RUIZ DE LUNA Y LA CAPILLA DEL CRISTO DEL MAR O DE SAN FRANCISCO
Retablo de Ruiz de Luna para la capilla del Cristo del Mar. En la esquina la estatua orante del fundador de la capilla.
Ya hemos visto las capillas de la Colegial de su lado norte. En este mismo lado del evangelio junto a la puerta norte, la llamada de los Apóstoles, la Capilla de San Francisco que también se llamó de San Jerónimo y que desde 1943 se conoce como la Capilla del Cristo del Mar, imagen probablemente de finales del siglo XV que se halla enmarcada por un magnífico retablo de cerámica ejecutado y donado por Ruiz de Luna.
Acoge también una escultura orante del clérigo Francisco Méndez de Arellano, fundador de la capilla en 1529. Dejó rentas para decir misa a cincuenta pobres y después darles una limosna de un duro a cada uno. También dejó fondos para que todos los días del año se diera de comer a los indigentes encarcelados, para sacar de la cárcel a los pobres con deudas, y con el fin de rescatar cautivos naturales de Talavera.
Aunque no fueron suficientes, dejó más fondos para la creación de tres cátedras en Talavera. Se sepultó a mediados del siglo XVI en esta capilla a su familiar Francisco Ramírez de Arellano que fue camarero del papa Paulo III y trajo de Roma varias reliquias, entre las que Francisco de Soto destaca una espina de Cristo que todavía se conserva y una canilla de San Blas.
Después pasó a ser capilla propiedad de D. Rodrigo Albornoz, tío del Cardenal talaverano D. Gil de Albornoz, fundador del colegio de Bolonia y que está enterrado en el sarcófago de yeso que hay en la Iglesia de las Monjas Bernardas en el lado del Evangelio.
Cuando se extinguió el patronato de esta familia dio el Calbildo la Capilla a D. Diego Montero de Espinosa, vecino y corregidor de Talavera.
Pero la capilla de San Francisco tiene actualmente otro nombre la del Cristo del Mar, con una curiosa historia relacionada con la religiosidad de Juan Ruiz de Luna.
Nuestro gran ceramista no sólo era un gran artista, sino un gran empresario que supo vender su obra por todo el mundo. Entre otras iniciativas comerciales quiso extender su cerámica por América y por ello envió allí a dos de sus hijos en 1934 para difundirla mediante una exposición en Buenos Aires. Entonces, los viajes trasatlánticos se hacían por mar y don Juan tenía el lógico temor de que les sucediera algo a sus hijos Juan y Salvador, por lo que entraba a diario a rezar ante a una imagen de Cristo crucificado solitaria que se hallaba junto a la puerta norte del templo y que a él le provocaba una especial devoción. Durante dos meses se estuvo arrodillando en el reclinatorio que estaba delante del crucifijo hasta que volvieron sus hijos y prometió hacer una gran obra para agradecer que volvieran sanos y salvos de su periplo marítimo.
La Guerra Civil retrasó el cumplimiento de su promesa, pues incluso estuvo la Colegial llena de material bélico durante aquellos azarosos años. Cuando volvió a entrar no vio el crucifijo y pensó si no habría sido destruido, pero afortunadamente se encontraba en la parroquia de Santa Leocadia, entonces en la iglesia de San Francisco. Más tarde restauraría Ruiz de Luna una imagen de San Francisco que había en la capilla para sustituir al Cristo que se iba a traer de dicha iglesia.
Se decidió a comenzar su empresa pidiendo permiso al arcipreste y al obispo. El 3 de mayo de 1942 comenzaron las obras, y primero se limpió la capilla vendiéndose un viejo retablo que tenía a la iglesia de San Martín de Pusa.
Ruiz de Luna estaba entonces enfermo e incluso sufrió una intervención quirúrgica pero el panel de azulejos para esa misma capilla que representaba a las Santas Justa y Rufina quedaron terminados en septiembre de 1942 y fue inaugurado con la presencia del arzobispo Pla y Daniel que bendijo la capilla. Éstas fueron las palabras de nuestro ilustre paisano como ofrenda de su obra, en la que participaron sus tres hijos.
Ofrenda.
Excmº. Señor.
Mis 70 años en los 79 que llevo vividos son remunerados con exceso en este acto en que V.E. bendecirá esta obra mía que también lo es de mis hijos, labor lograda con perseverancia y amoroso
obstinación. Hoy Excmº Señor hago entrega de ella, sintiendo que mi posición económica no me permita dejarla dotada como era costumbre en la antigua Nobleza.
Los elementos que constituyen el decorado de esta Capilla están hechos con modesta arcilla, materia avalorada por el fuego y nuestra fe Cristiana. “Cristo del Mar” le he titulado, advocación que espera de V.E. ser refrendada, en atención a mi estado de ánimo cuando hice la promesa y en honor, sobre todo, a que esta Sagrada Imagen ha hecho resurgir en los corazones talaveranos su proverbial piedad para allegar fondos y realizar las obras de restauración de nuestra querida Colegial.
A continuación de este acto de bendición de la Capilla el señor Arzobispo hizo el acto de desagravio por los destrozos de la Iglesia terminando con una exhortación a los fieles para que llegasen fondos para la restauración de este hermoso templo, cuyo resultado fue reunir unas ochenta mil pesetas como inicial de suscripción, cuyas obras dieron comienzo el 26 de Abril de 1943.
En julio de 1943, en un acto familiar en el que se bautizó a una de sus nietas y cuando ya Ruiz de Luna contaba 80 años, fue inaugurada la capilla con toda su obra cerámica instalada.
El retablo es copia en cerámica de la de la madre del obispo García de Loaysa en alabastro que se conserva en la iglesia del antiguo convento de Santo Domingo.
Esta es la descripción de la capilla que hace el propio Juan Ruiz de Luna y que me ha llegado de un fragmento de sus memorias inéditas:
Es de planta cuadrilonga de 4 metros 50 cms. Por 5,60 y altura de techo 7,50.
Se le hizo un zócalo de azulejos en tableros o fondos de dibujo repetido, espaciados por pilastras de composición, todo ello enmarcado con mampuestos de rasilla imitando piedra berroqueña del país, esmeradamente imitada, como así también el cornisamento general y las aristas que dividen en cuatro pañoletas la bóveda del techo, que se reúnen en un florón o pendolón con cartel heráldica, pero sin armas. Los fondos de estas pañoletas como las de las paredes están blanqueados.
Este Retablo de cerámica policromada de gusto Plateresco de 6,50 metros de alto, está coronado con un medallón con Virgen tenante por dos ángeles, de puro estilo Luca della Robbia, como así también las columnas y cornisamentos, que constituyeron el Retablo que estuvo expuesto en el pabellón de Castilla la Nueva de la Exposición Hispano Americana celebrada en Sevilla el año 1929-1930 que fue galardonado con el Gran Premio, conjunto que complementan una magnífica mesa de altar, con relieves de cerámica policromada y fondo con tres medallones en forma de Camafeos, con un barco en el centro como alegoría al Santísimo Cristo y de los dos restantes, San Francisco de Asís y San Antonio de Pádua, muy de la devoción del donante. Como detalle original y de gran acierto artístico es de notar el fondo sobre el que se destaca el Santo Cristo, de azulejos de reflejo metálico que dan al cuadro un efecto asombroso.
En la meseta o Credencia del Evangelio está la escultura orante de alabastro del canónigo D. Francisco Méndez Arellano, ya descrito y la de al lado de la Epístola está completamente hueca, dispuesta
para levantar la solería de ella, para que cuando haya pasado el tiempo reglamentario y las leyes de Sanidad y la Autoridad Eclesiástica lo autorizase, sea trasladados en un cajoncito los restos del donante para estar al lado de su Santísimo Cristo del Mar que es su venerable deseo.