EL JÉBALO (5) POR EL CAÑÓN HASTA ALCAUDETE
Todos los ríos jareños tienen una zona de pequeños cañones graníticos cuando al salir hacia el valle del Tajo rompen el batolito granítico y así tenemos la zona del Pusa en Santa Ana, del Cedena en Villarejo de Montalbán, el Uso frente a La Estrella o el Jébalo junto a Alcaudete, inculo el Sangrera frente a Retamoso nos muestran barancos berroqueños que suelen tener una gran belleza.
Desde el muro del embalse del Jébalo hasta Alcaudete el paisaje tiene estas características y cuenta con pozas y chorreras entre grandes bloques graníticos. Son varios los yacimientos de l la Edad del Cobre o medievales que custodiaban la entrada del valle del Jébalo, alguno de ellos amurallado con grandes bloques de piedra. También contaba este tramo con algunos molinos de agua pero el último de ellos, ya a la salida del cañón ha sido muy desafortunadamente restaurado y luego abandonado.
El Jébalo sale del cañón y riega la huerta de Alcaudete, donde se cultivan sus famosas lechugas. Ya hemos hablado en anteriores capítulos de la prehistoria en el valle: los grabados del Martinete, la inscripción ibérica de Los Maíllos, los yacimientos romanos de Los Villarejos etc, y ahora vamos conocer el pueblo de Alcaudete
Alcaudete es palabra de origen árabe que habría derivado del latín africano “caput aqua” o “cabeza del agua”, es decir “manantial”. Según Jiménez de Gregorio la terminación “ete” sería una huella mozárabe que habría permanecido en el nombre de nuestro pueblo. No es extraño que los musulmanes aprovecharan estas huertas construyendo para su protección las dos torres que hoy podemos encontrar en su término. Por un lado la conocida como “El Torreón” o como “La Torre del Cura y la torre que se encuentra en la dehesa de Castellanos, que es de mayores dimensiones y está reformada con desafortunado gusto. En su interior está cubierta por una bóveda de arista en el primer piso.
A los pioneros cristianos que repoblaron estos inseguros territorios está dedicado el monumento que se sitúa a la entrada del pueblo En él se representa, en escultura de hierro sobre pedestal de ladrillo mudejarista, a uno de aquellos primeros jareños de pie junto a la simbólica torre de Alcaudete y armado con la ballesta, que a su vez es símbolo de la actividad cinegética del primer repoblador de Alcaudete que, complementada por la explotación de las posadas de colmenas, la ganadería y los huertecillos habría constituido el modo de vida de los protagonistas de las primeras incursiones en el nuevo territorio conquistado.
En el siglo XIII, Fernando III el Santo dona a Talavera para su repoblación la dehesa de Los Xebalillos, en la que está incluido gran parte del actual término de Alcaudete. La noble familia talaverana de los Duque de Estrada tuvieron vinculación con estas tierras, como se deduce de que el “Torreón” perteneciera a Hernán Duque de Estrada durante el siglo XVI, aunque ya en el siglo XIV otro noble llamado Juan Ortiz Calderón, arrepentido de sus faltas, entre las que destacaba haber asesinado a un alcalde de Talavera, deja en herencia al arzobispo Pedro Tenorio Duque de Estrada la dehesa de Castellanos con su torre para que allí se funde un monasterio que, finalmente, acabaría radicándose en Talavera como monasterio jerónimo de Santa Catalina.
CONJUNTO URBANO
Este pueblo de la Jara Baja se caracteriza por una arquitectura de ladrillo y, sobre todo, de adobe y tapial, generalmente enjalbegados y casi siempre levantando una sola planta. Sin embargo, en la zona central del caserío se conservan media docena de casonas de interés donde el granito y la rejería nos orientan a la existencia de cierta clase acomodada poco frecuente en el resto de la comarca. La zona de la plaza fue reconstruida por el organismo Regiones Devastadas debido las inundaciones que asolaron el pueblo, manteniendo un conjunto no desafortunado dentro de las típicas formas constructivas que se utilizaron en la época franquista, tanto en estas rehabilitaciones de zonas destruidas como en los llamados pueblos nuevos de colonización.
Además de estos edificios urbanos, encontramos repartidas por su extenso término algunas viviendas rústicas en pizarra y granito, sobre todo al sur, además de las grandes labranzas del valle bajo del río en el norte, en torno a la Dehesa de Castellanos, con mayores dependencias y la entrada situada casi siempre bajo un palomar. Otros edificios peculiares son los de las huertas y molinos cercanos al casco urbano.
En el próximo capítulo acabaremos de conocer Alcaudete y llegaremos hasta la desembocadura del Jébalo en el Tajo.