EL REY HUYE DE TALAVERA
Al principio de su reinado, debido a que el rey Juan II, que sería el padre de Isabel la Católica, se encontraba en minoría de edad, Castilla es en realidad gobernada por sus parientes los infantes de Aragón, don Juan y don Enrique, que se reparten de hecho el poder, hasta que surgen desavenencias entre ellos.
El Rey tiene siempre a su lado a don Álvaro de Luna, es hijo ilegítimo de un noble y le acompaña desde su infancia, primero como paje y luego como amigo y consejero. Cuando el infante don Juan va a contraer matrimonio a Navarra, su hermano Enrique da un verdadero golpe de estado en Tordesillas e intenta tomar el poder en solitario, secuestrando prácticamente al joven rey. Lo lleva consigo a Ávila y luego a Talavera, para intentar así acercarse a los territorios de la orden de Santiago, donde se siente más seguro por ser el mismo don Enrique su Maestre.
Durante el camino desde Ávila a nuestra ciudad, el infante consigue convencer a Catalina, hermana del Rey, para que contraiga matrimonio con él, y consolidar así sus ambiciones de poder. Al principio, Catalina se opone e incluso se encierra en sus habitaciones para evitarlo, pero en noviembre de 1420 se celebran en Talavera las nupcias presididas por el rey Juan, haciéndose grandes fiestas en la villa. También durante esos días contrae matrimonio en Talavera don Álvaro de Luna con Elvira de Portocarrero y el Rey, como regalo, hace a su fiel paje y amigo conde de San Esteban de Gormaz.
Pero los planes del muy ambicioso don Álvaro pasan por sustraer al Rey del secuestro en que le mantiene don Enrique y aumentar así su influencia sobre él, y por ello decide emprender la huida de Talavera con el monarca. El día 29 de Noviembre, don Álvaro de Luna, su suegro Martín Fernández, Pedro Suárez de Toledo, señor de Oropesa, Diego López de Ayala y el halconero mayor del Rey, que dejó un vivo relato sobre lo sucedido, salieron de Talavera con el pretexto de cazar un gran jabalí, o una gran garza para otros, en un soto cercano, tal vez el de Entrambosríos por hallarse al este de la ciudad. Pero en lugar de iniciar su jornada cinegética, emprendieron por sorpresa la huida al galope. El conde de Trastámara y el conde de Benavente acompañados por cincuenta hombres, única fuerza con la que contaban, se unieron a los huidos en el trayecto.
Después de dos horas, llegan todos al castillo de Villalba, fortaleza que se encuentra hoy en ruinas al norte de la carretera, cerca del cruce con Malpica. Se trata de un castillo estratégico pero con pocas posibilidades defensivas debido a su relativa accesibilidad, por lo que la expedición decide seguir camino hasta la fortaleza de Montalbán, mucho más fuerte por su emplazamiento junto a los impresionantes barrancos del arroyo del Torcón, cerca de San Martín de Montalbán.
Pero antes, deben cruzar el Tajo en este frío día invernal y lo hacen por la barca de Malpica, con peligro de zozobrar por la crecida corriente del río. Llegan exhaustos a las inmediaciones del castillo de Montalbán y observan que un hombre ha salido a por agua dejando abierto uno de los portillos de la muralla. Es entonces cuando, en una acción de gran audacia, el halconero Pedro Carrillo y Diego López de Ayala entran en el interior y consiguen tomar la fortaleza.
Aun así, la situación de los huidos no es segura en absoluto pues son muy pocas las fuerzas a su disposición, hasta el punto de que el rey envía presuroso cartas que consiguen que algunas cuadrillas de la Santa Hermandad acudan en su auxilio. Tampoco tienen víveres ni leña.
Mientras tanto, en Talavera el infante Enrique queda desconcertado tras la huida, y más cuando llegan falsos rumores de que el infante don Juan ha vuelto de Navarra y va a asaltar nuestra villa con su ejército. Al final Enrique pone sitio al castillo de Montalbán, aunque con el asedio no consigue que el Rey vuelva con él y se ve obligado a levantar el campamento cuando sabe que el duque de Peñafiel viene ya por Móstoles en auxilio del Rey con sus fuerzas.
Así comienza la influencia de don Álvaro de Luna sobre el rey, aunque es el mismo Juan II el que tras toda una vida de amistad ordena degollar a su valido, el español más poderoso de su época.
Excelente, amena y rigurosa evocación de una página importante de nuestra historia.
Una segunda parte de ese episodio se produjo cuando, tras levantar el asedio del castillo de Montalbán, hicieron de vuelta el mismo camino, volvieron a cruzar el Tajo en la barca en Malpica, pararon a comer en el Castillo de Montalbán, y allí se produjo un tenso enfrentamiento al borde de la violencia en el que Álvaro de Luna se alzó con el poder, lo que marcó más de treinta años de la historia de España.
Un breve relato en ese enlace, por si es de interés:
https://www.malpicadetajo.es/index.php?option=com_content&view=article&id=339:el-rey-juan-ii-en-malpica-y-villalba-ano-1420&catid=90&Itemid=895
Perdón. Debe decir: «pararon a comer en el Castillo de Villalba».