Hoy vamos a dar una vuelta por el pueblo de Buenaventura para conocer su arquitectura popular. Es una localidad que se ubica en la zona noroeste de la Sierra de San Vicente con su término ribereño del Tiétar y muy cercano a Gredos, por lo que se observa la influencia abulense en sus características constructivas. Históricamente fue uno de los lugares incluidos en el marquesado de Navamorcuende, villa de la que dependió hasta la abolición de los señoríos en el siglo XIX.
Como sucede con otros pueblos de la zona, el material predominante es el granito, aunque algunos doblados y muros secundarios están formados por adobes o tapial. Predominan los muros de mampostería con esquinazos y vanos de sillería. En algunas de ellas emplean la argamasa como aglutinante y a veces están enfoscadas con los huecos enjalbegados para aumentar su luminosidad.
Algunas de las viviendas son de construcción más tosca con elementos de menor tamaño formando sus muros, pero otras algo más modernas tienen sus paredes levantadas con sillería de mayor calidad. Quedan pocas balconadas y algunas han cambiado las maderas de sus balaustres por otras más modernas que les hacen perder encanto.
La descripción de Moreno Nieto de 1960 nos habla de que » la casa típica construida de piedra y adobe, tiene el tejado a dos vertientes. Consta de una planta y troje o granero, espacio situado entre el techo y el tejado. La cocina es de campana y en ella se quema leña de encina».
En algunas viviendas hay pequeñas puertas accesorias que dan acceso a los corrales y otras dependencias. Otras edificaciones son muy estrechas y parecen embutidas entre las construcciones colindantes. Podemos ver casas de perfiles muy prolongados que hacen descender los tejados hasta muros de baja altura.
Desde el pueblo podemos tomar un camino que nos lleva cruzando la garganta de Navalacruz sobre un viejo puente, hasta llegar después de unos dos kilómetros, que se pueden hacer en coche, al paraje de la Puente Nueva, sobre el río Alberche. Es una zona acondicionada para el baño, con praderas, zona de pic-nic en sus orillas y algún merendero. Cruzando el río por este mismo lugar podemos acceder al mayor atractivo de Burgohondo desde el punto de vista senderista y etnográfico: “los barrios”, una serie de pequeños núcleos urbanos hoy despoblados casi en su totalidad. Todos estuvieron habitados hasta la década de los cincuenta, en que comenzaron a perder población. Hoy día sólo tres o cuatro vecinos viven allí.
En estos barrios se aprovechaban los prados con algo de ganado y algunos huertecillos en los arroyos. Ninguno de ellos cuenta con iglesia, pero podemos ver algunos hornos, viviendas de bonita arquitectura popular, algunas de ellas dotadas de soportal delante del edificio, cuadras y hasta una precaria taberna.
Vamos recorriendo los más occidentales como Horno Robledo, el Palancar o Fuentes del Espino y otros señalados en el plano más al este a los que también se puede llegar por otro camino alternativo marcado en su inicio con flechas grises: Yendo desde Burgohondo hacia Villanueva de Ávila, cuando cruzamos el Alberche por un puente de un solo ojo llamado puente del Arco, salimos inmediatamente a la izquierda por un camino y trescientos metros después en dirección sur paralelo al arroyo del Puerto, parte otro que nos acerca fácilmente a algunas de estas pintorescas aldeas, como la de Bajondillo, Fuentebuena, Fuente del Aliso, el Tomillar, Zacapeal y por último la de la Cendra.
Desde esta última parte una senda que cruza el arroyo del Puerto y nos puede acercar a las casas del Lomo, otro de estos poblados a los que también podemos acceder desde la carretera de Villanueva, un pueblo que, como su nombre indica, es de reciente fundación y que tiene alguno de los «barrios» en su término y se halla rodeado de hermosos parajes para el paseo.
Recorrido aproximado desde el Puente Nuevo 14 kilómetros, desde Burgohondo 18 kilómetros. 4 horas
Abadía de BurgohondoDespués del despoblamiento de estos territorios por las guerras de la reconquista, se estableció un monasterio que aparece referido por primera vez en un documento de 1179 del Papa Alejandro III, confirmando las posesiones de don Sancho, obispo de Ávila. Se denominaba Monasterio de Santa María de Fundo, palabra esta última que quiere decir Hondo, por la profundidad del valle del Alberche, y de ahí que la población fundada en torno a este cenobio se acabara denominando Burgohondo.
En torno a ella se articuló la repoblación del territorio pasando después a los agustinos: “más hace ocho siglos que en el Burgohondo hay abad y canónigos; en el principio eran aquellas montañas un negro y sombrío y espantoso desierto; retirados en la soledad los que entonces vivían en comunidad religiosa, sin perder de vista todo lo que podía ceder en utilidad del estado, se ocupaban continuamente en cantar las alabanzas de Dios, con el transcurso de los años fueron desmontando las incultas breñas en que vivían y por su diligencia se formaron aldeas que componen en el día el concejo del dicho lugar” como relataba el abad del monasterio poco antes de que desapareciera en el siglo XVIII.
LA ABADÍA
La iglesia del monasterio, que aloja hoy la parroquia del pueblo, cuenta con tres naves separadas por dos hileras de pilares hechos de sillería. La puerta del lado oeste es de la época de fundación del monasterio y hoy está tapiada y tapada por la sillería del coro. La puerta de acceso al templo se encuentra en la actualidad en la cara norte y es del siglo XVI. En el ábside, el aparejo de mampuesto de gran tamaño, separado por verdugadas de ladrillo que le dan un aspecto mudéjar, nos orienta hacia su construcción también en los primeros tiempos de la abadía, con la robustez que hacía que los templos de la época fueran en realidad pequeñas fortalezas que podían ser utilizadas en el caso de una situación de peligro ocasionado por las razzias musulmanas, como también nos demuestran dos ventanucos o saeteras situados en el muro norte.
Al siglo XVI pertenece también la cubierta de madera que conserva algunos detalles decorativos, así como la sobria sillería del coro, donde destaca por su tamaño el asiento del abad. Podemos observar también las sepulturas medievales de dos clérigos y la del abad Pedro Vazquez, que es del siglo XVI, así como la torre, de planta cuadrada, rematada en campanario, dos escudos nobiliarios y la pila bautismal. Los retablos son barrocos del siglo XVIII, churrigueresco el del altar mayor.
También el monasterio, situado en la cara sur del templo tiene aspecto defensivo por las torres semicirculares que lo adornan. El cerramiento, es así mismo de mampostería y tiene una puerta gótica que da acceso a la iglesia y otra del siglo XVII que se abre a la huerta.
Como en tantos otros lugares, la ermita de San Roque, como santo protector contra las pestes se encuentra en una de las entradas del pueblo para servir así de protección a los vecinos.
JUDÍOS EN EL ALBERCHE
También existe en Burgohondo una construcción conocida como la Ermita de los Judíos. Se halla situada en el barrio de La Esperanza, que alojó la judería del pueblo y por ello se ha especulado con que el pequeño edificio fuera una sinagoga. Lo cierto es que alojó a la cofradía de la Vera Cruz y que las pinturas de sus muros representan imágenes del evangelio. Se sabe que tanto en Burgohondo como en Navaluenga y Hoyocasero se establecieron colonias de judíos que se dedicaban al pastoreo, pero también al curtido y tinte de las pieles en las tenerías, además de otros trabajos artesanales, mientras que algunos de ellos, de clase más elevada, cobraban los diezmos y derechos feudales o de escribanía del Burgo.
Villarejo del Valle es una de las cinco villas que pueblan «Barranco» del que Mombeltrán era capital como alfoz medieval.
Al este de la población y muy cerca de la carretera se erigió entre los siglos XV y XVI una pintoresca ermita de pequeñas dimensiones pero que guarda un pequeño tesoro de azulejería talaverana del siglo XVI.
Sabemos de la devoción que se tenía en la Edad media a este Santo cuya orden cuidaba de los enfermos del «ignis sacer» el fuego sagrado, llamado así por producirse un enrojecimiento de los afectados por la frecuente intoxicación en la época con el cornezuelo del centeno. Es un santo con San Sebastián y San Roque a los que se erigían ermitas a la entrada de los pueblos para proteger de determinadas enfermedades a sus habitantes.
La ermita es de planta cuadrada erigida con sillares de granito y con tejado a cuatro aguas que está adornada con un gracioso pórtico sobre dos columnas en la entrada que se abre al lado oeste de la misma. Una cruz de hierro corona el tejado.
Su interior se cubre con bóveda de cañón y el muro oriental tiene adosado un altar cubierto de azulejería en su frontal, así como el muro que también se haya cubierto de azulejos.
El altar consta de azulejos de repetición con diferentes motivos, que han sido evidentemente recolocados y en el cento se sitúa la imagen de San Antonio con el báculo que simboliza su autoridad como abad y una curiosa barba rematada en tirabuzones que cubre su rostro.
En el retablillo se reproduce la crucifixión de Cristo con los dos ladrones y la Virgen a los pies de la cruz. A ambos lados se ha dibujado sobre los azulejos a la luna y al sol. Los dos astros se representan con frecuencia junto al crucificado y hay numerosas teorías sobre su significado, desde la representación de la «Jerusalén Celeste» hasta la simbología del antiguo y el nuevo testamento o simplemente reminiscencias de cultos paganos al sol que llegaron a nosotros a través de los romanos por la relación del cristianismo con el culto de Mitra y otras religiones paganas. En el remate superior del retablo se representa la imagen de Dios Padre.
Es cerámica del siglo XVI de considerable calidad y no sería de extrañar que el autor coincidiera con alguno de los que hicieron los paneles de la Vida de la Virgen en la basílica del Prado de Talavera.
Seguimos de la mano de don Fernando, belviseño ilustre, conociendo la arquitectura tradicional de su pueblo y, ya en el siglo XVIII, se deduce del Catastro de Ensenada que en en el registro de casas, aparecen las palabras baja y baja con troje, indicando con ellas si estas viviendas tienen una o dos plantas. Siempre se vive en la baja, Entre dieciséis casas escogidas aleatoriamente sólo la mitad poseen troje.
Por lo que se ve en las descripciones de los edificios con fines de catastro, las casas no son excesivamente amplias, porque en los fondos se incluyen grandes vacíos no edificados, como los corrales.
Todo lo que venimos anotando muestra aproximadamente lo que fueron las casas de Belvis en este tiempo: bajas y relativamente pequeñas para la época. aunque perfectamente documentadas hay solamente dos casas: una que ostenta en su dintel de piedra el año 1775, pero que ha sufrido después importantes modificaciones, y la que construyó Gabriel de Cáceres. La construcción se caracteriza
Aunque en el siglo XIX persisten los elementos mudejaristas, que son comunes a toda la comarca, y las formas de construcción más primitivas que ya describimos en el capítulo anterior, las viviendas comienzan a mejorar con mayores dimensiones y más modernas técnicas constructivas con el enfoscado de los muros, rejería, aunque modesta, huecos mayores en puertas y ventanas, estructuras más sólidas con techumbres de mayores vanos por las vigas de madera de pino traídas de Gredos.
A mediados del siglo XX Jiménez de gregorio nos define así la vivienda belviseña:
«es generalmente de cimientos de canto y barro, sobre los que carga el tapial de tierra y la cubierta de madera. En el mejor de los casos, cimientos de mampuesto o ladrillo con mortero de cal. Siendo un pueblo de labriegos, las viviendas responden a esa función: gran portal, cuadras, amplios corrales, pajares y trojes. La cocina con el hogar en el suelo y cubierto de gran campana y culminada por gigantesca chimenea.
Enjalbegadas por dentro y la mayor parte de las veces por fuera. Aquí se vive sin excepción en la planta baja, aunque a pesar de ello la mayor parte de las casas tienen dos plantas y solo unas pocas tres. Ventanas de labrada rejería y abundante balconaje completan la casa belviseña, muchas revocadas y pintadas en tonos suaves.
Vamos a acercarnos a la arquitectura popular de Belvís de la Jara de la mano de un ilustre Belviseño, don Fernando Jiménez de Gregorio maestro de los historiadores de la comarca.
En su libro de 1953 “Historia de Belvís” deduce de las relaciones de Felipe II de su pueblo y de otros cercanos, además de otros censos y documentos, lo que él imagina que era la vivienda de este pueblo jareño que contaba en aquellos años del siglo XVI con unas ochenta casas.
Su caserío “se presentaba modestísimo, de casas de barro y canto, con cubierta de madera del país. roble o madroña generalmente, con el techo de leña (retama, jara), que en el país llaman ripia. El tejado, pocas veces de teja, las más de barro
Es un conjunto pequeño, mezquino, de viviendas achatadas, de un solo piso. El suelo, terrizo las más de las veces, o a lo sumo empedrado, en excepcionales ocasiones estaría cubierto con baldosa o lancha de pizarra. Sus paredes. encaladas. Daban una sensación monacal. Y al paisaje una nota de blancura entre el gris verdoso de la vegetación de sus montes. Puertas pequeñas, con umbral de lancha pizarrosa, y el dintel de madera con un rebaje en el centro a manera de grosero arco
A través de un patio o estrecho pasillo se llega a la verdadera vivienda, que está toda en el interior, como huyendo de la calle, por lo que no es extraño que apenas se adviertan en la pequeña fachada ventanas, porque todas dan al corral y al patio. Esto es una muestra de aislamiento e individualismo en todos los pueblos de La Jara. En donde se repiten estas Formas de construir al interior.
Sus escasos huecos son muchas veces verdaderos agujeros, defendidos algunos con unas maderas en forma de cruz que sirve de reja. Sobre los achaparrados tejadillos, se alzan las chimeneas pesadas y monumentales, la parte sin duda más noble del edificio. De la época fundacional quedaban en este siglo XVI algunas casas habitables; otras en ruinas o abandonadas.
En sus casas vivían 105 campesinos, integrando la hermandad que origina el común oficio, las idénticas privaciones y trabajos y la escasa o nula diferencia social.”
Esta reserva natural de más de ocho mil hectáreas se divide entre los términos de Barraco, San Juan de la Nava, Navaluenga y El Tiemblo. Se sitúa en las estribaciones orientales de Gredos, a las orillas del embalse de Burguillos, y se reparte su territorio a ambos lados del arroyo de Iruelas.
Cuenta con más de seiscientas especies vegetales cuya variedad está condicionada por la pluviosidad, la altitud y la diferente orientación de los valles que la conforman. Las zonas que fueron modificadas por la acción humana producida por roturaciones o incendios suelen estar cubiertas de cambrones, piornos, enebros rastreros o genistas. Podemos encontrar ejemplares de pino laricio de proporciones monumentales y los bosques de pino negral han sido favorecidos por el aprovechamiento resinero. En los arroyos de las zonas más bajas los alisos y los fresnos se acompañan de sauces, cerezos, avellanos y olmos. A mayor altura, podemos encontrar abedules y tejos, además de los enebrales y encinares en las partes más secas.
En cuanto a la fauna hay que destacar la presencia en la reserva de casi ciento cincuenta especies de aves y más de ochenta de otros vertebrados, muchas de ellas protegidas. Las más llamativas son el águila imperial, el buitre negro y el leonado, además de pequeñas aves como el pechiazul, el picogordo, el bisbita alpina o el gorrión moruno. También podemos ver al gato montés y algunas especies peculiares de reptiles.
Además de la ruta general del parque que mostramos en el plano, hay otras rutas habilitadas en el parque de las que dos parten del puerto de Casillas en la zona más elevada del valle. La más corta lleva hasta un pozo de nieve del que hablaremos en el capítulo de El Tiemblo y dura dos horas entre ida y vuelta; la otra va hasta el cerro de la Escusa y tardaremos seis horas en recorrerla. También hay señalada una breve ruta botánica, y otra hasta la lancha de las Víboras que nos enseñará las zonas boscosas.
RESINEROS
Los edificios de recepción e interpretación del valle de Iruelas se encuentran en las antiguas instalaciones del centro maderero y resinero de Las Cruceras. Allí podemos ver algunas de las herramientas utilizadas por estos trabajadores que explotaron este recurso hasta los años setenta, aunque se quiere recuperar la actividad para producir trementina y colofonia. Los resineros hacían incisiones oblicuas llamadas “entalladuras” o “picas” que convergían sobre el “pote”, recipiente cerámico sujeto con un clavo al árbol.
Se conservan la destilería y los depósitos metálicos en los que se almacenaba la resina En otras zonas de la sierra quedan restos de esta actividad más antiguos y precarios, como el llamado “horno de la pez”, situado en el pueblo de Garganta del Villar cerca de las fuentes del Alberche. Se trata de una pequeña pileta redonda excavada en la piedra donde se observan los restos de la resina carbonizada.
Recorrido aproximado 18 kilómetros ida y vuelta, 5 horas
El nombre de Azután es árabe y hace referencia a una torre medieval del sultán. No debemos tampoco olvidar la repoblación berebere de la zona y la cercanía de la Ciudad de Vascos.
Esta población pertenece a la comarca de La Jara, aunque no perteneció al señorío de la villa de Talavera como el resto, sino que Alfonso VII se la cedió en señorío a Miguel Midiz, un personaje mozárabe que le prestó servicios. Murió y su mujer decidió que su hija Rama ingresara en el monasterio de San Clemente de Toledo. Cuando fallece la madre la herencia pasa a su hija y tras la muerte de ésta el pueblo de Azután pasa a ser dominio del monasterio toledano.
Ya en la carta puebla, y como sucede en otras localidades de nuestro entorno, aparece que por ser vecinos y tener casa en el pueblo se debían entregar tres perdices o tres gallinas al año. Algunos vecinos edifican casas y cercas en el siglo XIV sin permiso de la abadesa de San Clemente y ordena que se derriben generando un conflicto judicial.
Al estar situado el caserío en plena vega fluvial del Tajo, los materiales utilizados son el barro en forma de adobe o de tapial con zócalos de canto rodado para evitar en lo posible que la humedad suba por los muros o se destruyan con la humedad. En ocasiones estos materiales se consolidan con ripio de fragmentos de teja.
También hay algunas casas construidas en ladrillo con características mudejaristas. De hecho cerca del arroyo Andilucha se localiza un gran horno tejar para cocer ladrillos y tejas.
A mediados del siglo XIX Madoz dice que las casas son «malas y de pocas comodidades». Sin embargo, a mediados del XX las describe Moreno Nieto las describe como construidas de adobe y tapial de tierra y encaladas, «La casa en general suele ser amplia con techos bajos de madera y de corrales amplios. El tejado es a dos aguas y con regular inclinación. Las puertas son grandes y por una de ellas entra el carro.»
El nombre de este pueblo parece estar relacionado con la palabra verraco, que son las esculturas zoomorfas labradas por los vettones, el pueblo céltico prerromano que habitó en la zona. Hubo uno de estos verracos en esta localidad pero hoy solamente queda una reproducción junto al ayuntamiento. En la primera alusión a Barraco en la Edad Media aparece de hecho su nombre como “verraco”. Algunos aventuran también la posibilidad de que la llamada Puente Nueva fuera construida en época romana.
Barraco no dependió de la abadía de Burgohondo, sino que nace como aldea de la misma ciudad de Ávila. Alrededor de ella se van formando otros núcleos como Navalmulo, Navalpuerco, Navacarros, Murueco, La Torre de Gaznata, el Burgo de la Puente o Burguillo, hoy bajo el embalse al que da nombre, y otros. Más tarde se van despoblando estos núcleos, quedando hoy día escasos restos de su existencia, como son algunos molinos de mano o sepulturas antropomorfas excavadas en la piedra A principios del siglo XIV, Ávila asigna al lugar su propia jurisdicción.
Entre los monumentos de interés debemos destacar el ayuntamiento, construido en sillería granítica durante el siglo XVI, aunque fue rehabilitado en el siglo XVIII y sufrió un incendio en 1937. Su antigüedad se deduce de la inscripción que aparece a ambos lados de un escudo situado sobre la puerta y que corresponde a las armas de don Juan del Águila, maestre de campo de Felipe II, que participó en numerosas acciones bélicas de su tiempo en Flandes, Lisboa, Italia y África e Irlanda. La plaza, porticada en parte, da también realce al conjunto urbano.
La iglesia parroquial es un edificio de granito de considerables dimensiones levantado en el siglo XVI y que presenta adorno de perlas o bolas en su torre y en las puertas de entrada. La bóveda de la capilla mayor es de crucería gótica y aloja un magnífico retablo dedicado a la Asunción, advocación del templo. Es una gran obra del siglo XVI en madera policromada de la escuela abulense y sus autores fueron Pedro de Salamanca, Isidro Villoldo.
Cerca del templo se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Piedad y bajo el pantano de Burguillos se sitúa el puente edificado en el siglo XVII junto al despoblado referido más arriba, además de una venta de la época de los Reyes Católicos. Sobre el río Gaznata se puede ver también el puente del Visillo. Cuenta Barraco con una plaza de toros y la ermita de San Marcos, a un kilómetro y medio del casco en dirección a San Bartolomé. Allí se dirige una animada romería que se celebra el 25 de Abril. Otra fiesta de interés es la Candelaria en la que se mezclan los cantos de ronda a la Virgen de la Piedad con la fiesta de quintos o soldadesca, en la que los mozos van vestidos con traje y capa adornada de escarapelas con cintas que les han regalado las mozas.
Reproduzco aquí un interesante fragmento de un estudio geográfico de Fernando Jiménez de Gregorio, de 1953, sobre el Rincón de Anchuras, donde trata sobre las viviendas de Anchuras y sus pedanías.
«Las modernas casas de Las Anchuras capital, aunque de pizarra y cuarcita tienen una parte de ladrillo en el encuadre de los huecos que son de buen tamaño. Algunas aparecen revocadas y con la vivienda a la calle.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR