Archivo de la etiqueta: Santa Águeda

SANTORAL DEL BARRO: SANTA ÁGUEDA

SANTA ÁGUEDA EN AZULEJERÍA DE TALAVERA

Santa Águeda con los pechos en la bandeja como atributo junto a la palma del martirio. Ermita de Virgen de Gracia en Velada, cerámica de Talavera del siglo XVII

Esta santa nació a las faldas del volcán Etna, en la Catania de Sicilia. Su martirio sucedió como tantos otros durante el gobierno de Decio en el siglo III. El prefecto que gobernaba la isla de nombre Quintiliano, atraído por la gran belleza y la riqueza de la joven, que ya desde niña había hecho voto de castidad, intentó seducirla, pero, al resistirse la muchacha a tener relaciones con él, la encerró en un lupanar. Lo regentaba una mujer llamada Afrodisia y la santa se vio obligada a convivir con nueve prostitutas, aunque milagrosamente la mártir consiguió mantener su virginidad, al igual que santa Inés en una situación parecida. Como la santa se mantiene casta, el pretor ordena someter a Águeda a martirio dándole tormento en el potro primero y atándola luego a un poste y arrancándola los senos con unas tenazas.

Durante la noche recibe en su mazmorra la visita de San Pedro precedido de un niño con un farol. El apóstol cura sus heridas, quedando sus pechos en mejor estado que antes de ser martirizada. Como todavía seguía con vida, fue llevada de nuevo ante un tribunal que la condenó primero a ser lanzada a un suelo lleno de fragmentos de vidrio, la introdujeron después en una caja metálica con púas y por último fue quemada sobre unos carbones encendidos hasta que murió gritando de alegría y dando gracias a Dios por su martirio.

Cuadro del retablo de la iglesia de Montesclaros representando el martirio de Santa Águeda cuando le extirpan los pechos

Es curiosa la descripción de la muerte de Quintiliano según “La Leyenda Dorada”. Cuando va a examinar las riquezas de la santa para confiscarlas, se desbocan los caballos de su carruaje y cae a sus pezuñas, mordiéndole uno de ellos y dándole el otro una coz tan fuerte que lo lanzó a un río cercano y desapareció para siempre.

En Catania dicen conservar sus restos y su velo que ante la amenaza de erupción ha sido sacado en otras ocasiones en procesión alrededor del Etna. La muerte de la joven fue acompañada de terremotos y en el año de su aniversario se produjo una erupción del volcán, pero los habitantes de la región consiguieron salvar su vida gracias a una procesión con el velo de Águeda que desvió la corriente de lava.

Es por ello protectora contra volcanes y terremotos, y por extensión contra el fuego, el rayo y la tormenta. Es curioso constatar por ello que en Montesclaros, donde se celebra su fiesta el día cinco de enero, se hacen hogueras en las puertas de las casas, aunque al igual que en otros lugares este elemento del fuego es frecuente en muchas de las fiestas invernales, que en muchos casos suelen tener en sus ritos un origen pagano que más tarde fue cristianizado. Las fiestas de Santa Águeda tienen en muchos pueblos a las mujeres como protagonistas, tomando el mando de manera simbólica, por lo que se han relacionado sus fiestas con las de las antiguas matronalia romanas.

Las mujeres son las protagonistas principales en la fiesta de Santa Águeda, derivadas de las «matronalia» romanas

La santa siciliana, al igual que Santa Catalina, era de sangre noble, por lo que se la suele caracterizar ricamente vestida con la túnica talar de las nobles y la cabeza descubierta como las doncellas. Sus atributos más frecuentes, además de la palma del martirio, son los dos pechos sobre una bandeja, como en la representación de azulejos de la ermita de la Virgen de Gracia de Velada, donde aparece en uno de los retablillos laterales del siglo XVII. Las figuras son tan esbeltas que algunos han querido identificar a su autor con algún pintor del taller de El Greco. Más raro es que aparezcan otros elementos como unas tijeras con los pechos cortados, carbón incandescente, una antorcha como símbolo del fuego o el unicornio simbolizando a la virginidad.

Por supuesto, según las tradiciones populares, la santa ha sido considerada la protectora contra las enfermedades del pecho, aunque también es benéfica contra las quemaduras y la desgracia en general.