LA LOCA DE LA TORRE DE LA COLEGIAL
Don Fernando de Valenzuela fue el último de los validos del siglo XVII. Llegó a ser el hombre de confianza de Carlos II el Hechizado, debido a la influencia que tuvo sobre la reina madre doña Mariana de Austria.
Valenzuela era un hidalgo huérfano al servicio en Nápoles del duque del Infantado. Para algunos autores actuó toda su vida como un pícaro sin oficio ni beneficio que consiguió medrar en la Corte, y para ello utilizó todos sus encantos, pues era “de buen talle, amena conversación, lengua expedita, ojos expresivos, facciones simpáticas, y fue decidor, insinuante, algo poeta, un poco músico, listo más que inteligente y despierto más que instruido. Faltáronle en absoluto los escrúpulos y le sobró prisa de subir…”
Los descendientes del Duque no le mantuvieron a su servicio por lo que hubo de buscarse en la Corte alguna manera de sobrevivir.
En sus paseos por los patios de palacio se supo atraer a doña María Ambrosia de Ucedo, una de las “mozas de retrete” de la Reina, a través de la que pudo acercarse a doña Mariana de Austria, obteniendo enseguida la confianza de la soberana. A esto se unió un incidente casual en el que fue herido de un tiro sirviendo a Felipe IV, llamando con ello la atención de la soberana que primero le hizo su caballerizo y luego introductor de embajadores, llegando con el tiempo a ser su mejor amigo, confidente y tal vez amante, que influía de una manera determinante en la toma de decisiones por la soberana.
Fue ascendiendo en el desempeño de cargos palatinos más que de responsabilidades políticas, llegando a ser conocido por el pueblo como “el Duende de Palacio” por su capacidad para intrigar e influir en cualquier asunto. Era gran amante del teatro, e incluso escribió algunas comedias y endechas. Fomentó las fiestas y el brillo de la corte, además de numerosas obras públicas en la capital.
Pero era frecuente y sabido que cobraba comisiones por los favores que hacía a los nobles. Consiguió con ello formar a su alrededor una clientela política que aumentaba su influencia mediante la corrupción con el tráfico de mercedes. Por todo esto llegó el valido a amasar una inmensa fortuna, y más teniendo en cuenta que nos referimos a una época de crisis económica y política importante en la que las arcas reales se encontraban exhaustas.
Cuando ya Carlos II llegaba a su mayoría de edad, su hermanastro don Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV y la cómica llamada la “Calderona”, movió sus fichas para acceder al poder, y uno de sus principales enemigos, por ser hombre de confianza de la Reina, era el valido Valenzuela, el cual maniobró para permanecer en el poder, venciendo en este primer embate y acabando por ser nombrado primero marqués de Villasierra y Caballerizo Mayor de Carlos II, y después gobernador militar de Granada, ciudad en la que llamaron la atención sus extravagancias.
Después de numerosas intrigas entre los dos bandos, acabó por asumir de hecho las competencias de primer ministro, e incluso fue nombrado Grande de España, con motivo de haber sido herido por el propio Rey en una cacería, Esto último enfureció especialmente a la aristocracia y acabó precipitando su caída. Valenzuela se vio obligado a huir al monasterio de El Escorial para acogerse a sagrado y tras un auténtico golpe de estado de Juan-José de Austria, el valido fue sacado por la fuerza del monasterio y condenado a muerte. Pero al haberse quebrantado su acogimiento a sagrado en El Escorial, la Iglesia reclamó su jurisdicción y aunque salvó la vida, Valenzuela fue desposeído de su fortuna cifrada en la cantidad fabulosa para la época de diez millones de reales, además de todos sus privilegios y títulos.
Se le envió preso a Consuegra, para pasar luego diez años en un fuerte de Filipinas. Antes de partir conoció en Cádiz a su hijo recién nacido, pero al final, acabó sus días en América al morir en Méjico herido gravemente por la coz de un caballo.
Su desgraciada mujer, mediante la que llegó a conocer a su protectora la Reina, fue objeto de varios intentos de asesinato y se vio obligada a huir de don Juan de Austria. Se acogió a sagrado en la torre de la Colegial de Talavera y durante su larga estancia en nuestra ciudad donó hermosas prendas para el ajuar de la Colegial y otras ropas y enseres para el Hospital de la Misericordia, situado justo enfrente de la ventana por la que durante años se asomaba en su forzado retiro.
En Talavera murió una de sus hijas y ella hizo aquí su testamento en 1699. Permaneció en su encierro desde 1677 a 1683, año en que pasó a residir en las casas del marqués de Sofraga.
Olvidados ya los problemas políticos de su marido, la desgraciada mujer volvió a Madrid. Su aislamiento, la ausencia de Valenzuela y el miedo a nuevos intentos de agresión hicieron que María Ambrosia de Ucedo, la moza de retrete de la Reina, acabara perdiendo la razón y fuera conocida en su época como “La Loca de Leganitos” por ser allí donde estaba su residencia en los primeros tiempos de felicidad con su marido.