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SUBIDA AL RISCO ÑAÑAS

SUBIDA AL RISCO ÑAÑAS

Rollo de Espinoso del Rey
Rollo de Espinoso del Rey

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Recorrido aproximado 11 kilómetros, 3 horas y media

 Parte nuestra ruta de hoy de Espinoso del Rey, desde donde nos dirigiremos al camino del arroyo de los Castaños .Como su nombre indica, conserva magníficos ejemplares de éste árbol no autóctono que, en tiempos, se aclimató a los arroyos y umbrías de estas sierras pero del que hoy quedan escasas manchas como la aquí referida. Seguir leyendo SUBIDA AL RISCO ÑAÑAS

DESDE EL RISCO ÑAÑA, SINTIENDO LA JARA

DESDE EL RISCO ÑAÑA

Invierno en La Jara. El sol rojo se refleja al atardecer sobre las espesas columnas de humo y vapor de las almazaras que se levantan por encima de los caseríos de tejas rojas, rojos ladrillos y adobes colorados.

Las rañas jareñas vistas desde el risco Ñañas

Hileras interminables de olivos platean sobre las rañas movidos por el viento que se levanta al salir el sol después del chaparrón. Las duras cuarcitas que desde hacía siglos se comían las rejas de los arados romanos brillan mojadas sobre la arcilla. Verdean las jaras, este año jugosas porque el invierno húmedo y sin frío no las ha dejado consumidas y blanquecinas como en los años de secas pelonas y escarchas.

Vestidas con mil capas de chaquetas de chándal, rebecas y mandiles las mujeres salen por las mañanas en los remolques a varear las olivas, el único tesoro que les va quedando con las cuatro cabras y lo que deja el señorito por matar a los venados o el italiano por disparar hasta a los saltamontes.

Corrales y labranzas arruinadas desde el risco Ñañas

Y los chozos de pizarra se van derrumbando y las casillas de los olivares muestran sus muros de tapial lamido por el agua, con los cuartones y los cañizos de sus tejados pudriéndose bajo la lluvia y los cascotes. Y al fondo, las sierras antiguas se elevan con sus inmensos canchales de piedras quebradas y picudas que formaron antes enormes montañas. Grandes cordilleras que se formaron al elevarse hace millones de años los limos de un mar ancestral que dejó sus pequeños monstruos marinos impresos en la roca de Las Moradas o del Rocigalgo.

Cumbres de La Jara Alta desde el rico Ñañas Cumbres de La Jara Alta desde el rico Ñañas

Olor a alpechín y al barro pisoteado de los trampales de los caminos que se mezcla con las heces del ganado, de los rebaños que cada vez pasan menos por las coladas y cañadas, permitiendo que el monte se vaya comiendo las barreras. Y observo que siguen poniendo puertas al campo con las ilegales y elevadas alambradas de los amos, amos tan antiguos como los trilobites de las cumbres. Amos que adiestran a los guardas como a mastines porque no quieren que les roben sus ciervos alimentados como borregos que les sirven para darse tono con las amistades en nuestra Escopeta Nacional de nunca acabar.

Mirador del risco Ñañas Mirador del risco Ñañas

Voy subiendo hacia el Risco Ñaña, que me atrae con su vieja toponimia de magia y misterio, y me acompañan robles, pinos y castaños sobre los que planean los abantos. Desde allí un haz de luz que sale de repente entre las nubes negras ilumina como un foco gigantesco las rañas, las planicies perfectas surcadas por los valles del Pusa o del Jébalo. Muestran allí abajo su damero de olivares verdes, barbechos grises y labrados rojos. Y disfruto de esa atalaya lejos de los lenguajes binarios y simplones de los aparatejos que nos sorben el seso, y apartado también de la putrefacción urbana amasada por los nuevos bandoleros del voto y la mentira con sus corbatas verdes que tanta roña tapan, y a cuyo lado son criaturas inofensivas los golfines a los que perseguía por estos lares la Santa Hermandad, ejecutándolos sumariamente con sus ballestas atados a una encina . Hoy no hubieran tenido bastantes saetas.

Y con el viento frío que trae olor a jara, a hojas que se van pudriendo y a revolcadero de jabalíes, acompañado de una petaca de orujo de la tierra que templa el fresco, recuerdo las palabras del fraile leonés: “¡Oh campo, oh monte, oh río! Seguro secreto deleitoso”.

Quizá el último secreto deleitoso que nos va quedando.

Valle del río Sangrera en su naciente desde el rico Ñañas

LEYENDAS DE MORAS

LEYENDAS DE MORAS

Puente de la fortaleza musulmana de Castros

Son varias las leyendas de moras repartidas por nuestra tierra y en su mayoría ligadas a la noche mágica de San Juan, la noche del solsticio de verano, la noche más larga del año llena de ritos primitivos.

Cuando hablamos de moras no hablamos de musulmanas, el pueblo llamó así a las paganas, a las antiguas que son anteriores al cristianismo, por eso cualquier yacimiento arqueológico sea de la época que sea se suele asociar con los moros.

Desembocadura del río Pedroso con el risco granítico desde donde dice la leyenda que se lanza la mora

En la desembocadura del río Pedroso que se precipita sobre el Tajo desde unos altos canchales graníticos y a un paso de las ruinas de la ciudad musulmana de Castros, lo que las gentes de Puente del Arzobispo y Villar del Pedroso llaman «La Muralla». Pues desde esa cascada se lanza una mora bajo la luz de la luna todas las noches de San Juan hasta el Tajo. Y la causa dicen que es un mal de amores.

El risco Ñaña y su covacha, lugar de aparición de la mora para peinarse

Y nos vamos ahora a  las sierras de Espinoso del Rey y subimos entre castaños, robles y pinos hasta el risco Ñañas, extraño nombre casi impronunciable de puro antiguo. Una afloración de grandes bloques de cuarcita que forman un magnífico balcón panorámico sobre las rañas de La Jara. Allí se asoma también en la noche de San Juan una mora que peina sus largos cabellos con un peine de oro.

Vista de Piedrescrita desde Las Moradas, parajes donde se aparece la mora

En un valle cercano se sitúa el pueblo de Piedraescrita, que ya en el nombre lleva su pincelada de arqueología. Su hermosa iglesia con orgullo de ermita está situada en la divisoria de aguas entre el Tajo y el Guadiana y guarda una de esas vírgenes»lloveoras», vírgen del agua que sus vecinos pasan a los de Espinoso cuando no llueve llevando las andas a pie sobre la corriente  del Jébalo naciente.

Pues bien, en ese valle hermoso no sólo se apareció la Vírgen de Piedraescrita. Una mora salía también  y se presentaba ante los pastores poniéndoles en la tesitura de elegir entre disfrutar de su cuerpo o de un tesoro que tenía escondido. Un pastor eligió el tesoro y ella le dijo que había sido estúpido porque de elegirla a ella habría disfrutado de ambos.

Entorno del paraje de Siegaverde en Lucillos, donde se aparecía la mora que se conertía en Liebre

En Lucillos, en la vaguada húmeda del arroyo de Segaverde hay una cueva hoy ocluida donde cuenta una leyenda local que salía una mora en las noches de San Juan. Lo más peculiar de esta leyenda es que la mora se convierte en liebre al amanecer.