Villarejo del Valle es una de las cinco villas que pueblan «Barranco» del que Mombeltrán era capital como alfoz medieval.
Al este de la población y muy cerca de la carretera se erigió entre los siglos XV y XVI una pintoresca ermita de pequeñas dimensiones pero que guarda un pequeño tesoro de azulejería talaverana del siglo XVI.
Sabemos de la devoción que se tenía en la Edad media a este Santo cuya orden cuidaba de los enfermos del «ignis sacer» el fuego sagrado, llamado así por producirse un enrojecimiento de los afectados por la frecuente intoxicación en la época con el cornezuelo del centeno. Es un santo con San Sebastián y San Roque a los que se erigían ermitas a la entrada de los pueblos para proteger de determinadas enfermedades a sus habitantes.
La ermita es de planta cuadrada erigida con sillares de granito y con tejado a cuatro aguas que está adornada con un gracioso pórtico sobre dos columnas en la entrada que se abre al lado oeste de la misma. Una cruz de hierro corona el tejado.
Su interior se cubre con bóveda de cañón y el muro oriental tiene adosado un altar cubierto de azulejería en su frontal, así como el muro que también se haya cubierto de azulejos.
El altar consta de azulejos de repetición con diferentes motivos, que han sido evidentemente recolocados y en el cento se sitúa la imagen de San Antonio con el báculo que simboliza su autoridad como abad y una curiosa barba rematada en tirabuzones que cubre su rostro.
En el retablillo se reproduce la crucifixión de Cristo con los dos ladrones y la Virgen a los pies de la cruz. A ambos lados se ha dibujado sobre los azulejos a la luna y al sol. Los dos astros se representan con frecuencia junto al crucificado y hay numerosas teorías sobre su significado, desde la representación de la «Jerusalén Celeste» hasta la simbología del antiguo y el nuevo testamento o simplemente reminiscencias de cultos paganos al sol que llegaron a nosotros a través de los romanos por la relación del cristianismo con el culto de Mitra y otras religiones paganas. En el remate superior del retablo se representa la imagen de Dios Padre.
Es cerámica del siglo XVI de considerable calidad y no sería de extrañar que el autor coincidiera con alguno de los que hicieron los paneles de la Vida de la Virgen en la basílica del Prado de Talavera.