EL MEGALITISMO EN EL TAJO
En el fondo del embalse de Navalcán se encuentra este dolmen al que faltan los dos ortostatos de la entrada, que tienen grabada una serpiente en su superficie y están hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo
Hacia la segunda mitad del IV milenio a. de C. aparecen en nuestro entorno geográfico nuevos grupos de gentes, neolíticas todavía, cuya característica más sobresaliente es la de la construcción de grandes enterramientos colectivos llamados monumentos megalíticos. En la actualidad, y gracias a las nuevas dataciones de carbono 14, está cada vez más aceptado el hecho de que el megalitismo es un fenómeno occidental, gestado en la fachada atlántica, con una cronología que se remonta hasta el VI milenio a. de C. (Portugal y la Bretaña Francesa).
Para el caso de la península ibérica existen dos focos del fenómeno megalítico con características diferenciadas por un lado el foco del sureste y por otro el foco atlántico, con el que están relacionados los hallazgos en la tierra de Talavera. Como mantiene el arqueólogo Germán Delibes, «la implantación del megalitismo no debió ser únicamente resultado de la adopción del nuevo ritual funerario por parte de la población neolítica indígena; hubo también un aporte demográfico externo, muy probablemente gentes llegadas del oeste». No debemos olvidar que la construcción de este tipo de estructuras de enterramiento implica un gran aporte energético basado en una relativa ocupación del territorio con una sociedad ya perfectamente organizada, por primera vez considerablemente jerarquizada y con una clara división del trabajo.
El fenómeno del megalitismo en la Tierra de Talavera, en palabras de Jiménez de Gregorio, supuso «la más profunda penetración hacia el este de la cultura megalítica portuguesa en la submeseta meridional». La expansión se produjo desde el oeste hacia el cuarto milenio antes de Cristo, y su utilización funeraria llegaría hasta el primero.
De nuevo son los ríos los caminos naturales de penetración hacia el interior, llegando hasta nuestra área a través del valle del Tajo, y desparramándose después por sus afluentes (Ibor, Huso, Guadyerbas y Tiétar). Tenemos muy próximos al Tajo dólmenes como el de Azután, o Guadalperal en Valdecañas y sumergido en el embalse de Guadyerbas el de Navalcán.
Los dólmenes de nuestra comarca corresponden al tipo denominado «sepulcros de corredor», caracterizados por una cámara, que en nuestro caso tiene unos 5 metros en el dolmen de Azután o el de Navalcán. A la cámara se accede mediante un corredor cuya medidas reconocibles oscilan aproximadamente entre los 7 y 10 metros. Rodea todo el conjunto el túmulo, con circunferencias que oscilan entre los 18 y 16 metros.
Dólmen de Azután, en el valle del Tajo
Otro tipo de construcción megalítica son los llamados menhires, de los que al menos conocemos dos, uno cerca de Velada y a la orilla del Guadyerbas cerca de Parrillas. Ignoramos su funcionalidad y el significado de sus grabados y cazoletas, huecos labrados semiesféricos que también aparecen en los dólmenes. Son monumentos de una sola pieza de roca berroqueña, hincados verticalmente, de los que al menos tres cuartas partes sobresalen a modo de lindero, con una altura de entre 1m y 1,70 y una circunferencia de 1,5 metros. Tanto el menhir como el dolmen situados junto all Guadyerbas presentan figuras de serpiente labradas.
Algo que nos ha llamado la atención referente a los menhires y dólmenes, es su ubicación próxima a las cañadas ganaderas. En cuanto a las formas de habitación cabe decir que escasean, aunque es un fenómeno general a todo el ámbito megalítico. Esto viene de nuevo a evidenciar un tipo de hábitat disperso, semisedentario y relacionado con la explotación ganadera, aunque entre la cultura material de los dólmenes aparecen piedras de molino e industria lítica con pátina de cereal, lo que nos indica que practicaban algún tipo de agricultura. Quedan estas grandes construcciones como único testimonio de su pasado, y que según algunos autores muestran la condición itinerante de estos grupos y es el motivo de ella, como símbolo de permanencia y delimitación del territorio del grupo.