FELIPE II VISITA TALAVERA
(Marzo de 1580)
La Venta del Alberche era un hervidero de viajeros, pastores, furcias y bribones que, ante la presencia inusitada del concejo, los nobles y el cabildo de la Colegial, se mantenían en un extraño silencio. Un calderero llegó corriendo con su borrica y, entre el ruido de sus cobres, podían apenas oírse las grandes voces que daba anunciando la llegada de la comitiva real. Uno de los caballos de los cuadrilleros de la Santa Hermandad se desbocó y casi da en el río con el jinete que, con una ballesta en la mano y las riendas en otra, intentaba mantener el equilibrio.
Frente a la labranza de Entrambosrríos asomaban ya los primeros soldados y criados reales. Los alcaldes, nerviosos, se colocaron la indumentaria de gala mientras daban órdenes apresuradas a la comitiva que había acudido desde la Villa a recibir al rey Felipe. El carruaje paró, su majestad dejó a un lado los papeles que iba despachando con uno de sus secretarios y bajó junto al pescante del coche donde recibió el homenaje de las autoridades y el clero talaveranos. La Santa Hermandad Real y Vieja extendió su estandarte precediendo a la comitiva que continuó su recorrido hacia Talavera. Al pasar junto al arroyo de las Parras, el cortejo observó dos grandes palos clavados junto al camino real donde todavía picoteaban las urracas los despojos del último bandido ejecutado por la Hermandad.
En otro carro iba la reina Anna, la adorada esposa del rey, y detrás más de trescientas personas entre soldados, sirvientes, escribanos, secretarios y nobles cortesanos. La primavera estaba ya despuntando en las ramas de los fresnos y los álamos que crecían junto al cordel. Al fondo se podían ver los tejados de la ermita de la Virgen del Prado, la que el mismo rey había bautizado en un viaje anterior como la Reina de las Ermitas. Su majestad ordenó parar y en compañía del cabildo municipal y el de la Colegial entró en el templo mientras repicaban las campanas de su espadaña. Permaneció unos minutos orando y a continuación se reanudó la marcha hasta llegar a la villa, en cuyo recinto la comitiva real penetró por la Puerta de Toledo.
Fuera de este segundo muro de barro, muy deteriorado por el paso del tiempo, quedaban en la Cañada de los Alfares los hornos humeantes donde, por encargo del rey, tantos miles de azulejos se habían cocido para sus reales alcázares, sus palacios de caza y para su monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Juan Floris y Juan Fernández, sus alfareros predilectos, habían acudido a las audiencias que el rey concedió en sus anteriores estancias en Talavera, interesándose por la marcha de sus trabajos. Desde la Puerta de Toledo, que lucía su renovado aspecto por la restauración del Cardenal Tavera, se dirigieron después hacia el interior del caserío por la calle de Zapaterías pasando bajo los arcos triunfales de flores y follaje que adornaban las calles. Los hermosos palacios de la nobleza talaverana y las más modestas casas de ladrillo y tapial lucían colchas y gallardetes para saludar la presencia del monarca.
Todos los viajeros quedaron impresionados por las esbeltas torres albarranas que hacían más fuerte aún la muralla que dejaron los hijos de Alá. Después siguieron entre el griterío de la concurrencia hasta el monasterio jerónimo de Santa Catalina, donde el rey dormiría como en las dos anteriores ocasiones que pernoctó en Talavera. Era la de estos frailes su orden favorita, a quien había encomendado el gran monasterio del Escorial. Siempre se había encontrado cómodo entre los jerónimos. El prior rindió homenaje al monarca a la entrada del convento y el rey Felipe, tras las formalidades de rigor, quiso saber si su arquitecto Juan de Herrera había ayudado a la comunidad talaverana a resolver la amenaza de ruina de la capilla mayor de la iglesia, agrietada cuando iba a cerrarse la media naranja de la cúpula por el gran peso de la misma y de los muros. El fraile señaló el gran machón que Herrera había hecho construir pegado a la cabecera para evitar el derrumbe; la grieta era alarmante pero el arquitecto había asegurado a los monjes que el templo ya no correría peligro.
Por la mañana fueron recibidos en audiencia el concejo y los nobles talaveranos. A petición de uno de ellos, don Antonio Meneses y Padilla, el rey visitó el sepulcro de Pelayo Pérez Correa en la antigua iglesia del hospital de Santiago, llamada por el pueblo el Cristo Santiaguito. Este monje guerrero allí sepultado había sido Maestre de la Orden de Santiago, librando famosas batallas en la reconquista de Aldalucía. Una creencia muy arraigada en las gentes relataba cómo, durante uno de sus enfrentamientos con los moros, había recibido la ayuda de la Virgen que había detenido el sol a su puesta para que las huestes cristianas pudieran acabar felizmente la batalla. Murió en 1275 y fue enterrado en este hospital que la orden militar tenía en Talavera hasta que, en 1510, su cuerpo fue trasladado a la iglesia de Nuestra Señora de Tudia en Badajoz. El rey, minucioso como siempre, mandó poner «aquí yació» donde figuraba «aquí yace» sobre su sepultura ya vacía.
Era la tercera vez que Felipe II visitaba Talavera. En la primera ocasión se dirigía a Guadalupe para agradecer a la Virgen que don Juan de Austria hubiera sofocado el levantamiento de los moriscos. En su segundo viaje también se dirigía al santuario de las Villuercas para entrevistarse con su sobrino D. Sebastián, rey de Portugal, e intentar convencerle, sin conseguirlo, de que no emprendiera la suicida campaña africana donde el portugués perdió la vida en la batalla de Alcazarquivir. En ese encuentro, la comida fue servida a los dos monarcas en una hermosa vajilla de Talavera con el escudo de Portugal.
Ahora el rey se dirigía al reino vecino para hacerse cargo de él. Partió el cortejo de Talavera acompañándole las autoridades hasta el arroyo Bárrago. La reina Anna volvería a pasar por aquí siete meses más tarde pero ya sin vida pues había fallecido en Badajoz. El talaverano García de Loaysa oficiaría su entierro en el Escorial.
Gracias por compartir la Historia de nuestra Tierra. Muy interesante y bueno de saber que fue ciudad de paso de todos los personajes ilustres a través de los siglos.
Muchas gracias Miguel por ilustrarnos sobre tantos acontecimientos relativos a Talavera y su tierra.
En el segundo y tercer viaje (diciembre de 1576 y marzo 1580) de Felipe II a Guadalupe, pasando por Talavera, que ahora señalas, tenemos constancia que en ambas ocasiones hizo posada en Mohedas, llegando hasta alli desde el Puente del Arzobispo, al menos en esta ultima visita. Felipe III y Felipe IV, siendo aun principe, en su viaje a Guadalupe (1618) tambien se hospedaron en Mohedas. Por eso es tan importante para pueblos como Navalmoralejo, La Estrella, Aldeanovita, Mohedas y Puerto de San Vicente reivindicar la señalizacion de este tramo de Camino.
Un abrazo muy grande.
Buenas tardes,
Aunque no nos conocemos sé de ti por Rafael Gómez, el director del archivo de Talavera, y he hojeado tu libro sobre Mohedas. Yo estoy intentando terminar un trabajo sobre la historia de mi pueblo, Los Cerralbos, que también, aunque sólo a medias, formó parte de las tierras de Talavera en la antigua parroquia de El Horcajo. Te escribo porque dices que Felipe III viajó a Guadalupe en 1618, y si me corroboras que era camino de Guadalupe lo incluiré como reseña, pues en unas actas municipales de mi pueblo se anotan ese año una serie de gastos en especie para el aprovisionamiento del séquito real a su paso por la zona de mi pueblo, que también se vio obligado a contribuir «al pasaje del rey». Gracias y un saludo.
José Ángel Jiménez
Buenas noches Jose Angel.
Te confirmo que Felipe III acompañado del principe, el futuro Felipe IV, se hospedo en Mohedas el dia 19 de octubre de 1618 pues llegaron a Guadalupe el dia 20 de ese mes en su ultima jornada. Tambien en su viaje de vuelta volvieron a hacer posada en Mohedas. Puedes consultar el numero 64 de TOLETVM, Boletin de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Historicas de Toledo. El articulo se titula: Mohedas de la Jara, posada de Reyes en el Camino Real Nuevo a Guadalupe.
Una vez mas agradecer a Miguel esta posibilidad de poder comunicarnos y ayudarnos en nuestras investigaciones.
Un abrazo.
Muchas gracias por la prontitud de tu respuesta y por supuesto por la detallada información que me indicas. Leeré el artículo al que haces referencia y espero que algún día podamos conocernos y charlar un rato sobre la historia de nuestra tierra. Estoy seguro que será enriquecedor.
Gracias de nuevo y un abrazo.