REDADA DE GITANOS EN LA JARA ( Y 2)
Comienzan los interrogatorios a los testigos por el oficial hermandino. El primero en declarar es el arrendador de la alcabala del viento (1), que confirma la dedicación de los encausados al chalaneo, al trueque y cambios de caballerías. Sin embargo, reconoce que le han pagado los impuestos correspondientes. También afirma que no tienen domicilio ni vecindad. Pero más tarde nos enterarnos de que la habían solicitado en Valdecaballeros (2) sin que se les concediese. Les achaca también el que vivan en cuadrilla y confirma los prejuicios del vecindario, cuando dice que aceptan los trueques propuestos por los gitanos “a causa de no tener desazón con ellos”.
Este y varios testigos más, enumeran algunos delitos cometidos en los alrededores en los que quieren ver la mano ejecutora de los encausados. Es el caso del robo de una borriquilla al santero de la ermita de San Simón, el hurto de varios cabritos y unos setecientos reales a unos serranos (3) que se encontraban en el labrado de Buencuerpo.
No se aporta ni una sola prueba de que los delitos hayan sido cometidos por nuestros protagonistas. No obstante, algunos de los declarantes se atreven a asegurar que, “aunque el testigo no sabe quién lo ejecutó, Se persuade y tiene por cierto lo ejecutaron dichos gitanos”.
El único delito que se demuestra es el hurto de un cuchillo en un mesón del pueblo, pero apercibido el dueño de su falta, recrimina este hecho a los gitanos que devuelven lo robado sin resistencia. También es cierto que varios vecinos se quejan de haber sido engañados en los cambios de caballerías “dándoles diferentes petardos”.
Resulta curiosa la descripción de las triquiñuelas utilizadas para mejorar el aspecto de vivacidad de los animales: “Para dicho cambio, ponían al pescuezo una cinta encamada con la que se avispaban los borricos para su mejor despacho y, aunque los que trataban con ellos les dezían que les quitaran dicha cinta, nunca quisieron ejecutarlo, antes bien se la mudaban y ponían entre las orejas”. Puede que la cinta, mediante la presión que ejerciera sobre un clavo, un cardo, o unos abrojos, estimulara la viveza del animal, o que fuera algún producto impregnado el que ocasionara este efecto.
Los gastos ocasionados y la inseguridad de la cárcel de Castilblanco obligan al traslado de los presos a Talavera. Inmediatamente se ponen los bienes de los gitanos en pública almoneda y las autoridades hermandinas ordenan que los borricos se tasen por el albéitar (4) antes de ser vendidos. De la tasación resulta que los cinco pollinos son valorados en seiscientos cincuenta reales. “Y, aunque se publicó por espacio de tiempo, no hubo postura”.
Se procede varias veces a la subasta, pero los talaveranos no quieren comprar los burros embargados a los gitanos. Tanto es así, que pasan algunos meses durante los cuales da tiempo a que uno de los asnos muera “de dolor de tripa” y otro de accidente. Por fin se rebaja el valor de salida y se consiguen vender los animales, aunque al bajo precio de doscientos veinte reales. Las pertenencias del grupo se subastan también, obteniéndose un beneficio de ciento veintiocho reales, de los que se descontara la paja y los jornales ocasionados por la necesidad de sacar la inmundicia de las dependencias de la Santa Hermandad.
Se toma declaración a los gitanos que niegan cualquier relación a los delitos que les imputan, a pesar de que algunos reconocen hablar la lengua jerigonza. Preguntados si para hacer dichos cambios usaban de algún engaño a otras ficciones, de que resultavan quejosos y agraviados los sujetos con quien cambiaban, dijeron que “no usavan de otro arbitrio que abisparlas con una vara para que manifestaran viveza y, desta forma, procuraban deshacerse de las maulas (5) y sacar el dinero. Y aunque es verdad que algunos solíanr acudir a quejarse de sus engaños, les procuraban contestar amistosamente, ya dándoles otra cavalleria o perdiendo la señal, o ya por medio de alguna gratificación, sin dar lugar a que la queja llegase a la justicia”.
Se intenta averiguar si han permanecido en descampado para ver si se consigue alguna pista sobre hurtos o salteamientos. Los gitanos responden que no lo han hecho, “salvo cuando han ido de camino al río de Guadiana, a por mimbres para sus maniobras (6)
Diego Montes, uno de nuestros gitanos, explica su presencia en Valdecaballeros porque el jerónimo, administrador de la dehesa del Monasterio de El Escorial, le tenía prometido el puesto de guarda en dicha dehesa. Es el mismo clérigo que recibiera a Micaela cuando escapó y se acogió a sagrado. El gitano ya había trabajado como guarda del Marques de San Antonio en una de sus propiedades en Guadalcanal. Por esta profesión justifica la posesión de armas de fuego.
El interrogatorio de Juana de Salazar es más pintoresco, ya que “al intentar tomarla declaración hizo diferentes demostraciones coma de loca, como de insensata y como de enferma”. De nuevo, en sucesivos intentos, se la amenaza con declararla confesa si persiste en su actitud, pues el alcaide de la cárcel la ha observado y por su conducta supone ser todo puro fingimiento. Al final se desiste de tomarla declaración. Juana ha conseguido su objetivo.
En la cárcel de la Santa Hermandad en Talavera, tanto las gitanas como los gitanos intentan fugarse de sus respectivas celdas. Ellas son descubiertas cuando, encaramadas en un cepo que se hallaba en su celda, intentan romper una de las tablas del techo raspando con un hueso de la comida que se les ha suministrado. “Y biendo avía otro techo encima desmaiaron y lo dejaron”.
Los hombres que se encuentran encerrados en la torre de la Puerta de Zamora -la cual forma parte del edificio dc la cárcel hermandina- lo intentan extrayendo del muro uno de los cantos rodados que llaman gorrones. Con él y golpeando una astilla de madera, pretenden sacar alguna piedra de mayor tamaño y así poder huir. Unos fragmentos de la argamasa que ve el alcaide en el suelo delatan sus intenciones abortándose la fuga.
Estas frustradas evasiones pueden costarles muy caro, pues según la instrucción dc 1749 que regulaba la gran redada ordenada por el Rey, a todo gitano que se huyere, sin más justificación se le ahorque irremisiblemente. Desde la Santa Hermandad de Talavera se piden instrucciones al Gobernador del Consejo de Castilla -que a la sazón es el obispo dc Cartagena-, el cual envía recado político para que se atenga la causa a lo dispuesto en 1749, fundamento jurídico para la recolección de gitanos que se produjo en toda España y por la que se conduciría a miles de personas a determinados lugares. Los hombres a trabajos forzados y las mujeres y niños a casas de recogida donde deberían trabajar artesanalmente para su manutención.
El fiscal de la causa, con poco fundamentados argumentos, pide la pena de horca para los cinco reos sin haber demostrado ninguno de los delitos y por el mero hecho de su condición étnica. En las propias palabras del acusador público, “por cometer los insultos a que les llama e inclina su propensión y naturaleza de ser como son enemigos de la soziedad y quietud umana”. Pide la pena capital para que “sirviendo dc castigo a éstos, sea ejemplo para que otros se abstengan de cometer tales delitos y se extingan y recojan gentes tan malvadas”.
Pero la Santa Hermandad no parece tan severa en sus apreciaciones. Finalmente son condenados los hombres a diez años de trabajos forzados en el presidio cerrado de El Ferrol y las mujeres a ser confinadas en los pueblos destinados por la normativa de 1749 para la “avitación de gitanos”. En cadena de presos parten para la caja y cárcel de Toledo y desde allí serán conducidos a sus destinos.
1.- Impuesto que se pagaba por todas las mercancías que entraban en una población.
2.- La otra población de la actual provincia de Badajoz que formó parte de La Jara y Tierra de Talavera. En su escudo lleva el Talavera por ese motivo
3.- Ganaderos trashumantes que invernaban con sus ganados en este pueblo, como en otros lugares de las Tierras de Talavera y Extremadura
4.-El que tenía el arte de curar las enfermedades de las bestias. Es el actual veterinario.
5.- Animal inútil por enfermo, viejo o muy trabajado.
6.- Se refiere a sus trabajos artesanales de fabricación de cestos