal era un componente fundamental de la economía de las gentes de Montesclaros.

Se da la circunstancia que las canteras de mármol situadas en su entorno fueron utilizadas entre otras para esculpir las imágenes de las Fuentes de Cibeles y Neptuno en Madrid

Frontal de un horno calero con la boca de dar fuego en medio y dos alacenillas laterales

 Cronología principal.-

Indeterminada

 Protección legal.-

La genérica de la normativa autonómica y estatal para este tipo de elementos

 Propietario.-

Diferentes propietarios privados

 Valoración del Bien.-

  • Valor histórico y etnográfico

Principales riesgos apreciados.-

Deterioro por encontrarse a la intemperie sin utilización ni mantenimiento

 Bibliografía de referencia.-

  • Rodríguez Albarrán, E.  Montesclaros, cinco siglos de vida. Toledo 1983
  • Rodríguez Albarrán, E. La Cibeles y Neptuno llegaron de Montesclaros. Toledo, 1986
  • Méndez-Cabeza Fuentes, M. 115 Excursiones desde Talavera. Talavera 2012
Otro de los hornos caleros de Monesclaros en su entorno de dehesa

LOS MOLINOS DE RIOFRÍO, PATRIMONIO COMARCAL EN PELIGRO 3

PATRIMONIO EN PELIGRO 3:

LOS MOLINOS DE RIOFRÍO

Denominación.-

Conjunto etnográfico de los molinos de riofrío

 Término Municipal.-

Sevilleja de la Jara, Campillo de la Jara

 Situación.-

Riberas de Riofrio en prácticamente todo su recorridoMolino de Riofrío y dependencias anexas de vivienda, cuadras...

 Categoría.-

Bienes inmuebles

 Descripción del Bien.-

En el ámbito de Buenasbodas y Gargantilla, aunque muchos molineros eran de La Nava de Ricomalillo,  se localizan gran parte de los molinos de cubo de Riofrío. Nada menos que veintitrés artificios se reparten a lo largo de los aproximadamente diez kilómetros de cauce de este río jareño.

Ya hay constancia de la existencia de al menos uno de estos molinos en el siglo XIV y forman un conjunto de gran interés etnográfico pues se aprovecha prácticamente toda la potencia del agua por captarse casi inmediatamente el caudal para mover el rodezno de un molino nada más salir del cárcavo del anterior, aguas arriba.Molino del Estanco en la desembocadura de Riofrío en Huso

Son ejemplares de una hermosa arquitectura popular en pizarra con sus pequeñas presas que dan lugar a rincones muy amenos con tablas tranquilas, sus canales y sus rústicos acueductos para salvar los obstáculos, las viviendas de los molineros, las cochineras, los chozos, las majadas y las cuadras que podemos imaginar llenas de vida y formando todo un pueblo que se extendía por las riberas de Riofrío,Molino de Riofrío donde se ven el cubo y la sala del molino

 

Cronología principal.-

Siglos XV-XX

 Protección legal.-

Las genéricas del patrimonio autonómicas y estatales

 Propietario.-

Diferentes propietarios privados

 Valoración del Bien.-

  • Valor histórico
  • Valor etnográfico y de arquitectura popular

Principales riesgos apreciados.-

  • Riesgo de ruina y derrumbe de la mayoría de los elementos

BIBLIOGRAFÍA

Méndez-Cabeza Fuentes, Miguel. Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo, Toledo 1998

ASPECTOS TÉCNICOS Y SOCIOLÓGICOS DEL TRAJE TRADICIONAL EN LAS TIERRAS DE TALAVERA

EL TRAJE TRADICIONAL EN LAS TIERRAS DE TALAVERA

ASPECTOS TÉCNICOS Y SOCIOLÓGICOS

Medias y calzado del traje de lagarterana

ASPECTOS TÉCNICOS

Sin duda el análisis técnico de la elaboración de tejidos, motivos y técnicas de ejecución de ornamentos o bordados aportan una serie de datos interesantes sobre el traje tradicional, pero no profundiza en el alma popular que da lugar a esas expresiones artesanales, o si se quiere artísticas.

El estudio métrico de los trajes, sus patrones o la descripción exhaustiva de materiales empleados nos serán de ayuda. La zona de nuestro estudio es como en otros aspectos una zona en la que no abundan, salvo introducción artificial posterior, los materiales ricos, sedas, encajes etc. que sí adornan por ejemplo en los trajes levantinos, a pesar de la tradición sedera que habría supuesto la instalación en la ciudad de la Real Fábrica de Sedas, pero que, al tratarse de objetos de lujo, no parece que creara una corriente estética popular que utilizara estos elementos en la comarca.

Detalle de la decoración del traje tradicional de Lagartera

ASPECTOS PSICOLÓGICOS y SOCIOLÓGICOS

La antropopsicología es una ciencia que aporta otro enfoque del traje tradicional, que no sin dificultades puede darnos algunas explicaciones sobre determinados aspectos del traje en relación con, por ejemplo, el matriarcado, el chamanismo, las formas iniciales de religión u otras cuestiones relacionadas con las instituciones iniciales de la humanidad, pero que solamente podemos aplicar en estados primitivos de la civilización.

Éste es un terreno muy resbaladizo en el que han trabajado científicos que con la excusa de encontrar el “estilo de raza” han llegado a deducciones que en algunos casos rozan el racismo. Según algunos de esos autores La Mancha y Castilla  son zonas que podíamos incluir en los hombres de la revelación, de las razas esteparias, con un simplismo que nos hace a todos los castellanos “quijotes”, sobrios personajes casi místicos, pero sin tener en cuenta la contraposición de los “sanchos” que igualmente se encuentran en nuestros pueblos.

Desde un punto de vista sociológico, deberemos estudiar los diferentes empleos y usos del vestuario con sus variaciones en el traje de trabajo o de diario y en el de fiesta, las modificaciones según la edad o estado social de viudedad o de soltería, las variaciones por el sexo o las que muchas veces nos da el oficio predominante de una zona, porque, por ejemplo, aunque todos los maragatos no eran arrieros, es el traje de los habitantes de esa zona que se dedicaban a esa actividad el que ha quedado como representativo de ellos. Sin contar los numerosos casos en que se considera el traje ceremonial o ritual como el traje típico de un pueblo, como por ejemplo los animeros y animeras de Valdeverdeja, o el de la soldadesca de Las Herencias, que es considerado aquí como el traje de esta localidad jareña; o el traje de boda en Lagartera.

Animero de Valdeverdeja bailando la bandera en carnaval

A veces, también los elementos que reflejan la jerarquía de las cofradías en rituales como las procesiones, hace que determinados personajes lleven un vestuario determinado que resalta su autoridad y que a veces se acaba generalizando como traje típico de gala.

Tradicionalmente se ha dividido el territorio nacional en tres grandes regiones respecto al traje típico. La Región Cantábrica o Norteña, la región Mediterráneo -Andaluza y la región Central, en la que se encuentra nuestra comarca. A su vez, estas grandes regiones se dividen en zonas diversas y la Central cuenta con los magníficos trajes de la zona leonesa-extremeña u occidental, que como hemos dicho llega hasta los pueblos de la Campana de Oropesa, sigue hasta los vestidos más sencillos de la zona Serrana, situada en el sistema central desde Ávila y Segovia hasta las sierras madrileñas, y por último La Mancha y la parte de Aragón que está menos influenciada por las corrientes mediterráneas.

En la zona leonesa, desde el sayo hasta los llamativos sombreros y monteras más o menos evolucionados, pasando por las gorras abulenses, con ejemplos cercanos a nosotros como los de Navalcán o Lagartera; o las abigarradas decoraciones charras que se prolongan hasta nuestras recargados diseños lagarteranos. Son comarcas sobre todo vinculadas a la ganadería, con lo que ello condiciona los diseños y materiales utilizados.

Navalqueñas bailando en una boda en una foto de Inge Morth

La zona Serrana va degradando la cantidad y calidad del adorno según se extiende hacia el oriente. La zona occidental de la provincia de Toledo y la de Ciudad Real no son en absoluto manchegas y desde el punto de vista etnográfico podemos enmarcarlas dentro de la zona extremeña, tanto en lo que se refiere a La Jara como a los montes occidentales de Ciudad Real. La menor riqueza de materiales y motivos en La Jara también debemos enmarcarla en la modestia de sus recursos económicos y por tanto de su población, que durante muchas épocas de su historia ha vivido en una economía casi de subsistencia.

En cuanto al peinado, las zonas aledañas a la nuestra nos dan pistas sobre las influencias recibidas. En Ávila, del moño de picaporte cuelgan cintas de seda bordadas con abalorios y sedas de colores llamadas porretas. En Navamorcuende, capital de un señorío repoblado por abulenses, vemos un curioso peinado del que también cuelgan cintas como en otras localidades del ámbito de este libro, característica serrana y extremeña. Más característico es el moño de picaporte de Lagartera  y la espumilla que se pone los días de fiesta. De él penden también cintas de seda que algunos autores antiguos dicen bordadas en Talavera, tal vez como recuerdo de las que se hacían en nuestras Reales Fábricas. Muchos de estos moños se adornan con alfileres de filigrana. El pañuelo es aditamento general de los trajes de diario en toda la zona y así lo atestiguan las viejas fotografías en las que es raro ver a una mujer sin su pañuelo generalmente oscuro, salvo en Lagartera donde son blancos, cubriendo incluso la frente.

En cuanto al calzado nos encontramos nuevamente con que la zona occidental de nuestra comarca cuenta con los calzados típicos de la región leonesa-extremeña, mientras que en otras zonas por la humildad de sus economías o por tradición se utiliza el calzado de esparto, más propio de gentes de la agricultura que de los pueblos ganaderos que sí pueden utilizar las abarcas de cuero.

CRITERIOS ARTÍSTICOS DEL TRAJE TÍPICO DE LAS TIERRAS DE TALAVERA

EL MÉTODO ARTÍSTICO

Traje de Navalcán

A pesar de su subjetividad y difícil abordaje desde un punto de vista científico este ha sido el método más empleado para estudiar los trajes típicos, aunque muchas veces se ha reducido a una mera descripción de diferentes elementos ornamentales de los vestidos o de sus accesorios. Las formas, las proporciones, o el color han ido sufriendo las modificaciones que el pueblo ha creído convenientes, eliminando lo que era accesorio desde un punto de vista estético pero también simbólico.

Debemos buscar las diferentes formas, estableciendo sus tipos y género, su edad y su difusión, detalles que nos podrá llevar incluso a deducir el origen genealógico del elemento estudiado. La forma es expresión de la esencia de un objeto, pero también de su destino e incluso de su utilidad. En estos aspectos influye también el material del que está hecho ese objeto y la técnica de su elaboración. Estas formas pueden tener un origen anónimo en la ejecución individual ancestral pero también en influencias culturales externas por intrusión o préstamo, o simplemente por cruzamiento de culturas, lo que hoy se denomina mestizaje. Estas formas pueden variar pero siempre conservan la finalidad para la que habían sido ideadas, aunque a veces pueden evolucionar tanto que casi no percibamos esa utilidad y así, un alfiler para el pelo podrá haber sido modificado en su forma a lo largo de la historia, pero siempre conservará por muy debilitada que la percibamos su utilidad original, aunque los aspectos estéticos la hallan enmascarado.

Traje de Hinojosa de San Vicente

El color y el dominio de las tonalidades del claroscuro es otro de los aspectos artísticos fundamentales y en él deberemos apreciar los matices de intensidad y la pureza del mismo. El color del fondo y el color de los motivos que sobre él se van a dibujar y sus diversas combinaciones serán otros de los datos que habremos de tener en cuenta, especialmente en nuestro país donde el pueblo es (era) un verdadero maestro. Baste ver las combinaciones de color de la azulejería talaverana o de un traje de lagarteranos para darnos cuenta de ello. Como norma general, en nuestros trajes predomina el rojo de fondo en los refajos con los dibujos en negro, mientras que el busto se viste de corpiños, mantos o pañuelos negros u oscuros con los bordados polícromos.

El tercero de los elementos de estudio en los criterios artísticos de una obra popular es el de los motivos decorativos, en los que además del motivo en sí y de sus posibles estilizaciones a lo largo de su evolución, deberemos estudiar la simetría, por ejemplo, de sus ondas o espigas, si los motivos tiene una distribución en torno a un eje, o a un círculo, y en este caso si es su distribución radial o concéntrica, y qué lugar ocupa ese motivo principal etc.

Faltriqueras de una artesana de Segurilla

Los símbolos pueden ser simplemente una abstracción, una simplificación. Del mismo modo que las pinturas del arte esquemático representan a un ser humano simplemente por una línea con dos brazos, estos elementos pueden llegar a ser representaciones ideales de conceptos míticos e incluso místicos o religiosos, e incluso nacionales, baste recordar la capa como símbolo español y como se defiende ese símbolo en momentos históricos como el motín de Esquilache, o cómo prendas como las boinas rojas de los carlistas simbolizaban toda una ideología.

De la síntesis de los motivos y los símbolos que se emplean en los objetos del arte popular resulta el estilo, dos de los cuales siempre han predominado en la ornamentación popular ya desde el neolítico, el geométrico y el que busca su inspiración en la naturaleza, aunque ambos no son excluyentes. La conjunción de todos esos elementos pueden llegar a crear estilos artificiales como el llamado estilo español que ha influenciado en la cultura de principio de siglo de muchos países americanosn con la utilización de cerámicas talaveranas o sevillanas de la época de Ruiz de Luna o las rejas toledanas en construcciones que hoy día siguen de moda en grandes mansiones del oeste americano. Fue precisamente la generación del 98, con cuyo ideario estético tuvo Ruiz de Luna bastante relación, la que comenzó a promocionar y poner en valor todos estos aspectos históricos de la estética tradicional española, y de ahí el éxito que en su época tuvo la cerámica talaverana, cuyos motivos él mismo utilizó en el traje de alfarera de gala que luego describiremos.

Ina boda en Lagartera con sus trajes tradicionales

En las prendas de vestir de mayor tamaño se suelen decorar las partes más visibles de ellas, y así, en Castilla, se utilizan los frisos y cintas que adornan los vuelos de las mismas. Esas bandas son de diferente ancho y realizadas en materiales variados, aunque en general el motivo principal se encuentra en el centro y en los laterales se suelen trazar motivos más estilizados y geométricos, que por otra parte también pueden verse modificados en su diseño original por las dificultades técnicas que el bordado puede imponer, ya que tiene que ajustarse al número de hilos de las cuadrículas del tejido.

Tres son los tipos de motivos que en general se dan en el territorio peninsular, y aunque los tres pueden verse combinados en cualquiera de las regiones, hay predominio de unos u otros según las zonas, y de esta forma los motivos puramente geométricos adornan más los vestidos de Cantabria o Andalucía, aunque por diferentes causas. Los motivos estilizados se dan en las dos mesetas de forma muy dominante, mientras que los motivos naturalistas se dan con mayor frecuencia en La Mancha y el Mediterráneo como si todavía quedaran restos del arte rupestre levantino. Esta ley de alguna forma no se cumple en nuestra zona, pues prácticamente todos los refajos, mantos, faltriqueras o mandiles llevan decoración de motivos naturales con predominio de los florales y algunos pájaros, los motivos geométricos son prácticamente inexistentes.

A principios del siglo pasado ya determinó Luis de Hoyos Sáinz un mapa de distribución de motivos ornamentales y, como en otras ocasiones, nuestra comarca se quedaba como área fronteriza entre dos zonas concretas. La que Hoyos denomina Zona II es la zona occidental, desde León hasta Huelva, en la que además de la variedad de soportes en telas muy diversas, desde las lanas locales a sedas o terciopelos importados, añade la de formas, colores y motivos geométricos, arabescos e incluso de representación humana, todos ellos presentes en las labores y el traje lagarterano y todos sus compañeros de la Campana de Oropesa, comarca plenamente integrada en esta zona. Para algunos esa uniformidad se remonta hasta los tiempos de las tribus vettonas y lusitanas que se extendían por toda esa tierra en la protohistoria, para otros es la ganadería como dedicación fundamental de sus habitantes y la trashumancia practicada desde tiempos lejanos la que unificó todos esos territorios desde un punto de vista etnográfico, pero hay quien basándose en ciertos motivos orientales que aparecen en las labores lagarteranas han querido ver influencias mozárabes e incluso coptas en el origen de algunos motivos.

Las formas de herencia, la tradición guerrera, las convicciones religiosas cristianas, y otros aspectos paganos hoy cristianizados que se reflejan en los motivos y en la decoración heráldica más o menos degenerada, además de los modelos naturales, han cristalizado en algunas de las formas que podemos encontrar en el complejo ornamental de una comarca determinada.

La segunda zona de influencia de nuestra comarca y en la que podemos incluir casi todo el territorio del presente trabajo es la denominada Zona III o Central, en la que disminuye ese exceso ornamental, las vestiduras se hacen más sobrias, más castellanas aunque podemos percibir la influencia de la zona extremeña en algunos pueblos de La Jara occidental, aunque más degradada y empobrecida en motivos y colorido. Los bordados se simplifican y abundan los frisos y cadenetas. Los motivos son naturalistas, sobre todo florales, pero de diseño sencillo. Los soportes suelen ser paños más burdos y de colores neutros sin la abundancia de pedrerías, lentejuelas y metales típicos de la zona oeste, aunque la facilidad de acceso y el abaratamiento de su coste ha hecho que se adornen más con estos ornamentos algunos mandiles y jubones de los que veremos luego.

EL TRAJE TRADICIONAL EN TALAVERA Y SU TIERRA, CUESTIONES HISTÓRICAS

MÉTODO HISTÓRICO

Personajes talaveranos en un dibujo de Laborde de principios del siglo XIX

Los estudios del traje desde un punto de vista histórico deben fundamentarse en un concepto evolutivo del mismo, analizando la variación de las prendas y las causas que han modificado tanto sus diseños y adornos como los materiales empleados. Quienes han estudiado la indumentaria popular consideran que los que se deben estimar como trajes tradicionales son los que se fijaron y estabilizaron entre 1750 y 1880, década en la que se inicia tímidamente la trasformación económica e industrial de España, aunque en muchos de nuestros pueblos ese periodo podríamos ampliarle hasta principios del siglo XX. En muchos casos, lo que ha sucedido es que se ha tomado como traje típico el traje de fiesta o de gala que utilizaban los campesinos algo más pudientes en nuestros pueblos y de ahí por ejemplo el uso generalizado del mantón de Manila o mantones con bordados locales, que aparecen en muchas fotos decimonónicas, mientras que nunca se ven en esas los corpiños que hoy día llevan muchos de nuestros trajes y que realmente fueron introducidos en muchos casos por la Sección Femenina.

Personajes talaveranos en el Charcón en un grabado del siglo XIX

Salvo en determinadas zonas aisladas, el traje típico se ha relegado a fiestas y celebraciones de carácter histórico o de afirmación de localismos o identidades autonómicas o regionales. Aunque ésta no es una ley uniforme, pues, en nuestro ámbito más cercano, lugares tan poco incomunicados como Lagartera, que se encuentra junto a una de las carreteras radiales de España, son como esta localidad paradigma del traje típico en España.

Castilla siempre asumió con demasiada naturalidad las culturas foráneas y fue el crisol de las diferentes expresiones culturales españolas, lo que ha hecho que se produzcan hechos tan lamentables como que en Talavera de la Reina, por ejemplo, sea más fácil ver en sus ferias trajes de andaluza que de talaverana. Es por ello que en muchas zonas castellanas en general y en nuestra comarca en particular se hayan ido perdiendo los trajes tradicionales, que por otra parte, dada su sobriedad, tampoco han sido excesivamente llamativos para las inclinaciones estéticas de las nuevas generaciones.

Talaverana en un cartel de feria de 1950

Son por tanto de gran valor las láminas, grabados, pinturas y viejas fotografías las que nos pueden ayudar para establecer una secuencia del traje tradicional en una zona concreta. Y debemos hacer una mención especial a las colecciones fotográficas de diferentes localidades que han sido editadas en los últimos años por muchos de nuestros ayuntamientos, a pesar de que las instantáneas nos ayudan principalmente en lo referente al traje de diario o de trabajo.

En los planos de distribución de los trajes tradicionales llegamos a ver incluso zonas en blanco en las que prácticamente han desaparecido, o lo que es peor se ha fabulado con diseños fantásticos que nada tienen que ver con la indumentaria local que históricamente se ha utilizado en esas comarcas.

Mujeres de la familia Ruiz de Luna vestidas con traje tradicional

Abundan más los mapas parciales que señalan una característica determinada de un traje y su evolución histórica. Un ejemplo clásico de ello es el mapa de principios de sigloelaborado por Luis de Hoyos sobre la evolución de las prendas de busto en el hombre, en el que la prenda más arcaica es el sayo, que se ajusta al cuerpo, tiene escote redondo y manga larga y ajustada y en el vuelo de abajo lleva aldetas o aberturas. El coleto es parecido pero hecho de piel. Pues el sayo, aunque es típico de la región leonesa, se prolonga en su extensión hasta Lagartera o Valdeverdeja, mientras que la llamada chamarreta es prenda definida como una casaquilla que no ajusta al cuerpo, que llega hasta por debajo de la cintura, abierta, redonda y con mangas. Esta prenda extiende su extensión por Castilla la Vieja y llega hasta nuestra zona de estudio, que se limita al oeste por otra de estas prendas que es el chaquetón, de solapas triangulares y cuello alto. Hoy día sin embargo solamente quedan sencillos chalecos en el traje del varón de nuestra comarca, salvo en los trajes de esa zona de la Campana de Oropesa que podríamos denominar “leonesa” desde el punto de vista de la indumentaria.

Sorolla pintando tipos lagarteranos en el pórtico de la iglesia

Por el contrario, hay prendas casi generalizadas en todo el territorio como es la blusa o blusón de trabajo o la chambra, muy unidas al trabajo agropecuario y que solamente se diferencia de unas zonas a otras por el material de que está hecho o por los adornos añadidos. Precisamente, los hombres que aparecen en las fotografías aludidas llevan este tipo de blusa fruncida por debajo del cuello y con bordados.

También se da el caso de que se haga en una población un diseño a posteriori de un traje típico que ha sido ideado por intelectuales o artistas basándose en algún aspecto simbólico de su cultura o su artesanía. Es el caso del diseño del traje de talaverana que diseñó Ruiz de Luna que, aunque es producto de la imaginación de tan gran ceramista ha sido asumido por los talaveranos como uno de sus símbolos más conocidos.

No se ha acometido el estudio de la aparición de los trajes regionales, del fondo cultural arcaico y étnico de los muchos pueblos que transitaron por la península y que fueron dejando pinceladas de su estética en la indumentaria

Tipos talaveranos en la calle Carniceríasen una foto de Ruiz de Luna de principios del 1920

Aunque Talavera es una ciudad castellana por su historia inmediata, ha estado desde siempre unida al occidente peninsular en muchos aspectos de su historia. Ya desde la prehistoria nuestra ciudad fue influida por las corrientes culturales que venían desde el atlántico y, así por ejemplo, el llamado Megalitismo Extremeño tiene algunos de su más conocidos monumentos en la comarca. Las corrientes orientalizantes que en la Edad del Bronce subieron desde el sudoeste peninsular siguiendo la Vía de la Plata hasta nuestras latitudes dejaron numerosos restos arqueológicos en nuestro entorno.

Talavera se sitúa inequívocamente dentro de la mitad céltica de la península, pues fueron los vettones quienes dejaron en la zona sus verracos como muestra más característica de su paso por aquí. También los romanos percibieron esa “occidentalidad” Talavera incluyendo a su Caesaróbriga en la Lusitania.

Fue muy importante la población visigoda en la zona, lo cual condicionaría la persistencia de una numerosa población mozárabe que al menos en pueblos cercanos del Campo Arañuelo ha dejado muestras de su influencia en el traje tradicional y en sus complementos.

Alfonso VI conquista la ciudad en 1083 con huestes de procedencia castellana en su mayoría aunque también se acompañó de soldados francos y de otras minorías. Tanta era la población mozárabe en Talavera que hubo incluso una distribución clara entre sus barrios. Los Mozárabes pasaron a ocupar las viviendas abandonadas por los musulmanes en la villa, dentro del primer recinto amurallado, mientras que los castellanos que se afincaron en la ciudad se establecieron en los arrabales. Los mozárabes establecieron su tribunal de justicia en la iglesia de Santa María la Mayor, luego Colegial, y los castellanos eran juzgados en el pórtico de la iglesia de El Salvador.

Fue numerosa también la población judía pero sin embargo los leoneses, aunque vinieron también acompañando a las tropas de diferentes monarcas no tuvieron una actividad repobladora tan intensa en la zona como la que tuvieron en zonas cercanas del Campo Arañuelo y en Extremadura en general. Este hecho sí que puede haber condicionado el modelo de traje tradicional como más tarde veremos.

CONDICIONANTES GEOGRÁFICOS EN EL TRAJE TRADICIONAL DE LAS TIERRAS DE TALAVERA

CONDICIONANTES GEOGRÁFICOS EN EL TRAJE TRADICIONAL DE LAS TIERRAS DE TALAVERA

Campesinos con sus vestimentas tradicionales a principios de siglo en la plaza del Reloj

Muchos de los datos etnográficos pueden llegarnos desde el análisis de la distribución geográfica de la tipología de los trajes en general y de sus diferentes prendas y complementos en particular. Este reparto territorial sólo a grandes rasgos coincide con delimitaciones históricas, casi nunca con delimitaciones político administrativas, y jamás con las arbitrarias aunque consolidadas divisiones provinciales. Sí que es, sin embargo, más coincidente con regiones y comarcas naturales, aunque tampoco de manera absoluta.

El problema surge cuando hay que determinar el límite de las comarcas naturales en función de su geología, su topografía, su clima, su fauna y su flora, o factores de más difícil determinación como son los étnicos o históricos que además se difuminan entre las divisiones políticas y administrativas, que poco tienen que ver con las comarcas estrictamente naturales y culturales. Éste es el caso de Talavera y su Tierra que como zona de intersección de varias comarcas naturales formaría más bien una “región” en el sentido estrictamente geográfico de la palabra, como ha indicado don Fernando Jiménez de Gregorio. La integración de todos estos aspectos, unidos al estudio de la cultura material y espiritual de esas zonas, es la que en definitiva nos dará una visión más aproximada de una geografía de la indumentaria.

Talaveranas dibujadas en 1809 por un oficial británico herido en la batalla de Talavera

Este método nos llevará al trazado de mapas donde podremos delimitar centros de aparición de características concretas de los trajes, así como determinar las áreas de extensión de elementos específicos de la indumentaria. De gran utilidad será comparar estos planos con los de distribución de los aperos, los ajuares, la ornamentación etc…

Talavera de la Reina se sitúa en una zona de confluencia de tres regiones administrativas, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura, y son por tanto variadas las influencias culturales que inciden en su etnografía y costumbres. Por otra parte, la actividad comercial ha sido una constante histórica en la ciudad, que se ha convertido durante siglos en el lugar donde acudían las gentes de una extensa zona de influencia para vender sus productos o comprar herramientas, aperos y todo tipo de suministros.

Una mujer y dosniñosen una vista parcial de una postal de Ruiz de Luna

El Mercado de Ganados, uno de los principales del territorio nacional, ha traído hasta la ciudad a ganaderos y tratantes de toda España desde hace ochocientos años. Las ferias locales, tan unidas al mundo agropecuario, han condicionado también el flujo de numerosos visitantes a Talavera, que hoy día cuenta con una parte muy importante de su población venida de diferentes lugares de su extenso alfoz. Por otra parte, son muchas las cañadas y cordeles ganaderos que atraviesan por nuestra comarca, con el trasiego humano que en dirección norte-sur se producía todos los años con el paso de los “serranos” con sus rebaños. En dirección este-oeste las tierras de Talavera han sido siempre el lugar de paso hacia Extremadura y Portugal desde el centro peninsular y las capitales del reino, Toledo o Madrid según las épocas.

Esa extensa comarca natural es además variadísima en su orografía, edafología y ecosistemas, a los que el hombre ha debido adaptarse produciéndose en el entorno una gran variedad cultural desde el punto de vista etnográfico, condicionando numerosas variantes en la arquitectura popular, la gastronomía, o la cultura material, e influyendo concretamente también en el traje tradicional.

Campesino  en un anuncio comercial de comienzos del siglo XX

La zona geográfica que abarca el presente trabajo, aunque no considera todas las comarcas de esa región etnográfica talaverana, sí va a fijar su atención en tres partes bien diferenciadas desde todos los puntos de vista geográficos y culturales: la Sierra de San Vicente, La Jara y la propia Talavera con el Horcajo de Santa María y el valle del Tajo.

Otro de los factores que modifican desde el punto de vista geográfico el diseño de los trajes es algo tan sencillo como la disponibilidad de las materias primas o de los artesanos necesarios, y así por ejemplo, en el pueblo de Segurilla vivía una artesana del pueblo abulense de Navalosa que como otras personas de su localidad salían de su apartada aldea en Gredos para recorrer los pueblos cercanos del valle del Tiétar y del Tajo ofreciendo su artesanía como cesteros, banasteros, hojalateros etc. y que incluso a veces se asentaban en esos pueblos. Esta señora ha hecho muchos de los refajos que hoy se utilizan en Segurilla, dejando en los motivos de fieltro con que se les adorna la impregnación cultural de su pueblo de origen. Otro ejemplo es el de algunos pueblos de la Sierra de San Vicente, que adquieren sus refajos en Pedrobernardo, y aunque la Sierra de San Vicente fue repoblada por la ciudad de Ávila en la Edad Media y tiene también por proximidad características comunes con el valle del Tiétar, no deja de desvirtuar el traje propio y los motivos decorativos que tradicionalmente se han utilizado, aunque el mestizaje de culturas es algo inevitable que siempre se ha producido en todos los niveles.

Anciana a principios del sigloXX

HISTORIA DE LOS MOLINOS EN EL VALLE DEL ALBERCHE Y SIERRA DE SAN VICENTE

HISTORIA DE LOS MOLINOS EN EL VALLE DEL ALBERCHE Y SIERRA DE SAN VICENTE

Cárcavo con su rodezno en un molino de la Sierra de San Vicente

Antes de dar unos apuntes sobre los molinos ya descritos de la Sierra de San Vicente y Valle del Alberche vamos a conocer algunos que todavía no hemos descrito.

En Nombela existen referencias históricas de hasta seis molinos. Tres de ellos permanecen todavía en pie con su llamativa arquitectura popular en mampostería de granito (Pa 1), (PA 2) y (Pa 3). El segundo no tiene presa pero consigue desviar el agua mediante el curioso sistema de haberse labrado una acanaladura en la roca de una chorrera. En las proximidades del pueblo hay noticias de la existencia de otros tres molinillos pero los restos son prácticamente irreconocibles.

Sobre el arroyo Pedroso de Aldeancabo de Escalona queda un cubillo de menos de un metro de diámetro, tal vez el menor de la provincia, y sobre el arroyo de Pedrillán funcionaron cuatro artificios (Pe 1), (Pe 2) (Foto 38), (Pe 3) y (Pe 4). Sus ruinas nos permiten constatar que el primero movía su rodezno mediante un cubo de grandes proporciones, el segundo era de doble rampa con dos piedras, el tercero era muy similar al anterior y el último tenía por receptor un doble cubo muy arruinado en la actualidad.

Molino en el arroyo Pedrillán de Nombela

En Almorox quedan restos de tres molinos, dos de ellos en el arroyo de Tabalón, uno muy modificado como segunda vivienda (Tr 1) y otro con un cubo de planta cuadrada (Tr 2). El tercero, ya sobre el arroyo Tordillos, tiene una gran rampa que daba movimiento a dos piedras (Tr3).

En Escalona, la capital del señorío, hubo en el siglo XVII un molino harinero de dos piedras que funcionaba ocho meses al año, podemos por ello presumir que molía con las aguas del río Alberche pues resulta ser el único río de la zona con caudal suficiente durante tan largo periodo tiempo. Actualmente no he hallado resto alguno de este ingenio.

Cubo de un molino junto al castillo de San Silvestre, cerca de Maqueda

Historia

No es mucha la documentación molinera histórica sobre esta comarca. En las Relaciones de Felipe II referentes al pueblo de Los Cerralbos se dice que cuando el río Tajo iba crecido se molía en la sierra de Castillo de Bayuela. Ya hemos visto que en la zona de Puente y Valdeverdeja sí se dotó a sus grandes artificios de molinos de creciente o de invierno, pero no he hallado otros casos similares en el resto de la provincia. Esta carencia llevaba a los habitantes de sus comarcas a buscar alternativas en caso de inundación.     En las respuestas de San Román aparecen ya los molinos de Guadamora y, en cuanto a la zona oriental de la Sierra de San Vicente, sí que se alude a los molinos del arroyo de La Parra en Nombela y al hecho de que los vecinos de Santa Cruz de Retamar  iban a moler su grano al arroyo Tordillos de Almorox.

En el siglo XVIII el Catastro de Ensenada nos aporta una interesante serie de referencias a los molinos serranos. Un primer vistazo sobre el número y la dispersión de los artificios nos lleva a pensar que la práctica totalidad de ellos son los que hoy, más o menos arruinados o reformados, hemos podido estudiar. Así, en Almendral molía uno sobre el arroyo de Las Anchuelas, en Almorox ya funcionaban los tres del Tordillos que, según el diccionario de Madoz, también lo hacían en 1845. En Buenaventura sucedía lo mismo con su único ejemplar.

En Castillo de Bayuela seguían moliendo los vetustos artificios de Guadmora y El Batán, el ya referido afluente del Saucedoso. En el mismo Saucedoso ya molían los cinco ejemplares de los que pueden verse restos en la actualidad. Esta coincidencia se produce también con los ejemplares únicos de Sotillo de las Palomas, Sartajada y San Román, o con los tres ejemplares de La Iglesuela o de Pelahustán. Sin embargo, en otras villas como Nuño Gómez o Marrupe, localizamos hoy incluso un molino más. En Nombela y El Real de San Vicente son dos más los ingenios actuales y cuatro, aunque estén en ruinas, en Navamorcuende. Probablemente, la mayoría de estos nuevos molinos se construyeron en esa segunda edad de oro de la edificación molinera que fue  el final del pasado siglo y el comienzo del actual.

Molino de San Román de los Montes en el arroyo de Las Tenebreras

Hay otros dos molinos que no aparecen en las referencias históricas publicadas y son los dos que, sobre el arroyo Guadmora, se encuentran próximos a Hinojosa (Gu 1) y (Gu 2), mientras que los otros dos ejemplares que se situaban aguas abajo de ese mismo arroyo sí son conocidos al menos desde el siglo XVI[1].

Durante el siglo XVIII, la propiedad molinera se encuentra mayoritariamente en manos de particulares salvo un molino propio del señor de Navamorcuende y cuatro de propiedad religiosa: dos de los carmelitas también en Navamorcuende y otros dos que eran patrimonio de capellanías, uno en Pelahustán y otro en Garciotún.

El tiempo durante el que podía trabajar un molino dependían fundamentalmente del caudal del arroyo que lo alimentaba. Encontramos en los catastros del siglo XVIII que los molinos del Tiétar muelen hasta ocho meses, los del río Guadyerbas seis, y los demás, que se sitúan sobre arroyuelos de escasa entidad, oscilan entre uno y tres meses de operatividad. Incluso, en el caso de algunos ejemplares, se habla solamente de semanas de funcionamiento. Por ejemplo, en  un arroyo molinero como es el Marrupejo, sólo se molía entre uno y dos meses.[2]

Todavía en los años cincuenta de este siglo las aguas movían las piedras de algunos de los molinos de La Iglesuela, Almendral, Garciotún y Navamorcuende, aunque la mayoría ya habían sido sustituidos por fábricas eléctricas de harina o molinos adaptados a gas-oil[3].

En la vertiente sur del valle del Alberche solamente había un arroyo molinero, se trataba del arroyo de San Silvestre en Maqueda. Encontramos referencias en el siglo XVI a dos molinos del Duque de Maqueda en los actuales despoblados de Belvis y San Silvestre (SS 1). Durante la Edad Media perteneció este molino a la orden de Calatrava pero su funcionamiento era controlado por el alcalde y el almotacén según el “fuero de la tierra”. Uno de los molinos de Maqueda fue donado por Alfonso VII a un caballero llamado García García[4]. En la capital del señorío se responde sin embargo que se va a moler al Tajo lo que nos indica la escasa entidad de los molinillos de Maqueda..

Durante el siglo XVIII son ocho los molinejos que funcionan en este arroyo, uno de ellos es propiedad de las religiosas de la Concepción Franciscana. Hoy en día se encuentran en el despoblado de San Silvestre los únicos restos reconocibles de un molino de cubo octogonal de gran diámetro, con sus ocho metros podemos considerar a éste receptor como una balsa más que como un cubo. Recientemente se destruyeron los restos de otro de estos molinos en término de Santa Olalla.

En tiempos de Felipe II hubo piedras movidas por el Alberche en Méntrida y La Torre de Esteban Hambrán. En este último pueblo molían dos artificios en el siglo XVIII.

Cuando se agotaba el agua en todos los molinos señalados en este capítulo, los habitantes de la Sierra de San Vicente y del valle del Alberche iban a moler a las aceñas siempre “corrientes y molientes” que se situaban en el tramo del Tajo comprendido entre Talavera y La Puebla de Montalbán.

[1] VIÑAS,C. y PAZ, R.: Opus cit, “Castillo de Bayuela”.

[2] AHPT, Catastro de Ensenada, libros maestros de Navalcán, Velada y Parrillas.

[3] MORENO NIETO, L.: Opus cit, pp. 64, 234, 268 y 422.

[4] RODRÍGUEZ -PICAVEA MATILLA, E.: La Villa de Maqueda y su Tierra en la Edad Media. I.P.I.E.T-Diputación Provincial de Toledo, Toledo 1996, pp. 136.

EL TRAJE TÍPICO DE LAS COMARCAS DE TALAVERA, INTRODUCCIÓN

EL TRAJE TÍPICO DE LAS COMARCAS DE TALAVERA DE LA REINA

INTRODUCCIÓN

Tipos con traje tradicional en vista parcial de foto de principios de siglo al comienzo del paseo de los arqueros. Ellos con faja muy ancha, montera y blusón y ella con el guardapiés y el pañuelo

Tradicionalmente se han venido distinguiendo los habitantes de una zona determinada por su lengua y por su indumentaria, ya que es mucho más difícil y compleja su diferenciación por características físicas o antropométricas, y aún más por sus características psicológicas.

Desde los años cincuenta, con la atención que por razones obvias prestaba el régimen anterior a las cuestiones identitarias nacionales, que de forma más o menos adecuada potenciaba la Sección Femenina con la promoción del folklore, se comenzó a prestar atención a lo que entonces se denominaban trajes regionales.

Mujeres en un comercio de principios del sigloXX ataviadas con los guardapes, el mandil y el pañuelo

Precisamente la identificación que se hacía de estas cuestiones con la dictadura franquista hizo que durante los primeros años del sistema democrático se minusvalorara e incluso se rechazara todo lo que se asociaba al folklore y la identidad nacional, aunque afortunadamente una vez pasado este sarampión político se volvieron a valorar diferentes aspectos de la etnografía como expresión cultural de los pueblos.

Las mujeres han sido las verdaderas guardianas de muchas de las expresiones de la cultura popular y, al organizarse en asociaciones locales, han conseguido conservar no sólo el traje típico, sino también la artesanía, la gastronomía, los bailes o las fiestas de muchas localidades que sin su esfuerzo habrían caído en el olvido. Vinieron estos grupos a sustituir a los maestros de los pueblos, que durante años fueron en muchos casos los únicos que se esforzaron por buscar, y conservar muchas de estas tradiciones populares, aunque no podemos olvidar la aportación de francotiradores de la cultura popular como eruditos locales, anticuarios o recopiladores que individualmente se interesaron por el traje típico.

Tipo masculino y femenino con guardapies en el pueblo jareño de Espinoso

La indumentaria tradicional viene conformada por la confluencia de numerosos factores climáticos, geográficos, sociales, económicos y culturales. Hoy día no se visten estos trajes a diario, sino que su utilización es una forma de volver al pasado, a una cultura rural en la que todo tenía su porqué desde el punto de vista práctico y también desde el simbólico.

La bibliografía sobre métodos de estudio en tema tan interesante desde el punto de vista etnográfico como es el de los trajes tradicionales es muy escasa, no así el gran número de los estudios meramente descriptivos de un traje determinado que son muy numerosos.

Mujer en vista parcial de Ruiz de Luna junto a la Portiña, detrás el desaparecido Puente Moris

Los métodos que se han utilizado para el estudio de la indumentaria popular y la combinación de todos ellos nos llevará al menos a introducirnos en tema tan difícil de encarar, y más en estos momentos en que las asociaciones culturales, sin emplear en muchas ocasiones criterios contrastados, fantasean sobre los modelos tradicionales, introduciendo elementos fantásticos que, siendo frecuentemente discutibles desde el punto de vista estético, tienen además poca relación con los trajes que realmente han utilizado las gentes de nuestros pueblos. De todos los datos que se nos aportan, deberemos filtrar la información mediante una criba que nos separe los nuevos tejidos, los nuevos motivos decorativos o los frutos de la imaginación de quienes sin documentarse o sin buscar entre las fotografías, estampas antiguas o en los arcones de las abuelas, diseñan nuevos trajes que poco o nada tienen que ver con el traje típico, regional, popular, tradicional o como queramos llamarlo, pues hasta en esto no se acaban de poner de acuerdo los expertos.