PARAJES EN EL ENTORNO DE VALDELACASA, SIGUIENDO EL CAMINO DE CARLOS V A GUADALUPE (12)

Castillo de Espejel

Son numerosos los parajes pintorescos de su término. En primer lugar, debemos visitar el castillo de Espejel a las orillas del Tajo donde los aficionados al piragüismo pueden realizar recorridos solitarios por esta zona del río donde a su paso levantarán el vuelo las cigüeñas negras, las rapaces o las garzas. En las orillas del río Pizarroso visitaremos el embalse donde los aficionados pueden practicar la pesca y, aguas abajo, cerca ya del Tajo, el terreno se hace más abrupto y hay parajes de interés como los que rodean a los dos arruinados molinos. Los olivares colonizan las riberas con sus casillas de bonita arquitectura tradicional.

Caseta de olivar techada con falsa cúpula en las orillas del Tajo

Valdelacasa tiene también una parte serrana, refugio desde antiguo de las gentes que en diversas épocas se echaron al monte, con paisajes curiosos como sus bravías cumbres cuarcíticas o la llanura situada entre la sierra y el Gualija conocida como el Planchón. El río Gualija corre por aquí montaraz entre sobrecogedoras soledades y se remansa en pequeñas pozas donde podemos tomar un baño y donde no será raro ver a los venados o a los corzos bajar a beber y a los buitres volar sobre los riscos.

Riberos del Tajo en la zona de Valdelacasa

Ahora hablaremos de uno de esos personajes. Como ya comentamos en el capítulo de “Aldeanovita”, en término de Valdelacasa, en el paraje conocido como Las Gargantillas cayó el guerrillero “Quincoces”, luchador antifranquista de estas sierras, muerto en una emboscada de la Guardia Civil tras capturar a un enlace originario de Valdelacasa que también murió en el encuentro, además de su hermano que acompañaba a Jesús Gómez Recio.Estos hechos sucedieron justo el día antes de abandonar la lucha para huir a Francia. Dicen que en el paraje queda un majano como mudo testigo del lugar en que encontraron la muerte los tres maquis.

Ermita del despoblado de La Oliva

DOS EXCURSIONES

El término de El Villar es muy extenso y gran parte de nuestro recorrido hasta Guadalupe lo haremos todavía a través de su demarcación, pero, antes de alejarnos, a una distancia de algo más de seis kilómetros hacia el suroeste, podemos acercarnos a otra de las diecisiete heredades del Pedroso que Fernando III otorgó a Talavera para que las repoblara. Se trata de La Oliva, despoblado situado en una hermosa dehesa con buenos ejemplares de encina y alcornoque y que, al igual que El Villar, muestra signos de las diferentes culturas que se asentaron allí a través de los siglos. Se han hallado al menos tres verracos en su entorno, de los cuales quedan dos, uno apenas reconocible en un prado cercano a la arruinada iglesia y el otro, situado junto a la vivienda de los propietarios actuales de la finca, que es conocido como el “Toro Mocho” por haber perdido parte del morro. Para algunos eruditos, los cimientos de la iglesia tienen en sus aparejos la apariencia de haber sido romanos, civilización que confirma su presencia por la inscripción de un ara que se sitúa frente a la puerta norte, entre otros restos arqueológicos. La construcción de la iglesia medieval pudo hacerse en su mayor parte durante el siglo XV, como indican los arcos conopiales de sus portadas. La cúpula ochavada que cubre el ábside tiene aspecto de haber sido construida en el siglo XVIII y en ella todavía se percibe el camarín donde se alojaba la Virgen de las Misericordias, aparecida sobre una oliva según la tradición y con fama de milagrosa en la comarca.

Molinos de Espejel

Si todavía tenemos ganas de andar unos dos kilómetros, podemos descender por el camino de La Barca hasta el río Tajo, donde disfrutaremos de un paraje de singular belleza que sobrevuelan las rapaces y en el que se encontraban antiguamente los viejos molinos de Los Sacristanes y de Tani, hoy sumergidos por el embalse de Valdecañas, aunque todavía hoy asoma fantasmal una antigua central eléctrica que daba luz a Valdelacasa y Valdeverdeja, un curioso ejemplo de arquitectura industrial de los años treinta.

Entrada a la ermita de la Virgen de Burguilla con el jarro de azucenas, símbolo de la Virgen, sobre el dintel.

La otra excursión nos llevará a conocer la ermita de la Virgen de Burguilla, en la carretera de El Villar a Valdelacasa. En realidad se trata de una imagen de la Virgen de Guadalupe que se entronizó en este paraje ya en el siglo XV y que servía como adelanto e impulso al peregrino para llegar hasta la Virgen de Las Villuercas. El edificio, que también perteneció con su dehesa al monasterio, mantiene algunas huellas de su antigua utilidad conventual e incluso unas cochineras de mampostería que por sus dimensiones podríamos calificar de monumentales si no fuera por el fin a que estuvieron destinadas. Hasta Burguilla se realiza una romería desde ambos pueblos limítrofes el ocho de septiembre.