EL QUIJOTE EN LA CERÁMICA DE TALAVERA ( y 2)
Más tarde extiende Ruiz de Luna los motivos de El Quijote a todo tipo de piezas, no solo de azulejería, y otros ceramistas como Niveiro también utiliza en su alfar de El Carmen las escenas cervantinas, además de todos esos ceramistas de gran calidad pero desgraciadamente considerados como segundones, eclipsados por la luz de Ruiz de Luna, aunque indudablemente merecen también estar en lugar destacado de la historia de nuestra cerámica. Me refiero a los Henche – con su obra de decoración con azulejería de la venta de El Toboso-, Montemayor, Ginestal y Machuca, Durán y tantos otros que acompañaron en su aventura a los dos más famosos alfares del siglo XX sin desmerecer en absoluto y escribiendo una página importante de la historia de nuestra cerámica por su inquebrantable resistencia a que desapareciera su actividad.
Por razones obvias la dictadura de Franco, nacida de una Guerra Civil en la que el bando ganador se llamaba a sí mismo de los nacionales, los motivos de las antiguas glorias culturales de España eran magnificados, y el Quijote era nuestra obra más universal, por lo que el ámbito cultural de la época también era el adecuado para que se valoraran los motivos cervantinos. Durante los años que transcurren entre el cierre de los alfares de Ruiz de Luna y Niveiro y el nuevo renacimiento actual de nuestra cerámica, pasan los años setenta con el alfar de Mauri y Corrochano como taller artesanal más productivo y expansionista, acompañado de otros muchos que languidecían manteniendo apenas encendida la antorcha de nuestra artesanía. También entonces son muchos los alfares que tienen en los motivos de el Ingenioso Hidalgo un recurso pictórico con buena demanda comercial, por lo que se han mantenido hasta ahora, momento en que todos los actuales obradores, algunos con raíces familiares y muchos otros nutridos con las jóvenes manos salidas de la Escuela de Artes y Oficios, continúan inspirándose en los viejos motivos cervantinos, aunque innovando en muchos casos en formas y en colores, pero sin perder nunca el espíritu tradicional que desde hace siglos guía a nuestra artesanía.
Las piezas sobre las que aparece el loco genial y su escudero son de lo más variopintas. En primer lugar, debemos hacer referencia a los paneles de azulejería que en número de doce hasta casi cien están destinados a decorar superficies de dimensiones muy variables. Muchos de ellos presentan grecas renacimiento enmarcando la escena quijotesca y otros simplemente dibujan el motivo sin orla o cenefa alguna que lo enmarque. Algunos alfares conservan las técnicas y motivos de la cerámica talaverana del siglo XVI y XVII, mientras que otros utilizan los nuevos pigmentos que les dan juego para mayores variaciones de tonos y colores. Es precisamente en estos paneles en los que también los dibujos se suelen salir de los moldes tradicionales mediante diferentes enfoques artísticos, desde el intento de conseguir cuadros que podrían confundirse con pinturas al óleo hasta los que por la sencillez y colorido de su paleta podrían parecer viñetas de comics. Lo que no es en absoluto peyorativo porque ¿Qué eran los paneles que representaban hace cuatro siglos en las iglesias las vidas de santos y las escenas de la vida de Jesús o de la Virgen, sino un tebeo en barro, no exento de arte por supuesto, pero con el que se pretendía llegar a la mentalidad sencilla y muchas veces analfabeta de los feligreses.
El segundo soporte más frecuente de los motivos quijotescos es el de los platos, en policromía o en tonos azules, con diseños tradicionales o más avanzados pero que, como sucede con los paneles de azulejos, si son de trazado clásico se suelen enmarcar con bordes azules con algún filete y grecas renacentistas ocupando el ala y dejando el fondo del plato para la escena, mientras que si son diseños más modernos se extiende la escena, en general, a toda la superficie de la pieza. Estos platos pueden ser lisos, de borde ondulado o levemente lobulado, e incluso de castañuelas o de borde rizado, como las vajillas ideadas por Ruiz de Luna.
Algo parecido sucede con las bandejas, que pueden ser ovaladas o rectangulares, con asas o sin asas pero que en general tienen las mismas características antes referidas para los platos. Variando solamente en la profundidad de las mismas y en los bordes lisos, lobulados o rizados.
Es evidente que tanto los paneles de azulejos como los platos son formas planas que por su superficie permiten un mejor lucimiento de las imágenes de El Quijote, pero no por ello se dejan de decorar formas redondas como jarras, floreros, ánforas o cuencos, tibores o barriletes, en los que la escena suele ocupar el cuerpo de las mismas.
Otros perfiles y formas más actuales son difícilmente clasificables, como los ceniceros, tableros de mesa, placas ovaladas, jarras de cuello de jirafa etc. Y se da incluso el caso de una vajilla de El Carmen con viejos diseños de Niveiro que presenta grecas de influencia valenciana, donde además de los platos hay otros elementos como salseras o soperas también decoradas con la vida de nuestro hidalgo.
Las cenefas más frecuentes utilizadas son las de roleos renacentistas, pero también dentro del mismo estilo algunos artesanos han desarrollado modelos característicos de su alfar en los que se combinan motivos vegetales diversos de acanto, florecillas, ovas, guirnaldas etc con puntillas de Beraín y otras más geométricas, con óvalos, cordones, glifos y ovas, aunque son menos frecuentes.
Las ilustraciones y grabados de las diferentes ediciones de El Quijote han servido de modelo a la mayoría de las piezas cerámicas que lo han tenido como motivo durante los ochenta años en que se vienen realizando. Podemos asegurar después de un análisis de las piezas examinadas que en más de un setenta por ciento las escenas han sido inspiradas en los grabados de Gustavo Doré, que, por otra parte, son probablemente los que tienen una mayor calidad artística y han tenido una mayor difusión. Son ilustraciones que además están muy bien documentados en tipos y ambientación, ya que el mismo Doré recorrió La Mancha con Duvalier para tomar apuntes y motivos.
Son muchas las ediciones de El Quijote en España y el extranjero que han sido ilustradas, pero aparte de Doré apenas podemos constatar fehacientemente unos pocos artistas que hayan servido de inspiración a las escenas representadas en la cerámica talaverana. Una de estas ediciones es la aparecida en Londres en 1725 e ilustrada por Charles -Antoine Coypel, además de dos ilustradores españoles del siglo XIX, Ricardo Balaca y José Luis Pellicer que también lucen algún ejemplo en las piezas exhibidas en este libro.
Sin duda, son muchos los motivos inspirados con mayor o menor fidelidad en ediciones populares más modernas, pero de difícil identificación por la adaptación más o menos imaginativa realizada por los artesanos y por el enmarque de los motivos en los patrones de espacio, color y estética de la propia cerámica talaverana, que condicionan en gran medida las versiones de los ceramistas.
La sistemática utilizada en este trabajo ha intentado hacer durante el mes de Enero de 2005 una instantánea de los motivos quijotescos existentes en la práctica totalidad de los talleres talaveranos, donde se han fotografiado el mayor número posible de las obras, exponiendo en el libro toda la tipología posible de las escenas descritas en la novela. Para situar al lector se ha hecho un pequeño comentario introductorio de cada uno de los episodios y se ha añadido el texto original de Cervantes para facilitar su lectura a aquellos que quieran disfrutar del texto al mismo tiempo que observan la imagen. Además, se ha añadido a cada pieza una pequeña descripción de la misma con el alfar que la ha realizado.
Este libro pretende ser un homenaje a todos los artesanos talaveranos que, contra viento y marea, siguen trabajando el barro con entusiasmo a veces quijotesco, perpetuando así la actividad artesanal por la que desde tiempos de Cervantes se nos dio a conocer al mundo.