Las enfermedades de los molineros venían siendo condicionadas por una serie de circunstancias y factores ambientales que facilitaban un determinado tipo de patología ocasionada por la dureza física de este trabajo, su nocturnidad, humedad, ambiente pulvurulento, ruido intenso, manejo de cargas pesadas como costales y piedras, etc.
Las roturas y obstrucciones de presas y canales obligaban a nuestros molineros a sumergirse en el agua de noche y en épocas frías, y así nos relataba un molinero de Robledo de Mazo cómo “estuvo a la muerte” por haberse visto obligado a desatascar un saetín en el mes de enero, situación de la que le sobrevino una pulmonía.
Ramazzini, un médico italiano que a mediados del siglo XVIII escribió un tratado sobre las enfermedades de los artesanos [1] nos cuenta que “ el polvillo volandero de los cereales molidos en flor de harina sutilísima, llena todo el ámbito de la molienda por lo que tales artesanos llevan rociados de harina la boca, la nariz, los ojos, los oídos y todo el cuerpo; por eso he comprobado que no pocos de ellos se tornan asmáticos y finalmente hidrópicos.
También se ven aquejados de estrangulación de hernia al transportar a hombros sacas de trigo y de harina, rompiéndoseles y dilatándoseles el peritoneo. Como consecuencia de permanecer día y noche entre el estrépito de las ruedas y de las muelas, así como de las aguas caídas en cascada, son todos por lo general duros de oído, al ser herido su tímpano incesantemente por un objeto más fuerte que el adecuado y al ser desplazado de su tonalidad.
Es digno de notarse que los molenderos se ven por lo general afectados por pitiriasis, esto es una enfermedad pedicular, hasta el punto de que el vulgo en broma llama a los piojos pulgas blancas de molineros. Esto sucede porque tales artesanos casi siempre van embadurnados de suciedad y es rara la vez que se desnudan para dormir, o bien porque la mezcla de harina con la suciedad favorece en gran manera la cría de estos animales, es una cuestión que no está suficientemente clara; lo que si es cierto es que casi todos los molineros suelen ir armados y acompañados de tales satélites”.
Esta sabrosísima descripción de las enfermedades de los molineros, aunque se escribió hace doscientos años no adolece de cientifismo y agudo sentido de la observación, ya que tanto la bronquitis crónica como la alveolitis producida por procesos irritativos y alérgicos ocasionados por el ambiente pulvurulento debieron ser muy frecuentes entre estos trabajadores; muchos de estos procesos asmáticos con el tiempo pueden producir una insuficiencia cardiaca unida a la respiratoria, que es lo que el autor diagnostica como “hidropesía”.
Un refrán nos recuerda la tendencia a la sordera de estos artesanos cuando dice: “Por demás es la cítola (tarabilla) si el molinero es sordo”.
Además de las hernias que nos describe Ramazzini, debieron ser muy frecuentes los traumatismos y contracturas musculares, sobre todo al levantar las muelas para repicarlas. Esta operación ocasionaría con toda seguridad heridas en los ojos al saltar esquirlas de piedra, aunque algunos molineros se protegían con gafas fabricadas con red metálica en esta operación de repicado.
[1] RAMAZZINI : Tratado de las enfermedades de los artesanos . Madrid, Edición INSALUD, 1982, pp. 193-198.