SUBIMOS A GUISANDO
Parece que fue en torno a unas majadas de cabras que se fue articulando el caserío que daría lugar a este pintoresco pueblo de Guisando. Fue siempre aldea de la Villa de Arenas hasta que adquirió su privilegio de villazgo por concesión de Carlos III en 1760, año que figura en la base del rollo jurisdiccional erigido en la nueva villa.
El pueblo es muy pintoresco tanto por sus paisajes como por su arquitectura popular que conserva muchos rincones para fotografiar, aunque como sucede en tantos lugares de la zona han ido disminuyendo ante el empuje urbanístico del turismo. Camilo José Cela habla también de Guisando en su precioso libro de viajes por Gredos “Judíos, Moros y Cistianos” en el que además de referir que por su tez y altura las mujeres de Guisando parecen godas y las de Candeleda moras, cuenta la anécdota de cómo le refirieron que en el pueblo había “protestones”, curiosa forma de denominar a un grupo de protestantes que históricamente hubo en la población y que llamaba la atención en tiempos pasados por lo difícil que resultaba mantenerse una comunidad así en la España del nacional catolicismo.
Pío Baroja también pasa por aquí y en su novela “La Dama Errante” comenta “Llegaron a la vista de Guisando. Desde lejos, el pueblo era bonito, con sus tejados rojos y su aspecto de aldea suiza; pero dentro no tenía nada que celebrar: Las calles están llenas de barro y los cerdos andaban entre la gente”.
Como vemos, siempre aparece Guisando como pueblo pintoresco. Todavía quedan hermosos rincones con los elementos típicos de la arquitectura serrana de balcones y solanas con algún entramado y tal vez una mayor superficie de paredes blanqueadas que en otros pueblos de la comarca, lo que hacía decir a Cela que “Guisando es caserío blanco como paloma y sosegado igual que el agua de la fuente clara”, aunque anteriormente era mayor el número de fachadas de mampostería desnuda o revocada y pintada de añil.
La iglesia parroquial está bajo la advocación de la Purísima Concepción y es de construcción reciente, aunque no desentona con el entorno y guarda todavía algunas pinturas de mérito en su retablo del siglo XVIII. En la ermita que se halla a la entrada del pueblo podemos ver azulejería talaverana del siglo XVI.
Sus fiestas patronales son el 29 de septiembre en honor de San Miguel, aunque en invierno los carnavales son muy celebrados y nos permiten ver a las mujeres ataviadas con el traje típico. Además, el domingo de Resurrección se celebra el día del huevo en que se pintan huevos cocidos con tintes naturales para dárselos a los niños.