CAMINO DE GUADALUPE (10) VILLAR DEL PEDROSO
UNA VISITA A EL VILLAR DEL PEDROSO
El Villar es un pueblo jareño donde civilizaciones sucesivas han ido dejando su huella. En primer lugar tenemos que resaltar que nos encontramos en la población de la comarca donde se han hallado un mayor número de verracos. Hasta ocho ejemplares diferentes de estas esculturas zoomorfas se han podido localizar en el casco urbano y en diferentes parajes de su entorno. A la entrada de la población se puede ver hoy día una de ellas en una zona ajardinada por el ayuntamiento, otros se localizan en una calle cercana paralela al arroyo Cagancha y otras halladas en fincas privadas como el toro de La Oliva que también se ha llevado a Villar y está situado en una de las plazas del pueblo.
Ya hemos apuntado que el propio nombre de El Villar nos señala la existencia de poblaciones antiguas asentadas en su solar y así, la presencia de los romanos está documentada por la presencia de algunas lápidas con inscripciones que incluso se pueden ver embutidas en los muros de las viviendas, como es el caso de la que aparece en la fotografía. Otras lápidas han sido encontradas en La Oliva y en la dehesa de La Argamasa, cuyo nombre ya nos indica la presencia de restos de muros romanos en un importante yacimiento que además contaba con una antigua mina en su entorno.
La presencia musulmana está constatada por la fortaleza de Castros que ya conocemos y por la referencia en antiguas relaciones a una cerca de tapial que protegía el caserío de El Villar. En la sierra de El Villar se puede ver una torre de observación o atalaya rodeada por una pequeña muralla. Se accede a ella por una puerta con su arco de herradura y de la torre apenas quedan restos pues según cuentan en el pueblo hace unas décadas se encontraron en su entorno algunas monedas de oro corriéndose el rumor de que había un tesoro escondido por lo que se llegó a derruir la atalaya casi por completo. Se conoce el paraje como La Torrecilla y se sitúa al norte del camino de Guadalupe.
En el muro oeste de la parroquia se observa formando parte de la estructura la espadaña de la primitiva iglesia que se erige en el siglo XV, más modesta que la actual y construida en ladrillo, aunque sobre ella se levanta la gran espadaña de sillería de fecha posterior. El edificio mantiene elementos desde finales del siglo XV hasta el XVIII y cuenta en el ábside con buena bóveda de crucería, es de buenas proporciones y se adorna con un pórtico norte y una buena portada al sur. Su interior alberga un patrimonio de interés pues, aunque en la Guerra Civil fueron destruidas veintitrés imágenes, se conservan dos retablos del siglo XVIII, un retablo del XVII con cinco lienzos de la misma época, el retablo mayor del siglo XVI y dos buenas tablas que representan a Santo Tomás y San Pedro.
En sus muros podemos contemplar buena azulejería de Talavera de estas mismas centurias que en uno de sus paneles representa a Santo Domingo. Se reconoce por el perro que sostiene la antorcha y en los trazos de sus azulejos demuestra haber sido pintado por las mismas manos que dibujaron las estilizadas figuras de la ermita de Velada, en la que algunos han querido ver a algún discípulo del Greco como autor.
LOS VERRACOS
Antes de llegar los romanos a estas tierras, deambulaba en ellas con sus ganados un pueblo celta conocido como los vetones. En todo su ámbito de influencia, en las provincias de Ávila, Salamanca, Cáceres y la comarca de Talavera, quedaron repartidas cientos de esculturas zoomorfas de machos o sementales que son conocidas como verracos. Algunas de ellas representan a cerdos o jabalíes y otras a toros. Tienen una mayor o menor tosquedad en su factura ya que en algunos se representan detalles como el rabo, los cuernos, los colmillos, la papada, el espinazo o los genitales, mientras que otros son de una sencillez esquemática. Existen ejemplares que cuentan con pedestal y otros que no y también podemos encontrar verracos con profusión de cazoletas, que son unos huecos semiesféricos labrados en la piedra con una significación probablemente religiosa cuya interpretación es desconocida hasta ahora. Se pueden ver también verracos que tienen inscripciones epigráficas.
El significado y función de estas esculturas ha sido muy discutido. Algunas estaban situadas a la entrada de los castros y de las cercas donde encerraban los vetones a sus ganados, tal vez con una simbología mágico-religiosa de protección de los ganados y las personas. Hay autores que van más lejos y los consideran elementos religiosos que podrían representar a una divinidad, mientras que otras teorías proponen a los verracos como indicadores de caminos ganaderos, de pastos, de abrevaderos o de zonas de influencia de una tribu determinada. Algunas de estas esculturas han aparecido asociadas a enterramientos o reutilizadas en ellos como monumentos funerarios.