UNA FIESTA SINGULAR EN VILLAR DEL PEDROSO
CAMINO REAL DE GUADALUPE (10)
Aparte de un considerable patrimonio histórico, cuenta El Villar con unas fiestas de especial interés en las que se mezclan diferentes rituales que permiten percibir las huellas de celebraciones paganas ancestrales mezcladas con una fiesta puramente religiosa. Se trata del Carnaval, que tiene elementos de culto a las ánimas unidos a una típica fiesta de soldadesca y a la pintoresca procesión del “ramo” entre otros. Como tantos festejos de invierno, conserva aspectos muy arcaicos y llenos de colorido que sorprenderán al viajero.
Las fiestas duran más de una semana y tienen la peculiaridad de que en cada uno de los días se visten los participantes de un color diferente: el domingo de piñata se ponen ropas de color de rojo, el lunes de avellana y verde, de gris el miércoles de ceniza, el domingo de carnaval de rojo y amarillo etc.
No voy a describir pormenorizadamente todo su desarrollo pero sí diré que son dignos de presenciar los desfiles de la soldadesca con sus generales, tenientes, alférez y bastoneros armados de las vistosas alabardas y vestidos con sus característicos trajes típicos; o las cuestaciones al son del tambor y las salvas de escopeta, con cestos, cántaros y palos para recoger los donativos mientras se cantan coplas populares, como, por ejemplo, la del domingo de piñata, cuando los varones de la soldadesca van “a por el aguardiente” y recorren el pueblo en jubilosa comitiva.
Las autoridades, simbolizadas por la Guardia Civil, el Juez de Paz o el Alcalde, también participan en varios momentos de la fiesta, como en el ofertorio, que presiden mientras bailan los lugareños y los forasteros son sacados también para que depositen sus ofrendas.
En este acto se mezclan las máscaras profanas, con los bailes folklóricos y con la religión en una ceremonia llena de encanto aunque, estéticamente, la procesión del ramo es el acto más colorista de las fiestas. Los hombres van a buscar las ramas de olivo y se hacen las roscas que con las cintas y las banderitas adornarán el ramo. Su ejecución es todo un ritual en el que se utiliza desde tiempo inmemorial la misma sabanilla para cubrir la tarima sobre la que, a las tres de la madrugada, comenzará a decorarse una armadura donde se colocan todos esos elementos. La misa de ánimas se acompaña con redobles de tambor en lugar de la habitual campanilla, se besa la estola y a continuación ofrece el cura uno de los numerosos convites rituales que debe dar a la soldadesca, antes con vino de misa y roscas, y actualmente con auténticas comilonas.
El baile del “serengue”, de nombre y ritmo tan arcaico, es digno de ser presenciado, así como el baile de la bandera, los desfiles de la soldadesca con sus alabardas y bandera desplegada en los que se pueden ver los trajes tradicionales y los originales peinados de las mujeres de El Villar. Todo ello dejará nuestra retina repleta de imágenes sugerentes de que estamos ante un despliegue de verdadera cultura popular.