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EL TRAJE TRADICIONAL EN TALAVERA Y SU TIERRA, CUESTIONES HISTÓRICAS

MÉTODO HISTÓRICO

Personajes talaveranos en un dibujo de Laborde de principios del siglo XIX

Los estudios del traje desde un punto de vista histórico deben fundamentarse en un concepto evolutivo del mismo, analizando la variación de las prendas y las causas que han modificado tanto sus diseños y adornos como los materiales empleados. Quienes han estudiado la indumentaria popular consideran que los que se deben estimar como trajes tradicionales son los que se fijaron y estabilizaron entre 1750 y 1880, década en la que se inicia tímidamente la trasformación económica e industrial de España, aunque en muchos de nuestros pueblos ese periodo podríamos ampliarle hasta principios del siglo XX. En muchos casos, lo que ha sucedido es que se ha tomado como traje típico el traje de fiesta o de gala que utilizaban los campesinos algo más pudientes en nuestros pueblos y de ahí por ejemplo el uso generalizado del mantón de Manila o mantones con bordados locales, que aparecen en muchas fotos decimonónicas, mientras que nunca se ven en esas los corpiños que hoy día llevan muchos de nuestros trajes y que realmente fueron introducidos en muchos casos por la Sección Femenina.

Personajes talaveranos en el Charcón en un grabado del siglo XIX

Salvo en determinadas zonas aisladas, el traje típico se ha relegado a fiestas y celebraciones de carácter histórico o de afirmación de localismos o identidades autonómicas o regionales. Aunque ésta no es una ley uniforme, pues, en nuestro ámbito más cercano, lugares tan poco incomunicados como Lagartera, que se encuentra junto a una de las carreteras radiales de España, son como esta localidad paradigma del traje típico en España.

Castilla siempre asumió con demasiada naturalidad las culturas foráneas y fue el crisol de las diferentes expresiones culturales españolas, lo que ha hecho que se produzcan hechos tan lamentables como que en Talavera de la Reina, por ejemplo, sea más fácil ver en sus ferias trajes de andaluza que de talaverana. Es por ello que en muchas zonas castellanas en general y en nuestra comarca en particular se hayan ido perdiendo los trajes tradicionales, que por otra parte, dada su sobriedad, tampoco han sido excesivamente llamativos para las inclinaciones estéticas de las nuevas generaciones.

Talaverana en un cartel de feria de 1950

Son por tanto de gran valor las láminas, grabados, pinturas y viejas fotografías las que nos pueden ayudar para establecer una secuencia del traje tradicional en una zona concreta. Y debemos hacer una mención especial a las colecciones fotográficas de diferentes localidades que han sido editadas en los últimos años por muchos de nuestros ayuntamientos, a pesar de que las instantáneas nos ayudan principalmente en lo referente al traje de diario o de trabajo.

En los planos de distribución de los trajes tradicionales llegamos a ver incluso zonas en blanco en las que prácticamente han desaparecido, o lo que es peor se ha fabulado con diseños fantásticos que nada tienen que ver con la indumentaria local que históricamente se ha utilizado en esas comarcas.

Mujeres de la familia Ruiz de Luna vestidas con traje tradicional

Abundan más los mapas parciales que señalan una característica determinada de un traje y su evolución histórica. Un ejemplo clásico de ello es el mapa de principios de sigloelaborado por Luis de Hoyos sobre la evolución de las prendas de busto en el hombre, en el que la prenda más arcaica es el sayo, que se ajusta al cuerpo, tiene escote redondo y manga larga y ajustada y en el vuelo de abajo lleva aldetas o aberturas. El coleto es parecido pero hecho de piel. Pues el sayo, aunque es típico de la región leonesa, se prolonga en su extensión hasta Lagartera o Valdeverdeja, mientras que la llamada chamarreta es prenda definida como una casaquilla que no ajusta al cuerpo, que llega hasta por debajo de la cintura, abierta, redonda y con mangas. Esta prenda extiende su extensión por Castilla la Vieja y llega hasta nuestra zona de estudio, que se limita al oeste por otra de estas prendas que es el chaquetón, de solapas triangulares y cuello alto. Hoy día sin embargo solamente quedan sencillos chalecos en el traje del varón de nuestra comarca, salvo en los trajes de esa zona de la Campana de Oropesa que podríamos denominar “leonesa” desde el punto de vista de la indumentaria.

Sorolla pintando tipos lagarteranos en el pórtico de la iglesia

Por el contrario, hay prendas casi generalizadas en todo el territorio como es la blusa o blusón de trabajo o la chambra, muy unidas al trabajo agropecuario y que solamente se diferencia de unas zonas a otras por el material de que está hecho o por los adornos añadidos. Precisamente, los hombres que aparecen en las fotografías aludidas llevan este tipo de blusa fruncida por debajo del cuello y con bordados.

También se da el caso de que se haga en una población un diseño a posteriori de un traje típico que ha sido ideado por intelectuales o artistas basándose en algún aspecto simbólico de su cultura o su artesanía. Es el caso del diseño del traje de talaverana que diseñó Ruiz de Luna que, aunque es producto de la imaginación de tan gran ceramista ha sido asumido por los talaveranos como uno de sus símbolos más conocidos.

No se ha acometido el estudio de la aparición de los trajes regionales, del fondo cultural arcaico y étnico de los muchos pueblos que transitaron por la península y que fueron dejando pinceladas de su estética en la indumentaria

Tipos talaveranos en la calle Carniceríasen una foto de Ruiz de Luna de principios del 1920

Aunque Talavera es una ciudad castellana por su historia inmediata, ha estado desde siempre unida al occidente peninsular en muchos aspectos de su historia. Ya desde la prehistoria nuestra ciudad fue influida por las corrientes culturales que venían desde el atlántico y, así por ejemplo, el llamado Megalitismo Extremeño tiene algunos de su más conocidos monumentos en la comarca. Las corrientes orientalizantes que en la Edad del Bronce subieron desde el sudoeste peninsular siguiendo la Vía de la Plata hasta nuestras latitudes dejaron numerosos restos arqueológicos en nuestro entorno.

Talavera se sitúa inequívocamente dentro de la mitad céltica de la península, pues fueron los vettones quienes dejaron en la zona sus verracos como muestra más característica de su paso por aquí. También los romanos percibieron esa “occidentalidad” Talavera incluyendo a su Caesaróbriga en la Lusitania.

Fue muy importante la población visigoda en la zona, lo cual condicionaría la persistencia de una numerosa población mozárabe que al menos en pueblos cercanos del Campo Arañuelo ha dejado muestras de su influencia en el traje tradicional y en sus complementos.

Alfonso VI conquista la ciudad en 1083 con huestes de procedencia castellana en su mayoría aunque también se acompañó de soldados francos y de otras minorías. Tanta era la población mozárabe en Talavera que hubo incluso una distribución clara entre sus barrios. Los Mozárabes pasaron a ocupar las viviendas abandonadas por los musulmanes en la villa, dentro del primer recinto amurallado, mientras que los castellanos que se afincaron en la ciudad se establecieron en los arrabales. Los mozárabes establecieron su tribunal de justicia en la iglesia de Santa María la Mayor, luego Colegial, y los castellanos eran juzgados en el pórtico de la iglesia de El Salvador.

Fue numerosa también la población judía pero sin embargo los leoneses, aunque vinieron también acompañando a las tropas de diferentes monarcas no tuvieron una actividad repobladora tan intensa en la zona como la que tuvieron en zonas cercanas del Campo Arañuelo y en Extremadura en general. Este hecho sí que puede haber condicionado el modelo de traje tradicional como más tarde veremos.

HISTORIA DE LA ALCAZABA

Dibujo de Enrique Reaño sobre una foto antigua que muestra los arruinados muros de la alcazaba Dibujo de Enrique Reaño sobre una foto antigua que muestra los arruinados muros de la alcazaba

HISTORIA DE LA ALCAZABA (el Huerto de San Agustín)

Comenzaremos la descripción de las antiguas murallas talaveranas por el extremo suroriental, donde se encontraba la antigua alcazaba musulmana descrita así por el historiador musulmán Al-Razi «Talavera fiziéronla los antiguos sobre el río de Tejo, en el partimiento de los moros e de los Christianos. E el muro de Talavera es muy fuerte e mucho alto e de muchas altas torres. E quando andava la era de los moros de trezientos e veynte e çinco años, e mandó Mira bomelym, fijo de Mafomad que fiziesen en Talavera un departimiento entre los de la villa e los de fuera, e que fiziese ay un alçar en que morasen los almoxarifes». Vemos así como es Abderramán III quien  ordena construir un alcázar en el año 936 para que residieran en él los gobernadores militares de la ciudad.

Fragmento del dibujo de Talavera de Van der Wingaerde que muestra el alcázar en el siglo XVI Fragmento del dibujo de Talavera de Van der Wingaerde que muestra el alcázar en el siglo XVI

Esta alcazaba ocupaba el antiguo huerto de San Agustín. En recientes excavaciones arqueológicas se descubrieron los muros que dibujan el trazado de la planta del antiguo edificio. Según Francisco de Soto,  Almanzor descansó en él cuando regresaba de sus campañas por Galicia.

Arcos mudéjares del ábside de la capilla del Alcázar de Talavera

Alfonso VI conquista Talavera en 1083 y nombra gobernador de su alcázar a Sancho del Carpio, ejecutado posteriormente por no haber sabido defender de los musulmanes el paso del río Tajo. Alfonso VII gustaba de pasar largas temporadas en el alcázar talaverano y hace algunas obras de acondicionamiento en el mismo. Alfonso VIII mejora las fortificaciones y reforma también este Alcázar Real. En 1351 muere degollada en este edificio doña Leonor de Guzmán, madre de Enrique II.

Placa fundacional de la construcción por Abderramán III de la alcazaba y las murallas reforzadas. Actualmente en el Museo Arqueológico Nacional Placa fundacional de la construcción por Abderramán III de la alcazaba y las murallas reforzadas. Actualmente en el Museo Arqueológico Nacional

El alcázar es palacio arzobispal a partir de 1371, cuando Talavera pasa a depender del señorío de la mitra de Toledo. Durante el reinado de Enrique III vuelve por un corto periodo de tiempo a estar bajo la custodia real.

Antigua postal con las murallas de la alcazaba árabe de Talavera

Durante la Guerra de las Comunidades acomete el ayuntamiento talaverano ciertas reparaciones y restablece la vigilancia del castillo para la cual eran precisos seis hombres. Su conservación debía ser precaria ya en el siglo XVI pues el arzobispo Jiménez de Cisneros inicia unas labores de acondicionamiento del alcázar al que ya se hace referencia como derruido.

Fotografía aérea 1934, vista parcial con la Alcazaba

NATURALEZA EN LA FRONTERA

NATURALEZA EN LA FRONTERA

2º ARTÍCULO DE 4 de la serie LA NATURALEZA Y LA HISTORIA : Premio Cabañeros de periodismo medioambiental

Murallas árabes lamidas por el río Tajo que tanto condicionó la historia de la comarca

La llegada de los pueblos bárbaros ocasiona una nueva dispersión de la población. Son numerosos en toda la provincia de Toledo los yacimientos rurales tardorromano-visigodos. Aparecen dispersos, siguiendo el curso de los arroyos que bajan de los Montes de Toledo y la Jara, numerosos asentamientos de modestas gentes que, según algunos autores, podrían haber tenido en la miel una importante fuente de recursos, pues no debemos olvidar que la capital del reino visigodo estaba en Toledo y que en aquella época el único edulcorante conocido era el producto de las colmenas. Es este aprovechamiento melero uno de los más respetuosos con el ecosistema y el que también arrastraría tras la reconquista cristiana, a los pioneros de la repoblación a las alquerías, embriones de los pueblos de nuestros montes.

Tinaja musulmana hallada en Talavera en el Arco de San Pedro en un dibujo del siglo VIII

Y llegaron los árabes, de nuevo la vuelta a la ciudad, la vida de los musulmanes giraba, al contrario que la de los cristianos del norte, alrededor de  pequeñas o grandes ciudades con un alfoz rural en su entorno que albergaba una escasa población dispersa. Talavera era una de esas ciudades y reunía además otra de las características preferidas por los seguidores de Mahoma, la presencia de un río. Era la suya una «civilización hidráulica» y son en estas tierras los primeros que construyen aceñas, molinos de agua que necesitan de una presa o azuda.

Muchas de las aceñas y molinos del Tajo ya molían en tiempos de los árabes

Azudas que eran también necesarias para llenar los arcaduces de las norias que a su vez colmarían las albercas. Todas estas palabras y muchas más son huellas imborrables de la Cultura del Agua que nos legaron. Esas huertas, que todavía permanecen en las vegas talaveranas con su cenador, su corredor emparrado, su noria, su alberca y sus palmeras, son hijas de  esa cultura respetuosa con el agua que nos legaron los antiguos habitantes de la ciudad que ellos llamaron Talvira. Parece que no hubiera pasado el tiempo cuando Ibn Luyun en el siglo XIV recomienda …hágase una acequia que corra entre la umbría. Plántese junto a la alberca macizos siempre verdes que alegren la vistaen el centro habrá un pabellón en que sentarse con vistas a todos lados…y que haya parrales que cubran los paseos.

Cuando digo cultura respetuosa es porque, para ellos, el agua es un tesoro precioso, no valoran el exceso, el derroche, aprecian ese modesto chorrito que resuena en el jardín como canta Ben-Raisa : Qué bello surtidor que apedrea el cielo como estrellas fugaces que saltan como ágiles acróbatas.

La suya es una naturaleza interior, una naturaleza doméstica, el jardín, una naturaleza que hace necesario sacar del diccionario nuevamente esas palabras de inequívocas raíces árabes o mozárabes: alhelí, aladierno, alcornoque, almendro, albahaca, arrayán…

Las fortalezas como esta de Castros, jalonaban el Tajo

En esa cultura del agua, los baños eran el lugar de encuentro y comunicación, todavía hoy podemos en la impresionante Ciudad de Vascos, visitar en el arroyuelo de Los Baños las ruinas de una de esas instalaciones en un paraje encantador de acebuches, almendros y chaparros.

Pero toda la comarca de la Jara fue durante mucho tiempo, tierra de nadie, un lugar desierto, salvaje e inhóspito donde quienes se aventuraban a asentarse deberían no sólo convivir con osos y lobos, sino también  arriesgarse a perecer ellos y sus cultivos víctimas de las razzias y quemas de ambos bandos. En la cultura árabe el medio ambiente tradicional es el desierto y se asocia con el demonio y el miedo pero el jardín es la forma simbólica islámica del paraíso coránico en la tierra.

Pero esa naturaleza solitaria, ese locus desertus que decían los cristianos del otro lado de la frontera, siempre indujo a la mística y así, algunos eremitas-soldados árabes se retiraron a esos lugares apartados e inseguros, a las rápitas, como la que dio nombre a Marrupe, pueblecito de la sierra de San Vicente, cuyo nombre según los eruditos quiere decir Mazar-al – Rubait,  molino de la pequeña rápita o convento.

Por contraposición los lugares frescos, arbolados, con su arroyete, eran ese locus amoenus donde Berceo situaba las apariciones de la Virgen y los pastorcillos tenían sus visiones místicas.

La cultura árabe y la cristiana se identificaban a ambos lados del Tajo como dos sistemas ecológicos distintos, uno predominantemente cerealícola hacia el norte y otro típicamente mediterráneo hacia el sur con viñedos ,olivares y «oasis» de regadío con un papel menor de los cereales ; y ahí justo en esa frontera militar y ecológica defendida por las fortalezas de Vascos, Castros, Canturias ,Espejel y Alija se encontraba «La ciudad de Talavera, el punto más lejano de las marcas de los musulmanes, y una de las puertas de entrada a la tierra de los politeístas; es ciudad antigua, sobre el río Tajo». Como decía en el siglo XI el geógrafo andalusí Al-Bakri.

Agua y jardín, pero también razzias, incendios y frontera de destrucción fueron algunas de las huellas que los árabes unas veces y los cristianos otras dejaron en los montes y los campos de Talavera.