LA CAZA EN LAS TIERRAS DE TALAVERA
Las Tierras de Talavera siempre han tenido una gran riqueza cinegética en su extenso territorio. Hay numerosas referencias históricas que hacen alusión a la práctica de la caza. El rey Alfonso VII acostumbraba a pasar largas temporadas en nuestra ciudad saliendo de cacería con su cortejo e incluso llegó en una de esas salidas a presenciar el amojonamiento de los términos de la villa acompañando al concejo. Más tarde Alfonso XI en su Libro de la Montería recoge los parajes con más abundancia de caza de oso y puerco, que es como se llamaba entonces al jabalí.
El oso era una especie abundante en los montes de La Jara y de la Sierra de San Vicente y no se extingue en nuestros bosques hasta el siglo XVIII. De hecho, era un problema severo para los colmeneros que se veían obligados a levantar elevados muros para proteger sus posadas de colmenas e intentar evitar que los plantígrados se comieran sus panales y destrozaran los corchos. La Santa Hermandad, que nace como institución de policía rural para proteger a los colmeneros, premiaba en metálico a los cazadores que presentaran las garras o la cabeza de un oso, y la cantidad asignada al premio era superior si se trataba de osas o de oseznos. Los trofeos eran clavados en las puertas de la cárcel hermandina junto a la puerta de Zamora. Los hospitales y ventas que jalonaban el camino de Guadalupe servían también para proteger a los peregrinos del ataque de osos y lobos, entonces muy abundantes en La Jara y Las Villuercas.
Eran numerosas las personas que se dedicaban a la caza en la comarca y muchas de ellas fueron las primeras que repoblaron los extensos territorios de la villa después de la reconquista de Talavera. Algunos cazaban con ballestas, arma que utilizaban los talaveranos con gran destreza, como figura en algunos textos medievales. Las mismas varetas de jara eran, templadas al fuego, de gran utilidad para fabricar flechas, o saetas como se decía entonces. Esos mismos “virus” de jara eran utilizados para unir entre sí las paredes de los corchos de las colmenas y los tajos de corcho para sentarse los pastores.
Otra técnica de caza era la utilizada por los loseros. Se trataba de cazadores que mediante trampas capturaban piezas de caza menor, utilizando una losa o lancha de piedra sujeta con palitos que, al ser derribados por el animal, dejaban caer la lancha de piedra y lo atrapaban. Otras veces las losas basculaban y las piezas caían en fosas preparadas al efecto. Estos loseros tenían privilegios concedidos por Alfonso VIII sobre los “cazadores de asalto” o armados, estando además eximidos de ciertos impuestos.
Las redes, los lazos y trampas ayudaban en el arte cinegético de los talaveranos pero en realidad por lo que fueron famosos principalmente fue por el uso de las ballestas. Las perdices eran capturadas ocultándose los cazadores detrás de los bueyes, acercándose así a las mismas y disparándolas con más facilidad. Esta técnica se intentó evitar mediante diferentes reglamentaciones, aunque la prohibición dio escaso resultado.
Pero la técnica cinegética que tiene su origen documentado en las Tierras de Talavera es la caza de palomas con cimbel. En este caso se practicaba principalmente en las dehesas que rodean a la villa, más que en los montes y sierras de La Jara. La técnica es descrita por un historiador de Talavera llamado García Fernández en el siglo XVI: “Cázanse por un arte sutil y es de esta manera: que los cazadores arman unos lazos con que en las encinas toman las palomas vivas y con lo hueco de una pluma del ala le entur bian o vuelven la niña de los ojos y ponen la cabeza de la paloma en su boca y dan grandes voces hasta que la atruenan y la quedan sorda y ciega y mansa y pónenle unas piguelas como a halcón y danle de comer con la boca, como ella hacía a sus pollos. A esta ave le queda por nombre señuelo. Pónenle en los árboles en una vara y de la punta de ella atado un cordel que baja hasta una choza donde al pie del árbol está el cazador escondido y cuando las palomas andan en el aire, con el cordel mueve la vara y el señuelo se menea al modo de cuando la paloma se sienta en el árbol, y las que andan volando se sientan en el mismo árbol y el ballestero les tira con la ballesta”.
En algunas partes del reino se usa esta ballestería de un tiempo acá, la cual se ha extendido desde Talavera”. La caza en todo el término de Talavera, es decir en la villa y toda su antigua tierra, estaba abierta a los vecinos para poder abastecer mejor a la villa, y por eso también estaba prohibido sacar cualquier pieza de su término.
Son muchas las especies venatorias que aparecen en los documentos históricos como los venados o los gamos, e incluso figuran en los legajos especies con nombre curioso, como cuando el cura de Mohedas afirma en las Relaciones del Cardenal Lorenzana que en su pueblo hay avestruces, pero no sabemos exactamente a qué ave se referiría. La cetrería está también documentada en numerosas referencias e incluso Calixto en “La Celestina” entra en el huerto de Melibea detrás de un azor. Los reyes casi siempre que en la Edad Media cedían territorios a nuestra villa para su repoblación se reservaban las crías de las aves rapaces, tan abundantes en nuestros montes.