LA PUERTA DE TOLEDO EN EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

LA PUERTA DE TOLEDO

EN EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

Cara exterior de la Puerta de Toledo, la que daría a La Trinidad. Dibujo de Luis Jiménez de la Llave en el siglo XIX

Seguimos el trazado del segundo recinto amurallado hasta llegar a la Cañada de Alfares y allí, en la desembocadura de la actual calle de San Francisco en la cañada de Alfares, se encontraba, hasta su demolición en 1861, la puerta de Toledo.

Corría el año 1862 y el talaverano Luis Jiménez de la Llave, a la sazón recién nombrado correspondiente de la Real Academia de la Historia , enviaba a esta institución una carta en la que modestamente comunicaba que le era «penoso tener que molestar su elevada atención para dar la noticia de una medida del Ilustre Ayuntamiento de esta villa, por la que se la priva del torreón más bien conservado de su exterior recinto y cuyo arco llamado de Toledo la prestaba entrada por aquella parte». Como vemos la desidia de la administración para con el patrimonio no es algo nuevo, ya que D. Luis, que tanto investigó sobre nuestro patrimonio, había intentado evitar el desaguisado pero, ya consumado el derribo, «con sorpresa de todos empezado y con general disgusto proseguido», envía esta notificación a las autoridades académicas para que al menos conozcan el atentado perpetrado contra uno de los más significados accesos del segundo recinto amurallado, la Puerta de Toledo.

Pero pasemos a la descripción que el mismo Jiménez de la Llave nos hace del monumento: «Su construcción tanto interior como exterior era de machones de ladrillo, fuerte mampostería con algún verdugo y mezcla con canto pelado en los macizos principales». Como vemos  se trata de una construcción con mampostería de granito en la base y aparejo mudéjar de ladrillo en los niveles más elevados, similar a la torre que todavía queda en pie de la Puerta de Zamora.

Cara interior de la Puerta de Toledo, la que daba a la calle de San Francisco. Dibujo de Luis Jiménez de la Llave en el siglo XIX

Nos encontramos ante un torreón almenado de unos diecisiete metros de altura y nueve y medio de ancho. La puerta tiene una luz de tres metros treinta centímetros aproximadamente y está recercada con sillería. Cuenta con una ventana semicircular en la cara posterior, la que daba a la ciudad, y otra en el muro exterior que descubre mediante un artificio del dibujo para que puedan apreciarse los cuatro arcos de ladrillo que separaban cada una de las tres naves interiores. Cuatro verdugadas de ladrillo decoran sus muros y en la base se abre la portada granítica, modificada en época posterior, mostrando sobre ella un escudo que, como dice la leyenda del dibujo, pertenecía al cardenal Tavera y sabemos por Ildefonso Fernández que estaba labrado en piedra blanca.

Otra inscripción se situaba en el lado superior izquierdo de la portada pero la suciedad no permite su lectura a Jiménez de la Llave, aunque adelanta que pudiera ser del siglo XVII. Más tarde Ildefonso Fernández escribe en su historia de Talavera que, tras el derribo, D. Luis guardó las dos piedras, ésta de la que hablamos era de color negro y transcribe su inscripción facilitada por el mismo de la Llave a Fernández:

«Esta obra se reedificó estando en esta villa el señor don Fernando, infante de España, cardenal de la Santa Iglesia de Roma, del título de Santa María del Pórtico, administrador perpetuo del arzobispado de Toledo, y regidor de ella, por su alteza, don Lorenzo de Loaisa y Figueroa, natural de Trujillo. Y obrero mayor de esta villa, Pascual Martínez de Rozas, procurador de ella, natural de Hinestrosa. Talavera año de 1624.»

Puerta de Toledo en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI marcada con una «S»

El arco de la parte interior de la portada parece realizado en ladrillo y, debido a su estrechura, se ven señaladas las marcas producidas por haberse picado el cerco para permitir el paso de los ejes de los carruajes más anchos.

Sobre la época de su construcción no se separa mucho de la Llave cuando dice que «parece que por lo menos debe atribuirse a los que tuvieron la gloria de reconquistar la villa a los moros por última vez, sin perjuicio de que pertenezcan a más remota época los robustos e irregulares trozos sobre que se hallaba elevado y que se distinguían ventajosamente del resto de la obra»

Insinúa por tanto el siglo XII o XIII como el de su edificación y aporta una prueba: «menos significativa pero siempre apreciable, un dinero de vellón de Sancho IV (SANCCI. REX.  rev.  CASTELLE LEGIONIS) hallado en los escombros.»

El dibujo realizado por el ilustre investigador de la historia se encuentra actualmente en la Real Academia, donde fue despachado con un escueto “A la comisión de antigüedades”. Nos aporta el único testimonio gráfico conocido hasta la fecha de esta puerta monumental hoy desaparecida, si exceptuamos una perspectiva muy inconcreta de la misma que se vislumbra en el dibujo de Talavera de Van der Wingaerde del siglo XVI.