LOS PERROS DE SANTA ANA DE PUSA
La fiesta de San Sebastián, de este pequeño pueblo de Valdepusa, es uno de los ritos más arcaicos que se conservan entre las celebraciones festivas de nuestra comarca.
En la madrugada del día veinte de Enero los muchachos que componían la quinta de ese año se vestían de «perros». En las épocas de mayor población del lugar llegaban a ser más de cuarenta mozos los que se disfrazaban con pieles de animales, generalmente de cabra o ternero. Los jóvenes tiznaban además sus rostros de negro, para conseguir así un aspecto más sobrecogedor. A la espalda llevaban y aún llevan colgado un gran cencerro.
Había también otros personajes que protagonizaban nuestra fiesta, se trata de las vacas, dos de los muchachos se vestían también con pieles pero añadían unos cuernos a su tocado. Otros dos quintos se disfrazaban de hilanderas, es decir de mujeres con el traje tradicional con su corpiño. Estos personajes eran menos apetecidos por los mozos, que solían adjudicarse estos cuatro papeles mediante sorteo. Su principal cometido era entrar con horquillas de palo en las viviendas del pueblo descolgando chorizos con el consentimiento de este hurto festivo por parte de los dueños de la casa.
Los perros ya vestidos acechan a las mozas desde primera hora para intentar «mearlas». Deambulan por todas las calles «meando» a las solteras con una bota llena de agua. Las chicas tienen a gala hacer enojar a los mozos huyendo de ellos e intentando evitar que las empapen. Se encierran en las casas y los perros escalan muros y balcones ante la mirada condescendiente de los padres de ellas que les invitan a vino y dulces. Tradicionalmente las primeras afectadas eran las componentes de las cuadrillas que se dirigían a recoger la aceituna, labor desarrollada en esta época invernal. El vino y chorizo obtenido en el recorrido por casas y calles del lugar es compartido por todo el grupo.
En cuanto a la gastronomía, es típica la elaboración del «hornazo». Curiosamente, en este caso no es una empanada rellena de carne sino un dulce que, como muchos de los elaborados durante las fiestas de invierno, tienen entre sus componentes los anises, además de la clara de huevo con azúcar que adorna con dibujos la superficie de la masa. Las «roscas» son dulces similares pero de menor tamaño y que se destinan a invitar a las visitas en los domicilios. También se colocan dulces como «ofrecimiento» delante de la imagen de San Sebastián en la iglesia.
A la misa acuden los perros, aunque un párroco intentó evitarlo, dadas las evidentes raíces paganas de la fiesta que luego analizaremos. A la salida se celebra la procesión con el santo que es llevado y custodiado también por los perros. La imagen va adornada con ramón de olivo del que cuelgan naranjas y roscas y detrás va el párroco y los demás asistentes a la ceremonia que recorren la «carrera» o trayecto habitual de la procesión.
Si buscamos paralelismos, podemos comparar esta fiesta con las «Carantoñas» del pueblo cacereño de Acehuche donde también se disfrazan los mozos con pieles y se persigue a las chicas, otra similitud es la aparición de un personaje disfrazado de Vaca-tora con cuernos como en Santa Ana se disfrazan las vacas. Dos ritos similares se pueden observar en lugares tan distantes como la isla de Hierro, con sus Carneros de La Frontera, o Las Trangas de Bielsa en Huesca que, disfrazados con pieles y cuernos persiguen a las Madamas en las fiestas de carnaval.
Más cerca, en San Pablo de los Montes, San Sebastián también lo celebran los quintos, la Madre Cochina es otro de ellos vestido de mujer que, en este caso, acosa a las mozas intentando levantarles la falda.
Es curioso constatar como en el valle del Pusa se celebra también San Sebastián con ritos que tienen cierta similitud en Malpica de Tajo, capital del Señorío de Valdepusa, y también en Los Navalucillos, en la cabecera del mismo río.
En la primera de estas localidades son protagonistas los «morraches» vestidos con trajes multicolores, caretas y cencerros, y aunque no hay vaca sí sale un toro de fuego. En Los Navalucillos «los marraches» salían en grupos cada uno con su vaquilla e intentan tiznar a las mozas.
Son todos rituales de fertilidad anteriores al cristianismo. Los Perros es una fiesta que podemos clasificar entre todas aquellas celebraciones invernales en las que aparece la vaca o vaquilla «la vitula» romana. Sería uno de los ritos que Caro Baroja relaciona con las fiestas de las Kalendae romanas que, en Enero, se dedicaban al dios Jano. Pero puede que hundan sus raíces en ritos de fertilidad todavía más antiguos asociados con las culturas de pueblos pastoriles prerromanos. La zona central de la meseta peninsular y Extremadura es la más rica en este tipo de fiestas. El padre Flórez señalaba cómo en los primeros siglos del cristianismo se castigaba con tres años de penitencia a los que a primeros de año se vistieran de ternera o de becerro. Más curioso por la coincidencia con nuestro rito santanero es el texto de Asterio de Amasea en el que insiste en la vergüenza de los disfraces femeniles que llevaban hasta los hombres más valientes durante estas fiestas, disfraces tales como el de hilandera.
También Caro Baroja aporta un texto sumamente significativo de San Isidoro de Sevilla: “Instituyó la Iglesia el ayuno de las calendas de Enero a causa de un error propio de la gentilidad. Fue Jano cierto príncipe de los paganos, por el que se ha dado el nombre al mes de enero y al que los hombres inexpertos, honrándole como a un dios, otorgaron honores religiosos y le consagraron un día con fiestas suntuosas y regocijos. Así los míseros hombres y lo que es peor, los mismos fieles, durante ese día, adquiriendo monstruosas apariencias , se disfrazan a manera de fieras, otros toman aspecto mujeril, afeminando el suyo propio…hacen gritería y danzan…y la turba de depauperado espíritu se excita con el vino.”
San Sebastián era centurión de la guardia pretoriana del emperador Diocleciano y consolaba y alentaba a los cristianos que conducía al martirio. Delatado, fue ejecutado asaeteado por lo que en su iconografía aparece un joven con varias flechas clavadas y atado a un árbol o columna. Se recuperó de sus heridas mortales y fue de nuevo muerto a golpes.
Es invocado contra la peste y las epidemias en general, y a ello tal vez deba su difusión. La celebración de su fiesta el veinte de Enero ha servido para enmascarar y cristianizar innumerables rituales de invierno paganos anteriores a la cristianización.