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PASEOS DESDE LA ADRADA

PASEOS DESDE LA ADRADA

TIÉTAR 4 Ruta de los tres Puentes
Puente Mosquea sobre el Tiétar en La Adrada

Ruta de los tres puentes

 La ruta que indicamos en la excursión de hoy nos llevará hasta el río Tiétar, conociendo así los agradables parajes del puente Mosquea sobre el Tiétar y el puente Chico sobre un pequeño afluente en la orilla izquierda. Aguas abajo, donde la carretera de La Iglesuela cruza también el río, se encuentra la puente Mocha, otro pintoresca construcción medieval. Todo el recorrido discurre entre pinares muy amenos en un trazado llano muy agradable.

El puente Chico sobre el arroyo afluente del Tiétar

 Recorrido aproximado10 kilómetros, 2 horas y media.

Puente Mocha sobre el Tiétar

Otros parajes 

Otros parajes podemos disfrutar en La Adrada conociendo la zona serrana mediante el segundo recorrido que nos llevará hacia el norte desde la ermita de la Yedra pasando cerca del molino de Momblanco, uno de los que quedan de los numerosos artificios que movía esta garganta, algunos de ellos para obtener papel a partir de trapos viejos. Ascendemos después pasando cerca del bonito paraje del charco de la Hoya, para luego seguir el trazado marcado en la ruta que nos llevará por pistas forestales hasta el paraje de la Llega y, si estamos dispuestos a una subida de unos cuarenta minutos más a pie, hasta el pino del Aprisquillo, un ejemplar singular de pino cascalbo de grandes dimensiones.

Molino de La Adrada

Si finalizado el recorrido paralelo a la Garganta de Santa María, nos dirigimos a la derecha iremos al collado de las Vacas, desde donde podremos bajar por Casillas siguiendo la ruta del Borbollón, que describimos en el capítulo de Sotillo. Desde La Adrada podemos ir también hasta Piedralaves por una antigua carretera forestal, hoy muy deteriorada, que nos llevará a la garganta de Hornillos y a otros parajes de gran belleza con espléndidas vistas panorámicas.

Poza de la Hoya en la Garganta de Santa maría de La Adrada

CELA EN LA ADRADA

El libro Camilo José Cela “Judíos, Moros y Cristianos”, de obligada lectura para todos aquellos que quieran mirar debajo de estas faldas de Gredos, se hace, entre otros muchos pasajes jugosos una hermosa descripción de La Adrada, donde “en mejores tiempos, los monjes de El Escorial fabricaron el recio y bien barbado papel de tina, en el que se libraban las bulas de todo el arzobispado de Toledo: artesanía noble y envuelta en bendiciones y en licencias de ayunos. Del castillo de La Adrada, como de tantas y tantas otras cosas resta muy poco más que el recuerdo. La Adrada, cabalgando entre el cerro de Marinea y el monte del Madroñal, el cerro de la excusa y los riscos del Berrueco, es pueblecito de monte y huerta fina, pastizal abundoso y arroyos ­­–la Hondaliza, el Franquillo, la Santa María, decidores y alegres como pajaritos. La huerta de La Adrada, venero fecundo, brinda dos cosechas, y el pinar, blando tapiz, dos suertes de pino: el negral de la resina, que por Ávila es rodeno y, para algunas gentes salgareño y pudio, y el albar de la madera, que es royo, por esta tierra, y por Madrid, blanquillo”.

Hoy, el castillo restaurado no nos daría la impresión de ruina absoluta que le dio al viajero Cela.

Llamador en La Adrada

CONOCEMOS LA ADRADA

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CONOCEMOS LA ADRADA

Cúpula de la ermita de La Adrada

Debemos comenzar la visita de La Adrada, capital del señorío, por su castillo recientemente restaurado, que alberga en la actualidad el Centro de Interpretación Histórica del Valle del Tiétar. Vale la pena visitarlo pues en él se ofrece una didáctica proyección sobre la evolución del castillo y una interesante y divulgativa exposición sobre los diferentes periodos históricos de la comarca que vamos recorriendo.

En el cerro que domina la localidad y que hoy alberga la fortaleza se edificó en el siglo XII una pequeña iglesia que luego tendría tres naves y daba sus servicios religiosos a los primeros aldeanos que repoblaban el territorio. Más tarde se fortifica la torre de la iglesia para dotarla de más capacidad defensiva. Ya en el siglo XV don Álvaro de Luna, al poco de tomar posesión de La Adrada, construye el castillo con la muralla y las torres defensivas en mampostería y ladrillo. Después fue modificando su estructura para convertirse en un edificio más palaciego y menos militar, por lo que aumentaron las dependencias residenciales y se construyó un hermoso patio renacentista que ha sido reconstruido con su empedrado, su pozo y su aljibe.

Interior del castillo de La Adrada

También la iglesia fue modificada para que su capilla mayor albergara el salón del palacio y sobre su bóveda se construyera la torre del homenaje. Quedan además restos de las columnas que sostenían los arcos y bóvedas de la iglesia, que por sus proporciones parece haber formado parte de una edificación de considerables proporciones. En el arco de la capilla mayor es curioso observar los símbolos que los canteros grababan en la piedra para identificar y cobrar su trabajo. También son curiosas las estelas medievales que marcaban las tumbas de los habitantes de La Adrada enterrados en las inmediaciones de la antigua iglesia pues, aunque tienen grabados símbolos cristianos o siluetas esquemáticas de los sepultados, son circulares o redondeadas y presentan un aspecto muy rústico y un tanto céltico.

Bolaños o piedras de trueno, proyectiles medievales de piedra para la artillería

También podemos recorrer parte de la muralla, la barbacana, la puerta principal reconstruida y fortificada con dos pequeñas torrecillas, y observar los proyectiles de los cañones que en este caso son de piedra, las llamadas piedras de trueno o bolaños. El castillo se encontraba en estado de franco deterioro y expolio de muchos de sus elementos decorativos, pero la restauración, aunque algo excesiva, ha sido afortunada.

Tanto en el libro de la Montería de Alfonso XI como en la Crónica de Juan II y la de su Halconero se relata la afición de los monarcas y de don Álvaro de Luna por tener largas jornadas de caza en las sierras y bosques de La Adrada, y tanto don Álvaro como Ruy Dávalos, condestables de Castilla y señores de La Adrada cayeron en desgracia ante sus monarcas, siendo el uno decapitado y el otro obligado a exiliarse en Aragón.

Arquitectura popular en La Adrada

Después de conocer el castillo donde residía el señor del estado de La Adrada vamos a dar una vuelta por el pueblo, donde no dejaremos de visitar su bonita ermita de la Virgen de la Yedra, que ha sido recientemente restaurada y está situada en lo que fuera el prado de La Nava, donde también quedan los restos de un lavadero tradicional. El edificio de la ermita está construido en mampostería combinada con ladrillo mediante un pintoresco aparejo que todavía es más llamativo en el interior por los curiosos diseños de tradición mudéjar en la ornamentación de la capilla mayor, que además está decorada con paneles de cerámica de Talavera con el motivo de repetición del florón, el mismo que decora los arrimaderos de El Escorial. Esta azulejería es típica del siglo XVI, aunque la ermita ya existía en el siglo XIV y parece que tenía cierta dependencia de la abadía de Burgohondo. El cimborrio que cubre la capilla mayor es del siglo XVIII.

Azulejos de Talavera en la restauración de la Ermita

La iglesia parroquial es de sobrio estilo herreriano con una sola nave y bóveda de arista con pilares toscanos. Al siglo XVIII pertenece el retablo barroco de cierta calidad con la imagen central de El Salvador, y en esta misma centuria se fabricaron los retablos de las capillas laterales y el órgano. Las conchas y los soles adornan simbólicamente las portadas respectivas.

La Adrada es pueblo que con el turismo y las nuevas construcciones ha visto casi desaparecer su arquitectura popular, aunque quedan algunos edificios significativos, como una vivienda en esquinazo llamada del Tío Talís y otras más señoriales como la llamada Villa María, o una típica fonda. Hay zonas recientemente ornamentadas como la llamada plaza del Riñon o la fuente de La Niña, llamada así por la escultura que la adorna. También tenemos junto a la carretera de La Iglesuela una antigua fábrica resinera.