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RUTA A LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

RUTA A  LAS LAGUNAS DE PANIAGUA

Croquis de la ruta, en mi libro "Rutas y Senderos de Talavera y comarcas" Croquis de la ruta, en mi libro «Rutas y Senderos de Talavera y comarcas»[/caption]

Alcaudete es hoy nuestro punto de partida. Se trata de uno de los primeros núcleos de población de la Jara que probablemente ya estaba habitado en época musulmana. La pionera repoblación cristiana de estas tierras en época medieval es recordada por un

La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete La torre medieval de la Casa del Cura y la iglesia de Alcaudete

monumento a la entrada del pueblo que nos recuerda a aquellos primeros colmeneros y ballesteros que se asentaron a las orillas del Jébalo. Ya que nos encontramos en Alcaudete, es obligado visitar su iglesia, una gran mole de mampostería y sillería granítica recientemente restaurada en la que debemos detenernos en su portada esculpida y en la cerámica del interior.

En las proximidades del templo se encuentra la llamada Torre del Cura, atalaya urbana que nos recuerda la inseguridad medieval de estas tierras. La arquitectura popular no es tan llamativa como la construida en pizarra en otras zonas de la Jara, pero conserva algunos ejemplares de casas señoriales que merecen un paseo por el centro del pueblo.

Preguntamos por el camino de Las Peralosillas que asciende hasta las rañas situadas al sur del pueblo y discurre paralelo al cauce del Jébalo. En todo este trayecto podemos descender los dos kilómetros que nos separan del río y encontrarnos con parajes de gran belleza en los barrancos que el agua ha labrado en la plataforma granítica. La riqueza en anidaciones de diferentes aves y el baño en las pozas enmarcadas por precipicios y roquedales merecen una parada.

Pozas del Jébalo. Esta es la de malpasillo poruqe se puede cruzar el río de un sakto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta 5 metros de profundidad. Pozas del Jébalo. Esta es la de Malpasillo porque se puede cruzar el río de un salto. parajes ideales para el baño con pozas de hasta cinco metros de profundidad.

Pero nuestro trayecto continúa hasta el camino que desciende hacia la zona conocida como de Los Villarejos y el muro del embalse del Jébalo por cuyas riberas es agradable pasear o pescar. En la bajada de este camino es digno de ver el vallecito que queda a la derecha con un impenetrable bosque mediterráneo y la  panorámica sobre el valle medio del Jébalo horadando las rañas jareñas.

El camino sigue hasta el entrañable pueblecito de La Fresneda, pero nosotros deberemos tomar el camino que va por la ribera del pantano en dirección sur hasta el reculaje. Donde ya discurre el río en un cauce pizarroso que deja bonitas tablas transparentes donde bañarse o pescar los ricos cachuelos del Jébalo. Además hay que resaltar que en el trayecto hasta el caserío de Paniagua iremos viendo algunos ejemplares representativos de labranzas y casillas típicas de la arquitectura popular de La Jara.

La aldeílla o labranza de Paniagua La aldeílla o labranza de Paniagua

Llegamos así a la labranza de Paniagua que en realidad era una pequeña aldea en torno a una era empedrada. Desde aquí tomamos el camino que en dirección oeste nos lleva subiendo la berrera hasta la raña de Paniagua. Las rañas son las llanuras rojizas de esta comarca, perfiladas por la erosión de los valles de los ríos y arroyuelos que bajan de la sierra. El camino pasa junto a una de las dos lagunillas que dada la sequía actual permanecen casi todo el año sin agua, pero es llamativo, cuando se llenan de agua, observar las aves migratorias que paran en ellas y el contraste con el duro paisaje jareño de estos pequeños humedales.

Junto a las lagunas discurre una pista por la que ascenderemos en dirección sur hasta unos pinares cercanos salpicados de algunos alcornoques y quejigos, podemos desde allí observar la sierra del Aljibe y de la Picaza, con un manto vegetal bien conservado y donde es posible ver algún ejemplar de venado, corzo o jabalí si nos adentramos por los bosquecillos. El aficionado a los níscalos puede también recogerlos en los pinares, y los madroños son abundantes para el que guste de su fruto.

Es interesante ascender hasta la cumbre por el camino y detenerse allí a contemplar  una vista impresionante de las redondeadas cumbres de la Jara Alta.

Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo Lagunas de Paniagua y rañas del valle del Jébalo

Damos la vuelta y por la misma pista que hemos venido, volvemos hacia el norte pero sin dejarla hasta llegar a Belvis de la Jara.  En las «barreras» como se llaman aquí las laderas que descienden desde la raña, miles de olivos contrastan su verde plateado con el rojo de la tierra. Desde Belvis tomamos la carretera hacia Alcaudete y, pasados unos tres kilómetros, cruzamos un arroyo en cuyas orillas, tres kilómetros más arriba, se sitúa un curioso balneario popular, los baños del Vivaque donde se aliviaban sus reumas los jareños. Tanto en Belvís como en Alcaudete hay restaurantes de carretera donde comer.

Las huertas de Alcaudete en invierno forman un paisaje digno de verse por el verdor de sus afamadas lechugas,no hay que pasar sin llevarse alguna ,también hay buenos embutidos. En Belvis se puede adquirir un vino de la tierra de buena calidad y tampoco debemos olvidar el magnífico aceite de las cooperativas de la zona, uno de los mejores del mundo, y a buen precio.

POR LAS RAÑAS Y LAGUNAS DE BELVÍS

Construcciones tradicionales en las rañas de Belvís

Desde Belvís vamos a tomar el camino que en dirección sur nos lleva hasta la raña de Montarco y luego a la de Paniagua. Las rañas son las llanuras rojizas de esta comarca, limitadas por los valles que ha modelado la erosión de los ríos y arroyuelos que bajan de la sierra. En las laderas de esos valles, o «barreras» como se llaman aquí, miles de olivos contrastan su verde plateado con el rojo de la tierra.

Lagunas de Paniagua y al fondo la sierra de La Higueruela

La vista hacia el norte al coronar sobre la raña es impresionante por los geométricos olivares, pero el paisaje cambia al llegar a la raña o llanura donde las salpicadas encinas nos hacen tener el espejismo de encontrarnos en la sabana africana.

En el camino hemos ido viendo algunas construcciones típicas de la Jara Baja con las pequeñas huertas y las casillas de olivar en cuarcita, pizarra y adobe. Pasamos incluso junto a algunas en la raña con sus pozos y revestidas por el revoco de barro rojizo y paja.

Otra vista de las lagunas de Paniagua

La pista pasa junto a las dos lagunas que todavía aumentan esa sensación de paisaje africano, reflejando las elevaciones de la Jara Alta.

Las dos lagunas, dada la sequía actual, varían mucho su superficie según la pluviosidad, pero es llamativo, cuando se llenan, observar las aves migratorias que paran en ellas y el contraste de estos pequeños humedales con el duro paisaje jareño.

Mar de montes de la Jara Alta

Junto a ellas discurre una pista por la que ascenderemos en dirección sur hasta unos pinares cercanos salpicados de algunos alcornoques y quejigos, podemos desde allí observar la sierra del Algibe y de la Picaza, con un manto vegetal bien conservadoy donde es posible ver algún ejemplar de venado ,corzo o jabalí si nos adentramos por los bosquecillos. El aficionado a los níscalos puede también recogerlos en los pinares, y los madroños son abundantes para el que guste de su fruto.

Horno de cal en nuestro camino de vuelta

Es interesante ascender hasta la cumbre por el camino y detenerse allí a contemplar una vista que impresiona de toda la Jara Alta .

Si no deseamos ascender hasta el collado y observar sus magnífica panorámica, volveremos por el camino que nos lleva a la finca Rosalejo, junto a la que hay dos hornos de cal o caleros, uno a trescientos metros de otro, y en el más cercano a la casa una casilla destechada por el estallido accidental de unos barrenos de los utilizados para extraer la piedra caliza. También hay una fuente y una gran labranza. Seguimos este solitario y agradable camino hasta llegar de nuevo a Belvís de la Jara.

Otra de las lagunas de Belvís al oeste del casco urbano