LA PLAYA DE LOS ARENALES: LA FELICIDAD ROBADA A LOS TALAVERANOS

CUANDO EL TAJO NOS REFRESCABA. MÁS FOTOS DE BAÑISTAS DE VARIAS ÉPOCAS EN LOS ARENALES

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Presentamos aquí varias fotografías de diferentes épocas situadas en la playa de Los Arenales antes de su expolio del trasvase, otro día traeremos otras tomadas en otros lugares como Palomarejos, El Paredón y otros puntos de baño del río Tajo.

En algunas se ven los kioscos donde los talaveranos y gentes de la comarca pasaban los calores veraniegos.

Venía a Talavera en los años cincuenta y sesenta el que llamaban entonces el «tren botijo» , denominado así porque venían en él turistas desde Madrid a disfrutar de nuestra playa y marchaban hacia Madrid y otros puntos con el típico botijo de cerámica talaverana como recuerdo. En tiempos había coches de caballos o más tarde taxis, que llevaban a la gente desde la estación de ferrocarril hasta el río.

 

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Los Arenales, y los árboles de la isla en primer plano. Al fondo los kioscos y los edificios de Ronda del Cañillo, aunque no todos los construidos hoy día
Los balones de Nivea o similar, todo un clásico
Este puente era necesario cruzarlo para llegar a los baños y kioscos de Los Arenales
Los niños disfrutando con el monasterio jerónimo al fondo
Luciendo los últimos modelos de bañador en los años 60
Obsérvese que aún no se ha levantado ninguno de los grandes edificios de la Ronda del Cañillo
Toda la familia iba a disfrutar del río.
La playa de los Arenales a principios del siglo XX, casi tres kilómetros de playa.

 

PIONEROS DE LA JARA

PIONEROS DE LA JARA

Cumbres de La Jara Alta y su monte cerrado
Cumbres de La Jara Alta y su monte cerrado

Rodrigo estaba ya cansado de los abusos del señor. Él amaba la aldea donde nació pero el día que, no pudiendo pagar al conde, recibió en la cara un golpe con la fusta de uno de sus soldados, decidió que para morir de miseria no hacía falta engordar a nadie y que él y su familia podían iniciar una vida tan miserable pero menos humillante en otro lugar. Cogió los cuatro trastos, los envolvió en una manta y andando con sus cuatro hijos y su mujer se encaminó hasta Talavera. Había oído decir que en la tierra de esta villa no ponían muchas trabas para asentarse en sus montes de La Jara y cruzó el Tajo buscando un poco de libertad.

Contaban con dos costales de centeno y unos cuantos panes para comenzar una nueva vida dominando un pedazo de las duras tierras jareñas. Su primo Leonardo había llegado a la zona dos años atrás y tal vez les echara una mano hasta que se pudieran mantener por sí mismos. Llegaron en marzo y Rodrigo no perdió el tiempo, trabajando con su hijo mayor de sol a sol con el gruñido del hambre en el estómago, fue limpiando de piedras y zarzas un cachillo tierra que se encontraba junto al arroyo. Había que hacer rápidamente un huerto que ese verano les diera algo de comer. Con las pizarras del arroyo fabricó una pequeña presa que las lluvias de primavera destruyeron en dos ocasiones, pero él no se amilanó. Con el barro y los juncos de las orillas volvió a restaurarla y a excavar un canal de veinte varas que llevaba el agua hasta su embrión de civilización. Tuvo que cerrar con ramas el huerto porque por las noches los jabalíes destrozaban los cultivos pero, a pesar del granizo que cayó en mayo, consiguió algo que llevar a la boca de los suyos.

La montonera en la Edad media
La montonera en la Edad media

Cuando no estaba en el huerto se le veía en la raña rozando el suelo de las tierras labrantías, sudaba arrancando jaras y cortando chaparros con su astraleja. Tenía que conseguir limpiar de monte la tierra suficiente para sembrar pan. Su centeno esperaba la sementera, y ojalá el año fuera bueno. Rodrigo no quería ni pensar en lo que sucedería si se arruinaba esa primera cosecha, la idea de su familia mendigando le revolvía las tripas.

De vez en cuando, su primo Leonardo se acercaba por allí con las cabras y siempre tenía un poco de leche o de queso que dar a sus hijos. Un día le comentó que la soledad de la majada no era buena y que tal vez algún día se bajara de la sierra para vivir junto a Rodrigo y su familia sin miedo a los osos, a los lobos y a los golfines.

El pan negro de su primer centeno les supo a gloria bendita, quizá ya no tuvieran que comer gachas de bellotas para matar el hambre. Su hijo Martín tenía una habilidad especial para cazar conejos con los lazos y las losas. Desde pequeño había mostrado curiosidad por ver cómo su padre colocaba las lanchas de piedra con un cebo y el palito que las sostenía en el justo equilibrio hasta que los pequeños animales la hacían caer atrapándolos. Otras veces se iba al río y colocaba en las chorreras sus cañales que se llenaban, sobre todo en primavera, de barbos, bogas y cachuelos. Con todo esto y algún corzo que de vez en cuando cazaba con su ballesta Rodrigo conseguían algo de chicha en el puchero.

La Jara desde las minas de oro de Sierra Jaeña

Un buen día llegaron dos nuevas familias. Rodrigo miró las manos de los hombres y supo que eran gente de bien, gente que como él querían arrancar un poco de vida a esas tierras rojas. Su hermano Leonardo ya se había acercado a vivir con ellos y había levantado la choza junto a la suya en un par de días. La alquería iba creciendo y las mujeres tenían con quien hablar. Entre todos limpiaron una vieja fuente que habían abandonado los pastores y ya no tuvieron que ir más hasta el arroyo a por agua con la borrica. A veces Leonardo sacaba su rabel, el que había hecho con una raíz de fresno, una piel de cabra, y unas crines de caballo y tocaba alguno de esos romances que había aprendido de los serranos que pasaban por el cordel con sus ganados hacia Extremadura. En una ocasión cambiaron una piel de oso por un pellejo de vino y hasta bailaron siendo felices por unas horas.

Monummento a los repoblacores medievales en Alcaudete
Monummento a los repoblacores medievales en Alcaudete

Los días pasaban despacio, las mujeres habían cultivado algo de lino en las navas frescas de la sierra y lo tejían para vestir a los suyos. Un día Herminia le dijo a Rodrigo que ya estaba bien de dormir en la choza, que a ver cuando empezaba a hacerla la casita que había prometido años atrás. Rodrigo fue construyendo de barro y pizarra la ilusión de su mujer y todos los hombres de la alquería fueron un día al río para cortar el álamo más recto que hubiera para viga maestra de la humilde mansión. Primero la techarían con retamas y jaras pero, en cuanto la cosa estuviera un poco mejor, irían al tejar más cercano y Herminia podría tener un techo de verdad. Los cerdos y las gallinas andaban ya con su bullicio rodeando la alquería.

Un día pasaron por allí gentes del concejo de Talavera que les reprendieron por haber cortado unas encinas. Al poco tiempo recibieron órdenes de la villa para que los once vecinos de la aldea hicieran población y que la población se haga junto al arroyo de los Espinos, y que en medio de la población hagan una iglesia y dejen sitio para cementerio y junto a ella lugar para la plaza que sea buena y ancha, y que las casas que se hicieran en el dicho lugar salgan las bocas de ellas a la dicha iglesia y plaza. Y que las casas que cada vecino haga sean de ocho tapias en largo y en ancho, con su corral, quince tapias, y que las tales casas vayan por orden una junta a otra y dejen de anchura a las calles que pueda pasar una carreta y más.

Todo lo cumplieron Rodrigo y sus vecinos, pronto llegó el cura beneficiado del pueblo más cercano por orden de la parroquia madre del lugar en Talavera. Un buen día se reunieron los vecinos y se dieron cuenta de que no tenían patrón en el pueblo. Metieron cuatro o cinco nombres de santos en un sombrero y el que extrajo la mano de Rodrigo sería desde entonces festejado por los vecinos.

Había nacido un pueblo.

LOS PRIMEROS CRISTIANOS DEL VALLE DEL TAJO

LOS PRIMEROS CRISTIANOS DEL VALLE DEL TAJO

Nuevo capítulo de la serie «Ríos de Historia» que trata sobre los primeros yacimientos arqueológicos del valle del Tajo con muestras de la cristianización de romanos y visigodos

EXCAVACIÓN EN 1970 DEL MAUSOLEO DE LAS VEGAS DE SANTA MARÍA
EXCAVACIÓN EN 1970 DEL MAUSOLEO DE LAS VEGAS DE SANTA MARÍA

Mientras se producía esta ruralización de la población, en las grandes villas del Tajo ya decadentes los hispanorromanos se van conociendo la religión cristiana y haciéndose creyentes especialmente desde que el Emperador Constantino la declara religión oficial del Imperio.

Muestra de ello es que algunas de ellas adaptan sus edificios para hacer los templos de la nueva religión y se convierten en todo o en parte en basílicas cristianas. Es el caso de la villa de Saucedo en las cercanías de Talavera la Nueva que desde mediados el siglo I d.C. es una típica villa romana hasta que a finales del III sufre a importantes modificaciones en su estructura, ampliándose las instalaciones agrícolas y señoriales pues se construyen instalaciones termales y un gran salón decorado con mosaicos (En el Museo de Santa Cruz de Toledo  se conserva un mosaico que estuvo en el ábside de la basílica en el que se representa una mujer sosteniendo un cuerno de la abundancia y un globo o luna creciente) y planta absidiada  que ya a finales  del siglo V se convertirá en basílica cristiana. En sus excavaciones se ha encontrado una piscina bautismal con su escalera de subida y la de bajada y con las conducciones del agua y un sumidero consistente en una placa de mármol con decoración labrada de motivos vegetales. Los muros delimitan claramente la planta basilical y se levantan en parte sobre los anteriores mosaicos que decoraban la villa. Otros nuevos como el ya aludido en el que aparecen dos delfines con las colas entrelazadas con un tridente representarían un motivo simbólico de los utilizados por los primeros cristianos. También se halló un altar de piedra con un crismón como símbolo de Cristo grabado en él. En el siglo VIII hay un gran nivel de incendio que podría coincidir con la llegada de los visigodos lo que se atestigua por el hallazgo en ese nivel de cenizas de una moneda de Witiza.

Mausoleo de las Vegas de Pueblanueva en el lamentable estado en que se encontraba hasta su limpieza reciente
Mausoleo de las Vegas de Pueblanueva en el lamentable estado en que se encontraba hasta su limpieza reciente

La casa contaba con un sistema complejo de calefacción por agua y también una fuente en la entrada monumental recibía a los visitantes. Un patio central recogía las aguas de lluvia. Las instalaciones termales en esta villa donde el agua es nuevamente protagonista pues se han encontrado.

Otra de estas grandes villas del Tajo que se reconvierten en basílicas cristianas, y luego parece que en templo visigodo, es la villa de Las Tamujas cercana a la desembocadura del Cedena en el Tajo, que también contaba con ricos mosaicos en su zona residencial e instalaciones termales.

Restos arqueológicos de la villa romana de Saucedo. Foto de cultura.castillalamancha.es

El mausoleo de Las Vegas del Pueblanueva, también situado cerca del Tajo y con dos villas romanas en su entorno, es un monumento de gran importancia arqueológica, aunque hoy permanece lleno de basura y en un estado lamentable. Se trataba de un edificio de forma octogonal con unos trece metros de diámetro construido  con muros de canto y argamasa de ochenta centímetros de grosor. En uno de sus lados se puede todavía ver una cripta monumental con unas escaleras de acceso en cuyo interior se encontró el sepulcro llamado de Los Apóstoles en mármol y que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, además de otros dos sepulcros de piedra. Toda la estructura está realizada en magnífica sillería granítica.

Lápida de Litorio en la ermita del prado, uno de los más importantes elementos arqueológicosde los primeros cristianos en españa en España
Lápida de Litorio en la ermita del prado, uno de los más importantes elementos arqueológicosde los primeros cristianos en españa en España

Un elemento de gran importancia como huella de aquella temprana cristianización de nuestra comarca es el hallazgo de la placa de Litorio en la zona de la Trinidad. Hoy se encuentra encastrada a la izquierda del muro de la entrada de la ermita. Ermita que debemos recordar dice la leyenda que su conversión a templo cristiano fue impulsada por el rey visigodo Liuva que hizo que este lugar junto a las alamedas fluviales y que estaba dedicado en tiempos de los romanos a Ceres, su diosa de la fertilidad,  se cristianizara bajo la advocación de la Virgen del Prado.

Varios elementos arquitectónicos de claro origen visigodo se han hallado repartidos por nuestra comarca. Cimacios, capiteles, pilares o restos de ventanas formaban parte de antiguos templos cristianos, y aunque fuera ya de nuestro ámbito territorial es un magnífico ejemplo de la arquitectura de esta época, la iglesia de Melque próxima a San Martín de Montalbán. Incluso hay numerosos autores que quieren ver en la finca de La Alcoba, donde también se hallan restos de una antigua villa romana, el lugar donde se localizaba un monasterio cuyo abad fue nombrado obispo por el rey Wamba, pues era muy devoto de un famoso predicador cuyos restos se guardaban allí, San Pimenio. Ese primer y único obispo «talaverano» se llamó Cuniuldo, cuya diócesis fue luego eliminada y él nombrado obispo de Itálica.

SARCÓFAGO DE PUEBLANUEVA HALLADO EN EL MAUSOLEO JUNTO AL TAJO Y HOY EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
SARCÓFAGO DE PUEBLANUEVA HALLADO EN EL MAUSOLEO JUNTO AL TAJO Y HOY EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL

La diócesis en cuestión se llamó Aquis, cuyo significado es «aguas» otro elemento más que nos habla de la vinculación histórica de nuestra tierra con los ríos y las fuentes que vamos desgranando en estos artículos.

EL TIÉTAR POR LA SIERRA DE SAN VICENTE Y EL BERROCAL

EL TIÉTAR POR LA SIERRA DE SAN VICENTE  Y EL BERROCAL

Seguimos hoy con el segundo tramo del Tiétar al paso del río por los pueblos ribereños de la Sierra de San Vicente y El Berrocal, con su naturaleza y patrimonio

El Tiétar, sigue descendiendo y deja a su izquierda los pueblos de la Sierra de San vicente como La Iglesuela. En esta zona el río es de singular belleza por discurrir entre un bosque de pinos autóctonos. Además, en estos parajes es muy abundante la cigüeña negra y un gran número de rapaces y otras especies de aves.

El Tiétar va cogiendo caudal de otras gargantas
El Tiétar va cogiendo caudal de otras gargantas

Descendemos después el Tiétar por su misma ribera si vamos andando, o por un camino que nos conduce a la carretera de Casavieja. Junto al puente de la carretera, río arriba, se halla otro puente más antiguo en un paraje muy ameno, donde podemos, como en el resto del trayecto fluvial, intentar pescar algún barbo, cachuelo e incluso black-bass.

Cárcavo de un viejo molino en el Tiétar
Cárcavo de un viejo molino en el Tiétar

En el descenso del río se adornan las orillas con algunas alisedas, saucedales, choperas y fresnedas, en los lugares, donde el regadío y las plantaciones de espárragos, no han deteriorado el bosque de ribera. También encontraremos tres ejemplares de molino de agua que dan un toque pintoresco al entorno, sobre todo el conocido como de Castillo construido en obra de buena sillería con un gran canal elevado.

Puente sobre el Tiétar en término de La Iglesuela
Puente sobre el Tiétar en término de La Iglesuela

En el valle del Tiétar, por el término de Lanzahita podemos encontrar zonas cultivadas que producen entre otros productos sus famosas sandías y sus carillas (legumbre de pequeño tamaño que presenta una mancha negra en el centro). Pero también podemos disfrutar de bellas dehesas con encinares y manchas de alcornoque o de roble, además de las solitarias orillas del río Tiétar con amenos rincones donde perdernos.

Caballos enjaezados después de cruzar el Tiétar en la romería entre Lanzahita y Hontanares
Caballos enjaezados después de cruzar el Tiétar en la romería entre Lanzahita y Hontanares

UNA ROMERÍA  QUE CRUZA EL RÍO

La fiesta más peculiar de Lanzahita es la romería, celebración de gran antigüedad que algunos datan en el siglo XVI y que basa su tradición en una curiosa leyenda. La imagen del Cristo de la Luz fue encontrada por un pastor cerca del vecino pueblo de Hontanares, en las proximidades del río Tiétar. Esta imagen fue llevada a Lanzahita, pare ser custodiada en la ermita de la Virgen del Prado, pero desapareció para ser hallada otra vez en el lugar de su aparición. Nuevamente se llevó a Lanzahita, pero volvió a aparecer en Hontanares. El pastor indicó que le había sido revelado que el Cristo debía estar en Hontanares, por lo que se le construyó una ermita en este pueblecito, hoy su iglesia. Los vecinos de Lanzahita olvidaron el culto a la imagen y todo tipo de desgracias cayeron sobre el pueblo, por lo que se volvió a recuperar la devoción al Cristo, llevando todos los años en romería un cirio que se bendice previamente en la ermita de la Virgen del Prado.

Ofrenda en la romería entre Lanzahita y Hontanares
Ofrenda en la romería entre Lanzahita y Hontanares

La fiesta está declarada de interés turístico regional y durante ella los caballistas y carruajes engalanados van hasta el Tiétar acompañando al cirio tradicional. El último tramo del camino se hace a la carrera en un espectáculo lleno de alegría y colorido y, después de la procesión con el Cristo por las calles de Hontanares se hace una comida campestre a orillas del río. 

Molino de Castillo en el Tiétar
Molino de Castillo en el Tiétar

El entorno de Buenaventura es muy ameno con sus dehesas, los bosques ribereños del Tiétar y otros parajes de interés, como son la charca de la Margañona, desde donde subiremos al oeste del caserío y a la que podemos acceder siguiendo el arroyo de Pedro García que va saltando en pequeñas cascadas, como lo hace el arroyo que baja desde Navamorcuende en el paraje de las Chorreras, por donde podemos subir en un recorrido que nos lleve al pueblo vecino.

Tiétar a su paso por el término de La Iglesuela
Tiétar a su paso por el término de La Iglesuela

EL MOTÍN DE LAS 300 TALAVERANAS

EL MOTÍN DE LAS 300 TALAVERANAS

(MAYO 1898)

Tipos talaveranos y gentes de la comarca en la época en que se producen los acontecimientos
Foto de la calle San francisco con tipos talaveranos y gentes de la comarca poco después de la época en que se producen los acontecimientos

Clementa se despertó al oír el cubo de una vecina chocar contra el fondo del pozo del  patio. Ella y su  familia ocupaban un par de habitaciones relimpias de un antiguo palacio convertido en casa de vecinos. Su marido se había levantado todavía de noche para ir a coger furtivamente en el Cerro Negro un haz de leña de retama para luego vendérselo a los alfareros.

Sentada junto al viejo baúl, único ajuar que pudo dejarle su madre, se miraba las uñas desgastadas y las manos enrojecidas de tanto lavar la ropa de otros en La Portiña para poder llevar el pan a sus cuatro hijos que todavía dormían bajo las mantas y los ropones archirremendados. Barrió la casa y fregó los cuatro cacharros acordándose de su madre cuando le repetía mil veces que la limpieza es la dignidad del pobre. Dejó a los muchachos encima de la mesa el último pedazo de pan que quedaba en su casa. Hoy podía darles además el tazón de leche que le había traído su hermana, la casada con un arriero,  que siempre andaba algo más desahogada.

Se peinó ante el pedazo de espejo pegado en la pared y salió a buscar a las otras mujeres de su barrio que el día anterior habían quedado en acudir juntas al ayuntamiento. Ya no podían más, apenas había jornales para sus maridos y los dos mayoristas andaban especulando con el trigo, pues en Madrid había mucha demanda y quien lo quisiera en Talavera debía pagar un precio imposible para las economías más débiles.

vidaobrerarEn silencio fueron confluyendo delante de las casas consistoriales modestas mujeres talaveranas que pidieron a uno de los empleados municipales hablar con el alcalde sobre la carestía del pan y la falta de trabajo. Solamente recibieron buenas palabras, esas buenas palabras que eran la sintonía de su vida, la música que siempre se habían visto obligadas a escuchar. Prometió el edil muy serio, una vez más, que intentaría paliar la situación en la medida de las posibilidades del municipio que eran bien pocas, pues en un alarde de patriotismo absurdo se habían destinado los últimos fondos para ayudar a las tropas españolas en una guerra perdida de antemano en Cuba.

Las buenas palabras son alimento poco nutritivo y las mujeres se dirigieron a la calle de la Concha donde se estaba cargando un carro de trigo frente a uno de los almacenes de los acaparadores Iglesias y Casajuana. Los sacos fueron derramados por el suelo, se había roto la paciencia secular de las humildes, de las que no tenían nada que perder y, al pasar por la lujosa casona de los especuladores, una lluvia de piedras hizo añicos los cristales. Furiosas, decidieron ir a la estación de ferrocarril para impedir que el trigo que ellas mismas y sus maridos habían segado de sol a sol con un gazpacho por alimento se marchara a Madrid.

Portada del asilo de San Prudencio en el que durante la revuelta se produjo el saqueo de los bienes de los jesuitas, alojados entonces en sus dependencias
Portada del asilo de San Prudencio en el que durante la revuelta se produjo el saqueo de los bienes de los jesuitas, alojados entonces en sus dependencias

La rabia se iba alimentando a sí misma y se oyó el primer grito de ¡Mueran los jesuitas! El muelle del reloj de los mansos de corazón había saltado, muchas mujeres fueron sumándose a la comitiva mientras se dirigían al convento. Al llegar al cruce de la calle del Toro Encohetado se dieron de bruces con el alcalde, el capitán de la Guardia Civil y otros concejales que intentaron detener a las amotinadas ya decididas a todo. Ellas odiaban lo que esos señores representaban, pero eran vecinos suyos y no supieron hacerles daño. Mas la presa ya se había roto y la avalancha no podía detenerse. Golpeaban y arañaban las puertas, las puertas del convento que durante siglos ocuparon los jerónimos, dueños de las mejores y más abundantes tierras de la comarca, dueños de molinos y lagares, dueños de casi todo lo que no estuvo en manos de los nobles. Una de las puertas saltó hecha astillas y el río humano penetró en celdas, cocinas, despensas, sacristías y refectorios. Crucifijos, imágenes, libros sagrados y casullas eran lanzados por las ventanas junto a los muy píos chorizos y jamones, el trigo y las viandas, los muebles y las puertas, todo se amontonaba en el suelo, sobre los albañales, todo comenzó a arder en hogueras que iluminaban las calles de Alonso de Herrera y Río Tajo.

Las autoridades tocaron a somatén y entre guardias, alguaciles y voluntarios, se formó una fuerza que acudió a despejar el lugar cuando ya sólo había cenizas. Las amotinadas precedidas por una bandera de color indeterminado, el trapo de los sin pan, se dirigieron al almacén de los acaparadores de trigo.

Por las ventanas lanzaban las amotinadas muebles y alimentos de los jesuitas.
Por las ventanas lanzaban las amotinadas muebles y alimentos de los jesuitas.

Setenta vecinos armados y diez guardias civiles patrullaron de noche la ciudad, los detenidos fueron hacinados como bestias en las celdas y el ayuntamiento decidió vender al día siguiente tres mil quinientos panes a veinticinco céntimos. Algunas mujeres atemorizadas intentaban acercarse pero las más bravas se lo impedían gritando ¡No queremos pan!.

Querían otra cosa, querían dignidad, querían trabajo, querían un mundo nuevo aunque no sabían bien cómo conseguirlo. Se lanzaron sobre los puestos y, sin poder detenerlas treinta guardias que formaban en la plaza, derribaron los mostradores y pisotearon los panes. Se dirigieron a casa de Sánchez, otro mayorista que huyó saltando tapias mientras las talaveranas arrasaban su casa y sus almacenes de trigo, haciendo lo mismo con los de Iglesias y Casajuana, al grito de ¡Mueran los acaparadores! ¡Mueran los ricos!.

Había que liberar a sus compañeros presos y fueron al ayuntamiento para exigir su libertad. Les fue concedida por las asustadas autoridades que querían ganar tiempo hasta que llegaran refuerzos. Más de ciento cincuenta personas armadas habían sido hasta ahora incapaces de detener la pequeña revolución castellana. Los bienpensantes no salían de su asombro. Más de trescientas mujeres de un viejo pueblo de la meseta se habían levantado e incluso entraban en sus casas y comercios exigiendo las deudas que con ellas tenían contraídas los de su clase desde hacía siglos. Eran las tres de la tarde cuando desembarcó en la estación un destacamento de caballería de la guardia civil al mando del teniente Leardy. Recorrieron las calles al galope con los sables desenvainados entre el griterío de las mujeres.

Clementa cayó sobre el suelo empedrado empujada por un caballo y supo que las cosas volvían a estar en su sitio, en el mismo sitio cabrón donde siempre habían estado.

LOS ROMANOS y VISIGODOS SE DISPERSAN POR RÍOS Y ARROYOS

LOS ROMANOS y VISIGODOS SE DISPERSAN POR RÍOS Y ARROYOS

Nuevo capítulo de «Ríos de Historia» en la época final del Imperio Romano y el domino visigodo, que dispersan sus asentamientos por arroyos y afluentes

Capitel tardorromano de una villa romana junto al río Guadyerbas.
Capitel tardorromano de una villa romana junto al río Guadyerbas.

Los romanos a partir del siglo III después de Cristo comienzan a dispersarse por las tierras de la comarca y no solo habitan la ciudad de Talavera o Caesaróbriga y las grandes villas de la vega del tajo, sino que comienzan a crear asentamientos por toda nuestra tierra aprovechando especialmente las vegas de los ríos y especialmente en asentamientos rústicos a lo largo de pequeños arroyos de corriente continua.

Es curioso constatar la presencia de numerosos topónimos de lugares que se llaman  “los villares” “el villar” o “villarejo” y que se reparten por toda nuestra comarca y suelen localizarse  en ellos yacimientos tardorromanos que en muchos casos siguen después habitados tras las invasiones bárbaras por los visigodos. Muchos de ellos nos muestran los restos de basílicas que nos hablan de los primeros lugares de cultos cristianos. A los arqueólogos les ha resultado difícil distinguir la sucesión de estas fases de ocupación en este periodo de ruralización general que en muchos casos es difícil datar en una u otra época.

Simultáneamente la ciudad romana de Talavera va perdiendo su esplendor y donde antes había grandes había grandes templos o edificios públicos y las casas de la clase dominante se hallan restos de construcciones más modestas y decadentes, que utilizan en muchos casos los sillares y columnas de viejas construcciones para edificar construcciones más modestas.

SEPULTURAS ROMANAS DESCUBIERTAS POR LAS AGUAS EN LA DESEMBOCADURA DEL JÉBALO EN EL TAJO
SEPULTURAS ROMANAS DESCUBIERTAS POR LAS AGUAS EN LA DESEMBOCADURA DEL JÉBALO EN EL TAJO

De todos estos yacimientos tardorromanos, visigodos y paleocristianos hay buena muestra en todos los afluentes del padre Tajo. Es el caso de los asentamientos y necrópolis hallados en el entorno del embalse de Cazalegas y en el de sus arroyos tributarios de la sierra de San Vicente, especialmente en los arroyuelos cercanos a Bayuela, donde además parecen quedar restos de viejas presas para aprovechamientos de huertos y prados. Otra de estas presas se encuentra cerca del despoblado de Guadyerbas las Bajas, en un arroyo tributario. También a lo largo del Guadyerbas en su discurrir por los términos de Velada y Oropesa se hallan otros yacimientos como el cercano al Baldío, donde el autor encontró el capitel tardorromano que se muestra en la fotografía. En su afluente Riolobos, también de corriente continua se encuentran restos de habitación romana y las ruinas de un molino de aspecto muy antiguo, que para algunos podría remontarse a la época de la que venimos hablando.

Palomeque Torres describió en Los Navalmorales otros yacimientos romanos en el arroyo de los huertos y en el valle del Pusa también se han encontrado junto a sus orillas restos de villas y mosaicos.

En el valle del Sangrera hay varios “villarejos”y cerca de Torrecilla en su tributario Fresnedoso se localiza el Cerro de Los Moros donde se destruyó una gran necrópolis visigoda con restos óseos de gentes de buena envergadura y un jarrito de un asa como habitual ajuar de estos enterramientos, además de algún pequeña objeto personal como pendientes o brazaletes, aunque el gran hallazgo de estos materiales con verdaderas joyas se encontró junto a Carpio de Tajo.

Mosaico de la villa romana de Saucedo en Talavera la Nueva
Mosaico de la villa romana de Saucedo en Talavera la Nueva

También en el bajo Sangrera hay restos de buenas villas tardorromanas que han dejado sus cerámicas más toscas y su tégulas, esas gruesas tejas romanas, desperdigadas por los barbechos y con las que a veces se construían también las sepulturas.  Estos enterramientos están a veces hechos con lajas de pizarra o con lanchas de granito, otras con tejas y otras en sepulcros labrados directamente en la roca y que aunque se suelen situar en la alta edad media, el periodo inmediatamente posterior, a veces es difícil de determinar si ya existían en estos tiempos paleocristianos. Son los llamados “lucillos” que dan nombre a pueblos como Navalucillos, o el mismo Lucillos y de los que se encuentran ejemplares a lo largo del cedena, del Pusa y de otros arroyos comarcanos.

Un puente posiblemente romano salta el río Cedena junto a otro “villarejo”, Villarejo de Montalbán, en cuyo término se hallan también restos de asentamientos romanos. También hay restos de esta época en el Riscal de Velasco, que se eleva sobre el mismo río y una necrópolis en en lugar que tiene el sugestivo nombre de “El Prado de las Monedas” En término de Alcaudete y a las orillas del Jébalo se encuentra el yacimiento romano de la finca Los Villarejos y, más abajo, cerca ya del casco urbano se ha excavado otro importante yacimiento con mosaicos.

Sepultura tardorromana violada del Prado de las Monedas cerca de Los Villarejos, bajo el embalse de Alcaudete en el Jébalo
Sepultura tardorromana violada del Prado de las Monedas cerca de Los Villarejos, hoy bajo el embalse de Alcaudete en el Jébalo

En la cabeza del Conde, en las riberas del río Uso, que como otros yacimientos se nos muestra bajo el topónimo de “castrejón” suelen estar en sobre cerros y que probablemente aprovechaban además de los recursos agrícolas los pastos para ganadería e incluso una pequeña metalurgia de autoabastecimiento con el hallazgo de escorias de hierro e incluso un pequeño horno como el hallado junto al Guadyerbas en el yacimiento de El Rondal.

También en los valles del Pedroso, “Villar del Pedroso”, o en el paraje de la Oliva o en la finca La Argamasa y en otros lugares de la Jara más occidental se han encontrado restos similares.. Cerca de su desembocadura se pueden ver los restos de la calzada romana que discurría por la orilla sur del Tajo.

NUESTROS RÍOS: TIÉTAR, PRIMER TRAMO

NUESTROS RÍOS: TIÉTAR, PRIMER TRAMO

Comenzamos hoy una nueva serie sobre nuestors ríos en la que haremos un recorrido por sus cauces y con los elementos culturales y naturales que se ven en sus inmediaciones.

El Tiétar nace en la Venta del Cojo
El Tiétar nace en la Venta del Cojo

Hoy comenzamos a recorrer uno de los ríos más importantes de nuestra comarca. Se trata del río Tiétar, que nace en el límite entre las provincias de Madrid y Ávila, cerca de la carretera nacional 501 y justo en la frontera de los términos de Santa María del Tiétar y Rozas de Puerto Real. La carretera discurre por el trazado de la antigua Cañada Leonesa Oriental y junto a ella se sitúa la Venta del Cojo, que daba servicio a los ganaderos trashumantes y en cuyo entorno brotan los manantiales que darán los primeros caudales a nuestro río.

Santa María del Tiétar, antes Escarabajosa, y Sotillo de la Adrada, los primeros pueblos del valle del tiétar
Santa María del Tiétar, antes Escarabajosa, y Sotillo de la Adrada, los primeros pueblos del valle del tiétar

Durante gran parte de sus ciento cincuenta kilómetros discurre al sur de la sierra de Gredos, de la que recibe por su orilla derecha el caudal de las gargantas de la sierra, mientras sirve de frontera entre las provincias de Ávila y Toledo, para adentrarse más adelante en Cáceres, donde desemboca en el Tajo, recorriendo antes la comarca de La Vera.

Casillas y Sotillo de la Adrada son los primeros pueblos del señorío de La Adrada que vamos a encontrar en nuestro recorrido por el Valle del Tiétar, cuya cabeza, La Adrada, fue capital del estado al comienzo de la Edad Media.

Castillo en la cabeza del señorío de La Adrada por cuyos pueblos discurre el Tiétar en su cabecera.
Castillo en la cabeza del señorío de La Adrada por cuyos pueblos discurre el Tiétar en su cabecera.

En 1393, el condestable de Castilla y corregidor de Ávila don Ruy López Dávalos recibió del rey Enrique III un gran señorío al sur de Gredos que incluía lugares tan lejanos como La Adrada, Arenas de San Pedro, Castillo de Bayuela o Puebla de Santiago del Arañuelo, muy cerca ya del Tajo en las proximidades del actual pueblo de Valdeverdeja. En 1422 le son confiscados estos territorios y de ellos La Adrada, Arenas y Bayuela pasan a formar parte de los extensos territorios del otro condestable, don Álvaro de Luna como herencia de su mujer. Tras su ejecución por orden del Rey, Bayuela y Arenas siguen en poder de su esposa la “Triste Condesa”, ya que habían sido recibidos por ella en herencia de su padre, pero La Adrada y los pueblos que formaban el estado (Sotillo, Casavieja, Casillas, Fresnedilla, Piedralaves e Iglesuela) los recibe don Beltrán de la Cueva como donativo de Enrique IV. Pasará todo este territorio a manos de su segundo hijo don Antonio de la Cueva y Mendoza, separándose así del señorío de Mombeltrán en manos del duque de Alburquerque, hermano mayor de la familia.

Apenas un hilo de agua es el Tiétar a su paso por Sotillo de la Adrada, pero el río discurre por los agradables parajes del puente Mosquea sobre el Tiétar y el puente Chico sobre un pequeño afluente en la orilla izquierda. Aguas abajo, donde la carretera de La Iglesuela cruza también el río, se encuentra la puente Mocha, otro pintoresca construcción medieval. Todo el recorrido discurre entre pinares muy amenos en un trazado llano muy agradable.

Puente Mosquea sobre el Tiétar
El Puente Mosquea y la Puente Mocha son dos magníficas obras  sobre el Tiétar

Puente Chico sobre un afluente cerca del tiétar
Puente Chico sobre un afluente cerca del tiétar

Al término de Gavilanes se une en el siglo XIX el de la aldea de Las Torres, la más vieja población del lugar que queda así desierta desde entonces.

Ruinas de la iglesia del despoblado de Las Torres, uno de los primeros núcleos habitados del valle del Tiétar
Ruinas de la iglesia del despoblado de Las Torres, uno de los primeros núcleos habitados del valle del Tiétar

Al despoblarse el núcleo cercano al río de las Torres en 1773, el altar mayor de la iglesia se trasladó a Mijares.

El Tiétar es en este primer tramo poco caudaloso pues todavía ha recogido el caudal de pocas gargantas. Alamos, blacos, alisos y sauces festonean sus riberas que a veces son muy intrincadas en su vegetación y llegan a formar galerías. Suele en verano detenerse el río en pozas a veces muy extensas y al final empiezan a aparecer las primeras rocas graníticas y los primeros playazos por arrastre de las arenas graníticas de Gredos.

El Tiétar adolescente comienza a recorrer su valle
El Tiétar adolescente comienza a recorrer su valle

Alamedas, alisedas y saucedales festonean sus orillas
Alamedas, alisedas y saucedales festonean sus orillas

Los cultivos de regadío con espárragos y maizales comienzan a aprovechar sus aguas
Los cultivos de regadío con espárragos y maizales comienzan a aprovechar sus aguas

VENUS Y HÉRCULES JUNTO AL TAJO

VENUS Y HÉRCULES JUNTO AL TAJO

Continuación del capítulo anterior de «Ríos de Historia» sobre la relación de la Talavera romana  con el Tajo.

Escultura romana de bronce que representa a Hércules hallada en Talavera de la Reina. Folleto de una exposición del COLECTIVO ARRABAL
Escultura romana de bronce que representa a Hércules hallada en Talavera de la Reina. Folleto de una exposición del COLECTIVO ARRABAL

Aun así, esa escasa altura sobre el nivel de las aguas ha hecho, entre otras causas, que históricamente Talavera haya sido una ciudad con mal saneamiento, una ciudad en la que los viajeros han percibido suciedad, albañales atascados y hasta charcas poco saludables como la de El Charcón, que ya lo lleva en el nombre. En las excavaciones  se han encontrado numerosas conducciones de aguas residuales con pequeños canalillos que en muchos casos acababan en pozos negros y no en el mismo río. Todos sabemos cómo ciertos sótanos de Talavera cercanos al río se anegan cuando suben las aguas y hasta el mismo hospital actual tuvo que construir un sistema de saneamiento que impidiera su inundación por retroceso de las alcantarillas. Es seguro que también hubiera cloacas romanas de mayor entidad como la que va de los jerónimos al río y que tradicionalmente ha sido considerada por los talaveranos como un sugerente pasadizo secreto.

Es difícil saber cuál era la situación del cauce del río hace dos mil años pero por los estudios arqueológicos se puede deducir que nuestra ciudad se situaba limitada por el Tajo, aunque con un espacio de tierra entre el casco urbano y la corriente fluvial, como todavía se advierte en el dibujo de la ciudad del siglo XVI de Anton van der Wingaerde.

ESCUDO DESPIEZADO DE TALAVERA DE LA DERRIBADA PUERTA DE CUARTOS. ¿Fueron estos los toros que delimitaron el casco de la antigua Caesaróbriga
ESCUDO DESPIEZADO DE TALAVERA DE LA DERRIBADA PUERTA DE CUARTOS. ¿Fueron estos el toro y la vaca  que delimitaron el casco de la antigua Caesaróbriga?

El casco urbano se habría delimitado con el ritual clásico latino de trazar los límites arando con un toro y una vaca y haciendo el surco que marcaría los límites. Éste podría ser el origen del escudo talaverano, donde aparecen saliendo del recinto amurallado las dos reses. Dos son los ejes básicos del diseño urbanístico romano el decumano. Eje que en nuestro caso sería una vía que unía la puerta de Mérida, que según los especialistas era de claramente de origen romano, y otra que habría estado donde actualmente se encuentra la alcazaba, que se construyó en época musulmana con materiales romanos, tal vez la puerta que hoy llamamos de Pescaderías o la propia entrada occidental de la alcazaba. La otra vía perpendicular es el cardo y hoy se puede identificar recorriendo desde la Puerta de Zamora la calle Mesones hasta la otra puerta romana del Arco de San Pedro siguiendo por la calle Gabriel Alonso de Herrera hasta el claustro de los jerónimos, donde se halló la escultura de Venus reconvertida en imagen de Santa Catalina. La zona de los templos se encontraba muy próxima al río y ha persistido hasta ahora con la Colegial, los jerónimos, bajo cuyos cimientos se encontró la cabeza de bronce de un toro y también en la zona de San Clemente donde se encontró la escultura también de bronce de Hércules.

Esa cruz que forman el cardo y el decumano se enmarcaría en un recinto rectangular cuyo lado sur sería paralelo al río. Ese recinto dentro de las murallas y ampliado probablemente por los barrios de Santa Leocadia hacia el este y San Esteban al oeste habrían constituido la ciudad romana de unas 24 hectáreas, similar en superficie a la de muchas otras ciudades romanas pero con una abundancia en inscripciones epigráficas superior a la media.

PUERTA DE MÉRIDA, LA QUE CON MÁS PROBABILIDAD ES ROMANA AL MENOS EN PARTE (DIBUJO DE E. REAÑO SOBRE GRABADO DE LABORDE)
PUERTA DE MÉRIDA, LA QUE CON MÁS PROBABILIDAD ES ROMANA AL MENOS EN PARTE (DIBUJO DE E. REAÑO SOBRE GRABADO DE LABORDE)

La muralla romana talaverana puede que no ciñera la totalidad de la población de la época, sino únicamente el equivalente al actual primer recinto, aunque con modificaciones especialmente en la zona de la alcazaba. La puerta de Mérida tenía estructuras muy similares a las de otras puertas romanas situadas en diferentes lugares del Imperio y también el conocido como arco de San Pedro, aunque con modificaciones  medievales posteriores.

Hasta ahora lo que parece constatado por las excavaciones y por el estudio de los cimientos de la muralla, es la existencia de la misma al menos desde el siglo III. Desgraciadamente, la parte de la muralla del río, que tradicionalmente se ha considerado la más antigua, se halla sepultada por la Ronda Sur.

La calzada romana principal entraría por la calle del sol hasta la Plaza del Reloj, delante de la puerta del arco de San Pedro y saldría por la Corredera y la calle del Carmen hacia Mérida.  El puente romano habría cambiado su dirección en época como más tarde veremos, tal vez por la modificación de la dirección del cauce producido con el paso de los años, y como ha sucedido con tantos meandros y brazos del río que han modificado su trayecto, desapareciendo algunos y naciendo otros nuevos. Ese cambio de dirección en el impacto de las aguas contra los tajamares y la formación de nuevas islas habrían condicionado que se modificara el trazado del puente en época bajomedieval probablemente.

Escultura romana de bronce que representa a Venus hallada en Talavera de la Reina
Escultura romana de bronce que representa a Venus hallada en Talavera de la Reina. FOTO COLECTIVO ARRABAL

No se han hallado todavía el circo o el anfiteatro de nuestra Caesaróbriga, pero no debemos descartar su existencia bajo los cimientos de las casas de los antiguos arrabales, donde sí se han hallado varias necrópolis y también enterramientos aislados. Las excavaciones sistemáticas que se han realizado, desgraciadamente muy pocas para la entidad de Talavera, la preponderancia de los intereses de los constructores, y el escaso amor por su patrimonio que siempre ha caracterizado a los talaveranos han sepultado bajo el hormigón y la dejadez de las autoridades muchas huellas de lo que fue una ciudad romana de dos mil años de antigüedad en la que se han descubierto nobles edificios del antiguo foro en el entorno de la plaza del Pan, como por ejemplo en el patio del ayuntamiento o en el centro Rafael Morales, esculturas como la Venus o el Hércules y venerables piedras que formaban parte de casas y edificios públicos y que hoy se encuentran esparcidas por los parques a falta del museo histórico y arqueológico que está pidiendo a gritos Talavera.

RENTABILIZAR LA HISTORIA

RENTABILIZAR LA HISTORIA

Estatua de Juan de mariana en un artículo de Blanco y negro de los años 60
Estatua de Juan de mariana en un artículo de Blanco y Negro de los años 60

En cierta ocasión pude visitar en el hermoso pueblo manchego de Villanueva de los Infantes el convento donde murió don Francisco de Quevedo. Se invitaba al turista a conocer la celda donde pasó sus últimos días y murió el gran genio español. Pasé a la estancia entre japoneses y un grupo de profesores universitarios interesados por conocer lugar tan culturalmente señalado. Por supuesto que estos visitantes comieron y compraron productos típicos en Villanueva dejándose allí algún dinerillo.

Unos meses más tarde supe que la celda en cuestión había sido redecorada con viejos muebles que nunca estuvieron en contacto con las posaderas del malhumorado escritor y que, con un poquito de imaginación y la ayuda de vecinos y chamarileros, se había ambientado adecuadamente la estancia. En la plaza adyacente al convento se puede además contemplar un monumento dedicado al autor de El Buscón. Es absolutamente lógico que se explote la imagen de tan ilustre vecino aunque sea con pequeñas dosis de “turismo –ficción”, pues parece además que los restos que se veneran como los del tullido insigne son los de un mocetón bien formado de robusta osamenta, según estudio realizado hace un siglo.

Escultura que representa a Fernando de Rojas en la Plaza del Pan
Escultura que representa a Fernando de Rojas en la Plaza del Pan

Hace unos días visitaba Salamanca y podía pasear por el jardín de Melibea y en Valladolid pude también conocer la casa de Cervantes, con buena decoración de época pero utilizando objetos que nunca coexistieron con don Miguel, entre ellos, por cierto, buena cerámica de Talavera.  Ávila con Santa Teresa es otro ejemplo de cómo algunas ciudades saben rentabilizar su historia y sus personajes ilustres para hacer que el turista se acerque a ellas.

Cenotafio de García de Loaisa, confesor de Carlos V y fundador del convento de Santo Domingo en Talavera

Si queremos quitar a Talavera su aire y fama de localidad un tanto rústica, mezclados con su aspecto de ciudad dormitorio, y darnos así un poquito de “caché”, sin renunciar por supuesto a los vínculos que desde siempre hemos tenido con el mundo agropecuario, sería interesante potenciar el reconocimiento de los muchos personajes históricos que nacieron o vivieron aquí.

Boceto de monumento a la Batalla de Talavera que no se llegó a realizar
Boceto de monumento a la Batalla de Talavera que no se llegó a realizar

Porque resulta, por ejemplo, que por nuestras calles corrieron de niños Fray Hernando de Talavera  y Rodrigo Arias Maldonado, el “Doctor Talavera”, dos hombres influyentes ante Isabel la Católica que contribuyeron en gran medida a que se iniciara la empresa americana. Pues bien, la casa natal de fray Hernando estuvo a punto de derrumbarse aunque ha sido felizmente recuperada. Podemos aprovechar el tirón que tanto su figura como la de Maldonado o Francisco de Aguirre tendrían para el turismo y para el prestigio de nuestro pueblo.

Fray Hernando cuenta ya con un monumento en la ciudad como lo tiene, aunque no muy apropiado, Fernando de Rojas. Se ha erigido uno más bien modesto a la Celestina. Pero digo yo que el autor de la considerada como segunda obra más universal de nuestra literatura podría dar mucho más de sí en cuanto a dar a Talavera la pátina cultural que tanto necesita. Una ruta digna de La Celestina y del que fue alcalde de nuestra ciudad debería instalarse sin importar que se hayan de hacer nuevas placas cerámicas que sirvan de guía por los lugares vinculados con él y su obra, y por su puesto el acceso al claustro de la Colegial, donde se encuentran sus restos, debería estar garantizado. La figura del Arcipreste de Talavera, otro literato de gran talla, tampoco ha sido resaltada en modo alguno como personaje vinculado a nuestra ciudad.

Para llamar la atención sobre el aspecto histórico de Talavera, qué mejor símbolo que el Padre Juan de Mariana, al que se refería Benito Pérez Galdós en el centenario de la Batalla de Talavera declarando que “Talavera es la patria de la Historia por haber sido la patria de Mariana”. Creo que el centenario de su figura debería haber merecido algo más que el paripé académico que se celebró.

Otras disciplinas podrían tener también como patrones a algunos de nuestros más ilustres personajes. Por ejemplo a Gabriel Alonso de Herrera, primer estudioso nacional de la agricultura y la ganadería. El campo y el medio ambiente tendrían en él un magnífico patrón de prestigio para haber instaurado en Talavera estudios universitarios de Medio Ambiente, pero claro, tuvieron que ponerlos en Toledo donde se deben estudiar los selváticos bosques de la Sagra, o las agrestes llanuras manchegas.

Portada de la edición italiana del Libro de Agricultura de gabriel Alonso de herrera
Portada de la edición italiana del Libro de Agricultura de gabriel Alonso de herrera

Hagamos que estos y otros muchos paisanos ilustres estén más presentes en calles y eventos culturales, vamos a querernos un poquito más y no olvidemos a los mejores de nuestros paisanos.

INGE MORATH, LA ESPOSA DE ARTHUR MILLER QUE FOTOGRAFIÓ UNA BODA EN NAVALCÁN

INGE MORATH, LA ESPOSA DE ARTHUR MILLER QUE FOTOGRAFIÓ UNA BODA EN NAVALCÁN

En un artículo reciente de Manuel Hidalgo en El Mundo sobre la fotógrafa Inge Morath se pone en valor su figura pero no se hace referencia a la maravillosa colección de fotos que tienen por tema una boda en Navalcán a mediados de los años 50.

Traemos aquí algunas de esas fotos y artículos en los que se describe el homenaje que se hizo en el pueblo a la fotógrafa con la visita de dos Nobel de literatura a este pueblo de nuestra comarca.

MANUEL HIDALGO

«La fiesta más perfecta». Eso dijo Inge Morath sobre los Sanfermines. La fotógrafa estuvo en Pamplona, por primera vez, en 1954, en compañía del editor Robert Delpire y la escritora Dominique Aubier, ambos franceses, y el resultado de su estancia fue Guerre à la tristesse (1955).

Guerra a la tristeza. No es una mala definición de las fiestas pamplonesas, por entonces cuajadas de curas con tejas, monjas con hábito, aldeanos con boina y gitanas con niños. Y paisanos de andar errático. Y toros, claro. Y el torero Antonio Ordóñez, vistiéndose para matar. El libro, como tal, nunca se publicó en España, pero Lola Garrido, coleccionista de fotografías y amiga personal de Morath, hizo una edición y una exposición en Pamplona en 1997, que contó con la presencia de la artista austríaca, muy apreciada en la ciudad, que hasta le ha dado una calle.

Morath ya había estado en España años antes, acompañando a Henri Cartier-Bresson, de quien fue asistente. Recorrió varias regiones e hizo, sobre todo, muchas fotos de mujeres del campo. Todavía no era miembro de pleno derecho -y primera mujer- de la Agencia Magnum, donde empezó, en París, haciendo tareas de secretariado y producción a iniciativa de Robert Capa.

Morath comenzó a hacer fotos con intención en 1951, durante un viaje a Venecia. Antes se había dedicado al periodismo escrito. Y nunca dejó de escribir. La exposición de Fundación Telefónica de Madrid recoge el trabajo de su viaje, antes de ir a Pamplona, a lo largo del Danubio, fotografías de signo documental y hálito poético, contrastadas en un nuevo viaje -tantos años y cambios después- en 1993.

Ingeborg Morath nació en 1923 en Graz (Austria), y tuvo una infancia peregrina -por la profesión de científicos, vinculados a empresas y laboratorios, de sus padres- hasta que, más o menos, volvió a Berlín en 1938. Estudió Filología Románica, siguió viajando, aprendió un montón de idiomas y sufrió los avatares del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial -huida como refugiada- hasta instalarse en Viena y encontrarse con el periodismo y la literatura. Fue amiga, en ese momento, de otra Ingeborg, Bachmann, la poetisa, amante que fue, nada menos, de Paul Celan,Max Frisch y -creo- Thomas Bernhard.

Morath -que había aprendido mucho con el fotógrafo y también pintor austríacoErnst Haas– completó su formación en Londres en la agencia de Simon Guttman, paso decisivo para entrar en Magnum, de nuevo en París, con todas las bendiciones, regularizar sus viajes profesionales y publicar sus reportajes en Life,Vogue, París-Match y tantas revistas. En los años británicos, tuvo un primer matrimonio con el periodista Lionel Birch e hizo amistad con John Huston.

Acogida por este cineasta, trabajó en los rodajes de Moulin Rouge (1952) y Los que no perdonan (1960), camino que le llevaría a Nevada, a la filmación de Vidas rebeldes (1962), en la que Magnum colocó en exclusiva a nueve de sus fotógrafos, dispuestos a no perderse un gesto de tres estrellas rutilantes que enfilaban su recta final: Marilyn Monroe, Clark Gable y Montgomery Clift.

En ese rodaje estaba el dramaturgo Arthur Miller, guionista de la película y marido de Marilyn, que, por supuesto, ya era una celebridad mundial después deMuerte de un viajante, Las brujas de Salem y Panorama desde el puente.

La relación entre Miller y Marilyn estaba virtualmente rota, y el escritor y la fotógrafa iniciaron un romance que, tras el divorcio de M y M, les llevó a casarse inmediatamente. Primero nació su hija, Rebecca Miller, que es una importante escritora y directora de cine -recordemos Las vidas privadas de Pippa Lee– y está casada con el actor Daniel Day-Lewis. Y después, en 1966, nació Daniel.

Daniel nació con síndrome de Down, y Arthur Miller tomó una tremenda decisión: ingresarlo rápidamente en una institución. La oposición de Morath no sirvió de nada. A diferencia de su mujer, Miller nunca fue a visitar a su hijo, y ambos ocultaron públicamente su existencia misma. Sólo en los últimos años de su vida, Miller llegó a encontrarse con su hijo Daniel, ya adulto, y lo incluyó en su testamento.

Al tiempo que seguían sus respectivas carreras, Morath y Miller viajaron mucho por todo el mundo y colaboraron -fotos de ella, textos de él- en al menos tres libros: In Russia (1969), In the Country (1977) y Chinese Encounters (1979)-. Además de por Rusia, China, Estados Unidos y España, Morath viajó por México, Francia, Italia, Irlanda e Irán, realizando reportajes en todos esos países.

Morath fotografió igualmente diversos montajes teatrales y adaptaciones televisivas y cinematográficas de obras de Miller y fue una destacada retratista, con especial predilección por las figuras de la cultura. Ante su cámara posaron Jean Arp, Alberto Giacometti, Pablo Picasso, Philip Roth, Joan Miró, Jean Cocteau y varios otros artistas de primer orden.

Fotógrafa, sobre todo, en blanco y negro, los comentaristas (Margit Zuckriegl, por ejemplo) han señalado la huella en sus imágenes de su maestro Cartier-Bresson y un componente humanista que le llevaba a no mostrar lo más dramático. Morath salió a las calles de Nueva York, cuando los atentados del 11-S, pero evitó fotografiar a las víctimas y se centró en los improvisados memoriales y homenajes.

La misma comentarista -autora, por cierto, de un libro sobre Ernst Haas– señala que en la mentalidad de Morath, y como herencia de Magnum, siempre estaba presente la adecuación de sus imágenes a los medios impresos.

En la exposición de Fundación Telefónica (Tras los pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio), junto a 60 copias originales de la austríaca, se exhiben los trabajos de ocho fotógrafas actuales que recorrieron el mismo itinerario por el gran río europeo en 2014.

Cuando Arthur Miller estuvo en octubre de 2002 en Oviedo para recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Inge Morath ya no pudo acompañarle. Había fallecido en Nueva York en enero de ese mismo año a causa de un linfoma. Miller murió tres años más tarde.

Hasta aquí el artículo de Manuel Hidalgo en el Mundo, pero es a continuación donde reproducimos el relato de «CIRCARQ» sobre la historia de la serie de fotografías que hizo la autora de una boda en Navalcán;

Inge Morath (1923-2002)

Navalcán, 1954

Es 1954, están preparando una boda y todo el pueblo está implicado, es una celebración importante dentro de una realidad marcada por el trabajo, la pobreza y hambre, mucha hambre. La fotógrafa, es invitada a quedarse a la fiesta e Inge Morath inmortaliza los preparativos de la víspera de la boda y el día de la boda. «La ceremonia del intercambio de los anillos se celebró a las ocho de la mañana fuera de la iglesia. Yo había llegado lo suficientemente temprano para poder captar el cortejo nupcial en marcha hacia la iglesia. Todos iban vestidos de negro; la novia llevaba un pequeño sombrero de paja negro y su madre una mantilla. Nadie me prestó la más mínima atención, siendo mi presencia aceptada con la misma generosidad que reinó durante todo aquel día».La relación a tres bandas entre Morath, Miller y España tiene ubicación geográfica: Navalcán, Toledo, Castilla-La Mancha. En julio de 1997, el matrimonio Miller-Morath acompañado por el Premio Nobel de Literatura 1992, el sudafricano Derek Walcott, acuden a esta localidad toledana para recordar un viaje hecho cincuenta años atrás. Inge Morath, fotógrafa de la agencia Mágnum, fotografía la España después de una guerra, la España del hambre, la España de los que perdieron. Aquellas carreteras y caminos de tierra de 1954 le llevan, azares del destino, hasta un pequeño pueblo de Toledo, Navalcán. No todo era destino, Inge Morath estaba buscando los famosos bordados de Navalcán y las manos de las que salían. La propia Inge Morath en el prólogo a estas fotografías escribe estas palabras: «En días normales, mujeres y niñas se sientan junto a los portales a bordar incansablemente manteles y servilletas de lino con los intrincados y hermosos diseños de la región. Estos son luego llevados por sus maridos a Madrid, donde tratan de venderlos de puerta en puerta. Una de las mujeres, a quien compré, a un precio que parecía satisfacerla plenamente unas cuantas de sus piezas bordadas me dijo que había una gran fiesta en el pueblo la semana que viene: una boda a la que todos estaban invitados y en la cual vestían sus preciosos trajes típicos».

En sus instantáneas aparecen la encargada del guiso de bodas, los niños, con hambre, alrededor de la sarten, las mujeres bordando en las calles, los labradores tras un duro día de faena en campos valdíos, las mozas que van a buscar a la madrina, la salida de la moza-madrina, la novia, el novio, el baile de la manzana, la recorría… «Ya en la Iglesia, hubo una solemne misa, con los novios y sus familiares arrodillados en primera fila. En las naves laterales había otras mujeres de negro que vienen aquí durante todo un año, después de la muerte del marido o de un hijo, a rezar enfrente de enormes velas que deben permanecer encendidas durante toda la misa».

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Morath sigue narrando las sensaciones que va captando a través de su cámara «llega entonces la hora en que la novia, las madrinas de la boda y las otras mujeres invitadas a la fiesta vuelven a sus casas, visten sus trajes y se hacen luego el peinado tradicional que consiste en una complicada moña sostenida por unos alfileres de plata. Las madres y las abuelas se responsabilizan directamente de todo, bien sea mojando o cepillando pelo, ayudando a poner blusas de lino, apretando corpiños o, finalmente, poniendo y ajustando grandes faldas plisadas y multicolores».Todo queda inmortalizado en la cámara de Inge Morath, «mientras tanto, en el gran recinto vacío donde se celebran los bailes del pueblo, se ha preparado un desayuno con chocolate y arroz con mucho aceite. Todo, inclusive el vino, está en unas enormes vasijas colocadas sobre grandes mesas, y es servido por mujeres que llevan pañuelos negros y que han estado cocinando en los fogones de piedra del patio. Los músicos comienzan a tocar y no pararán hasta el final de la jornada. La pareja nupcial, agarrados estrechamente el uno al otro, toman su turno para bailar. Cerca de las tres de la tarde, se sirve de comida conejo estofado y más vino»

La boda sigue su curso, y la fotógrafa de la Agencia Magnum se siente cada vez más partícipe de la gran fiesta «el punto culminante de una boda campesina castellana es el «Baile de la Manzana». Está ya anocheciendo y gentes de otros pueblos cercanos han venido como espectadores. Se distribuyen tazones con comida que ha sobrado a los que no han comido. El novio, con el padrino de boda, va a buscar a la novia y a las madrinas y las conducen luego en procesión hasta la plaza del pueblo. Allí, los músicos están ya preparados y cerca de una docena de muchachas están listas para empezar el baile. El traje de la novia es idéntico al de ellas, pero la novia lleva decorados más suntuosos y en su cabeza, como señal de pureza, una corona de cintas sobre una guirnalda de flores blancas. Algunas novias, me dicen, han tenido que arreglárselas sin la corona».

El ritual del «Baile de la Manzana» pieza única del folklore navalqueño y afortunadamente conservado por la tradición es narrado por Morath, «cada bailarina sostiene un cuchillo con una manzana clavada en la punta y, a medida que van danzando rítmicamente al son de la música, los invitados se van acercando y van clavando billetes en las manzanas, ayudando de este forma a reunir la dote de la novia y ganando el derecho a bailar con ella. Los billetes son luego quitados de las manzanas y colocados en una caja de metal que la madre de la novia, sentado con otros invitados en un semicírculo alrededor de las bailarinas, sostiene firmemente sobre sus rodillas…»

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Reencuentro en 1997

En aquella visita, Miller y Morath, pudieron sentir el cariño «palpable» de los navalqueños, no hubo boda pero si un encuentro con aquellos a los que ella retrató, los novios, ya abuelos, la moza-madrina, también abuela, y aquellos niños hambrunos, ya adultos. Si hubo además baile de la manzana, y recorría, y dulces en abundancia, más que en aquella primera visita. Todo esto hizó llorar a un Nobel de Literatura, Derek Walcott, que acompañaba al matrimonio en este viaje, fue él quien aseguró a Miller «que en su vida había vista algo tan bonito». La visita del matrimonio Miller-Morath se repite el cuatro de octubre de 1998, cuando acuden a la invitación cursada por el Ayuntamiento de la localidad para inaugurar una calle dedicada a la famosa fotógrafa. Y es ahora, cuatro años después cuando de nuevo Navalcán, Miller y en la memoria Inge Morath vuelven a unir sus destinos. El Consistorio de la localidad ya ha cursado una invitación formal al dramaturgo norteamericano para que visite de nuevo esta villa y en la página web de la localidad, www.navalcan.com son muchos los que se acercan hasta el foro para dejar su mensaje sincero de agradecimiento a alguien que siendo extranjero ha sabido llevar por todo el mundo el nombre y el espíritu de las gentes de estas localidad castellano-manchega.La casualidad quiso que el arquitecto municipal de la localidad, Francisco García Herguedas, descubre en una exposición esas instantáneas que Inge Morath realizó en 1954 en Navalcán. En colaboración con la familia Cuevas, natural de este pueblo e instalada en Estados Unidos, se consigue localizar a Inge Morath y en julio de 1997 se realiza la primera exposición de aquellas fotografías. Se exponen cerca de 50 fotografías, la mayor parte de ellas dedicadas a los preparativos de la boda y su celebración. Es entonces cuando tiene lugar el reencuentro de la fotógrafa y de los navalqueños, aquellos que cincuenta años atrás, en una boda en 1954 «no me prestaron la más mínima atención» siendo recibida, igual que sucediera medio siglo atrás «con la misma generosidad».

El recibimiento.

El grupo ‘La Revolvedera’ recibió a Morath y a sus dos ilustres acompañantes a la entrada del municipio para mostrar esos bailes folclóricos que cautivaron a la fotógrafa austriaca unas décadas antes. «Estaba toda la calle llena de gente», recuerda Telesforo de aquella actuación extraordinaria para una formación de un pueblo pequeño de Toledo. Y todavía quedaba el nombramiento de Hija Predilecta y la designación de una calle con el nombre de la protagonista, que se hospedó entonces en la casa de un navalqueño arraigado en Estados Unidos.
Y faltaban todavía los ramilletes de flores, los vasos de vino y los besos a los bebés. «El cariño de sus caras era palpable. Por casualidad, miré hacia Walcott y vi lágrimas en sus ojos. ‘En mi vida he visto algo tan bonito’, dijo. El momento culminante de la visita fue la presentación a Inge por parte del alcalde de una nueva placa que decía ‘Calle Inge Morath’. Iban a cambiar el nombre de una calle en su honor», decía fascinado el autor de ‘Muerte de un viajante’.
El discurso pronunciado por Arthur Miller durante la entrega de los premios en Oviedo sigue describiendo el interés de Inge Morath por Navalcán y también por el resto de España:«A comienzos de los años 50, cuando España despertaba poco interés en el mundo de la cultura, hacía fotografías del medio siglo con un amor y un respeto manifiestos por el alma de la gente, el verdadero tema de su obra ante su dominio absoluto del idioma, de las costumbres y de la historia de España. Yo no podía más que observarla maravillado».
Probablemente, los cerca de 2.500 vecinos de Navalcán continúen viendo reflejada su alma colectiva en esas instantáneas colgadas desde hace años en el Museo municipal, que un día consiguieron reunir en esta localidad a dos premios Nobel de Literatura y a una fotógrafa de prestigio mundial.

Palabras de Arthur Miller en referencia a Navalcán en el discurso de agradecimiento al premio Príncipe de Asturias que se otorgó al ya premio Nobel de literatura.
«Más reciente, Inge Morath me relevó otra faceta muy diferente de España, la España que ella había llegado a querer, el país donde creo que más a gusto se encontraba. Era el país de grandes pintores y de su amigo Balenciaga, pero también de campesinos y de gente del pueblo y toreros, a quienes le encantaba fotografiar. Veía el carácter español cierta aspiración a la nobleza que yo creo que reflejaba la que ella misma tenía. A comienzo de los años cincuenta, cuando España despertaba poco interés en el mundo de la cultura, hacía fotografías del medio siglo con un amor y un respeto manifiestos por el alma de la gente, el verdadero tema de su obra ante su dominio absoluto del idioma, de las costumbres y de la historia de España, yo no podía más que observarla maravillado.

 Nuestra vivencia española llegó a su punto culminante hace aproximadamente año y medio cuando la acompañé en una visita al pueblo de Navalcán. Había en aquel momento una exposición de sus fotografías en Madrid, entre ellas, una serie que había sacado en los años cincuenta, en un pueblo entonces remoto y apenas visitado. Ahora cincuenta años más tarde, había llegado a Navalcán la noticia de que el pueblo había adquirido cierta fama. Un autocar lleno de gente fue a Madrid para ver por sí misma el aspecto que tenían hace tanto tiempo. Estaba en la galería, gente ya de mediana edad, supervivientes observándose, jóvenes y lozanos en sus cumpleaños, bodas, sus campos y sus casas, rodeados de amigos, ya ancianos o fallecidos. Volvieron a Navalcán e hicieron llegar a Inge una invitación, insistiéndose para que volviera a visitarlo, viajamos con nuestro amigo Derek Walcott, poeta laureado con el Nobel y un hombre de mundo con experiencia. Seguramente había salido a la calle más de un millar de personas para saludar a Inge y celebrar su vuelta. La policía y los bomberos enviaron a sus representantes y se sirvió una comida en el ayuntamiento para sesenta personas. Walcott nos acompañaba en medio de la muchedumbre, que no cesaba de regalar a Inge ramilletes de flores, de ofrecerle con insistencia vasos de vino y bebés para besar, a la vez que recordaban a veces su visita de hace medio siglo. Ella no había hecho más que apreciarlos en un momento dado, y había otorgado un reconocimiento y un recuerdo público a sus vidas sencillas. El cariño de sus caras era palpable. Por casualidad miré hacia Walcott y vi lagrimas en sus ojos. «En mi vida he visto algo tan bonito», dijo. El momento culminante de la visita fue la presentación a Inge por parte del alcalde de una nueva placa que decía «Calle Inge Morath». Iban a cambiar el nombre de una calle en su honor.

Por lo tanto, no vengo a ustedes y a la España moderna y democrática con las manos vacías, sino con mis recuerdos personales, unos trágicos, otros felices. En este el mismo espíritu con el cual quiero darles las gracias por su reconocimiento y este gran premio.»