Ruta de la Cal de mi libro Rutas y Senderos de Talavera y Comarcas
Diecisiete kilómetros separan Talavera de Montesclaros, y desde este encantador pueblecito comenzaremos la travesía de hoy, aunque parece que hace unos meses propietarios de fincas colindantes han cortado el acceso a los hornos de cal.
Preguntaremos por el camino de los caleros y a menos de un kilómetro topamos con la restaurada ermita de San Sebastián que, por la arcada ciega occidental, da la sensación de ser obra inacabada, junto a ella se encuentra el crucero,gótico tardío con el escudo de los señores de Montesclaros que también lo fueron de Castillo de Bayuela y los pueblos de su entorno. Seguir leyendo LA RUTA DE LA CAL→
Segunda parte del capítulo referido a las presas molineras de mi libro agotado «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo»
Desviación del agua hacia un canal molinero en el río Arbillas, en Gredos
La fábrica y reparación de estas grandes presas se realizaba durante el estiaje, hincando estacas de unos quince centímetros de diámetro en el fondo del cauce. Se dejaba entre ellas una distancia de entre veinticinco y cuarenta centímetros, a continuación se clavaban tablas de trabazón de estaca a estaca y se iban volcando piedras con carros y caballerías aguas arriba de esta armadura de madera. En otras ocasiones era la simple acumulación de bloques de piedra la que formaba el núcleo de la presa. En algunos grandes molinos del Tajo como el de los Rebollos en Valdeverdeja todavía se pueden observar en la misma orilla las canteras desde donde se dejaban caer los peñascos al río.
La capacidad de estos azudes varía entre los 0,1 y los 3 hectómetros cúbicos. Al encontrarse en grandes ríos se sitúan en disposición más o menos oblicua con respecto a la corriente para evitar mayores desbordamientos y los posibles daños ocasionados por las crecidas. La función de estas grandes presas es accionar las aceñas o los molinos de regolfo ya que los molinos de rodezno, situados en los pequeños arroyos, precisan de menor cubicaje, alrededor de 0,2 hectómetros cúbicos.
Presa o azud semiderruido por la corriente, que da servicio al molino de los Capitanes en el Tajo a su paso por Valdeverdeja
Como quiera que hay cierta confusión con la terminología que hace referencia a estas presas, diremos que su nombre es en realidad azud y que las palabras azuda, zuda o zua se refieren más bien a las ruedas elevadoras de agua aunque, por extensión, se denomine así también a las presas que las alimentan, tanto en el caso de que sirvan a esas ruedas como a otros artificios como molinos, batanes, lavaderos etc. Muchas de estas presas se destinaban desde la antigüedad a cañales de pesca y de ahí que al azud también se le conociera con el nombre de pesquera.
Plantas, sección y partes de una presa molinera según se explica en el texto
Casi todas estas grandes presas han sido utilizadas y reutilizadas desde la Edad Media y muchas de ellas se han adaptado en la actualidad para abastecer a centrales eléctricas, tanto por ser obras de sólida factura , como por estar situadas en los lugares topográficamente adecuados. Es el caso de antiguas presas molineras como Valdajos, Cebolla, Puente Viejo de Talavera, Ciscarros, Sacristanes y varias de la ciudad de Toledo, entre otras.
También se ha dado el caso de que se adaptaran para movilizar las turbinas que durante el siglo pasado y comienzos de éste accionaron las fábricas harineras, por ejemplo las máquinas de Monteagudo sobre el Tiétar en Oropesa o diferentes industrias impulsadas por energía hidráulica como la alpargatería situada junto a la presa de los molinos de Abajo en Talavera de la Reina.
Además de esta primera división en grandes y pequeñas presas podemos establecer otra tipología en función de su orientación respecto a la dirección de la corriente (fig. 8).
– Perpendiculares: Son más frecuentes en pequeños caudales pues al ofrecer una mayor resistencia son de más fácil ruina.
– Oblicuas: Adaptadas a corrientes caudalosas para no ocasionar en las crecidas reboses excesivos gracias a su mayor longitud, evitando así perjuicios a la obra de la presa e inundaciones al molino. Son con mucho las más frecuentes y las que más se corresponden con la denominación de azud.
– Paralelas: Son muy raras y aprovechan un codo del arroyo para conducir la corriente por un canal que seguirá artificialmente la misma dirección que tiene el arroyo antes del codo natural (fig. 8d). Son ejemplo de este tipo las presas de algunos molinos de rodezno como Marrupejo 3, Bárrago 1 y Saucedoso 5.
Aún podemos hacer una última clasificación de las presas según su planta en presas rectas o de gravedad y curvas o en arco. Las primeras mantienen retenidas las aguas por el propio peso de la mampostería, mientras que las segundas, por su diseño curvo, hacen cargar las líneas de fuerza sobre pilares laterales de las orillas o sobre contrafuertes situados más o menos a mitad de su recorrido. Seguimos en esta tipología a Fernández Casado[1].
Las presas molineras con respecto a la dirección de la corriente como se explica en el texto
En realidad la mayoría de las presas tienen estructura mixta gravedad-arco, gravedad-contrafuerte y arco-contrafuerte e incluso en otras ocasiones son de planta absolutamente irregular o quebrada por distintas readaptaciones o por la necesidad de anclaje en diferentes islotes, como en el caso, por ejemplo, de la presa de los molinos de Abajo de Talavera.
Puede también darse el caso de que no exista presa y que se aproveche íntegramente todo el caudal, previamente canalizado, de un determinado río cuyas aguas discurren bajo el edificio del molino que se apoya en ambas riberas (fig. 9A). Es el caso de la mayoría de los molinos manchegos de regolfo sobre los ríos Cigüela y Riansares.
La presa tampoco es absolutamente necesaria cuando se utiliza la desviación natural o artificial de una parte del caudal fluvial hacia un brazo de río que ha sido ocasionado por una isla que divide el cauce, aprovechándose casi siempre el ramal por el que la corriente es de menor cuantía.
En Talavera por ejemplo, se incrementa con la presa de Palomarejos la corriente que discurre al sur de la isla del Chamelo (fig. 9E). En Malpica, el molino de Corralejo se situaba junto a una isla similar. Cerca de Toledo, frente al paraje de San Bernardo, existen ruinas de un molino que también aprovechaba la corriente que circunda el islote pero con la presa situada a la misma altura del río que el propio edificio del molino (fig. 9D).
Otro tipo particular de presa es la del molino del Estanco en Riofrío (fig.9C) que se sitúa en la misma desembocadura de este afluente del río Uso y que aprovecha todo su caudal con dos cubos adosados al muro. La presa se ha construido perpendicular a la dirección de la corriente obstruyendo completamente el cauce del Riofrío antes de desaguar en el Uso.
Las presas ocasionaban continuos trabajos a los molineros por su encenagamiento, oclusión de compuertas y fracturas de la obra. Era muy importante que se construyeran de forma que el remanso ocasionado no llegara a inundar el cárcavo y el socaz del anterior molino impidiendo así el correcto funcionamiento de los rodeznos. Tampoco podían perjudicarse las corrientes y caudales de los hortelanos ni las zonas de abrevadero del ganado. Referencias muy abundantes a todos los pleitos generados por estas circunstancias pueden encontrarse en la documentación histórica que alude a los molinos.
Era frecuente que el remanso producido por la presa molinera se aprovechara para la instalación de una barca que facilitaba el paso a los clientes del molino y a otros viajeros. Es por ejemplo el caso del molino del Barquillo en Valdeverdeja, el de Ciscarros en Aldeanueva de Barbarroya o el de Cebolla.
En los años de 1641, 1755 y 1828 se hicieron diferentes reconocimientos del río Tajo con motivo de estudiar la viabilidad de los correspondientes proyectos de navegación encargados por los regentes de la época a sus respectivos ingenieros Carducci, Simón Pontero y Cabanes. En estos proyectos se reflejan los accidentes del río que pueden obstaculizar el paso de las embarcaciones aportándonos datos preciosos sobre las presas y la molinería en el trayecto fluvial comprendido entre Toledo y la frontera con Portugal[2]. Se señalan en el recorrido ochenta y seis presas de las que treinta y ocho estaban arruinadas. Cincuenta y tres del total pertenecían al tramo del río comprendido en la actual provincia de Toledo.
La fuente es el siguiente escalón después del pozo y el manantial. Es frecuente que se excave una tarjea de captación. Se rellena de cantos rodados de manera que sirva para recoger los caudales subterráneos y hacerlos desembocar en la fuente propiamente dicha. En la sierra encontramos varios tipos de fuentes y uno de los más peculiares es el que se localiza principalmente en los términos de La Iglesuela y Almendral de la Cañada, aunque también se reparten otros ejemplares por toda la geografía serrana. Se trata de una construcción formada por una bóveda de sillares de granito que sirve para cubrir a un pozo-fuente con el brocal elaborado con grandes sillares planos y rectangulares. Son fuentes estéticamente acabadas y que deberían conservarse como patrimonio peculiar de estos pueblos.
En Almendral una de ellas se ha reinstalado junto al monumento a la Beata Ana de San Bartolomé y en La Iglesuela son realmente numerosas acercándose a la decena el número de las mismas. Pero, ya que nos encontramos en estas dos localidades de la sierra norte, debemos reseñar la importancia de las dos magníficas fuentes con las que cuentan ambos pueblos. En el ejido de La Iglesuela un magnífico ejemplar en granito con un largo abrevadero para el ganado, pilones y un lavadero. En Pelahustán existe también otra fuente con esa misma triple finalidad. En la misma cañada de Almendral se sitúa otro ejemplar con pilón labrado en granito y rematado con pináculos ornamentales. Dentro de las fuentes urbanas más acabadas, contamos en Navamorcuende con la situada delante del atrio de la iglesia y que está datada en el siglo XVII. Como no podía ser menos, también está labrada en granito con un cuerpo esférico tallado con una inscripción. En San Román de los Montes se restauró hace unos años la fuente que se encuentra a la entrada del pueblo con sus pilas de lavar. Curiosamente una de ellas parece haberse labrado en un bloque granítico que puede haber formado parte de algún monumento megalítico, como un dolmen o un menhir, ya que está repleta de cazoletas, pequeñas oquedades semiesféricas donde los hombres de la edad del cobre podrían, según algunos autores, haber realizado rituales relacionados con el agua. También junto al cordel cuenta Marrupe con dos magníficas fuentes rematadas en un tímpano tallado en granito.
Fuente con abrevadero y lavadero en Pelahustán
Repartidas por toda la geografía serrana se localizan numerosas fuentes adosadas directamente a muros de contención o a los mismos terraplenes del terreno. Suelen servir sobre todo de abrevadero y fuente de abastecimiento público con varias pilas unidas en línea o un gran pilón corrido. Ejemplo característico es la fuente que se halla a la salida de El Real de San Vicente hacia Sotillo de la Adrada.
El valor simbólico de las fuentes se observa en detalles como el de Buenaventura, donde se halla representado sobre la fuente el santo que da nombre al pueblo. Son así mismo muchos los aspectos mágicos que se dejan entrever en las descripciones que el pueblo hace de las fuentes; por ejemplo, cuando en el diccionario de Madoz se dice de la fuente de la Julara que es muy abundante y sale de entre unos peñascos, o en Almendral, donde se cuenta que en una fuente vive una serpiente que si se toca se convierte en un hilo de oro. A otras fuentes, sin embargo, se les atribuyen efectos curativos o benéficos sobre los que beben de ellas y por eso en ocasiones se cristianizan, como en el caso de la fuente adosada a la misma ermita de la Virgen de la Fuensanta en La Iglesuela.
Las propiedades físicas del agua sirven para clasificarlas en dos grandes grupos según el saber popular: las de aguas “finas” o “delgadas”, concepto que podíamos asimilar al de aguas con pocas sales y minerales en disolución y las de aguas gruesas o zarcas, que tienen más concentración de solutos y por tanto suelen tener un color más turbio y blanquecino. No son, sin embargo, los de la sierra terrenos que den aguas sulfurosas o ferruginosas como es el caso de las fuentes de la cercana comarca de La Jara. En Pelahustán dice el párroco en el siglo XVIII que la fuente del Terrero es medicinal y “ que manda el cirujano que traigan de ella para que se refresquen los enfermos…y abre además las ganas de comer”. En este aspecto debemos resaltar la fuente de los Baños de la Pólvora que alivian las dolencias reumáticas de aquellos que acuden a ellos.
Fuente de la ermita de la virgen de la Fuente Santa en La Iglesuela.
Los topónimos de las fuentes serranas están relacionados en muchos casos con los de árboles u otras especies vegetales que crecen en sus inmediaciones. Es el caso de las fuentes del Espino, el Castaño, el Rubisco, el Majuelo o la Perijona, por ejemplo. Otras llevan el nombre de alguna persona vinculada a la fuente o al paraje como las fuentes de Pero Muñoz o de Mari Muñoz. Los accidentes geográficos o las vías de comunicación cercanas marcan otros topónimos como es el caso de las fuentes del Carrilejo del Barranco o del Prado de la Encina. Pero todas las fuentes tienen algo en común, que han formado parte de la vida de las gentes que desde hace miles de años han trabajado sus campos, que han servido para aliviar su sed, para deleitarse junto a ellas con un gazpacho elaborado con sus aguas frescas en el cuerno o en el cucharro, o simplemente para descansar de las duras tareas agrícolas regalando a sus habitantes algún momento de placidez en sus vidas afanosas. Merecen por tanto el respeto como elemento cultural y que se tomen las medidas necesarias para conservar estos elementos del patrimonio etnográfico fundamentales para el desarrollo del senderismo y el turismo rural.
Desde el paleolítico, el hombre ha asociado el agua con el renacer de la vida y la fertilidad de la tierra. El conjunto luna-agua-mujer ha sido asumido por diferentes culturas como el círculo antropocósmico de la fecundidad. Nuestra civilización greco-romana es una de las muchas en las que su cosmogonía, sus religiones, afirman que al principio sólo existía el agua y que de ella surgió la vida.
Los pueblos vettones, que habitaban nuestra sierra hace dos mil años, también veneraban a dioses acuáticos o que moraban en las aguas. En nuestro ámbito, en un yacimiento arqueológico cercano como es el del castro de El Raso se encontró un exvoto de bronce arrojado a la corriente de la garganta de Alardos. En el poblado vettón de Ulaca, en Ávila, se ha descrito un complejo labrado en el granito con depósitos y escalinatas que podría estar relacionado con ritos de agua y sangre de este pueblo que, además, como pueblo céltico que era, consideraba entre sus lugares sagrados a las fuentes y los ríos. Los romanos, tal vez como herencia de divinidades locales anteriores, han dejado en la epigrafía de la villa de Saucedo en Talavera, entre otras, la referencia a las ninfas en un ara votiva. Entre todas las ninfas, las náyades eran las que habitaban en las fuentes de agua.
Fuente en término de La Iglesuela
El rito iniciático de la religión cristiana, el bautismo, está directamente relacionado con el agua y es lógico que fuentes a las que probablemente se asociaron cultos antiguos hayan acabado convirtiéndose en “fuentes santas” como la de La Iglesuela. Las fuentes siempre estuvieron vinculadas a esos lugares frescos, amenos y en plena naturaleza donde en la Edad Media se localizaban siempre las apariciones marianas, el locus amoenus que frecuentemente aparece en los relatos de Gonzalo de Berceo.
Esta amenidad convierte a las fuentes en uno de esos hitos naturales, siempre agradables, en el recorrido del viajero por los parajes más atractivos de nuestra Sierra de San Vicente. Es lo que sorprendió, por ejemplo, al padre Juan de Mariana, precursor de las ciencias históricas en España, cuando vino aquí para escribir el libro que pretendía ser el manual de instrucción de Felipe III y que por las avanzadas ideas que propugnaba para su época llegó a costarle la cárcel. En el prólogo de su tratado “Del Rey y la Institución Real” nuestro ilustre paisano dice acerca de El Piélago: Brotan de todas partes las más frescas aguas, corren acá y acullá fuentes cristalinas, cosas todas por las que no sin razón fue aquel lugar llamado Piélago.
Cuerno de pastor para beber con la representación muy frecuente de una sirena o ninfa.
Piélago se define como el lugar del mar que dista mucho de la tierra pero, por extensión, podríamos asimilarlo a un lugar de aguas abundantes. Tan abundantes que un cronista del siglo dieciocho llegaba a decir que en la sierra había contado más de mil fuentes. Fuentes de muy diversa categoría. Desde el manantial que ha sido algo excavado y delimitado mediante algunas lanchas de granito en la tierra de su naciente hasta las, casi monumentales, fuentes que servían de abrevadero o lavadero en las cañadas o en los ejidos de los pueblos serranos.
Las fuentes siempre han representado la imagen cíclica de la vida, el agua cae del cielo en forma de don de los dioses, penetra en la tierra y vuelve a aflorar en las fuentes, es el enlace entre el mundo alto y el bajo, entre las divinidades celestes y los poderes ctónicos.
Fuente en San Román de los Montes
Cuando el agua no mana directamente del terreno el hombre ha sabido desde antiguo que es necesario cavar para conseguir el preciado líquido y por ello ha excavado los pozos. En la sierra de San Vicente podemos encontrar numerosos muchos de ellos que intentan utilizar los acuíferos superficiales que apenas permiten aprovechar los duros e impermeables suelos graníticos de la zona. Son numerosísimos estos pocillos y tienen un especial encanto por su rústica arquitectura. Encontramos, en primer lugar, pozos con el brocal formado simplemente por lanchas de granito hincadas en el suelo sin ni siquiera argamasa que las una. Este tipo es muy numeroso, por ejemplo, en el arroyo de los Pozos de Marrupe.
Pozo con pequeñas pilas labradas en Castillo de Bayuela
El hueco subterráneo del pozo suele, en general, estar fabricado de mampostería granítica con un par de lanchas horizontales que tapan parcialmente la boca del mismo. El brocal puede estar construido de grandes sillares rectangulares bien trabajados y engarzados entre sí con grapas de hierro. Un tercer tipo se construye utilizando mampostería y argamasa con la típica forma cilíndrica de los pozos y no con planta cuadrada o poligonal, que es más frecuente en los anteriores. Por último, aunque no son abundantes, también podemos encontrar algunos ejemplares en los cuales el brocal ha sido fabricado de una sola pieza, labrando y perforando un gran bloque de granito.
La palabra manantial se define como “ el nacimiento del agua” y generalmente se entiende por tal el lugar donde la humedad del suelo es suficiente como para aflorar a la superficie y así, con una pequeña excavación se consigue el acúmulo de agua suficiente como para que puedan beber el ganado o las personas. Estos manantiales eran conocidos sobre todo por los pastores que realizaban una labor de mantenimiento sobre las vetas acuíferas superficiales. En la actualidad, la disminución del pastoreo ha causado la pérdida de no pocos de estos manantiales. Alrededor de la afloración del agua se colocaban unas sencillas lanchas de piedra y, a veces, una teja, una caña o un pedazo de corcho que dirigía el pequeño chorro y hacía más fácil beber o recoger el agua en un recipiente. Por ello es frecuente encontrar en la toponimia fuentes con nombres como fuente de la Teja o fuente del Corchito, por ejemplo.
Fuente en Marrupe
El recipiente tradicionalmente más utilizado por los pastores era un cuerno con asa de cuero o sin ella y decorado muchas veces con motivos de arte pastoril como la efigie del dueño y sus iniciales, motivos vegetales o animales y un curioso motivo de un ser mitad pez y mitad mujer que para algunos etnólogos no es sino la representación tradicional de las ninfas de las fuentes, y no de las sirenas marinas, poco conocidas como motivo mitológico por nuestras rústicas gentes castellanas.
Ya hemos visto cómo lo que básicamente consigue un molino es aprovechar una determinada elevación del agua – mantenida por un canal – desde una presa río arriba, para que al caer el agua por la fuerza de la gravedad mueva la rueda de nuestro artificio (fig. 5).
Partimos de la estructura del molino de rueda horizontal o rodezno para explicar este mecanismo, ya que se trata del más frecuente con mucho en nuestros ríos y arroyos. Es además el modelo más sencillo a partir del cual explicaremos las peculiaridades de otros tipos de molino.
Presa de un molino de agua en el río Huso. Trazado muy irregular construido con pizarras y cuarcitas rodadas
LAS PRESAS
Lo primero que necesitamos en la construcción de una instalación molinera es retener el agua en un punto del cauce con una altura determinada y desviar ese agua hacia un canal cuya misión es mantener ese nivel hasta llegar al edificio del molino. Ambas cosas se consiguen mediante la presa que podemos definir por tanto como un obstáculo fijo, opuesto a la corriente y que embalsándola con elevación de nivel produce un remanso[1].
Se sitúan estas presas en lugares topográficamente favorables para su construcción como es el caso de estrechuras del cauce, elevaciones del fondo del río o lugares donde la existencia de rocas laterales o un fondo firme y berroqueño del río permitan un mejor anclaje de la estructura. Se buscan sobre todo pérdidas de nivel de la corriente lo más bruscas posible, de forma que consigan hacer ganar desnivel al canal en un corto recorrido para ahorrar así esfuerzo en su excavación. Es el caso de los molinos situados junto a las cascadas y chorreras de los arroyos.
Para la construcción de presas se huye en general de los terrenos arenosos con gran filtración. También se intentan evitar los tramos de cauce fluvial muy anchos que hacen necesaria la construcción de presas de gran longitud, más frágiles ante las avenidas y que se colmatan de sedimentos más fácilmente. Se precisa además no trazar los azudes en perfiles topográficos de escasa pendiente porque conllevarían canales demasiado largos. Aunque hay excepciones, como es el caso de las zonas donde ese mismo canal se aprovecha para regadíos ribereños y la utilización para este fin hace más rentable su excavación.
Presa de los molinos de los Sacristanes reutilizada para una central eléctrica. Obsérvese la disposición de los bloques graníticos ajustados como granos de granada.
Las presas se fabricaban con esmero aunque la pobreza de los antiguos materiales disponibles y la, generalmente, modesta condición económica de los molineros influía en la precariedad de estas construcciones, salvo en las más potentes aceñas y molinos del Tajo. A estas circunstancias se unía el régimen semitorrencial de muchos de nuestros arroyos y riachuelos serranos que presentaban en invierno avenidas importantes que ayudaban a su destrucción, obligando a frecuentes reparaciones de mantenimiento. En la actualidad quedan pocas de estas presas completas, existen numerosas referencias históricas a destrozos de las riadas y a las obras necesarias para su reparación, principalmente en la documentación existente sobre los molinos de Toledo y Talavera.
Otras presas que resistieron el embate de las aguas se han visto con el paso del tiempo anegadas por el arrastre de arenas y cienos. Para evitar esto se acudía en ocasiones al levantamiento aguas arriba de otra presa de peor factura que intentaba retener los materiales que anegaban la principal. Ese parece ser el objeto de una presa secundaria construida en el primer molino del arroyo de Piejachica en Valdeverdeja.
Las presas tienen dimensiones variables dependiendo de la entidad y características topográficas de la corriente sobre la que se construyan. Van desde los dos metros escasos de las presas de los molinos de Garganta Tejeda en el Real de San Vicente, hasta las presas o azudas del Tajo que sobrepasan los cien metros en algunas ocasiones. La altura y la anchura de los muros de las presas varían entre uno y diez metros.
Anclaje en la orilla de una presa en el río Huso que muestra las lanchas de pizarra reforzando el calicanto de la estructura
Las presas podían construirse sobre el lecho de la corriente sin ningún apoyo especial, pero a veces se anclaban en grandes rocas o en los tajamares de los puentes. También las orillas de los islotes que jalonaban los ríos servían a veces como apoyo para su edificación.
Las secciones pueden ser rectangulares, trapezoidales o escalonadas. Estas dos últimas formas intentan evitar que se socave el cauce y peligre la cimentación de la presa, ya que impiden que el agua caiga violentamente desde el rebosadero (fig. 7). Asociados a estos perfiles podemos encontrar contrafuertes de obra que intentan conseguir una mayor resistencia de la presa a las avenidas del río.
Los materiales empleados suelen ser la piedra de extracción local y la argamasa. Las rocas más frecuentemente empleadas en nuestra geografía son el granito, las cuarcitas rodadas o no y la pizarra (Foto 1). El paramento se refuerza con esmerado ripio a presión que ajusta la estructura de sillarejo. En La Jara, sobre el arroyo Cubilar, se pueden ver algunas presas fabricadas con grandes lajas de pizarras clavadas oblicuamente en el cauce y reforzadas con acúmulo posterior de otros materiales. El ladrillo o el mero acúmulo de tierras son poco empleados en las presas aunque sí se utilizan en los canales.
Presa y arranque del canal en una presa de Riofrío
En los grandes ríos como el Tajo e incluso el Tiétar, las presas conllevan una obra de mucho mayor envergadura. Son generalmente de sección trapezoidal, su base es ancha y suelen estar formadas por grandes bloques graníticos que constituyen el núcleo de la obra. Posteriormente se enlosará con sillería más regular e incluso se rematará con un revocado exterior.
A veces adopta el aparejo una curiosa disposición como en el caso de la presa de las Aceñas del Conde en término de El Torrico. En este gran azud del Tajo los bloque exteriores de la cubierta de la presa se han tallado con formas trocopiramidales similares a los granos de una granada, muy acuñados con ripio a presión y relleno de mampostería en el interior de la estructura.
El borde superior de las presas molineras se encuentra especialmente bien rematado, en general con acabados curvos que eviten la erosión, incluso en ocasiones puede construirse en sillería o con pizarras alineadas y unidas con argamasa. Las presas suelen tener también rebosaderos y compuertas que no sólo desaguan en el canal del molino sino que a veces sirven también para el abastecimiento de canales de riego y abrevaderos.
[1] DIPUTACIÓN FORAL DE VIZCAYA: Bizkaiko Presoak, Presas de Vizcaya. Catálogo. Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1990, pp. 11-19.
En un espléndido entorno se encuentra la ermita de la Virgen de Chilla, patrona de Candeleda, pero también muy vinculada a lugares tan lejanos como Calera y Chozas o Mejorada. Cuenta la leyenda que un pastor llamado Finardo, natural de Calera, cuidando sus ganados en el entorno de su pueblo, vio como se le aparecía la Virgen en dos lugares distintos del término de esa localidad.
Piedra sobre la que es tradición se le pareció la Virgen de Chilla (o de la Vega) a Finardo en Calera y Chozas
Uno de ellos se encuentra en las inmediaciones de la Vía Verde de la Jara, y en el lugar se ha construido una nueva ermita dedicada a la Virgen, aunque se ha cambiado el nombre de Virgen de Chilla por el Virgen de la Vega.
En la anterior capillita que existía en el lugar se puede ver una piedra con una curiosa inscripción de difícil interpretación sobre la que es tradición tuvo lugar la aparición. Los caleranos, cuenta la leyenda, que en principio no hicieron caso al pastor, considerando que lo que contaba sólo eran fantasías, pero cuando éste se encontraba con su rebaño en las inmediaciones de la garganta de Chilla, tuvo lugar una nueva aparición en la que la Virgen curó una de sus cabras, lo que en este caso sí fue creído por las gentes de Candeleda porque María le estampó al pastor dos dedos en su rostro, y por ello erigieron una ermita en el lugar.
Azulejos de talavera de la casa del santero de la Virgen de Chilla. Esa ermita de estilo herreriano ha tenido después diferentes reformas, especialmente en el siglo XVIII, que han ido conformando el estado actual del edificio. Junto a él se encuentra también la casa del santero levantada con la pintoresca arquitectura de entramado de la zona y un merendero con un pequeño refugio de peregrinos. Bajo las copas de grandes árboles, con una fuente generosa se encuentra un agradable paraje en el que también se ha instalado un altar donde se dicen las misas en las celebraciones religiosas.
Dentro de la ermita se encuentra la imagen de la Virgen y cuadros que refieren algunos milagros, como aquel en el que salvó a una joven de un toro que la atacaba y otro que nos explica la vinculación con el pueblo de Mejorada, pues parece ser que en el siglo XVI, cuando iban en un navío de guerra español un capitán llamado Juan Briceño con soldados de esta población, se encomendaron a la Virgen de Chilla en una situación de enfrentamiento desigual con dos barcos turcos y uno holandés y la Virgen candeledana les favoreció salvándoles de una situación de verdadero riesgo para sus vidas. Las gentes de Mejorada han tenido una gran devoción a la imagen de Chilla y siguen acudiendo en romería todos los años por un camino utilizado para ello desde hace siglos.
Parece que las bonitas pinturas del camarín fueron restauradas a principios del siglo XX por Ruiz de Luna.
ETNOGRAFÍA DE UN PUEBLO: CASTILLO DE BAYUELA ( y IV)
En esta última parte del artículo hablamos de oficios y artesanos de este pueblo de la Sierra de San Vicente
Los núcleos rurales eran hasta hace poco unidades casi autárquicas donde prácticamente todas las necesidades quedaban cubiertas por los propios habitantes, así era frecuente, como en Bayuela, encontrar zapateros y sastres que satisfacían las modestas necesidades de las gentes, aunque a veces el capricho o la prenda de respeto para fiestas o celebraciones señaladas se adquiría a vendedores ambulantes o en las ferias cercanas, Talavera fue siempre el punto de referencia de la comarca en ese sentido.
Nos sorprende sin embargo que en el siglo XVIII solamente hubiera dos albañiles en el pueblo, pero es que la arquitectura popular tiene como característica además de las señaladas, que es autosuficiente en la mayoría de los casos, eran los propios interesados quienes construían sus viviendas, sus pajares o sus cuadras.
Las herramientas agrícolas precisaban de artesanos que fabricaran y repararan los útiles necesarios y los mayores recordarán todavía el sonido de las fraguas con el martillo golpeando sobre la bigornia los aparejos más diversos y el gran fuelle soplando sobre el carbón de brezo, el más calorífico de todos los carbones, cuya brasa conseguía domesticar el hierro; y ese otro sonido inconfundible de las herrerías, el del hierro candente al ser introducido en el agua. Desgraciadamente ya no queda ninguna de esas fraguas tradicionales en Bayuela.
La tracción animal ha sido, incluso en los terrenos ásperos sigue siéndolo, fundamental, para el aprovechamiento agrícola de vuestras sierras, por ello formaba parte del paisaje rural ese potro de herrar a la entrada de los pueblos que también ha desaparecido desgraciadamente en vuestro caso, el herrador solía ser además lo que podíamos definir como el A.T.S. del veterinario, el que le ayudaba en el cuidado de las caballerías.
Los animales de tiro precisaban de los arreos necesarios para su mejor uso y así, era necesaria la fabricación de albardas, colleras, frontiles y otros útiles. En Castillo parece que hasta hace poco vivió y trabajó también un albardero, oficio que como tantos otros ha desaparecido por falta de demanda como ha sucedido con la mayoría de los oficios artesanos, salvo que se hayan reciclado para la fabricación de objetos de interés decorativo o de recuerdos turísticos.
Tampoco parece haber tenido importancia la carretería en Castillo aunque la madera era relativamente abundante, pero es que esta actividad artesanal tenía más demanda en localidades situadas cerca de las vías de comunicación principales, es el caso de Talavera o Torralba de Oropesa, por poner dos ejemplo cercanos.
Hubo otra serie de oficios artesanales que se desarrollaron como medio de subsistencia complementario a las economías más modestas de los pueblos, y que a veces intentaban proporcionar un medio de vida protoindustrial a los jornaleros, este tipo de artesanía estuvo muy relacionado con la industria textil aunque en Bayuela nunca alcanzó gran desarrollo, en el siglo XVIII había siete tejedores en el pueblo. No es esta zona rica en ciertas fibras vegetales como el esparto, es el caso de pueblos cercanos como Mesegar donde la existencia de esta fibra desarrolló esa actividad artesanal. Sin embargo en vuestro entorno se desarrolló el cultivo del lino que hizo que se celebrara una famosa feria del lino en Pelahustán , y también parece que se trabajó el cáñamo por algunos indicios toponímicos como el Arroyo del Cáñamo en Nuño Gómez, una de las aldeas del señorío.
Pero sí que destaca Bayuela por una actividad artesanal, el trabajo de la anea, el artesano silletero que además creó la necesidad de que los carpinteros desarrollaran el trabajo de torneros para elaborar el mueble rural quizá más característico, la silla de anea.
Las necesidades de objetos domésticos de hojalata se cubrían con los artesanos ambulantes, hojalateros que suministraban cántaras para la leche, alcuzas o aquellos objetos necesarios para la iluminación de las viviendas, candiles, faroles e incluso las conocidas como cocinas económicas que funcionaban con carbón, eran los objetos de más demanda entre los fabricados por estos “fabriqueros” como se conocía antiguamente a los artesanos.
Pero en un pueblo tan vinculado a la ganadería como es Castillo de Bayuela, no podemos dejar de hablar de la artesanía pastoril. Cuando todavía no existían los transistores, los pastores entretenían sus momentos de ocio en el careo del ganado, elaborando diversos objetos que les eran de utilidad. En primer lugar la mochila o el zurrón con pieles que muchas veces se curtían ellos mismos y los zajones más o menos decorados que adornaban con tiras de cuero o, trabajando los huesos de cabras y ovejas conseguían labrar los canutillos de hueso o la plancha de cierre en la que dibujaban curiosos motivos populares.
El cuerno del gazpacho, el cuerno de beber, las cucharas de enebro o de espino y el cuzarro, recipiente de corcho o madera vaciada eran junto a los bastones y cayados los objetos más necesarios a los pastores que ellos según su sentido estético popular adornaban más o menos. Pero por lo que he podido ver en vuestro pueblo esa sobriedad castellana de la que ya hemos hablado impregnaba también toda la artesanía local y así son escasos los motivos decorativos de los objetos artesanales. Es la artesanía bayolera eminentemente práctica sin mucha filigrana, son escasos los motivos decorativos como los que podemos observar en nuestra geografía cercana, es el caso de las labores de Lagartera, los labrados rabeles de Ventas de San Julián, o las tarras y especieros decorados de Navalcán, ningún objeto alcanza la variedad de motivos de esos pueblos que parecen proceder de la influencia orientalizante de los mozárabes o esa complejidad de la artesanía del occidente peninsular que algunos retrotraen hasta los tiempos de la Vía de la Plata, cuando la influencia de los artesanos de Tartessos dejaron sus huellas en complicadas artesanías extremeñas o salmantinas, baste recordar como ejemplo los sombreros de Montehermoso o los trajes charros salmantinos. La artesanía de aquí es sin embargo, principalmente utilitaria, sin más complicaciones ornamentales que las de las labores textiles femeninas.
Pocos testigos quedan de aquella antigua actividad artesanal en Castillo, además la actividad de algunos de ellos raya más bien con el mundo de las manualidades aunque con pinceladas de artesano. Es el caso del trabajo en cuero de Cipriano, los curiosos artilugios mecánicos de Epifanio Muñoz, los objetos en madera de Flores Morales y los trabajos pastoriles de Vicente o de Valentin. Otros bayoleros forran botellas o hacen forja pero adaptada a la tecnología actual como Justo Ferrero.
En fin hemos querido dar aquí una introducción general con una mayor incidencia en la perspectiva histórica a las formas tradicionales de vida en Castillo de Bayuela, quede para otra ocasión la realización de encuestas y un más exhaustivo estudio de aspectos del patrimonio etnográfico inmueble y de la artesanía así como el estudio del ciclo de la vida y las fiestas y rituales bayoleros, el estudio de formas de vida que desaparecen, de formas de vida muy duras pero que son un patrimonio que desaparece sin remisión y por tanto tenemos la obligación de conservar sus últimas huellas.
Acabaré con unas palabras de mi paisano el Padre Juan de Mariana, el padre de la historia en España como lo definió Benito Pérez Galdós,
Es una descripción de la sierra de San Vicente a la que se retiró para escribir de Rege Institucione, texto que pretendía ser un manual educativo para Felipe III: Suministran abundantemente los pueblos y las aldeas vecinas todo lo necesario para la vida, uvas higos y peras que pueden sostener la comparación con los mejores, jamones excelentes, peces, carnes, aves y vinos que podrían hacer olvidar la patria. Es verdaderamente de admirar que guardando tan buenas dotes estén aquellos lugares faltos de quintas y de moradas de recreo y de placer para los ricos, que difícilmente podrán encontrar otros más amenos saludables y fecundos…Nunca brillaron para mi días tan alegres ni tan claros; tan dulce y tan agradable era la sociedad en que vivíamos.
Segundo capítulo de mi libro agotado «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo» en el que se dan algunos conceptos básicos sobre la energía hidráulica para comprender su funcionamiento
II.- LA ENERGÍA HIDRÁULICA
Conozcamos ahora algunos conceptos básicos sobre energía hidráulica que, aunque en su desarrollo teórico no eran conocidos por la mayoría de los constructores de molinos, sí que eran, sin embargo, intuitivamente aplicados por ellos. Conseguían así adaptarse al medio en condiciones frecuentemente muy adversas de topografía, pendientes y caudales, consiguiendo la máxima rentabilidad del artificio para una molienda más productiva y un aprovechamiento del caudal de forma que se pudiera moler el mayor tiempo posible del año hidrológico.
Es fundamental saber que a mayor altura de una columna de agua, mayor será la potencia del molino. Por esta razón la altura de los cubos es la que determina la fuerza de salida del agua a través del saetín para accionar el rodezno. La altura mínima de estos cubos necesaria para mover piedras de mediano tamaño ha sido considerada desde antiguo como de unos cinco o seis metros[1], los treinta palmos que nos recomiendan los libros de Juanelo.
La potencia en caballos de un artefacto hidráulico vendría dada por la fórmula:
Potencia = Cantidad de agua en litros X Altura en metros
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De aquí podemos deducir que cuando el caudal es pequeño, para conseguir una potencia similar, deberemos aumentar la altura. Esto es lo que los molineros conseguían elevando la envergadura de sus cubos cuando construían lo que luego describiremos como molinos de bombo (fig. 16). Como dicen los libros de Juanelo: A que cuanto fueren ellos más altos los cubos, aunque sean muy estrechos, por causa que el mucho peso del agua es el que hace la molida.@[2]
Considerando la viscosidad del agua constante y las diferencias de rozamientos y turbulencias despreciables entre un ingenio y otro, el principio de Pascal nos dice que toda presión ejercida sobre un líquido se transmite íntegra y normalmente en todos los sentidos. De esta forma la presión soportada por una superficie AS@ sería:
P = S x H x V
donde S es la superficie, H es la altura y V la viscosidad, que en nuestro caso consideramos con un valor homogéneo de 1 ( fig. 6) [3].
Una consecuencia de este principio es que la presión no es dependiente de la cantidad de agua almacenada sino solamente de su altura; de esta forma, por ejemplo, un tubo de un metro de diámetro y cien de altura haría soportar a su base una presión igual a la que soportaría esa misma base si se encontrara bajo millones de metros cúbicos de un gran embalse que tuviera esos mismos cien metros de altura. Todo ello nos indica que el volumen contenido en el cubo de un molino no influye sobre la potencia, aunque sí que influirá sobre el tiempo de molienda, pues tendremos un mayor caudal disponible para una misma sección del tubo de salida del agua o saetín.
En determinados lugares como La Mancha, donde nos encontramos con escasas pendientes que hacen necesarios grandes recorridos de canal para conseguir un mínimo desnivel, estos largos canales son poco rentables por su elevado coste, por las pérdidas de caudal ocasionadas por los escapes de agua y por las obstrucciones frecuentes que conlleva la escasa pendiente. El molinero soluciona este problema controlando todo el caudal por canalización del cauce y mediante la construcción de molinos de regolfo que aprovechan más la energía centrífuga que la gravitatoria como luego describiremos.
Definimos como gasto o caudal la cantidad de agua que pasa por la sección de una conducción en un segundo. Según el Teorema de Torricelli este caudal depende del diámetro y forma del orificio así como de la velocidad del líquido.
Podemos resumir todos los conceptos anteriores diciendo que la potencia de un artificio molinero está en relación directa con el desnivel H, entre los dos puntos extremos del canal, y que también depende del caudal. El caudal a su vez es proporcional a la velocidad media del agua y a la sección de la corriente que en nuestro caso coincide con la sección de la boca del saetín (figs. 5 y 6).
Es necesario también que la corriente de agua incida de una manera suave sobre las ruedas, sin impactos bruscos que hagan perder parte de la energía. La salida del agua, después de haber accionado las ruedas, debe producirse sin turbulencias ni estancamientos que desperdicien la energía al impedir o dificultar el giro libre de los rodeznos o de los rodetes de los regolfos. Para conseguirlo los cárcavos de los molinos deben permitir una salida libre de la corriente mediante la construcción aguas abajo de espigones de obra que conduzcan el agua en la dirección adecuada. El estancamiento se previene con un adecuado diseño molinero y construyendo las presas de los molinos posteriores situados en ese río de forma que el remanso de sus presas no alcance e inunde el cárcavo del molino anterior.
Para un mejor aprovechamiento energético es también necesario un estudio de la inclinación adecuada que debe tener el chorro del agua al salir del saetín. Todo un tratado sobre este tema se desarrolla también en Los XXI Libros de los Ingenios y las Máquinas de Juanelo Turriano[4].
ETNOGRAFÍA DE UN PUEBLO, CASTILLO DE BAYUELA (III)
Cultivos y arquitectura popular
En el siglo XVIII se nos dice que la mayor parte de las parcelas de regadío se dedican al cultivo del lino, sesenta fanegas nada menos son para este aprovechamiento que junto al de la morera son los dos grandes desaparecidos en la historia de la Sierra de San Vicente. Vamos a acudir a un paisano nuestro, el talaverano Gabriel Alonso de Herrera para saber algunos datos de cómo era el cultivo tradicional del lino, este clérigo de la parroquia de San Miguel que durante el siglo XVI vivió en Talavera sacó de sus vivencias por toda la comarca sus conocimientos para escribir el primer tratado de agricultura de España y uno de los primeros que en Europa intentaban hacer una ciencia del cultivo de los campos. Hoy da nombre a un instituto donde estudian muchos de los hijos de este pueblo. Pues bien sobre los tipos de lino dice: “ Uno es invernizo, que se siembra antes del invierno que en algunas tierras llaman vayal, otro hay que se siembra a la primavera, que es por hebrero o marzo, y porque se riega llaman regantío”
Aparece una palabra que a todos os sonará, vayal y que es una bayuela, sino un diminutivo de vayal, yo estoy con los que mantienen que el nombre de vuestro pueblo y el apellido de bayolero por el que se conoce a los vecinos de aqui deriva directamente de estos linares ya desaparecidos.
Y sigue Alonso de Herrera: “ Cuando lo arrancaren han de hacer pequeños manojos…unos lo sacuden sobre sábana y otros con un peine de madera tan estrecho de púa que la cabezuela donde está la simiente no pueda pasar..y luego lo lleven al río… pónganle pesas encima porque ello es muy liviano…después bien enxuto y soleado, tráyanlo so techado, y antes que lo majen pónganlo en lugar algo húmido que la hebra tome correa, que si así seco lo majassen y espadassenc ortaríen la hebra y perdería mucho. Esto hecho entréguenselo a las mujeres que hagan dello como saben y lo pongan en perfición”
He leido en un artículo de AGUASAL como se guarda todavía memoria de los lugares donde se cultivaron los últimos linares y las piedras donde se majaba el lino virgen, y cómo todavía se guardan algunas espadas de madera de espadar el lino y algún peine de púas para obtener la fibra vegetal además de algunas mañas de esta fibra vegetal.
En el Catastro de Ensenada se hace también referencia a los olivares de donde se obtenía la aceituna que más tarde se molturaría en los lagares o molinos de aceite del pueblo. En aquella época eran dos y hoy todavía queda algún resto del llamado molino del Cura, hoy todavía se puede recrear la planta de sus instalaciones.
En cuanto al vino, hemos visto que en época tan temprana como el siglo XIV ya se hace referencia a las “viñuelas del castiello”. Todavía en la actualidad quedan algunas bodegas donde se mimaba la producción vinícola de la zona que, en el caso de una de las aldeas de Castillo, como es Hinojosa llegó a tener cierta fama.
Entre las instalaciones preindustriales de interés en Castillo de Bayuela debemos destacar la molinería de sus arroyos, nada menos que ocho molinos de agua eran movidos por el Guadmora y el Saucedoso. Son preciosas muestras de arquitectura popular en granito que debéis conservar, son molinos de cubo, de rampa y algunos de cubo-rampa según la terminología que utilizo en mi trabjo sobre los molinos de la provincia, el molino fue siempre lugar de trabajo pero también de encuentro, de vida y porqué no decirlo, de sisa y de estraperlo. Nos llevaría mucho tiempo hablar de su funcionamiento, de la maquila, de sus presas de sus canales de sus cárcavos y rodeznos, pero quede constancia de nuestra referencia a los molinos de agua, primera máquina que ahorra tiempo y esfuerzo al ser humano.
Ya me he referido a la belleza que como arquitectura popular tienen los edificios molineros, pero hay muchas otras muestras de esa arquitectura tradicional que tuvimos tiempo de analizar en una conferencia anterior monográfica sobre ese tema. Pero recordemos que la sencilla forma de costruir de estas sierras hunde sus raices en el mundo céltico de las edificaciones redondas con techos vegetales que luego se transforman en falsas bóvedas por superposición de lanchas de granito, es el caso de los chozos y las cochineras, repartidas por vuestros montes. La arquitectura popular tiene una característica fundamental que es la utilización de los materiales más inmediatos y así el granito en mampostería y en más raras ocasiones en sillería predomina sobre otros materiales como el adobe y el tapial que se reservan para construcciones secundarias o para aumentar la altura de las escasas viviendas dobladas. Ese segundo nivel de vuestras casas donde se guardaba la paja y que os valió el nombre que se os aplica en el conocido dicho “ Los de Castillo pajariegos, que toda la paja encierran y un año que no la cerraron se murieron las becerras.”
La tradición arquitectónica de los pueblos serranos abulenses se deja también sentir en vuestras viviendas tradicionales: bajos perfiles de prolongadas techumbres, pequeños huecos y vanos y sobriedad absoluta en la ornamentación. Si acaso alguna cerradura en la que el herrero se entretuvo en adornar con motivos sencillos.
Pero no debemos olvidar las encantadoras construcciones secundarias como los pilones graníticos, los abrevaderos y comederos de animales vaciados en la piedra o en grandes troncos, las parideras, las majadas, los ameales, las fuentes y los puentes de bloques ciclópeos de granito, ese granito que también sirvió para labrar las cruces del calvario o la calavera que preside el cementerio, porque hasta en el cementerio se puede encontrar el sabor de la cultura popular y alli también me adentré con todo respeto y contemplé algunas de esas preciosas lápidas de cerámica de Talavera que tienen escritos bonitos epitafios imaginados por el corazón sencillo de un labrador que ha perdido a un ser querido, casi siempre algún niño.
No había sin embargo lavaderos en Castillo, las mujeres se encontraban en el arroyo y allí cambiaban impresiones y chascarrillos, hoy la consulta del médico y los comercios han sustituido a ese lugar de encuentro que era la fuente o el lavadero.
Pero volvamos otra vez doscientos años atrás y analicemos la sociedad bayolera de entonces: Dos clérigos representaban a la iglesia en el pueblo, los funcionarios de entonces entre comillas eran un administrador del señor feudal, un cirujano y un boticario, un maestro de primeras letras y un escribano; hoy, la mejora de los medios de comunicación y el falso atractivo de la ciudad hace que ni los sanitarios, los maestros o los administrativos vivan en los núcleos rurales en su mayoría, este hecho disminuye de alguna manera el dinamismo social de nuestros pueblos.
Conferencia impartida por Miguel Méndez-Cabeza en Castillo de Bayuela. 2ª parte: Sus recursos en la historia
Escuchad si no lo que dicen unos bayoleros de 1578:
“ …que en esta villa en tiempos que vivían en el Castillo, han oído decir a los pasados que los vecinos de él eran personas principales y gente de guerra y desde el castillo corrían la tierra de la comarca, y se defendían, y han oído decir que los habitantes de el dicho castillo tuvieron en tiempos pasados muchas diferencias y cuestiones con los de la villa de Escalona, y se llevaban los ganados de las unas partes a las otras y sobre la defensa de ellos siempre se apellidaban los de el dicho Castillo, y salían a defenderlos.”
Un lugar tan estratégico como vuestro cerro del Castillo no podía pasar desapercibida su situación estratégica para los pueblos que pasaron por aquí, pero este hecho tenía sus inconvenientes y como también decían en el siglo XVI,” por ser la tierra fragosa, y en parte alta, y mucha estrechura, los vecinos dejaron aquella vivienda y se bajaron a vivir donde al presente están, que antes dellos se llamaba Pajares, por estar adonde el dicho lugar está agora algunas labranzas y casas pajizas.”
Antes de su deforestación, estas tierras se encontraban cubiertas de bosque y así los vecinos del tiempo de Felipe II dicen “ Hay bastante leña, y cerca, como son encinas, robles, madroñeras, alcornoques, enebros y otros montes bajos». Hoy esos montes y dehesas no son tan frondosos, pero hubo un tiempo en que como nos decía el archivero Rafael Gómez, se carbonearon los bosques de Balsamaña llegándose a exportar ese carbón a Madrid en más de mil carretas, poco nos queda ya de aquella actividad carbonera, si acaso el recuerdo de la extracción de picón en tiempos más recientes y manchas circulares de color oscuro que no son otra cosa que la huella de antiguas carboneras.
Pero esa leña no sólo sirvió para arder en los hogares o en los muchos hornos de pan llamados maquileros como los molinos por cobrarse el dueño su servicio en especias quedándose con algún pan de la cochura del vecino, también servirían para cocer las tejas que sustituirían a los techos retamizos o pajizos de las viviendas según se iba consolidando la población, todavía os queda uno de esos hornos tejares en recuerdo de aquella antigua actividad hoy ya desaparecida.
También se utilizó su madera para la construcción de las viviendas, pilares y vigas de enebro son tal vez el mejor y más duradero de los materiales que pueden utilizarse en la arquitectura popular y vuestros antepasados no dejaron de hacer uso de esas cualidades. Los cuarterones y las vigas maestras de las construcciones de envergadura precisaban de una mayor longitud y formas más rectilíneas, es el caso del pino como que, también decían hace quinientos años: la traen de las villas del Adrada y… que están a ocho y cuatro leguas”
Una de las actividades primeras de los repobladores cristianos, que ya desde los visigodos se venía desarrollando en nuestro entorno, es la producción del único edulcorante existente hasta el descubrimiento de América y la caña de azúcar, me refiero a la miel. Era, como podemos comprender, un producto de primera necesidad y su aprovechamiento se acompañaba del de otro producto fundamental, la cera, necesario para dar luz a las oscuras casas de vuestros antepasados y preciso para los rituales de la iglesia, tan imbricados en su vida cotidiana. Pues bien con la corteza del alcornoque se hacían esas primitivas colmenas que incluso hoy día se utilizan, uniendo sus tapas y el cuerpo con virus de jara, ese otro material vegetal que daba calor o que servía para hacer las techumbres de las viviendas, sosteniendo el entortado de barro sobre el que se apoyaban las tejas.
Siguiendo con los recursos naturales que aprovechaban vuestros antepasados esta relación que venimos siguiendo del siglo XVI nos dice que el pueblo era “ tierra de alguna caza como son: perdices, liebres, conejos, aunque no en mucha cantidad, y algunas zorras, lobos y tejones.” lazos , lanchas de piedra hábilmente dispuestas y otros artilugios han servido hasta hace poco para complementar la escasa proporción de proteínas de la dieta al alcance de una sociedad rural como esta de la sierra se San Vicente.
Casi dos siglos antes, Alfonso el Onceno cazaba osos por estas tierras como se dice en su Libro de la Montería: “ et Guadamora es todo un monte, et es bueno de oso, et de puerco en ivierno. Et son las vocerías, la una desde cabeza del Oso, la cumbre ayuso, fasta la cabeza del Toconal, et travesar el arroyo de la Fresneda fasta la cabeza de la Gatera, et por esta fasta La Calera: et la otra desde el arroyo del Real et por medio de las viñas del Castiello fasta las dehesas de Pajares. Et son las armadas, la una en Salzedosa a la boca de Navaconejeros, et la otra en las Cañadiellas”.
En 1578 Bayuela “es tierra de alguna labranza, …y que en ella se cría seda más cantidad que en lugares comarcanos, y hay algunos ganados como cabras, ovejas, ganados de cerda …”
Como veis poco ha cambiado desde entonces la condición ganadera que desde tiempos prehistóricos tenían vuestros prados y dehesas, que al encontrarse atravesados por un importante ramal de la cañada Segoviana, eran arrendados a los ganaderos trashumantes desde San Andrés hasta finales de abril. Los merinos o serranos como se les conocía aportaban así una fuente económica complementaria al pueblo
Pero ya tenemos aquí una desaparecida actividad que hasta no hace mucho se desarrolló especialmente en la Sierra de San Vicente, el cultivo de la seda, que salvo los más jóvenes todavía habéis conocido con esas trojes llenas de hoja de morera que alimentaban a los gusanos que todavía los chavales de toda la comarca crían pero ya convertida esta actividad en un juego, modesta huella de lo que fue otra fuente de ingresos complementaria, principalmente durante el siglo XVIII, cuando la Real Fábrica de Sedas de Talavera elaboraba ricas telas que adornaban los mejores palacios con el producto de esas viejas moreras centenarias que todavía se conservan en vuestros cercados y que son monumentos vivos de una actividad por la que nuestra tierra fue conocida incluso en el extranjero, de la que dependieron miles de personas y que al cesar con el cierre de esas Reales Fábricas ocasionó una época de hambruna en la comarca. Esas moreras eran conocidas como árboles prudentes por los antiguos debido a su brote tardío que evitaba así las heladas.
Y en fin, en esta relación dirigida a Felipe II, el rey Prudente, que estamos analizando se definen los recursos de este pueblo con una preciosa frase que ya habréis escuchado pero que por ser encantadora traigo de nuevo aquí: “Es tierra, de muchas cosas poco, y de ninguna mucho” ¡Qué castellana y sobria forma de aceptar la humildad de recursos pero al mismo tiempo la variedad de los mismos que lleva a esa independencia, a esa tendencia a la autarquía del labrador castellano.
Pero vayamos al siglo XVIII, allí encentraremos algunos datos más concretos sobre la forma de subsistir de los bayoleros. Los regadíos son pocos y dependen en gran medida de la pluviosidad anual, de todas formas se nos refiere que entre los frutales cultivados se encuentra el cerezo, lo extremo y seco del clima actual impediría seguramente que además de las higueras y las moreras los huertos de las riberas contaran con estos frutales. También han casi desaparecido los robles de los que se dice en el siglo XVI que estaba poblado el término, confirmándonos hoy esa regresión del ecosistema.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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