EL TABÚ PROVINCIAL

EL TABÚ PROVINCIAL

Curioso mapa de los caciques españoles por provincias en el siglo XIX
 

Cuando Moisés bajo con las Tablas de la Ley del monte Sinaí lo que iba escrito en ellas no eran los diez mandamientos, sino la división provincial que Javier de Burgos hizo en 1833, porque esta división es tratada por políticos e intelectuales como si fuera una verdad revelada, como una distribución territorial sin posible contestación ni cuestionamiento.

Y cuídense de cuestionarla aquellos que no la consideren adecuada porque rápidamente sufrirán el anatema de todos aquellos que jamás han estudiado historia ni geografía, sufriendo improperios del tipo de paleto, o provinciano, que es curioso calificativo para aquellos que no están a favor de la división provincial.

Esta división se hizo al estilo de las divisiones coloniales africanas trazando líneas y fronteras muchas veces caprichosas o directamente derivadas de los intereses caciquiles de espadones y magnates de entonces. Es una división territorial que ha acabado machacando a la comarca de Talavera .

Distribución del territorio de 1813 anterior a las provincias en la que Talavera y su tierra esan diferenciadas

Unos años antes de esa división caprichosa y muchas veces absurda los franceses habían percibido la unidad geográfica y cultural de las tierras de Talavera y habían decidido delimitar la subprefectura de Campo Arañuelo con capital en nuestra ciudad. En el siglo XVIII se le propuso a Juan Ruliêre, director de las Reales Fábricas de Sedas que se hiciera cargo de una·»provincia» que abarcaría los territorios en los que la producción del gusano  estaba bajo su jurisdicción y que coincidía con la comarca natural y económica de Talavera incluyendo el valle del Tiétar y la Vera alta, aunque el pobre don Juan se negó porque bastante tenía con organizar las Reales Fábricas.

Mapa de España de la la época de Carlos IV en el que Talavera también forma una unidad del territorio
 
También a principios del siglo XIX organizaron los liberales una distribución territorial en la que Arenas se llamó Arenas de Talavera o Higuera de las Dueñas se denominó Higuera de Talavera, pero llegó la división provincial que fragmentó las Tierras de Talavera entre varias provincias, hasta el punto de que, por ejemplo, su histórica tierra de repoblación que es La Jara se dividió de forma un tanto pintoresca entre la provincia de Cáceres (Alía, Castañar de Ibor, Navalvillar, el despoblado de La Avellaneda, Villar, Navatrasierra, Carrascalejo, Valdelacasa, Garvín, Peraleda, y Guadalupe), la provincia de Badajoz (Castilblanco y
Valdecaballeros), Ciudad Real (Anchuras) y Toledo.

Una tierra que quedó absolutamente descuartizada por la división provincial, y que ya acabaron de fastidiar con la división autonómica, que nos separó definitivamente de esos territorios a los que durante siglos habíamos estado unidos desde todos los puntos de vista, aunque también podríamos remontarnos a intentos aún más lejanos de hacer de nuestro territorio algo unido, como el que se acometió durante el reinado de Carlos V al querer hacer un obispado en Talavera, que por supuesto no pudo vencer la férrea oposición de Toledo que frustró el intento.

Talavera en la prefectura de Cáceres era la subprefectura de Campo Arañuelo durante la ocupación francesa

Y en época más reciente, los factores económicos hicieron que, por ejemplo, para dar servicio a su amplísima comarca económica se hiciera en Talavera una delegación del Banco de España que muestra en su zaguán (no me gusta lo de «hall») un curioso mapa en azulejos de Ruiz de Luna con todos esos territorios desgajados.

Cuestionar esa división provincial que tanto nos ha maltratado parece a los ojos de algunos un delito equiparable al de los asesinos múltiples o los traficantes de armas, y no señores, todo es cuestionable en democracia (si es que esto es una democracia, que lo dudo) y hay comunidades autónomas en las que se ha reconocido un estatus especial a territorios diferenciados como es el caso de Ponferrada y el Bierzo en Castilla y León, comarca que cuenta con un estatuto especial dentro de su comunidad autónoma. También hay autonomías como Galicia o Cataluña que han comarcalizado la administración y nadie se ha rasgado las vestiduras.

Allá por los años de la Santa Transición, cuando los que no gustaban mucho de él decían que el estado autonómico supondría un aumento poco eficiente del gasto, como así fue, los defensores del mismo argumentaban que eso era algo absolutamente equivocado porque en el nuevo estado democrático se eliminarían las diputaciones provinciales, pero ahí las tenemos, pues han resultado ser un nicho de empleo importante para los partidos y sus pesebreros, y oiga, con las cosas de comer no se juega, y por tanto seguirán haciéndonos creer que la división provincial es palabra de Dios.
Plano de la comarca económica de Talavera de Ruiz de Luna en el antiguo Banco de España

ANCHURAS Y SUS ALDEAS

ANCHURAS Y SUS ALDEAS

Puente sobre el río Estenilla en Anchuras

Anchuras de los Montes es localidad situada en la provincia de Ciudad Real pero que geográfica e históricamente pertenece la comarca de La Jara. Este extenso territorio es el alfoz de repoblación medieval de Talavera de la Reina, ciudad que aún hoy mantiene su influencia económica y de servicios sobre la localidad de Anchuras. Esta situación especial es la que ha hecho que se denomine el término de este municipio el «Enclave» o «Rincón» de Anchuras. (El Enclave de Las Anchuras. F.Jiménez de Gregorio, Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real 1953)

Su territorio se compone de la propia población de Anchuras y sus cuatro aldeas: Encinacaída, La Enjambre, Gamonoso y Huertas del Sauceral, localidad ésta última que se encuentra más próxima a los grabados objeto de este artículo. Todos estos pueblos se sitúan en las estribaciones hacia el sur de las sierras de Altamira, La Hiruela y Sevilleja.

Una de las muchas minas del término de Anchura

Geológicamente la zona se encuentra como la mayor parte de La Jara sobre rocas consolidadas silíceas y de gran antigüedad sobre las que predominan las pizarras. Las zonas más elevadas de los serratos están formadas por crestas cuarcitas con pedrizas a veces muy extensas tendidas sobre las laderas. Los afloramientos graníticos que se dan más en la zona norte de la comarca, así como los pizarrosos de la zona que nos ocupa están cubiertos por arcillas y cantos de cuarcita formando extensas llanuras llamadas rañas, cortadas y delimitadas por profundos surcos que han sido excavados por los cursos de agua. Se trata de un relieve “apalachense” y en el área donde se localizan los grabados el suelo está compuesto por pizarras silíceas, litarenitas y areniscas de la serie anteordovícica superior. (Julio Muñoz Jiménez: La Jara, en Guía de Espacios Naturales de Castilla-La Mancha, Servicio de publicaciones de la JCCM 1991)

Las sierras cuarcíticas al norte de los grabados de La Etrera ascienden por encima de los 1300 metros mientras que las rañas se sitúan entre los 600 y los 700 metros. La estación rupestre se encuentra a la orilla de uno de los ríos que ha excavado este territorio, el Estenilla.

Zahurdas de arquitectura popular en Anchuras

Los suelos pizarrosos y de cuarcita son en general muy pobres por lo que los cultivos se limitan prácticamente a las llanuras cerealistas de las rañas y a los olivares de las “barreras” y llanuras de menor pendiente cercanas a los pueblos. Los pastos son de buena calidad pero escasos y algunos huertecillos se riegan con las numerosas corrientes de ríos y arroyos que atraviesan la zona, aunque  tienen regímenes caudalosos en época de lluvias pero con estiajes prolongados en verano. El caudal medio de los ríos comarcanos es de unos 2m/s en la desembocadura.

Las precipitaciones son más abundantes según ascendemos orográficamente a las sierras adyacentes llegando hasta los 1000 l./m2 con temperatura media anual inferior a los 14º,  mientras que en las zonas más bajas como la que aloja los grabados oscilan las lluvias entre los 400 y 600 l./m2, según la cercanía a las elevaciones serranas, sobrepasando los 15º de temperatura media.

La minería ha sido un recurso aprovechado durante siglos. En el entorno de Anchuras y la localidad de Sevilleja, de la que dependía como anejo hasta hacerse municipio independiente en 1785, se han documentado cerca de medio centenar de explotaciones mineras, especialmente de galenas argentíferas y hierro, además de una mina de oro muy próxima, en la localidad de la Nava de Ricomalillo, la llamada mina La Oriental de Sierra Jaeña, la más importante explotación aurífera en el territorio nacional durante los siglos XVII y XVIII y que parece haber sido aprovechada desde tiempos romanos. De ella se extraía el metal para elaborar las conocidas durante el siglo  XVII como doblas jaeñas.

Iglesia parroquial de Anchuras

En Anchuras se explotó hasta los años ochenta la mina de plata El Brillante, la última en cerrar en la zona y de cuya presa se abastece de agua potable actualmente el pueblo. Colindante con Anchuras se encuentra la localidad de Minas de Santa Quiteria, que es el lugar más cercano a los grabados en el que se documentan minas de cobre así como en el paraje de El Labradillo, en Sevilleja. (“Arqueometalurgia de la Provincia de Toledo: minería y recursos minerales de Cobre, Ignacio Montero Ruiz; Sagrario Rodríguez Montero; Juan Manuel Rojas Rodríguez Malo Editorial: Instituto Provincial de Estudios Toledanos, Toledo, 1990)

 En algunos de estos yacimientos es tan frecuente el hallazgo de cierta proporción de estaño junto al cobre que podríamos hablar de aleación natural de bronce, circunstancia que podría explicar los relativamente numerosos asentamientos del calcolítico y el bronce en La Jara, a pesar de ser tan escasos sus recursos agrícolas. (Jesús Carrobles Santos y Miguel Méndez-Cabeza Introducción al estudio del Calcolítico en La Jara Toledana, ANALES TOLEDANOS XXVIII, 1991)

En cuanto a otros yacimientos de cobre que pudieran condicionar la presencia de grupos humanos en la Edad del Bronce la extracción más cercana se encuentra en la localidad de Aldeanueva de San Bartolomé, en la conocida como mina de La Borracha.

Era y labranza en Anchuras

Hay algunas instalaciones de aprovechamiento del mineral, tanto en la propia Anchuras junto al río Fresnedoso, como en localidades colindantes. Es el caso de las importantes ferrerías de El Mazo en Navalucillos, el Martinete que da nombre a un paraje en término de Alcaudete de La Jara o el mazo que da apellido al municipio situado al norte de Anchuras, Robledo del Mazo. En este mismo municipio se encuentra también el topónimo minero de arroyo de los Lavaderos. Hay referencias  en la obra de Larruga a minas de cobre en término también de Alcaudete. En Campillo de la Jara se han hallado minerales de cobre y estaño. En Los Navalmorales se encontraban las ferrerías de la Herrera y también hay referencias a la existencia de plomo y cobre. En la cercana aldea de Robledo del Buey en el río Estenilla, aguas arriba de los grabados de La Etrera también hay restos de una mina de galena.

La zona fue rica asimismo en balnearios populares cuyas propiedades medicinales eran aprovechadas por los vecinos para aliviar sus patologías reumáticas.

Grabados rupestres de Anchuras junto al río Estenilla

La caza sigue siendo aún hoy, junto al olivar, el principal recurso económico de la zona por las extensísimas zonas de monte bajo cerrado, jarales, encinares y alcornocales con robles, quejigos, enebrales y pinares de repoblación. Una rica flora y fauna muy similar a la del colindante Parque Nacional de Cabañeros, con los venados y jabalíes como especies cinegéticas más abundantes. La pesca de sus ríos pudo ser en la zona un recurso de cierta importancia para las gentes de la prehistoria y la miel es otra de las producciones  tradicionales y, de hecho, sus primeros repobladores medievales fueron colmeneros.

El río Estenilla, en cuyas riberas se localizan los grabados, nace en el cercano término de otra población jareña, Los Navalucillos. Discurre en su primer tramo en dirección sur por terreno montuoso para girar hacia el oeste y pasar junto a la aldea de Los Alares. Después de dar agua a algunos huertecillos y molinos hidráulicos, toma de nuevo la dirección sur para llegar a su desembocadura en el Guadiana, en los reculajes del embalse de Cijara y muy cerca de la desembocadura de otros dos ríos que confluyen casi juntos: el Estena y el Estomiza.

Estos ríos fueron sin duda las primitivas vías de comunicación de una zona tan retirada y agreste, además de los caminos que llegaban desde Talavera de la Reina, la ciudad capital del alfoz al norte, y los que llegaban desde el sur, sin localidades importantes hasta desplazarnos muy al mediodía en la llamada Siberia extremeña y el señorío de la Puebla de Alcocer.

Paisaje anchureño

Un poco más al norte de los grabados cruza un puente que por su aspecto parece haberse construido en el siglo XIX, tal vez para aprovechar los recursos mineros y para conectar estos territorios con el sur, pues el camino que por él cruza el río viene desde la localidad de El Bohonal, hoy con escasos habitantes pero que fue uno de los primeros núcleos en ser repoblados después de la batalla de Las Navas de Tolosa.

Desde ese momento la frontera entre árabes y cristianos bajó desde el Tajo hasta el Guadiana, dejando el enorme desierto de La Jara para ser repoblado desde Talavera. De hecho, la población madre de Anchuras fue Sevilleja de La Jara, repoblada por mozárabes sevillanos (y también cordobeses que poblaron la cercana Cordobilla, hoy desaparecida). Iban encabezados por su obispo Clemente que pidió tierras al concejo talaverano tras su huida de la represión de los almohades.

Madoz en su Diccionario Geográfico dice que “el terreno es sumamente montuoso, áspero y cruzado de sierras en todas direcciones”. Hemos de recordar también para ilustrar lo apartado y agreste de estos territorios que es aquí donde se producen las incursiones primeras de los Golfines, bandoleros que hubieron de ser reprimidos por la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera antecedente como policía rural de la Guardia Civil y que se funda como una cofradía de autodefensa de los colmeneros perjudicados por las incursiones de los salteadores. Partidas carlistas o de guerrilleros antifranquistas también se refugiaron en estos montes.

En cuanto al entorno arqueológico de los grabados solamente

Vista del poblado de La Enjambre

podemos hacer referencia a las azuelas y hachas pulimentadas halladas en las rañas y a algunos topónimos como “La Torrezuela” (Desde el risco de la Cruz, Domingo Díaz Urbina) o “Las Ruinas” en el valle del Estenilla, al norte de los grabados, así como una Laguna de los Moros también cerca del cercano pueblo de Los Alares y en cuyo entorno se han hallado escorias de fundición con hierro, plomo e indicios de zinc y plata.

En las cumbres cercanas de La Jara Alta, al noroeste de los grabados hay algunos topónimos de etimología probablemente más morfológica que arqueológica, como son “El Castillazo” o “El Atalayón”, aunque hay otros como “Las Moradas”, cumbre más elevada de la zona donde sí que se perciben restos de construcciones precarias, que son de difícil datación pues no aparece cerámica en superficie. Para algunos serían lugares elevados de refugio en la época de la Reconquista, con el significado que, por ejemplo, le da Santa Teresa al término “Las Moradas”, como lugar de refugio y aislamiento, y para otros puede tratarse de castros de ocupación temporal para aprovechamientos de pastos altos, muy similares al yacimiento estudiado en la cumbre de la cercana sierra de La Estrella. Por último, algunos piensan que son simplemente asentamientos pastoriles de difícil concreción cronológica.

TIPOS POPULARES FEMENINOS DE RUIZ DE LUNA EN LA AZULEJERÍA DEL PRADO

TIPOS POPULARES FEMENINOS DE RUIZ DE LUNA

EN LA AZULEJERÍA DE LOS JARDINES DEL PRADO

Mujer en azulejería de Ruiz de Luna sentada con abanico

En una entrada anterior enseñamos algunos motivos animales en la azulejería de Ruiz de Luna de los Jardines del Prado en las pérgolas y y pilares maceteros.

Hoy nos detendremos en los tipos femeninos dibujados en esa azulejería con un vivo colorido y motivos sencillos. Son mujeres ataviadas con trajes tìpicos en diferentes actitudes: sentada con abanico, yendo a misa con el velo y el misal, con un niño en brazos, en marcha con un cesto al brazo, o con unas alforjas.

No se puede decir que el traje que llevan sea típico de Talavera, más bien tiene un cierto número de elementos lagarteranos y puede que del resto de localidades de la campana de Oropesa, aunque simplemente recuerdan su aspecto y no con absoluta fidelidad .Vemos los elementos tradicionales sugeridos de modelos  tradicionales como el pañuelo de la cabeza, las medias labradas, el mandil, las alforjas, el guardapies, los zapatos, e incluso el peinado de una de ellas que sugiere el moño llamado de picaporte.

Todos los diseños son similares, con el personajes sobre terrazas en situación central y a un lado un árbol y al otro un elemento vegetal arbustivo foliado

Mujer con el misal y velo dirigiéndose a la iglesia

Mujer con vestimenta tradicional sosteniendo a un niño

Mujer con moño de picaporte

Mujer con vestido tradicional con toquilla, mandil guardapies y pañuelo a la cabeza

Mujer vestida con traje tradicional marchando con alforjas

Mujer sentada sobre banqueta en este caso entre dos árboles

Mujer con traje tradicional entre dos árboles

LA LOCA DE LA TORRE DE LA COLEGIAL

LA LOCA DE LA TORRE DE LA COLEGIAL

Ventana de la torre de la colegial por donde probablemente se asomaba la «Loca de Leganitos»

Don Fernando de Valenzuela fue el último de los validos del siglo XVII. Llegó a ser el hombre de confianza de Carlos II el Hechizado, debido a la influencia que tuvo sobre la reina madre doña Mariana de Austria.

Valenzuela era un hidalgo huérfano al servicio en Nápoles del duque del Infantado. Para algunos autores actuó toda su vida como un pícaro sin oficio ni beneficio que consiguió medrar en la Corte, y para ello utilizó todos sus encantos, pues era “de buen talle, amena conversación, lengua expedita, ojos expresivos, facciones simpáticas, y fue decidor, insinuante, algo poeta, un poco músico, listo más que inteligente y despierto más que instruido. Faltáronle en absoluto los escrúpulos y le sobró prisa de subir…”

Fernando de Valenzuela valido de Carlos II y protegido de Mariana de Austria

Los descendientes del Duque no le mantuvieron a su servicio por lo que hubo de buscarse en la Corte alguna manera de sobrevivir.

En sus paseos por los patios de palacio se supo atraer a doña María Ambrosia de Ucedo, una de las “mozas de retrete” de la Reina, a través de la que pudo acercarse a doña Mariana de Austria, obteniendo enseguida la confianza de la soberana. A esto se unió un incidente casual en el que fue herido de un tiro sirviendo a Felipe IV, llamando con ello la atención de la soberana que primero le hizo su caballerizo y luego introductor de embajadores, llegando con el tiempo a ser su mejor amigo, confidente y tal vez amante, que influía de una manera determinante en la toma de decisiones por la soberana.

Fue ascendiendo en el desempeño de cargos palatinos más que de responsabilidades políticas, llegando a ser conocido por el pueblo como “el Duende de Palacio” por su capacidad para intrigar e influir en cualquier asunto. Era gran amante del teatro, e incluso escribió algunas comedias y endechas. Fomentó las fiestas y el brillo de la corte, además de numerosas obras públicas en la capital.

Pero era frecuente y sabido que cobraba comisiones por los favores que hacía a los nobles. Consiguió con ello formar a su alrededor una clientela política que aumentaba su influencia mediante la corrupción con el tráfico de mercedes. Por todo esto llegó el valido a amasar una inmensa fortuna, y más teniendo en cuenta que nos referimos a una época de crisis económica y política importante en la que las arcas reales se encontraban exhaustas.

Cuadro de Castellano representando el prendimiento del valido Fernando de Valenzuela

Cuando ya Carlos II llegaba a su mayoría de edad, su hermanastro don Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV y la cómica llamada la “Calderona”, movió sus fichas para acceder al poder, y uno de sus principales enemigos, por ser hombre de confianza de la Reina, era el valido Valenzuela, el cual maniobró para permanecer en el poder, venciendo en este primer embate y acabando por ser nombrado primero marqués de Villasierra y Caballerizo Mayor de Carlos II, y después gobernador militar de Granada, ciudad en la que llamaron la atención sus extravagancias.

Después de numerosas intrigas entre los dos bandos, acabó por asumir de hecho las competencias de primer ministro, e incluso fue nombrado Grande de España, con motivo de haber sido herido por el propio Rey en una cacería, Esto último enfureció especialmente a la aristocracia y acabó precipitando su caída. Valenzuela se vio obligado a huir al monasterio de El Escorial para acogerse a sagrado y tras un auténtico golpe de estado de Juan-José de Austria, el valido fue sacado por la fuerza del monasterio y condenado a muerte. Pero al haberse quebrantado su acogimiento a sagrado en El Escorial, la Iglesia reclamó su jurisdicción y aunque salvó la vida, Valenzuela fue desposeído de su fortuna cifrada en la cantidad fabulosa para la época de diez millones de reales, además de todos sus privilegios y títulos.

La reina Mariana de Austria, protectora de Fernando de Valenzuela

Se le envió preso a Consuegra, para pasar luego diez años en un fuerte de Filipinas. Antes de partir conoció en Cádiz a su hijo recién nacido, pero al final, acabó sus días en América al morir en Méjico herido gravemente por la coz de un caballo.

Su desgraciada mujer, mediante la que llegó a conocer a su protectora la Reina, fue objeto de varios intentos de asesinato y se vio obligada a huir de don Juan de Austria. Se acogió a sagrado en la torre de la Colegial de Talavera y durante su larga estancia en nuestra ciudad donó hermosas prendas para el ajuar de la Colegial y otras ropas y enseres para el Hospital de la Misericordia, situado justo enfrente de la ventana por la que durante años se asomaba en su forzado retiro.

En Talavera murió una de sus hijas y ella hizo aquí su testamento en 1699. Permaneció en su encierro desde 1677 a 1683, año en que pasó a residir en las casas del marqués de Sofraga.

Olvidados ya los problemas políticos de su marido, la desgraciada mujer volvió a Madrid. Su aislamiento, la ausencia de Valenzuela y el miedo a nuevos intentos de agresión hicieron que María Ambrosia de Ucedo, la moza de retrete de la Reina, acabara perdiendo la razón y fuera conocida en su época como “La Loca de Leganitos” por ser allí donde estaba su residencia en los primeros tiempos de felicidad con su marido.

RÍO JÉBALO (7), HACIA LA DESEMBOCADURA

RÍO JÉBALO (7), HACIA LA DESEMBOCADURA

Lechugas en la huerta de Alcaudete

Después de conocer Alcaudete de la Jara continuamos río abajo y vemos el pueblo rodeado de las huertas en las que se cultivan sus famosas lechugas.. El paisaje ha cambiado, ya no estamos en el cañón granítico por el que discurre el río que en este último tramo hasta la desembocadura en el Tajo discurre por una llanura de buenas tierras cultivables con la corriente entre fresnedas y alamedas, pastos y labrados.

Búnker de la Guerra Civil en el valle del Jébalo

El valle y la carretera están protegidos por algunos búnkers, trincheras y polvorines en cueva que se construyeron durante la Guerra Civil para impedir el acceso a Talavera y el valle del Tajo.

Puente del camino de Las Herencias

Pasamos por el llamado puente Cacharro y más tarde pasaremos por otro puente decimonónico de ladrillo situado en el camino que viene de Las Herencias.

Dehesa y torre medieval de Castellanos

Entramos  en la dehesa de Castellanos que perteneció al arzobispo Tenorio y más tarde a los jerónimos de Talavera y  en ella se puede ver una torre que es de mayores dimensiones  que la de Alcaudete, pero  está reformada con desafortunado gusto y ha sido dedicada a palomar y pajar, aunque su interior está cubierto por una bóveda de arista en el primer piso.

Esta zona es riquísima en restos arqueológicos época a la que pertenecen unos de los primeros vasos documentados en España pertenecientes a la cultura Campaniforme que se encontraron en la labranza de La Golilleja.

Cerámica campaniforme de La Golilleja

Damos un salto en el tiempo de un par de milenios y tenemos que referirnos a la tumba hallada en la labranza de “El Carpio”. Un enterramiento de características principescas, como se deduce de la calidad de los objetos metálicos en hierro y plata y el ajuar cerámico de tipo orientalizante aparecidos en su excavación que nos hablan de una influencia del mundo tartésico en las culturas de la zona allá por el siglo VII antes de Cristo, en la transición de la Edad del Bronce a la edad del Hierro.

Vasijas de plata encontradas en la tumba principesca de El Carpio junto al Jébalo

Son varios los asentamientos romanos documentados en el término y el Padre Fita asegura que el “Castellun Ciselli” se hallaba en el paraje del Tajo conocido como Canturias que, erosionada la ribera por el río, acabó desplomándose sobre sus aguas.

En el lugar de Aguilera parece que existió un convento femenino en época visigoda o paleocristiana, como se deduce de algunas inscripciones halladas en la zona.

También en esta zona cercana a la desembocadura del Jébalo en el Tajo se encontraron al bajar las aguas del embalse de Azután restos de una de las muchas atalayas medievales de observación y refugio que defendían estas tierras fronterizas. En este caso concreto se puede deducir que es de construcción musulmana por los restos cerámicos con inscripciones en letra cúfica hallados en su entorno, aunque posteriormente la torre fue reutilizada ya en época cristiana.

Sepulturas romanas descubiertas por el agua en la desembocadura del Jébalo

En 1081, pocos años antes de conquistar la Talabaira musulmana, Alfonso VI recibe la fortaleza de Canturias del rey de la taifa toledana a cambio de ayudarle en su defensa contra el reyezuelo de Badajoz . Una vez conquistada la villa de Talavera, comienza la repoblación de estos territorios, aunque dificultada por la inseguridad que las razzias de los almohades causaron hasta que, con la batalla de Las Navas de Tolosa, se consolida la línea fronteriza al sur del Guadiana.

Llegamos por fin a la desembocadura en el Tajo, río que por el reculaje del embalse de Azután se adentra por el cauce del Jébalo formando unas tablillas con espadañas que son un lugar interesante para la observación de aves

Reculaje del Tajo en la desembocadura del Jébalo y labranza de El Carpio

EL JÉBALO (6), ACABAMOS DE CONOCER ALCAUDETE

EL JÉBALO (6), ACABAMOS DE CONOCER ALCAUDETE

Portada plateresca de la iglesia de Alcaudete

En la entrada anterior sobre el río Jébalo habíamos conocido la historia y la arquitectura de Alcaudete, hoy vamos a acabar de conocer este pueblo jareño, antes de continuar hacia la desembocadura.

IGLESIA

bóvedas de crucería en la iglesia de Alcaudete

 

En 1534 un párroco murciano llamado Juan de Algarra dejó al morir todos sus bienes para financiar la construcción del que tal vez sea el templo más monumental de La Jara que, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, domina hoy el paisaje urbano de Alcaudete. Los dos curas que siguieron a don Juan fueron sobrinos suyos y se llamaron ambos Cristóbal de Bustamante, continuando la obra de su tío y haciéndose enterrar los tres bajo sendas losas de pizarra en la capilla mayor.

El edificio es de grandes proporciones y está edificado en mampostería con sillería en los ángulos. Tiene una sola nave dividida en tres tramos y la capilla mayor con cinco paramentos es algo más baja. Las cuatro bóvedas respectivas son de crucería ojival y en sus claves aparecen esculpidos el blasón del fundador, el jarrón de azucenas símbolo de la advocación y otros motivos. Se trata de una iglesia de estilo ojival con detalles del renacimiento, como la define el Conde de Cedillo. Desde antiguo era conocida la riqueza de la parroquia de Alcaudete de la que dependían las iglesias de varios pueblos cercanos, hasta el punto de que se ha conservado el dicho: “ Cura de Alcaudete, obispillo sin roquete ”.

No debemos dejar de observar la portada plateresca de la fachada sur del templo, formada por un arco semicircular entre columnas sobre pedestales y un ancho friso con salientes de exornos, además de un entablamento con otro friso adornado con águilas en sus lados. Entre los motivos decorativos podemos observar los blasones de los párrocos benefactores de la obra y dos leones. La torre, de construcción posterior, es de estilo herreriano.

Azulejos talaveranos en los arrimaderos de la capilla mayor de la iglesia de Alcaudete

OTROS LUGARES DE INTERÉS

A la entrada del pueblo se puede ver una pequeña fábrica de orujo. Se sitúa a la izquierda de la carretera de Los Navalmorales y tiene interés por su sencilla y peculiar arquitectura industrial. Desde hace siglos han molido seis o siete molinos maquileros en el río y algunos de ellos se conservan en buen estado, representando unas buena muestra de estos venerables ingenios.

Una muestra de la arquitectura industrial rural, esta fábrica de orujo de Alcaudete

Aunque hay datos que sugieren la existencia de un puente antiguo, durante toda su historia estuvo Alcaudete anhelando la construcción de uno que ayudara a cruzar el Jébalo, y tanto el concejo talaverano como la Mesta hicieron diferentes proyectos que no se sustanciaron hasta el siglo XVIII. Hoy día el llamado Puente Viejo está arruinado por las inundaciones de posguerra pero, río abajo, queda todavía en pie el llamado Puente Cacharro.

Puente Viejo de Alcaudete restaurado

FIESTAS

Aunque ha perdido gran parte de sus antiguos ritos, Alcaudete cuenta entre sus fiestas tradicionales con una celebración de gran interés pero que ha decaído en los últimos años. Se trata de la soldadesca que el dos de Febrero, día de la Candelaria, salía por las calles del pueblo formada por un grupo de hombres adornados con cintas de colores según el cargo que ocuparan en la comitiva: general, coronel, teniente coronel, tambores, dos banderas, pinche y alabarderos. Acompañaban a la procesión en la que, como es creencia, las gentes esperaban ver a la vuelta la vela de la Virgen apagada o encendida para saber si se prolongarían los rigores del invierno. Después de estar presente en la misa, el grupo recorría las calles con el redoble de los tambores. Llegados a la plaza formaban círculo, bailaban las banderas y el pinche, que llevaba una especie de cetro adornado con cintas, también danzaba saludando por orden a las diferentes jerarquías del grupo. Esta soldadesca participaba también en la cuestación para las “ánimas benditas” y en el entierro de la sardina.

La Inmaculada, patrona de Alcaudete, aparece representada en varios paneles de las viviendas de Alcaudete

El día ocho de diciembre se celebra la Inmaculada Concepción como advocación del templo que es y patrona del pueblo. Hay misa solemne, procesión, novillada curiosamente invernal, bailes y pólvora.

GASTRONOMÍA

En cuanto a la restauración, debemos señalar que en torno a la carretera se han instalado varios establecimientos siguiendo la tradición de los viejos mesones. En ellos se puede degustar la cocina de la zona. Tradicionalmente ha tenido fama el cordero preparado en diferentes guisos y el cochinillo, pero hoy existen industrias chacineras donde se venden al público buenos embutidos y derivados del cerdo. Aunque tal vez, el producto autóctono característico de Alcaudete sea su sabrosa y tierna lechuga, además de otros productos de su feraz huerta.

 

EL JÉBALO (5) POR EL CAÑÓN HASTA ALCAUDETE

EL JÉBALO (5) POR EL CAÑÓN HASTA ALCAUDETE

Valle medio del Jébalo y al fondo la sierra de La Estrella

Todos los ríos jareños tienen una zona de pequeños cañones graníticos cuando al salir hacia el valle del Tajo rompen el batolito granítico y así tenemos la zona del Pusa en Santa Ana, del Cedena en Villarejo de Montalbán, el Uso frente a La Estrella o el Jébalo junto a Alcaudete, inculo el Sangrera frente a Retamoso nos muestran barancos berroqueños que suelen tener una gran belleza.

Desde el muro del embalse del Jébalo hasta Alcaudete el paisaje tiene estas características y cuenta con pozas y chorreras entre grandes bloques graníticos. Son varios los yacimientos de l la Edad del Cobre o medievales que custodiaban la entrada del valle del Jébalo, alguno de ellos amurallado con grandes bloques de piedra. También contaba este tramo con algunos molinos de agua pero el último de ellos, ya a la salida del cañón ha sido muy desafortunadamente restaurado y luego abandonado.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0021.jpg

El Jébalo sale del cañón y riega la huerta de Alcaudete, donde se cultivan sus famosas lechugas. Ya hemos hablado en anteriores capítulos de la prehistoria en el valle: los grabados del Martinete, la inscripción ibérica de Los Maíllos, los yacimientos romanos de Los Villarejos etc, y ahora vamos conocer el pueblo de Alcaudete

La llamada Torre del Cura y la iglesia parroquial de Alcaudete

Alcaudete es palabra de origen árabe que habría derivado del latín africano “caput aqua” o “cabeza del agua”, es decir “manantial”. Según Jiménez de Gregorio la terminación “ete” sería una huella mozárabe que habría permanecido en el nombre de nuestro pueblo. No es extraño que los musulmanes aprovecharan estas huertas construyendo para su protección las dos torres que hoy podemos encontrar en su término. Por un lado la conocida como “El Torreón” o como “La Torre del Cura y la torre que se encuentra en la dehesa de Castellanos, que es de mayores dimensiones y está reformada con desafortunado gusto. En su interior está cubierta por una bóveda de arista en el primer piso.

Explicación en el moumento al primer repoblador de Alcaudete

A los pioneros cristianos que repoblaron estos inseguros territorios está dedicado el monumento que se sitúa a la entrada del pueblo En él se representa, en escultura de hierro sobre pedestal de ladrillo mudejarista, a uno de aquellos primeros jareños  de pie junto a la simbólica torre de Alcaudete y armado con la ballesta, que a su vez es símbolo de la actividad cinegética del primer repoblador de Alcaudete que, complementada por la explotación de las posadas de colmenas, la ganadería y los huertecillos habría constituido el modo de vida de los protagonistas de las primeras incursiones en el nuevo territorio conquistado.

Monumento a los repobladores jareños en Alcaudete

En el siglo XIII,  Fernando III el Santo dona a Talavera para su repoblación la dehesa de Los Xebalillos, en la que está incluido gran parte del actual término de Alcaudete. La noble familia talaverana de los Duque de Estrada tuvieron vinculación con estas tierras, como se deduce de que el “Torreón” perteneciera a Hernán Duque de Estrada durante el siglo XVI, aunque ya en el siglo XIV otro noble llamado Juan Ortiz Calderón, arrepentido de sus faltas, entre las que destacaba haber asesinado a un alcalde de Talavera, deja en herencia al arzobispo Pedro Tenorio Duque de Estrada la dehesa de Castellanos con su torre para que allí se funde un monasterio que, finalmente, acabaría radicándose en Talavera como monasterio jerónimo de Santa Catalina.

Aparejo de un muro de Alcaudete de tapial y canto rodado

CONJUNTO URBANO

Este pueblo de la Jara Baja se caracteriza por una arquitectura de ladrillo y, sobre todo, de adobe y tapial, generalmente enjalbegados y casi siempre levantando una sola planta. Sin embargo, en la zona central del caserío se conservan media docena de casonas de interés donde el granito y la rejería nos orientan a la existencia de cierta clase acomodada poco frecuente en el resto de la comarca. La zona de la plaza fue reconstruida por el organismo Regiones Devastadas debido las inundaciones que asolaron el pueblo, manteniendo un conjunto no desafortunado dentro de las típicas formas constructivas que se utilizaron en la época franquista, tanto en estas rehabilitaciones de zonas destruidas como en los llamados pueblos nuevos de colonización.

Alcaudete es de los pocos pueblos jareños que cuentan con alguna casona menos modesta que lo que es habitual encontrar en La Jara

Además de estos edificios urbanos, encontramos repartidas por su extenso término algunas viviendas rústicas en pizarra y granito, sobre todo al sur, además de las grandes labranzas del valle bajo del río en el norte, en torno a la Dehesa de Castellanos, con mayores dependencias y la entrada situada casi siempre bajo un palomar. Otros edificios peculiares son los de las huertas y molinos cercanos al casco urbano.

En el próximo capítulo acabaremos de conocer Alcaudete y llegaremos hasta la desembocadura del Jébalo en el Tajo.

EL RÍO JÉBALO (4) POR LA FRESNEDA

EL RÍO JÉBALO (4) POR LA FRESNEDA

Arquitectura popular en La Fresneda

Hoy vamos a conocer el siguiente tramo del río Jébalo y para ello vamos a realizar una excursión acercándonos al pueblecito jareño de La Fresneda, desde donde es más fácil el acceso a esta parte del río.

Aunque existen referencias del siglo XVIII a una labranza de Torrecilla “con cuatro casas con sus habitadores, los dos vecinos de Espinoso, y los otros dos, vecinos del lugar de Sevilleja”, el comienzo de la andadura del pueblo como tal se produce a mediados del siglo XIX, pues es conocido que La Fresneda fue fundada por un labrador llamado “el abuelo Lorenzo” al que se reproduce en un panel de cerámica de los que adornan la pequeña plaza local. Todavía se conoce cuál fue su casa y cómo se extendieron las edificaciones según crecía el vecindario descendiente de aquella primera familia pionera, con algunos vecinos más originarios de Buenasbodas. A lo largo del arroyo Valbellido se distribuye el caserío que conserva algunas construcciones y rincones de sabor jareño con sus muros de pizarra o blanqueados. Cerca del cementerio existe un calero, un horno para cocer la cal con la que antiguamente enjalbegaban las casas o fabricaban la argamasa para las construcciones.

Horno de cal cercano a La Fresneda

La iglesia se inauguró en 1944. Construida sobre un solar donado por una vecina, no desentona con la arquitectura tradicional local. Fue erigida con la financiación que proporcionó don Anastasio Granados, sacerdote que fue obispo auxiliar de Toledo pero que cuando era cura en pueblos cercanos durante la Guerra Civil hubo de huir y fue recogido y ocultado por los “fresneanos” durante la contienda.

Pero el mayor encanto de La Fresneda, además de sus gentes, es su entorno y aislamiento.

Labranza junto al embalse del Jébalo

Muy cerca del pueblo, aunque en término de Alcaudete, se encuentra el embalse del río Jébalo. Un paraje de gran belleza , con las aguas represadas entre encinares y olivares, y en cuyas orillas se asientan varias labranzas antiguas de bonita arquitectura tradicional, entre las que destacan la de Paniagua, que llegó a ser una verdadera aldea, o la de Los Villarejos, adquirida por los fresnedanos en parcelas y cuyo caserío domina la presa. En sus inmediaciones se han hallado restos romanos y una necrópolis de la Edad del Hierro que demuestran que no fue el abuelo Lorenzo el primero en asentarse en estos territorios. Si subimos el río unos dos kilómetros podremos bañarnos en pozas solitarias de aguas limpias entre fresnos y riscos de pizarra.

Sepultura tardorromana violada en el Prado de la Moneda antes de su inundación

Nos acercaremos desde el pueblo a la presa, desde el muro comenzamos el paseo y tomamos el camino que en dirección sur nos lleva por la orilla izquierda del río.

Podemos subir por la labranza conocida como Los Villarejos, desde la que hay una magnífica vista sobre el embalse y todo el valle del Jébalo, con sus encinares y olivares que han conquistado las pendientes de las empinadas barreras. El nombre de Los Villarejos, topónimo muy asociado siempre a antiguos poblamientos, nos indica que esta zona es rica en huellas arqueológicas de romanos y visigodos, pues se han hallado restos y sepulturas como la del cercano prado de la Moneda, de nombre también tan sugerente.

Horno de los Villarejos con gallinero bajo él y zahurdas a su lado

Seguimos el recorrido por el camino de circunvalación del embalse y vamos viendo algunas viviendas de pizarra y adobe típicas de La Jara.

A unos tres kilómetros, se encuentra el antiguo poblado de Paniagua, con una era central y algunas viviendas y cuadras que conservan el viejo sabor de las construcciones rurales de la comarca.

Uno de los edificios de labranza de Paniagua de arquitectura popular en pizarra

Por debajo de la aldea de Paniagua hay un puente por el que luego cruzaremos ya de regreso. Río arriba de este puente se suceden varias pozas muy hermosas entre pizarras, con la ribera festoneada de fresnos y acebuches. Malpasillo y Malpasillón son los nombres de dos de ellas que nos sugieren la facilidad para pasar el río de un salto debido a la cercanía de las rocas de ambas orillas.

Poza de Malpasillo en Jébalo juntoa la labranza de Paniagua

Desde aquí también puede ascenderse el río, si tenemos tiempo, hasta llegar a los parajes del poblado de Portezuelo y el de El Martinete, del que hablaremos en otra ruta por situarse en él unos grabados y pinturas rupestres.

Volvemos después de regreso y cruzamos por el puente peatonal mencionado, siguiendo la otra orilla del embalse hasta regresar de nuevo a La Fresneda.

Puente peatonal junto a la labranza de Paniagua

EL JÉBALO (3) DE ROBLEDO AL MARTINETE

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Salida del Jébalo del valle de Robledo del Mazo por El Portadillo

Siguiendo nuestro recorrido fluvial por el Jébalo salimos ya del valle de Robledo del mazo para recorrer una zona agreste  y solitaria que recomiendo recorrer en verano calzado con unas zapatillas viejas que nos permitan ir andando por el río y darnos un chapuzón de vez en cuando. El río está aquí muy limpio y podemos disfrutar de pozas y remansos con aguas trasparentes y no muy frías desde las que no será extraño ver algún corzo o venado y tropezarnos con alguna nutria.

Río Jébalo y el canal de la central eléctrica del Martinete

A mitad del recorrido nos encontramos con una presa arruinada que desviaba el agua para llevarla a la central hidroeléctrica del Jébalo, que dio luz a algunos pueblos de la comarca.

Podemos aquí coger el canal que parte de la presa y dejar el río para caminar más cómodo con unas magníficas  vistas sobre el valle fluvial.

Detrás del puente se ve la central de El Martinete

Llegamos por fin a un ensanchamiento del canal desde el que desciende un tubo que con el caudal que conducía movía la turbina eléctrica.

Cartel de la central eléctrica del Jébalo

Río abajo se encuentra el puente de la carretera de Espinoso a Buenasbodas con buenas pozas y tablas en la zona para pescar o refrescarse. Más abajo están los restos del artificio que da nombre al paraje, una construcción semiarruinada que alojaba un mazo o martinete que era movido por una rueda vertical que a su vez hacía girar un eje con dientes que hacía golpear un martillo contra las chapas de hierra o cobre que se querían afinar y moldear.

Ruinas del martinete que da nombre al paraje

y más abajo aún se encuentran los grabados rupestres del Martinete que hemos descrito más pormenorizadamente en otra entrada pero vamos a recordar que debemos seguir  por la ribera río abajo, mejor por la orilla derecha para evitar problemas con el guarda de la finca, y vamos observando la orilla contraria hasta que veamos una gran roca lamida por las aguas en cuya superficie se encuentra una muestra del llamado arte esquemático de la Edad del Bronce, aunque es probable una mayor antigüedad en su ejecución pues algunos especialistas retrasan su datación hasta la Edad del Cobre o Calcolítico, con más de 4500 años, e incluso otros llegan hasta el epipaleolítico añadiendo un par de milenios más.

Riberas del Jébalo cerca de El Martinete

La mayor parte de los grabados están realizados con técnica de piqueteado sobre unas superficies rocosas lamidas por el Jébalo en sus crecidas y situadas en un lugar intrincado que tiene algo de mágico por su entorno y por su aspecto de «capilla» o de recogido paraje religioso. Muchos de los motivos son homúnculos, es decir, hombrecillos esquemáticos en diferentes actitudes, como uno de ellos, por ejemplo, que parece representar un arquero caído.

Ciervo con gran cornamenta en los grabados del Martinete

También aparece la imagen de la cabeza de un cérvido y lo que da la sensación de ser una escena de lucha entre otro animal astado y un hombre. Además, se percibe un carro o una vivienda esquemática y otros signos y dibujos muy sencillos pero de difícil interpretación. Las figuras se distribuyen sobre un panel principal y otro secundario más elevado y situado más hacia el norte. Detrás de los grabados se observan también pinturas en tonos rojizos muy desvaídos en los que se distinguen dos imágenes formadas por círculos concéntricos con el típico aspecto de los ojos esquemáticos que caracterizan a muchos idolillos hallados en los dólmenes y en otras estaciones de arte esquemático.

Calco de un ciervo en los grabados del Martinete

En la msma orilla pero más abajo aún desemboca el arroyo de los Maíllos cerca de la aldea de El Portezuelo, hoy finca particular. En ese arroyo se encontró una roca con una inscripción en lengua prerromana, probablemente ibérica que encontró Jiménez de Gregorio.

Inscripción ibérica de Los Maíllos
Cornicabra gigante en el valle del Jébalo

SIGUIENDO EL JÉBALO POR EL VALLE DE ROBLEDO DEL MAZO

NUESTROS RÍOS, EL JÉBALO 2

SIGUIENDO EL JÉBALO POR EL VALLE DE ROBLEDO DEL MAZO

El río Jébalo a su paso por el valle de Robledo del Mazo

Vamos a conocer ahora el resto del hermoso valle de Robledo del Mazo, formado por este pueblo jareño y sus cuatro aldeas situadas en torno a la cabecera del río Jébalo que nace cerca de Piedraescrita como ya sabemos.

Ya cerca de Navaltoril, otra de las aldeas del valle del   se encuentra el lugar donde las gentes de Espinoso y Piedraescrita desarrolan un curioso ritual sobre el río pasando la imagen de un pueblo al otro.

Cada siete años, durante los meses de Mayo a Septiembre, o bien por necesidad causada por plagas o sequía, y también con una duración de cuatro meses, tienen derecho los espinoseños a tener en su poder la venerada y antigua imagen. El traslado a Espinoso es todo un acontecimiento para el pueblo y la imagen es acompañada por los agrestes parajes serranos que deben atravesarse rezando y cantando coplillas  a la Virgen.

Romería de Piedraescritade 2016 en el momento de cruzar el Jébalo con la imagen FOTO DE LA VOZ DEL TAJO

Primero se lleva la imagen a la vecina aldea de Navaltoril, también situada en el valle de Robledo. Allí se celebra una multitudinaria misa de campaña que preside también la imagen de la Inmaculada de Navaltoril con asistencia de gentes de todos los pueblos de los alrededores. Después se conduce la imagen hasta el paraje conocido como “El Agua de las Juntas” donde, en el mismo lecho del río Jébalo, entregan la imagen las autoridades del valle a las de Espinoso. El camino es largo y para el recorrido se despoja a la Virgen de su corona y se la pone un manto para que no se moje, pues es mucha la fe en su intercesión para traer la lluvia en tiempos de sequía. Es recibida con las calles engalanadas con arcos florales y hierbas aromáticas alfombrando el suelo, entre la emoción de todo el vecindario que la espera en el paraje conocido como el “Plaerón

Iglesia de Navaltoril

Navaltoril es otra de las aldeas de Robledo del Mazo que todavía conserva una arquitectura popular con sabor serrano en un entorno muy agradable, ya que el pueblo se sitúa desde el siglo XV en un antiguo postuero de ganados entre los prados de una nava. Cuenta con dos molinos arruinados cercanos en las riberas del Jébalo. Uno de ellos se encuentra cerca del pueblo y junto a él podemos ver un rústico.

Puente sobre el Jébalo cerca de navaltoril. Ingeniería popular en un puente de roncos jara y tierra apisonada

El otro molino está frente al cruce de la carretera que nos subirá hasta la pequeña aldea de Robledillo, cuyo caserío se sitúa en la cota más alta en la comarca y también está rodeado de un marco natural privilegiado. Es una labranza de Robledo que comienza su andadura en el siglo XVIII conociéndose el nombre de su fundador como “el abuelo Cirilo Galán”.  Cuenta el pueblo con una piscina natural y si continuamos por la misma carretera en dirección a Espinoso podemos disfrutar de la zona de recreo que se ha preparado en torno al ameno paraje de la fuente de La Teja. Otra bonita excursión desde Robledillo es la que nos acerca dirigiéndonos hacia el oeste por una senda hasta el paraje de Vallesú donde mana una caudalosa fuente.

Plaza de Robledillo

Desde Robledillo volvemos a descender hasta el valle de Robledo y continuamos la carretera en dirección oeste pasando por el lugar de Las Humfrías que, como las otras aldeas del municipio, conserva algunas muestras de la arquitectura tradicional y las ruinas de varios molinos en el cercano arroyo de Las Lanchas, pintoresco por sus cascadas.

El caserío de las Humfrías y al fondo el monte conservado con el original bosque mediterráneo en su aspecto original con los canchales típicos de las sierras jareñas

ROBLEDO DEL MAZO

Historia

El pueblo de Robledo del Mazo se fundó a mediados del siglo XV, según se deduce del testimonio de uno de los vecinos que declaran en las Relaciones de Felipe II. Refiere que uno de los fundadores fue su padre, quien con otros cuatro colmeneros se asentó en el valle para explotar una posada de colmenas. El mismo testigo asegura que el nombre del lugar deriva de que los osos que por entonces andaban por aquellas sierras jareñas causaban daños a las colmenas buscando la miel. Para espantarlos, los primeros pobladores de aquellos robledales instalaron en un arroyo un artificio al que “ pusieron hechizo” para que, movido por las aguas, diera sonoros martillazos que ahuyentaran a los animales.

Cascadas del arroyo de Las Lanchas cerca de Las Humfrías

Un testimonio del siglo XVIII asegura que “un incendio redujo a cenizas toda la población y aún los vestidos de la imagen titular, De suerte que habiendo quedado Diego García único vecino y alcalde, entregó en el ayuntamiento de la villa de Talavera su vara y jurisdicción, que con dicho motivo se agregó a la del lugar de Sevilleja. Mas, habiéndose reunido de su calamidad los vecinos dispersos, lograron reintegrarse el dominio privativo del egido y solar del pueblo”. 

CONJUNTO URBANO

Arquitectura popular jareña en el valle de Robledo

El núcleo urbano de Robledo se reparte por la ladera de su asentamiento, con las casas siguiendo calles empinadas y formando grupos bastante homogéneos de viviendas de pizarra enjalbegadas. Las construcciones son de una tipología característica en la Jara serrana, de finalidad totalmente utilitaria, y forman un conjunto curioso que conserva todavía algunos rincones con agradable sabor rural.

IGLESIA

El templo de Robledo  es muy sencillo y también sufrió los avatares bélicos. Estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora del Robledo durante el siglo XVI para, más tarde, ser Nuestra Señora de la Encarnación su patrona. La iglesia se independizó de la de Piedraescrita en 1.676 .