TALAVERA Y LOS TOROS
En el capítulo sobre la fundación mítica de Talavera vemos cómo la influencia del reino de Tartessos llegó hasta nuestra tierra. Su mítico rey Gerión fue famoso por las manadas de toros salvajes que pastaban en sus campos y hay leyendas locales que le vinculan con el nacimiento del Alberche.
Existen también testimonios arqueológicos de que se halló un toro de bronce cuando se excavaron los cimientos del convento de los jerónimos, lo que nos indica un culto táurico prehistórico o romano en Talavera. Por otra parte, los verracos de piedra, muchos de ellos con forma de toro, se extienden por toda nuestra geografía como testimonio de la importancia que nuestros antepasados los vettones daban a estas esculturas zoomorfas que colocaban a la puerta de las cercas en las que encerraban a sus ganados, seguramente con un sentido de protección religiosa.
Al menos desde los tiempos de los romanos, se celebra en Talavera la antiquísima fiesta de las Mondas que llamó la atención de cronistas y escritores del siglo de Oro, incluso de Cervantes, que en su novela de los Trabajos de Persiles y Segismunda hace una admirada alusión a ella. Sabemos por diferentes testimonios históricos que se celebraban corridas en todas las plazas de las diferentes parroquias de la ciudad, lo que quiere decir que en muchas ocasiones se llegaban a torear hasta siete corridas simultáneas con veintitantos toros diarios. De hecho, estas fiestas, que primero se hicieron en honor de la diosa Ceres y luego de la Virgen del Prado sabemos que se llamaron durante mucho tiempo fiestas de Toros, con todo un ritual relacionado con la fiesta taurina que sería largo de describir, pero que sabemos unía a todos los poderes y clases de la villa, desde el pueblo llano hasta los nobles, la Iglesia o el propio Ayuntamiento.
La plaza de Talavera es conocido que desde tiempo inmemorial estaba unida con el edificio de la propia ermita de la Virgen del Prado, a la que tantos capotes han ofrecido las mejores figuras del toreo. Es curioso que nos quede todavía esa muestra de los cultos religiosos primitivos unidos a los toros. En estas fiestas de Mondas toreaban los nobles de Talavera en los siglos XVI y XVII, tal vez debido a la indisoluble vocación ganadera de esta tierra y a la destreza que les daba la práctica de los más diversos lances no sólo en las Mondas sino también en las fiestas de la Virgen de septiembre y en muchas otras ocasiones.
Lo cierto es que ese ambiente taurino del Siglo de Oro y posteriores en nuestra ciudad llamó la atención de novelistas como el talaverano Céspedes y Meneses, e hizo que los muchos nobles que tenían entonces sus casonas y palacios en Talavera tuvieran fama de ser diestros en el manejo de los toros.
Uno de sus mejores representantes fue el marqués de Velada, que llegó a torear con una grave cornada en la Plaza Mayor con los intestinos a la vista según los cronistas. Sus faenas merecieron los halagos de Felipe IV y los sonetos de Góngora o Quevedo.
Hay otros datos que relacionan a Talavera con la fiesta de los toros, como el hecho histórico de que uno de los jóvenes hijos de la noble familia de los Duque de Estrada fuera el primer torero de a pie que recogen las crónicas.
La suerte de torear a caballo y alancear el toro “a la espera” se relata por primera vez en las crónicas de las fiestas de las Mondas y se decía entonces que los talaveranos estaban especialmente dotados para realizarla.
Y otro detalle de importancia: en el Soto del Piul, cercano a Talavera y que tal vez coincida con el soto de Entrambosríos se criaron los primeros toros bravos de los que hay referencia histórica, por lo que podemos decir que estamos ante la primera ganadería brava conocida.
A todo ello se une la afición de toda la comarca, que conserva en pueblos como los de la sierra de San Vicente las viejas agujas de piedra para cerrar con palos las plazas y los burladeros también hechos de piedra, para poder celebrar corridas y encierros. En el mismo callejero de Talavera conservamos todavía la calle del Toro Encohetado como muestra de viejos ritos táuricos como fue el toro de fuego, con el que ya los antiguos contaban que los íberos derrotaban a sus enemigos atándoles en los cuernos antorchas encendidas.
Sin embargo, curiosamente, talaveranos ilustres como Alonso de Herrera, fray Hernando de Talavera o el padre Mariana se manifestaron en sus escritos contra la crueldad de la fiesta de los toros.
La desgraciada muerte de Joselito hizo que Talavera tuviera un coso taurino de culto, un «santuario» en el mundo del toreo.