RUBÉN DARÍO SE ECHA NOVIA EN GREDOS
Cuando pasado el puerto de El Pico dejamos atrás la Venta del Obispo y antes de llegar la Cueva del Maragato hay una desviación a la izquierda a un pueblecito llamado Navalsaúz . Podemos dar un paseo por él y observar algunos rincones de su arquitectura popular, disfrutando del bonito enclave en el que se encuentra, elevado su caserío en un rincón sobre el valle del Alberche. Paseando por el pueblo encontraremos en una casa algo más vistosa que el resto de viviendas de Navalsaúz una placa sobre la puerta que recuerda a la muchacha que enamoró a Rubén Darío y convivió con él hasta su muerte.
Navalsaúz, pueblo de Gredos donde nació Francisca Sánchez, mujer de Rubén Darío
El poeta conoció a Francisca Gervasia Sánchez del Pozo en un paseo por la Casa de Campo en Madrid con su amigo Valle Inclán. Era una muchachita muy joven y analfabeta, pero de una gran belleza, por lo que el nicaragüense que había contraído matrimonio con su primera mujer, ya fallecida, y se había distanciado de la segunda, convivió durante años con la joven abulense, a la que enseñó a escribir y a guisar al estilo de centroamérica.
Rubén es invitado por sus «suegros» a las fiestas del pueblo para que conozca a la familia y en el viaje a Gredos disfruta del paisaje: «Hoy he visto bajo el más puro azul del cielo, pasar algo de la dicha que Dios ha encerrado en el misterio de la Naturaleza». En la modestísima vivienda de sus suegros, Rubén Darío pasa dos días «bajo el imperio de lo primitivo».
Entre ellos se llamaban «conejo» y «coneja». Le sigue a Madrid, Barcelona, Mallorca y se va con él a París justo después de que lo deje una mujer francesa llamada Margotón con quien el poeta cada vez más alcoholizado ha tenido una apasionada aventura. Amado Nervo también está allí e igualmente enseña a Francisca a leer y escribir y la llama «La Princesa Paca». ¡Vaya dos maestros para una campesina de Gredos!
Rosario Murillo, la segunda mujer con la que se casó obligado durante una borrachera vino a presionarle y consiguió sacarle cierta cantidad de dinero a cambio de dejarlo tranquilo. Aunque Rubén Darío no se pudo deshacer definitivamente de las pretensiones de Rosario divorciándose y por ello nunca conseguiría casarse legalmente con la de Navalsaúz. Finalmente Rosario Murillo con el poeta ya muy enfermo consigue llevárselo a Nicaragua tras una gira y allí muere.
Darío le dedicó versos: «Seguramente Dios te ha conducido / para regar el árbol de mi fe / hacia la fuente de noche y de olvido / Francisca Sánchez acompáñame». Paca ayudó al poeta a inspirarse cuando el alcohol y la falta de inspiración lo estrangulaban.
Cuenta Rosa Villacastín , nieta de Francisca por otro matrimonio posterior, en su obra «La Princesa Paca» que Darío debía redactar el poema de apertura de un importante encuentro de escritores y políticos hispanoamericanos en el Ateneo de Madrid. Cuando Paca llegó a casa, lo encontró desmayado por la angustia y la borrachera. Casi llorando le suplicó que bailara desnuda ante él. Ella lo hizo. De pronto, al poeta le entró un arrebato inspirador y escribió del tirón su Salutación del optimista, que comienza con los versos:
«Ínclitas razas ubérrimas, / sangre de Hispania fecunda…».
Francisca es la única mujer a la que agradecido por su lealtad y cuidados se refiere por su nombre en sus poemas. Con ella tuvo un cuatro hijos, pero dos murieron prematuramente.
He aquí el artículo de Rubén Darío sobre su viaje a Navalsaúz con el burro, el suegro y dos cuñados, quejándose de las ventas donde no pudo dormir por los ronquidos de los arrieros.
Un hombre del campo me invito hace pocos días a ver la fiesta de su aldea, en tierra de Ávila. (…) Una buena mañana tome el tren para Ávila, en cuya estación me esperaba mi invitante, en compañía de dos hijos suyos, robustos mocetones que tenían preparadas las caballerías consiguientes. (…) En el tiempo del viaje, se encuentran a un lado de la carretera mesones o ventas harto pobres, que nada tienen que ver con los caserones que en la árida Castilla se le antojaban castillos a Don Quijote.
En una hubimos de pernoctar. Mi amigo grita con una gran voz: “¿Hay posada?”. “Si, señor; pasen ustedes”. Y de la casa maltrecha sale la figura gordinflona del ventero. Mientras los mocetones llevan los burros al pienso, heme allí conducido a la cocina, donde una gran lumbre calienta olorosas sartenes, y conversan en corro otros viajeros, todos de las aldeas próximas, de higiene bastante limitada, pero gentes de buen humor que charlan y se pasan de cuando en cuando una bota. Entre yo también al corro y de la bota guste. … La cena estuvo suculenta y luego fue el pensar en dormir. ¿Camas? Ni soñarlo. Cada cual duerme en los aparejos y recados; quien en la cocina, para no perder lo sabroso del calor; quien en la cuadra. Yo prefiero la vecindad de la lumbre y entro en esa escena de campamento. Por otra parte, no me es posible dormir. Esos benditos de Dios roncan con una potencia abrumadora.
(…) ¡Bello día en el fragante y bondadoso campo! Sale un claro sol, comienzan a verse las ovejas, … Y mi burrito sigue impertérrito, en tanto que me llegan de repente soplos de los bosques, olientes a la hoja del pino. … si hubiese tenido un libro de notas a la mano, en esa mañana deliciosa habría escrito, sin apearme de mi simpático animal: “Hoy he visto, bajo el mas puro azul del cielo , pasar algo de la dicha que Dios ha encerrado en el misterio de la naturaleza” …
(…) Seguimos la caminata todo el día hasta llegar a la posada de Santa Teresa, … El terreno cambia, se suceden las cuestas y honduras; y de pronto me indican lo que debo hacer. “Señorito, ¡a pata! Obedezco, y continuo el camino llevando el burro del ronzal, hasta llegar a Navazuelas, … Y diviso el pueblo: un montoncito de casucas entre peñascos con una alameda al lado de la puerta; … Estamos en el imperio de lo primitivo. Buen fuego, si, se me ofrece, y ricos chorizos y patatas, y sabroso vino. Duermo a maravilla. A la mañana siguiente, vivo en plena pastoral. Se me conduce aquí y allá, entre cabras y vacas y ovejas. Estoy en la pastoría. Después, a la iglesia, en donde las mozas están adornando a la Virgen. (…) El traje de la paleta es curioso y llamativo. Más de una vez lo habéis visto en las comedias y zarzuelas. Falda corta y ancha, de gran vuelo que deja ver casi siempre macizas y bien redondas pantorrillas; la media calceta es blanca y el zapato negro. En corpiños y faldas gritan los mas furiosos colores. Al cuello llevan un pañuelo, también de vivas tintas y flores, y otro en la cabeza, atado por las puntas … Le cuelgan de las orejas hasta los hombros enormes pendiente, y usan gargantillas y collares en gran profusión. El pelo va recogido en un moño de ancha trama y resalta sobre el moño la gran peineta que a veces es de proporciones colosales, …Generalmente no llevan sortijas en sus pobres manos oscuras, hechas a sacar patatas y cuidar ganados. Al entrar yo en la iglesia, las muchachas cantaban, adornando con gran muchedumbre de flores la imagen de la patrona, la Virgen del Rosario.
Después fueronse a casa de las mayordomos, al obligado convite; castañas, higos y vino. Por la noche, en medio de la cena, en la casa en que se me hospedaba, las mozas tiraron las cucharas de pronto y echaron a correr fuera. Era el tambor que sonaba a la entrada del lugar; venían de un pueblo vecino, y su son con el de la gaita haría danzar esa misma noche, en la plaza, a las alegres gentes. Luego pude observar algo de un fondo ciertamente pagano. Las mozas formaron un ramo de laurel, cubierto de frutas varias y dulces, para ser llevado a la iglesia al día siguiente. Mientras tanto, vi venir del campo a varios mozos con grandes ramas verdes que iban poniendo sobre los techos de ciertas casas. Se me explico que en donde había una muchacha soltera colocaba ramos su novio o su solicitante. Era extraño en verdad para mi ver al día siguiente coronadas de follaje casi todas las casitas del villorrio. Del pueblo vecino también llegó el señor cura, un cura joven, alegre y de buena pasta, … Al curita le fueron a buscar los varones, con el tambor a la cabeza del concurso, mientras el campanario llamaba a misa. Las mozas, vestidas de fiesta esperaban en el camposanto. El alcalde esta allí también, con su vara y sus calzones cortos y su ancho sombrero y su capa larga. Las mozas abren la puerta para que pasen el señor cura y la “justicia”, y detrás todos los hombres. La puerta vuelve a cerrarse, y ellas quedan fuera. Entonces, en coro, empezaron a cantar: …
(…) Por la tarde se reanuda el baile con la gaita y el tambor, en la pradera, donde se merienda gozosamente. Por la noche, baile y más baile. Por largo tiempo resonaran en mis oídos la aguda chirimía y el tan tan del tambor, ese tambor infatigable. Todavía hasta el chocolate cural, se pasa por la rifa del celebre ramo. Aún queda, el día que viene, tiempo para que sigan danzando mozos y mozas, en tanto que los viejos aldeanos vuelven al campo a su tarea de sacar patatas.
Un hijo posterior de Francisca que llevaba el apellido de Rubén Darío vivió en Villarejo del Valle, donde editó algunas de las obras del gran hispanista.