ARENAS DE SAN PEDRO CAPITAL DEL VALLE DEL TIÉTAR
Probablemente el nombre de esta localidad se deriva de la existencia de los arenales traídos y depositados por su garganta en las inmediaciones del actual caserío. San Pedro de Alcántara, patrón de Extremadura y Portugal vino a morir aquí, donde fundó el monasterio franciscano del que luego hablaremos, y de ahí el apellido de esta localidad.
La arqueología de Arenas ha dado hasta ahora pocos resultados sobre pueblos prehistóricos, aunque su término, como todo el entorno, estuviera sin duda habitado por los vettones antes de que los romanos aprovecharan sus recursos mineros de hierro.
El primer asentamiento de su territorio se situaba en la zona de explotación minera de Los Llanos, al sur de su territorio, en el que hoy día todavía podemos ver su antigua iglesia convertida en ermita de Nuestra Señora de los Llanos, de propiedad privada. Este poblado es abandonado según la leyenda cuando una plaga de termitas acaba con los edificios tras una aparición de la Virgen del Pilar en 1054 en el llamado Ojo de la Jara, paraje donde se sitúa el actual casco urbano de Arenas, que entonces era una zona boscosa en la que vivían ermitaños agustinos y los pastores que encontraron la imagen, a los que desde entonces se llamó “pilaretes”. Aunque no solo hubo este asentamiento minero llamado de La Tablada, sino que la propia Arenas y su entorno, incluido Ramacastañas, eran conocidos desde la Edad Media como Las Ferrerías de Ávila, por sus minas y por haber sido repoblada la zona por la ciudad amurallada.
Hay algunos hallazgos arqueológicos que nos hablan de la presencia musulmana en la zona pero es en el siglo XIV cuando Rui López Dávalos consigue del Rey segregar este valle del de la ciudad de Ávila, concediendo a Arenas su privilegio de villazgo, para, al poco tiempo, lograr que Enrique III se la otorgue para ser así su primer señor feudal, ya que su lugar preeminente en la corte como Condestable le otorgaba gran influencia sobre el monarca.
Dávalos es quien inicia la construcción del castillo de Arenas. Una gran fortaleza levantada con el esfuerzo y contribución de los habitantes del señorío y que ha sufrido numerosas vicisitudes a lo largo de su historia. Cuando cae en desgracia el condestable Dávalos, el castillo pasa a los Pimentel, y su heredera doña Juana Pimentel hereda el castillo, donde se retira tras la ejecución de su marido, don Álvaro de Luna, por lo que se la conoce en la época como “la Triste Condesa”, y así firmaba ella misma. Después, con su hija María de Luna, pasaría a los Mendoza, duques del Infantado. La fortaleza sufre diferentes asedios e incendios que afectan a su estructura, sobre todo en el siglo XIX, cuando es atacado en la Guerra de la Independencia y en las guerras carlistas de 1838. En 1853 es donado al ayuntamiento por el duque de Pastrana para instalar en él el cementerio, aunque también tuvo en algunas épocas funciones de prisión. En la actualidad, ya restaurado, su patio sirve como escenario de actividades culturales y su torre del homenaje cuenta con una muestra de la época medieval y con sala de exposiciones y salón de actos.
Se trata de una estructura cuadrangular con torres redondas en las esquinas y una gran torre del homenaje de planta rectangular, con otras pequeñas cuadradas en los lienzos sur, oeste y norte, mientras que en el lienzo oriental su espacio lo ocupa la gran torre del homenaje. Las estructuras que ocupaban el interior han desaparecido pero en sus muros vemos algunas ventanas góticas geminadas enmarcadas en un ajimez mudéjar, algún balcón amatacanado y un balcón modificado en varias épocas. Es monumento histórico artístico desde 1931.
El castillo defendía el puente llamado de Aquelcabo sobre la garganta y a su vez la fortaleza era defendida por ese lado por la propia corriente. Este puente cuya fecha de construcción es difícil de precisar pero que podemos datar en torno al siglo XV, como sucede con otros muchos puentes medievales es conocido como “puente romano”, o también “puente viejo”. Tiene un arco central de mayores dimensiones y dos laterales.
Igualmente se encuentra muy cerca del castillo la iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción y dedicada a la Virgen del Pilar. Se trata de una construcción que se comienza en el siglo XIV, de donde procede su factura gótica con su espacio interior distribuido en tres naves cubiertas con bóvedas ojivales sobre pilastras y un ábside cuadrado también abovedado. La decoración de bolas nos habla del característico gótico abulense así como su magnífico púlpito de granito. De época posterior es una torre cuadrangular renacentista a la que se asciende por una escalera situada en la curiosa estructura semicilíndrica adosada al exterior. Se remata con balaustrada y es llamada de Santa Bárbara por una inscripción típica de muchas torres encomendándose a la santa para defenderse del rayo.
En su capilla mayor destaca la magnífica cerámica talaverana del gran artista Juan Ruiz de Luna, con una serie de paneles sobre los santos de la diócesis de Ávila. A un lado los mártires y en el otro los confesores, aunque hay otros paneles en la iglesia de mayor antigüedad (siglo XVI). Además, debemos destacar en la capilla mayor una pintura de la escuela de Murillo sobre la Asunción.
También es gótica la ermita del Cristo del Humilladero que, como tal, se sitúa en una de las entradas de la villa, la oriental.
Del palacio y el convento hablaremos en otra entrada