EL PATRIMONIO DE PUENTE DEL ARZOBISPO
El símbolo del privilegio de villazgo de Puente del Arzobispo se conserva todavía y es un magnífico rollo jurisdiccional. Se sitúa a la entrada del pueblo por la Cañada Real y se ha datado a finales del siglo XV. Se asienta sobre una gradería labrada en granito como el resto del monumento. La columna es claramente de estilo gótico tardío y su fuste se compone de nueve tambores. Dos de sus caras están decoradas por sendas piletas labradas pero sin imágenes y las dos opuestas con las cabezas de dos animales fantásticos. En el capitel destacamos los escudos y los cuatro canes que recuerdan a las gárgolas góticas.
La afluencia de romeros a Guadalupe era tal que se hizo necesaria la institución de dos hospitales que acogieran por un lado a las mujeres y niños expósitos y por otro a los hombres. Sus dependencias se situaban en torno a dos patios y su estructura general se conserva, pues formaban parte del edificio que ocupa todo el lado oeste de la plaza mayor puenteña. El concepto medieval de hospital es muy diferente del actual y en su mayor parte eran simplemente edificios donde se cobijaban de las inclemencias del tiempo los viajeros pobres sin que su fundación conllevara, en la mayor parte de los casos, la manutención ni los servicios de médico o barbero-cirujano propios de la época. En el caso de los hospitales de esta villa, el arzobispo Tenorio dejó ordenada la entrega de pan a los peregrinos y para hacer frente a los gastos les dotó de una serie de rentas que durante mucho tiempo permitieron su mantenimiento, como las de la Dehesa del Carrizal, el huerto, el batán, los molinos harineros, los diezmos y el pontazgo que se cobraba a los ganados mazariegos, pues el impuesto que se cobraba a los ganados mesteños o trashumantes correspondía a las monjas de San Clemente como compensación por los perjuicios que ocasionó el nuevo puente a las rentas del suyo de Pinos en Azután. Todas estas rentas fueron aumentando a lo largo de los años por las donaciones realizadas por particulares en sus testamentos, de manera que ya en el siglo XVIII los enfermos tenían asistencia médica y también se abastecían sus dependencias de leña y alimentos.
El edificio actual, en el que se alberga una residencia de ancianos, está construido en aparejo mudéjar con los huecos protegidos por rejas, de las que es especialmente llamativa la central con una reja-mirador de grandes proporciones. En el interior se conserva un patio cuadrado con doble galería y en el exterior podemos distinguir una espadaña de construcción más moderna y un pasadizo que comunicaba directamente con la iglesia. Por otra parte, en la hospedería se refugiaban los viajeros que no estaban aquejados de ninguna enfermedad.
La iglesia parroquial de Puente del Arzobispo conserva poco de la primitiva edificación del siglo XV pero en detalles como la torre con los escudos del arzobispo Tenorio, la escalera de caracol de piedra, una portada mudéjar y la lacería gótica de la capilla bautismal persisten muestras de su antigüedad, a pesar de haber sido reedificada en su mayor parte en el siglo pasado debido a los destrozos ocasionados por los enfrentamientos con los franceses durante la Guerra de la Independencia. Es curioso el remate de la torre en un campanil de planta octogonal y decorado con cerámica del siglo XVII.
La plaza donde se sitúan el hospital y la iglesia cuenta con mobiliario urbano decorado con cerámica puenteña al igual que alguno de los edificios del entorno. Delante de la fachada del hospital se ha erigido un monumento al fundador y benefactor de Puente, el arzobispo Tenorio. La arquitectura popular puenteña es en el caso de las viviendas humildes una arquitectura, como la de Alcolea, edificada en adobe y tapial, aunque todavía sobreviven algunas construcciones antiguas porticadas con columnas graníticas de curiosos capiteles. Podemos imaginar a los muchos peregrinos que por aquí deambulaban descansando o guardándose de la lluvia bajo estos pórticos.
El convento franciscano de Puente, del que persiste la iglesia todavía en pie, fue construido con las limosnas de toda la villa y en especial con las de Juan de Villaroel, personaje local que deseaba que se trasladaran sus restos y los de su familia a este monasterio. Su hermano fue Diego de Villaroel, capitán en la conquista de América y fundador de San Miguel de Tucumán.
Ya nada queda de los dos claustros, las celdas y la huerta. En el templo se veneraba la Virgen del Majano, llamada así por haberse aparecido sobre un majano o montón de piedras a un sacristán de Alía. Construida en 1620 es de sillería en las esquinas con mampostería en el resto y ladrillo moldurado en sus cornisas. A los pies tiene una espadaña herreriana y el interior es de una sola nave de buenas proporciones con cúpula sobre pechinas.
LOS MOLINOS DE PUENTE: Varados en el río se hallan los olvidados molinos de Puente que por su importancia etnográfica e histórica bien merecerían la atención de las diferentes administraciones para su conservación. En el siglo XVIII se dice de ellos que “no hay en el Tajo otros mejores ni más resistentes”, pues tenían nada menos que mil fanegas anuales de trigo de utilidad, es decir de ganancia a efectos fiscales. Estos molinos presentan en la actualidad un aspecto impresionante con su gran edificio de al menos siete cuerpos con cuatro tajamares y hasta once piedras, cada una con su propio nombre: Rayo, Vapor, Espolique, San Juan, Santa Catalina etc. Tres de ellas se sitúan en un edificio construido en un nivel más elevado, se trata del molino de invierno que se utilizaba cuando las otras piedras estaban inundadas por las crecidas. Contaban también estas aceñas o molinos con otras dependencias para cernedero, almacén de los costales e incluso una pecera para mantener frescos los barbos y las anguilas que se pescaban en el “cañal” del mismo molino. El conjunto se complementa con otro edificio también rematado en tajamar donde se situaban la carretería y la herrería, las cuadras y los alojamientos.
Estos molinos eran la más jugosa fuente de ingresos para los hospitales de Puente y gracias a sus beneficios se atendió a miles de peregrinos y enfermos. Es posible que existieran ya en época musulmana aunque más tarde el arzobispo Tenorio los heredó de su madre, legándolos luego para sus obras pías y poniéndoles por nombre Santa Catalina. Era muy devoto de esta santa ya que puso también bajo su advocación a los hospitales y a la iglesia de Puente, así como a otras fundaciones suyas como el monasterio de jerónimos de Talavera o el puente de esta misma ciudad. El edificio molinero, que a su entrada tiene labrada en la piedra la rueda dentada con que se martirizó a esta santa, es digno de que curioseemos en su interior y tiene su mejor perspectiva desde la orilla opuesta del río.