ASALTO EN LOS GUADARRANQUES PERSEGUIDO POR LA SANTA HERMANDAD DE TALAVERA

Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera
Cuadrillero de la Santa Hermandad pintado en una de las causas criminales de La Santa Hermandad que se guardan en el archivo municipal de Talavera

ASALTO EN LOS GUADARRANQUES

1788

D.Josef Pérez salió de Pueblanueva con su criado Manuel Durán. Sus obligaciones, como agente del mayordomo del Arzobispo de Toledo, le obligaban a realizar largos viajes por las tierras de La Jara para cobrar las rentas que el arzobispado tenía en toda la tierra de Talavera.

Primero se dirigieron a Talavera la Vieja donde recibieron del escribano quinientos tres reales y medio. Mientras el cobrador contaba las monedas una a una el criado miraba con curiosidad un edificio con grandes columnas que, según decía su señor, habían construido los antiguos romanos. Desde allí se dirigieron por el Camino Real hasta El Castañar donde pagaron una deuda a una vecina del lugar. Al día siguiente continuaron su camino entre castaños y alcornoques para descansar en Guadalupe. En otra jornada pasaron por Alía y Valdecaballeros para cobrar otras rentas terminando su periplo recaudador en Castilblanco.

Puente de los Guadarranques en torno del cual se produce el asalto que relatamos

Se levantaron de madrugada, el criado preparó las caballerías y después acudió a oír misa con D.Josef. Querían salir pronto hacia Talavera, pues era sabido que en el lugar de los Guadarranques abundaban las gentes de mal vivir y los contrabandistas que, ocultos en las cuevas y la fragosidad del terreno, no dudaban en asaltar a los viajeros que se aventuraban a pasar por lugar tan solitario. Había que andar rápido para que al menos no les sorprendiera la noche allí.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Cuerda de presos de la Santa Hermandad

Era una mañana soleada de Junio y a las diez de la mañana ya amenazaba con ser un día caluroso. El temor por lo intrincado del monte y lo angosto del paraje hacían sudar al cobrador más que la elevada temperatura. Los buitres sobrevolaban el lugar en el momento en que cuatro hombres armados salieron al camino dando el alto a los viajeros.

Uno de ellos, moreno y velludo, caripintado de viruelas, grueso y como de dos varas de alto parecía el jefe. Mirando a las víctimas, con la seguridad que le daba su cinturón de grandes hebillas doradas repleto de pistolas y cuchillos, gritó:

– Apearos y sacad inmediatamente todo el dinero que traigáis.

– Aquí  está el dinero- dijo el cobrador- pero no nos molesten ni a mi criado ni a mí.

Otro de los hombres, delgado descolorido y con los dientes negros respondió:

– No tenéis que temer, pues sólo queremos el dinero. Alguien tiene que pagar el tabaco que nos han quitado.

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Sello de la Santa Hermandad que se conserva en el archivo municipal de Talavera donde aparece un cuadrillero ajusticiando con ballesta a un reo. Se ve también un oso, enemigo de los colmeneros y una colmena

Por estas palabras dedujeron las dos víctimas que los cuatro asaltantes eran contrabandistas de tabaco. Desmontaron tres de ellos y comenzaron registrar los fardos que llevaban a lomos de las caballerías hasta encontrar un talego con dos mil reales en plata. El otro hombre, recio, caricolorado y pecoso de viruelas, permanecía subido aún en el caballo y observando a uno y otro lado.

– Usted trae más dinero- dijo el jefe.

El agente del Arzobispo señaló un fardo con papeles y, sacando un gran cuchillo de triple filo que produjo un escalofrío a las víctimas, el cuarto bandido, también picado de viruelas, muy negro de tez y con el pelo largo, cortó la cuerda del paquete apareciendo entre los legajos un paquete en cuyo interior estaba escondido el oro.

-¡Venga!, saca lo que tengas en la faltriquera.

Mientras don Josef mostraba unos cuartos en la palma de la mano, el jefe de los bandoleros dijo que podía quedarse con algún dinero para las necesidades del viaje. El hombre de los dientes negros protestó argumentando que bastante dinero le quedaba en casa, que no debían dejarle nada. Sin embargo, el del pelo largo le alargó una de las monedas de oro.

El jefe cogió también la escopeta que llevaban los dos temblorosos viajeros y montando en su magnífico caballo castaño sonrió diciendo:

– Dios le dé a usted salud para juntar más dinero y que otros grandísimos pícaros como nosotros se lo quiten.

Dando grandes risotadas los cuatro hombres vestidos con sus botines de becerrillo blanco, sus chambergos, la chupa de cabrón y el chaleco de estameña se marcharon galopando río abajo y agitando sus sombreros y con siete mil reales en las alforjas.

A la una y media llegaron los infortunados a Mohedas y a las diez de la mañana del día siguiente estaban en el mesón de Belvís de la Jara contando sus desdichas al mesonero. La Santa Hermandad de Talavera tomaría rápido cartas en el asunto pero, probablemente, ya era demasiado tarde.

 

LA IGLESIA DE SAN PEDRO, EL MUDÉJAR HECHO ALMACÉN

En el Museo de los Horrores traemos hoy la destrucción de una iglesia mudéjar para  construir unos almacenes comerciales, es la iglesia de SAN PEDRO

 

Iglesia de San Pedro convertida en almacén antes de su destrucción
Iglesia de San Pedro convertida en almacén antes de su destrucción
La misma vista hoy día con el edificio que tan desafortunadamente sustituyó a la iglesia mudéjar de San Pedro
La misma vista  con el edificio que tan desafortunadamente sustituyó a la iglesia mudéjar de San Pedro
Edificio que actualmente ocupa el solar de la iglesia de San Pedro

HISTORIA Y DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO DESAPARECIDO

 Seguimos al Conde de Cedillo en la descripción de uno de los templos más antiguos de Talavera: «La parroquia de San Pedro está en el mejor sitio de la villa y junto a la plaza del Comercio (hoy del Reloj), por cuyo motivo es muy frecuentada. Es edificio y obra muy antigua y no se halla razón de su principio y origen».

En efecto, ya aparece nombrada en documentos del siglo XIII, y a la siguiente centuria pertenecen los restos mudéjares que todavía este autor observa en su estructura. Su periodo de mayor esplendor es el siglo XVI durante el que la nobleza local la frecuenta y construye en ella sus capillas, radicando también aquí añejas cofradías.

La capilla mayor fue reconstruida y enriquecida en 1615 por el regidor Miguel Polo que la «levantó y labró de bóveda». Contaba esta capilla, que se vislumbra en la fotografía que recoge el momento de su derribo, con un buen retablo adornado de «pinturas razonables que a mi entender son de algún discípulo del Greco» según Ponz.

La capilla de Nuestra Señora de la Anunciación fue fundada por doña Elvira de la Rúa, noble talaverana que dejó la finca de Valdefuentes al Cabildo de Curas de la villa en 1511. Era también conocida como la capilla Cienfuegos, nombre del regidor esposo de la fundadora. Estaba construida en estilo ojival del siglo XV con bóveda de crucería y entrada de arco rebajado con perlas. Había en ella una imagen de la Virgen con los Santos Juan Bautista y Evangelista.

Fachada norte de la iglesia en el momento en que se saca mobiliario para su posterior derribo
Fachada sur de la iglesia en el momento en que se saca mobiliario para su posterior derribo

En otra capilla , la de San Gregorio, se enterró al canónigo de la Colegial Gabriel de Albornoz que, desde sus destinos en la curia romana, trajo a Talavera numerosas reliquias de San Pedro, San Lucas, San Sebastián, San Cenón y San Blas. A esta iglesia acudían los talaveranos en la fiesta de este último santo, protector de las enfermedades de la garganta. El sacerdote se situaba en la puerta norte del templo, que aparece en la fotografía, para que el pueblo contemplara y besara la reliquia.  Esta costumbre y la parroquia de San Pedro como tal pasó luego a la parroquia de Santa Leocadia, es decir, a la que hoy es iglesia de San Francisco y donde actualmente se conserva una imagen de San Blas que pudiera proceder de la iglesia desaparecida. Además, se conserva en ella la tradición del culto a este santo en Talavera.

Martín Mejía, «persona rica y principal» fundó otra capilla en la que instaló un altar de la Quinta Angustia, advocación que también encontramos en capillas de la parroquia San Miguel y de La Colegial. En un altar adosado al muro sur de la nave principal de la ermita del Prado se puede observar un grupo escultórico con este motivo que, como sucedió con el patrimonio de otras iglesias desaparecidas, pudo haber sido trasladado de lugar y nos preguntamos si no sería precisamente éste de San Pedro pues, en el caso de San Miguel, la obra se trataba de una pintura mural.

Derribo de la iglesia de San Pedro donde se percibe el ábside mudéjar
Derribo de la iglesia de San Pedro donde se percibe el ábside mudéjar

En 1855 se cierra definitivamente como parroquia agregándose a la de Santa Leocadia y Santa Eugenia. Es desamortizado el edificio que se destina a diversos fines como carretería, café, salón de baile y Administración de Consumos, hasta que se derriba y se construyen en su solar los actuales almacenes de muebles y sanitarios.

 DESCRIPCIÓN

 El edificio contaba con tres naves en estilo mudéjar y tenía una planta que, según la descripción, parece similar a la de San Clemente que reproducimos. Entre los detalles de su decoración mudéjar tiene «cinco ajimeces cegados en cuyas formas se ven alternar la ojiva marcadamente árabe, la ojiva túmida y la ojiva polilobulada», tal como Cedillo nos lo describe. También en la antigua fotografía cedida por el Archivo Municipal, podemos observar su estructura modificada por la adaptación como almacén y observamos asimismo su planta de tres naves y los aleros y hastiales de claro sabor mudéjar. Ya hemos comentado que algunas de sus capillas estaban construidas en estilo ojival. La torre es evidentemente posterior ya que se termina en el siglo XVIII.

El aceite de La Jara

EL ACEITE DE LA JARA

Olivares de La Jara y Valdepusa desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales
Olivares de La Jara y Valdepusa desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales

En el siglo XVI, Gabriel Alonso de Herrera, autor del primer tratado español de agricultura, decía sobre el olivo que “son tantas las excelencias deste árbol que antes es cierto que para las poder decir bien y declarar me faltarán más palabras que materia. ¿Qué provisión o despensa es buena sin aceite?, tanto que en el Psalmo es puesto por una de las tres principales que son pan, vino y aceite; otras provisiones son para abundancia, pero el aceite es de necesidad”.

El que esto aseguraba era un sabio clérigo de una ciudad castellana, Talavera de la Reina. Desde ella se repobló después de la reconquista un enorme territorio antes desierto por las continuas escaramuzas de moros y cristianos que por hallarse despoblado se llamó La Jara.

Cuando hace cuatro mil años, los primeros agricultores jareños construían monumentos megalíticos como el dólmen de Azután, a miles de kilómetros, en el oriente medio se comenzaba a injertar el olivo silvestre para conseguir su mejor aprovechamiento en la obtención del aceite.

Ese olivo silvestre se conoce como acebuche,  nombre que procede de la lengua berebere que los habitantes del norte de África trajeron hasta la Jara cuando los árabes la habitaron sirviéndose de esos bravos guerreros magrebíes que fundaron lugares como la misteriosa Ciudad de Vascos, cuyos alrededores, como tantos otros lugares de La Jara, están  repletos de los acebuches que nacen espontáneamente en esta tierra donde, como dice también Alonso de Herrera, “este árbol es de mucha vida, que cuasi es sempiterno, y aunque muchos años le dexen sin labrar no peresce…y en retornando sobre él, él retorna sobre sí, y de viejo se hace nuevo, de enfermo sano, de estéril frutífero, de seco verde”.

Casilla de olivar en Belvís

Justifica también este primer ingeniero agrónomo español, autor de cabecera de muchos agricultores biológicos, la bondad de estas tierras para el cultivo de olivares porque “quieren tierras algo airosas” como las rañas y barreras de La Jara. Asegura también que nuestro venerable árbol precisa de “aires templados, que en lo muy caliente en demasía no se hacen, ni tampoco en lo muy frío  mas, con todo, más sufren algo de calor que de frío”.

Nos aconseja además Alonso de Herrera que la buena tierra para el olivar sea la de “guija y barro” que no es otra cosa que el suelo de rojas arcillas y abundantes cuarcitas terciarias de estas tierras jareñas que son ideales como vemos por su clima y edafología para el cultivo del olivar  y así “ muy presto se hagan aquí las olivas y muy presto hagan el más singular aceite que nunca vi”

Rulos y maquinaria de una almazara en un monumento de Belvís de La Jara
Rulos y maquinaria de una almazara en un monumento de Belvís de La Jara

Un cultivo que nos vino por el mediterráneo y que es componente fundamental de la más saludable dieta del mundo, la dieta mediterránea, que no es cuestión de modas pues el autor que nos va guiando decía ya en tiempos del Renacimiento castellano que “ el aceite es ponzoña contra las ponzoña, tanto las comidas como las exteriores”. ¿Intuiría ya con estas palabras nuestro estudioso autor los benéficos efectos del aceite de oliva sobre el metabolismo de los lípidos ?  Se referiría intuitivamente al colesterol como ponzoña, como veneno que tantas riesgos acarrea para las enfermedades cardiovasculares?

El aceite de La Jara nace de un limpio entorno natural ideal para su producción. Pero además es mimado en cada uno de los procesos que lo llevará  desde el árbol a la mesa. El olivo es la principal fuente de riqueza de estas gentes jareñas, sobrias pero acogedoras, que miman el árbol desde que con ilusión plantan la estaca, abonan y preparan esos suelos tan duros de trabajar, talan y limpian sus troncos de los chupones con esmero, casi con cariño,  vareando con sistemas tradicionales las olivas, ya que al ser muchas plantaciones de difícil acceso no admiten el empleo de medios mecánicos. Llevan sus aceitunas a las modernas instalaciones de las cooperativas que han sustituido a las almazaras tradicionales de rulo y viga que sirvieron para exprimir la aceituna desde hace siglos. Obtienen así un producto elaborado con la calidad humana de las gentes de la Jara que llevará a su mesa el sabor y la calidad de vida de un producto natural, saludable y exquisito.

Olivo en La Jara

Pero habremos de detenernos en nuestro viaje jareño para llenar la andorga, para saborear los platos, los muchos guisos y asados que tienen en el aceite de oliva el ingrediente fundamental para una cocina sana pero sabrosa.

Siempre fueron los clérigos amantes de la buena mesa y pues con uno comenzamos, con otro terminaremos, el párroco de Mohedas de la Jara que a finales del siglo XVIII le informaba a su Obispo de que: “ Según de los nuevos plantíos que se van haciendo y se hallan nuevamente hechos, cuidándolos y reservándolos…fuera este terreno abundantísimo de estos  frutos, pues crían las olivas que aquí hay un aceite especialísimo, claro como agua y bello sabor, lo comparo al aceite de almendras dulces”.

Un aceite pues, éste de La Jara que constituye un producto con historia,  natural y de gran de calidad.

Chozo de olivar en Mohedas de La Jara

La saca del corcho en Velada

LA SACA DEL CORCHO

Saca del corcho en Velada

El alcornoque es una especie arbórea que precisa de algo más humedad que la encina y de terrenos preferentemente silíceos. Es por ello que en nuestra región se puede encontrar en las zonas donde el clima extremado continental mesetario se suaviza por la influencia atlántica como es el caso de nuestra comarca.

Casi 20.000 hectáreas se dedican a su aprovechamiento con una producción importante que podrían ser mucho mayores si, como sucede con muchas otras de nuestras materias primas, las plusvalías generadas por su manufacturación no se quedaran en otras regiones. En efecto, las industrias corcheras de Talavera o Velada por ejemplo, se limitan a seleccionar, cortar, cocer y embalar las planchas de corcho para que sea en Cataluña, en la mayor parte de los casos, donde se transforman en la industria taponera, de aislantes o de las nuevas artesanías industriales del corcho, que fabrican desde carteras hasta faldas de este material natural y cada día con mayor demanda.

Un material de gran calidad con infinitas posibilidades pero que ya fue conocido por nuestros artesanos que lo trabajaron desde un punto de vista principalmente utilitario pero también estético en los casos de artesanía pastoril que luego comentaremos.

Alcornocal con el corcho recién extraído

Cuando llegaba la canícula en las dehesas de Velada y Oropesa, en las umbrías de la Sierra de San Vicente o la Jara Alta, las cuadrillas salían
a la saca del corcho, labor por la que se despega la corteza del alcornoque. Se hacía el trabajo durante las horas más calurosas del día y los meses más calurosos, «desde San Pedro», que era el tiempo más adecuado para esta actividad, y de hecho, era necesaria la presencia de un trabajador exclusivamente dedicado a suministrar agua para evitar la deshidratación de los operarios, el aguador, que a veces también ayudaba al ranchero, que era el corchero al que se encomendaba el aprovisionamiento de leña, manteniendo el fuego y los pucheros individuales de las más de veinte personas que componían estas cuadrillas, además de cuidar de la intendencia general del campamento encargando a un ordinario que se acercara al pueblo a por los encargos y suministros.

Asientos o "tajos" elaborados con planchas de corcho y virus de jara
Asientos o «tajos» elaborados con planchas de corcho y virus de jara

Los corcheros dormían en las mismas dehesas en los campamentos que en forma cónica se hacían con palos y ramaje alrededor de un alcornoque, aunque a veces dormían en media caña de corcho colgada de una rama a modo de litera. No descansaban ni siquiera los domingos y solamente acudían al pueblo en la Virgen de agosto, San Roque, Santiago y Santa Ana. El jabón casero, un peine, la navaja, una manta y algunas viandas era el modesto ajuar del corchero.

El accidente de trabajo más frecuente era la picadura de los escorpiones que se escondían en los recovecos de la corteza, y se utilizaba para aliviar el dolor un curioso remedio» homeopático» el aceite de alacranes, que se obtenía de freír casi hasta la carbonización un número impar de escorpiones en aceite de oliva, para luego utilizar este mejunje masajeando la zona afectada.

Pila de lavar o cuzarro en Velada

Ser taponero era sinónimo de ser corchero «de fábrica». Utilizaban el cuchillo curvo de corchero para recortar las piezas y deben su nombre a que completaban sus jornales con la elaboración casera a destajo de tapones. El escogedor elegía y agrupaba las piezas según su calidad y características que sería largo de describir aquí.

ORQUÍDEAS EN LA COMARCA DE TALAVERA

Ejemplares de orquídea en la Sierra de la Estrella

En la sierra de La Estrella en plena comarca de La Jara hay zonas, especialmente en las umbrías del noreste del pico de La Buha, donde son numerosos las orquídeas de varias especies.

Aunque es un clima bastante árido el de la comarca con algo más de 400 litros por metro cuadrado de precipitación anual es sorprende la presencia de estas hermosas flores que simulan las formas y colores de los insectos para lograr la polinización más efectiva .

Aquí ponemos tres de las especies, a ver si los botánicos en los comentarios me decís cual es cada una de ellas.

También adjuntamos algunas fotografías de otras zonas de nuestra comarca como Pueblanueva o Talavera

orquideas de la sierra de la estrella
Orquideas de la sierra de la estrella
Orquídea de la sierra de La Estrella
Orquídea de la sierra de La Estrella

Orquídea fotografiada en el embalse de La Portiña

Orquídea fotografiada en el embalse de La Portiña en Talavera

Otra de las especies de orquídeas que podemos ver en La Jara (Pueblanueva)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AL ATALAYÓN POR LAS LANCHAS

Cascadas de l arroyo de Las Lanchas

Recorrido corto hasta las Cascadas del Arroyo de Las Lanchas 4 kilómetros, 2 horas

Recorrido largo hasta el Atalayón y vuelta 12 kilómetros, 5 horas.

Ventana de la arquitectura popular de Las Hunfrías

 Antes de llegar al pueblecito de Las Humfrías, cruza la carretera el arroyo de las Lanchas que ascenderemos mejor tomando el camino indicado junto al cementerio de esta localidad, mejor que por las propias riberas.  Seguimos el recorrido indicado en la ruta que se ha marcado con paneles durante unos tres kilómetros, y llegamos a una zona muy agradable de pozas, pequeñas cascadas y chorreras, rodeada de rebollares y algunos ejemplares de tejos y de loros que, no nos confundamos con las aves tropicales, se trata del llamado “árbol de las nieblas”, que se encuentra en lugares húmedos y sombríos de estas sierra. Tiene un sistema muy curioso de condensación del vapor de agua de la atmosfera, que se acumula en pequeñas gotitas en sus hojas, que a su vez dirigen ese agua cayendo junto al tronco para que lo aprovechen las raíces.

El bosque mediterráneo virgen entre los canchales frente al pueblo de Las Hunfrías

Después de refrescarnos y disfrutar del paraje podemos regresar por donde hemos venido o por el mismo cauce del arroyo entre huertecillos abandonados y castaños, pasando junto a tres molinillos, uno de ellos con un cubo de más de once metros de altura. Ya en la carretera nos dirigiremos hacia el este, de nuevo al cementerio de donde salimos.

Molino de cubo en el arroyo de Las Lanchas

Esta pequeña ruta es muy fácil y asequible, pero si queremos realizar la versión larga y serrana de la misma, podremos subir entre rebollares junto al ameno arroyo de las Lanchas hasta llegar a su nacimiento. Un poco más arriba, se halla un collado desde el que tomaremos la senda, según indica el mapa, que nos lleva hasta El Atalayón. Se trata de una formación cuarcítica con paredes verticales y rodeada de prados y rebollares desde donde, como su nombre sugiere, disfrutaremos de  vistas inmejorables sobre la Jara Alta. En el camino vamos disfrutando entre pinares con manchas de madroñeras y brezales, con bosquecillos de roble y algunos quejigos. No es extraño que nos crucemos con venados o corzos en el descenso que va siguiendo el camino indicado hasta un cortafuegos. Siguiéndolo nos acabará de bajar hasta la aldea de Las Humfrías.  Si tenemos tiempo y ha sido buena la otoñada, podemos llevar a casa una bolsita de níscalos que abundan en el suelo de los pinares.

Garganta de Las Lanchas y su vegetación de robles, madroños, encinas…

EL VALLE DE ROBLEDO DEL MAZO (1)

Labranza junto al Jébalo en Robledo del Mazo

Vamos hoy a conocer el valle más atractivo de La Jara, enmarcado por las cumbres más elevadas de este territorio se trata del territorio de Robledo del Razo, municipio con sus cuatro aldeas anejas de las que hoy conoceremos también una, Las Humfrías, por ser este pueblecito desde el que comienza nuestro paseo campestre.

Caserío de Robledo del mazo visto desde el puerto

HISTORIA: El pueblo de Robledo del Mazo se fundó a mediados del siglo XV, según se deduce del testimonio de uno de los vecinos que declaran en las Relaciones de Felipe II. Refiere que uno de los fundadores fue su padre, quien con otros cuatro colmeneros se asentó en el valle para explotar una posada de colmenas. El mismo testigo asegura que el nombre del lugar deriva de que los osos que por entonces andaban por aquellas sierras jareñas causaban daños a las colmenas buscando la miel. Para espantarlos, los primeros pobladores de aquellos robledales instalaron en un arroyo un artificio al que “pusieron hechizo” para que, movido por las aguas, diera sonoros martillazos que ahuyentaran a los animales.

Arquitectura popular en Robledo del Mazo

Un testimonio del siglo XVIII asegura que “un incendio redujo a cenizas toda la población y aún los vestidos de la imagen titular, De suerte que habiendo quedado Diego García único vecino y alcalde, entregó en el ayuntamiento de la villa de Talavera su vara y jurisdicción, que con dicho motivo se agregó a la del lugar de Sevilleja. Mas, habiéndose reunido de su calamidad los vecinos dispersos, lograron reintegrarse el dominio privativo del egido y solar del pueblo”. 

Espadaña de la modesta iglesia de Robledo del Mazo
CONJUNTO URBANO: El núcleo urbano de Robledo se reparte por la ladera de su asentamiento, con las casas siguiendo calles empinadas y formando grupos bastante homogéneos de viviendas de pizarra enjalbegadas. Las construcciones son de una tipología característica en la Jara serrana, de finalidad totalmente utilitaria, y forman un conjunto curioso que conserva todavía algunos rincones con agradable sabor rural.
Puente en Robledo del Mazo sobre el arroyo del Endrino
IGLESIA: El templo de Robledo  es muy sencillo y también sufrió los avatares bélicos. Estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora del Robledo durante el siglo XVI para, más tarde, ser Nuestra Señora de la Encarnación su patrona. La iglesia se independizó de la de Piedraescrita en 1.676.

Vamos a conocer ahora el hermoso valle de Robledo del Mazo, formado por este pueblo jareño y sus cuatro aldeas situadas en torno a la cabecera del río Jébalo que nace cerca de una de ellas, Piedraescrita.

Las Hunfrías

GASTRONOMÍA: Migas o gazpacho acompañados de caza, o del magnífico cabrito serrano, cerrando con postre de rosquillas o retorcíos puede ser un menú que no nos decepcionará. Los bollos de San Miguel son típicos de la fiesta local.

Hay algún artesano que elabora objetos tallados en Madera. Las mujeres hacen labores de tipo lagarterano.

Vegetación en las sierras de Robledo