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LA PUERTA DE ZAMORA Y OTROS POSTIGUILLOS HASTA ACABAR EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

LA PUERTA DE ZAMORA Y OTROS POSTIGUILLOS HASTA ACABAR EL SEGUNDO RECINTO

La puerta de Zamora vista por su lado norte, el que da a la cañada de Alfares. Se observan las columnas del pórtico de la cárcel de la Santa Hermandad, a la izquierda y a la deecha la iglesia de Santiago y la antigua torre del Reloj.
Grabado coloreado del siglo XIX propiedad del autor de este blog

Al final de la calle Postiguillo se encontraba el siguiente acceso. Esta vía urbana se llamaba así por finalizar en una pequeña puerta o postigo de la muralla que también se conoció como postigo de Rodrigo Niño.

A continuación se alzaba la Puerta de Zamora, que hoy conserva una de las dos torres que la flanqueaban y que formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad. Su construcción se realizó en mampostería y ladrillo al estilo mudéjar. La otra torre y el arco de la puerta se demolieron a finales del siglo pasado, aunque se conservan algunos grabados de época.

La cañada de Alfares es la calle que sustituyó a toda la ronda que discurría fuera de este segundo recinto amurallado hasta conectar con las riberas de la Portiña, siguiendo su recorrido paralelo a este arroyo hasta su desembocadura en el Tajo.

Puerta de Zamora en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI. Es bastante fidedigna con sus dos torres y el arco central,  hoy solo queda la torre de la derecha.

Al final de la calle Cererías se hallaba la conocida como Puerta de las Alcantarillas Nuevas o de la Villa. La torre de la iglesia de San Miguel  puede confundirse con  una de las torres del segundo recinto amurallado ya que se encontraba adosada a él. En sus inmediaciones se encontraba el Postigo de Vengamedel, sobre el que dice en el siglo XVIII el párroco de San Miguel:

«Inmediato a la parroquia, en el muro exterior del pueblo, hay un postigo que llaman de Vengamedel, por donde se dice que se ganó Talavera. Encima de este postigo hay un adorno y altar de una imagen de Eccce Homo muy milagrosa, con título de la Salud, de donde tomó principio la devoción del Santísimo Cristo que hoy se venera en la iglesia.»

La puerta de Zamira al fondo con su arco y la torre de la derecha. En primer plano el pórtico de la cárcel de la Santa Hermandad
Tore de la puerta de Zamora en su estado actual en una perspectiva similar a la del grabado anterior

La Puerta de las Alcantarillas Viejas o del  Pópulo se denominaba de esta manera por  haberse instalado en una hornacina sobre su arco una imagen de la Virgen del Pópulo que actualmente se custodia en la Colegial, donde hay una capillacon el mismo nombre. A su vez, el puente que comunicaba los arrabales nuevos, intramuros de este segundo recinto, con los arrabales viejos, enmarcados  por el tercer recinto amurallado, se llamaba el puente Pópulo.

Una séptima  puerta llamada de la Miel se localizaba por la zona de Jabonerías y en una habitación sobre su arco se instaló el Repeso de la Harina.

Este segundo recinto venía a morir en las inmediaciones de la puerta de Mérida, donde se unía con el trayecto de la muralla árabe. La obra del muro se construyó entre los siglos XII y XIII por lo que los escasos restos que todavía perduran podemos encuadrarlos dentro del estilo mudéjar adaptado a las construcciones militares.

El muro de la derecha seguiría un recorrido muy similar al de l segundo recinto amurallado a su paso por la Portiña de San Miguel

LA PUERTA DE TOLEDO EN EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

LA PUERTA DE TOLEDO

EN EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

Cara exterior de la Puerta de Toledo, la que daría a La Trinidad. Dibujo de Luis Jiménez de la Llave en el siglo XIX

Seguimos el trazado del segundo recinto amurallado hasta llegar a la Cañada de Alfares y allí, en la desembocadura de la actual calle de San Francisco en la cañada de Alfares, se encontraba, hasta su demolición en 1861, la puerta de Toledo.

Corría el año 1862 y el talaverano Luis Jiménez de la Llave, a la sazón recién nombrado correspondiente de la Real Academia de la Historia , enviaba a esta institución una carta en la que modestamente comunicaba que le era «penoso tener que molestar su elevada atención para dar la noticia de una medida del Ilustre Ayuntamiento de esta villa, por la que se la priva del torreón más bien conservado de su exterior recinto y cuyo arco llamado de Toledo la prestaba entrada por aquella parte». Como vemos la desidia de la administración para con el patrimonio no es algo nuevo, ya que D. Luis, que tanto investigó sobre nuestro patrimonio, había intentado evitar el desaguisado pero, ya consumado el derribo, «con sorpresa de todos empezado y con general disgusto proseguido», envía esta notificación a las autoridades académicas para que al menos conozcan el atentado perpetrado contra uno de los más significados accesos del segundo recinto amurallado, la Puerta de Toledo.

Pero pasemos a la descripción que el mismo Jiménez de la Llave nos hace del monumento: «Su construcción tanto interior como exterior era de machones de ladrillo, fuerte mampostería con algún verdugo y mezcla con canto pelado en los macizos principales». Como vemos  se trata de una construcción con mampostería de granito en la base y aparejo mudéjar de ladrillo en los niveles más elevados, similar a la torre que todavía queda en pie de la Puerta de Zamora.

Cara interior de la Puerta de Toledo, la que daba a la calle de San Francisco. Dibujo de Luis Jiménez de la Llave en el siglo XIX

Nos encontramos ante un torreón almenado de unos diecisiete metros de altura y nueve y medio de ancho. La puerta tiene una luz de tres metros treinta centímetros aproximadamente y está recercada con sillería. Cuenta con una ventana semicircular en la cara posterior, la que daba a la ciudad, y otra en el muro exterior que descubre mediante un artificio del dibujo para que puedan apreciarse los cuatro arcos de ladrillo que separaban cada una de las tres naves interiores. Cuatro verdugadas de ladrillo decoran sus muros y en la base se abre la portada granítica, modificada en época posterior, mostrando sobre ella un escudo que, como dice la leyenda del dibujo, pertenecía al cardenal Tavera y sabemos por Ildefonso Fernández que estaba labrado en piedra blanca.

Otra inscripción se situaba en el lado superior izquierdo de la portada pero la suciedad no permite su lectura a Jiménez de la Llave, aunque adelanta que pudiera ser del siglo XVII. Más tarde Ildefonso Fernández escribe en su historia de Talavera que, tras el derribo, D. Luis guardó las dos piedras, ésta de la que hablamos era de color negro y transcribe su inscripción facilitada por el mismo de la Llave a Fernández:

«Esta obra se reedificó estando en esta villa el señor don Fernando, infante de España, cardenal de la Santa Iglesia de Roma, del título de Santa María del Pórtico, administrador perpetuo del arzobispado de Toledo, y regidor de ella, por su alteza, don Lorenzo de Loaisa y Figueroa, natural de Trujillo. Y obrero mayor de esta villa, Pascual Martínez de Rozas, procurador de ella, natural de Hinestrosa. Talavera año de 1624.»

Puerta de Toledo en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI marcada con una «S»

El arco de la parte interior de la portada parece realizado en ladrillo y, debido a su estrechura, se ven señaladas las marcas producidas por haberse picado el cerco para permitir el paso de los ejes de los carruajes más anchos.

Sobre la época de su construcción no se separa mucho de la Llave cuando dice que «parece que por lo menos debe atribuirse a los que tuvieron la gloria de reconquistar la villa a los moros por última vez, sin perjuicio de que pertenezcan a más remota época los robustos e irregulares trozos sobre que se hallaba elevado y que se distinguían ventajosamente del resto de la obra»

Insinúa por tanto el siglo XII o XIII como el de su edificación y aporta una prueba: «menos significativa pero siempre apreciable, un dinero de vellón de Sancho IV (SANCCI. REX.  rev.  CASTELLE LEGIONIS) hallado en los escombros.»

El dibujo realizado por el ilustre investigador de la historia se encuentra actualmente en la Real Academia, donde fue despachado con un escueto “A la comisión de antigüedades”. Nos aporta el único testimonio gráfico conocido hasta la fecha de esta puerta monumental hoy desaparecida, si exceptuamos una perspectiva muy inconcreta de la misma que se vislumbra en el dibujo de Talavera de Van der Wingaerde del siglo XVI.

EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO (1)

EL SEGUNDO RECINTO AMURALLADO

Vista parcial del dibujo de Talavera del siglo XVI de Van der Wingaerde en el que se observa el tramo del segundo recinto amurallado que recorremos. Con la flecha roja, la torre del Polvorín con una estructura diferente a la actua y con un puentecito que cruzaba el Papacochinos junto a ella. Con la flecha amarilla la hoy desaparecida Puerta de Toledo. Con flechas verdes otras torres que hoy no existen.

 Aunque el segundo y el tercer recinto amurallados de Talavera son de más moderna ejecución, su erección venía condicionada en mayor medida por el concepto medieval de ciudad que por verdaderas necesidades de seguridad militar, de ahí que los materiales empleados en los lienzos de la muralla fueran de menor calidad y que solamente las puertas se construyeran con algo más de perdurabilidad. Las referencias históricas hablan casi siempre de que estos recintos se levantaron en “tapiería”, es decir en tapial de barro que, al descuidarse en su conservación, es víctima fácil de las inclemencias climatológicas y la erosión del tiempo. La cercanía del arroyo de la Portiña a tan endebles estructuras fue otro factor de ruina que se unió a la expansión de la ciudad y al escaso cuidado con el patrimonio que se ha tenido en Talavera tradicionalmente.

La puerta de Sevilla en una postal de los años setenta

El segundo recinto comenzaba su trazado también tangencialmente al alcázar, justo al final de la calle Carnicerías. Todavía se conserva una de sus puertas, la de Sevilla que, como en el caso de las puertas de Mérida, Toledo o Zamora, su nombre indicaba la ciudad principal en cuya dirección se encaminaban los viajeros que salían desde Talavera por una puerta determinada. A la recíproca, en ciudades como Plasencia o Córdoba existieron puertas llamadas “de Talavera” porque a través de ellas se dirigían los viajeros hacia nuestra ciudad. La puerta de Sevilla es muy sencilla, con un arco de medio punto construido en ladrillo con merlones sobre él y con las armas e inscripción muy deterioradas del cardenal Quiroga, arzobispo de Toledo que la manda edificar en 1579.

La puerta de Sevilla antes en los años 60

La muralla seguía la Ronda del Cañillo y todavía se observan algunos restos de los muros y de pequeñas torres redondas en el lienzo previo a la conocida como Torre del Polvorín, actual oficina de información turística. En su muro oriental se puede observar, formando parte del paramento, la conocida como Cabeza del Moro que da nombre a la calle y que no es otra cosa que la cabeza de un verraco céltico de la cultura vettona cuyo cuerpo forma parte de la estructura de la torre.

Torre del polvorín habitada en una foto antigua donde, en la base a la izquierda, se observa la «cabeza del Moro» que es un verraco vettón. El muro de tapial de la derecha, sobre mampostería granítica pudiera ser parte de la muralla antigua que en muchos tramos era construcción precaria de barro

El recorrido de este segundo recinto subía por la calle de Cabeza del Moro hasta llegar a la Puerta del Sol, donde desembocaba la calle del mismo nombre y cuya denominación no tiene otro origen que el hecho de hallarse orientada hacia el saliente.

Puerta del Río /22), y Puerta de Sevilla (28) y torre del Polvorín (20) con el arroyo Papacochinos sobre el que pasan dos puentes, en un dibujo de la historia de Talavera de la Biblioteca Regional

Seguimos el trazado hasta llegar a la Cañada de Alfares y allí, sobre la desembocadura en la misma de la actual calle de San Francisco, se encontraba, hasta su demolición en 1861, la puerta de Toledo que describiremos en la próxima entrada.

La torre del Polvorín en la actualidad. La flecha señala la base de mampostería de la muralla, aunque muy reconstruido